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Materia: Patrología II

Tema: La Cristología en los Padres.

 Nota preliminar

La fe en Jesucristo, transmitida por la predicación de los apóstoles


y, más ampliamente, por los diversos escritos del Nuevo
Testamento, suscitó en los siglos posteriores intensa reflexión en el
seno de las comunidades cristianas.

Los primeros misioneros cristianos que actuaban en todo Israel y en cada uno de los
rincones donde se profesaba la fe, no sentían la necesidad de proclamar la fe en un Dios
único. El carácter cristológico será, por tanto, el corazón del anuncio cristiano, el elemento
específico de la filiación divina de Jesucristo y su elevación como Kyrios.

Esta reflexión fue particularmente profundizada en la segunda mitad de la época


patrística (gracias a las controversias que condujeron a los concilios de Éfeso, en 431, y
Calcedonia, en 451), provocó, sin embargo, notables progresos ya en los siglos II y III. Esto
se explica por el hecho de que los cristianos de esa época eran conducidos, como por una
especie de necesidad interna, a entrar en una comprensión más profunda de su fe en Cristo;
pero eso tiene que ver también con las discusiones o controversias que los opusieron a los
judíos, a los paganos y a los que, a pesar de valerse del Evangelio, deformaron gravemente
su significado (a saber, los adeptos de la corriente llamada “gnosticismo”).

La cristología de esta época se desarrolla en una situación histórica en la que los


cristianos, bien minoritarios y a veces amenazados, deben defender su fe frente a las
objeciones formuladas contra ellos. Esto se manifiesta, sobre todo, en los escritos de los
“Padres apologetas”. Una última orientación debe ser mencionada: los Padres del siglo III
subrayan que la adhesión a Cristo debe tomar cuerpo a través de toda la vida humana, en un
modo de ser y de actuar que pueda testimoniar su autenticidad, es decir la adhesión a Cristo
debe de llevar al hombre a una vida auténtica, alejándose de todo aquello que pueda
perjudicar su ser cristiano.

 Clemente de Alejandría
Clemente de Alejandría, después de haber escrito su Protréptico para exhortar a los
paganos a la conversión, compone una obra titulada El Pedagogo, en la que incita a los
recién bautizados a dejarse educar y guiar por Cristo. Así dice: “Es necesario que sean
nuevos los que recibieron su parte del Logos nuevo”  El Pedagogo – I, 5, 20, 3, p.147).
Clemente precisa que se trata de dejarse conducir por Cristo hasta en las dimensiones más
concretas de la existencia – la manera de comer, de vestirse, de darse a las diversas
ocupaciones de la vida cotidiana. Se podría decir, para usar un lenguaje contemporáneo,
que para los Padres de los primeros siglos no hay “cristología” sin “cristopraxis”: El
comportamiento efectivo de los cristianos es lo que debe testimoniar la realidad de su fe.
Evidentemente, los Padres no ignoran que esta exigencia es a menudo negada en los
hechos, pero ante eso insisten en la necesidad del arrepentimiento, pues el comportamiento
de los pecadores alcanza la identidad de aquellos que, bautizados en Cristo, siempre
deberían vivir con él y en él.

 Orígenes

La reflexión de Orígenes sobre el Verbo de Dios debe ante todo ser vista en el
contexto de su incesante meditación sobre la Sagrada Escritura. El alejandrino explica que
el lector de las Escrituras no debe simplemente explicar el sentido literal de tal o cual texto,
sino elevarse al descubrimiento de su sentido espiritual, que es, ante todo, el sentido que el
texto recibe a la luz de Cristo, que “llevó a la plenitud” las Escrituras.

Se une inmediatamente a la convicción de que el Logos de Dios, aunque se


manifieste de manera visible en los días de la Encarnación, ya estaba presente en el
transcurso de la historia anterior y, de modo semejante, sigue presente después de su venida
en nuestra humanidad. Y esa presencia se comunicaba, desde los siglos que precedieron al
nacimiento de Jesús, por la propia Escritura, que no se reduce, por tanto, a la mera letra,
sino que, bajo su velo, dio acceso al Logos divino.

Orígenes se dedica, pues, a escrutar los textos del Antiguo Testamento para
descubrir cómo el Logos de Dios se revela ya en ellos. Esta revelación se vuelve hacia el
futuro en la medida en que numerosos textos pueden ser leídos como prefiguraciones o
como profecías del Cristo que viene a la carne (así, Isaac ofrecido en sacrificio es entendido
como figura de Jesús ofreciéndose a sí mismo hasta la muerte y las palabras de Siervo
sufriente en el libro de Isaías se entienden como anunciando de antemano la Pasión de
Cristo). El NuevoTestamento atestigua ciertamente una novedad esencial, ya que, a partir
de él, el Logos se hizo visible en medio de los hombres; pero Orígenes subraya que no era
suficiente ver a Jesús para reconocerlo como el Hijo de Dios y que, incluso para los que lo
reconocen así, es preciso seguir escrutando la letra de los evangelios para llegar a la
comprensión espiritual del Salvador y para convertirse, personalmente en “otro Cristo”. 

Él no se contenta, sin embargo, en subrayar cómo Cristo se revela a través de los


santos libros; sino que, de modo más preciso, por la propia vía de esa revelación, llega a
una reflexión profunda sobre la identidad el Verbo de Dios. Si él reconoce, por un lado, la
humanidad del Logos hecho carne, él también explica que el alma del Salvador está
radicalmente unida a Dios. Sobre todo, él profesa la eterna generación del Logos divino.

 Hipólito Romano

La doctrina Cristológica de Hipólito sigue la línea de Justino. Define la relación


entre el Logos y el Padre en términos subordinacionistas 1. Describe el desarrollo del verbo
como algo progresivo en tres fases (tiempo antes de la creación, después de la misma y la
encarnación) enseña que el Logos como persona no apareció hasta después.

