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Matarme Suavemente
Matarme Suavemente
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indice
Capítulo 1 Capítulo 13
Capítulo 2 Capítulo 14
Capítulo 3 Capítulo 15
Capítulo 4 Capítulo 16
Capítulo 5 Capítulo 17
Capítulo 6 Capítulo 18
Capítulo 7 Capítulo 19
Capítulo 8 Capítulo 20
Capítulo 9 Capítulo 21
Capítulo 12
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Sinopsis
l pasado de Mirabelle se mantiene en secreto,
desde la trágica muerte de sus padres sus
tutores le dicen verdades a medias sobre porque
no puede regresar a su lugar de nacimiento,
Beau Rivage. Desesperada por conocer el pueblo, Mira se
escapa una semana antes de su decimosexto cumpleaños—y
descubre un mundo que nunca podría haber imaginado.
En Beau Rivage, nada es lo que parece—la chica
extrañamente pálida con un morboso interés en las manzanas,
el odioso mujeriego que es una bestia para todo el mundo que
conoce, y el chico caballeroso que tiene una cosa con las
damiselas en apuros. Allí, los cuentos de hadas cobran vida, las
maldiciones despiertan, y las historias viejas se repiten una y
otra vez.
Pero los cuentos de hadas no son cosas bonitas, y no
siempre terminan en un “felices para siempre”. Mira tiene un
papel que interpretar, un destino de cuento de hadas que
aceptar o rechazar. Mientras lucha por tomar el control de su
destino, Mira entra en la vida de dos hermanos con propias
maldiciones de cuentos de hadas…. Hermanos que comparten
un oscuro secreto. Y encontrar ese amor, como en los cuentos,
puede tener puntas afiladas y espinas escondidas.
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Página
1 Traducido por Max Escritora Solitaria
Corregido por Melii
sugerencia.
Bliss llevó sus dedos a su garganta en un gesto de-mi-corazón-esta-
inmóvil. —Ese pastel me va a hacer mal antes de que lo pruebe.
—Vamos a dejar a Mirabelle decidir —dijo Elsa—. Belle, ¿qué color
de glaseado quieres?
Mira se encogió de hombros. No iba a estar para celebrar. —
Cualquier color está bien.
Anteriormente, había arrugado la última de las cartas de amor, la
que salió de la impresora con la tinta manchada, y se lo metió en el
bolsillo. Sus dedos fueron ahora de consuelo—como si fueran un amuleto
de la tienda de Bliss.
Puedes hacer esto. Tienes que irte o siempre te arrepentirás.
—Mira está distraída —anunció Bliss, golpeando un vaso de aguja
de tejer contra su palma. Bliss nunca tejía, sólo llevaba la aguja alrededor,
utilizándolo como un bastón cuando hacía un punto. Bliss era un poco...
excéntrica.
Elsa, también. Sus madrinas eran mujeres excepcionales: dos
amigos que se habían encontrado a sí mismos criando a Mira, cuando no
había nadie más para cuidar de ella. Bliss tenía una tienda de encantos en
New Agey abastecido con cristales, incienso y parafernalia de unicornio.
Elsa era profesora de literatura en la universidad local. Aparte de
una buena arruga y un pelo gris nuevo cada año, que apenas parecía a la
edad.
Sus vidas giraban en torno a Mira. Lo que hizo su traición inminente
aún más despreciable.
—Mira siempre esta distraída —dijo Elsa, disparándole a Mira una
mirada afectuosa.
Eso era cierto—Sus madrinas estaban acostumbradas a su
ensoñación por ahora. Pero hoy no estaba perdida en la fantasía. Hoy se
sentía culpable, y estaba nerviosa por ser descubierta, y luchando para no
dejar mostrarlo en su rostro.
—Si ella no estuviera distraída, no dudaría en elegir color rosa —dijo
Bliss, golpeando los armarios abiertos y mirando dentro—. ¿Has ocultado
el colorante de alimentos rojo?
—Tal vez —dijo Elsa, antes de pasar a un tema más sensible. Mira
podía sentir la pregunta antes de que su madrina siquiera preguntara—.
¿Estás segura de que no quieres hacer una fiesta, Belle?
Habían hablado de esto antes, y la negativa de Mira para celebrar su
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los tenía, y siempre había tenido fiestas en el pasado. Bliss y Elsa eran
grandes en los cumpleaños. Decían que cada año es un don, no una
garantía, y debe ser celebrada en consecuencia.
Mira siempre sentía que, en esas palabras, hablaban de la muerte de
sus padres. Dos vidas que habían terminado cuando Mira tenía tres meses
de edad. Y tal vez hablaban de sus vidas, también.
Porque Mira podría haber muerto esa noche. En su fiesta de bautizo,
en el salón de baile que se había incendiado, el fuego tragó todo—
incluyendo la vida que había estado destinada a tener.
—¿Belle? ¿Mirabelle? ¿Me estás escuchando?
—Um, sí —dijo, volviendo a la realidad—. Lo siento. Estaba
pensando....
—¿Segura que no quieres una fiesta? —Elsa se inclinó sobre el
mostrador, secándose las manos con un paño de cocina—. Podríamos
hacer algo tranquilo en la casa. Invitar a algunos amigos...
Mira odiaba decepcionar a sus madrinas. Hubiera sido mucho más
fácil llegar a un acuerdo. Elsa y Bliss se habrían relajado, dejándole darle
ese asunto. Pero ella no tenía el corazón para aumentar sus esperanzas y
dejar que planeen una fiesta a la que no estaría allí para asistir.
—Me rompes el corazón —bromeó Bliss, inclinándose para besar la
parte superior de la cabeza de Mira.
Mira tomó un profundo aliento—y luego exhaló lentamente, para que
no sonara como si estuviera molesta. Un día más de mentiras. Un día más,
hasta que ella se escapó —al lugar que una de sus madrinas le había
prohibido ir— y rompió sus corazones de verdad.
Tendría que acostumbrarse a decepcionarlas.
***
dijo Matt.
Página
extraña.
En el exterior, pasaban casas oscuras en atractivos barrios
tranquilos, y entonces se encontraban en la carretera, y Rachel le decía a
Matt que le recordara cuando su salida se acercara, y Mira derivó y los
dejó hablar. Cerró los ojos y vio la última línea de la última carta que
había escrito:
Te veré pronto. Te quiero....
Mira conocía a sus madrinas bastante bien—y sabía que si de
repente desaparecía, Bliss y Elsa asumirían que ella había ido al lugar
sobre el que siempre las molestaba.
Así que tuvo que salir persiguiendo una pista falsa.
De noviembre a junio, Mira había escrito cartas de amor para sí
misma, y a un chico que inventó, que supuestamente vivía en San
Francisco. Había sido un juego en un primer momento—un complot que
podría ser abandonado si cambiaba de opinión. Pero cuánto más cerca
estaba de salir, más se decidía ir hasta el final.
Había enviado las cartas de ida y vuelta a partir de dos cuentas de
correo electrónico, y ayer, había impreso unos pocos ejemplos: ¡No puedo
creer que estemos haciendo esto! ¡No puedo esperar para conocerte! Y las
plantó en el cajón de su escritorio.
Sabía que Elsa y Bliss saquearían su habitación una vez que
desapareciera, encontrarían las cartas no muy bien escondidas detallando
sus planes para ir a San Francisco para visitar a “David” y decidir que era
donde ella se había ido. Pero incluso si sospechaban que las cartas
impresas eran un truco... una vez que entraran en su cuenta de correo
electrónico (con la ayuda de la contraseña que había escrito en la nota
pública en el escritorio), y ver ocho meses dignos de cada vez más
mensajes apasionados... estarían convencidas.
Sus madrinas no habían planteado que fuera astuta—y por lo
general no lo era. Nunca sospecharían que fuera lo suficientemente
engañosa o lo suficientemente loca como para llevar a cabo un plan tan
elaborado. Pero cumplir dieciséis iba a ser especial. Estaba dispuesta a
romper las reglas para asegurarse de que iba a serlo.
—Mierda, tengo que aparcar en paralelo —murmuró Rachel. Mira
parpadeó los ojos abiertos. Rachel había bajado el volumen de la radio y se
aferraba a la dirección del volante firmemente con ambas manos. El
camino negro mojado brillaba bajo las farolas. Mira podía ver la estación
de autobuses más adelante.
—Detente, yo lo haré —dijo Matt.
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justo ahora que su destino estaba a la vista. —No tienen que aparcar. Sólo
déjenme.
—¿Estás segura? —preguntó Rachel.
—Positivo.
Un momento más tarde, el coche se sacudió hasta detenerse frente a
la estación—y Mira salió, arrastrando su bolso detrás de ella.
Llovía más fuerte ahora. La llovizna se había convertido en un
golpeteo constante, disminuyendo la grasa que salpicaba su cara, sus
hombros. Dijo adiós a Rachel y Matt, y esperó hasta que la calle estaba
clara y corrió a través de ella, apretando los dedos de los pies para no
perder una chancla en el proceso.
—¡Buena suerte! —gritó Matt por la ventana.
—¡Ten cuidado! —gritó Rachel.
—Gracias —gritó ella.
Mira se empujó a través de las puertas de la estación de autobuses
de vidrios sucios y se dirigió al mostrador, donde compró un billete de ida
con un puñado de billetes húmedos. Temblaba de emoción cuando dejó su
bolsa en el suelo detrás de la última persona en la fila, y se dejó caer
encima de él para esperar.
Miró el reloj por casi una hora—hasta que oyó el anuncio de que la
línea de su autobús abordaba, y empezó a arrastrar los pies adormilados
hacia adelante.
Mira no era por lo general una persona que rompía las reglas, que
hiciera cosas que no se suponía, que viviera peligrosamente, que tomara
riesgos.
Pero una semana antes de su cumpleaños, se subió a un autobús a
Beau Rivage—la ciudad donde había nacido, la ciudad donde habían
enterrado a sus padres.
El único lugar que sus madrinas le habían prohibido.
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Página
2 Traducido por Mel Cipriano
Corregido por Melii
podría sentarse en el café, tal vez quedarse dormida con la cabeza apoyada
en la mesa, y a nadie le importaría. Pero ahora que había estado allí tres
horas, Mira empezaba a pensar que su situación era obvia. Que algún
jugador vería a una “indefensa” niña en una blusa con volados y
pantalones cortos. O alguna abuela jugadora detectaría a una “fugitiva” y
llamaría a la policía. O las dos cosas.
Era la clase de gente que se veía inocente en el exterior pero eran del
tipo acosador: párpados caídos, ojos soñolientos, y una cara suave que la
hacía parecer ingenua, aunque no lo era. Mantuvo la cabeza baja para no
alentar a ningún samaritano bien intencionado. O pervertido.
Leía “Un Tranvía Llamado Deseo” por enésima vez, pronunciando
palabras que casi había memorizado, cuando notó a un hombre de pie en
el borde de la mesa. Movió su mano a la nuca, trabajando sus dedos a
través de los nudos de su cabello, y rogó que se fuera.
No hubo suerte.
—Me estoy aburriendo mirándote —dijo el tipo—. Has estado leyendo
ese libro durante horas.
Alzó los ojos y vio los pantalones vaqueros rasgados, negros, frases
de tinta retorcidas a través de ellos como cadenas. Un brazalete de cuero
con pinches de bronce en una muñeca delgada. Una cadena colgaba de su
cuello.
Y luego viene lo bueno: El pelo e incluso sus cejas eran azules. Azul
como el caramelo amargo, como la pintura de los carteles. Sus cabellos
sobresalían de su cabeza en espigas, rígidas y agudas, también tenía una
sonrisa que coincidía. Una barra de metal atravesaba su ceja izquierda.
Cada parte de él parecía calculada para conducir a la gente. Como
una planta repleta de espinas, o un animal cuyos colores brillantes
señalaban veneno.
Bueno, funcionaba.
Mira no estaba segura de si coqueteaba con ella o la acosaba por el
gusto de hacerlo, pero quería que él la dejara en paz. Y en su experiencia,
la mejor manera de deshacerse de un tipo desagradable era ser grosera
con él. Pasó tanto tiempo siendo amable que definitivamente sabía cómo
ser todo lo contrario.
—No estoy aquí para entretenerte —le dijo, poniendo la mirada más
fría.
Los músculos en los antebrazos bronceados del tipo se flexionaron
mientras aplanó sus manos contra la mesa y se inclinó para leer la página,
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mirarme.
—Sí —dijo—. Pero también es porque vivo aquí. El Dream Casino es
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de mi padre.
Mira tomó un sorbo de su limonada inestable. Genial. Tal vez
mentía, pero tal vez no, e iba a ser un imbécil y patearla fuera, porque
podía hacerlo. Entonces tendría que caminar a uno de los otros casinos,
cuando sólo Dios sabía qué clase de personas vagaban alrededor.
Tomó su bolso. —Tengo que ir al baño —dijo bruscamente.
Freddie se sonrojó y desvió la mirada.
—Así que eres humana —dijo Blue.
—¿Pensabas que era otra cosa?
—No —sonrió—. Adelante. Vamos a esperar.
Cuando regresó, Blue y Freddie se habían ocupado de su cuenta, y
su vaso de limonada y el plato de patatas fritas se habían ido. “Sigue
trabajando" por más de tres horas, habían sido eliminados. No debe haber
sido un gran negocio, pero había estado aferrándose a la mesa como si
fuera su santuario. Se sentía como si hubieran robado algo de ella.
—Yo no había terminado todavía —dijo. Se imaginó a sí misma
caminando por la ciudad, esta vez en la oscuridad, su bolso pesado
rozándole la cadera, la pelea desconcertante de pasos detrás de ella...
—No te molestes en darme las gracias —dijo Blue—. No es un
problema comprar tu comida y tu habitación. En serio.
—No tengo una habitación aquí —dijo, con creciente irritación—. Es
por eso que necesitaba la mesa.
Los ojos de Blue se iluminaron, y Mira se puso nerviosa: parecía
demasiado feliz de saber que ella no tenía una habitación allí.
—Incluso mejor. Te conseguiré una habitación en el Palace al final la
calle. Es un poco sórdida, tienen bañeras en forma de corazón, pintadas de
color rosa y, uh... sí. —Le dio una mirada que decía “justo en el blanco”—.
Pero nadie va a ir y manosearte en tu habitación. No te puedo prometer lo
mismo si te quedas dormida en el café.
Ella lo miró, todo lo cruelmente que su rostro era capaz.
Blue se encogió de hombros. —Uno nunca sabe. Tenemos una
clientela muy sucia.
—Eso es muy tentador —murmuró Mira—. Pero no, gracias. —
Caminó junto a él y la agarró del brazo, los dedos de bronce apretados
contra su piel. No parecía que le ofrecía una elección. Trataba de
intimidarla, conseguir que saliera del casino con él, y entonces...
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La sangre de Mira latía en sus oídos. Esta había sido una idea
terrible. Todo el asunto...
Se apartó de él. Su voz tembló cuando dijo—: ¿No me has oído? ¡No
voy a ninguna parte contigo!
La boca de Blue se abrió de golpe como si estuviera a punto de decir
algo más. Ella no se quedó a escuchar lo que era.
Las luces del techo del casino ardían en un amarillo feo. Mira siguió
la nauseabundamente audaz alfombra color oro, negro y violeta, como si
fuera el camino de baldosas amarillas. Las máquinas tragamonedas
tintineaban y gritaban en masa, como monstruos en conflicto. Camareras
entraban y salían de la multitud.
Eran las 1:38 am., no había forma de que ella fuera a pasear por las
calles. Así que se encontró con una parte aislada del elaborado jardín de
cuento de hadas en el vestíbulo de ensueño, se subió más allá de la
barricada cuerda endeble, y se instaló en la base de un árbol de glicinas
para esperar hasta la mañana.
Mira observó su reloj periódicamente, su corazón tamborileando
nerviosamente, preguntándose cuánto tiempo podría descansar allí antes
de que alguien la echara.
Pero a medida que cambiaba de 1:50 a 2:04 y 2:15, se relajó.
Estaba medio dormida cuando oyó el murmullo de una voz
femenina—: Oh, mírala. Me pregunto qué está mal.
Mira se puso alerta y trató de fingir que no la había oído. Tal vez la
mujer no hablaba de ella. O, más probablemente, lo estaba, pero tal vez
perdería interés y se iría.
Oyó zapatos hundirse en el mantillo que formaba el suelo del jardín,
junto con un gruñido masculino molesto, como alguien que preferiría no
ser tan ágil a las 2:30 de la mañana, saltando la cuerda y entrando en el
bosque de cuentos de hadas hecho por el hombre.
Mira levantó la barbilla, mientras que el hombre se agachaba en el
suelo al mismo nivel que ella.
Supuso que tenía veinte o veintiún años, lo que la sorprendió.
Estaba acostumbrada a los universitarios porque vivía en una ciudad
universitaria y, en general, eran una mezcla de tolerancia y tan absortos
en sí mismos que no les importaba lo que hacían. No podía imaginar a uno
de los estudiantes de Elsa controlándola. Pero entonces, este hombre no
parecía el típico chico de veintiún años de edad.
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zafiros, o como las alas de un cuervo. Había algo no muy normal en él,
algo muy hermoso y extraño, y se encontró mirándolo como ella miraría un
incendio: cautivada, y con un poco de miedo de estar tan cerca.
Él bajó la cabeza y la miró como si estuviera esperando que le cuente
un secreto.
—No te ves feliz —dijo.
—Estoy bien —dijo ella, consciente de que sonaba falso, teniendo en
cuenta dónde se encontraba.
—¿Estás escondiéndote de alguien?
—No... No exactamente.
Sus ojos oscuros la escaneaban, pasando de su bolsa para la ropa
arrugada, a la inquietud que probablemente estaba por todo su rostro. —
Puedes decirme, ya sabes. Yo podría ser capaz de ayudar.
Junto a él, Mira pudo ver a la joven que la había oído primero,
inclinándose hacia un lado para observar a través de la arboleda de
encaje. Tenía el pelo castaño oscuro, un rostro bonito, en forma de
corazón, y un lindo cuerpo perfectamente exhibido por el ajustado vestido
verde que llevaba puesto. —¿Está bien? —preguntó la mujer.
—Ella está bien, Cora. —Bajó la voz y le preguntó a Mira—:
Entonces, ¿qué está pasando?
Mira se encogió de hombros. —Un tipo me acosaba en el café... así
que vine aquí.
—¿Un tipo? —Levantó las cejas—. Debes decirme quien. Voy a hacer
que se disculpe antes de que lo echen.
—Yo no… ¿oh? —Un escalofrío se arrastró a través de ella. Sus ojos
se detuvieron en el azul-negro de su pelo, los ojos azules de fondo—.
¿Tú…trabajas aquí?
—Dirijo este lugar —dijo—. Bueno, más o menos. Mientras que mi
papá no está. Y me encanta echar a la gente. Sólo dame una excusa.
—Uh... no creo que eches a esta persona. Creo que es tu hermano.
Sin embargo, gracias —murmuró.
Él se echó a reír. Las comisuras de sus ojos se volvieron hacia arriba
y de repente era diferente. La expresión fría dejó su cara, y él sonreía. —
¿Blue? ¿Fue mi idiota hermano quien te molestó? Tienes razón, no puedo
echarlo, pero voy a tratar de hacer las paces contigo. ¿Qué tal una sesión
de spa? ¿Cena en Rampion?
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que sus ojos se encontraron casualmente con los de ella, junto con su
lenguaje corporal, y el timbre de su voz ahora que estaba siendo amable, la
hizo darse cuenta de que era algo sexy. Y cuando su mano rozó la de ella
por accidente, un choque con gas zumbó a través de sus venas. Este no
era un niño con un monopatín, que olía a aerosol y se reía demasiado
fuerte de los chistes sucios. Era algo más, alguien que vivía en un mundo
diferente, ya le gustaba eso.
—No, en serio, estoy bien —dijo Mira, avergonzada de estar
reaccionando a este hombre al que apenas conocía, a diez metros de donde
su novia se hallaba de pie—. Sólo quiero sentarme aquí un rato.
Él negó con la cabeza. —No puedes permanecer en el jardín. ¿Cuál
es tu número de habitación? —Sacó su teléfono—. Voy a hacer frente a tus
padres. ¿Peleaste con ellos? ¿Es por eso que llevas tu bolsa contigo?
La novia, Cora, desplazaba su peso, frotándose los brazos desnudos.
Parecía menos preocupada ahora y más impaciente. —¿Está todo bien? —
gritó. Él hizo un gesto con la mano en su dirección para que espere.
—No tengo una habitación aquí —dijo Mira—. No estoy con mis
padres. Estoy aquí para encontrar a mis padres. —Exhaló un suspiro de
frustración, lamentando rápidamente haberlo dejado salir. Esperaba que él
dijera lo estúpido que era. En cambio, parecía interesado.
—¿Encontrarlos?
—Estoy buscando sus tumbas. Murieron en Beau Rivage hace
mucho tiempo. Pero no sé dónde están enterrados. Y yo no… tengo otro
sitio donde ir ahora mismo. —Mira jugueteaba con la cremallera de su
bolso, segura de que tendría que irse. Sus músculos se sentían tan
agotados de caminar todo el día, que sólo quería dormir. Rendirse de todas
las maneras posibles.
—¿No tienes un lugar donde quedarte, familia aquí, cualquier cosa?
Ella sacudió la cabeza, avergonzada.
Había sido despiadadamente cuidadosa con todos los detalles de su
fuga, pero había contado con su instinto, y su afinidad por sus padres,
para guiarla, una vez que llegara a Beau Rivage. Ahora se sentía estúpida.
—Ahora sí —dijo él. Levantó su bolsa antes de que pudiera
detenerlo, apretó la barrera de la cuerda, y miró hacia atrás como si
esperara que lo siguiera—. ¿Vienes?
—Um… —Se arrastró tras él—. Puedo llevar eso. Y no buscaba una
limosna cuando yo…
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esta noche?
—Hoy temprano.
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Ella se acercó, atraída por la vista. A continuación, pudo ver las olas
oscuras del mar, la plata teñida por la luna. El Dream era tan tranquilo
ahora que se encontraban lejos del estruendo de las máquinas, y del caos
de cientos de voces.
—Así que, ¿no conoces muy bien la ciudad? —preguntó él.
—No —admitió Mira—. Tengo un mapa, pero es difícil saber por
dónde empezar.
La observó con atención, como si estuviera pensando en algo. —Si
no tienes prisa, yo podría ser capaz de ayudarte. Si realmente eres seria
acerca de esto.
—Lo digo en serio —dijo rápidamente—. He querido esto durante
mucho tiempo, yo… Eso significaría mucho para mí. —Ella estaba en un
apuro. Pero la idea del senderismo a través de la ciudad por sí sola era tan
desmoralizadora que estaba dispuesta a esperar unos días si eso
significaba que tendría ayuda.
Él asintió con la cabeza. —De acuerdo, bien. Bueno, no puedo
prometerte nada, pero voy a ver qué puedo hacer. Y mientras tanto, serás
nuestra invitada.
—Gracias. Muchas gracias. —Sintió como si estuviera balbuceando,
aun cuando apenas dijo algo.
Él estaba siendo tan agradable que debería dejarlo ir ya. Había
comenzado a alejarse de la ventana, cuando dijo—: Cuéntame tu historia.
—Y se detuvo. Podía sentir su atención, como una mano en la parte
posterior de su cuello. Como si su voz estuviera tocándole la piel—. ¿A
quién dejaste atrás en casa? —preguntó—. ¿Padres adoptivos?
—Mis madrinas. Conocían a mis padres. Se encontraban allí
cuando... murieron. Y se hicieron cargo de mí después de eso.
Apoyó el hombro contra la ventana, echó la cabeza hacia atrás para
mirarla. La luz plateada volvió su cabello azul oscuro y los ojos de un
negro medianoche. —¿Te importa si te pregunto qué pasó?
Normalmente, no hablaba de su tragedia, pero él la miraba de una
manera que le daban ganas de confiar. Y había accedido a ayudarla con
esto, ese sueño que lo era todo para ella. Quería que él supiera.
Mira inclinó la cabeza. —Yo tenía tres meses de edad. Estábamos en
mi fiesta de bautismo... Se llevó a cabo en un hermoso salón de baile, con
un mural en el techo, como la Capilla Sixtina, excepto que con escenas de
cuentos de hadas. Podrías girar alrededor y alrededor y ver siempre una
historia diferente. Había una niña con capucha roja corriendo de un lobo,
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una madre suficientemente fría como para salir por esa razón. —Lo siento
—dijo.
Página
***
Caminó hasta el baño, que era enorme y tenía toallas dobladas tan
gruesas como los cojines del sofá, toda una pared de espejos, y una bañera
de hidromasaje profunda que se hallaba separada de la ducha.
Mira se despojó de la ropa sucia y se metió en la ducha con paredes
de cristal. Se frotó la suciedad del viaje en su piel, hasta que se sintió
como una persona nueva, con esperanza, fresca, y mientras lo hacía, sus
dedos rozaron la desfiguración en la parte baja de su espalda.
La marca.
***
—No querías que patearas mis pulmones, así que supongo que
estamos a mano.
Página
temprano en la mañana.
Cuando salieron del auto y se dirigieron hacia la casa, Mira vio que
Página
contacto.
—¿Quién es? —preguntó Henley, ahora mirando a Mira.
—Nadie importante —dijo Blue—. Sólo una seductora chica al azar
que estoy protegiendo.
—Soy Mira —dijo, extendiendo la mano.
La mano caliente, sudada de Henley cubrió suya. Sus ojos se
estrecharon y aún parecía enfadado, pero no parecía dirigido a ella. —Un
placer conocerte, supongo. Es una pena que sea en compañía de este
imbécil.
—Viv está viva, ¿verdad? —dijo Blue—. ¿No arrancaste su corazón?
—¿Que está mal contigo? —espetó Mira—. Eso es repugnante.
Los ojos de Henley eran duros, su mirada fuerte. —Tienes suerte de
que no tenga un hacha, Valentine.
—No todos —dijo Blue—. Así que, ¿Viv?
—¿Qué quieres con ella?
Henley era el jardinero, pero se comportaba como un guardia. Mira
se preguntó sobre qué era eso. Quizá era el novio de Viv...o deseaba serlo.
Blue se encogió de hombros. —Tenía que sacar a Mirabrat del hotel.
Félix se aferró a ella y ella piensa que él es un soñador.
—Oh, cállate —dijo Mira—. No sabes nada sobre mí.
—Sin embargo —continuó Blue—, no tiene un lugar para quedarse,
así que pensé en molestar a Viv. Me pareció una buena idea cuando lo
pensé por primera vez.
Blue miró hacia la madrastra de Viv, quién se apoyaba en el pórtico,
zambullendo su dedo en su vaso del Martini y mirando al grupo. —¿Está
Regina asegurándose de que el césped se hace, o está parada en caso de
que necesites que lama el sudor de tu pecho?
Henley se erizó. —Sólo le gusta tomar desayuno afuera.
—Eso es lo que imaginé —dijo Freddie amigablemente—. Parece una
buena mujer. Aparte de la maldad.
—Cállate, Knight —gruñó Henley.
***
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rodeado por árboles frutales. Los pájaros situados en las ramas como
adornos en un árbol de Navidad... hasta que vieron a Freddie, al punto en
que ellos se apresuraron a rodearlo, rodeando su cabeza como una corona
flotante. Las ardillas surgieron de la maleza para chillar a sus pies.
Freddie ofreció su mano, y un gorrión se posó en su dedo. Rió, y
dijo—: Mira, ven. —Luego le hizo señas para que se acercara, diciendo—:
No te preocupes, este no picará tus ojos. —Pero Mira guardó su distancia,
demasiado aturdida para moverse.
Las criaturas del bosque ignoraron a Henley y Blue, pero no se
cansaban de Freddie. No era una vista espeluznante, pero estaba mal. Era
en contra de la naturaleza. Mira apretó sus ojos cerrados, esperando que
el adorador enjambre de animales desapareciera.
Pero cuando abrió sus ojos, los animales aún seguían allí. Freddie
aún reía con su dulce y quisquillosa risa. Y Henley le fruncía el ceño a
Freddie como si estuviera hecho de pura maldad.
—Diferentes señales, diferente destino —le dijo Blue a Henley, su voz
baja y calmada. Sus ojos fueron rápidamente hacia Mira... luego lejos.
—Oh, sí —resopló Henley—. Como si ella no lo notara.
Las puertas francesas que llevaban a la habitación de Viv se
encontraban ampliamente abiertas, una brisa ondeando las blancas
cortinas vaporosas dentro y fuera.
Henley puso sus manos alrededor de su boca. —¡Viv! ¡Despierta!
Un minuto después, una chica caminó hacia el balcón. La luz del sol
la reveló lentamente, como si estuviera reacio a tocarla.
Su piel era de blanco tiza, sus labios eran rojo-rosa como semillas de
granada, y su pelo era tan negro como un trazo de caligrafía china. Llevaba
un camisón que estaba casi plano contra su figura menuda, infantil, y
tenía una máscara de sueño de satén rojo colocada en su frente.
—Hola ahí, Vivian —dijo Blue.
Viv apoyó los codos en la balaustrada, y tres palomas aletearon
desde el techo para unírsele. —Dios. Primero el cortacésped y ahora esto.
Necesito mi sueño de belleza, sabes.
—Tendrás suficiente de eso pronto —dijo Blue—. Tal vez podrías
permanecer consciente mientras puedas. —Él le sonrió torcidamente, y Viv
frotó una mano por su rostro, luciendo miserable.
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alfileres de su pelo, negras olas colgando por sus hombros, luego bajó la
cabeza y se desordenó el cabello con las manos. —¿Peor? —preguntó, con
un aspecto enojado en su cara.
—Aún hermosa —contestó el espejo—. Más hermosa que ella.
Mira hizo un sonido ahogado, y Blue pateó su camino fuera de la
cama, derribando otra almohada cuando sus botas golpearon el suelo.
—¿Podrías dejar de jugar con el espejo? —preguntó Blue—. Estás
asustando a nuestra invitada.
—Sólo verificaba —dijo Viv defensivamente.
—¿Por qué molestarse? Ya sabes cuál será la respuesta.
—Lo sé. Pero... —Viv agitó su cabeza—. No importa.
Freddie se puso de pie, enviando a las mariposas en un frenesí. —
Iremos a La Casa de Jengibre, Viv. Los panqueques te harán sentir bien. Y
quizá ganarás algo de peso y Regina estará contenta durante un tiempo. —
Intentó darle una sonrisa brillante, pero no pareció mejorar el humor de
Viv.
—Regina nunca está contenta. —Viv suspiró y dejó la habitación,
sus sandalias de plataforma golpeando por las escaleras.
Mira notó que Henley miraba a Viv... mirando el espacio dónde ella
había estado, una vez que se había ido... con la misma mirada de
admiración que el espejo había puesto en ella. El anhelo notable en su
rostro hizo temblar a Mira.
Se sentía como si hubiera tropezado en un mundo de extraños
secretos... en el país de las maravillas, en lugar de la ciudad donde había
nacido... y sus secretos fueran como dinamita esperando para explotar. No
estaba segura de cuanto quería saber.
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Página
4 Traducido por Nats
Corregido por Juli_Arg
había girado hacia la ventana y se las había limpiado. No creía que alguien
se hubiese dado cuenta de que se sentía molesta —y no quería que lo
hicieran.
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anunció.
Henley estampó el puño contra la mesa, haciendo sonar los platos y
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brillaba como la seda. Su cara era tan adorable que con sólo mirarla te
hacía feliz, e incluso olía genial—como a madreselva. No había mariposas
flotando alrededor de su cabeza—pero debería.
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***
1La cena de los acusados fue la primera de las comedias de detectives protagonizadas por
William Powell y Myrna Loy como Nick y Nora Charles y con sus protagonistas obtuvieron
una enorme popularidad.
habitación por una hora. La música era su escape, creo, de mí, de mi
papá. No que él pasara mucho tiempo con nosotros antes de que ella se
fuera.
Mira le preguntó sobre su padre—: ¿Cómo era él? —Pero Félix se
veía renuente a hablar sobre él, así que lo dejó así.
Pasaron cerca de hermosas casas antiguas, edificaciones
abandonadas y frágiles, estrechándose en la arena blanca. Le contó a Félix
sobre su próximo cumpleaños, cómo sentía que ya era hora de dejar de
desear y finalmente hacer algo. Luego lo nerviosa que había estado de
haber cometido un error… y lo agradecida que estaba con su ayuda.
Terminaron el día en un viejo y triste cementerio cerca del mar. La
mayoría de las lápidas se encontraban rotas, los mausoleos se habían
derrumbado, pero aún podías leer las inscripciones. Mira de hecho se
había sentido aliviada de no encontrar las tumbas de sus padres en este
lugar fracturado.
Se sentaron lado a lado en un banco de piedra, bajo la sombra de un
árbol que caía con musgo español, cuando Mira sacó la foto que había
traído. La que guardaba al lado de su cama en casa, y a la que
susurraba buenas noches antes de irse a dormir.
La sostuvo por los bordes, para no mancharla con los dedos
sudorosos.
—Esta es una foto de mis padres —le dijo—. Si la quieres ver.
—Claro que quiero verla.
Le dio la foto a Félix. Era un retrato de sus padres en el día de su
boda. Su madre usaba un vestido antiguo con cuello de encaje que bajaba
hasta su garganta. Su padre se veía apuesto en su traje negro, de pie con
su brazo alrededor de la madre de Mira, con el porte de un noble oficial del
ejército, o un caballero. Los dos eran muy hermosos. Muy felices.
—Adora y Piers —dijo Félix, repitiendo los nombres que le había
dicho antes—. Se ven bien juntos.
—Eran perfectos juntos —dijo ella—. Quiero decir, imagino que lo
eran. Cuando pienso sobre cómo pudieron haber sido. —Mira baja su
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cambiarlas.
—¿Como qué?
Él colocó la foto en el regazo de ella; levantó los lentes de sol robados
de su nariz. —¿Llevarte por los alrededores no es suficiente? ¿Necesitas
también saber mis secretos?
Mira se rió. —Por supuesto.
Félix miró hacia el cielo, serio ahora. Las hojas susurraban por
encima de él, arrojando sombras imprecisas que se estremecían en su
rostro. —¿Cómo debo decir esto? Muchas veces… Voy a pensar que
conozco a alguien, que puedo confiar en ellos. Y luego me entero de que
me equivoqué. Y deseo que pudiera desaparecer el hecho de haberlos
conocido.
Lo observó cuidadosamente mientras él trataba de explicarle. Sentía
como que estaba viendo algo que él no quería mostrarle, y quería ser digna
de ello.
—Me he quemado mucho —dijo—. Te hace… después de un tiempo,
te hace sentir estúpido. Sigo repitiéndome… —Su mandíbula se tensó y se
quedó en silencio, como si estuviera debatiéndose en incluso decirlo.
—¿Qué? —preguntó en voz baja.
Félix suspiró, se limpió el sudor de la frente, y miró lejos, hacia el
mar. —Sigo repitiéndome que el amor no es algo que te destruye. Porque
no quiero creer que lo hace. Que tiene que ser así. Pero cada relación que
he tenido ha terminado en desastre. Así que se siente como… que el amor
te destruye. Como si eso es todo lo que hace.
Mira se preguntó cómo lo habían traicionado. Lo que una chica, o
chicas, habían hecho para romper su corazón.
Y se dijo a sí misma que nunca lo lastimaría así.
No que ella tendría la oportunidad.
Félix se puso de pie, como si la conversación se hubiera terminado.
—Lo siento Mira… no quería desahogarme así contigo.
Fue y se puso de pie al borde del cementerio, en medio de trozos
rotos de los ángeles de piedra, y se quedó mirando hacia el agua. Había
una grieta en él, en la persona que él quería ser. Era una grieta que ella
reconocía, porque también estaba en sí misma.
Mira se levantó, la foto revoloteando de su regazo, olvidada. Se
acercó de puntillas hacia él, como si fuera un baile con pasos muy
precisos, y apoyó sus dedos en su espalda. Ligeramente, sólo para que él
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ingenua. Sabía que era una chica en la que él podía confiar. Si así lo
quería…
El agua brillaba como el cristal, la luz del sol se rompía en
fragmentos brillantes. El calor sin fin, la humedad, y los perfumes fuertes
del verano la hacían consciente de lo físico, en todos los sentidos—y
debilitaban el atractivo de las fantasías.
Quería envolver sus brazos a su alrededor, presionar su mejilla en
su espalda, y sostenerlo fuertemente. Pero no podía dar ese salto. No sin
alguna señal de que él quería eso. Sería muy humillante si la empujara
lejos.
Félix estuvo quieto por tanto tiempo que no creía que le iba a
contestar. Pero luego se dio la vuelta, y sus brazos se deslizaron alrededor
de él antes de lo pudiera pensar—y de repente él la sostenía también, muy
naturalmente, y la miró, como si estuviera tratando de ver quién era ella
realmente. Una comisura de su boca se elevó, tan brevemente que apenas
podría ser considerada una sonrisa—pero en ese momento, era todo.
—Ya veremos. —dijo él.
***
niñez. Elsa y Bliss la ocuparon con novelas clásicas a una edad temprana,
así que había gravitado hacia aquellos—Frances Hodgson Burnett, Louisa
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May Alcott, Laura Ingalls Wilder—y sólo tenía recuerdos dispersos de niños
comiendo casas de caramelo, “no me puedes atrapar, soy el hombre de pan
de jengibre”, gansos que ponían huevos de oro, zapatillas de cristal, y
brillantes secuencias de transformación.
Esta noche, había elegido el libro porque parecía una cosa extraña
de tener para Félix—una antología de cuentos de hadas rodeada de tomos
de negocios. Pero cuanto más leía, los cuentos más la absorbían.
En “El Enebro”, un chico que fue decapitado por su madrastra
regresa de la muerte para matarla. La hermanastra de “Cenicienta” se
cortó el dedo gordo del pie en un intento de encajar en la zapatilla que era
demasiado pequeña y engañar al príncipe. Y “La Sirenita” era francamente
trágica. Cada paso que la sirenita daba en tierra era una agonía, como si
sus pies estuvieran siendo cortados por cuchillos; y al final, la pobre chica
no pudo hacer que el príncipe se enamorara de ella, y se enfrentaba con la
opción de matarlo en la noche de bodas o disolverse en espuma de mar,
sin alma y muerta.
Amor y muerte. Muerte y amor y transformación. Mira leyó por
horas, paralizada.
Era un minuto después de la medianoche cuando la puerta se abrió.
Mira escuchó a alguien moverse alrededor de la suite con una absoluta
falta de sigilo, y luego murmuró—: Idiota. ¿Dónde estás?
Así que no era limpieza. Y tampoco Félix.
Era Blue.
Mira suspiró y se bajó de la cama para confrontarlo. Casi chocan en
la puerta.
—Chica estúpida —dijo Blue, sus labios haciendo un gesto de
desprecio.
—¿Me extrañaste? —dijo ella.
Él no hizo ningún intento de alejarse de ella. Se quedó de pie tan
cerca que podía sentir el calor que irradiaba de su cuerpo. Él se había
cambiado de ropa desde esta mañana y usaba una camisa color púrpura
oscuro con un corazón anatómicamente correcto en el pecho.
—Al menos no estás desnuda —le dijo.
—Porque si lo estuviera, te desmayarías por la gloria de ello.
—No —dijo él—. Esa no es la razón. ¿Dónde está Félix? Me regañó
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por teléfono por ti. Debes gustarle, por todas las razones equivocadas.
Mira rodó los ojos. —Tal vez no aprueba tu mal comportamiento. Ya
sabes ¿entrar en mi habitación, agredirme, secuestrarme? Supongo que no
Página
se te ocurrió.
—Conozco a mi hermano mejor que tú. El mal comportamiento es su
especialidad.
Mira esperó un momento, su columna vertebral rígida, mirándolo
fijamente mientras él la miraba. Finalmente, relajó sus dientes que había
estado apretando y dijo—: Bueno, él no está aquí. Adiós.
Pero Blue no se movió de su lugar. Apoyó las manos a ambos lados
de la puerta, los músculos de sus brazos tensos. —¿Entonces caíste por la
misma mierda que cada chica cae? ¿Crees que serás la chica especial, la
que durará? ¿Qué las reglas no se aplican a ti?
—¿Cuáles reglas?
—Todo lo que necesitas saber es mantenerte lejos de él —le dijo,
inclinándose hacia delante agresivamente—. Esa es tu regla. Mantente.
Lejos.
Mira se echó para atrás para evitarlo, entonces se molestó de haber
cedido. Tan pronto como se movió, Blue entró en el dormitorio, sus ojos
puestos en la cama.
—Leyendo cuentos de hadas, que dulce. ¿Félix es tu Príncipe
Encantador? ¿Ya te trajo flores?
—No veo por qué te importa. ¿No puedes encontrar a alguien más en
la ciudad para acosar?
—Tú no eres mi víctima, Mira. Si lo fueras, lo sabrías. —Blue se
sentó en la cama, una pierna de sus vaqueros rasgados en la colcha—.
“Cenicienta” —murmuró—. ¿Te gusta la parte en la que el zapato se llena
con la sangre de la hermanastra? El príncipe cree que ha encontrado a su
chica misteriosa del baile, y luego una pequeña ave le dice que vea el
rastro de sangre; él tenía a una impostora en la parte posterior de su
caballo. Es bastante retorcido.
—Justo como tú —le dijo.
—Es cierto —dijo, sus ojos encontrando los de ella, algo severo
parpadeaba en sus adentros—. Justo como yo. Justo como mi hermano.
La manera en la que lo dijo la hizo temblar. Ya no quería estar sola
con él. —Creo que deberías irte.
—Oh, ¿lo crees ahora? Muy mal. Necesito hablar con Félix. Y a
diferencia de ti, yo en realidad vivo aquí.
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—Una.
***
La besa como un hombre poseído.
Era el tipo de beso con el que desapareces. Todo desaparece excepto
el sonido de su respiración. El olor de su cabello rojo: fruta de la pasión y
frambuesas. Él levantó sus manos para empujar su cabello lejos de su
rostro así podría mirarla.
Era un primer beso. Era un beso perfecto—ella se lo había dicho, y él
se había sonrojado de placer. Embriagado en él.
La besó de nuevo. Más profundo. Tiró de ella más cerca.
Escuchó a sus amigos tocando en la otra habitación: Jewel cantando,
Freddie escogiendo la melodía con su guitarra.
Feliz cumpleaños. Feliz cumpleaños.
Feliz cumpleaños…
Y luego el más extraño jadeo, sus ojos rodaron hacia atrás así el
blanco se mostraba. El terror en su corazón. Silencio en el de ella.
…a ti.
***
2 El Sturm und Drang (en español 'tormenta y pasion') fue un movimiento literario, que
también tuvo sus manifestaciones en la música y las artes visuales, desarrollado en
Alemania durante la segunda mitad del siglo XVIII.
delante para quitar a Blue. Blue se desplomó, imperturbable, y se
acomodó a sí mismo para quedar frente el televisor, en el suelo esta vez.
—Más tarde —dijo Blue—. Estoy viendo Apocalypse Now3.
Félix se quedó allí por un momento, sus dedos clavándose en el
respaldar del sofá. Luego negó con la cabeza. —Lo que sea. No estoy de
humor para discutir contigo justo ahora. Mira, ¿puedo hablar contigo
sobre algo?
—Claro —murmuró. Siguió a Félix a su habitación.
Era raro ver a los dos hermanos interactuar, la tensión obvia entre
ellos. Se preguntó si alguna vez se habían caído bien. Podía escuchar el
famoso discurso de “el horror” de Marlon Brandon proveniente del televisor
detrás de ella —“He visto los horrores… Horrores que tú has visto”— y el
crujido del cuero cuando Blue se subía de nuevo al sofá… antes de que
Félix cerrara la puerta.
***
***
Félix salió del baño en una niebla de vapor, usando los pantalones
de un pijama negro, con su cabello aún mojado, una toalla sobre sus
hombros. Esta noche, por primera vez, ella vio su cuerpo, las líneas de
músculos que su ropa sólo había insinuado; y lo miró como si fuera una
foto, preguntándose cómo sería tocarlo y deseando haber usado un
camisón sexy, en vez de pijamas que parecían ropa de gimnasio.
Él se volvió hacia la cama, quitando la colcha y dejándola caer en el
suelo, mientras que ella se quedó de pie torpemente junto a él en su
camiseta y bóxer femenino.
—Podría dormir en el sofá —ofreció ella—. Si quieres.
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—No —admitió.
Ella lo dudó, luego se subió a la cama.
No quería dormir en el sofá. No sabía lo que quería—ese era el
problema—y no estaba segura si lo sabría cuando ya fuera demasiado
tarde. Pero tal vez este era el por qué había venido sola a Beau Rivage. Tal
vez estaba destinada a descubrir algo sobre ella misma. Para crecer.
Despertar.
Cuando estaba con Félix, no se perdía en fantasías. Quería cosas
que eran reales.
La luz se apagó. Podía sentir el colchón hundirse debajo de su peso,
las sábanas moviéndose mientras él se acercaba. Levantó una mano para
sentir dónde se encontraba él, y su mano encontró su pecho desnudo y se
deslizó sobre los músculos de él, disfrutando la sensación antes de
volverse consciente de sí misma y detenerse. Estaba inclinado sobre ella, el
calor de su cuerpo calentando el aire entre ellos.
—Hola —le dijo él. Había una sonrisa en su voz.
Su mano estaba congelada sobre su pecho. Ella nunca se había
sentido tan tensa.
—No te pongas nerviosa.
—No lo estoy —mintió, queriendo que él hiciera algún movimiento
para que ella pudiera rechazarlo o aceptarlo… y dejar de esperar porque
algo más pase, preguntándose qué podría ser. Él colocó la mano sobre su
cintura, familiar, y ella atrapada, nerviosa sobre qué otra cosa podría
parecer natural para él, pero monumental para ella.
—Félix —comenzó ella—, ¿por qué tu hermano te odia tanto?
Él sonaba divertido. —¿Él dijo eso?
—No exactamente. Sólo… dice muchas cosas malas sobre ti. Como
que yo debería estar lejos de ti.
—Por supuesto que lo hace. Yo te diría las mismas cosas sobre él si
pensara que te interesara. Tienes que estar acostumbrada a dos chicos
peleándose por ti.
—¿Peleándose? —Se rió—. Um, no. Eso no sucede.
Su mano en su cintura se sentía tan pesada, apenas podía prestar
atención a lo demás. Él le acariciaba la piel, masajeándole la cadera, casi
por casualidad, y a la vez para nada casualmente.
—No sabía que te gustaba así —le dijo, su voz baja, íntima en la
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tuyo.
—Hiciste que fuera mío al decírmelo —dijo Blue—. Así que, ¿qué
pasó? ¿Decidió jugar contigo un poco primero?
—Sabes, eres la persona… más despreciable que he conocido. —Los
dedos de Mira se apretaron alrededor del bolso de Cinderella’s Secret—. Ni
siquiera me conoces, pero insistes en ser un idiota conmigo cada vez que
puedes.
—Sólo porque me importa —dijo Blue, sonriendo. Ella lo habría
abofeteado si no pensara que a él le gustaría.
—Félix no es alguien de quién quieras colgarte —dijo Jewel—.
Deberías alejarte de él. Da gracias por lo que tienes y sigue adelante.
—Estoy bastante segura de que tampoco pedí tu opinión —espetó
Mira.
Sabía que fue grosera, pero luchaba por no decir algo peor. Blue no
tenía derecho a avergonzarla delante de sus amigos. Y ella no necesitaba
ser sermoneada.
Jewel se encogió de hombros.
—Tu funeral.
Mira les dijo que los vería mas tarde y se fue. No estaba de humor
para discutir sobre Félix. Blue diría algo desagradable si se quedaba;
nunca sería capaz de hacerle cambiar de opinión, especialmente cuando
Jewel concordaba con él.
No fue hasta que salió del hotel, y a la ardiente y brillante luz del
día, que recordó las flores salpicadas en el pañuelo de Jewel, tan
antinatural y fantástico como el mismo Dream. Tenía que haber una
razón, incluso para algo tan poco razonable como eso.
Su garganta se apretó cuando las palabras de Félix volvieron a ella.
No creo en las coincidencias.
Tal vez las maldiciones de las que Blue y sus amigos bromeaban y
que hablaban en los alrededores, eran reales.
Mira hizo su camino desde el Dream hacia la “hermosa costa”
nombrada Beau Rivage. Quería dar un paseo con los pies descalzos por la
arena blanca, y pensaba y trataba de darle sentido a las cosas.
¿Qué pasaba exactamente aquí?
¿Y si algo tenía que ver con ella?
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marca horrible en su espalda. Tenía que cargar con un dolor que nunca se
aligeró, y ahora, se daba cuenta: Quizás ella también estaba maldita.
El sol brillaba, pálido y furioso. Viv se hallaba acurrucada en una
Página
que sería negado. Pero Viv estaba de un humor cariñoso. Ella extendió su
pierna y le tocó los dedos de los pies hasta el pecho, deslizó su pie
coquetamente arriba y abajo.
Página
de Viv.
—Que considerada. —Él se sentó, la arena se pegaba a su piel como
Página
azúcar en polvo, luego se inclinó sobre ella para tomar una Coca-Cola de
la nevera, goteando de nuevo sobre ella. Sonrió mientras ella lo miraba
fijamente.
—Voy a buscar a Henley —anunció Viv, tratando de poner su pareo
en la cintura y saliendo de debajo de la sombrilla—. O está fumando o está
usando mi cámara para fotografiar putas en el paseo marítimo. Sea lo que
sea, está en problemas. Recuerda lo que dije, Mira. Sobre… —Sacudió la
cabeza hacia Blue.
Mira asintió. Blue entrecerró los ojos después de que Viv se fuera.
—¿Qué ha sido eso?
—Ha dicho que está feliz de que no me gustes. Quizás me recordaba
que me asegurara de que siga siendo así, pero ese es un recordatorio que
no necesito.
—Bien. —Bebió la mitad de la botella, entonces la tapó y la lanzó de
nuevo al agua de la nevera. El agua salpicó su pierna, y ella la frotó para
que saliera.
—Tienes unas bonitas piernas —dijo Blue.
Ella le entrecerró los ojos.
—¿Estás siendo amable, o sórdido? Porque dudo que sea un
cumplido, viniendo de ti.
—Siempre asumes lo peor.
—No puedo esperar para no volver a verte otra vez —murmuró ella.
Se dio la vuelta sobre su estómago, sacó un barato libro de bolsillo
de su bolso, y dejó que su pelo tapara su cara para así poder leer. Casi
había logrado ignorarlo cuando sintió la punta de sus dedos rozar la parte
posterior de su pantorrilla, desde el hueco de la rodilla hasta el tobillo. Se
dio la vuelta y le lanzó el libro, golpeando las páginas abiertas en su cara.
—¡No me toques! —gritó. Todavía podía sentir la línea que él trazó en
la parte posterior de la pantorrilla, la frescura contra su piel.
Blue se encogió de hombros, sin vergüenza.
—Quería ver si se sentía tan bien como se veía.
—No se va a sentir tan bien cuando te destroce los huesos.
Blue pareció considerar esto. Entonces—: ¿Eres una bailarina?
—Sí —dijo con los dientes apretados.
—Me lo imaginaba. No podrías ser así de sexy por naturaleza.
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5 Oliver Twist y Sara Crewe. Dos huérfanos pertenecientes a las novelas “Oliver Twist”, de
Charles Dickens y a “A Little Princess”, de Frances Hodgson Burnett, respectivamente.
Se estremeció cuando él la tocó, trazando la marca en la base de su
espina dorsal con la punta de los dedos.
Blue pronunció una palabra que ella le había dicho en
circunstancias muy diferentes. La susurró, y su tacto era como un susurro
también. Ella sintió un fuego más intenso que el que sintió cuando tocó a
Freddie. Ese había sido un fuego superficial, punzante y caliente. Éste era
más profundo, incrustado en su núcleo. Encendió algo oscuro y secreto en
ella, y lo mantuvo latente hasta que él retiró su mano.
—Oh —dijo él.
—No olvides que te odio —dijo con voz temblorosa.
—Lo sé. Vamos a mantenerlo de esa manera.
Volvió a sentarse. Los ojos de él se movieron por su rostro como un
péndulo.
—Bueno —tragó saliva—, para empezar, tú no eres su hermana.
***
Esta noche, su vestido y sus labios eran tan rojos cereza como su
pelo. Y cuando ella le sonrió—como si fuera hora de dejar de fingir, dejar de
Página
evitarse entre sí—él se sintió demasiado bien para creer que no podía ser
nada más que correcto.
Pero debería haberlo sabido.
Ella lo llevó de la mano a ese dormitorio oscuro, tambaleándose sobre
los zapatos de tacón rojo con los que apenas podía andar, casi tropezando
con el bolso de alguien, y se echó a reír y le echó los brazos alrededor del
cuello para agarrarse a sí misma antes de caerse.
Se quedaron inmóviles por un momento. Él sintió su cuerpo contra el
suyo, cálido y maravilloso, y sus brazos la rodearon para acercarla más.
Ella le besó, y él la besó.
Y siguió besándola hasta que no pudo respirar. Hasta que ella no
pudo respirar.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó Blue, tomando su mano y
dándole la vuelta, desplegando su dedo índice de donde se hallaba
enroscado contra su palma, y tocándolo suavemente, examinándolo.
—Casi dieciséis —dijo ella—. Mi cumpleaños es dentro de unos días.
—¿Cuántos días?
—Cuatro.
—Oh —dijo, con voz entrecortada—. ¿Tienes algunas prohibiciones?
¿Restricciones?
—¿Qué quieres decir? —Era una lucha mantener su mano abierta,
para evitar alejarla o enroscar sus dedos alrededor de los suyos y
agarrarlos. Sus nervios la sacudían cada vez que él le tocaba. Mientras
más suave era, más agradable se sentía y peor se volvía.
—Cosas que se te han prohibido. Cosas que se te han ocultado.
—Claro. Muchas cosas. Todo. Mis madrinas son las personas más
sobreprotectoras del planeta. No se me permite estar aquí, por ejemplo.
—¿Pero algo en concreto? —preguntó.
—No puedo montar en los coches de mis amigos. No puedo obtener
mi licencia hasta que cumpla dieciocho años. No puedo tener citas. No
puedo ver películas para mayores de edad. No puedo salir a pasear
después del anochecer. No puedo jugar con objetos afilados. La lista sigue
y sigue.
Blue asintió con gravedad, como si le hubiera confirmado algo.
—Está bien. Bueno… voy a decirte algo. Puede que no te guste.
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sueño hecho realidad que había imaginado cuando tenía cinco años,
bailando por su casa con un tutú rosa y una tiara de plástico. Si Bliss y
Elsa sabían la verdad sobre ella, le sorprendía que no hubieran estallado
Página
***
esfuerzo como la última vez que Mira la había visto. Blue se había servido
café con hielo de la jarra de la nevera para empleados, absorto en un libro
de cómics, y Mira, quien normalmente habría estado contenta en una
librería, estaba demasiado ansiosa para leer algo.
—¿Cuál es la marca märchen de Layla? —preguntó Mira,
inclinándose hacia Blue, manteniendo la voz baja.
A regañadientes, Blue dejó el cómic que Leia, un cuento reinventado
de “Peter Pan”, lleno de chicas etéreas y niños duende perdidos.
—Layla es Bella, de “La Bella y la Bestia”. Todos nos sentimos mal
por ella porque tiene que lidiar con Rafe.
—Oh Dios mío, Rafe es la Bestia —dijo Mira. Se sentía estúpida, era
muy obvio.
—Sí. Bestial en su interior, pronto será bestial en el exterior, una vez
un hada ponga la maldición en movimiento. Se supone que será redimido
al final, pero tenemos muy poca fe en él. Va a tener que pasar un milagro
para que Layla se enamore de Rafe. Sólo esperamos que aún pueda tocar
el bajo con patas de monstruo. De lo contrario, tendremos que encontrar
un nuevo miembro para la banda.
—Lo dices como si creyeras que es gracioso.
Blue se encogió de hombros.
—¿No lo es? Es lo que merece. No es que no me guste, pero a veces
tienes que aprender las cosas de la manera difícil.
Mira lo miró.
—¿Y tú? ¿Tuviste que aprender algo de la manera difícil?
—Buen intento —dijo, pero la sonrisa en sus labios no llegó a sus
ojos.
Lo que Mira realmente quería preguntar era qué significaba la marca
del corazón de Blue —y cuál era la marca de Félix, si tenía una— pero
parecía que Blue se salía de su camino para no contestarle. Su reticencia
la inquietaba. Sabía que había gente mala en los cuentos: lobos que se
tragaban a mujeres enteras, madrastras que trataban a sus hijas como si
fueran esclavas, embaucadores que ofrecían ofertas imposibles y muchos
más. ¿Podría ser Blue uno de los malos?
Ella no quería luchar con él. No cuando por fin se llevaban bien. Así
que en lugar de presionarlo, le preguntó—: ¿Qué pasa con Viv? ¿Es
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Blancanieves?
—Bingo. Ella es una Somnolienta también, tienen en común los
comas encantados. Henley es el desventurado Cazador. Un día, la
Página
Layla hojeó el libro, sus dedos pasando las páginas casi con cariño.
—Originalmente, este libro fue hecho como una herramienta de
Página
referencia para las hadas jóvenes, para que pudieran aprender las
diferentes maldiciones y tomar las decisiones correctas con respecto a
quién se las pondrían, pero ahora es más una pieza de colección. Las
hadas tienen maneras más fáciles de compartir información.
—¿Pero no nacimos con estas marcas? —preguntó Mira.
Layla negó con la cabeza.
—¿Alguien te dijo eso? Normalmente somos maldecidos cuando
somos niños, o mayores, una vez que nuestras personalidades se han dado
a conocer. Hay algunas maldiciones hereditarias, maldiciones que se
ejecutan en una familia en particular, eso es todo —dijo Layla, dándole
una rápida mirada a Blue—. Y…
Mira se volvió hacia Blue, para preguntarle al respecto, pero él
simplemente levantó el café lejos del libro, como si ese fuera el tema.
—No lo voy a derramar —dijo—. No me mires así.
—Um, de todos modos —continuó Layla un poco incómoda—,
probablemente fuiste maldecida cuando eras un bebé. Mira, la mayoría de
las Bellas Durmientes Somnolientas los son. Viv fue maldecida cuando era
un bebé, también. Pero mi maldición fue otorgada cuando tenía diez años,
y Jewel fue maldecida sólo hace unos pocos años. Por lo tanto, varía.
Cualquiera con magia en la sangre tiene el potencial de ser maldito, pero
se necesita un hada para que se despierte.
—¿Hay magia en mi sangre? —Mira giró su muñeca para ver el
grupo de venas de ahí, de repente nerviosa por lo que contenían.
—Sólo significa que en alguna parte en la historia de tu familia, hay
un antepasado que no era totalmente humano, un hada tal vez, cuya
magia fue traspasada a ti —dijo Layla—. En una forma muy diluida, por
supuesto.
—Las relaciones entre humanos y hadas son generalmente mal
vistas —dijo Blue—. Y por relaciones, quiero decir…
Mira lo interrumpió, calor extendiéndose por sus mejillas.
—Lo entiendo.
—Así que las maldiciones son castigos para aquellos amoríos
prohibidos —dijo Layla—. Las hadas creen que tienen derecho a
probarnos, hacernos sufrir un calvario. Aunque algunas hadas nos tienen
simpatía. Algunas son buenas. Y en estos días, no maldicen a todos,
mucha gente se salva. A eso le llamamos tener una maldición inactiva.
La charla sobre hadas llevó a la mente de Mira de nuevo a Bliss y
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Elsa. ¿Eran ambas hadas? Bliss podía de alguna manera parecer un hada,
por los vestidos con volantes y los pasos como saltitos y la tienda de
encantos; pero Elsa parecía ser demasiado práctica para ser mágica, y no
Página
peligroso.
—Es la única manera en que tendrá una oportunidad para estar a
Página
salvo —insistió Layla—. ¿Qué pasa si Mira va a algún sitio, y nadie sabe
dónde está, y mientras está ahí, se pincha el dedo con lo que sea que
active el sueño, y nadie la encuentra en cien años? Prefiero preguntar al
hada.
club, y quien era muy conocida y accesible, aunque un poco mala, era su
mejor esperanza. A menos que quisieran continuar la búsqueda, contratar
Página
regresarte a su camino.
Mira no quería ser controlada. No quería ser manipulada, o sentir
que todo lo que hacía y sentía no era importante. Quería una elección.
Página
qué?
Blue le llamó la atención y asintió hacia una familia de cuatro que
deambulaba por la feria. A primera vista, eran hermosos, los ojos
brillantes como la risa, ropa de verano en colores azucarados. El niño y la
niña saltaron delante de sus padres, luego los rodearon de nuevo, para no
perderlos. Su guapo padre era la imagen de la alegría. Mantuvo un brazo
curvado amorosamente alrededor de la cintura de su esposa.
Sosteniéndola, se dio cuenta de Mira. Debido a que la mujer se inclinaba.
Apenas podía mantenerse en pie.
La mujer se arrastró hacia adelante como una sonámbula. Sus
párpados cerrados, su boca rubí colgaba floja. Su piel era del color del
jengibre, y perlada de sudor. Todavía lucía hermosa, pero era una belleza
fría y enfermiza.
—¿Quién es esa? —preguntó Mira—. ¿Qué pasa con ella?
—Esa es Gwen —dijo Blue—. Otra Blancanieves Somnolienta.
Layla se acercó más para confiar los detalles. —El Príncipe
Encantador, ese es él, se enamoró de ella cuando la vio en su ataúd. Pero
después de que él la despertó y se casaron, las cosas no fueron iguales. No
era la chica de la que se había enamorado.
—Sí, porque ella estaba viva —resopló Blue.
En un primer momento, Mira pensó que sólo estaba siendo
impertinente. Pero cuando su expresión se quedó dura, ella no estaba tan
segura. —Dime que es una broma.
—Mira, fue un accidente que la haya despertado. —Blue se quedó
mirando a Gwen, frunciendo sus cejas de color azul oscuro—. El príncipe
pensaba que era hermosa, posada y congelada en su ataúd de cristal, y
decidió llevarla a su casa para mantenerla, tal como estaba. Pero entonces
uno de sus asistentes tropezó mientras llevaban el ataúd, y la sacudida
desalojó la manzana envenenada que se encontraba atascada en su
garganta, por lo que se rompió el encantamiento. Así es como ella se
despertó.
—Supuestamente —dijo Layla—, una vez que Gwen fue ella misma
de nuevo, el príncipe encontró su efervescencia insoportable. Y Gwen no
podía lidiar perderlo, ya estaba enamorada de él, porque la había salvado.
Tenía una vida familiar bastante caótica, como la mayoría de las
Blancanieves Somnolientas, no tenía a nadie más. Entonces dejó que la
drogara, para recuperar su interés. Porque él la prefiere apenas
consciente.
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—Oh, Dios —dijo Mira, tan aturdida que se sentía enferma—. Eso no
es vida.
Página
no va a suceder.
—¿Lo prometes? —susurró, ni siquiera sabía por qué lo había dicho.
Sólo se sentía vulnerable y necesitaba a alguien para tranquilizarla.
Página
esta noche. Las luces del Dream brillaban a lo lejos, y las siguieron como
dos exploradores tras la Estrella del Norte.
Humedad, aire contaminado se arremolinaba a su alrededor cada
vez que un coche aceleraba por allí. Al otro lado de la carretera de cuatro
carriles, el Casino Palace destellaba un incesante asalto de neón, signos
prometedores de entretenimiento, dinero por ganar y comida barata. La
llamativa fachada rosa estaba llena de torres y salpicada con ventanas en
forma de corazón, haciendo que se vea más como un hotel japonés del
amor que un casino. Mira recordó la anterior amenaza de Blue de dejarla
allí. Desde luego, no la amenazaba ahora.
—No eres un idiota —dijo—. No lo has sido por mucho rato.
Los pasos de Blue sonaban fuertemente al lado de los de ella. Tenía
las manos en los bolsillos y la cabeza gacha. —Creo que he perdido mi
entusiasmo por ello.
—¿Dejó de ser divertido? —Lo empujó con el hombro, sin tomar
seriamente su actuación.
—Dejó de ser útil. No lo sé. —Suspiró—. Creo que estoy confundido.
No sé qué hacer contigo ahora. Cómo tratarte. No eres lo que yo pensaba.
Las zapatillas de Mira crujieron en un envoltorio de comida rápida.
Tampoco soy lo que pensé. —¿Qué era antes?
—Una chica normal. Alguien que se marchaba. Y quería asegurarme
de que lo hicieras. Que tuvieras una oportunidad. Pero ahora, ¿quién
sabe? Puedes quedarte. Quieres saber cosas. Y no quiero que sepas lo que
soy.
—Puedes decirme —dijo ella—. Puedes confiar en mí. O si es
demasiado difícil para ti, puedo preguntarle a Félix. —Lo dijo como una
manera de hacerle las cosas más fáciles, pero él hizo una mueca ante la
mención de su hermano.
—Félix no te lo dirá.
—Sí, lo hará. Una vez que sepa sobre mí.
Blue se limitó a sacudir la cabeza. —No conoces a Félix.
Ella pensó en recordarle que él no conocía a Félix, que los dos
apenas se llevaban, pero parecía inútil. Tan inútil como todo lo demás que
trató de decirle sobre su hermano.
Cuando finalmente llegaron, ni uno de los dos se dirigió hacia las
puertas. En su lugar, se quedaron de pie delante de la fuente de mármol
98
***
los nombres, esperando que sus labios se tropezaran con Piers y Adora.
Al principio, podía escuchar el sonido bajo de la radio del conductor,
pero cada vez que profundizaba más en el cementerio, los sonidos de la
civilización desaparecieron y todo lo que oía era el susurro del viento que
Página
crujía entre las ramas de los árboles, el silencio de sus pasos, el zumbido
de los insectos y su respiración, demasiado rápida.
Se obligó a seguir adelante. No se permitiría pensar en fantasmas
vengativos o vagabundos desarreglados. Sólo sobre el final feliz que
esperaba más allá de una de estas lápidas.
Perdida en sus pensamientos, chocó con una telaraña que se
extendía entre dos árboles. Gritó cuando quedó pegada a ella, presa del
pánico por la tenue sensación de hilo en sus labios. Frenéticamente,
limpió la cinta de sus hombros y su rostro. Un batir de alas la sobresaltó y
se dio la vuelta, pero no podía saber de dónde había venido. Oyó el tenue
sonido del crujido de la puerta al abrirse y el portazo al cerrarse, empezó a
temblar, incluso en el calor.
Es el viento. Continúa. Ya casi has terminado aquí…
Cuando Mira llegó a la última tumba, se volvió a mirar hacia toda la
tierra que había recorrido, no queriendo creer que había buscado por todo
el cementerio y no los encontró. Tenía ganas de llorar. Había estado muy
segura de que iban a estar aquí.
¿Podría haberlos perdido? ¿Pasado por alto sus tumbas?
Mira se apoyó contra la verja de hierro y miró hacia el bosque espeso
más allá de ella, tan negro e impenetrable como el cielo nocturno.
Descansando sus manos sobre la barra superior, miró hacia la oscuridad,
imaginando que había dos tumbas más escondidas por ahí: oculto por
rosales o guirnaldas gruesas de musgo, pero allí, esperando para ella.
Pensó en el cuento de hadas de Cenicienta que había leído anoche.
Los actos de mutilación de las hermanastras habían captado su atención,
pero había otra parte de la historia que había resonado en ella. Después de
la muerte de su madre, Cenicienta plantó una ramita de avellana cerca de
la tumba de su madre y la regó con sus lágrimas hasta que se convirtió en
un hermoso árbol. Entonces, Cenicienta se dirigía al árbol para mayor
comodidad, ya que estaba inculcado del espíritu de su madre. Cuando
necesitó ropa para el baile, fue al árbol y pidió por ello, y un pájaro en el
árbol arrojó un vestido magnífico y zapatos delicados.
Pero no fue el vestido y los zapatos lo que atraía a Mira, era la forma
en que la difunta madre cuidaba de Cenicienta. Vigilándola. Quedándose
con ella… Y si los cuentos de hadas fueran reales —si no hubiera cosas
como maldiciones y destinos— entonces tal vez Mira podría plantar una
ramita de avellana cerca de las tumbas de sus padres, y estarían con ella,
103
***
levantaba una pared. Quizá no era un gran problema, y había otras cosas
que quería saber…
—Está bien, dijiste que yo pertenecía aquí —empezó—. Que tenía un
lugar aquí.
Página
—Si…
—¿Qué hay sobre ti? ¿Quiénes son tus amigos? ¿Cuáles son sus
maldiciones? —El resto de la pregunta quedó atascada bajo su lengua sin
formular: ¿Quién eres… cuando no estás conmigo?
—Mis amigos… no hay muchos de ellos. Sólo unas pocas personas
con las que salía en la escuela secundaria. Realmente no conecto con la
gente tan fácilmente.
—¿Por qué no?
Se encogió de hombros.
—No tengo tiempo, por ejemplo. Mi papá me ha entrenado para este
trabajo desde que iba a la escuela secundaria. Cumplí veintiún años hace
unos meses. ¿Sabes cómo pasé mi cumpleaños? En una sala de
conferencias con mi papá, repasando cosas de trabajo para que él pudiera
delegar sus responsabilidades en mí y despegarse durante un tiempo.
Ahora está fuera, viajando por el mundo, y tengo un casino que manejar.
Eso no deja mucho tiempo para amigos. Olvídate de la universidad. No
puedo ni imaginar cómo es eso: pasar cuatro años averiguando lo que
quieres hacer… cuando mi vida ya se ha trazado para mí durante mucho
tiempo.
Su pecho se quedó quieto por un momento.
—Así que no puedo relacionarme con la gente de mi edad.
Probablemente diría que soy demasiado serio. Y tal vez lo soy. Pero he
perdido cosas, demasiadas, y la mayoría de la gente... no tienen idea de lo
que es perder algo realmente. No entienden cómo eso te cambia.
—Yo sé lo que se siente —dijo.
—Sé que tú sabes —dijo en su pelo—. Eres demasiado seria para tu
propio bien. Deberías permanecer lejos de mí. Soy una mala influencia.
—Tú no me haces más seria —dijo—. Me haces lo contrario. Era
morbosa para empezar.
Él se echó a reír.
—¿En serio? Entonces, sólo puedo mejorar las cosas.
—Exactamente —dijo ella, satisfecha.
Jugueteaba con su gemelo, girándolo entre sus dedos, contemplando
una confesión: Ya tienes cosas mejores. No me obsesiono con la muerte de
108
mis padres cuando estoy contigo. No pienso en lo que me hace falta. Pienso
en lo que hay aquí.
Pienso en ti.
Página
***
—Se supone que la Bella Durmiente tiene una afinidad por las flores
—dijo Félix—. ¿Es verdad?
—¿Quieres decir… debido a la pared de rosas que crece alrededor del
castillo cuándo ellos, cuando nosotros, dormimos? —Levantó una rosa
blanca hasta su cara—. Me gustan las flores. Me gusta más cuando están
en la naturaleza. Pero esta es agradable, también.
—Pensaba que tal vez podríamos hacer un ramo de flores para tus
padres —explicó—. Algo para poner en sus tumbas cuando las
encontremos.
—Me encanta —dijo ella, sonriendo—. Gracias.
Trató de imaginarse a su madre y a su padre en esa habitación.
¿Qué flores les gustaría?
Mira deambulaba por la tienda, eligiendo flores, como si la llamaran:
exuberantes rosas rojas, iris morados, lirios rosados que se enroscaban
como estrellas de mar.
Cuando reunió un ramo grueso, se lo entregó a Félix, quien ató los
tallos y los puso en un florero.
Mira lo miró, todavía sosteniendo la rosa blanca. Mordiéndose el
labio, preguntó—: ¿Por qué eres tan agradable conmigo?
Félix ladeó la cabeza.
—¿Por qué no sería agradable contigo?
—No sólo agradable. Sales de tu camino por mí, y yo... yo no creo
que haya hecho nada para merecer eso.
—Has perdido mucho, y quiero darte algo para compensarlo.
Ella se sonrojó, lamentando su entusiasmo anterior.
—Tomo demasiado de ti ya. Apenas tienes tiempo libre, y lo tomo
todo.
—Sólo porque escojo pasarlo contigo.
—Pero ¿qué pasa…? —Tomó un profundo respiro, sin querer
preguntar, pero necesitándolo—. ¿Qué hay sobre la chica con la que
estabas la noche que nos conocimos? Cora, no te dejo tiempo para verla.
—Nosotros no… —Félix sacudió su cabeza—. No estamos juntos y de
todas maneras prefiero pasar tiempo contigo. —Le tomó la mano y la
presionó contra su mejilla, sus ojos se cerraron, como si estuviera
saboreando la sensación de su piel. Su mandíbula era áspera, la sombra
110
emparejados.
—Siento que me estoy derritiendo —dijo—. Como si todo lo sólido en
mí se desvaneciera.
Sus emociones cosquillearon en su piel como energía estática, como
Página
sus labios húmedos sobre su piel… hasta que llegó a ser insensible a sus
caricias. El mundo a su alrededor creció impregnado de gris y el
sentimiento en su cuerpo parpadeó, como una luz agonizante.
Se estremeció cuando la dejó ir, de repente sintió frío, como si su
calor hubiera sido robado. Su fuerza se había ido, sus extremidades se
volvieron pesadas y el mostrador de cristal inclinado a su encuentro.
Cuando se desplomó, golpeó el ramo y todo lo demás cayó al suelo, luego
se quedó mirando aturdida el desastre de agua derramada y flores. El
accidente había sonado sordo a sus oídos.
Creo que estoy enferma…
Trató de decirle a Félix, pero su boca no formularía las palabras.
Al otro lado de la habitación, Félix se deslizó hacia abajo contra la
pared. Se alejó de ella, había puesto aquella distancia entre ellos como si
fuera lo que debía hacerse, y ahora hablaba en voz baja para sí mismo;
sus ojos parecían arder, lucía febrilmente magnifico y atormentado. Luego
se recompuso. Se puso de pie, vacilante, como si él no se fiara de acercarse
a ella.
Félix, trató de decir.
Algo está mal conmigo…
Yacía con la mejilla pegada al cristal, sintiendo como su conciencia
era una corriente fina en su interior que poco a poco se iba desangrando.
Finalmente, Félix la levantó del mostrador entre sus brazos,
acunando su cabeza porque su cuerpo entero se encontraba lánguido, y la
llevó hasta el ascensor. Él no dijo nada. ¿Tenía miedo? No lo tenía... pero
luego dejó de preguntarse, porque estaba demasiado agotado. Ella miró su
reflejo en las paredes espejadas en su lugar. Félix todavía se hallaba
iluminado con ese brillo febril, pero Mira apenas se reconocía. Sus
músculos estaban flojos, sus ojos sin brillo.
Las puertas del ascensor se abrieron y Félix la llevó por un pasillo en
silencio. Se veía exactamente igual que todos los otros salones en el hotel:
misma alfombra, mismas pinturas, misma fila de puertas blancas. Sus
ojos se cerraron mientras él abría una de las puertas y entraba. Sintió que
la acostó en una cama deshecha, las sábanas retorcidas como las olas
ásperas debajo de ella. Y entonces él se había ido.
Él va a buscar ayuda…
Ella se durmió.
113
Página
10 Traducido por DaniO
Corregido por Vericity
***
Hasta que su cabeza cayó hacia atrás como la de una muñeca rota, él
había pensado que ella estaba vencida. Desmayada, como se encontraba él
en su interior.
Su cabello colgaba en ardientes rizos rojos, sedoso al tacto. Sus
pálidos párpados estaban cerrados, su piel fresca. Sus brazos colgaban
flojos, golpeando el suelo mientras él la bajaba, mientras la recostaba sobre
su espalda, su propio corazón corriendo con pánico. Presionó su oído al
pecho de ella, palpó su muñeca, buscando su pulso. En algún lugar, en la
luz, la fiesta se hallaba en pleno apogeo. Sus amigos se reían, teniendo un
118
buen rato. Jewel bromeó con las últimas notas de una canción, y luego la
guitarra de Freddie se apagó y el estéreo empezó a sonar de nuevo.
Él presionó sus labios contra su cuello, buscando la vital, vibrante
sensación que había tenido mientras la besaba. La sensación de estar
Página
verdaderamente vivo.
Pero ella no tenía más vida para ser tomada. Así que no sintió nada.
—No vendrá a la casa de Rafe —dijo Jewel—. No hasta que tenga que
hacerlo.
—Oh —suspiró Mira—. Porque necesito hablar con ella. Supongo
que será… después. —Estaba a punto de sentarse en el destrozado sofá
cuando Freddie se puso de pie.
—Como sabes… siempre estoy a tu servicio —dijo—. Podría llevarte.
—Oh no, no quiero interrumpir tu práctica de la banda…
Jewel sacudió su mano al casi vacío vestíbulo. —¿Cuál práctica?
Rafe dormirá hasta las tres, luego pasará una hora aseándose. Los toques
de Blue no mejorarán… sabemos eso ahora. Entonces… vete. Ten algo de
diversión. —Sus ojos brillaron sugestivamente.
Freddie se ruborizó. Sus hombros normalmente orgullosos se
encontraban encorvados con vergüenza, y Mira se dio cuenta de lo que
Jewel se había referido con tener diversión. Ella bromeaba, pero…
Mira no había estado a solas con Freddie desde el extraño momento
que habían compartido en la playa, cuando lo había tocado y sus manos
se habían quemado.
No había estado a solas con él desde que él se había enterado que
ciertamente compartían un destino. Eso le daba un nuevo significado a la
palabra incómodo.
Pero ella quería hablar con Layla…
—¿En verdad no te importa? —preguntó.
—Ya escuchaste al chico —dijo Jewel—. Su carruaje espera.
123
Página
11 Traducido por macasolci
Corregido por Juli_Arg
—¿Sabes qué? —dijo Mira—. Tal vez tienes razón. Tal vez no me
gustas. —Se movió para enfrentar la ventana e hizo su mejor esfuerzo por
ignorarlo. Pero era imposible desactivar sus suspiros de frustración o los
golpes de su mano contra el volante.
Página
No quería saber todos los secretos que ellos sabían, y eso la hacía parecer
estúpida, ingenua. Y se había cansado de eso.
Extrañaba a Elsa y Bliss. Extrañaba sentirse a salvo—y por un
momento, consideró llamar a sus abuelas, confesándoles lo que había
Página
hecho. Eran hadas; conocían mejor que ella este mundo. Tal vez podrían
ayudarla...
No. Mira sacudió la cabeza. No le darían respuestas. Decidirían por
ella —como todos lo hacían— y decidirían que estaba mejor sin saber. La
excluirían. No podía dejar que eso pasara.
Layla abrió la puerta y Mira salió de su fantasía.
—Aah. Mira ¡Pensé que alguien se encontraba en problemas aquí
afuera!
Mira se estremeció cuando Layla le tomó un dedo y lo sacó del
timbre. Había perdido la noción de lo que hacía—y apenas se había dado
cuenta del interminable sonido.
—Lo siento —dijo Mira—. Me... distraje.
—Está bien. ¿Qué pasa? ¿Qué puedo hacer por...? —Layla miró a su
alrededor—. ¿Freddie no va a entrar?
—Um... tuvimos una discusión —dijo Mira—. Nada de qué
preocuparse. Escucha, ¿puedo hablar contigo? Es importante.
—Por supuesto —dijo Layla, parándose a un costado—. Pasa.
***
—¿Raro, cómo?
Layla suspiró.
8
La Nueva Era o New Age es un movimiento espiritual que nace de la creencia astrológica
de que el Sol pasa un período (Age) por cada uno de los signos zodiacales.
9
Tosca: es una ópera de tres actos con música de Giacomo Puccini.
—Puede que necesite una verdadera bebida si voy a explicar eso.
Bromeo —agregó, a pesar de que parecía como si tal vez no lo hiciera—. Mi
papá es un jugador. ¿Habrás notado los casinos por todo Beau Rivage? Sí,
así que ese es el problema. No es muy bueno en eso. Y no sabe cuándo
parar. Así que en las raras ocasiones en que la gente me visita,
generalmente trata de venderles algo de nuestra casa para ayudar a pagar
sus deudas. Sabe que la mayoría de mis amigos son ricos. Lo que supongo
que para él significa que son presa fácil y a mí no me debería importar.
—¿Tu mamá no puede hacer que se detenga? —preguntó Mira,
observando las fotos familiares, todas mostraban una mujer muy joven
con una beba Layla y su padre, si se la mostraba en absoluto.
—Está muerta. Como la mayoría de las madres por aquí. —Layla
suspiró otra vez—. Como sea. Estoy segura de que no viniste a escuchar
sobre mi papá. ¿Qué pasa?
Mira dudó. Después de esto, sabría algo acerca de los hermanos
Valentine que ninguno de los dos había querido explicar. Tenía un poco de
miedo de descubrirlo, porque estaba bastante segura de que Romantic no
significaba comprar flores y llevar bombones. Aunque Félix tenía esa parte
cubierta, si lo era.
—Blue me dijo que debería preguntarte por los Romantics —dijo ella.
Layla dejó su taza sobre la mesa con un incómodo ruido.
—¿En serio? Yo... No me esperaba eso. Generalmente él es bastante
privado. Está bien. —Layla se levantó para buscar un libro, pasando su
dedo por los tomos.
—¿Puedes decirme? —dijo Mira—. ¿No es parte de la maldición que
no puedas hacerlo?
—Puedo decirte lo que es un Romantic —dijo Layla, mirando un
pesado libro de tapa de cuero similar al que les había mostrado en la
tienda de libros, pero más moderno—. No puedo hablar sobre la maldición
de Blue, específicamente. Cualquier secreto que esté destinado a
mantenerse secreto, no puedo expresarlo. La magia en nuestra sangre
actúa como una correa, o un bozal en este caso. Nos impide romper los
128
tabúes.
Mira asintió, decepcionada.
—Bien. Bueno, entonces, supongo que... dime lo que sea que puedas
Página
Romantics
Encantadores naturales que se alimentan del amor, extrayéndolo del
cuerpo del amante a través de los besos y caricias que agotan la fuerza de
la vida del amante, a menudo hasta que no quede nada más. Cuanto más
fuerte es el amor, más fácil será la vida de robar.
—¡Para nada, para nada! Échale un vistazo a esto. —El Sr. Phan
sacó un póster de una película vieja con los bordes irregulares y se lo
mostró a Freddie—. ¿Cuánto crees que te costaría, normalmente, si lo
consiguieras por un comerciante de antigüedades y no por un amigo?
Página
Dame un estimativo.
—Um... —vaciló Freddie.
Mira oyó la puerta de entrada abrirse con fuerza otra vez, seguido
por los zapatos de Layla apresurándose por el camino de entrada. Cuando
alcanzó a Mira, en lugar de seguir hacia su padre, la tomó del brazo y
apoyó la cabeza en el hombro de Mira, como si quisiera esconderse allí.
—Oh, querido Dios —murmuró—. Estás a punto de ver al hombre de
negocios en acción.
—¿Qué te parece, cien, doscientos dólares? Cualquiera de esos sería
un buen acuerdo. Una ganga, incluso. —El Sr. Phan se inclinó, con
relajada confianza en sus movimientos—. Pero te lo daré por ochenta
dólares. ¡Eso es prácticamente gratis!
—Um, verá, yo no… no tengo exactamente esa cantidad de efectivo
conmigo —soltó Freddie, lanzándole dardos a Layla con una mirada
"sálvame"—. Así que aunque sea una oferta generosa...
—¿Sabes qué? —El Sr. Phan palmeó a Freddie en el hombro. Su
cara se rompió en una encantadora sonrisa—. Confío en ti. Eres bueno
para esto, si alguien lo es. Puedes pagarme el resto después. ¿Cuánto
tienes ahora mismo? ¿Cincuenta? ¡No me digas que Philip Knight deja que
sus chicos vayan por ahí sin dinero! ¡Eso sería una desgracia!
—No, tengo dinero... Quiero decir... —tartamudeó Freddie. Ya sacaba
su billetera, a pesar de que todavía parecía como si quisiera que alguien lo
salvara.
—¿No vas a intervenir? —susurró Mira.
—Lo haría —susurró en respuesta Layla—, pero de veras
necesitamos el dinero. Así que sólo voy a dejar mi dignidad en el camino de
entrada, y luego iré a esconderme debajo de la cama y trataré de fingir que
esto jamás sucedió.
Freddie contaba billetes de su billetera ahora—terminó dándole al
padre de Layla cincuenta dólares a cambio por el viejo póster.
—Aquí tienes —dijo el Sr. Phan—. Disfrútalo. No puedo creer que te
di tal ganga. Tengo una debilidad por ti, supongo. Me recuerdas un poco a
mí mismo.
—Oh, eh, gracias —dijo Freddie, llevándose la billetera de vuelta al
bolsillo. Arrojó el póster de la película dentro del auto sin mirarlo, como si
131
no quisiera recordarse que había tirado cincuenta dólares por él, y todavía
le debía otros treinta—. Me alegro de verlo, señor.
Los ojos del Sr. Phan encontraron a Layla. Él rió.
Página
***
enamorada de Félix...
—Es porque no hubieras estado tan débil si no estuvieras
enamorada de él. Los Romantics sólo pueden... —Blue mantuvo sus ojos
en el camino de piedra, pasando un dedo a través de las ranuras—. Sólo
Página
podemos tomar el amor que se nos es dado libremente. Está hecho para
nosotros. Es por eso que...
—Es por eso que te aseguras que nadie se acerque a ti. —Se dio
cuenta ella. Por qué puedes ser tan frío, grosero, confuso...—. Le temes a
eso.
—A veces, no lo sabes —dijo—. Puedes subestimar la profundidad de
los sentimientos de alguien. O quedar cautivado por lo bien que se siente
estar cerca de esa persona. Cuando pasa por primera vez... no estás
seguro de cuánto de ese sentimiento es natural, ya sabes, la felicidad. Y
cuánto es la euforia que te da robar amor. Todo lo que sabes es que jamás
quieres que termine... Y cuando te pierdes en eso, puedes tomar
demasiado, muy rápido. Y eso es peligroso. Así que trato de evitarlo. Para
no llegar nunca a ese sentimiento, en primer lugar.
Empujaba una piedrita a través de los surcos entre las piedras.
Enfocado en eso en lugar de ella. Como si tal vez fuera más fácil ser
honesto cuando podías fingir que la otra persona no estaba allí.
—Maté a una chica —dijo él—. En mi fiesta de cumpleaños número
dieciséis.
La respiración de Mira se detuvo. Esperó, su pecho poniéndose más
tenso—pero no se movió. No se atrevió a hacerlo.
—Me había enamorado de ella. Como, el tipo de amor que sientes
cuando te enamoras por primera vez. La observé por años, pero... yo sabía
lo que era, siempre lo supe. Así que jamás intenté conquistarla. Y luego
sólo... pasó. Yo le gustaba, de todas formas. Más que gustarle. Y me puse
estúpido, me rendí a ello, pero yo… yo no esperé que pasara tan rápido.
Para que ella… para que terminara... tan rápido —dijo en voz baja—. No
intenté lo suficiente. No actué como lo hice cuando te conocí por primera
vez. Pensé que si no le preguntaba si quería salir, si estaba ocupado
cuando ella quería hacer algo... sería suficiente. Pero fue difícil no
mostrarle cómo me sentía. Es simplemente, es natural para nosotros—
para los Romantics. Nos enamoramos, y queremos tanto hacerte feliz,
darte lo que más quieres, necesitas, deseas... Es como este altruismo que
es un egoísmo supremo. Porque hacemos todo esto para poder tenerte.
Necesitamos ese... amor. Pero una vez que lo tenemos, significa que
tenemos que perderlo. Y no nos gusta dejarlo ir.
El corazón de ella sufría por él. No quería que fuera verdad. No
quería creer que él estaba condenado—junto con cualquier persona que lo
amara. Blue no se merecía eso. Nadie lo hacía.
135
***
Freddie le dio un baño y ropa fresca, quejándose sólo una vez en su voz
exagerada que si la niña había traído piojos a la casa, ella (la sensible Sra.
Knight) estaría "frita, simplemente frita".
10
La Pequeña Cerillera o la Niña de los Fósforos es el personaje de un cuento de hadas
con el mismo nombre escrito por Hans Christian Andersen.
Los Knight mantuvieron a la Niña Cerillera como inquilina por unas
pocas semanas (el heroico legado de la familia hacía que fuera difícil para
ellos decir que no) y Blue y Freddie la trataron de la única manera que
sabían hacerlo: haciendo una peste de sí mismos. La sacaron de su
caparazón con juegos de mesa, luchas con espadas, malos conciertos de
rock improvisados, hasta que ella estuvo más sana, y sonriendo, y ya no
más atraída a la autodestrucción como una polilla con una lámpara.
El día que le dijeron adiós fue un momento de triunfo para los tres.
Habían luchado por ella, y la habían salvado—una niña que había sido
condenada por su maldición; y en los años que siguieron, Blue se había
aferrado a ese recuerdo como prueba de que el destino podía ser superado.
Él había pensado que tenía una oportunidad, también. Que si estaba
atento y decidido, podía luchar contra su propio destino. Había creído eso
con el corazón puro de un idealista, un niño que jamás había sido probado.
Ahora lo sabía mejor.
No era un héroe; no estaba ni cerca de serlo. Era cada trozo tan
peligroso como su maldición quería que lo fuera.
No podía esperar ser bueno. Todo lo que podía esperar era la fuerza
de resistir la tentación—hasta que su vida se apagara como una última
cerilla.
138
Página
12 Traducido por macasolci & Mel Demczuk
Corregido por Zafiro
miedo, se sentía mal por él. Sabía lo que era perder a alguien.
Pisando cuidadosamente sobre los trozos de madera y las conchas
de mar rotas, caminó hacia donde Freddie se encontraba de cuclillas junto
a sus dos hermanos mayores al borde del mar.
Página
Los hermanos Knight eran muy parecidos, excepto por sus colores y
sus expresiones. Los tres tenían los pantalones arremangados hasta las
rodillas. Un hermano, cuyo rostro era aún más inocente que el de Freddie,
se metió en el agua, tarareando un poco en voz baja mientras lo hacía.
Mira se sentó en un pedazo de madera que usaban como banco, y
Freddie los presentó. Su hermano mayor, que tenía cabello castaño oscuro
y un aire petulante, era Wills; el chico que ya se hallaba sumergido hasta
la cintura en el océano, casi forcejeando con las olas, era Caspian. Su
cabello era tan negro como el agua en la noche.
—¿Qué está haciendo? —preguntó ella, refiriéndose a Caspian.
—Oh. —Freddie suspiró—. Tentando al destino. No puede nadar
muy bien.
Wills sonrió. Estaba en cuclillas en la arena, mirando las olas. —
Estuvo en un accidente de barco hace un tiempo. Cayó por la borda
durante un crucero a la luz de la luna la noche de la graduación, se golpeó
la cabeza, y se hundió. Despertó en la orilla, con una hermosa chica
cantándole, y...
—Déjame adivinar, ¿Sirena? —dijo Mira.
Wills asintió. —Eso es lo que él cree. Quiere verla otra vez, pero no
está seguro de cómo encontrarla. Así que... —Hizo un gesto hacia Caspian,
que chapoteaba con el agua hasta su pecho, ahora.
—No puedes confiar en las sirenas —refunfuñó Freddie—. Te
ahogarán tan pronto como te salven. Todo depende de su humor. A la
mayoría no les gustan los humanos.
—¿Desde cuándo eres nada menos que el portavoz de un romance
condenado? —preguntó Wills con una ceja levantada. Miró a Mira—. ¿Algo
se está poniendo mal entre ustedes?
Freddie inclinó la cabeza, concentrándose en arrastrar un palo sobre
la arena.
—No. Sólo... ya sabes. Sirenas.
—Uh-huh —dijo Wills. La esquina de su boca se levantó. Mira se
sintió incómoda, y extrañamente expuesta. Era raro como todos parecían
saber lo que pasaba. Todos aquí fueron tan bien educados en maldiciones,
sin mencionar el drama que venía con ellas.
140
***
11 En español en el original.
—Um, o podemos tratar de mantenernos a flote verticalmente —dijo
ella. Le demostró, pedaleando las piernas y moviendo un poco los brazos.
Los amplios ojos grises de Caspian parpadearon nerviosamente cuando
sus miembros vacilaron bajo el agua. Era lindo, como Freddie, pero se
desviaba más hacia lo adorable. No era difícil imaginarlo caer de un barco.
En un esmoquin de graduación, nada menos.
—Tu pelo fluye como el de una sirena —dijo Caspian.
Mira echó un vistazo hacia un lado, examinando las ondas rubias
oscuras flotando en el agua. —Supongo que sí.
—Sólo que es más ligero —dijo Caspian—. Las sirenas tienen el pelo
oscuro. Bueno. La sirena que vi lo tenía así. Si realmente era una sirena.
Supongo que sólo podría ser una chica pasando el rato en el océano,
esperando por los naufragios.
—Creo que es mucho menos probable —dijo Mira.
Caspian sonrió, iluminando todo su rostro. Sus brazos se movían
con más facilidad ahora a través del agua. —Por eso creo que tiene que ser
verdad. Que una sirena me salvó. Su voz era tan hermosa...
La expresión de su rostro era claramente de amor. Se había
transformado de triste a enamorado en un instante.
Era extraño, ver a todos estos románticos en sus diferentes
encarnaciones. Habían románticos usuales, como Freddie y Caspian:
chicos que se perdían en ensoñaciones, como ella lo hizo. Luego estaban
los Romantics maldecidos, que se enamoraban fácilmente, quienes
amaban y robaban el amor. Amor era lo que necesitaban para sobrevivir.
La puerta trasera de los Knights se deslizó y un desfile de personas
fluyó hacia fuera. Viv en su diminuto bikini blanco, Blue y Freddie y Wills
en traje de baño. Los chicos saltaron. Viv colocó una balsa en la superficie
de la piscina y se desperezó en ella, siseando un poco cuando el agua se
deslizó por los lados.
—Ni siquiera está fría —dijo Wills. Él golpeó el agua junto a Viv, por
lo que una pequeña ola salpicó sobre su abdomen blanco hielo—. A menos
145
luego hacerla querer estar cerca de él? ¿Cómo podía tocarla y hacer que no
quiera alejarse? La definición de Romantic estalló en su mente.
Él y Félix se suponían que eran encantadores por naturaleza. Se
preguntó si por encantador quería decir mentiroso.
Página
me dijo las cosas que me dijiste. Eso es lo único que me preocupa. ¿Por
qué no me dice que es peligroso? ¿Qué podría hacerme daño sin querer?
—Porque no quiere que lo sepas. Vamos, Mira, no dejes que el amor
te haga estúpida.
Página
—Le dijiste a esa chica que tú... que tú, no, ¿verdad?
Blue la miró fijamente por un largo tiempo. —¿Crees que hubiera
pasado si ella hubiera sabido?
—Así que debería preguntarle al respecto. Hacerle saber lo que sé.
Blue se encogió de brazos. —Si así lo deseas. Sólo mantente fuera de
su habitación.
Ella se quedó sin aliento. —¿Su dormitorio? O ¿La suite 3013?
Los ojos de Blue parpadearon con algo extraño. —Ambas.
—Te haré saber —dijo ella, respirando entrecortado—, que las chicas
se besan en otras habitaciones además del dormitorio. Me besó en la
tienda de flores. Después de horas. La noche en que...
—La noche en que casi te mata.
—La noche que me desmayé —corrigió.
—Si así es como quieres llamarlo —dijo Blue—. Pero creo que parte
de ti sabe la verdad. Y es por eso que estás aquí conmigo, en lugar de
regresar al Dream con Félix.
—Estoy aquí porque estoy tratando de ser amable. Estoy tratando de
ser tu amiga.
Tal vez eso fue demasiado para él, en este momento, cuando sus
piernas desnudas estaban tocándola, jugando a ser casual. Quizás amiga
estaba demasiado cerca de Me gustas, y estaba más cerca de la confianza,
la atracción, el afecto de lo que era cómodo para Blue. Porque hubo un
cambio en él, su expresión se volvió arrogante, tonta.
Estaba a punto de romper el hechizo. Ella se preparó para volver a la
forma en que había sido antes. Bromeando. Discutiendo. El cambio fue
casi como un insulto. Porque él sabía que ella confiaba en él, y él a cambio
no confiaría en ella.
—¿Eso es lo que es esto? —dijo—. ¿Cómo qué amigo califico?
¿Podemos ser amigos con beneficios?
Mira tuvo el impulso de mantenerle la cabeza bajo el agua hasta que
se liberara y farfullara en la superficie, tosiendo y prometiendo no ser un
idiota nunca más. Estaba segura de que su irritación se mostró en su
rostro, y muy segura de que él se alegró de ello. —Sabes, es difícil que
alguien te dé un rodillazo en las bolas bajo el agua —le advirtió—. Pero no
148
es imposible.
Los ojos de Blue brillaron. Estaba de nuevo en su elemento:
jugando, abrasivo y seguro.
—Oye, siempre y cuando te rechace, no puedo hacerte daño, no hay
Página
amor para robar. Así que una cosa de amigos con beneficios podría
funcionar para nosotros.
Ella sabía que él bromeaba. Lo sabía, pero no era gracioso.
—No —dijo, amenazándolo con un gesto de patada patéticamente
lento.
—Tienes razón. Probablemente estarías decepcionada. No he tenido
mucha práctica, por razones obvias. ¿Cómo es Félix? ¿Increíble?
—Félix... ha tenido mucha práctica —dijo débilmente, no le gustaba
la dirección que esto tomaba—. Eso es lo que estás tratando de decir.
Blue se encogió de hombros. —No es como si hubiera leído su diario.
Sólo es algo en que pensar.
—Tal vez no quiero pensar en eso.
—Bueno, quizás deberías.
Cerró sus ojos, dejando que el balanceo sutil del agua la lleve. —
Cállate, Blue.
El agua se hallaba casi caliente como su cuerpo. Si no fuera por la
pierna de Blue tocándola, sería como flotar en una cámara de privación
sensorial. En cambio, fue casi hipersensorial. Cada vez que la tocaba,
desplegaba algo nuevo en su interior. —Cállate, o me voy.
—Bien —dijo en voz baja—. Pero sólo porque no quiero que te vayas.
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Página
13 Traducido por Vane-1095
Corregido por βelle ❤
través de su cabeza. Apenas sabía qué decir. —¿Qué tienes en mente, Viv?
—No muerta, exactamente. En un coma encantado. ¿No te
preocupas de eso, también? —Viv Suspiró—. No, supongo que no. ¿Quién
le tiene miedo a Freddie?
—Me preocupa eso —admitió Mira—. No quiero no estar en control.
No quiero estar a merced de alguien más. —Fue y se sentó en el extremo
de la cama de Freddie, junto a los pies de Viv, que apuntaban
delicadamente como los de una bailarina.
—Lo mismo digo —dijo Viv—. Pero toda mi futura vida será así.
Tendría que mantener un equilibrio perfecto para evitarlo. Suficiente para
hacer a Henley el cazador, salvarme… pero también no lo bastante, porque
demasiado linda es lo que me diferencia de mi madrastra. Y ella quiere que
me vaya, ha querido que me vaya hace años.
Viv retrocedió inquieta. —No sé lo que está esperando. Esperando
para hacerlo odiarme, supongo. Haciéndolo leal a ella así él apuñalará mi
corazón cuando se lo pida… Y entonces, si Henley no me mata, esa es la
importancia de ser lo suficientemente bonita para atraer a algún playboy
necrófilo. Algún día mi príncipe vendrá y se enamorará de mi cuerpo sin
vida. Hay un poco de felices para siempre para ti.
La imagen de Gwen arrastrándose a través de la calle Fair surgió en
la mente de Mira. Se imaginó el momento cuando el príncipe debió haberla
encontrado—muerta para el mundo, adormecida. Él estaba tan enamorado
de su pequeño rostro perfecto que se sintió obligado a llevar su ataúd con
él para mirarla por siempre. Como si fuera un recuerdo, no una persona.
Hasta que ella despertó, y arruinó su fantasía.
—Blue y Layla me contaron acerca de Gwen —dijo Mira, sin saber
cómo ofrecer consuelo cuando todo lo que había escuchado acerca del
cuento de Viv era retorcido y oscuro—. La otra Blanca Nieves Somnolienta.
Pero no creo que siempre tenga que ser así. Tu príncipe podría… tener
compasión de ti, tal vez. Sentirse mal de que tu vida se truncara. Y no
querer dejar tu ataúd en el bosque, o donde lo haya encontrado. No sería
necesariamente una mala persona.
—No —dijo Viv, sacudiendo la cabeza, mechones húmedos
retorciéndose contra el colchón—. La única persona que me compadece es
Henley… y esa es la única razón de que no me mate. Si decide no hacerlo
de cualquier manera.
151
—No creo que sea compadecerte, Viv —dijo Mira, pero Viv no
escuchaba.
—Regina tuvo un ataúd de cristal cuando tenía trece años —dijo
Viv—. Lo puso en la terraza acristalada y lo tiene como su bebé; lo pule
Página
cada día. Luce como una vitrina, y eso es lo que es. Una vitrina de mi
cadáver, para que pueda usar mi llamada belleza a su ventaja, resaltar mi
palidez de muerto viviente a potenciales pretendientes, como: aquí,
tómenla, por favor. Quiere deshacerse de mí… me quiere en la casa de
alguien más, como el problema de alguien más.
Viv sonaba molesta, no indiferente como probablemente quería.
Mira puso la mano en su tobillo, para recordarle que se encontraba
allí. Esta Viv no estaba sola en este momento. No estaba muerta, o en
peligro. Mira sabía que a veces era necesario recordárselo a ella misma.
—¿No podrías decirle a tu papá que te molesta? ¿Tener el ataúd en
tu casa?
—Lo he intentado, pero él no quiere oírlo. Está mimado porque su
maldición es latente, por lo que nunca tuvo que pasar por todo esto
cuando era más joven. Su único papel por desempeñar es el del inepto,
inútil padre, para el cuál es perfecto. Cuando me quejo, dice que tenemos
que aprender a llevarnos bien; tiene otros problemas, no va a arreglar los
nuestros. Y luego, Regina me dice que tengo suerte de que mi padre esté
tan desinteresado en mi vida. Podría tener la maldición de Piel de Asno, ¿y
no sería eso incómodo?
—¿Piel de Asno? —Mira no conocía ese cuento—. ¿Es ese en que la
princesa se convierte en Asno?
Viv se rió. —Oh, Mira. Eso es lindo. No, convertirse en un asno sería
divertido en comparación con esa maldad. —Se sentó, directamente en un
pedazo de la luz de la luna. Su piel brillaba como la de un fantasma—. En
el cuento de Piel de Asno, la madre de la princesa muere joven, como la
mayoría de nuestras mamás.
La mano de Mira tembló contra el tobillo de Viv, y la llevó de vuelta a
su regazo antes de que Viv lo notara.
—Pero no antes de decirle al rey que no podía casarse con alguien
cuya belleza superara a la suya. Pasaron los años, y por supuesto, la
belleza de nadie se comparaba con la de la reina muerta… hasta que un
día, el viejo verde se dio cuenta de que su hija era la cosa más caliente con
dos piernas.
Viv alzó las cejas, desafiándola a hacer una conexión.
Un sabor amargo se deslizó en la garganta de Mira. No había
conocido a su padre, pero en su mente, los padres eran los héroes,
152
con azúcar.
Llevaba un sombrero de ala ancha con plumas y botas cavalier hasta
las rodillas, como una mosquetera stripper. Su pequeña marca de
manzana —no rojo sangre pero sí flor de cerezo rosa— se mostraba por
Página
que fuera el papel de Henley como Cazador hacerle daño a alguien que le
importaba, alguien que también parecía hacerle daño sobre una base
regular. ¿Qué tentador sería cuando Regina diera la orden? ¿Podría el
amor realmente conducirte al asesinato?
—Su relación es tan desordenada —murmuró ella.
—¿La de Blue y Mira? Creo que sólo necesitan descifrarlo.
Ella lanzó su traje de tronco fedora a él. —Lo digo en serio. Estoy
hablando de Viv y Henley. Me asusta que estén de una forma involucrados
y, sin embargo, un día, la madrastra de Viv le ordene a Henley matar a
Viv.
—Y que lo digas. —Blue cambió a una exagerada voz regañona—.
Por cierto, chico del jardín, cuando hayas terminado de cortar setos,
¿podrías cortar el corazón de mi hija y traérmelo para que pueda
comérmelo? Eso es mucho pedir para alguien que te está pagando el
salario mínimo.
—Es incluso peor ya que saben que están malditos y lo esperan. —
Mira abrazó sus rodillas contra su pecho—. No sé cómo pueden vivir así.
—Sólo lo hacemos —dijo Blue—. Tenemos que hacerlo.
Mira cerró los ojos, los brazos alrededor de sus rodillas, como si
pudieran aislarla del mundo, pero las imágenes oscuras llenaron su
mente. Solía imaginar a sus padres y los finales felices que nunca
tendrían. Ahora preveía tormentos que eran muy reales.
Se imaginó a una de las hermanastras de Cenicienta plantar el pie
en una tabla de cortar y morder con fuerza el cuchillo mientras cortaba a
través del hueso de su dedo gordo del pie.
Se imaginó una princesa tirando la piel de un burro sobre sus
hombros por seguridad, su rostro sin huesos caído más allá de su frente
como un velo espantoso.
Y se imaginó a su yo futuro, de espaldas en la cama, miembros tan
pesados como si hubiera sido encadenada. Los ratones corriendo por su
cuerpo, dejando huellas en su vestido. Arañas girando todo un ajuar digno
de seda y poniéndolo frente a ella, así parecía que llevaba un vestido de
encaje de la mejor, adornado con pétalos de rosas y mariposas prisioneras.
Escarabajos situados entre sus dedos como anillos de piedras
preciosas adorables desde la distancia, horribles de cerca.
Nadie vendría por ella, nadie la despertaría. Sería repulsiva, no
159
—No. Pero es una deuda que tengo que pagar. Por lo que tomé de
ella. —La boca de Blue era una línea clara e implacable. Su mirada se
volvió hacia adentro, hacia el pasado, y sus ojos eran tan vidrioso como los
de los ciervos en la pared—. No tengo nada que perder, tampoco.
Página
infeliz. Sabes, no suelo conocer a las chicas que le gustan. No es así. Miró
la otra forma la mayor parte del tiempo. Pero te conocí primero. Supe de ti
primero. Quería ser tu primero —dijo él.
—Tienes... una forma divertida de demostrarlo —dijo, la torpeza
haciéndole difícil hablar.
—Lo sé. Lo sé, y yo sigo siendo... —Se frotó la mano por la cara—. No
sé por qué te estoy contando esto. Porque no quiero que gustarte, lo
odiaría si lo hicieras. Y sin embargo, lo odio si no lo haces.
Se quedó en silencio. Ella no estaba tan segura de si tenía razón en
eso—que a ella no le gustaba. Cuanto más abierto, su armadura se
despegaba para revelar quién era en realidad, más se sentía conectada a
él.
Ella nunca se sintió nerviosa alrededor de Blue. Podía sostenerse a
sí misma con él, reírse de él, y, si era necesario, darle una bofetada. Había
algo tranquilizador en eso.
Y se dio cuenta... él le decía la verdad. Aún cuando podía hacerla
verlo de manera diferente o temerle. Él tomó ese riesgo. Y eso lo hizo
valiente.
Lamentó no saber cómo decirle eso. Pero tenía miedo de lo que eso
significaría. Temerosa de que eso le asustara a él como a ella.
—Está bien —dijo Blue en silencio, resignado. Puso sus brazos
alrededor de ella, y apoyó la cabeza en su hombro, como alguien que
necesitaba un abrazo, no alguien que daba uno. Ella frotó ligeramente su
espalda desnuda, sus dedos atendiendo la suave marca de corazón en la
base de su espina dorsal. Era más que el signo de su maldición. Llevaba
su corazón roto en su piel.
Mira no sabía qué hacer.
162
Página
14
***
tenía que hablar sobre esto?—. Anoche me llevo al lugar dónde… al lugar
dónde me había vuelto huérfana. El salón de baile dónde se llevó a cabo mi
bautismo. Creí que se había quemado, pero Félix descubrió que nunca
hubo un incendio allí. Cree que mis padres siguen vivos, que me enviaron
Página
ignorar tu consejo sobre lo que debería sentir. Perfecto, gracias. —Se volvió
a hundir y colocó el cuaderno sobre sus rodillas—. ¿Qué rima con “da
malos consejos y es una hipócrita”?
Página
Ella golpeó su rótula con un palito chino que él había dejado sobre
la mesa.
—¡No escribas una canción sobre mí! Especialmente, si es estúpida.
—¿Ahora mis canciones son estúpidas? Eres tan malvada. ¿Saben
tus padres que eres así de malvada? No me sorprende que tengas miedo de
conocerlos.
—Voy a lastimarte —le advirtió, desenredando su larga y arrugada
falda de sus piernas, arrodillándose sobre el sofá, así él sabría que tenía
todas las intenciones de estrangularlo.
—Por favor, hazlo.
Se preparó para golpearlo con el palito chino, pero lo pensó de
nuevo, y decidió pegarlo en su cabello. Se quedó allí, balanceándose entre
dos picos, y él le lanzó una mirada con exagerada repulsión.
—Tú no acabas de pegar un palito chino en mi cabello.
—Creo… hmm. —Mira descansó su mentón en su puño fingiendo
que lo pensaba—. No, estoy segura de que sí lo hice.
—Pegar palitos chinos en mi cabello está prohibido. Verboten
—Pero luces bien —dijo ella, teniendo problemas para mantenerse
seria.
Chilló cuando la tomó y lanzó en el sofá, risitas agudas explotando
desde su garganta. No podía parar de reír, apenas podía respirar. Lágrimas
llenaron sus ojos mientras la atacaba con cosquillas, y hacía amenazas
ridículas, hasta que finalmente, ella no pudo soportarlo y se rindió, pero
en vez de un tratado de paz, él dibujó una marca en su antebrazo: una
nota musical con una especie de ameba rodeándola, la cual estaba segura
debería haber sido un círculo, pero ella no paraba de moverse.
—Esta no es una marca märchen —le informó Blue—. Esta es una
estúpida marca idiota. Significa que estás de acuerdo en que eres estúpida
y que perteneces a mis estúpidas canciones.
—Si es una estúpida marca, ¿no deberías tener una, también? —
preguntó, inocentemente—. ¿O por eso es que tienes ese rayo atravesando
tu ceja? ¿Es esa una estúpida marca permanente?
Blue suspiró.
—Sabes, creí que me dejarías perdonarte, pero aparentemente, no
estarás satisfecha hasta que te haya destruido.
La guerra fue retomada.
176
Blue la tenía fija en el suelo, cernido sobre ella, con sus manos en
sus muñecas.
—Admite que has perdido —dijo jadeando—. Admite que llevarás la
estúpida marca con orgullo.
—No —dijo—. Acepté esa marca bajo coacción. Me rehúso.
—Entonces, pagarás el precio… —Su última palabra siseó en una
sonrisa, y su expresión se volvió suave, confusa. Sus labios se separaron
para algo más que hablar, y ella sintió la atracción entre ellos en el aire, se
sintió deseándolo cerca, como si hubiese algo en su mirada que le dijo está
bien, que dijo bésame, antes de que fuera capaz de notar que lo había
hecho. Simplemente, se sintió bien.
Pero, estaba mal. Y ambos lo sabían. Blue se alejó abruptamente, se
puso de pie, y murmuró—: Lo siento, Mira. No sé qué me pasó…
—Sí, yo tampoco sé… —dijo, pestañeando rápidamente alejando la
mirada de bésame.
—Es bueno que todavía me odies —dijo con una débil risa—. Lo
haces, ¿cierto?
Hubo una pausa mientras esperaba por su respuesta.
—Definitivamente. Todavía. Sí. Ese odio. Todavía late fuerte.
—Bien, genial —dijo él.
Entonces, se miraron el uno al otro. Mira rompió el contacto
primero.
—Bueno, se suponía que sólo iba a detenerme por un segundo —dijo
Mira—. Así que probablemente deba…
—Sí, yo debería volver a… —Blue sostuvo su cuaderno en alto—.
¿Vienes al show mañana en la noche?
—Claro, si ustedes me quieren allí. Y se supone que tengo que
hablar con Delilah.
—Es cierto.
Se sonrieron, y asintieron el uno al otro, como dos muñecos
cabezones, hasta el punto que era embarazoso. Pero ella suponía que era
incómodo para ambos, al menos.
Blue la dejó salir, y cuando entró en el ascensor, respiró hondo,
tratando de aflojar forzosamente la opresión en su pecho. Se sentía como
177
una camisa de un violeta tan oscuro como una ciruela. Largos segundos
pasaron antes de que él hablara, y cuando lo hizo, su tono fue tan
agradable como una cuchilla.
Página
crueldad antes. Parecería… una buena persona. Pero eso no era todo lo
que él era, o podía ser.
Mira todavía vestía el camisón de raso rojo. Se había envuelto con el
cubrecama de la cama de la suite, cubriendo su cuerpo como un manto.
Página
eso, pero él hizo todo lo que pudo para detener ese peligro.
O al menos, eso era lo que había pensado. Hasta esta noche, cuando
él había sentenciado al contador de cartas con unas cuantas palabras
duras.
Página
era más que un sueño hecho realidad sin importar lo que sucediera a
continuación.
—¿De verdad los encontraste? —preguntó—. No me lo hubiera
imaginado.
Página
Félix rió.
—Llama al número. Puedes hablar con ellos ahora mismo.
Mira asintió, la posibilidad se hallaba en su mano en forma de un
pedazo de papel. Quería sostenerlo un poco más, prepararse. Esto era
importante, y quería que su primera conversación fuera correcta.
—Lo haré —dijo—. No estoy lista todavía.
—Si quieres que esté allí cuando lo hagas, sólo dímelo —dijo él,
apretando su mano.
Había un loco y oscilante sentimiento en su sangre, como si su
corazón estuviera a punto de estallar.
—¿Crees que quieran verme? ¿Crees que les agradaré?
Félix acarició su cabello con su mano, y la detuvo en su nuca.
—Te adorarán. No te preocupes. Estará bien. —Su rostro había
perdido su impaciencia, relajándose hacia algo más suave—. Te dejaré
dormir. Tal vez mañana me dirás qué anda mal.
Cuestionar quién era sonaba tonto ahora que le había entregado la
única cosa que había anhelado toda su vida. ¿Qué porcentaje de su vida
era para castigar personas que intentaban hacer trampa en el negocio
familiar? ¿Dos por ciento?
Él pasaba más tiempo preocupándose por ella, haciéndola feliz.
¿Podría culparlo por hacer su trabajo?
Félix se sentó tan cerca que sus cuerpos se tocaban. El cubrecama
había caído cuando ella había arrojado sus brazos alrededor de él,
convirtiéndose en una espiral arrugada en su cintura. Su camisón de raso
rojo brillaba como fuego debajo de la luz de la lámpara, y podía sentir su
mirada en su cuerpo, sobre el brillo del raso, y las curvas debajo de este,
haciendo que la mirada en su rostro la dejara sin aire.
—Te vi más temprano —comenzó—, con dos de tus… guardias de
seguridad, creo, y una mujer, y había un hombre que habías descubierto
contando cartas. Lo amenazabas.
—Oh, eso —dijo Félix con calma—. ¿Te asustó?
—Un poco. Lucías… como una persona diferente. Casi cruel.
—Algunas personas se lo merecen —dijo. Su mano fue al hombro de
ella, acariciando su piel desnuda. Como si tocarla lo tranquilizara, e
hiciera lo opuesto, también.
183
***
Eso fue antes de que el amor llegara y cambiara todas las cosas.
Las hadas eran mujeres y solitarias. Y mientras vivían por largo
tiempo, no vivían para siempre. Y, de vez en cuando, un hada buscaría
encantar un hombre humano, tal vez el Viento del Norte, o el Atardecer, o el
Día, o la Noche, quiénes arrastraban las horas junto a los rojos, blancos y
negros caballos, y se emparejarían para perpetuar su raza. Ellas no se
enamoraban. Eran demasiado arrogantes y orgullosas para ser vulnerables.
Y aun así, el amor las llamó, desde un lugar completamente diferente.
Las hadas y sus contrapartes descubrieron el amor por observación,
mirando a los humanos. Descendieron de sus picos de soledad, sus palacios
y nubes, no para interferir o encantar, sino para enamorarse, y se
acostaban con hombres y mujeres humanos sólo por el placer de esto. Tales
uniones estaban prohibidas, pero se mantuvieron en secreto.
Hasta que los niños mestizos nacieron.
Su existencia fue un escándalo.
Las hadas de corazones duros creían que esta descendencia impura
tenía que ser castigada. Las de corazones buenos, se enamoraron
rápidamente de los niños, y eligieron protegerlos, ofrecerle regalos y
asistencia. Rápidamente, se dividieron en bandos, de acuerdo y en contra.
Y así comenzaron las maldiciones. Las pruebas. Rituales de pasaje.
Castigos. Recompensas.
Los felices para siempre, y la ruina absoluta.
A través de los años, mientras la población mitad humana, mitad
mágica de niños crecía, las hadas relajaron su vigilancia, eligiendo maldecir
algunos de los descendientes mestizos, y a otros no. Los preparaban para
ser héroes o villanos, quisieran o no. Y como sus corazones estaban
involucrados, incluso la bruja más malvada podía apegarse. Veían, en los
villanos que marcaban, versiones en miniatura de ellas mismas.
Delilah tenía ese tipo de afección por el padre de Blue, porque él tenía
algo, era inteligente, carismático, temerario. Ella no había marcado a
ninguno de los Valentines, pero sabía que la maldición de Blue había
despertado, y se había invitado ella misma a cenar para celebrar.
El padre de Blue lo consideró un gran honor.
Delilah llegó veinte minutos tarde, mientras el padre de Blue tomaba
champán y le hacía preguntas a Félix sobre el trabajo. Ella cargó un
pequeño paquete envuelto en un papel plateado oscuro, y lo entregó a Félix.
187
Necesitaba tanto del amor, que sentía que moriría sin él.
Y esperaba que lo hiciera.
Página
16Traducido por anto Cipriano & MaryLuna
Corregido por Elle87
continuar.
La sala de espera tenía todo el encanto de una cochera: el piso era
de concreto, demasiado caliente y olía a palomitas de maíz pasadas y vino.
La vista se hizo aún más encantadora al ver a Rafe arrojando dulces de
gelatina al escote de una muchacha rubia, mientras otras dos chicas reían
apreciando sus esfuerzos.
Blue descansaba en un sillón verde y sus manos reposaban en la
parte posterior. Él tenía un palillo en cada mano y golpeaba con ellos el
sofá.
Mira estaba demasiado nerviosa como para hablar con él
inmediatamente. Quería tratarlo como trataba a Freddie, no como a
alguien a quien casi había besado, alguien a quien esperaba que le gustase
su vestido y pensara que lucía bella. Y se sintió demasiado fuera de lugar
como para hacer eso.
Se dirigió hacía Hentley, a quien le gustaba tanto como a las
personas les gustaba ser prendidas fuego y él probablemente contaba con
tirarla de cualquier dulce nube en la que se encontraba flotando.
Hentley se encontraba sentado hacia atrás en una apaleada silla de
madera, meciéndola con sus dos piernas. Estaba observando a Viv, quien
compartía un par de auriculares con Jewel y se balanceaba con el ritmo en
sus botas negras, su minifalda y una camiseta sin mangas con una
mancha roja sobre el corazón, como si fuera de sangre.
—¿Que rol estás cumpliendo esta noche? —preguntó Mira—.
¿Chofer, chaperón o ex-novio?
—Chaperón —dijo él—. Su madrastra me preguntó si podría
cuidarla. Viv suele enfiestarse demasiado. Y aguanta el licor tan bien como
un niño de nueve años.
—Ella pesa tanto como un niño de nueve años.
—Exactamente. —Hentley entrecerró los ojos hacia ella—. ¿Qué hay
de ti?
Mira observó a su alrededor, nerviosa. Su cabello se balanceaba por
sus bruscos movimientos.
—¿Sobre mí qué?
Hentley suspiró y dejó a la silla chocar con el piso.
192
13Break a leg: Expresión que se utiliza en el mundo del teatro para desearle a alguien
buena suerte en la interpretación que está a punto de ejecutar.
vestía jeans. Se hallaba en el proceso de sacar el lado derecho de la
camiseta negra que tenía. Su normalmente perfecto cabello marrón miel
estaba ahora meticulosamente desordenado, como si alguien le hubiera
dicho como ser una súper estrella y él hiciera lo posible para satisfacerlo y
cumplir con ello.
—Hola, Mira —la saludó calurosamente—. Estoy contento de que
hayas venido.
No había ninguna tensión en su sonrisa, nada falso en la bondad de
sus ojos.
Estaba conmocionada.
Era como si nunca hubieran discutido. Mira había estado nerviosa
por si acaso Freddie podría odiarla... pero quizá, una vez que él tuvo
tiempo para pensar sobre ello, se dio cuenta de que ella no había querido
lastimarlo, que su relación no era más que frustrante y confusa para ella
como lo era para él. Pero cualquiera que fuera la razón, él le daba otra
oportunidad. Y se sintió agradecida. Le devolvió la sonrisa.
—Knight, deja de alardear sobre tu cuerpo —soltó Blue—. Mira
comenzará a pensar de ti como si fueras un pedazo de carne.
—Mira puede pensar lo que quiera sobre mí —contestó Freddie,
tirando la camisa sobre su cabeza—. Consideraría un honor que pensara
eso de mí.
Blue rió.
—Eres como un grano en el culo.
—¡No lo soy! —insistió Freddie, sonando lastimado.
—Freddie está siendo inhumanamente agradable —agregó Jewel,
viniendo por detrás de ellos y posando su mano en el hombro de Freddie—,
como lo es de costumbre. Oye, Mira, lamento interrumpir, pero necesito
que Blue se cambie. Salimos en diez.
—De acuerdo —respondió Blue, suspirando como si fuera la
interrupción más irracional del mundo.
194
15Tatuajes con motivos florales. Usualmente adornan las muñecas, los tobillos y el
tórax.
en la oscuridad. Se volvió hacia un tenedor en el camino y se abrió paso
por un pasillo —ni uno de los chicos del club se atrevía a aventurarse
dentro— hasta que llegó a la oficina de Delilah. Una franja de luz verde
ácido se mostraba debajo de la puerta.
Mira llamó. Sus oídos zumbaban de la música, su respiración salía
con esfuerzo y temblaba. En un momento sabría a qué temer, sabría qué
podría lastimarla más.
El ogro secuaz de Delilah abrió la puerta, su rostro gris arrugado con
el repentino ataque de ruido, luego agarró su hombro y la arrastró dentro.
El aroma de ajo y carne hervida se levantó de sus poros. Mira contuvo el
aliento y jaló liberándose, pero todavía podía sentir la presión de la palma
de su mano mientras se alejaba, como si su mano estuviera sujetada en su
piel.
Con la puerta cerrada, la oficina quedaba sorprendentemente
tranquila. El bajo golpeaba a pesar del aislamiento acústico, pero era lo
suficientemente bajo que podía oír la respiración del ogro, se podía oír las
largas uñas negras de Delilah raspando para levantar papeles de su
escritorio.
Delilah levantó la mirada, sus ojos brillaban de un color oro pálido
como el ginger ale.
—Mirabelle Lively —dijo—. Viniste a buscar tu desencadenante. Y lo
tengo, como prometí. —Con una sonrisa, el hada sacó un paquete de gasa
delgada de un cajón, del tamaño de un pequeño capullo, colgando de una
cadena de plata—. Acércate. No tengas miedo —dijo el hada—. No habrá
ningún accidente aquí.
Tentativamente, con sus oídos todavía resonando, Mira se acercó a
ella. Delilah tenía el colgante incluido en su cadena, sus largos dedos
desenrollando la envoltura de gasa hasta que una hoja de afeitar brilló a la
luz verdosa. Un agujero había sido perforado a través de la hoja, y la
cadena pasaba a través de él, para convertir la hoja de afeitar en un collar.
Mira dejó escapar un grito ahogado. Esta cosa pequeña. Este objeto
cotidiano. Todo lo que tenía que hacer era presionar la punta de su dedo
197
en el borde afilado.
Una gota de sangre. Una picadura de dolor.
Y eso sería todo.
Página
—dijo Delilah—. Son los secretos los que más nos dañan.
El metal era frío contra el pecho de Mira, aunque sabía que lo
imaginaba. No había nada que sentir. Sólo la suavidad inofensiva de la
gasa. Era su imaginación, su talento viejo para soñar despierta,
trabajando en contra de ella ahora.
—Uno nunca sabe lo que la gente está ocultando, ése es el problema.
Una vez sabes, puedes encontrar una manera de lidiar con cualquier cosa.
Pero mientras estés ignorante, la situación es desesperada. Pobrecita. —
Delilah chasqueó la lengua—. Esa ha sido tu suerte desde que llegaste,
¿no es así? Todo el mundo ocultando secretos, hablando a tus espaldas, lo
que debe ser miserable. Eres tan fuerte de haberlo sufrido. Pero tienes
práctica, supongo, teniendo la verdad sobre ti oculta. Probablemente ni
siquiera te molesta más. —Frunció los labios, como si hubiera probado un
limón agrio—. Pobrecita.
El calor iba en aumento en la parte posterior del cuello de Mira,
arrastrándose hasta sus mejillas como una mancha. No le gustaba la
forma en que Delilah la miraba, llena de compasión, como si fuera una
niña ilusionada andando sin saber nada.
—Eso me molesta —dijo ella—. Para tu información.
—Tonterías —dijo Delilah—. Si lo hiciera, tendrías que hacer algo al
respecto. Todas las respuestas están a tu alcance. Sólo tienes que
buscarlas. ¿No sabes la primera cosa sobre los cuentos de hadas,
Mirabelle? Nadie —el hada se inclinó, su aliento olía a manzanas verdes—,
te facilitará las respuestas. Una maldición se trata tanto de valor como lo
es sobre crecimiento. Son uno y el mismo.
—He mirado. Le he preguntado a Blue sobre nuestras marcas. Le he
preguntado a Layla sobre nuestros roles, ella me mostró el libro que los
explica. Pero hay ciertas cosas que no se le permite a nadie que me digan,
porque es parte de la maldición, las cuales debes saber…
Delilah levantó una mano para callarla.
—Ya tienes la clave para responder a todas tus preguntas sobre San
Valentín. Y no estoy siendo misteriosa cuando digo eso. Tienes, de hecho,
la llave física Mirabelle. Si deseas respuestas, simplemente tienes que abrir
la puerta.
Mira sabía que Félix tenía secretos. Un pasado del que le era
demasiado doloroso hablar, defectos que no quería revelar. Y ella había
aceptado eso. No le gustó —quería conocerlo por dentro y por fuera— pero
199
dio marcha atrás, porque eso era lo que él quería. Porque ella era feliz y
quería que él fuera feliz, también.
Pero ¿cuánto tiempo podrían durar si ella realmente no lo conocía?
Tal vez tenía miedo de que cambiara de opinión si conocía sus secretos, si
Página
la defraudara. Y era cierto que quería que fuera perfecto. No quería creer
que era peligroso. Sea lo que sea que Blue y sus amigos dijeron sobre
Félix, no era cierto cuando estaba con ella.
Y sin embargo…
Nunca le había dicho la verdad. Nunca le advirtió qué podría hacer
un Romantic, aunque estaba en su poder decirle. Y tenía que admitir...
que su disposición a pasar por alto el peligro no significaba que no estaba
allí.
Mira había pasado toda su vida soñando cosas existentes en un
mundo de fantasía para escapar de una realidad que encontró dolorosa.
Pero había un mundo real del que quería ser parte en este momento. Y si
ella quería pertenecer, necesitaba ver cada lado del mismo. Lo bueno y lo
malo.
Los lugares seguros... y las partes peligrosas.
En el campo principal del club, Curses & Kisses tocaba más duro
que nunca. El escenario estaba cubierto con piedras preciosas. La fornida
dulce voz de Jewel se había convertido a casi ronca. Blue golpeaba su
batería como si quisiera romperla.
Demasiado impaciente para ser controlada por la corriente de la
multitud, Mira empujó a través de ella con nueva determinación, hasta
que llegó al camerino vacío.
La ropa de calle de Blue yacía en un revoltijo en el suelo. Rebuscó en
sus bolsillos hasta que encontró la billetera y la clave de acceso que le
había robado, y la recuperó. Cerró los dedos en torno a la tarjeta de
plástico como si fuera su salvavidas.
Félix había escrito en una nota para ella:
Lo único que pido es que te quedes fuera de mi otra habitación (suite
3013). Guardo algunas cosas privadas allí que no deben ser perturbadas.
Y había obedecido. Era una buena chica, acostumbrada a que le
dijeran no hagas esto, no toques eso.
Pero siguiendo las reglas, barriendo las preguntas debajo del tapete,
y fingiendo que todo estaba bien, no llegaría a ninguna parte. Tenía que
ser valiente. Atrevida, pero no demasiado atrevida, pensó. Existía un
equilibrio. Había una cosa que Félix le había negado. Una prohibición que
había dejado establecida, lo que hizo que se fijara en algo y se preguntaba
200
de qué se trataba.
¿Qué era tan secreto sobre la Suite 3013?
Había dicho que era privada. Que él la quería dejar sola.
Página
VIPs. Las noches no eran momentos para trabajar tranquilo, o lo que sea
que suceda en la suite 3013. Ella podría entrar y salir en diez minutos, ver
lo que había que ver, y si no le gustaba—si Félix era tan malo, tan
peligroso como todo el mundo parecía pensar—podría desaparecer y no
volver nunca más. Si todo iba bien, se deslizaría fuera y Félix nunca lo
sabría.
El corazón le latía dolorosamente mientras se acercaba a los
ascensores privados y pulsó el botón de llamada, mirando su reflejo en las
puertas de metal pulido, hasta que se separaron y llevaron su imagen con
ellas.
Mira tomó el ascensor por sí misma. El aire acondicionado había
secado el sudor de su piel, pero no su vestido, y sintió la humedad de la
gasa lisa y sucia. La música suave sonaba mientras se elevaba al piso
treinta, donde salió a un pasillo que era una copia exacta de cada corredor
del hotel. Excepto que esta planta se encontraba vacía. Un silencio muerto,
sin gente—bien podría haber sido un pueblo fantasma.
Siguiendo las señales, Mira corrió todo el camino hasta el final del
pasillo, donde se encontró la suite 3013. La puerta era sencilla, marcada
sólo con un cartel de oro grabado con el número de habitación. Estaba
escondida cerca de la salida de emergencia, en el lugar más desagradable
en todo el pasillo.
Lanzando una última mirada a su alrededor, Mira deslizó la llave
maestra en la cerradura, esperó a que la luz verde parpadeara y diera la
señal de abierta, luego movió la palanca y entró en la habitación
prohibida.
En la oscuridad, la suite 3013 olía a la colonia de Félix. Olía helado,
como el aire frío.
Y olía a rosas.
Fueron las rosas las que dieron a Mira el coraje para encender la luz.
Porque ese era el tema para su cumpleaños: rosas para la Bella
Durmiente. Tal vez la había mantenido alejada de la habitación porque
había estado planeando una sorpresa aquí—para ellos.
A medida que la luz se encendió y la habitación parpadeó a la vista,
Mira vio que la suite era diferente de las otras habitaciones en el hotel. El
sistema de color azul marino había dado paso al blanco. Sofá blanco.
Alfombra blanca. Papel pintado blanco reluciente, grabados con remolinos
de color marfil. Había macetas de rosales rojos en las mesas del fondo, y
un jarrón de rosas rojas sobre la mesa, junto con una lista de los regalos
203
dejó caer en una silla, con los ojos muy abiertos en la puerta, mirando a
quien tuvo la osadía de entrar.
Su cabello castaño era un desastre, y llevaba el mismo vestido verde
que había llevado cuando Mira la conoció. Un brazo colgaba a un lado de
Página
Barba Azul.
No conocía este cuento de hadas.
Sus ojos se apresuraron a recorrer la página, faltaban líneas enteras,
Página
detuviera. Quería que él la tocara otra vez, tan suavemente, para decir que
todo era una mentira. Que él podía perdonar su intromisión, por descubrir
su secreto. Que sentía todo lo terrible que había hecho, y nunca lo volvería
a hacer. Podía cambiar para ella.
Página
absoluto.
Había una cosa que no podía olvidar. Una cosa que ninguna
cantidad de entumecimiento podía robar.
El colgante que yacía contra su pecho como una crisálida, una
Página
Y el mundo desapareció.
Página
18 Traducido por Monikgv
Corregido por Rominita2503
estuviera preocupado.
A Blue, por otro lado, no le gustaba que el destino hubiera escogido
hoy para atacar. El cumpleaños número dieciséis de Mira; hablando de
mal agüero. Se sentía como si todo se estuviera cayendo a pedazos…
Página
Era como entrar en un Apocalipsis. Una película del fin del mundo
en la cual las máquinas seguían trabajando—incluso cuando la gente se
había ido.
Página
—¿Dónde crees que está? —preguntó Viv, sus ojos mirando a los
invitados dormidos.
—No lo sé —dijo Blue—. Pero… tengo varias sospechas. —Sacó su
billetera para tomar su llave maestra, idéntica a la llave que Félix le había
dado a Mira, y la cual él había tomado de ella—y vio que una de las
tarjetas no estaba.
Ella la había tomado.
Debió haberla tomado durante la presentación. Porque él la tenía
antes de eso; recordaba revisarla, paranoico de que hubiera desaparecido.
Entonces ella tenía que estar…
—Chicos necesitan quedarse aquí —dijo, sus manos temblando
mientras regresaba su billetera a su bolsillo—. No pueden ir a donde voy.
—Oh, Blue, tú no crees que… —Viv se quedó sin palabras.
Nadie terminaría esa oración.
Ellos conocían su cuento; sabían del lugar prohibido. Y lo que
pasaba allí.
Henley tomó la mano de Viv, y por una vez, parecía agradecida; se
acurrucó dentro del espacio debajo de su brazo, con miedo en sus oscuros
ojos. Blue sólo asintió. Tenía miedo de que la perdería si hablaba. —
¿Quieres el hacha? —dijo Henley.
Blue negó con la cabeza. Si tomaba el hacha, temía que la usaría
contra Félix. Y no importaba lo que Félix había hecho, no importaba
cuanto daño quería hacerle, él sabía que no podía matar a su propio
hermano. No necesitaba más remordimientos.
Se dio la vuelta y se echó a correr hacia los ascensores.
La suite 3013 se hallaba tan tranquila como una tumba.
Manchas de sangre salpicaban la alfombra blanca como la nieve en
un rastro que conducía a la habitación. Una sola hoja de papel estaba
tirada en el suelo. Todo lo demás estaba en orden.
Pero la puerta de la habitación se encontraba cerrada.
Los ojos de Blue fueron hacia el rastro de sangre y se quedaron allí.
Como si no fuera suficiente drenarla. Él había dañado también.
Blue apretó sus dientes y presionó sus palmas en sus ojos. Aspiró
un par de veces, tratando de calmarse. No podía ceder a la desesperación.
No aún.
219
robada.
Había estado en esta habitación una vez, cuando tenía trece años. Y
Félix nunca lo había perdonado. Ellos nunca habían tenido una gran
relación, pero la intrusión de Blue dentro del lugar más secreto de Félix
había destruido la poca amistad que habían tenido. Eso había desgarrado
el velo de los crímenes cuidadosamente escondidos de Félix—y destruido la
ilusión de que Félix era menos monstruoso que su padre.
Entrar en la cámara de un Romantic era la última invasión a la
privacidad, y venía con un precio alto. Para muchos, ese precio era la
muerte. Con la excepción de parientes de sangre que compartían la
maldición —y la vergüenza— nadie que entrara podía salir, para revelar el
detestable secreto.
Los intrusos tenían que ser silenciados, y añadidos a la colección.
Y si los intrusos no te amaban, si no podías silenciarlos y
fortalecerte a través de robar su amor y su vida, entonces los silenciabas
de una forma más sangrienta, de formas más tradicionales.
De ahí la tan llamada cámara sangrienta. La sangre coagulada en el
suelo, las mujeres colgando de ganchos en cuentos de hadas, gargantas
cortadas. Pero Félix nunca tuvo que tomar esas medidas. Era el seductor
por excelencia, suave y generoso, lo suficientemente atractivo para superar
los siglos de desconfianza que el cabello azul había fomentado. Y a Félix no
le gustaba ensuciarse las manos. Nunca cortaría a alguien a menos que
fuera absolutamente necesario.
Así que si había sangre, Mira debió haber peleado con él. O tal vez
ella era más fuerte que la mayoría de las chicas, porque su sangre vibraba
con la magia de los cuentos de hadas, y él había perdido la paciencia,
entrado en pánico, tenido miedo de que no hubiera manera de silenciarla
excepto con violencia.
Era demasiado esperar que ella realmente no lo amara. Blue había
visto el efecto que su hermano tenía en Mira; había sido testigo con sus
propios ojos. Él se había sentado junto a ella mientras había dormido en
su cama, inconsciente e imposible de despertar—sus ojos en el ligero
parpadeo de sus pestañas, su débil pecho subiendo y bajando cuando
respiraba.
Él había pensado que esa había sido una agonía.
Esto era infinitamente peor.
220
dormida.
Pero no había ninguna señal de que estuviera bien.
Félix la había dejado aquí. Y Félix no dejaba las cosas sin terminar.
Él no la habría dejado viva.
Esos eran a los pensamientos que Blue volvía durante la hora que
pasó atrapado en las espinas. Ramas espinosas se habían enredado
alrededor de su muñeca izquierda, su cintura, su brazo derecho estaba
completamente aprisionado; las espinas punzaban sus mejillas. La sangre
le goteaba por la cara, pero él había dejado de sentirlo. Todo lo que sentía
era desesperación, y desesperanza por la situación.
Él miraba fijamente a los labios de Mira, su pecho—desesperado por
ver alguna indicación de que respiraba—cuando escuchó un crujido contra
la puerta exterior. Volvió su cabeza hacia ella, tratando de ver a través de
la puerta de la habitación, las espinas lacerando nuevas líneas a través de
su rostro; y vio la puerta exterior hacerse pedazos hacia el interior, un
pedazo de madera golpeando dentro de la habitación. Poco a poco,
mientras más partes de la puerta caían, vio que Freddie se encontraba en
el pasillo, cortando la puerta con el hacha de Henley.
Blue apretó los dientes. Félix no perdonaría la intrusión—incluso si
fuera Freddie. ¿Qué hacer entonces? ¿Hacer que Freddie se vaya, o decirle
que se apresure y viniera aquí, así tendrían una oportunidad de salvar a
Mira qué podría ya haber muerto?
Freddie era su mejor amigo; Blue no quería ver que lo lastimaran.
Pero Freddie también era un Privilegiado, y si su princesa estaba
atrapada bajo una cárcel de espinas, posiblemente perdida,
definitivamente herida, él no iba a irse sólo porque Blue so lo dijera. Eso lo
decidió.
—¡Apresúrate! —gritó Blue.
—¡Ya casi entro! —gritó Freddie.
Parecía tardar una eternidad para que Freddie entrara a través de la
puerta, pero al fin, hizo un agujero suficientemente grande y entró
rápidamente en la suite, con hacha en mano, una espada sujetada en su
cinturón. Lucía sonrojado y sudando, pero tenía una mirada de
determinación en su cara mientras caminaba hacia la habitación.
Una mirada titubeante tan pronto como cruzó el umbral—y vio a las chicas
muertas dentro.
222
para soportarlo.
—Trata de no mirarlas —dijo Blue—. Sé que es difícil. Sé que es
horrible. Pero necesitamos ayudar a Mira. No sé… No sé si es demasiado
tarde. Pero tenemos que intentarlo. Concéntrate en Mira.
—Y espera que esté viva, pensó. Porque si no lo estaba, si Freddie había
venido hasta aquí para ser un héroe sólo para descubrir que ella estaba
muerta—eso lo destruiría.
Freddie asintió, tragando saliva. —Tienes razón. Lo haré. —Tomó un
poco de esfuerzo, pero Freddie manejó alejar su mirada de las otras chicas.
Se acercó a la maraña de rosas cuidadosamente, con la mano extendida
como si quisiera resguardarse de una bestia peligrosa—
Y las espinas se abrieron para él.
Las ramas se enrollaron, apretándose alrededor de Blue, y creando
un pasaje para Freddie a un lado de la cama, para que pudiera alcanzar a
Mira.
Blue contuvo la respiración y miró mientras su amigo se inclinaba,
fuerte y seguro y como todo un héroe. Nunca había envidiado a nadie más
como envidiaba a Freddie en ese momento.
Parecían una pareja perfecta: Mira, hermosa y quieta, con los labios
ligeramente abiertos; Freddie, ferozmente protector y atractivo, sus rasgos
fortalecidos por el amor. Si ella seguía viva, si estaba bien… Freddie podía
besarla, y nunca la lastimaría. Tenía un beso que sanaba, que rompía
encantamientos y llevaba a un felices para siempre. Él estaba marcado
para ser bueno, y nunca tenía que tener miedo de que fuera de otra
manera, de que fuera malo, un asesino malvado.
El beso de Blue sólo podía tomar. Sólo podía destruir.
Se sentía casi agradecido de que esas espinas lo tuvieran atrapado,
manteniéndolo en su lugar así no podía impedir que pasara.
Porque él quería ser quien la besara.
En vez de eso, se forzó a hablar.
—¿Está respirando? —preguntó Blue.
—No estoy seguro —dijo Freddie. Su voz se había vuelto suave, tanto
reverente como temerosa—. No se mueve. Y si lo hace, es tan leve que no
puedo verlo. Pero… Está aferrándose de algo… —Freddie tomó la mano de
Mira, la que descansaba en su pecho, y abrió sus dedos enroscados,
revelando algo plateado. Y un parche de color escarlata en su piel.
223
Blue entrecerró los ojos para ver a través de las espinas que se
acumulaban en su visión. —¿Qué es?
—Es una hoja de afeitar —dijo Freddie, sonando preocupado—. En
Página
***
nos pusimos en fila por orden de antigüedad. Se estimó que serías bonita,
y buena, que tendrías una voz preciosa, serías una buena bailarina, te iría
bien en la escuela, ese fue mi deseo, y que serías elegante.
—Yo era el hada más joven —dijo Bliss—, así que tuve que esperar
hasta el final. Iba a darte magnetismo animal, creo que Frederick lo tiene...
—¿Irresistible para las ardillas? —Mira levantó las cejas.
—Es muy de cuento de hadas —suspiró Bliss—. Como sea. Iba a
hacer eso, pero entonces un hada malvada apareció.
—Nadie sabía quién era —dijo Elsa—. Incluso jamás había oído de
ella. Habría sido imposible invitarla. Pero estaba furiosa, siempre lo están.
Usaba una capucha negra de pluma y un largo vestido negro infestado de
escarabajos. Los escarabajos corrían por debajo de su falda y tomaban
vuelo, aterrizando en las magdalenas. Glaseado de vainilla cubierto con
oro comestible y escarabajos negros... —Elsa se estremeció—. Jamás
olvidaré eso. Tuve una sensación de malestar... Sabía que iba a maldecirte.
Y sólo teníamos un hada más que podía suavizarlo. Así que metí a Bliss
debajo de la mesa de refrescos y esperamos.
—Esos escarabajos seguían aterrizando en mí —dijo Bliss—. Esa
asquerosa hada caminó justo hacia ti y te tocó con su varita. Era una
varita de oro, no de cristal como las nuestras.
Bliss deslizó una varita de cristal delgada de su bolsillo, y Elsa hizo
lo mismo. Mira había visto a sus madrinas llevar esas cosas, jugar con
ellas distraídamente... y toda su vida había pensado que eran agujas de
tejer.
Pero eran varitas. Por supuesto.
Ahora Bliss tocó con la varita su mano, como si la ayudara a
recordar.
—El hada dijo que cuando tuvieras quince o dieciséis años, te
cortarías el dedo con una hoja de afeitar y morirías. Y luego se fue, y era
mi turno. No podía deshacer la maldición, pero podía suavizarla—en lugar
del don que no había tenido la oportunidad de darte. Hice eso así no
tendrías que morir cuando te cortaras. Simplemente te quedarías dormida
profundamente: en un sueño que duraría por cien años, o hasta que un
príncipe Privilegiado llegara para despertarte con su beso.
—Luego de eso, la fiesta se vació. Puedes imaginarlo, nadie se sentía
como para celebrar. Y fue como si tuvieras el reloj de una bomba justo
aquí. —Elsa golpeó la espalda baja de Mira, donde se hallaba su marca—.
231
tenía otra sorpresa para ella: deseos. Al igual que en su fiesta de bautizo.
Sólo que esta vez, no se haría realidad a menos que ella los hiciera
realidad. Fue más por diversión.
Caspian y Freddie hicieron una fogata, Layla entregó tiras de papel
Página
de colores, que los clientes utilizan, para escribir un deseo para Mira. Se
turnaban un paso adelante hacia la fogata y leían sus deseos, y luego
lanzaban el papel de color en las llamas. El humo como pluma hacia
arriba, llevando sus deseos a las estrellas.
De Layla: el verdadero amor. De Viv: dormir sólo cuando lo desees.
Henley le deseó paciencia; Caspian, que siempre tenga el cabello de
sirena; Will, una cuenta bancaria que nunca se vacía.
Jewel dijo magia, y la arrojó en el zafiro que salió con la palabra.
Rafe dejó la cerveza el tiempo suficiente para desearle belleza eterna.
De Freddie: confianza. De Blue: esperanza.
Y cuando le llegó el turno de Mira para pedir un deseo, ella se acercó
a su pastel de cumpleaños, glaseado de vainilla ligera, adornada de
estrellas de color rosa y azul—y ella apagó todas las velas dieciséis en un
solo golpe, y deseó que las cosas hubieran sido diferentes.
No cantaban Feliz Cumpleaños. Freddie consiguió su guitarra, y él y
Jewel hicieron Summertime en su lugar, y Wild Horses como un bis.
Comieron pastel glaseado de color rosa y azul manchando sus labios. Will
tenía la manguera y llenó un montón de globos de agua, y eligieron a los
equipos y tuvieron una batalla de globos de agua, corriendo descalzos por
la hierba, usando los árboles y la cabaña como cubierta y luego lanzaron
un ataque. Lucharon hasta que fueron empapados, y luego se desnudaron
con sus trajes de baño y se metieron en la piscina.
Mira se quedó en tierra, a pesar de que le gritaron que se uniera a
ellos.
—Más tarde —prometió.
Ella miró a sus amigas chapoteando en la piscina, y se hallaba llena
de una emoción muy diferente de la soledad que había sentido en el
pasado. Había un sentido de pertenencia ahora, y la felicidad, a pesar de
que estaba incompleta. En el fondo, se sentía dolida, había estado
enamorada, y había ido terriblemente mal… pero no se dejó devastar por
un corazón roto esta vez. Podía pasar de eso.
Sabía que podía.
La hoja de afeitar que colgaba de su cuello la hizo sentir valiente.
Honesta. Una hoja desnuda que no escondía nada, no temía a nada. Ella
quería ser así. Porque así es como te encuentras a ti mismo, creándote a ti
mismo. No debes esconderte. No debes esperar por el momento perfecto
236
Su piel era más vibrante, con sus ojos brillantes de una hermosa
noche en alta mar de plata en la luz de la luna, y se sintió débil en las
rodillas. Atolondrada y feliz. Ella había sentido su fuerza disolverse con
cada pulsación de sus labios. Cada entrega suave había tomado más de
ella, la energía vital escapaba de la boca a la de él… y valía la pena, todo
valió la pena. Debido a que había tomado un pedazo de ella… pero ahora
tenía un pedazo de él, también.
—Eres una loca mentirosa —dijo sin aliento.
—Sabías que mentí.
—No a… ese nivel.
—Está bien, así que tal vez me gustas un poco —dijo, antes de que
cayera y él dobló su brazo alrededor de ella para sostenerla. La bajó
suavemente a la hierba, y ella se apoyó en él, su cuerpo fuerte como el
tronco de árbol del sauce. Era maravilloso estar tan cerca de él... y no
preocuparse, por una vez, que era malo desear estar allí.
—Voy a estar bien —le aseguró—. Sólo tengo que recuperar mi
fuerza. Eso sí, no me beses otra vez hasta que me la devuelvan. Siempre
vuelve.
—No podemos hacer eso de nuevo —dijo.
—Podemos tener más cuidado. Vamos a tomar las cosas con calma,
vamos a averiguarlo, y….
—No —dijo él, suspirando profundamente—. No, no podemos, no
podemos... No vuelvas a hacer eso. Y... mierda —murmuró. Buscaba algo,
buscaba a tientas, y entonces puso una tarjeta de plástico en su mano, y
cruzó los dedos alrededor de ella—. Nunca me dejes hacer eso otra vez —
dijo—. Y... no vayas alguna vez a la suite 3024 en el Dream. Es privado.
Mira lo miró fijamente, con la boca abierta. Su clave de acceso
estaba en su mano.
—Estás bromeando, ¿verdad? No tienes una, una habitación para...
—Me tienes que prometer. Que nunca vas entrar ahí. Lo digo en
serio. No estoy jugando. Prométemelo —dijo.
—Por supuesto —dijo en voz baja—. Yo nunca lo haría.
Blue se quedó en silencio un momento. Su corazón latía
rápidamente en su pecho, como si quisiera recuperar el tiempo perdido.
240
Cuando buscó su mano, él la empujó lejos. Con suavidad, pero con una
finalidad que la entristecía.
—Quiero quedarme —admitió él—. No me he sentido así en mucho
tiempo. Me siento como... como venir de estar bajo el agua, y puedo
Página
respirar por fin. No quiero dejar de sentirme así. Así es como sé que tengo
que irme.
—Tú no me harías daño —dijo—. Sé que no lo harías. Te conozco.
Blue negó con la cabeza.
—Tú no sabes todo de mí, yo ni siquiera sé todo de mí. Pero sé que
cuanto más estoy contigo, más quiero estar contigo. Ha pasado más de un
año desde la última vez…. —Su voz se quebró, y se detuvo.
Mira puso su mano sobre la suya. Esta vez, él no se apartó.
—Estoy asustado de que vaya a romperme —dijo—. Necesito lo que
tienes. Cómo te sientes. Necesito amor como necesito agua o aire. Y no voy
a tomar eso de ti. No voy dejarme.
—Así que te vas —murmuró. Una vez más. Se sentía como si ya lo
había perdido una vez esta noche… y volvería a ella. Pero él no iba a
quedarse.
—Tengo que hacerlo. Es la única manera de asegurarme de que
nunca voy a hacerte daño.
Había querido creer que Félix era digno de su corazón. Ella había
hecho excusas para él, incluso cuando la había lastimado, mentido. Ella
nunca tuvo que hacer excusas para Blue. Blue era todo lo noble que había
amado y hubiera querido que Félix fuera. Eso la mató, que había estado
tan ciega de eso. Y que, así como se dio cuenta, tenía que perderlo.
Era difícil para ella hablar. Cada palabra dolía.
—¿Qué pasa si vale la pena para mí correr ese riesgo? —preguntó
ella, sabiendo que él no quería escuchar, pero necesitando probar.
—Entonces no sabes lo que estás arriesgando —dijo—. Yo sí. Sé lo
que podrías perder. Y nada vale la pena destruir eso.
—Pero te vas a destruir.
Él asintió con la cabeza.
—Sé que esto suena raro, Mira, pero no estoy realmente asustado de
morir. Me he estado preparando para ello toda mi vida. Está escrito en mi
historia que un Privilegiado se supone que me matara... y prefiero ser la
persona responsable de mi muerte, que hacer más de un villano de lo que
ya soy. Esto puede ser mi único acto heroico —dijo con una leve sonrisa—.
El único al que estoy autorizado.
241
—Blue...
Él besó la punta de su cabello levantando un mechón dorado a sus
labios, como si se tratara de su mano, para decirle adiós.
Página
—Adiós, Mira.
Él se había ido.
Blue la dejó, y ella no lo siguió.
Ella sabía que él seguía, probablemente, todavía en la fiesta, dejando
a sus amigos saber que se iba. Quizás Freddie trataría de hablarle de ello.
O tal vez todos habían esperado esto: cualquiera de los dos su resistencia
rompiéndose, o él desapareciendo. De un modo u otro, tenía que llegar a
su fin.
Tenía razón en irse. Racionalmente, sabía eso.
Mira se sentó con la espalda apoyada en el árbol de sauce. Se sentía
débil, como si necesitara comer, aunque ese no era el problema. Y aunque
sabía que su fuerza volvería, no había garantía de que iba a sobrevivir a
cada beso, que no iban a dejarse llevar e ir demasiado lejos, no tocarse por
mucho tiempo. Podría terminar como otra chica en un cuarto prohibido,
una bella durmiente que nunca despertaría.
Él no quería eso para ella. Y ella no quería eso. Era el tipo
equivocado de para siempre. Un amor sin alma, congelado.
Viento susurraba entre los árboles, un susurro silencioso a su
alrededor. Las hojas de sauce se estremecieron, mientras sus hombros
temblaban mientras luchaba por no llorar.
Nunca estuvimos destinados a estar juntos. No es por eso que vino
aquí... no era su destino.
Ella no quería morir en sus brazos. Y la única manera de asegurarse
era permaneciendo separados.
Pero también sabía que si dejaba ir a Blue, iba a morir. Tal vez no de
inmediato, pero demasiado pronto. Y ella no podía soportarlo.
Mira iba y venía, tratando de decidir qué debía dejarlo sacrificar, que
debía sacrificar... Respiró hondo y Levantó la mirada al cielo negro,
brillante.
Deseaba que una de esas estrellas fuera algo más que una estrella,
capaz de conceder un deseo.
Debido a que ella renunciaría a su supuesta “hermosa voz” y su
“baile perfecto”, su gracia y belleza y todo lo que esas siete hadas habían
prometido en su bautizo. Daría todo para salvarlo.
Pero no podía hacer acuerdos. No podía deshacer lo que se había
242
—Ven aquí, Belle. —Elsa le hizo señas a Mira para que se acercara, y
lo hizo con la esperanza de que nadie se diera cuenta de la debilidad de
sus pasos. Elsa le tomó la mano, frunciendo el ceño ante las barras rojas
en los dedos hinchados de Mira—. Has pasado por mucho hoy, ¿verdad?
Página
—No creo que esté aquí, Mira —dijo Elsa—. Sé que querías hacer
algo bueno por alguien... pero ¿qué tal un deseo para ti?
Mira negó con la cabeza, negándose a aceptarlo. —Lo voy a
encontrar —insistió.
Página
cámara sangrienta.
Elsa asintió. —Es desafortunado, y lo siento. Quería suavizar eso.
—Así que seguiré… Voy a seguir siendo un asesino. Si alguien entra
en la habitación...
Página
***
Bliss y Elsa la dejaron sola con Blue. Él cerró la distancia entre ellos
y le tomó las manos, con cuidado de no aplastar los dedos heridos. —Eso
no era más que un elaborado espectáculo de luz, ¿no? —preguntó. Su
respiración sonaba temblorosa. Él estaba luciendo, como si esperara que
hubiese cambiado en el exterior, también—. Tengo un poco de miedo de
creerlo. Se siente como que no puede ser real.
—Es verdad —dijo Mira—. Era mi deseo de cumpleaños, que
ablandaran tu maldición, al igual que la mía se suavizó.
—¿Era un deseo de cumpleaños? ¿Y lo desperdiciaste en mí? —Él le
sonrió. Era la primera vez que lo había visto sonreír así desde hace tiempo,
y ella se iluminó con una sonrisa de vuelta.
—¿En qué pensaba?
—¿Podemos trabajar en algún tipo de cambio, para que pueda
compensarte?
—Todavía hay algo que quiero para mi cumpleaños.
—Cualquier cosa —dijo.
Tú, pensó.
Ella cubrió sus brazos alrededor de su cuello, sintiéndose
252
vería obligado a matarla, y no sería suave, sino que sería violento. El riesgo
de muerte había estado siempre entre ellos... pero ahora podía caminar
lejos de ella, y no tener que correr ese riesgo de nuevo. Estaba nerviosa de
que lo quisiera.
—Mira —dijo—, sabes que confío en ti, ¿no?
—Lo sé —dijo—. Es sólo que... estarías a salvo con alguien más. No
tendrías que preocuparte, en absoluto, y…
—Mira. —Él tomó su cara entre las manos—. No estoy preocupado.
Ya sabes lo que hay allí. No vas a ir a esa habitación.
—Lo sé, pero…
—Y esto es real, ¿verdad? Lo que tus madrinas dijeron. Mi maldición
esta...
Él la besó suavemente en la nariz, y se rió. Blue la miró con falsa
seriedad. —¿Cómo fue eso? ¿Con una debilidad?
—No. Pero no creo que lo hubiera sido de todos modos.
—Bueno, entonces, ¿qué tal esto? —Sus labios rozaron su boca
burlándose de su labio inferior, y cerró los ojos y se estremeció cuando sus
dedos se atraparon en su pelo. Y luego, de repente, no había ningún
espacio entre ellos. La sensación de ahogo seguía allí, pero no era como si
su fuerza se fuera. Era como si ella quisiera ser parte de él. Como si no
supiera ni le importara donde terminaba y comenzaba.
Cuando se separaron, le susurró—: No hay debilidad.
—¿En serio? —dijo—. Porque me siento un poco débil. —Ella lo
sintió sonreír contra su boca. Y ambos se rieron, sorprendidos por ello.
Sus rostros se encontraban muy cerca, nariz y mejillas prensadas
torpemente juntas, pero ninguno se movió. Ella apretó sus brazos
alrededor de él, y él la abrazó muy fuerte. Su aliento murmuró contra su
mejilla.
—Estás a salvo conmigo, Mira. Y estoy seguro contigo.
La besó de nuevo para probarlo. Y cuando el reloj dio la una—ese
tono único y ominoso flotando en la oscuridad, todavía se besaban. Su
hoja de afeitar había enganchado la camisa y mellado su pecho, y habían
terminado tendidos en la hierba, ocultos en el interior de una sombra,
haciendo caso omiso de sus nombres cada vez que alguien los llamaba.
Trazó su boca una y otra vez, como si todavía no pudiese creer que fuera
real. Siempre habrá una parte de él que ella no podría conocer. Un lugar
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que podría ser lo suficientemente fuerte para resistir. Que lo que ella
quería —lo que ellos deseaban— era más importante que el camino que se
había trazado para ellos.
Dejó que su mano se deslizara debajo de la camisa para tocar la
marca de corazón sobre su espalda, y él llevó su otra mano a sus labios y
besó cada dedo en que había confiado la llave. Él era mucho más que su
maldición, y ella era mucho más que la chica que podía traicionarlo.
Juntos... podrían ser cualquier cosa.
FIN
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Página
Despues del
Baile
a medianoche llegó, en la tercera y última noche del baile, y
el vestido encantado de Dusty16 comenzó a desprender
flores.
Las flores cayeron de su vestido mientras ella corría por la
escalera del hotel. Perdió uno de sus zapatos de oro, pero no volvió por él,
porque el príncipe estaba detrás de ella, gritando—: ¡Espera! —En esa
desesperada y confusa manera que no sonaba como él en absoluto. Las
hebras de oro de su cabello volvían a su estado natural negro, y mientras
ella se metía en la limosina que la esperaba, se cubrió la cabeza con sus
manos, como si pudiera aferrarse a su disfraz.
Las flores se arrastraron con ella todo el camino hasta su cuarto en
el ático, donde se acurrucó en el suelo, el pánico aumentando a través de
ella. ¿Qué había hecho? ¿Cómo había pasado esto?
No se suponía que el príncipe sintiera algo por ella. Era demasiado
rápido, eran demasiado diferentes, él no era su tipo. Y tal vez eso se había
sentido menos cierto mientras estuvieron juntos… pero esa era la magia,
haciendo que todo pareciera especial. Se había dejado llevar por el
momento. Lo dos lo habían hecho.
Las muñecas de la colección de su madre muerta la miraban con
ojos fríos y de plástico. Kewpies y Barbies y muñecas de American Girl.
Abundantes niñas de porcelana con capas de terciopelo falso. Dusty dejó
que su mirada fuera de una muñeca a la otra, de las cajas de cartón
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decidir nada.
Dusty le dio vuelta al zapato de oro en su mano, ociosamente
limpiando el polvo de la suela, y se congeló cuando vio el mensaje que su
hada madrina había escrito allí:
16Cenicienta
SI LO ENCUENTRA, POR FAVOR DEVOLVER AL 1697 TERRAZA
CELESTE, BEAU RIVAGE. Su dirección: mejor que pan rallado.
Dusty agarró el zapato hasta que los bordes de metal le magullaron
los dedos.
Había ataduras en esos hermosos vestidos, las zapatillas de cristal y
de oro. El hada había estado jugando con Dusty y el príncipe como si
fueran muñecos—y ahora planeaba mezclarlos juntos en su visión de
felicidad conyugal.
No, pensó Dusty. Tú no puedes decidir esto.
Finalmente, la madrastra de Dusty y sus dos hermanastras, Pixie y
Fair, volvieron a casa. Sus voces llegaron hasta ella a través de las tablas
del suelo: quejas sobre cuan cansadas estaban, como el príncipe no había
mirado a ninguna más que a la chica misteriosa, como había sido una
pérdida de tiempo ir al baile y ni siquiera llegar a hablar con él. Hicieron
todos los ruidos que acompañaban el deshacerse de sus ropas formales e
irse a la cama de mal humor. Las puertas de las habitaciones y de los
clósets se cerraron de golpe. Los zapatos fueron pateados, los vestidos
caros arrojados en sillas. Dusty podía imaginarlo perfectamente porque
conocía el tipo de desórdenes que hacían—ella era quien siempre tenía que
limpiarlos.
Cuando el teléfono de la casa sonó un poco después de la 1:30 a.m.
Dusty echó a correr por la extensión y agarró el teléfono fuera de la base.
Ella escuchó su voz—la primera vez que había escuchado su voz en el
teléfono.
—¿Eres tú? —Ella no contestó. Él esperó un momento, luego dijo que
necesitaban hablar—él iba a venir—: No podemos dejar las cosas así.
Él colgó, y ella tuvo el impulso de correr, como lo tuvo las última tres
noches. Pero no podía. No ahora que él sabía dónde encontrarla. El destino
la forzaba hacia una esquina. Ella tenía que encontrar otra forma de
desaparecer.
Dusty fue hacia la habitación de su hermanastra Pixie y se subió en
la gran cama. Su enorme vestido de seda y flores ondeaba sobre el borde,
256
***
***
cuento de hadas.
—Sacúdete y tiembla, pequeño árbol… ¿Lanza oro y plata hacia mí?
Ella entrecerró los ojos hacia las ramas, medio esperando a que un
zapato plateado cayera de él en su cara, pero nada sucedió. Las pequeñas
Página
***
simple mínimo!
Mientras Lorelei se acercó bailando un vals imaginario, con su varita
mágica de cristal balanceándose, Dusty sintió un extraño cosquilleo en su
piel. Sus ropas comenzaron a transformarse, el algodón ajustándose como
Página
***
Esa primera noche, Dusty sólo había querido asistir a una fiesta.
Bailar, divertirse, llamar la atención.
Ahora, quería revertir todo aquello.
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—No creo que nadie aquí sea dueño de un zapato así. Pero…
¿Quizás me lo pueda probar yo? —Le dio su mejor intento de una de las
poses seductoras de Fair, incluso más inepta que las de Pixie,
garantizando espantarle. Abrió más la puerta y le guiñó un ojo—. ¿Por
favor?
—Uh… está bien —dijo él, entrando dentro—. Pero estoy buscando a
alguien un poco más…
Ella observó su cara mientras dudaba, preguntándose qué era lo que
intentaba no decir. ¿Guapa? No que importase.
—Sólo déjame intentarlo —dijo. Él le dio el zapato, y ella hizo un
gran espectáculo de intentar ponérselo, resoplando disgustada cuando
fracasó.
Max observó la amplia escalera que llevaba a la segunda planta.
Había pétalos esparcidos por el suelo.
—Debe de haber alguien más aquí —dijo—. No es que no seas… —
Tosió—. Es sólo que… He pasado mucho tiempo con ella. La chica que
llevaba este zapato. Por lo que estoy bastante seguro que habría sabido si
eras tú.
—Merecía el intento —dijo Dusty, moviendo su pelo sobre su hombre
al estilo de Pixie.
—Pues… ¿Hay alguien más?
—Está mi hermana pequeña, pero estuvo conmigo toda la noche, y
sé que no llevaba zapatos dorados. Las dos estábamos allí. —Puso de
vuelta su expresión seductora—. No sé si nos viste.
—No, no creo haberlo hecho… Lo siento.
Dusty suspiró. —Si quieres ponerte técnico, hay otra chica que vive
aquí. Pero no fue al baile. Nuestra madre no la dejaría. Está sucia y viste
con harapos. Puedo traer a mi hermana pequeña si quieres. —Añadió
rápidamente—: Es muy mona. Como yo. —Movió su cuerpo hacia él. Max
dio un paso atrás.
—¿Uh, has dicho que había otra chica aquí? ¿Alguien menos
afortunada? ¿Un tipo de… Cenicienta?
—Bueno… Ella limpia nuestra casa y nos cocina. Pero no tuvo
tiempo para ir al baile. Estaba aquí, recogiendo lentejas.
Preparar lentejas, eso era tan antigua-escuela de Dusty. Quizás eso
263
***
La primera noche del baile, le había costado un rato captar su
atención. Dusty había brillado al entrar, esperando captar todas las
miradas tan pronto como entrase en la sala, como Dusty hizo en la
película. Diablos, como cualquier transformada guapa heroína hacía en las
películas.
Pero la gente estaba distraída, ocupados hablando, bebiendo,
bailando, no era como si todos los ojos estuvieran en la puerta, o como si
fuese una verdadera princesa que era anunciada cuando llegaba.
Pero cuando el resto de comensales la vieron, cuando finalmente la
notaron, volviéndose en cada dirección en el mismo momento, la miraron
con la respiración entrecortada, asombrados. Era guapa como en un
cuento de hadas en un vestido encantado, demasiado delicada para durar,
y su cabello brillaba como verdadero oro bajo la luz de los candelabros.
Una vez que la gente pudo respirar otra vez, la inhalaron, y su
perfume les encantó de nuevo.
Fue muy mágico, y casi habría estado muy contenta de volver a casa
en ese momento. Pero quería bailar en los brazos del muchacho que sus
hermanastras estaban adulando, y quería que vieran a esta perfecta
criatura bailando con él, siendo muy conscientes de que no era ninguna de
ellas.
Cuándo Max por fin la vio, interrumpió la conversación que tenía,
entregó la copa a un amigo, y se dirigió hacia ella para bailar. Se sentía
como si fuera una película en cámara lenta. Todo el mundo miraba, y todo
estaba congelado antes de que sucediera, pero no estaba preocupada o
asustada. Cuando sus dedos se entrelazaron con los de ella y la guió hacia
la pista de baile, su piel se estremeció con la misma sensación mágica que
el hada le había dado.
Bailaron juntos por dos bailes —dos canciones que ella no podía
recordar ahora— antes de escabullirse para llegar a conocerse mejor. Y
todas las cosas que aprendió sobre Max podrían caber en una caja con
forma de hombre. Ella había mantenido su identidad en secreto, y había
guardado la conversación al mínimo.
264
***
nuevo.
Tal vez era mejor tratar de meterla en el zapato de oro ahora,
mientras aún estaba inconsciente.
Dusty encontró el calzado resbaladizo y con olor a flores, y se tragó
Página
***
En la segunda noche del baile, cuando Dusty había creído que podía
desaparecer de la vida de él para siempre, quería ver a Max una vez más.
Podía haberse quedado en casa y ponerle fin al asunto en ese momento,
pero se sentía como si recién hubiera comenzado.
El hada produjo un segundo vestido, este rosa pálido y goteado con
perlas, y tacones altos de cristal transparente con los que milagrosamente
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***
Te amo.
Había dicho mucho más que eso, trató de explicarlo, de darle sentido
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a como él podía sentir eso después de sólo unos pocos días. Y ella había
sentido el peso del tiempo que pasaron juntos al igual que el pastel. Había
sido delicioso mientras duró, el anhelo interminable, hasta que ella
alcanzo un punto donde tenía que pensar sobre mañana, y se dio cuenta
Página
***
ella.
—Soy una persona espontánea —dijo Max—. Si siento algo, no
espero a estar seguro. Estoy seguro.
—Yo no soy espontánea —dijo Dusty, insegura de por qué se
encontraba admitiendo esto—, pero ella lo es. —Señaló a Pixie.
—No lo sé. Creo que fuiste bastante espontánea. Creo que te gustó
ser de esa manera, permitirte ser tu misma. —Él se movió más cerca—.
¿No pensaste en mí durante todas esas noches luego de que te fuiste a
casa? Porque yo sí pensé en ti.
—No sé de lo que estás hablando —dijo ella, jugando con su cabello
negro. Obviamente, así él podía ver el color y ser recordado, ella no.
—¿Podrías dejar de fingir ser alguien más?
La frustración se derramó sobre ella.
—¿Por qué es importante? Estaba fingiendo en el baile. No es así
como soy. Esto es lo que soy. —Tiró de su camiseta—. Excepto que por lo
general mi ropa es más fea que esto. Y estoy exhausta de limpiar la casa,
lavar la ropa, y lo que sea que mi madrastra quiera que haga.
—¿Por qué no sólo te vas?
—No lo sé. —Se mordió el pulgar. Ya no sabía a sangre, sólo
ligeramente a químicos, a fresas. Y lo sabía. Sólo intentaba no pensar en
eso—. Porque tengo miedo —dijo ella.
Sabía cómo vivir así. No estaba feliz con ello, pero estaba
acostumbrada. No ocurrían demasiadas decepciones de esta manera. Sólo
las mismas, una y otra vez. Ya encontraría la manera de hacerle frente a
todas ellas.
—No me había parecido que fueses el tipo de persona que deja que el
miedo le impida hacer cosas —dijo él.
—Fue el vestido. Y el cabello. La magia del hada madrina.
Pero había sido más que eso. Se había sentido como si esa noche—
como si todas las tres noches—le hubieran pertenecido. Y había afectado
la manera en que se comportaba. Se había dejado a sí misma ser una
persona diferente, en lugar de reprimir todo lo que sentía, dejando que sus
miedos controlaran quién era. Pero eso no significaba que hubiese dejado
de tener miedo.
—De todas formas, el zapato le queda —dijo Dusty, alejándose de la
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cama, cerrando sus brazos sobre su pecho—. Y ella cree que te ama.
Probablemente te adorará por el resto de su vida si ustedes se casan. Y es
linda. Podría irte peor.
—¿Estás loca? ¿Crees que me enamoro demasiado rápido, pero
Página
***
tacones rojos.
Pero Dusty no pudo evitar sentirse como una criminal cuando se dio
cuenta de la multitud observándola, como si se preguntaran si ella era la
única cuyo pie encajaba en el zapato—la Cenicienta que había causado
todo este desastre.
La madrastra de Dusty se fue tras la ambulancia, gritando por la
ventana que Dusty mejor no apareciera por aquí de nuevo. El hada se
quedó atrás, haciendo guardia en la puerta.
Y cuando la ambulancia se fue, el coche de la madrastra de Dusty
desapareció, y el hada fue bloqueada, Max la esperaba, apoyado contra el
Audi plateado aparcado al otro lado de la calle. Las puertas estaban
abiertas, y mientras cargaba con su bolsa hacia la otra acera, él la tomó y
la puso en el asiento trasero. La luna brillaba sobre ellos, y los vecinos que
habían salido para observar el drama estaban demorándose en sus patios,
como si trataran de discernir si esto era un final feliz para siempre.
Dusty les dio la espalda a los mirones. Se quitó una pelusa de polvo
de la manga.
—Entonces —comenzó Max—. Tengo una idea. Necesito un
compañero de cuarto. Mi apartamento es demasiado grande. Y podría
obtener un perro…
Ella alzó las cejas.
—Pero no soy realmente una persona de perros. Y desde que ya
sabemos que estaremos juntos… Creo que deberías trasladarte. —Bajó la
cabeza, sus ojos diciendo por favor. Era entrañable cuando estaba
nervioso. No había fotos de él así en los archivos de Pixie.
Dusty escaló al asiento del pasajero. —¿Ahora soy un sustituto de
un perro? Creo que me gustaba más cuando estabas enamorado de mí.
—Tuviste tu oportunidad para ser feliz sobre eso. —Su sonrisa, libre
e inconsciente, la alegró de estar en el coche.
Se preguntó cómo luciría su apartamento. Y cómo sería no vivir en
un ático, ser una persona normal que podía vagar en la cocina por las
mañanas y hacerse una taza de café sin tener que preparar algún brebaje
de expresso para su madrastra primero.
Los vecinos entraron de nuevo en sus casas—decepcionados, tal vez,
porque no les habían dado un beso estremecedor—y Max comenzó un
lento viaje de vuelta a su apartamento. Una de sus manos descansaba
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entre ellos, y enroscó los dedos sobre ella y la sostuvo. No había tráfico en
su vecindario a esta hora de la noche. Sólo ellos dos, la oscuridad, y el
coche—y los desechos de su antigua vida en el asiento trasero.
—Max —dijo, sólo para meterse con él—, ¿Qué pasa si quiero un
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perro?
—Entonces puedes tenerlo. Pero no pájaros.
—Sin pájaros —acordó ella.
Parecía un buen sitio por el que comenzar.
Sarah Cross
Sarah Cross ama los cuentos de hadas en todas sus encarnaciones.
Su primera novela trata sobre otro tipo de mitos—superhéroes. Si quieres
saber más sobre ella lee algunos de sus libros, su alma está en alguna
parte de ellos. Visita su página web: www.sarahcross.com
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