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En Colombia, como en buena parte del mundo (no sólo occidente, sino también en otras culturas),
el homosexualismo ha estado presente a lo largo y ancho del desarrollo de la sociedad, unas veces
de manera abierta y otras (la mayoría) como una simple sombra que esgrime su presencia bajo un
hilo de silencio que le lleva a refundirse en lo más profundo de la hipocresía moral. De ese modo,
se puede pensar en los tiempos clásicos, donde el gusto por una persona del mismo sexo era algo
relativamente común y se vivía de manera abierta, y de allí ir caminando en una espiral que,
mientras asciende en el tiempo desciende en ideas; así hasta llegar a los tiempos modernos,
donde reinó la brillante hipocresía, que sabía de la existencia del homosexualismo, pero lo negaba
a todas luces y lo ocultaba bajo un velo de burla y tacha social. Es allí donde tiene el punto de
partida la más triste discriminación hacia este grupo de personas, que fueron perseguidas,
torturadas, masacradas y condenadas siempre por su mera condición sexual; y así fue hasta que
los homosexuales se refugiaron en las sombras, en la cara oculta de la sociedad y en lo que
algunos frívolos optaron por llamar “el closet”, de donde no podían salir, so pena de mostrar a la
sociedad su verdadero rostro y con ello ser condenados como criminales, como trasgresores
morales que se atreven a disfrutar de lo que se catalogó como pecaminoso, aberrante, vicioso,
impúdico, insano y otros adjetivos igual o más ridículos.
Por fortuna el panorama ha tendido a cambiar y cada vez son más las voces que se unen frente a
la discriminación que han llamado homofobia; cada vez son más las personas que salen del oscuro
pasaje en el que se sumergieron para huir de sus agresores; cada vez son más fuertes las
promesas de libertad e igualdad que llegan como suaves vientos del norte a apaciguar el clamor de
unos seres marginados y despreciados por sus propios hermanos; cada vez son más las fuerzas
que se unen, son más las organizaciones que luchan por los derechos otrora arrancados, son más
los cánticos a una renovada libertad. El progreso es evidente, aún faltando mucho camino, si se
mira hacia atrás, se puede vislumbrar cómo poco a poco se ha salido tímidamente de la caverna;
sin embargo no todo ha progresado: el legislador sigue aferrado a su vieja concepción y ha optado
por guardar silencio frente a las voces que le llaman a intervenir, a regular, a reconocer derecho y a
brindar protecciones a ésta comunidad.
Ante la evidente omisión del legislador y su falta de compromiso para llevar al mundo jurídico los
cambios que tratan de gestarse en el interior del cúmulo social, no se encuentra más remedio que
acudir al tribunal supremo constitucional, aquél que juró defender la integridad de la Constitución y,
con ella, los derechos fundamentales consagrados en la misma. Se reclama entonces la
intervención judicial para solucionar los entuertos que el legislador ha dejado a la deriva con su
intención de no actuar, de omitir, de desamparar y dejar en el olvido.
Así, por vía de tutela y de acción pública de inconstitucionalidad, se pretendió lograr obtener por
vía judicial la protección que el legislador había negado a los homosexuales, así se dio que:
En primer lugar, se encuentra la sentencia C-098/96 que revisó la ley 54 de 1990, en la que se
consideró que por el hecho de que ésta ley regulara nada más que la unión marital de hecho entre
heterosexuales, no había una vulneración a la comunidad homosexual, ya que el derecho a una
libre opción sexual se mantenía intacto en el ordenamiento; por lo cual se declaró la exequibilidad
de la norma. Después se encuentra la sentencia C-481 1998, que concluye después de varios
estudios científicos, que no existe ninguna justificación para que se consagre como falta
disciplinaria de los docentes la homosexualidad pues las viejas y excluyentes concepciones en
torno a la homosexualidad “contradicen valores esenciales del constitucionalismo contemporáneo,
que se funda en el pluralismo y en el reconocimiento de la autonomía y la igual dignidad de las
personas y de los distintos proyectos de vida; por tanto la Corte Constitucional terminó declarando
inexequible el artículo 46 (parcial) del Decreto 2277 de 1979. Lo mismo pasa con la sentencia
C-373 de 2002 en la que se declara inconstitucional la norma que tiene como falta disciplinaria de
los notarios el ser homosexual.
Aunque cabe resaltar que no siempre la Corte fue benigna con la población homosexual y así
aparecieron las sentencias T-999/2000, la T-1426/2000 y la SU-623 de 2001, que le negaron la
posibilidad a los homosexuales de incluir a sus compañeros permanentes, como beneficiarios de
los titulares al sistema de seguridad social en salud, pues esta exclusión no violaba el derecho a la
igualdad ni al libre desarrollo de la personalidad, además que el ordenamiento solo permite las
familias heterosexuales. Así mismo la C-814 de 2001, les negó la posibilidad de adopción de
menores ya que la adopción es ante todo una manera de satisfacer el derecho prevalente de un
menor a tenerla familia, y que la familia que el constituyente protege es la heterosexual y
monogámica, de esta manera los artículos 89 y 90 del Decreto 2737 de 1989 son declarados
exequibles. No obstante En la sentencia T-499 de 2003 se confirmó una decisión de tutela en el
sentido de conceder el amparo del derecho a la visita conyugal a una reclusa homosexual. Se dijo
aquí, que el derecho al libre desarrollo de la personalidad en el ámbito del ejercicio de la
sexualidad de los reclusos, debe garantizarse en condiciones de libertad, intimidad e igualdad; así
mismo, se dedujo que el mismo se deriva directamente de la protección a la dignidad humana y, en
consecuencia, se mantuvo el amparo.