“Dios que subsiste sólo, y no teniendo en sí nada contemporáneo a sí mismo,


determinó crear al mundo…..fuera de él no había nada, concibió el mundo en su mente,
quiso, pronunció el verbo” (Contra Noetum. 10-11)

Hipólito cometía el error al hacer de la generación del verbo un acto libre como el
de la creación, al sostener que Dios, de haberlo querido así, podría haber hecho de un
hombre Dios:

1
El subordinacionismo es el conjunto de opiniones teológicas de carácter heterodoxo elaboradas por diversos
autores cristianos que, con el fin de contrarrestar la herejía llamada modalismo, intentaron explicar y defender
la doctrina trinitaria. En general, es unánime la opinión de los estudiosos en el sentido de que el
subordinacionismo no constituyó una herejía propiamente dicha, puesto que si bien contrariaba la ortodoxia
de la doctrina, nunca pretendió, por parte de sus propugnadores, constituirse en una doctrina oficial, sino un
intento, una mera opinión teológica que, al ser llamados sus autores por la Iglesia a atenerse fielmente a las
doctrinas ortodoxas, estos se sometieron a sus dictados pacíficamente.
“el hombre no es ni Dios ni ángel. Ho hagáis confusiones. Si él hubiese querido
hacerte Dios, lo habría podido: tienes el ejemplo del verbo; pero porque quería hacerte
hombre, te hizo lo que eres”

 Novaciano

En la exposición de la doctrina trinitaria sigue el camino trazado por Justino,


Teófilo. Ireneo, Hipólito y, sobre todo, Tertuliano. Así, afirma con todos sus predecesores
que el Logos estuvo siempre con el Padre, pero que fue enviado por él en un momento
determinado del tiempo con el fin de crear el mundo.

El Hijo, por ser engendrado del Padre, está siempre en el Padre. Cuando digo
"siempre," no quiero decir que es ingénito. Afirmo, por el contrario, que nació. Pero el que
nació antes de todo tiempo, debe decirse que existió siempre en el Padre, puesto que no se
le pueden fijar fechas al que es anterior a todos los tiempos. Él está eternamente en el
Padre, pues de otra suerte el Padre no sería siempre Padre.

Su nombre es el Verbo, por el cual fueron hechas todas las cosas, y sin el cual nada
fue hecho. Porque todas las cosas son posteriores a Él, pues vienen de Él, y,
consiguientemente, Él es anterior a todas las cosas (pero después del Padre), considerando
que todas las cosas fueron hechas por El. Procedió del Padre, por cuya voluntad todas las
cosas fueron hechas. Dios, con toda certeza, procedente de Dios, constituyendo la segunda
Persona después del Padre, por ser Hijo, sin desposeer por eso al Padre de la unidad de la
divinidad

Novaciano intenta seguir un camino medio entre las dos tendencias opuestas del
monarquianismo o adopcionista, que consideraba a Cristo como a un hombre colmado de
poder divino o revestido posteriormente de la dignidad divina, y el modalista o
patripasianista, según el cual Cristo no era sino una nueva manifestación del mismo Padre.
Está tan empeñado en hacer resaltar la unidad de la divinidad, que no se atreve a usar el
vocablo trinitas, empleado por Teófilo, Hipólito y Tertuliano. Por eso, comete el mismo
error, haciendo al Hijo subordinado al Padre.

Y puesto que recibe la santificación del Padre, se sigue que no es el Padre, sino el


Hijo. Porque, de haber sido el Padre, no habría recibido la santificación, antes bien la habría
dado. En cambio, El sostiene que ha recibido la santificación del Padre, al recibir esta
santificación, prueba que es inferior al Padre, y demuestra con eso que es el Hijo, no el
Padre. Afirma, además, que fue mandado por el Padre.

 Tertuliano

Tertuliano afirma claramente las dos naturalezas en la única persona de Cristo. No


hay transformación de la divinidad en humanidad, ni tampoco una fusión o combinación
que habría hecho de las dos una única substancia. Habla de la unidad de Dios, de Cristo,
unidad del hombre y unidad del plan divino de salvación.

Vemos claramente la doble condición que no se confunde, sino que se une en una
sola persona: Jesús, Dios y hombre... siendo en todos los aspectos como Dios y como
hombre, según la una y la otra sustancia, distantes en su peculiaridad, ya que ni el verbo es
algo distinto de Dios ni la carne es algo distinto del hombre, es un doble estado, no ya
confundido, sino unido en la persona de Jesús, Dios y hombre.

Tertuliano precisa que en Cristo queda a salvo la peculiaridad de cada una de las
sustancias, ya que en él el Espíritu realizo sus operaciones, es decir sus milagros y sus
obras, y la carne experimentó sus pasiones, el hambre, la sed, la angustia, la muerte. Las
dos sustancias actuaban cada una en su naturaleza, por eso mismo realizaron sus obras y lo
que de ellas se derivó.

Más si fuera mezcla de dos substancias, algo así como el electrum, en ese caso no
aparecerían pruebas distintas por cada una de las dos substancias. Por una transmisión de
poderes, el Espíritu haría las obras de la carne, y la carne las del Espíritu, o bien realizarían
obras que no corresponderían ni a la carne ni al Espíritu, sino actos propios de la tercera
especie que habría resultado de esa mezcla. Supuesto esto, habría que decir que o el Verbo
murió o la carne no murió, si el Verbo se hubiera transformado en carne, porque, en ese
caso, la carne sería inmortal, y el Verbo, mortal. Pero, como las dos substancias obraban
distintamente, cada una según su propio carácter, siguese que sus operaciones y sus efectos
se produjeron también de manera distinta.

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