Sin embargo, en el año 2007 el panorama sufrió un cambio trascendental y definitivo con la
sentencia C-075 de ese mismo año. Así pues, se presenta la acción pública de inconstitucionalidad
dirigida contra la Ley 54 de 1990 modificada por la Ley 979 de 2005, incoada por los ciudadanos
Marcela Sánchez Buitrago, Luz María Mercado Bernal, Alejandra Azuero Quijano y Daniel Bonilla
Maldonado y en la cual se acusa a la norma señalada de vulnerar los derechos a la libre asociación
y a la dignidad humana de las parejas homosexuales del país. Así, estiman los demandantes que
“en la modificación del artículo 2 de la Ley 54 que se llevó a cabo en el año 2005 mediante la Ley
979, el legislador tuvo la oportunidad de reconocer la situación de las parejas homosexuales y
equiparar su condición a la de las personas heterosexuales, sin embargo dicha Ley se limitó a
mejorar la situación de las parejas heterosexuales otorgándoles facilidades probatorias para que
pudiesen demostrar su condición de compañeros permanentes y ninguna alusión hizo respecto a
las personas del mismo sexo, con lo cual se configura una omisión legislativa relativa pues
continúa el injusto régimen de exclusión de las parejas homosexuales de toda protección por parte
del Estado, y aumenta los perjuicios que se derivan de ello para tales parejas”.
Al respecto, en las consideraciones, opinó la Corte Constitucional que “la decisión legislativa de no
incluir a las parejas homosexuales en el régimen patrimonial previsto para las uniones maritales de
hecho, comporta una restricción injustificada de la autonomía de los integrantes de tales parejas y
puede tener efectos lesivos, no solo en cuanto obstaculiza la realización de su proyecto de vida
común, sino porque no ofrece una respuesta adecuada para las situaciones de conflicto que se
pueden presentar cuando por cualquier causa cese la cohabitación” y posteriormente concluyó que
“la pareja homosexual que cumpla con las condiciones previstas en la ley para las uniones
maritales de hecho, esto es la comunidad de vida permanente y singular, mantenida por un periodo
de al menos dos años, accede al régimen de protección allí dispuesto, de manera que queda
amparada por la presunción de sociedad patrimonial y sus integrantes pueden, de manera
individual o conjunta, acudir a los medios previstos en la ley para establecerla cuando así lo
consideren adecuado.” Con lo anterior, termina la Corte declarando la exequibilidad de la Ley 54 de
1990, tal como fue modificada por la Ley 979 de 2005, en el entendido que el régimen de
protección en ella contenido se aplica también a las parejas homosexuales.
Ahora bien, cabe destacar que en un principio, el fallo estaba haciendo referencia a la inclusión de
las parejas del mismo sexo dentro de todos los efectos civiles que acarrean las uniones maritales
de hecho; no obstante, al final puntualizó la Corte que el alcance de esta sentencia era sólo para
efectos patrimoniales, sólo para lo relacionado con la sociedad patrimonial.
Pero la batalla jurídica no cesó allí, sino que siguió en los ámbitos del tribunal constitucional, de
modo que se produjeron sentencias como la T-856 de 2007, que concluyó que la negativa de afiliar
a un miembro de una pareja homosexual como beneficiario de su compañero en el régimen
contributivo de salud resulta discriminatoria, con lo que se amplió el alcance del precedente,
limitado inicialmente al régimen de la unión marital de hecho, a otras materias como la seguridad
social en salud; la C-336 de 2008 en la que se declaró la constitucionalidad condicionada de los
artículos 47 y 74 de la ley 100 de 1993 en el entendido de que las parejas permanentes del mismo
sexo también son beneficiarias de la pensión de sobreviviente allí consagrada.
Y así, poco a poco, se han reconocido derecho a la población homosexual. De esta manera, se
llega a la sentencia C-029 de 2009, en la cual se hace un reconocimiento amplio de derechos a las
parejas del mismo sexo, donde se les dice que:
Cabe resaltar también, que la Corte Constitucional, en la sentencia T-717 de 2011, resaltó y
advirtió que, para efectos de declarar la unión marital de hecho, no es estrictamente necesario ni
una escritura pública, ni un acta de conciliación, teniendo en cuenta que el artículo 4° de la Ley 54
de 1990 (tal como fue modificado por la Ley 979 de 2005) establece que la misma podrá ser
acreditada utilizando cualquiera de los medios probatorios contenidos en el Código de
Procedimiento Civil.
Ahora bien, teniendo este panorama de la situación actual de la población homosexual, en cuanto
al reconocimiento de sus derechos, y parafraseando al Magistrado Jaime Araújo Rentería en el
salvamento de voto de la sentencia C-075 de 2007, se tiene que éste grupo todavía no tiene
derechos tales como: