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SOLAPA
A Carlos Cortés
porque siempre sentiré tu abrazo presente en los ecos de mi guitarra.
A Mi madre
por todos estos años de paciencia, aguante y amor incondicional
A la música.
Mi compañera fiel, mi diosa.
CAPITULO I
- Transición de conciencia_____________________________________________ 14
- Entre gustos no hay disgustos__________________________________________22
- Entonces recordé que el recuerdo me hace daño___________________________ 25
La muerte de Daniel
Pre-subdivisión________________________________________________ 36
Subdivisión___________________________________________________ 39
Invocación____________________________________________________ 44
- Dios es con minúscula________________________________________________46
- POEMAS SEUDEMONIACOS
El soñador sin sueños__________________________________________ 52
Solitarias tablas_______________________________________________54
Mundo de guitarras____________________________________________56
¡Dejen que dios se suicide!______________________________________ 57
- Yo estoy aquí
Necesidad___________________________________________________129
Sumisión____________________________________________________132
Negación____________________________________________________133
Amor_______________________________________________________135
- Allegro__________________________________________________________ 139
- Andante__________________________________________________________143
- Adagio___________________________________________________________146
- Presto____________________________________________________________148
- EPÍLOGO:________________________________________________________164
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 6
PRÓLOGO
El hombre en su orgullo,
creó a Dios a su imagen y semejanza…
F. Nietzsche
Lo que Cabe en su Matriz es una metáfora de vida y de muerte donde se conjugan las más
importantes dialécticas que cimientan los misteriosos túneles que constituyen el fascinante
y complicado laberinto de la mente humana y su múltiple dualidad: Luz-oscuridad, razón-
sin razón, cordura-locura, amor-odio, miedo-sosiego. Aquí, todo atraviesa un largo y obtuso
camino trazado principalmente por lo mágico, lo fantástico y lo mítico, pero también se
hace un análisis minucioso de las relaciones interhumanas caracterizadas por el conflicto y
la ignorancia frente a la vida, a su impetuosa tendencia a la banalidad, a un amor enfermizo
por lo superfluo y a la pérdida de su propia historia como individuo. De esta manera, en Lo
que cabe en su matriz se manifiesta la influencia de la filosofía clásica y del
existencialismo contemporáneo, la vivencia personal de la era posmoderna en una praxis
subjetiva de relaciones conflictivas y una agilidad crítica muy propia del autor.
En esta obra se pone en cuestión la existencia misma de un dios narcisista con conflictos de
personalidad, donde el autor jocosamente llega a romper los límites de lo real y lo irreal
dibujando al lector un hombre-dios con “d minúscula”, rompiendo así su Universalidad
para describirlo en su singularidad; con sus conflictos internos, sus dudas, sus miedos, sus
gustos, sus odios; pero sobre todo, su soledad, donde cada soliloquio atraviesa la barrera de
esa soledad, exigiendo en el lector un confidente de sus secretos y pasiones; y por
consecuencia, convirtiéndolo en un fiel Sancho Panza testigo de las aventuras de este
hombre-dios con “d minúscula”.
El suicidio como acto de libertad se constituye en sí mismo como una metáfora del
nacimiento, donde la matriz constituye una vida intrauterina aburrida, malgastada, de una
paz aterradora, donde la placidez se convierte en letargo y toda una vida de ocio y confort
termina por exigir el picante de la vida: el dolor, el sufrimiento, la pasión, el desamor, la
locura, la frustración, la búsqueda de sentido en algo que ha perdido: la existencia. Así, el
suicidio se constituye en un parto hacia lo extraordinario, en aquellos signos inequívocos
que utiliza la muerte para recodarnos que estamos (inevitablemente) vivos.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 7
Así, la matriz también metaforiza una sociedad sombría con intereses oscurantistas de
dominación, sociedad que produce seres sin historia, sin presente y mucho menos futuro;
seres inesperados, indeseables, desechables, des-hechos, mal-hechos, sufrientes que
sucumben bajo el manto y la voluntad del fetiche del dinero como supremo bien y como
máximo signo de denigración de la humanidad; humanidad, palabra que cada vez se torna
más sin sentido y pierde su significado mientras lo recobra el valor (valor de uso, valor de
compra, valor de mercado, valores culmen de esa matriz de consumo).
Daniel Cortés también increpa en su obra las falsas y múltiples moralidades hipócritas de la
posmodernidad, pone en cuestión la ética del consumo y su inherente capacidad de crear
cadenas en hombres que se consideran libres por antonomasia; de esta manera, Daniel nos
relata una historia en medio de una sociedad de desconocidos, donde cada sujeto se
caracteriza por su insignificancia, ubicando entre sus letras el fiel reflejo de una sociedad de
alienados de todo tipo: religiosos, políticos e ideológicos; donde el apego al bien material
se solidifica en una “moral” en sí misma y elide en el ser humano cualquier vestigio de
libertad posible, instituyéndose ésta última en un anhelo que linda con la muerte y se
expresa en un deseo suicida de libertad.
Por otro lado, la música y la musicalidad de la obra también resuenan entre líneas,
resaltando la gran influencia que la música ha tatuado sobre la vida y la subjetividad del
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 8
autor. Por ello, se encontrará a lo largo de la obra varias referencias a la música, que de
manera ingeniosa, Daniel logra impregnar en una obra hecha de palabras; así, palabra y
música logra una armonía a veces consonante y a veces disonante producto de la intención
del autor y de sus conflictos que inspiraron la construcción de su obra y es por ello que
referencias a la música se encuentran en los títulos de algunos capítulos y se plasman en
muchos apartados de este libro; entre estas, nos encontramos con referencias que provienen
desde la música académica como “Un día de noviembre” de Leo Brouwer o “La
consagración de la primavera” de Igor Stravinski, pasando por un “Romance del diablo”
de Astor Piazzolla, viajando incluso hasta las frases de Mercedes Sosa, y convergiendo en
las más ruidosas y estridentes distorsiones del rock y metal contemporáneo. Además,
resulta interesante escuchar la obra musical de Daniel, pues algunas de sus canciones (como
solista o con su banda base, “Paradigma”), comparten ciertas frases y conceptos con
fragmentos de su novela; por lo que, dota de coherencia a los textos y cumple una función
complementaria al análisis de ambas obras.
“Lo que cabe en su matriz” son dos libros, donde indagaré en temáticas afines al amor, el
suicidio, la desesperanza, la crítica social, el cosmos, la especulación teórica, la locura, la
soledad, los alter egos, el temor, y un sinfín de tópicos cercanos al existencialismo. En
ellos se debe tomar en cuenta el momento existencial que ocurría en mi vida personal al
escribirlo; el primer libro lo escribí desde mis trece años hasta los dieciséis, y, en él se
hará evidente cierto contenido autobiográfico que se plasma en los subtítulos que van
desde “Transición de conciencia” hasta “La muerte de Daniel”. A partir de ahí, la trama y
la narrativa tomarán un giro drástico ligado a la fantasía.
Personalmente y aclarando que no es obligatorio, recomiendo leer este libro con música
de fondo de la siguiente manera:
El poema con el cual inicia el subtítulo “Hoy puedo mirar al cielo más triste que nunca”,
es obligatorio leerlo lentamente y con el tango “Romance del diablo” de Astor Piazzolla.
Cuando se finalice el libro, sería ideal escuchar la obra “Un día de noviembre” del
compositor Leo Brouwer. Y si el lector gusta complementar su experiencia (solo a modo de
recomendación y por gusto personal), podría culminar reproduciendo “Echoes” de Pink
Floyd, y “The sky moves sideways” de la banda Porcupine Tree.
¡Él nunca entendió que todo dios alguna vez fue estrella!
Que todos nosotros nacimos de lágrimas
… y tristemente nos convertimos en ellas.
D minúscula.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 12
Listos, apunten…
¡Fuego!
Mientras estoy muerto solo espero que mis cuatro almas solucionen sus problemas; entre
tanto, estoy encerrado en un cubo de espejos sin ser yo, solo soy una minúscula, una “nada”
desnuda en un rincón lóbrego de la mismísima miseria; soy el dios ateo, el creador de lo
creado. Aquí todo es negro, el único resplandor proviene de las pálidas velas a mis lados;
en ellas, enciendo mis cigarrillos ignorando los rostros que reflejo, y luego me siento a
esperar pacientemente.
¿Qué espero? – Me digo – Espero que el mundo sea diezmado cuando decida despertar; o
que al menos, para aquel entonces el nombre de dios sea con minúscula, ¿acaso es mucho
pedir que corrijan errores de lenguaje? Infinitas palabras han sido desperdiciadas ante falsas
miradas, falsos oídos y falsas mentes; era de esperarse que el hombre en su miseria y
cobardía, no resista peso semejante al de la lengua; ¡músculo pesado!, cargado de símbolos
y significantes que vuelven tangible la universalidad de la palabra, pero tan pesada, que
solo puede resistirla el papel. ¡No la soporta siquiera el que la usa, por más fuerte que sea
su carácter poético! ¿Qué reserva aquel que escribe a su obscena propiedad?
La lengua, como constructora y destructora, como industria, como testigo, como historia
fragmentada en rupturas convencionales, como carta de amor y también como discurso de
paz; de cualquier manera, ¡sigue siendo insoportable por su incomparable capacidad de
quebrar las máscaras humanas, señalando sus más ensangrentados, andrajosos y utópicos
individualismos! La lengua, que, como órgano, lame y excita al punto máximo de
desnudez, desatando todo nudo, desprendiendo toda armadura y levantando toda falda; solo
nos demuestra, que, una vez se sucumbe a ella, por simple placer a la destrucción, no se
puede parar de desmenuzar el mezquino entorno humano únicamente desnudándonos a
nosotros mismos y acariciando unos pezones ajenos. Sucumbir a la lengua es de valientes y
cobardes, de monjas y putas, de naturalistas y misóginos. Es de todos aquellos que indagan
en los extremos más controversiales de la humanidad, y con ella, sufren y lloran,
materializándose en la tristeza arrolladora del poeta; un pequeño dios, que aún conserva ese
intenso amor a la perfección del arte como amante, que, como toda mujer, mata siendo
musa y siendo arma, siempre ofreciendo la fantasía de la inmortalidad y la creación, sin
importar la desdicha como precio.
Todo en esa fría ciudad me causaba lástima, hasta las lucecitas de los faros que se
reflejaban en los charcos opacando la belleza de las estrellas naturales. Así era para mí la
vida; nublada, castrante, falsa, hipócrita, como mi revolución sin fundamentos ajenos al
resentimiento infantil. Todas y cada una de esas reflexiones exageradamente
trascendentales tienen un dote de perspicacia en medio de la historia que vengo a contar;
por esto, la iniciaré desde el pasado, con una breve reflexión infante, invisible, subyacente y
fácilmente olvidable, pero necesaria. Es justo retomar el origen de mi naufragio, de todo
aquello que pasaba por la mente de mis cuatro identidades mientras la luna se caía a la
tierra, mientras enfrentaba sin parpadear a la muerte ante al pelotón de fusilamiento. Es
justo exaltar la monótona y desesperanzada realidad mental de un individuo que debe
contemplar la necesidad de ser un bufón.
Fueron varios años luz atrás pero aún lo recuerdo. Mientras lloraba en las noches en medio
de mi soledad; al despertar, antes de abrazar con resignación a la multitud que intentaba
adiestrarme, prefería encerrarme en mi cubo para no mirarles las caras, y ahí adentro, a
partir del diálogo con la luna y con los espejos que lo rodeaban, redefinir mis conceptos de
la realidad, creando unos cimientos ideológicos imaginarios (no menos importantes o
verdaderos que la rutina farsante del medio externo); ahí, en “el cubo”, gozaba de una
libertad plena y absoluta reemplazando mi existencia con “la nada”, mientras le otorgaba la
responsabilidad por mi ser integro a los fantasmas que me rodeaban, sin saber que en la
matriz de mi existencia, no tardaría en romperse la fuente.
Un infante afanado por nacer prematuro dejó escapar la infancia en aquella matriz, mientras
moría a diario en la desesperación y el desequilibrio que solo conllevarían a su aborto
voluntario. Era joven (¡muy joven!), mi edad mental no era tan joven como yo, pero seguía
siéndolo. Era tan joven, que en aquel tiempo portaba una conciencia moral dotada de buena
vista.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 14
“Edipo (A Yocasta) le arranca de los vestidos los
broches de oro que los adornaban, los coge y se los
hunde en las órbitas de sus ojos, gritando que no
serían ya testigos ni de sus desgracias ni de sus
delitos: «En las sombras, decía, no veréis ya los
males que he sufrido ni los crímenes de que he sido
culpable. En la noche para siempre, no veréis más a
los que nunca deberíais haber visto, ni reconoceréis
a los que ya no quiero reconocer”
Sófocles.
CAPITULO I
Me dicen que ponga los pies sobre la tierra, que estudie escuchando bocas y miradas
mudas, que deje de vivir en las estrellas, que tenga sueños por realizar y bocas que
alimentar, que baje de las nubes, que ame a dios sobre todas las cosas, que afile bien las
tijeras para cortar el cabello, que sea considerado con su dinero, ¡que sea alguien! En fin,
que ponga los pies sobre la tierra… Ese no es el problema, he decidido hacer caso omiso a
lo que me exigen, pero pensar que hasta ellos tienen los pies en el pavimento me hace sentir
como la mierda que pisamos en él.
¡Maldición! A veces reniego tanto de este mundo que he olvidado reprochar el mío. ¡Vaya
forma de huir! Vaya forma de suicidio he escogido, sumergido inútilmente en la soledad
olvidada y estigmatizada por el decadente hombre cívico. Me mato con libros, con poetas
malditos, me disparo con la palabra. Muero en las vertiginosas frases de aquellos que
sucumben a la locura, como resultado esperado de su amor a la cordura. Muero de tristeza
en mi enfermiza sociedad, a ellos los culpo de mis lágrimas y es por eso que prefiero
matarme en la soledad con palabras sabias antes que vivir en su estupidez.
¿Es más importante el amor a la naturaleza o el placer de comerla viva? ¿El respeto a la
diferencia de culto, o meterle la cruz por el culo al que no desea recibirla? ¿Defender la
democracia de las políticas justas, o esperar que otros lo hagan para no parecer insurrecto?
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 15
Yo, por mi parte prefiero ser sincero, escupirle a la igualdad para cambiar el mundo, pues la
igualdad no es justicia, prefiero el alcohol y el tabaquismo, pues después de todo, la
inconciencia financia la educación y la salud de mi país, país donde solo se puede ser feliz
estando borracho. Cuando me intoxico con sus humos y licores, prácticamente estoy
pagando el diploma de mi futura graduación; vivo en un país de fiesta, un país donde el
niño aspira a una buena calificación por encima de su aprendizaje, donde en la jornada de
clase todos ansían el recreo, donde nadie gusta de un buen libro pues su tarea más odiada es
leer algunas páginas por la fuerza para evitar un 0 (cero); donde la mujer víctima de
violación tiene la culpa de ser violada por vestirse de “puta”, donde se matan unos a otros
por llevar la playera futbolística del equipo equivocado, donde la urbe se mofa día a día del
campesino que le da de comer, donde el ladrón mata por necesidad y el político por
conveniencia; si, donde el patriota más reconocido y admirado se llevó a la tumba su poder
y su bigote; y no, no se trata del dictador alemán, este no era un político, era un
narcotraficante.
Yo no soy tan diferente a ellos pues mi guerra es contra ellos y aun así no dejo de ser
despreciable por simplemente ser humano. No promulgo el ser vegetariano pues me fascina
la carne, no respeto la diferencia de culto ni contemplo la tolerancia a ignorantes y
religiosos; en definitiva, ¡urjo no pertenecer a esta patria de mediocres! Me niego a sus
cruces, me niego a sus colegios, me niego a sus convicciones, me niego rotundamente a su
paraíso.
Pero ¿cómo no huir de tal monotonía mundana, cuando todo es tan enfermizamente
rutinario? – De pronto, la evolución nos convierte en monstruos que dan su inicio en la
transparencia e inocencia infante, logrando su “madurez” como final y medio al llegar al
espesor oscuro de la adultez; así, como un agua cristalina, que el hombre se ve obligado a
contaminar con basura por protección a su existencia, justo antes de ser robada por otros
hombres que solo desean saciar su sed con aguas vírgenes. No hay ser humano que
conserve limpias sus aguas; el camino de la enfermedad llega, ya sea por adaptación o por
liberación; los que se adaptan, descubren la perversión y la niegan por vergüenza, los que
decidimos liberarnos, la convertimos en nuestra naturaleza… en donde ahogamos la tristeza
de la sabiduría a través del vicio.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 16
Pero aun soy joven y conservo la esperanza (incluso entre mis mortuorias convicciones),
aun pretendo cambiar el mundo pues mi conciencia funciona, o al menos mientras tengo los
ojos abiertos; otras veces, opto por cerrarlos para lograr la dicha de la perversión sin
arrepentimientos. Creo fielmente que el sistema digestivo primordial tiene los ojos como
boca y el cerebro como ano; que, hasta el arte más perfecta, es estiércol fétido proveniente
de la representación de un deseo individualista de desechar lo tóxico y obligar al espectador
a retroalimentarse con sus propios ojos, para darle de comer a otros con nuestras desgracias
y así alivianarnos la carga; que, lo único puro es lo que se hace sin conciencia visual, es
decir, sin pensar en la salvación moral ni en la aprobación estética. Así, los vicios son más
reales y sensatos que el paraíso, aunque su precio se materialice en la ceguera.
Vivo en una pequeña habitación en el segundo nivel de una casa grande, su suelo está
forrado de una brillante madera que resuena al más mínimo contacto con ella, éste nivel, se
forma de una sala de espera, un largo pasillo y tres alcobas; la mía, la de mi madre y la de
mi abuela; las suyas permanecen vacías y llenas de cristos, en la mía y en mi silencio
permanezco crucificado entre mis versos. En mi rutina, el día menos usual es el viernes, y
su rutina es enfermizamente usual, podría describirlo de la siguiente manera:
Tengo que ir al colegio a las 7:00 de la mañana, pero, por lo general, llego tarde a
propósito, los profesores llevan en su rostro la insatisfacción de sus sueldos y sus
problemas hogareños; por lo tanto, su catedra (regida por órdenes de un ministerio de
educación que busca ciudadanos mediocres) es tan tediosa, como las materias que enseñan.
Por lo general no me permiten entrar al aula, más que para marcar asistencia, pues llevo el
cabello largo; entonces, voy a la biblioteca y juego ajedrez conmigo mismo. Intento
vomitar en la idea de entablar relación amistosa con mis contemporáneos, y ellos lo saben;
antes, solían burlarse de mí; ahora, simplemente me ignoran como yo a ellos.
Salgo de clase, llego a casa sin saludar, trago algunas cucharadas de arroz, y, ¡al fin! Me
encierro en mi cubo. Leo un poco mientras reposo y luego toco mi guitarra estudiando unas
cuantas escalas y arpegios con ánimos de inspirar alguna melodía nueva (por lo general
nunca llegan ideas agradables pues me gustan los acordes menores; cuando quiero escribir
algo “bonito”, suelo pasar horas enteras sin ningún resultado confortante, entonces me
deprimo un poco, pienso acabar con mi vida hastiado de tantas contradicciones internas… y
es ahí cuando las ideas fluyen).
Pero la verdad es que esto no me importa demasiado; ¡sé que hoy pienso embriagarme! No
tengo dinero, pero tengo mi guitarra, así que la desenvaino de su estuche y me siento en
algún lugar visible y transitado donde luego de afinarla y ponerme “cómodo”, comienzo a
tocar. La gente no escucha, pero igual tira monedas en el estuche mientras yo continúo en
mi éxtasis de acordes y cantos. Algunos dicen que tengo una voz prodigiosa, que no debería
fumar y mucho menos a mi edad; mi conciencia me dice que tienen razón, pero hoy es
viernes, y los viernes suelo cerrar los ojos. Entre más atentos son los ojos, más ciega es la
conciencia y menos conoce del mundo real y su forma de obligar al hombre a violar la ley y
la cordura, ella, a través de ellos, solo repasa lo que le gustaría fuera cierto en medio de sus
fantasías por observar un mejor mundo con mejores horizontes y amaneceres… De ahí que
mis ojos permanezcan resecos, tristes y pisoteados por siempre querer mantenerse abiertos
en su esperanza de ser escuchados por un mundo que nunca es capaz de observar
directamente a los ojos del otro. ¡Nadie tiene tal valentía por temor a que su falsedad sea
descubierta! En su perezosa moral, antes de observar en mis ojos un grito de esperanza y
levantar su rostro firme y sin prejuicios, prefieren ir agachados y burlándose de mi ropa
negra… esa que llora el luto de su muerto propietario.
Son las tres de la mañana y no puedo ocultar el gozo que me implica la inconciencia, me
siento movido por el odio irracional; quiero drogas, alcohol, sexo oral, quiero nubes grises
en este enfermo paraíso… después dejaré que llueva hasta que escampe y todo esto
desaparecerá, ¡juro que desaparecerá! Pero quiero más vicios e inconciencia, quiero olvidar
lo que me prohíben, ¡ayúdenme a olvidar cuánto me odio!
¡Pero siempre se refleja el superyó y su asquerosa moral! Mis ojos comienzan a parpadear
en un intento de abrirse; me dicen que me vaya, que mi vida debe ser diferente, que debo
darle un ejemplo a la sociedad desde adentro si quiero que salgan de su encierro; pues
desde afuera, las murallas de su religión y su sistema no me permitirían gritar, me dice que
mi madre está en casa preocupándose por mí, que piense en ella, en su corazón, que piense
en mis pulmones, que piense en mi hígado, que piense en ellos. ¡Conciencia hija de puta!
¡Siempre le hago caso y eso me enferma, por eso nunca he podido escapar del paraíso!
Así eran mis días, días en los cuales la conciencia no se cansaba de hablarme segundo a
segundo. Mis ojos me decían, por ejemplo, que se debe quitar el pavimento de toda la tierra
para que la unión haga la fuerza y se recupere lo natural en medio de un paraíso socialista;
¡su pacifismo era enfermizo! Yo debía ser egoísta, gobernarme y dejar que sean mis
recuerdos y experiencias las que me gobiernen por encima de sus utopías. ¡Joder, no todo
es para siempre, ni mi familia, ni mi banda, ni mi tristeza, ni mi voz, ni mi conciencia, ni mi
guitarra, ni mis vicios! ¿Qué se iría primero? ¿Qué debía sacrificar con tal de obtener mi
libertad? ¿Habría conciencia sin arrepentimiento? ¡Conciencia estúpida! ¡¿No ves que no
amo a la multitud?! ¡¿No ves que lo único que ha logrado tu benevolencia es mantenernos
atados a un sistema que se come su propio estiércol?!
Y así, maltratándola con mis odios y vicios comencé a permanecer con los ojos cerrados
mientras me fuera posible, la hacía sentir inútil encerrándome en mi habitación y dejando
de permitirle volver a observar el mundo como lo conocía, para que se acostumbre a mis
negros muros forrados de afiches a los cuales yo les llamaba “minas”; donde, cada sonido
iba tomando un lugar apropiado en mi cubo; cada concierto, cada paradigma, cada una de
mis preferencias personales iban forrando de papel los muros de mi oscura habitación
mientras en mí crecía un asesino. Las “minas” estallaban ante cualquiera que no esté
dispuesto a respetar mis cerebrales heridas en mi habitación, y, por ende, muy pocos
entraban ahí. Estaba orgulloso de mi decoración; no quería agujeros en mi habitación, debía
forjar en ella un infierno de llamas y orgasmos. Poco a poco fueron llegando imágenes,
dibujos, pinturas, demonios; poco a poco, iba haciendo de Dalí y su “ciudad de los
cajones”, de Chopin y sus “nocturnes”, Nietzsche que le daba fuerza a mi voluntad por
cruzar el puente que aún me tenía atado a ser un humano (demasiado humano), Baudelaire
haciéndome sentir pecador por ser artista y estudiar la belleza mientras daba gritos antes de
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 20
caer de rodillas, Artaud y su desgraciada forma de abrir el bolsillo anal en la existencia
humana; y otros ídolos, una parte fundamental de mi cubo. Mi conciencia era inútil en ese
lugar y así fueron los libros mis únicos amigos, consejeros y aliados. La poesía se convertía
para mí en algo tan necesario como el alimento, me llenaban de vida, de fuerza, de
realidad… mi cubo se convertía en un tribunal de energía y alabanza a humanos mortales, a
verdaderos dioses con minúscula que no debían ser vírgenes para ser dignos de respeto e
incienso, que no morían en cruces; por el contrario, ¡crucificaban los dogmatismos! ¡Ellos
me hacían sentir fuerte y movido por la “independencia”! Me conducían a la creación
literaria y musical, los alababa en medio de ritos, donde el ambiente se ponía denso y
demente junto a mis neuronas que danzaban bajo la influencia de Mozart, Beethoven,
Stravinski, Mompou, Wagner, Led Zeppelin, Megadeth, Pantera, Sepultura, Opeth, Pain of
salvation, (e indiscutiblemente) Pink Floyd.
¿Qué podía hacer la conciencia más que aburrirse de mí y de mis ganas de no mirar al
horizonte? Pero la idiota, aún no se decidía a dejarme (al parecer nunca lo haría), aún tenía
esperanza en mí y en el mundo, era yo quien debía renunciar a ella y a su quimera. Si mi
conciencia quería seguir gastando energías gritándole lo que “deberían hacer” a aquellos
sordos humanos, no tenía por qué meterme en sus planes; yo, ¡yo debía ser libre! Debía
hacer que el único reflejo del espíritu se quede en este enfermo paraíso y me deje tranquilo.
El cuerpo era placer, y el cuerpo era conformado por muchísimos más órganos que un par
de ojos soñadores.
Siguió una semana más de rutina, de tedio… Pero de pronto, decidí retirarme del colegio un
viernes en la mañana, esta vez para no volver y continuar auto educándome mientras daba
prioridad a mis deseos sin importar quién interfiera en ellos. Siguió esa tarde tan monótona
como siempre, pero esta vez salí sin mi guitarra, el nihilismo me jodió tanto, que se volvió
existencial, y puse en duda hasta mis propios pasos; luego, me decidí.
Sin alzar las mangas de mi chaqueta, flexioné los brazos intentando abrazar todos los
consuelos de los mortales. Me fijé en el lugar a mi alrededor antes de hacerlo; la lluvia caía
con furia, creaba charcos en los huecos del pavimento; la calle estaba fría y sola… solo
pasaba gente. ¡No lo pensé más! Me rasguñé el rostro con tenacidad de arriba hacia abajo,
poco a poco me acercaba a los ojos sin detenerme a pensar un solo segundo en las
consecuencias de lo que sucedería y lo cruel que sería la ceguera.
Sin apuros, halé mis pensamientos con furia y, junto con ellos, comencé a extirpar mis ojos
sin aplastarlos, pues quería que tanto ellos como yo gocemos de una nueva vida respetando
sus libertades. Gritaba de dolor y por mis mejillas recorría la sangre como llanto, el
sufrimiento era lento y punzante, la vida se dibujaba ante mi mente mientras me daba
cuenta que ahora el estar vivo sería algo completamente desconocido para mí. Mientras mi
mente daba vueltas en la incertidumbre, mi cuerpo actuaba por inercia y mis manos ya
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 21
habían rodeado los globos oculares. Aligerado de sudores; pensé – quizá ya me he herido lo
suficiente, ¿seré capaz de terminarlo?
En la partitura del destino se dibujó un pequeño silencio; un pequeño, frío y eterno silencio
en mi desastrosa sinfonía, mientras le mostraba las muelas de cólera al horizonte que nunca
podría volver a observar; doblé los dedos, la mano hecha puño y de pronto un jalón; lo sentí
fuerte y doloroso, sentí el crujido cuando se arrancó el nervio óptico y mi cabeza rebotó
contra el aire; mis rodillas se fueron en picada contra el suelo y la espalda se encorvó como
sacando espinas de erizo; ¡no podía arrepentirme ahora! Estaba ciego y desangrándome, me
había arrancado los ojos y lo había hecho por una razón… Ya no podía volvérmelos a
colocar.
Entré en shock, aun los conservaba en las manos, los sentía viscosos y duros. Mis
pensamientos quedaron mudos (no podía quedar mudo de sonidos pues era inevitable gemir
de dolor), en mi mente, solo podía pensar – ya está hecho, ¿Qué hago ahora? – Entonces los
solté y retrocedí rápida y angustiosamente refrenándome con un andén y cayendo de culo
contra un andamio de hojalata. Sentí que salpicó un poco de agua cuando mis ojos cayeron
y supe que habían desfallecido ante un pequeño charco del macadán.
Poco a poco fui retomando el carácter mientras me daba un momento para respirar
intentando guardar la calma y silenciar la agitación. Mi ardiente prometido iba tomando
forma; mi ciego placer carnal, mi eterno orgasmo, mi odio inescrupuloso... ¡Al fin salía del
paraíso! – Un silencio – Tomé aire y me puse de pie con algo de mareo, miedo y dificultad,
pero una vez arriba, me sentí completo, valiente y retador; levanté mi pecho, mi frente y
sonreí con malicia.
Y yo abrí lentamente los brazos, como si fuese a abrazar el cielo alzando la nuca contra él,
mientras le respondía – ¡dando gracias a dios!
Tenía un buen ánimo, algo perverso y carente de norma, pero era bastante bueno, casi como
para verme involucrado con mis fantasías. Escuchaba los vientos de mis canciones y me
sentía con mucha calma, escribía cartas dirigidas a cualquiera que pase; tal vez, al señor
que vende perros calientes en un parque, a un niño de tres años que quiere ser futbolista en
quince; a mi colchón, donde, por cierto, guardaba aquellas cartas que nunca serían
entregadas a su destinatario (por lo general, a mi padre). A la vida, y creía tanto en ella, que
me habría encantado que fuese real; a mi cubo del delirio, cuyas cortinas eran
impermeables a la luz solar. Escribía a la empresa que fabrica un confite de menta barato, a
un tomate de árbol, al color negro y al color rojo, al negro transparente de mi ropa, al
olvido, al recuerdo. Escribía una canción e incluía todo en ella, hacía que los dedos
caminen entre acordes, sentimientos y democracias. A veces, el silencio me pedía que me
calle, y yo sabía que él me lo pedía por temor a que alguien más me calle a balazos y lo
deje inconcluso. Aun me gusta jugar con los dedos, enredar mi cabello haciendo espirales,
arrancar los hilos que se desprenden de mis camisetas, mirar a mi alrededor y luego fijar
mis ojos en un punto cualquiera para redescubrir la grandeza de un objeto pequeño
enfocado en primer plano. Planteo que la magnificencia de la vida se esconde en el detalle
más minimalista de una hoja seca y el sonido que genera al pisarla en un sendero. Me gusta
contar las baldosas que recubren el cuarto de baño, cambiar los canales de la tv
repetidamente hasta que el sueño acune mi tragedia. Suelo enamorar interpretando la
canción “hoy ten miedo de mí” de Delgadillo. amarro mis zapatos en el escalón de un bus a
propósito de retrasar a los afanados empleados que lo llenan; adoro hacerme el gracioso en
reuniones con cara de funerales, mirar al techo y formar figuras mentales en su pintura…
pegar afiches en mi habitación. Me gusta sentir mi mano encalambrada; y luego, apreciar el
cosquilleo de las agujitas que vienen después del calambre. Me gusta recorrer un cuerpo
con mis labios de forma elegante y discreta sin dar un solo beso, pero causando orgasmos
tiernos; reírme de un amigo cuando se cae. No dejar que se caiga la ceniza de un cigarrillo
y mantenerla firme, aunque se obvie su fragilidad. Me gusta cerrar los ojos cuando escucho
música y volar en pentagramas.
Me gusta sentir la lluvia cuando cae y enamorarme de su frío acto. Pero en cuestión de
amor y anhelo, solo sé que ¡me encantaría ser una manchita de la luna! Me gustaba decir
“te amo”; sobre todo, porque no sabía lo que es el amor, y siempre indagaba en un
significado distinto. En ocasionas llevaba una semana sin enamorarme y siempre volvían a
mí, aquellas repentinas ganas de amar (o follar). El amor era interrumpido, e irónicamente
constante; entonces decía convencido, que, el amor es una mentira transitoria, donde cada
que aparece otra razón para amar, también vuelve el crudo autoengaño de creer que será
para siempre. Jamás creí que amaría sin engañar ni engañarme.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 23
Me encanta sonreír sin burla cuando muero en una sonrisa de llanto; y también, cuando
lloro en un sincero llanto de sonrisas. Era muy bonito vivir inspirado en un único sueño
infante y mitológico que provenía de un niño feliz cuyo sueño único, era cumplirlos todos.
Adoro pensar en una mujer en particular cada que veo un calendario, como si todos los
viernes me recordaran un beso, y los sábados, la magia del viernes, ¡como cuando nunca
imaginé que el domingo después del sábado que me recordaba a viernes, iba a ser tan
miércoles! …Me gusta pensar que después de un miércoles se acerca de nuevo el viernes…
Me gusta el olor de una rosa, y me gusta marchitar las rosas para no tener que cuidarlas
todo el tiempo e igual verlas hermosas; regalar velas en los cumpleaños, regalar rosas
marchitas a mis amores aun no marchitados, como recordatorio de la muerte que supone el
nacimiento. Me gustaba perseguir desconocidos en la calle, caminar rápido y con buena
postura intentando no pisar las líneas que separan cada azulejo. Aún me gustaría hacerlo,
pero sin ojos, me resulta imposible observar aquellas divisiones.
Adoro reírme de los rostros de la gente cuando me miran desconcertados por mi ropa o mi
cabello. Me gusta dormir con mi madre y restregar mis pies en sus piernas; esperar que se
abrigue entre las cobijas, para luego entrar a rozar su espalda con mis manos frías, como un
jugueteo que me transmite a la niñez que sacrifiqué junto con mis ojos; sin embargo, ella se
pone furiosa cuando lo hago.
Me gusta el sexo; pero, mejor aún, ¡adoro hacer el amor! Hacerle el amor al café
preparándolo denso y sin azúcar; al volcán que resguarda mi pueblo, a mi guitarra; hacerle
el amor a una mujer desde la primera cercanía, sonrojarla con palabras, miradas y caricias,
hacerle el amor con poesía y sin tocarla. Hacer el amor al recuerdo, al olvido, al vino y a la
pasta. Al tabaco sin filtro ni sabor, a la lluvia, a la ceguera, a una copa de brandy, a un
jueguito de computadora.
Adoro saber que cuando recuerdo a mi padre, todos los meses son días de noviembre; a
veces, imagino el momento de nuestro reencuentro, en él, me he imaginado
recurrentemente estirando mi mano ceñida contra su rostro; golpeándolo con todas las
fuerzas de mi amor y luego, abrazarlo fuerte, llorar y cargar mi equipaje a su apartamento,
tomar un trago a su lado y dialogar esperando de él una enseñanza que no intervenga con
sus deseos de manipular y gobernar sobre todo lo que ve. Expresar lo que pienso sin
censurar palabra alguna, ni elegante ni burda. ¡Que me conozca tal y como soy!; inteligente
e ignorante, romántico y lascivo. Que no vea en mí, el reflejo de su vergüenza, que no se
sienta un villano ni tampoco un héroe; ni un enemigo ni tampoco un amigo… ni siquiera un
anti-héroe. Que se sienta un padre, que algún día me haga sentirme un hijo.
Quería que todo me recuerde a viernes para estar todo el tiempo distraído de la vida y
sentirme ajeno al paraíso. Naufragar en los síntomas de la decadencia y vanagloriarme en la
lujuria, que no es más que un fiel reflejo de mis pulsiones desgarradoras. Quizás, me habría
gustado que nunca hubiese pasado aquel viernes, que haya preferido dormir solo en mi
habitación para no necesitar el calor de mi madre, o el sexo de una mujer. Que mi padre se
hubiese quedado conmigo para no extrañarlo; no tener que darle un puño, para luego poder
abrazarlo, no tener que soñar, para no vivir esta lucidez decepcionante.
Que tenga un ánimo normal, y aunque no sea muy bueno, no se confunda con perversidad
patológica; que no haya restregado mis pies en las piernas de mi madre, y así no hacerle
daño como se lo hago con mi frialdad y mis suicidios metafóricos. Que no me hubiese
provocado gracia ni furor la mirada de mi sucio prójimo al verme pasar, para poder seguir
sin preocuparme indirectamente de sus burlas que me remiten a las tortuosas burlas de mis
contemporáneos colegiales, y así, no odiar mi patria ni mi humanidad, deseando que el
vicio me mate lentamente para evitar las decepciones a las que conlleva ser bondadoso,
consciente y vitalista.
Pero lo que más me disgusta, es que a veces no quería ser yo; ¡eso me enferma!, es una
traición a mis propios principios, pues al serlo, era digno de no desear un cubo y de
permanecer afuera, amando y siendo amado; deseando cambios en este sistema enmohecido
siendo la conciencia que perdí extirpando mis ojos. Por eso, y solo por ese grave error de
autoestima, el nuevo Daniel es un miserable. ¡Estoy ciego! ¡Quiero jugar con otras
emociones! Mi pasatiempo primordial coexiste en el fundamento y la búsqueda de la
muerte. Hoy quiero gozar de lo que nunca tuve; quiero herir y herirme. Nadie tomó en
cuenta mis palabras mientras quise dar lo mejor de mí; mientras, por amor, soporté durante
tanto tiempo ese enfermo paraíso, disfrazado en las burlas de mi sucio prójimo, la soledad,
la amargura, la decadencia, la humillación, la frustración… Ha llegado la hora de mostrar
mis máscaras más furiosas gústenle a quien le guste, pues entre gustos no hay disgustos.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 25
ENTONCES RECORDÉ QUE EL RECUERDO ME HACE DAÑO
Recordé que solo era un testigo de mis influencias, pero también vino a mi mente aquel
momento en el que no quise seguir más elocuencias. La lluvia cayó como un océano del
inframundo, mundo que siempre anhele ansioso al darme cuenta, cuan seco era el paraíso;
no había bienes, ni frio… ¡No había siquiera un solo sentido! – Silencio – ¡Solo un sentido
había en sus cantares sentimentales! Cantaba como un pescado, gritaba como un niño, reía
como una hiena; en otras palabras, ¡no había un solo sentido!
¡Malditos cantos que cantan a su canto! ¡Malditos gritos, gritando al ruido de los suyos!
¡Maldita carcajada mofándose de su propia gracia! ¡Malditos ojos entrecortados… cómo
quisiera que no tuviesen pupilas!
Ese sujeto sin pupilas e invisible, se burla de mi prisión… Esta prisión de ideas, de llamas
escupidas por dragones y diablos…
Entonces recordé… Recordé que el agua apaga el fuego, recordé que hay agua en mi saliva
y supe que debía escupir a los hombres.
Entonces olvidé… Olvidé que solo estaba creando pequeños charcos para el hombre, ese
animal tan acostumbrado a ahogarse en océanos incomprensibles.
Escupí y escupí cuanto pude, pero no lograba llenar siquiera una piscina cuando mi boca se
secó.
Entonces recordé con llanto… He escupido tanto, que me he conformado con un charco,
¡Tanto, que a mi saliva ahora la reemplaza el llanto!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 26
¡Malditos hombres, los maldigo pues mi amor a ustedes no me ha permitido dejar el
paraíso! Ya no hay una celda con fuego, ni dioses, ni dragones, ni diablos, ni
humillaciones…
¡Por amor a ustedes me he arrancado los ojos y ahora solo hay hoyos en mi llanto! ¡Hoyos
pupilares que se han enamorado de sí mismos! hoyos que, con odio a su recuerdo… se
hacen daño con el mismo.
Después de arrancarme los ojos, pensé que debía escribir todo lo que había hecho en los
muros de mi habitación, y hacer de mi historia una mina más en el cubo. Compré un
marcador permanente de punta fina y volví ciego a mi casa mecánicamente por el camino
que ya conocía de memoria. Al llegar, entré muy afanado, subí las 15 gradas dálmatas y el
piso de madera relinchó con gran estruendo cuando pasé corriendo hacia mi cubo, donde
intuitivamente percibí los espacios de las paredes a los que les faltaban minas haciendo uso
únicamente de mi tacto y mi memoria; saqué el marcador del bolsillo, le quité su tapa y
abordé mi tarea de escribir… entonces recordé que el recuerdo me hace daño.
Recordé que el daño que me hace el recuerdo era tan mortal, que mis canciones se fueron
llenando de penas de amor, de niebla gris, de una lluvia que alimentaba mis tristezas; y yo
era tan masoquista, que recordaba cada gota de lluvia que caía mientras la besaba, al lado
de dos románticas coincidencias; un faro en el cual se apoyaba mi guitarra, como un
susurro melódico y dos canes labradores, uno blanco y otro negro, simbolizando nuestras
diferencias, que a pesar de ser diferencias, no nos impedían juntarnos como amantes. A su
lado, con ella y en ella, todo era hermoso, como una coincidencia tan perfecta que
definitivamente no podía llamarse “vida”, porque precisamente, tampoco lo era, pero
brindaba la ilusión de serlo, creando a través de la lluvia, el inalcanzable arcoíris.
Recuerdo que la lluvia me mataba con cada gota de sí misma; era cortante, amarga,
vanidosa, era una bella actriz; contrario a muchas mujeres, a ella no se debía mirarla pues
hasta sus ojos eran actores, se debía tener especiales conocimientos en psicoanálisis para
encontrar en su carácter el error que tan bien conocía, camuflaba y hacía uso de él, en pos
de manipular a un varón sin esfuerzo alguno. Su historia y origen eran humildes y alienados
de pobrezas. Sus propósitos: Aprovecharse de su talento como actriz, su frialdad y su
cuerpo, para manejar el mundo, el placer y la voluntad de un hombre a su antojo. Pero yo
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 27
no le podía dar nada más que canciones… Conmigo era distinta, discreta, poética…
perversa. Hermosa lluvia, siempre debía caer, siempre debía mantener el frío para poder
crear el arcoíris; por eso la amaba, por el arcoíris, no era ella, pero ella lo creaba.
Por otro lado, estaba la nada, la niebla gris que se hacía sentir más densa y fuerte que la
misma lluvia; inteligente, seductora e imponente; ¡magníficos senos como nubes!,
magnifica elocuencia en sus palabras… Pero tan gris como mi estupidez al haber creído que
amaba más a la lluvia, por parir sin querer un arcoíris, cuando era la niebla la que le daba
vida a su humedal, y de paso abría los huequitos por donde pasaban los rayos del sol que se
refractaban en los colores que me cegaban a su hermosura.
Desde que la vi, supe que sería la única mujer que amaría tan intensamente, como para
recordarla cada semana que me enamoraba de una distinta, la amaba hasta con descaro...
Hice del amor una almohada en la que recostarse a esperar la piedad de los dioses, en la que
todo el tiempo se adornaría la vida cruda disfrazada entre falsos sueños. Con ella soñaba y
luego recordaba aquello que soñaba; pero como ya dije antes, es pura mierda, solo repasaba
mis ilusiones de la realidad.
Hice de ella mi memoria y el regazo de ella misma; de sus labios, de su cuerpo, solo queda
su perfume y su condena; de sus ojos… de ellos solo queda una prisión que encerró a los
míos, pero si no tuviera tanto miedo a gritar cuanto la extraño, quizá lo haría de tal modo,
que mi conciencia a más de ciega, quedaría sorda esté donde esté; que tal vez, esto se
convertiría en una carta suicida, que a mi guitarra le estallarían las cuerdas y solo quedaría
la voz de la lluvia trinando en nuevas cuerdas, cuando caiga de nuevo después de tan
desesperante sequía.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 28
¡Si no me produjera tanto miedo la lluvia, tal vez dejaría de amarla! ¡Si no odiara tanto mi
recuerdo, dejaría de recordarla, o al menos recordaría que el recuerdo me hace daño! Pero
en mí, no queda sino el fuego desesperante que me consume en sus cadenas, en extrañar a
un padre y sus melodías, el extrañar una madre sonriente, el amor al dolor, al recuerdo, a
ella… al placer enfermizo y rutinario del cual ya no gozo.
Pensé: ¡Mierda, con ella nunca tuve conciencia, pero al menos tenía sus ojos! Hoy, que me
he enamorado de la vida, la maldigo, pues gracias a ella renuncié a mis sueños de cambiar
el mundo, solo para encerrarme en este cubo que no es más que el reflejo de toda la
enfermedad mundana a la cual me enfrentaba. Sin ojos, no tengo más remedio que imaginar
otras escenas diferentes de la realidad. Quizá deba hacer el intento de sobrevivir.
Me senté en mi lecho, y entre tantos recuerdos que azotaban mi melancolía, lloré como un
niño consentido; lloré tan fuerte, que mis gemidos asustaron a las “minas” que se
vanagloriaban de hacerme sentir fuerte, y sintieron temor por mi posible suicidio. Fue ahí,
cuando supe que mi vida necesitaba un incentivo que renovara su sentido y, poco a poco, el
“puberto” nihilista, se acercó al existencialismo. Pensé en salir del cubo, pero estaba ciego,
no sabría para dónde ir; pensé también en mi país, en dar más amor a mi familia y a mi
patria, pero mi familia me había dejado solo cuando más la necesitaba; mi padre, ¡Como
odiaba a mi lejano y egoísta padre! Mi madre, ¡como la amaba! La amaba tanto que no
podría mostrarle mi rostro sin ojos, la mataría de pánico, tristeza e impotencia. Mi patria…
¡Mi maldita patria que siglos atrás había masacrado a la gente de mi pueblo y nos habían
obligado a pertenecer a ellos, para robarnos, para brindarnos su mediocre educación y su
arrodillada ideología forastera! Nos robaron la identidad, robaron nuestra historia,
mancharon nuestro volcán con la sangre de los que lo habitan y profanaron la sabiduría de
nuestros indígenas andinos llamándonos idiotas y utilizando la palabra “indígena” como un
insulto. Y mientras pensaba en esto, recordé que algo de esa sabiduría ancestral quizá
podría devolverme las ganas de resurgir a través de sus plantas y medicinas. Entonces
recordé un viaje en el yagé.
Imaginé en mi esperanza un encuentro con el amor en la luna; o más bien, a mí siendo una
manchita de la luna en medio de mí deseo desesperado de llegar a serlo. Observé una
pequeña estrella en el cielo y la perseguí mientras ella se me escapaba, como jugando a las
escondidillas, pero brillaba lo suficiente para no dejarse perder de vista. Mientras la
perseguía riendo con voz de ángel, me llevaba al espacio y desde ahí, observaba los
planetas. Entonces me sentí maravillado con los colores del cosmos, pensé en la
magnificencia del universo y sonreí mientras buscaba a mi amiga, la estrella, para decirle lo
que estaba sintiendo. Ahí, la estrella tomó forma de espermatozoide e inmediatamente la
relacioné con un meteorito en dirección al sol. Chocó contra él, y éste, enfurecido, comenzó
a crecer y a tragarse todo lo que encontraba; tuve miedo, pero luego supe que del caos se
creaba el cosmos. ¡Tan simple como eso!, la ayahuasca comenzó a formar en mí, las teorías
sobre las cuales construiría las bases de mi existencia y personalidad; modificaría a partir
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 29
de entonces, cada experiencia y su respectiva anécdota haciendo de mi existencia un
cuentico de fantasía, de dragones y caballeros, de dioses y demonios y personajes míticos y
paisajes y arcoíris y titanes, y a cada persona que me rodeaba le otorgué un tótem de
significancia; llámese lluvia, niebla, vida, espiral… Llámese cubo o muerte.
Mientras recordaba la primera vez que tomé ayahuasca, me sentí en calma y con algo de
esperanza; sin embargo, no noté que continuaba sangrando, que el líquido carmesí aun
corría por mi rostro como llanto proveniente de aquellos profundos hoyos que tenía donde
debían estar mis ojos. El piso de madera se pintó de rojo, entonces me distraje de la fantasía
y de nuevo me azotó el recuerdo. Vino a mí, la imagen de mi primera mascota; “Tango”, un
cocker castaño y de largas orejas, cariñoso y pordiosero, a quien ninguno de mis cuidadores
le prestó atención, pues se encontraban muy ocupados criando y consintiendo a este ser que
hoy se desangra por los ojos y aclama a gritos la muerte. Ese pequeño y precioso perrito
siempre estuvo encerrado en la azotea de mi hogar y su soledad convergió en recurrentes
intentos de suicidio; se aventaba al suelo desde la azotea de la casa ubicada en un frío y
destechado tercer piso, mi familia lloraba y buscaba ayuda cuando sus heridas eran graves;
sin embargo, y a pesar de ello, mi abuela volvía a encerrarlo en ella, cuando salía de la
clínica veterinaria. Era vagabundo; por lo general, huía de casa y retornaba algunos días
después, lleno de barro y heridas (aparentemente orgulloso y retador, no muy distinto a un
adolescente callejero). Su muerte fue trágica, bebió y comió aguas contaminadas y comidas
sacadas de basura al punto en el cual se pudrieron sus órganos y se regaron en sus huesos y
sus huesos, debilitados no le permitieron volverse a parar.
Recuerdos…
Recuerdos…
Nací por cesárea al medio día, un día de junio que parecía un día de noviembre. En álbumes
familiares de fotografías se encuentra la irrefutable prueba de haber sido amado y haber
sido feliz algún día. Al nacer, todos amontonaron al lado de ese bebé sus sonrisas
asfixiantes, pero sería mi padre quien me tomaría en sus brazos, por eso sé que algún día
me amó y algún día me dio un abrazo sincero; pero, aunque me hace daño el recuerdo, ¡más
daño me hace saber que eso no lo recuerdo!
- ¡Sé que algún día lo hizo! – el llanto se tornó aún más desesperado – Padre, por
favor, ¡dime que algún día me abrazaste sinceramente!
Abracé la foto con displicencia fingida, y con dolor la rasgué en pedacitos que tiré al suelo;
luego, susurré.
Quedé en silencio, como arrullando mis propias lágrimas deseando que duerman, y recordé
que al nacer mis pies no eran más grandes de lo que hoy es mi dedo índice, que mi estatura
fue de 52 centímetros y mi peso de 3600 gramos; mi pelo, castaño; mi primer paso, a los 8
meses; mi primera palabra al primer año… mis juguetes preferidos: todo aquello que suene,
todo aquello que significaba música. Mis ojos, castaños, pero profundos, brillantes y
castañamente negros y a través de los años serían cada vez más negros; tanto, que ahora se
tornaron rojos… Sangrienta e intensamente rojos.
Sonrisas, picardías, paisajes, sonrisas, cuna blanca, cuna blanca, seno materno, biberón,
biberón, amigos, cuna blanca, ojos castaños, ojos negros, ojos sangre. Abuelas, tíos, padres,
amigos, colegios… Colegios, llanto. ¡Llanto!, Cochecito azul, cochecito blanco y azul…
Sonrisas, llantos, llantos de sonrisas, sonrisas de llantos. Padre… Padre… Cabello largo.
¡Sonrisas! ¡Abrazos! ¡Sonrisas!
“Un ser a la vida siendo estigma de ti. Quedas tú en mí, eternamente, momentáneamente,
amorosamente… Y quedo en ti, no sé cómo, pero quedo en ti. Daniel, ojalá aprendas que
más importante que ser hombre, es ser humano, y para aprender eso, nada mejor que el
“violonchelo”.
- ¡Papá… te pido disculpas por haberte dicho “te odio”, cuando realmente era des-
amor, no soy pianista ni cellista, perdón! ¡Perdóname!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 31
¡¿Cómo diablos me convertí en esto?!
Hoy, solo deseo que calme la lluvia, que anuncie mi muerte con pirotécnicos relámpagos
señalando a la luna, quiero ser una maldita mancha de la luna, ¡nada más que eso! Como
mis 15 gradas dálmatas, como mis lunares, como las pecas de mi amor.
- ¡Vuelve a mí soledad! Después de todo, eres mi única amiga. Tengo un cubo lleno
de juguetes para ti, y si te asusta la oscuridad, encenderé velas en el cubo y lo
adornaré con espejos en cada lado para que tengamos más amiguitos con los que
jugar. Ponle un nombre a cada reflejo, yo me atendré a las consecuencias, ¡pero no
me dejes solo maldita soledad! Vuelve a mí, soledad, recuérdame el cielo que
siempre sentí abrazando a mamá.
Mis ojos se pararon del charco, y luego caminaron hablándose a sí mismos, mofándose de
mí y llevando mi nombre con repugnancia; tristes y en luto al ver que todo el potencial que
veían en mí, lo había tirado en un sucio charco lleno de agua estancada, pisoteada y
manchada con el combustible de esas cajas móviles que inmovilizan al hombre brindándole
la ilusión de desplazarse a su futuro. Caminaron durante horas y llegaron a una plaza donde
jugaban algunos infantes… y me recordaron, recordaron mi feliz infancia (con mis ojos, no
solo había arrancado mi conciencia sino también mi niñez); se acercaron, intentaron jugar
con los chiquillos que los rodeaban, pero los niños huyeron despavoridos al ver ese par de
ojos sangrientos en el suelo. De nuevo se sintieron tan abandonados, que ya no quedaba
nada más en ellos que el amor propio; entonces, subieron a un columpio y pensaron, y
mientras pensaban y se entristecían por mí y por la sociedad que no le prestaba atención a
sus benevolentes intenciones, observaron un charco en medio de la hierba del parque, y este
charco no estaba tan manchado, era cristalino y en él se reflejaba el cielo azul como espejo;
se acercaron, se sintieron solos, odiados y pensaron que si ya el mundo no los había podido
matar, al menos debían morir con orgullo y manteniendo su amor propio, fue así cuando al
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 32
verse reflejados en el pozo, se enamoraron de sí mismos, y narcisistas persiguieron su
reflejo hasta quedar moribundos en él.
Su último aliento, su última mirada enfoco al cielo sobre ellos y antes de morir, pensaron en
darme otra oportunidad.
De pronto, un golpe.
Toc Toc
- ¿Quién será?
Bajé las quince gradas corriendo, llegué al portón, y… ¡vaya sorpresa me di! Eran mis ojos
pidiendo posada. ¡Te amo maldito recuerdo! Por eso los perros callejeros vuelven siempre a
casa, o simplemente hacen de la calle, su casa.
Quedé atónito, mirarlos de nuevo retornó mi esperanza de sonreír; sin embargo, no podía
mentirle a mi conciencia, tenía mucho que desahogar en ella, por ello, quise existir a su
lado mientras hablaba conmigo y con ellos en una dicotomía caprichosa e infantil, recitando
de la siguiente manera:
Por eso amigos míos, desde que los hice parte de mi saliva, uso gafas sin lentes…
¡Quiero ver todo aquello que no existe!
No es prudente quien dice serlo por tímido, sino, quien, por darle prudencia a otros,
solo se habla a si mismo…
Cruel, ¿verdad?
Tan cruel como el romance entre el leño y el fuego
Como la hipocresía densa que disfraza los problemas,
pero igual… ¡Problemas!
Ahora río a carcajadas, me burlo de mí mismo, como un loco; pero sin dar mi sonrisa, sino
una grosera e intolerante carcajada.
¿Qué más remedio queda que la intolerancia y la grosería hacia la vida?
¡¿Para que la simulación de la cordura?!
solo hastía y consume en la amargura de vivir.
Si ellos no estuvieran tan cuerdos, tal vez, sin miedo, seguiría acompañándolos en su
castrante paraíso.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 34
¡Levántate!
Gritan los humanos con frecuencia, cuando te observan en el piso.
¡Levántate!
- ¡Necio! ¡Necio!... No hables ni escribas, deja que tus dedos hablen por ti, ¡necio! –
Dijo mi conciencia.
- ¡¿Meñique?! – respondí emocionado, mientras intentaba alcanzar a mis ojos con mis
manos ensangrentadas, pero ellos, retrocedieron en señal de rechazo, así que
proseguí – Los dedos son una familia, puede que el meñique sea el niño, e igual es
importante, podría decirte, solamente reflexionando la función de los dedos de una
mano, que el peor error de un adulto es creer que lo es, pues en su unión, no importa
su tamaño, sino la fuerza del agarre. ¿Qué pasaría si yo fuera una mano?
- ¡Necio!... La libertad siempre la has tenido, pero no has querido liberarla por temor
a ella misma…
- ¡Oye, se supone que debías hablarte a ti mismo, para descubrir tu propia sabiduría
en bien Socrático, no a nosotros! No pretendíamos que nos hablaras buscando
respuestas; por el contrario, urgíamos tu seguridad.
- Ten paciencia, volveremos cuando le abras las puertas a los placeres de vientos más
sabios que los demonios que hoy te atormentan.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 36
LA MUERTE DE DANIEL
PRE-SUBDIVISIÓN
Muero… muero cargando varios años y varias culpas que aún me arrastran a un futuro
sangrante de dos padres, una mujer y un sueño a quienes no puedo defraudar antes de mi
suicidio. Moriré entregando mi vida a otros bastardos que no han querido vivir, no puedo
irme antes de dejar una huella; pienso en ello a cada instante, cada que veo en mi rostro
pasado el oscurantismo de un niño adulto, un infante que callaba y odiaba a todo muro
plantado en su cerebro, y hoy, se ha empezado a alejar hasta de su propia identidad…
Pienso que me gustaría dejar mi cerebro y huir a un lugar menos enrollado, pero ya me
arranqué los ojos, arrancarme el cerebro me haría religioso.
No sé qué será de mí cuando no vuelva a sentir miedo, es la primera vez en la vida que me
preocupan las materias, las rutinas, las ideas de cambio, pero aún soy fiel a mi idea de
escupir cuanto pueda a las bases de tolerancia y adaptación. Cumplí mis sueños, mis
fantasías, mis alegrías; amé, aun cuando no fue reciproco, y siento que hoy debo dar fin a
mi existencia. Ya cumplí, sin que otros sepan que lo hice; sin embargo, sé que después del
funeral, lo sabrán. Aún ahora, que debería estar aferrándome a la vida como instinto de
supervivencia, veo el sentido de la vida como algo nulo, ridículo y vulgar. Ahora prefiero
no amar la vida en absoluto… Ahora camino con seguridad, cabeza en alto, pecho firme y
pasos rápidos hacia el ocaso. Me he vuelto fascista, me gusta pisar humanos en la mierda
del asfalto; a veces, no quiero embarrarme de su maleza, pero no puedo evitar amar la
mierda que piso, ¡sí! Amo a esos bastardos inútiles a quienes entregaré mi vida, pero antes
de hacerme a la idea, prefiero aplastarlos y esparcir su suciedad en mis zapatos para seguir
triturándolos a cada paso. ¡Deberían darme las gracias! Muchos sabios me pisotean a mí y
yo les agradezco por ello, es un gusto ensuciarlos de esa manera con mi decadente
imperfección. Era de esperarse que un joven y ridículo artista, que ya sin arte, sin ojos y a
punto de sucumbir al suicidio, tenga que recurrir al fascismo antes de resignarse a ser
asesinado por ser un ciudadano de izquierda. Me disculpo con aquellos que me aman, pero
sin conciencia, ni ojos que observen la belleza, el dolor se siente tan profundo como la
represión neoliberal.
¡No estoy hablando de eso! Si voy a morir ahora, enfrentaré mis últimos instantes siendo
apolítico. En fin, mi tristeza en este punto, niega hasta la tierra, hasta la patria, hasta la
sangre indígena, y, con más fervor aun, las raíces españolas; no sé si soy cortés, no sé si yo
soy mi propio padre, o tal vez el hijo del mundo; ¡¿qué mierda sé yo?! Es muy cruel tener
que serlo, el mundo solo se presta para ser un hogar de hombres patéticos. Seré mejor que
el mundo, también seré un hogar, pero un hogar para mí mismo mas no para un montón de
inquilinos que se visten haciendo uso de mis estrellas…
Me explico:
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 37
Cuando se tocan las estrellas, éstas comienzan a opacarse progresivamente hasta
extinguirse; el sol, fue sol antes de que el humano le pusiera “sol” como nombre. ¡El
hombre degrada todo lo que toca! ¡El hombre degrada cada objeto a través de la palabra!
Por eso, ahora niego a mi padre siendo mi propio progenitor y consolidándome como hijo
del mundo y de mí mismo, autoproclamándome el dios de mi propia vida y seduciéndola a
través del sacrificio inminente; quizá mi padre se ofreció a extinguirse progresivamente, no
se dio cuenta que poco a poco se fue abortando toda esperanza para el feto de nuestra
amistad cuando dejó de ser soñador y se convirtió en un hombre de significados.
Recuerdo que decíamos ser los mejores amigos; yo lo admiraba y representaba para mí un
espejo onírico, un legado musical y consciente, un acorde de guitarra que representaba mis
más íntimas vibraciones. Pero eso no significa que todo amor perdure, quizá fue que darle
significado a ese amor, lo degradó a la palabra, entonces, ¡¿no es cierto acaso que el
hombre degrada todo a través de la palabra?! Me habría gustado no haberle amado, y quizá
así aun le guardaría respeto a su pasado bohemio, aventurero y musical. Por amarlo,
aprendí a odiar.
¿Será que daño todo lo que toco? – Inmediatamente me respondo – definitivamente solo
daño lo que quiero dañar o aquello que quiere ser dañado, así como de pequeño arruinaba
un juguete jugando a la guerra, o, así como mi padre quiso dañar su recuerdo jugando a la
vida. Él decía que el ajedrez era como la vida; jugaba con fichas de madera, pensaba en sus
jugadas, sus tácticas y amores; siempre protegía su dama, pero la sacrificaba rápido para
poder seguir adelante con sus jugadas y coronar peones a cambio de mil damas; si lo perdía
todo, siempre tenía un plan para sobresalir y siempre quería sobresalir, tener la razón y
demostrar que la tenía (incluso cuando no), nunca se rendía; movía todas las fichas para
poner toda partida a su favor, pero cuando algo no le salía bien, disfrazaba sus actos con
nobleza, y así convencía a su adversario de su victoria moral. Hizo de su vida un juego,
pero cuando el juego ya no lo divertía, solo pensaba en la apariencia de sus fichas. Todo en
él comenzó a mutar y a convertirse en ideas de progreso contemporáneas; mercantilismo,
negocios, economía, negación de su pasado, vergüenza de sí mismo, desgracias y más
desgracias. Su guitarra dejo de ser de palo y se convirtió en un folleto de hotelería; su
ajedrez dejo de ser la vida, hizo de la vida un ciclo de cartones.
Pienso que aún soy Daniel cuando digo esto, toda mi personalidad e ideología sigue
conservando su raíz, pero hoy he decidido morir y planear el tiempo exacto de mi muerte
con el objetivo de permitirle a mis semejantes seguir viviendo en este mundo sin
preocuparse por mí. Que las coincidencias próximas mantengan su estandarte, ¡Todos mis
yos quieren vivir hasta que eso ocurra!; por eso, hoy me han pedido que me cambie el
nombre, que me preocupe por soñar; y yo, con mucho gusto y cansado de ser esta realidad
que padezco, decidí ser el dios de mis sueños y darle un espacio a todo aquello que puede
salir de lo profundo de ellos mismos. Dios, meteorito, sol, célula, órgano, tejido, feto,
universo, humano, bebe, niño, joven, conciencia, demonio, ternura, dios.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 38
Ser adulto es un cuento aparte; quizá un cuento sin inicio, ni nudo; solamente un triste
desenlace que decae constantemente, hasta volver al mismo inicio; a ser un sabio feto,
inocente, complaciente, ignorante, y a su vez más sabio que todos los neutrales y
extremistas.
Sé que debo progresar, pero progresaré únicamente hasta que no empiece a decaer mi
progreso; por ahora, solo subiré a una azotea, armado de lápices y papeles, un ajedrez, unos
cigarros, mi guitarra, mi tristeza… jugaré siendo mi padre y mi hijo, mientras toco unos
acordes de guitarra que concentren al contrincante cuando piense su jugada; mientras fumo,
lloro, río a carcajadas, grito, escribo, muero, muero, vivo, de nuevo muero, y después,
sueño algo ajeno a lo incluido en la vida y la muerte; y, aunque después de varias horas de
juego solo queden vivos los dos reyes, siempre intentaré ganar con blancas y con negras,
aunque me encuentre moribundo y entre plegarias, ¡siempre intentaré superarme!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 39
SUBDIVISIÓN
Mis ojos volvieron a mis bolsillos, pero no tardaron en aburrirse de mí; en este momento, si
volvían a ser mis ojos, lo único que podían esperar de mi ser suicida era, en definitiva, que
vuelva a arrancármelos; por tanto, decidieron huir un viernes en la noche. Aquel día mis
estrofas bebían a mi lado, siendo cantos balbuceados. Estaba tremendamente ebrio; me
mofaba de todo lo que veía con escándalo y alteración, como un simio de humanidad
apócrifa; me burlaba de la sociedad, de los rostros, de las putas, de los autos, me burlaba
hasta de la decadencia y la porquería que me aromatizaba con hachís y tabaco… Me
distraje tanto con la banalidad del tumulto, que no me fijé en qué momento se fueron mis
ojos.
Ellos miraban entre la textura de la tela que recubría los bolsillos de mi pantalón; sentían
repugnancia por el aroma que éste emanaba, y observaron a través de ella, que, afuera había
muchos charcos de los cuales enamorarse. El humo los irritaba, sus venas estaban
hinchadas y deformadas por larvas de color carmesí. Con los nervios que de ellos se
desprendían escalaron los bolsillos y cayeron al asfalto, donde comenzaron a buscar algún
charco cristalino del cual enamorarse. ¡Se fueron sin avisar, sin susurrar y sin perdonar!
Ellos me habían prometido que se quedarían a mi lado, que siempre estarían vigilándome,
pero ni la conciencia es fiel a su palabra, si la promesa significa una inútil automutilación.
Al caer, su retina aun pegajosa no quiso irse con ellos, pues tenía fe en mí. Los ojos se
detuvieron e intentaron llevarse a su retina con ellos, pero ésta comenzó a tomar la forma
de un bebé, y al estar completo fue gateando hacia mí, lo que obligó a mis ojos a huir antes
de ser observados. Mientras gateaba, crecía; en pocos segundos, se puso de pie y siguió
caminando, como si cada paso que diera representara seis meses de vida. Al llegar a mí, se
veía como un niño de seis años; si no fuese por su sonrisa angelical, habría podido jurar que
era mi fiel reflejo. Él estiró sus pequeñas manos para darme un objeto; yo, curioso, extendí
las mías y recibí una nariz de payaso. Me dijo que esa era su señal de amor y esperanza, así
que, la melancolía me poseyó. El parque estaba lleno de gente, unos más ebrios que otros,
la multitud me observaba hablando con ese niño; me sentía vigilado, retado a mantener mi
inexpresividad emocional, pero, no cedí a la gente e intenté ponerme la nariz de payaso aun
frente a las demoniacas máscaras de los otros. ¡No pude ponérmela de lo ebrio que estaba!
Lo intenté una y otra vez, pero mi tristeza no me alcanzaba siquiera para ser payaso.
Después de tanto intentar colocarme la nariz sin éxito alguno, la bajé resignado y la metí en
mi bolsillo izquierdo, y fue ahí, cuando me di cuenta que mis ojos se habían ido; ¡me
desesperé! Intenté buscarlos divagando en el suelo llamándolos; Por primera vez llamaba a
mi conciencia por su nombre – ¡Arkenesis! – Le grité en medio de tal consternación y
debilidad, pero después de horas y muy decepcionado de su partida, decidí cargar en mis
brazos al niño que me había entregado la nariz, y lo llevé a casa sin querer beber una sola
copa más, sin importar cuanto me hayan insistido mis colegas y ninfas para no marcharme.
Debía irme… lo sabía.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 40
Saber que mi conciencia se había ido por su propia cuenta me causó un gran vacío, por lo
tanto, el niño se convirtió en un significante de pureza y honestidad. No tardó en
convertirse en mi único amigo, así que después de un tiempo decidí enseñarle a jugar
ajedrez en medio de mi deseo inconsciente de sentirme superior y llenar aquel vacío que
dejó mi conciencia, ¡era un inepto completo! Mataba con peones en línea recta, perdía
constantemente ante un mate pastor sin siquiera intentar impedirlo, sacrificaba un caballo
por un peón, ¡eso era inaudito! Yo me burlaba de él en medio de mi vano intento de
enseñarle a ser hombre, quería corromper su conciencia para que no tuviera que quitársela
luego. Ese niño era romántico, sensible, leal… Yo iba a terminar pronto con mi vida, ¿Qué
pasaría con él después de ello? Sufriría mucho si no empezaba a hacerse fuerte y dejar de
lado lo emocional… Debía volverse frío, racional, inteligente, calculador y sistemático,
para tener herramientas suficientes con las cuales afrontar la vida por su propia mano. Fue
entonces cuando recordé que mi padre de alguna manera intentaba hacer eso conmigo, y me
miré destruido, ¡quizá debí hacerle caso! Era mi oportunidad de remediarlo y morir con el
ego fuerte.
El infante permanecía conmigo casi todo el tiempo. Yo era despiadado y cruel, debo
admitirlo. Recordaba la fuerza que me había otorgado la lectura escabrosa en ciertos
momentos de la vida, rememoraba la fuerza que me dio Belial cuando me enfrenté a mi
familia y a la iglesia. Entonces solo usaba al niño para que su carisma infantil sea mi arma
de seducción, pero una vez las féminas soltaban su broche, le pedía que se quede
observando y aprendiendo del instinto animal que corría por las venas de un Cortés.
Entonces comencé a darle forma a su maestro, demoniaco, corrupto y manipulador, pero
realista y tremendamente erudito. Su nombre era “Belitio”. Ese niño opacaba mis deseos y
mis placeres con sus dudas idiotas e inocentes; después de un tiempo fui haciéndolo a un
lado, y, mientras me divertía con Belitio, el niño se quedaba dormido en su celda de
estupideces y caprichitos.
Belitio comenzó a jugar por mí en el ajedrez, ¡Vaya que era bueno! Humillaba a cualquier
adversario; y al niño, ¡Ni se diga! Lo conducía al llanto desconsolado haciéndolo sentir
completamente inútil; y a pesar de todo, él nunca hacia méritos por aprender ni mejorar;
jugar contra él, hacía de la victoria algo monótono, pero a Belitio no le importaba cuanto
pueda llegarse a humillar alguien a sí mismo, nada le daba lástima, nada producía en él una
reacción emocional que desnudara sus escasos sentimientos. ¡Quería seguir ganando!
Prefería ganar a retos fuertes, pero ganarle siempre a ese inepto era placentero y excitante
para él, alimentaba su ego y le propiciaba convencerse de su liderazgo. Ese Belitio y yo nos
llevábamos muy bien.
Pasaba el día con ellos, jugábamos y conversábamos por horas, pero al caer la noche,
guardaba las fichas y entraba a mi cubo, me miraba al espejo y mi llanto surgía
desconsolado al darme cuenta que había estado todo el tiempo solo; tirado en el balcón,
burlándome de mi soledad, mi ineptitud y mi falta de perseverancia, que todo era fantasía.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 41
Ya iba llegando el momento de fusionarme con ella; después de todo, confiaba más en la
imaginación que en la realidad. Tiempo atrás, había invitado a la soledad a quedarse
conmigo en el cubo, poner espejos y juguetes para tener amiguitos con quienes jugar. La
soledad me estaba acompañando ahora. Puse entonces un espejo en el norte, éste señalaba
mi cama de orgasmos; me perdí en él, y como le ocurrió a Dorian Gray, éste espejo
comenzó a pintarse de infierno. Se llenó de llamas esquizofrénicas tan ardientes como mi
actual malicia.
Los tres estábamos ahí adentro; Belitio, su aprendiz y yo. El calor era extremo, las
imágenes eran desgarradoras y las llamas comenzaron a transgredir los límites del espejo,
llegando a quemar parte del cubo. A decir verdad, sentí culpa por mi madre, ella no merecía
verme en un lugar como ese, y sentí cierta culpa por el niño… Él no pertenecía a un lugar
así; pero él lo sabía, no tuve que decirle nada, decidió salir por su propia cuenta, antes de
consumir su ternura en el infierno; cuando salió, inmediatamente puso un espejo en el
oriente, y en este espejo se pintó una puerta.
Detrás del niño, salí yo… Sabía que mi muerte llegaría pronto, pero no podía dejar que mi
madre encuentre mi cadáver en un lugar así. Belitio, por su parte, decidió quedarse allí sin
señas de remordimiento alguno. Era muy feliz gobernando en su propio infierno. Podía
sentir tangible en su eros maniaco, todo lo que su siniestra mente imaginara, toda la sangre
y drogas por las que morir, todo el fuego que compartir y toda la violencia en la que
escarbar vivía con él, estaba todo ahí, en el espejo del infierno. Si algo era seguro, es que,
no volvería a verlo afuera por un largo tiempo.
Al salir, observé el espejo que puso el niño, el espejo del oriente, y me causó una profunda
intriga; éste, no se veía muy diferente al espejo del norte, de hecho, representaba el mismo
lugar, el infierno; pero, su única diferencia consistía en que ahí aún no se había abierto la
puerta. Ahí estaba el infante, afuera del infierno volando una cometa.
- ¡Sígueme! – le dije.
Pero él me respondió.
- Tranquilo, nos veremos luego, me quedaré aquí hasta que mi padre salga a darme un
abrazo.
Entonces recordé a mi padre y mi ser se llenó de la más profunda tristeza al saber que
teníamos mucho en común, y al saber que, su espera sería completamente inútil.
- ¿Y si envejeces esperándolo?
- Mejor para mí – Me dijo – Envejeceré siendo un niño.
- Como quieras. – le dije tranquilo al creer que no le duraría mucho su capricho.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 42
Seguí caminando, pero después de unos segundos me detuvo diciendo:
- … Te daré mi ánimo, para que puedas ser un payaso digno de utilizar nariz.
Cuando se lo dije, nunca pasó por mi cabeza que él aún no había puesto sus condiciones,
entonces me dijo:
Mi boca presentó una leve curva burlesca al escuchar esto, pero para no humillarlo con mi
silencio, le dije:
- Dejaré que todas mis canciones de amor las intérpretes tú; después de todo, tú lo
harías con sentimientos.
- Estoy de acuerdo, yo alumbraré tu mundo musical.
Iniciamos la partida. Cada jugada suya me sorprendía más que la anterior; al parecer, toda
mi malicia se había quedado con Belitio, y ahora actuaba con instinto, pero sin guiar el
instinto a través de la razón; intentaba pensar, mas no pensaba mis intentos. Él, tan inepto
como siempre, pero, aun así, ¡estaba ganando! Aquella partida duró un día y una noche
entera; al final, todo concluyó en tablas. ¡No podía creer que ese niño me había azotado en
medio de mi indiferencia con un empate! Quedé estupefacto, avergonzado, con un
bochorno magno, tanto, que no fui capaz de mirarlo a los ojos; pero él, confiado de sí
mismo, se puso de pie y movió su cabeza de lado a lado en señal de negación, mientras
pronunciaba:
Dicen que dios envió un arcángel con las llaves del infierno para custodiarlo; no fue dios,
fue el mismo diablo quien parió a ese arcángel, y no fue un arcángel, fue solo un niño
huérfano. Así lo bauticé como “Uriel”, y antes de irme, me sentí tan derrotado, que, a pesar
de haber sido un empate, le dejé mi guitarra y mis canciones; después de todo, ¡él las
interpretaría con sentimientos!
Cuando salí del espejo de Uriel, estaba de nuevo en el punto de inicio; sin ojos, sin
conciencia, sin placer, sin ternura… Absolutamente destruido y desterrado por mis propios
bastardos. Me sumergí en la depresión, el encierro y la soledad absoluta, e instalé dos
espejos más; uno al sur y otro al occidente. En el primero se pintó el mundo de Arkenesis;
en éste vigilaría el mundo real y los senderos por los cuales vagaban mis ojos buscando
charcos y mentes necesitadas de conciencia. En el otro, sería la mano izquierda del padre de
mis desgracias; en él, me convencería de mi existencia omnipresente como un dios con “d”
minúscula, que controlaría el mundo desde el cubo. Luego de hacerlo encendí algunas velas
a los lados y en mi extrema depresión, me serví una taza de café y encendí un cigarrillo
para sentarme a esperar a la muerte.
El mundo marco a mi conciencia con el objetivo de que la marca sea permanente, que no
olvide que el mundo existe, que la vida está y no debe ser ocupada en vacías
responsabilidades que la alejan del sentimiento. No es que me haya rendido, soy un valiente
humano, que reconoce con toda la valentía del caso, que no puedo cargar más con este
peso, necesito que mis demonios lo carguen por mi ahora. Solo quería combatir la
conciencia utópica con el placer para evitar volverme loco de hipocresía; ¡no quería
terminar así! ¡Terminé más loco de lo que estaba y deseaba, y, por si fuera poco, ha
quedado huérfano un inocente niño por mi culpa! Me arranqué la conciencia para evitar que
sea corrompida, ¡juro que lo hice por amor a ella! ¡Lo juro! ¡Váyanse! ¡Váyanse todos de
aquí! ¡Solo quería salir del paraíso! ¡No puedo más, necesito estar solo!
“… ¡Sallertse ed im nozaroc!
Nellatse ni em solidificarum corpus,
¡zokatoly bacorpus sintiris morte maen erdap lais!
Olos sarbalap satreum in al memorial
serecnock pordidum in at yotse…”
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 45
¡Mierda! Todo necesita un equilibrio, pero yo no lo supe nunca, no fui capaz de escuchar a
mi conciencia, ¡no quise escuchar a mi madre! ¡Todo empezó cuando mis ojos me gritaron
que antes de tirarlos al pavimento, debía decirle a dios que me cambie el nombre! ¡Todo
empezó cuando mi papá me dejó en este pueblo de nublados cerebros y castrantes paraísos!
¡Él fue, fue la soledad a la que me llevó su metafórico abandono y su voz dominante al
teléfono! ¡Cállense malditos demonios, déjenme tranquilo!
¡Y todo porque ese cabrón es con mayúscula! ¿Acaso no eres el máximo creador de la vida,
maldito, enfermo e inexistente dios? ¿por la excusa del edén, vale la pena el sufrimiento
que acarrea la existencia? ¿Debo llegar al extremo del suicidio, solo porque se te ocurrió
creerte superior a todos los dioses que estamos aquí en la tierra? ¡Santo bendito, ya que
decidiste bofetear mis vicios, no me despiertes hasta que pueda estar loco sin miedo a la
cordura! Te encargo mis ojos, mi cuerpo, mi infancia; ¡te encargo a mi dios! Mientras mi
espíritu, adorable y demente juega ajedrez rey contra rey, toca guitarra, fuma, enciende
velas, enciende minas, ¡Te encargo el dominio de mis pecados, pero por favor no me
absuelvas jamás de ellos! ¡Es el momento, debo suicidarme ahora, os ruego no me
detengan!
Siento,
siento…
Siento la libertad, mi camino,
¡siento mi silencio!
Siento que nosotros somos el anónimo, el otro, el seudónimo, el fingir, la niebla,
el cubo, las ideas,
la incertidumbre, la miseria, el viento, el, el…
¡el, yo, ellos y nosotros!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 47
Daniel escupe a los hombres,
yo escupo a Daniel por serlo.
II
¡Él nunca entendió que todo dios alguna vez fue estrella!
Que todos nosotros nacimos de lágrimas
… y tristemente nos convertimos en ellas.
(D minúscula)
Entiendo que yo le pedí que se cambiara el nombre, pero que idiota fue al hacerme caso.
Quizás fue que lo destrozó ver a sus ojos fumando, pues creyó que se había quedado sin
conciencia, y tuvo la necesidad de orar a una deidad, pero fue su culpa no entender que el
maestro aprende de su alumno, de todas formas, fue él quien decidió arrancársela. Ahora,
no puedo hacer nada para devolverle la vida. Puedo crear el universo en siete días, puedo
ser omnisciente y omnipresente, puedo destruir ciudades enteras si me hacen enojar, pero
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 48
no me pidáis retroceder el tiempo para evitar un suicidio, ni curar de cáncer a un niño, ni
nada por el estilo… ¡No insultéis mi infinito poder con simplezas!
Ahora que él ya no está en el mundo, seré yo quien relate la historia, así que, ¡acostumbraos
a mi retórica y prepotencia! Daniel está muy lejos de lo real y lo irreal, personificó todas
sus contrapartes, y ¡por fin nos dejó respirar! ¡Que cubo más acogedor! ¡Sé que ni siquiera
se extraña a sí mismo! Yo todo lo sé, soy dios, y como dios, soy completamente
omnipresente en todos los rincones de mi enfermedad. En mí se materializa cada objeto,
desde el más simplista hasta el más complejo. Me componen todos los átomos; planeados o
accidentales, sólidos y adyacentes; soy tan grande y tan pequeño como todos los puntos de
un circulo, como los poros y sus subdivisiones; como las células, como los puntitos que
forman las orbitas por las que electrones y planetas deambulan sin descanso; como el
tabaco dentro de un cigarrillo o el opio compacto en la flor de amapola. Soy un meteorito y
un sol; un ovulo y un espermatozoide, soy el resultado de reacciones químicas y físicas
inexplicables que se dan dentro de una matriz. Digo inexplicables, no porque así lo sean,
pues yo (que todo lo sé) si lo podría explicar; pero ustedes, ¡no, ustedes no merecen que lo
haga!
No hay nada que me haya creado, no hay inicio ni fin. Si se supone que el sol es una
estrella, entonces supongamos que es un núcleo lleno de protones y neutrones, que júpiter
es un planeta; entonces, ¿porque no puede ser un electrón? Que Andrómeda es una galaxia,
pues para mi es una célula; ahora, que muchas células conformen un tejido y que los tejidos
se materialicen en un órgano; luego, un conjunto de órganos conformará un sistema, que,
en comunicación con otros sistemas, forjará con coherencia la perfección cósmica y natural
de un organismo… ¡un universo! Ahora quiero que me pregunten, ¿cuántos universos
conforma únicamente el planeta tierra? ¿Cuántos universos existen en nuestro cuerpo?
¿Cuántos universos hay en los organismos de nuestro cuerpo? ¿Cuantos átomos tienen que
estallar para que nazcan otros? Universo, dios, humano, animal, planta, piedra, tejidos,
órganos, células, átomos, electrones, núcleo…Y hasta el estiércol tiene universos paralelos.
¿Ahora ya entienden porque en el mundo hay tanto cáncer? ¿Porque dios es tan
incompetente? La respuesta es obvia… ¡Dios también es un humano! ¡Yo soy su dios, y
por ello deben alabarme como su superior! Contrario a ustedes, yo sé que lo soy; me
autoproclamo dios, mientras ustedes se han nombrado orgullosamente… corderos. ¡Pero los
amo, hijos míos! Amo que sean corderos, pues su carne es exquisita, amo su sacrificio y
amo la representación ególatra que le han otorgado al perdón de los pecados a través del
cordero de dios. ¡Sois interesantemente descarados! Y por eso, los amo; en definitiva, están
hechos a mi imagen y semejanza.
¿Entendéis mi odioso amor? El odio y el amor son idénticos, pero el odio existe y el amor
no. El amor representa un reflejo del odio, disfrazado de esperanza y tolerancia, en el cual,
se manifiesta lo idealizado racionalmente en una irracionalidad subjetiva, a la cual le
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 49
llamamos “amor”. El amor es el caos pintado de cosmos, es misantrópico y
contraproducente, pues nace para ser inútil, y muere para dejar cicatrices pintadas de
huellas. El amor parece rosa, pero es espina. El amor es… ¡No es! ¡He ahí el problema!
Que sea algo, que tenga un significado de por medio, y ustedes, hombres de mucha fe y
poca verdad, ustedes degradan todo aquello a lo que le dan significado.
Espero que Daniel llegue a un mundo sin amor en su próximo círculo, para que el lenguaje
no condicione su emoción y así pueda gozar de la libertad que en ésta vida le fue
arrebatada. Sé que tiene planes ambiciosos. Sus primeros dolores no dependerán de él; por
ejemplo, que corten su ombligo, pero luego, espero que su próxima muerte sea mejor que la
anterior, que la próxima vez no lo condenen a la vida; por el contrario, pueda suscitarla; o
que la gente no le imponga “amar al prójimo” disfrazando sus principios de antipatía, lo
escucharán cuando les diga que la única forma de armonizar la realidad, es, precisamente
evitando pensar en el prójimo, para así no tener que amarlo. ¡El mundo sin amor seria
pacifico! Si en su próxima vida no encuentra amor, no tendrá que mantenerse en el paraíso
solamente por no defraudar a quienes ama.
Si uno conserva solo lo que no amarra, entonces conserva lo que no ama, ¡he ahí el
problema de la filantropía! Hay objetos, quimeras, almas y masas, que, por ley, nunca
deben juntarse, ni mucho menos deben amarse; el odio, por el contrario, debe existir como
un instrumento anticuerpo, usado para destruir la basura, antes de que contamine lo virgen.
Cada átomo debe cumplir su octeto, cada polo tiene su respectiva carga, la gravedad
depende del centro. ¡¿Acaso no os dais cuenta que el humano no es social por naturaleza
sino por conveniencia?! ¡Admitid su odio irracional! ¡Admitid que necesitáis del otro,
solamente para cazar presas más fuertes, o para satisfacer principios de placer reproductivo!
¡Dejad de amaros los unos a los otros! ¡No os améis, sentidlo! ¡Haced del amor una ley, no
una palabra, y así lograréis la armonía del amor, sin necesidad de definirlo!
Cuando hablo de leyes, no me refiero a las que por amor se imponen como mandamientos,
sino a las que trascienden el inconsciente sin necesidad de pensarlas, convirtiéndose así en
una norma natural; por ejemplo, si se pierde la libertad, por amor, sencillamente el amor
desaparece, pues ningún sentimiento es pleno cuando su permanencia implica el sacrificio
de la identidad. ¡Este mundo no entiende la importancia de matar a los vivos y dar vida a
los muertos! El hombre se ha olvidado de volver a la matriz, afanado por otorgarle
significados al futuro déspota, que persigue obeso de ansiedad, y, ¿cómo podría amar un ser
que sacrifica su raíz esperando lo aleatorio? El ser amado supone satisfacer las exigencias
individualistas que el otro deposita en la expectativa. Amar es automáticamente defraudar,
como, nacer es automáticamente empezar a morir. El significado degrada el sentimiento
legítimo. ¡No améis, sentid el amor… Abandonad al hombre y convertíos en artistas!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 50
¡Religiosos cobardes y bandidos!, por su amor a dios pintaron el mundo de sangre; políticos
salvajes, su amor al poder destruye la semilla de la tierra y la esperanza de quienes la
habitan; pueblo insensato y reprimido, disimulando cada una de sus nauseabundas
perversiones, con su dañino e hipócrita “amor al prójimo”; reglas obscenas y
maquiavélicas, que, nos obligan a amar nuestras propias reglas anárquicas y disfuncionales;
dios enfermizo, que ama tanto a los hombres como yo al cortejo de putas. Putas lastimeras,
cuyo amor al miserable peculio trasciende su amor propio. Matrimonios dudosos, donde, el
amor representa un negocio material. ¡Hijos míos… Sois el animal más ridículo y enfermo
de la creación! ¡Me habéis decepcionado, porque los amo, y amarlos me obliga a esperar
mucho más de ustedes!
Mujeres amando a hombres y manipulando su estupidez con placer para lograr sus fines.
Hombres amando a mujeres y acumulando en su placebo machista, el deseo promiscuo de
verlas como objetos y sentir que cuanta mujer toca, les pertenece; y así, convencerse a sí
mismos de su superioridad. Hombres amando a hombres, mujeres amando a mujeres… No
es más que una reacción indirecta de un dilema edípico.
¿Cuántas veces se puede dividir el mundo? ¿Cuánto debo odiar para acabar con la basura?
¿Por qué teméis tanto a la muerte? ¿Por qué habéis hecho inmortal a dios? Estoy condenado
a “amarlos” y “perdonarlos” por siempre. Miraos a un espejo, hay un dios en cada uno de
ustedes, ¡dejad ya la cobardía y alivianadme esta carga! Merezco ser con minúscula,
merezco la bondad de la muerte, merezco pasar a una mejor vida.
Mientras pienso que soy un dios al igual que todos ustedes, así como pienso en la igualdad
y en las ganas de vomitar por el concepto de la misma, también pienso que todos aquellos
que no aportan nada a su entorno mientras viven, que no descubren la dicha de la
revolución, deberían morir, y, me sentiría bastante a gusto de asesinarlos con mis
escupitajos; tirarles flemas, mientras en la más austera oscuridad, me convierto en su luz. El
placer de asesinar al que lo merece… Esa es la prueba irrefutable de mi amor por el ser
humano, ¡fueron mi creación, y, por ende, deben ser perfectos! Olvidar a alguien es
matarlo, y hay muchos que merecen el olvido. Aprended de mi piedad, vosotros también
podéis hacerlo; el primer paso es, ser consciente de ser dios y saber que todos tenemos la
capacidad de crear y destruir la vida. Yo no los formé amasando tierra moldeada y
arrancando una costilla a adán, ¡es mucho más simple! Me los fueron presentando a través
del tiempo; si no me hubiesen dicho que Belitio se llamaba Belitio, jamás habría sabido que
él existe; en pocas palabras, solo existiría el vago recuerdo de un rostro desconocido, o de
un nadie… ¡No existiría, o al menos, no para mí! La subjetividad nos convierte
automáticamente en dioses, pues, todo lo pensado es real para quien lo piensa. ¡Sois
creadores, cultivad su don y convertidlo en arte! Sois capaces de crear, arriesgaos a
experimentar con la creación y avanzad al siguiente nivel; más grandioso que ser dios es ser
artista. ¡Sois tan dioses como yo, y tenéis las mismas habilidades y limitaciones que yo
poseo! Y si no es así, ¡Os reto a crear un nuevo color! Es más vanidoso el cordero que
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 51
rechaza otros corrales, que el dios que reconoce al ignorante como semejante. Sin embargo,
apuesto a que queréis quemarme en la hoguera por mis blasfemias, ¿verdad?
Así es el hombre… ególatra y castigador. Aquí no existe el valor por la vida; por eso
entiendo que Daniel se haya suicidado, ¡y lo apoyo! Todas las situaciones de su historia lo
condujeron a crearnos; sus ideologías confundidas entre sí, todas contradiciéndolo y
llevándolo al delirio. Si no nos hubiese creado, su suicidio habría sido aún más triste e
inútil, pues, aunque está muerto, nosotros seguimos actuando a través de su cuerpo, y su
obra aun lleva su nombre por firma; sin embargo, desde el limbo, él sabe que tarde o
temprano terminaremos asesinando lo que queda de él, o simplemente su demencia será
incontrolable. ¡Ese fue su sacrificio más noble! El tiempo está corriendo… por ahora, es
solo substancia de un cadáver, que, desde el cubo ha descubierto el estado de nirvana; pero,
el tiempo está corriendo, como corre la vida cuando se divide en cuatro; como una vida de
ochenta años en promedio, de repente puede convertirse en veinte… o menos.
¡Vaya amor a la enfermedad y el dolor llevan los corderos! Yo les ofrezco dioses
bondadosos y sabios, mientras ellos alaban a pastores licántropos; yo les ofrezco dioses que
elogien las vidas confusas, que se instalen en la duda como principio del conocimiento, que
estimulen el deseo de luchar; pero ellos prefieren desear el paraíso aburrido y eterno, en el
cual, anhelan vivir ciegos, sordos, mudos, amputados, ¡sin saliva!
Todos soñamos,
todos somos existencialistas,
¡todos morimos ante la inconformidad natural de existir
mientras soñamos que exista la inexistencia!
Otro viejo sabio dijo, "la vida es sueño, y los sueños, sueños son"
¡¿acaso no es otro vano intento de soñar despierto?!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 53
Y entre estas quejas que acuno en mis pesadillas,
¡aclaro!
No me avergüenzo de ser soñador
sino de ser solo un sueño.
(Arkenesis)
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 54
SOLITARIAS TABLAS
¿Actos?...
¿Ahora ya entienden porque no estoy satisfecho?
Mi vida es un gran telón
que abre y cierra
interrumpiendo la obra en el momento preciso;
pero, ¿y si lo planeado en la obra se destruye por falta de ensayos?
¡Mierda!
¡¿Quién cerrará el telón?!
¡¿Quién ensaya para la vida?!
¿Acaso dios creyó que todos tendrían
su misma capacidad de improvisación?
He ahí el problema,
No puede actuar el sentimiento que se ha ahogado en una sola realidad.
¡El rencor y la libertad, se han atado al sexo!
El amor, se ha ahogado en la soledad,
la tristeza en la realidad aparente,
el miedo
…en las alturas.
¡Este es el momento!
es mi momento de hacer frente a la soledad
demostrando sus falsedades.
No abran la puerta,
¡os ruego que no abran la puerta de este cubo!
Quizá elijáis quedaros gimiendo
debajo de mí.
(Belitio)
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 56
MUNDO DE GUITARRAS
Pensé…
Tus labios son como una panetela;
delgados, puros y de humos bailarines…
pero una adicción absurda (como el vicio de tenerte),
y aunque tu voz era bella como tu mirada,
¡era para mí una condena!
(Un suspiro)
(Uriel)
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 57
¡DEJEN QUE DIOS SE SUICIDE!
¡Tal vez
por eso los verdaderos dioses odian a sus súbditos!
Magna es la escasa autoestima que acarrea ser el maestro de un virus;
sobre todo,
cuando el virus se reproduce tan rápido como el deseo de sucumbir a la muerte.
¡Tal vez
por eso dios ha decidido escupir a sus súbditos
dotándolos con la maldad y la lepra,
y ustedes, por el temor a la muerte,
prohibieron el suicidio!
…He ahí su error, le prohibieron morir al deseoso de hacerlo
y con ello lo estimularon a convertirse en asesino.
(D minúscula)
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 58
Cuando nosotros comenzamos a firmar los papeles, su suicidio se completó. Daniel no
volvió a aparecer… De él solo sé, que después de escupirnos a los cuatro, corrió a
despedirse de la lluvia con un beso que ella rechazó en su indiferencia. También se despidió
de su madre, le dijo que no se preocupe por él, que todo saldría bien, pues no correría
ningún riesgo mientras esté encerrado en un cubo de espejos. Luego (después de ganar su
partida de ajedrez con ambos bandos), escupió contra el viento entregando su vida a
aquellos bastardos que nunca quisieron vivir.
Nunca se corrigieron los errores de escritura, pues la miseria y el hambre solo se equilibran
cuando el hambriento y el miserable pone un Dios con mayúscula en su imaginario. El
mundo fue diezmado a balazos inútiles, pues por cada hombre que muere, nacen cuatro
más.
Murió en el asco, murió por una utopía y le escupió al hombre… A sí mismo. Él falleció
ante el prisma de su tristeza.
Alejandro Jodorowsky
CAPITULO II
POSTMORTEM
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 60
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 61
CUANDO PARÓ LA LLUVIA
… Jamás pensé que sería tan aburrido salir de él. El funeral no tardó en volverse tedioso,
pues ni el cadáver se descomponía, ni yo como acudiente podía producir más lágrimas; el
pequeño fragmento del “algo” que quedaba en mí, era un cadáver, que yo, hambriento,
decidí comerlo. Y entonces, cuando me comí mi muerte, de nuevo estaba solo y vivo,
encerrado en un cubo que acorralaba en sus esquinas, todos y cada uno de mis gritos y
cantos. La lluvia había escampado y la oscuridad del cubo me estaba absorbiendo, fue ahí
cuando decidí abrir las cortinas; al hacerlo, también se abrió el cajón de mi angustia, ¡nunca
me había sentido más muerto que cuando fui consciente de estarlo! Me desesperé, comencé
a gritar y a caminar de lado a lado, pero lo más cercano que tenía al aire era la ventana
detrás de las cortinas… Entonces miré la luna.
La luna era el reflejo onírico de la vida terrestre, pero, en su soledad y elegancia, era
claramente la más sabia entre todas las constelaciones. La soledad nos quita las máscaras,
nos conduce a la sapiencia universal que solo conoce el marginado, el atrevido, el ridículo,
el diferente. La soledad nos muestra sin vergüenza alguna, aquello que en realidad amamos,
y nos condena a amarlo por siempre aun sabiendo que representa nuestra cicuta. El amor
legítimo es independiente a la muchedumbre, y sin multitud, no hay abstención al goce.
Enfrentar la soledad es de valientes y es natural que en primera instancia nos cause pavor,
pero, una vez se invita a la soledad a jugar, más vale aprovechar sus enseñanzas siempre
manteniendo cierta distancia; ¡cuidado! Poco probable es curar el vicio del solitario. ¿Qué
sentido tiene el gozo ermitaño? Es mera masturbación, una pintura realista-cubista, un cubo
sin minas, un cigarrillo sin nicotina.
Yo fui un solitario viciado, y solo cuando abrí las cortinas del cubo y miré hacia la luna, me
di cuenta de mi estupidez. No tenía ningún sentido encerrarme en la depresión esperando
que, por arte de magia, el hombre fortalezca su voluntad y de repente el mundo diezme, si
ni siquiera podía observar ese mundo; desde mi muerte, solo he logrado diezmar a los
sabios y multiplicar a los insolentes. Nada cambió, algunos pocos conocidos recordaron
mis letras por unos días, mientras en el mundo todo seguía su curso cotidiano; amé a quien
no debí amar, y desgasté mil días de forma inútil angustiándome por mis banalidades
personales… ¡Que decepción! ¿Podré remediarlo? ¿Podré volver a vivir algún día?
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 62
¡Basta de gotas! La lluvia me dio muerte, y yo amo morir, amo la lluvia, el sol, el arcoíris;
¡adoro la falsedad del sol, que, mezclado con la lluvia, visita la tierra en forma de arcoíris
intentando brindar la dulce ilusión de su luz! Sin embargo, se puede tapar al sol con un solo
dedo… Sin importar cuan resplandeciente sea, sin importar cuan fuerte sea una tormenta, ni
la luz ni el sonido pueden alcanzar mi sombra en este cubo. ¡Oh sol, lleno de hipocresía, no
porque hipócrita seas, sino porque no te he dejado hacerle frente a mi oscuridad, y, en
consecuencia, te ves obligado a abrasar mis máscaras! La lluvia ha perdido su encanto, está
compacta en una mísera gota que se evapora antes del atardecer, ella siempre requiere
matar, para vivir… ¡No! Yo necesito algo mejor que eso.
Estoy aburrido de las esquinas de mi alcoba, ¡me producen asco! Después del funeral, las
velas y los cigarrillos ya no me causan gracia, ni mucho menos me inspiran a producir. Yo
no puedo permitir que mi arte se vea amurallada por un cubo y una lluvia traicionera. Urjo
tener una prisión aún más conceptual e inspiradora, una que me haga sentir su encierro
mostrándome el infinito, una donde no camine de lado a lado, sino en círculos, una que no
tenga muros ni barrotes… ¿Acaso existe mejor lugar que la luna con dichas características?
La luna también es un alma que abandonó a su cuerpo en la tierra, pero fue más inteligente
que yo; yo me encerré en un cubo, ella, en la luna… Un círculo infinito, divino e
inspirador, un lugar sin minas ni muros, un lugar que no necesita matar la luz del día para
otorgar un arcoíris, simplemente convive con la luz magna del sol para brindar hermosura
sin necesidad de matar, para fluir a plenitud, inspirando poemas, sonetos y canciones,
danzando con majestuosidad al estar llena y provocando el anhelo de volverla a ver al estar
oculta. La luna era un lugar inalcanzable… Para llegar a ella, se debía atravesar sin cuenta
océanos montado en una barca de papel.
Estaba muy lejos de mí, pero, aunque distante y perdida, me hacía sentirla cerca. Era una
nada que complementaba la mía. ¡¿Cómo no amarla?! Tantos años deseando ser una
manchita de la luna, tantos años deseando llegar a ella, a sus pies descalzos, a sus ojos
grandes, a su piel de alba, a su tentador núcleo representado en un tierno ombligo… llegar a
ser parte de sus pecas, y aun siendo nada, sentirme completo y complementando. ¡Estoy
muerto! Pero al fin he olvidado el tormento de la lluvia; quizás no pueda revivir, pero, juro
que llegaré a la luna, ¡es mi deseo más profundo!
En medio de mi deseo lunático, y, consciente de haber perdido el talento para los infantes
menesteres, fabricarme una barca de papel digna de llegar al alma de mi amada me suponía
una tarea imposible; por tanto, no hallé otra opción que pedirle a Uriel como un favor, que
la haga por mí. Al llegar a la puerta del infierno noté de inmediato que el niño comenzaba a
resignarse a la ausencia de su padre, pero opté por no hacer ningún comentario al respecto.
Él me observó incrédulo al verme, pues sabía lo de mi suicidio, y su padre le había
enseñado que el alma no existía; en consecuencia, él tampoco creía en ella… hasta para él,
cuya virtud radicaba en la credulidad e inocencia, yo era nada. Al verme sonrió de sorpresa,
pero cuando su sensación aprensiva cesó, me observó con recelo; estaba muy disgustado
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 63
conmigo y me culpaba indirectamente por la cruel personalidad de su padre. Sin importar
esto, aceptó fabricar la barca de papel, y se sentó en el suelo en completo silencio: empezó
a doblar la hoja con mucha paciencia, y entonces lloró, necesitaba desahogarse, pues se
sentía desolado. Sus labios temblaban de inseguridad mientras buscaba en su mente las
palabras que deseaba expulsar de su boca, pero, después de tanto pensar, y con cuidado de
que sus lágrimas no caigan encima del papel, me dijo.
- Daniel, ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué te arrancaste la conciencia? ¡Fuiste tú quien se
la quitaste! Condenaste a mi padre a la maldición del ciego, lo condenaste a crear
mundos desastrosos, más no a experimentar con la belleza. Si tan solo hubieses
soportado el “paraíso” por un tiempo más, habrías conservado la conciencia, no te
habrías suicidado, quizás yo no estaría aquí sentado afuera de una puerta sellada…
¡Quizás mi padre se habría quedado conmigo… abrazándome! es lo único que
necesito, su abrazo. Que egoísta fuiste, maldita nada… ¡Que egoísta fuiste!
La había hallado, había hallado en mi luna el más puro amor, no entendía porque se había
marchado tan pronto, ¡no podía resignarme a perderla! ¡No aquí, no ahora! ¿Acaso el amor
seguía siendo una mentira transitoria? ¡No! Ella no era lluvia, ella no escampaba… se
ocultaba, pero no desaparecía; ella no podía ser transitoria. Su cuerpo estaba en la tierra,
pero yo amaba su alma… Debía seguirla o sentarme a esperarla en algún lugar, ¿cuán cruel
sería la intemperie de cada madrugada en su ausencia? Ella me hizo mudar mi ataúd de
carne, estimulándome a tolerar la vida, la fidelidad, la quimera de volver a nacer. ¿Cómo
definir lo que siento por la luna? – No, el amor a ella no es un significado, es una ley. ¡No
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 64
podía irse! No así, no ahora, no sé si podría acostumbrarme a su distancia, ella simplemente
brillaba en mi vida incluso estando oculta. Estaba realmente ansioso por partir a sus pecas y
volver a encontrar mi razón de vida siendo una manchita de mi luna… Pero no podía partir
aun, debía condenarme a la depresión en mi cubo por un tiempo más.
Entre días y noches indagué en una rutina amarga, estaba ansioso por la luna y el cubo me
resultaba enfermizo; hablaba conmigo y con todos, y al final de cada noche no sabía ni
quien era yo, ni quienes eran todos. La angustia de haber perdido mi identidad propia y
estar muerto en un purgatorio lleno de muros me llenaba de vergüenza y hostilidad contra
mi propio cadáver. Tomaba mi cuerpo en mis manos, lo besaba y derramaba vino en su
boca que ya sufría rigor mortis. Lo obligaba a tragarse el humo, las babas y el alcohol, para
no sentir que hasta mi inconciencia había desfallecido.
Perder la conciencia del ser y aquello que lo rodea es práctico para resaltar la astucia, pues
entre más inconsciente se es, más se interioriza el ser consciente de serlo y así sale a relucir
la verdadera identidad. Se resuelve la crisis de identidad renunciando al superyó y
afrontando con violencia el mundo real que el “paraíso” nublo con maquillaje. Se puede
observar muchos rostros, pero son muy pocos los que saben exactamente cuál es el suyo
perdiéndolo sin miedo y recuperándolo a voluntad de su situación; si todos tuvieran tal
talento, se prostituiría la sabiduría, y el raro perdería la dicha de serlo… ¡Viviríamos en un
mundo de “hípsters” hedonistas! Si le fuera posible al “sabio” moderno llevar siempre un
espejo frente a su rostro, con la excusa de reconocer la forma en la que sus ojos hablan en la
acera, en la soledad, en la cotidianidad…en la vida, lo harían e impondrían una nueva
“moda”. Pero no, los hombres del mundo no se atreven a mirarse directamente a los ojos,
no se atreven a reconocerse; ¡créanme! No es tan fácil reconocerse en el universo, no es
fácil asesinar las convicciones y reconocer la maldad innata. ¡¿Profesan amar al prójimo?!
Mírense al espejo, y vuelvan a repetirlo. Los humanos fuimos castigados con la vanidad, y
cada que observamos nuestro reflejo, queremos penar deseando perdernos en aquella
imagen o que ella misma se pierda de nuestra vista. Es muy difícil encontrar un rostro que
se conozca a sí mismo sin fijarse en sus rasgos estéticos. Un rostro que se conoce, embriaga
su cultura general hasta que sea inversamente proporcional a su enorme ego, y reconoce
que el “conocer” es reafirmar la propia ignorancia con humilde orgullo. Un mezcal que
reconoce su costo, se embriaga embriagando al gusano; un vino tinto y seco embriaga la
ebriedad obligándola a parir el conocimiento... El licor barato, solamente embriaga al
hombre; en fin, también embriaga un gusano, también ebrios de ebriedad, pero contradice
su inteligencia portando el escándalo y la fiesta rutinaria, aquella que ridiculiza el
silencio… Silencio, el padre del vino, el padre de la sabiduría, el padre de la música.
La luna se conocía muy bien a sí misma; por eso no quería brillar todo el tiempo, era
prudente, tierna y silenciosa, pero dentro de sí misma, sabía que guardaba ciertos dilemas
que no podía mostrar. En el fondo, necesitaba de mi afecto, se sentía sola divagando en su
órbita y también dejó que su deseo de verme partir hacia ella se torne impaciente; subía la
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 65
marea llamándome para buscarla en mi barca, me tentaba a seguirla sin importar las cosas
pendientes, pero, ¡no podía partir aún! Si bogaba en ese momento, la tan dichosa muerte
volvería a ser mundana y rutinaria en poco tiempo. Entonces, me apuré.
Jamás creí que haría tanto daño dividir el mundo – Recapacitaba a mis adentros, sin saber
que D minúscula podía leer mis pensamientos; después de todo, eran también los suyos.
Sabiendo lo que pensaba, sonrió, y luego dijo.
- Efectivamente; pero si crees que hace daño dividir el mundo, ¿Por qué continuáis
insistiendo en dividiros a ti mismo? El cubo no es tu recamara, ¡vos sois el cubo! Y
uno muy peligroso, por cierto. Cada que se piensa en controlar el ser sin usar
conciencia, todo termina en desastre; sois nada ahora, pero tu división parió a
Belitio… deseabais brindar algo majestuoso al mundo, y, ¡observad al psicópata que
les regalasteis!
- ¿Y qué me dices de ti? – le dije furioso. – Tanto tú como yo sabemos, que dios es
con minúscula, que somos universos, que somos igualmente humanos a esos idiotas;
pero tú, ¡cobarde! Te has dividido en religiones, no te encierras solo en un cubo,
prefieres quedarte ahí, desparramado en un sillón encerrando a millones en una
cúpula donde tarde o temprano estallará una bomba.
- Recordad que todo esto es culpa vuestra y del hombre – interrumpió – el hombre
creó a dios sin pensar en el universo, y, por ende, nunca concedió a dios el
significado humilde que merecía, decidme, ¿qué haríais si sabes que solo por el
hecho de existir, estáis cumpliendo vuestro propósito?
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 66
- Venía a hacerte una petición, dios, y te la diré rápido antes que oses interrumpirme.
Preciso que cuides a Belitio en mi ausencia, que no permitas su fuga del infierno;
noté a Uriel muy frágil y veo que, en éste punto de su melancolía, sería un niño
bastante moldeable, su inocencia podría corromperse fácilmente si Belitio llegara a
fingir un abrazo justo en éste momento. Si es posible, ayúdame con esta petición, no
oraré para pedírtelo, pero urjo que así sea. ¡Y una cosa más! Ten cuidado de aquellos
hombres que se resisten a dominar, ellos no tienen capacidad de liderazgo; no
pierdas tu tiempo siendo el dios de los cobardes, ¡hasta ser el dios de la nada sería
más productivo que eso! Ellos se alimentan de la prohibición, y para prohibir, no se
necesita llevar el sabio mando; solo la simplicidad de defender un dogmatismo. Tú
me creaste, yo te creé… Sé que eres mejor que esto.
- ¡Tranquila nada, tranquila!, no te preocupes por mí; después de todo, solo soy un
payaso inexistente, uno al que le prohibieron fabricar risas… y así, aun siendo algo
tan simple, me alaban, me respetan, me siguen y matan en mi nombre. Soy la muerte
infinita que el humano anhela, llamándola “vida eterna” en su disimulado temor a la
vida. Soy su leyenda y su mito, soy ave, soy lluvia, soy amor y vida… Soy dios
Así terminó el diálogo. Nos estrechamos la mano, di media vuelta y salí del espejo. Inmediatamente
empecé a buscar a mis ojos en el espejo que señalaba la calle, pero pronto me di cuenta que no
estaban ahí. Heridos de tanto pisoteo y con su natural depresión, no era tan difícil adivinar donde se
habían ido. Los heridos, pisoteados y tristes, acostumbran a esconderse en lugares solitarios y
perdidos. Mi conciencia era muy predecible, quizá por eso nadie la escuchaba, no causaba ningún
tipo de interés ni suspenso; su típica forma de amar y de ser positiva me propiciaban nauseas
alarmantes. Si existe alguien en el mundo que soporte sin vomitar una lectura de amor a la vida
escrita por Coelho o Cuauhtémoc, y, además, le provoque alguna sensación de placer o “paz” por
más mínima que sea; ésta merece que se le aplique unas cuantas torturas al estilo de Poe sin ningún
tipo de compasión. Entonces, ¿alguien imagina estos apestosos textos de superación personal,
expandiendo su empalagoso aroma de amor a través de la mirada? Observarlo directamente a los
ojos y atender a sus utópicas suplicas era sinónimo puro de atragantarse con bultos de azúcar.
Arkenesis era, en definitiva, el ser más despreciable. ¿Qué mujer ostentosa brindaría sus favores a
alguien tan “moral”, si lo único que se esperará de su dudosa actitud es (por obviedad), el
arrepentimiento y la precocidad? Yo lo conocía muy bien y por eso cerraba mis ojos cada que salía
a divertirme; sabía dónde se escondían, sabía que día a día se arrepentían de creer en los humanos,
pero su esperanza en ellos sobrevivía de la forma más ferviente. Sabía que mis ojos eran
demasiado arraigados a su región y a su familia, en consecuencia, era obvio que
continuaban vagando en la ciudad, y que rondaban cerca del vecindario; además, sabía muy
bien que se aferraban a las almas puras, conscientes y despreocupadas (los niños). Los
demás niños se asustaban al ver unos ojos caminando por ahí y huían despavoridos, esto
predecía que el único que conocía y le abriría sus puertas en su desespero por tener
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 68
compañía, era Uriel, y, por si esa pista no fuese suficiente, él se encontraba en el lugar más
perdido y con el mejor acercamiento y vista, no solo a la región, al hogar y a la familia,
sino, también a mi cubo… Las puertas del infierno.
¡Mierda!, luego de que Uriel me diera el barco de papel, lo que menos deseaba era volver a
verle – ¡¿Cómo no pude darme cuenta que Arkenesis estaba con él antes?! – ¡No había
opción! Como un perro echado de casa, volví con mi barca a cuestas y aún sin usar, a aquel
lugar fúnebre.
Al entrar de nuevo al espejo del oriente, Uriel estaba jugando con sus juguetes; había
convertido el ajedrez en un juego de rol de “calabozos y dragones” …eso me causó
bastante gracia. Cuando se dio cuenta de que yo lo veía mientras personificaba las historias
de sus juguetes, se abochornó de forma tierna e inmediatamente intentó disimular su
vergüenza haciéndome una pregunta con gesto de tristeza.
Me sentía aburrido de tener que volver a ese lugar y me sentía un idiota por no haberme
dado cuenta antes de que Arkenesis estaba con él. Ese niño había logrado fingir y
engañarme, así que le dije irónicamente después de saludarlo con falsa cordialidad…
- ¡No!, solo vengo a pedirte que riegues todo lo que haya en tus bolsillos.
- ¿Para qué quieres a Arkenesis? – respondió de forma apresurada – ¿acaso quieres
quitarme a mi único amigo?
- No tengo tiempo para tus tonterías emocionales, Uriel, ¡apresúrate!, debo hablar con
ellos inmediatamente.
La conciencia le pidió a Uriel que lo sacara de sus bolsillos y que vuelva a jugar por unos
minutos. Él obedeció, pero su lenguaje corporal denotaba una clara desconfianza hacia a
mí; extrajo de su pantalón a los ojos parlantes y se retiró muy lentamente, pero no paraba de
mirarme, siempre denotando emociones de hastío.
“¡Toc toc!
Alguien toca las puertas del infierno,
debe ser mi hijo deseando concluir aquel juego de ajedrez”.
Tic, pensar.
Tac, actuar…
Los dos ingredientes del tiempo.
Toc, toc.
(puertas abiertas)
- Veo que tienes muy claro lo que quieres Daniel, tu confusión es bastante objetiva;
quieres aparentar que no sabes que hacer, pero lo sabes mejor que nadie; te felicito,
has pasado la prueba – Dijo mi conciencia.
- Y ahora que me escuchas absteniendo juzgamientos innecesarios, he venido aquí
para hacerte una petición.
- Adelante, te escucho. pero antes dime, ¿tic o tac?
Uriel observaba la escena sin entender lo que decíamos, pero notó inmediatamente que la
mirada de Arkenesis llevaba algo de preocupación.
- Ante cualquiera de los casos, debo pedirte que protejas la naturaleza influenciable de
Uriel de la malicia destructiva de su padre. Quédate acompañándolo, sé su
conciencia. Créeme que la necesitará.
Arkenesis comenzó a desesperarse. Ni siquiera cuando los arranqué de mi cara los había
visto tan temerosos.
- ¿Y cómo podría hacerlo, Daniel?, Si ambos sabemos que el amor por su padre y,
sobre todo, el amor a la esperanza de su abrazo, rebasa inclusive su amor propio –
me dijo.
- Enséñale a leer, ponle juegos de lógica, ¿qué se yo?; ¡ese es tu trabajo!
Aquel día fumé mi último cigarrillo en la tierra, aquella vez las palabras se cruzaban en mi
mente de tal forma que no podía concebir el silencio. El lugar era confuso, sus rincones
eran una ilusión muy bien lograda de una mente inquietante. Cuando entré, había un pasillo
largo como el destino y negro como el ideal derechista de la “paz”; sin embargo, no lo sentí
fluir. Mientras pasaba por él, mi cerebro se llenó de estímulos, cada uno más confuso y
vano que el anterior, de tal manera que en mis pensamientos no había ningún tipo de
coherencia, lógica, ni cohesión posible. Recuerdo que mientras caminaba, mis
pensamientos eran versos completamente carentes de lógica, reclamos a la banalidad que
no tenían fundamento ni sentido alguno.
“¿Qué tan resplandecientes son las escarchas de los manglares, las fantasías
tropicales y las puertas de las calles cubiertas de orines? Cuando río y bebo a las
orillas de los mares desgraciados, cuando lloro y fumo a las orillas de mis propios
parpados, hay tanto que pedirle al surrealismo y a su misantropía camuflada, como
hay que pedirle a aquellos manglares, fantasías y orines, que dejen de brillar, que
dejen de impregnarse en las puertas abandonadas y en los dioses que abandonan
las salidas y las entradas de todas las puertas.”
Después de tanto tiempo volvía a entrar a aquellas llamas esquizofrénicas de las que había
huido con Uriel el día de mi muerte, pero esta vez me sentía en casa, ¡no en mi hogar!, mi
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 73
hogar era la luna (aunque aún no haya llegado a ella), pero sí mi casa… flamante y siempre
en guerra. Tenía miedo de que el infierno me abrace y no me permita salir de sus garras,
cada vez que miraba atrás, sentía más lejana a la luna; cada que miraba atrás, sentía que
perdía a mi Eurídice.
Cuando llegue al fondo del pasillo, se dibujó una puerta, ésta era de acero, tenía una
ventanilla desde la cual se podía observar un dormitorio, la cama, una pequeña biblioteca y
en vez de paredes laterales, espejos. Era ahora o nunca… Halé la palanca de la puerta
(estaba bastante pesada, no me extrañaría que Belitio así la haya diseñado para que Uriel no
pudiese levantarla en caso de que quisiera entrar), la puerta destempló mis dientes con su
sonido; y de pronto, ahí estaba yo, reflejándome en el infinito frente a uno de los espejos y
maniatado con un saco de fuerza. Comencé a gritar – ¡Auxilio! – Aclamaba a gritos –
¡Auxilio! – Repetí, pero al darme cuenta que gritar era inútil, cerré los ojos intentando
calmarme; respiré profundamente, conté hasta diez y abrí los parpados de forma lenta, me
quedé como ausente, con la mente en blanco mirándome al espejo durante un momento,
pero poco a poco se fue desintegrando mi imagen hasta fundirme en la sombra del deforme
monstruo que se percibía donde debía estar mi reflejo.
El maldito deseaba enloquecerme; si perdía la razón ahí adentro, de ahí jamás habría vuelto
a salir… Todo estaba en juego, por lo tanto, debía tratar de mantener siempre mi fuerza
cerebral intacta. Proseguí con el diálogo de manera afanada.
- No me impresiona que te hayas subdivido, recuerda que yo también lo hice, ¡sé uno
solo y hablemos de hombre a hombre…! ¡No tengo mucho tiempo!
- Además de ser “nada”, ¡eres tan idiota! Siempre amando lo absurdo y abstracto;
sigues tan obsesionado con soñar y caminar eternamente en los conflictos de tu
memoria, tus recuerdos y los gérmenes de las caprichosas calaveras que continúan
rondando en medio de ti, que no te has dado cuenta que, precisamente por ser
romántico y soñador, terminaste suicidándote. ¿Entiendes acaso que creer en tus
amoríos e ideales fantástico, es como creer en dios? Dime Daniel, con respecto a la
luna, dices que es lo único que te queda, pero… ¿Al menos has llegado a ella?
- No, pero para allá me voy – Le alegué – Por eso quería pasar antes de ello por aquí,
requiero hacerte algunas peticiones antes de mi partida.
- Disculpa que te haga tantas preguntas, pero, como ya sabes, en medio de mi ego y
prepotencia, me siento sabio… En ese orden de ideas, reconozco que los sabios
tienen más dudas que convicciones, y, más que afirmar, prefieren hacer preguntas;
¡en fin…! ¿Para qué has venido? Sabes que prefiero estar solo, que dando consejos a
la nada; eso no es tarea mía, sino de tus ojos, ¡lo mío son las ironías, las flemas y las
burlas, lo mío es rasguñar tetas y espaldas! De hecho, verte ahí parado, tan tímido
como una colegiala virgen a punto de entregarse, me hace desear violarte... Créeme
que se me ocurre hacer muchas cosas con tu sexo. – me dijo mientras jugueteaba con
su lengua alrededor de sus labios secos intentando atemorizarme… Podía oler mis
nervios.
Tome aire e intenté actuar con naturalidad, diciéndole sin saber lo fácil que interrumpiría
mi frase.
- Debes estar seguro que no he venido por ti, Belitio, solo quería pedirte que…
- ¡Basta! ¡Lárgate…! No se puede razonar con alguien que quiera pedir algo, y lo haga
con semejante cobardía… ¡El querer es poder!, pero el poder debe convencerse a sí
mismo de ser poderoso. ¡Eres nada…! No sabes ejecutar tu poder; debes ser rápido y
debes usar argumentos que destrocen los argumentos de tu adversario; debes ser
directo, como en el sexo; debes mostrar tu pasión y permitir que tu pasión te agote,
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 76
como en el sexo; debes ejecutar el poder con placer, y déjame decirte que no es
ningún placer tenerte aquí, Daniel, ¡ninguno!
- Al menos déjame contarte de que se trata. – Le dije bastante impaciente.
- ¡No! ¡No sirves para la palabra! Siempre pasas por imbécil delante de la gente; sobre
todo, cuando cantabas ante públicos grandes, ¿lo recuerdas? Pasabas el día entero
practicando lo que dirías en la tarima antes o después de cada canción… Deseabas
criticar el mundo, la incultura, la política, y dejar un mensaje lleno de contenido
conceptual a tu público, pero nunca decías nada; el nerviosismo te consumía, tu boca
se secaba, incluso haciendo que tu canto se torne tedioso y desentonado… Perdiste el
humor, los infantes menesteres, la conciencia, la astucia, malicia, liderazgo,
inteligencia…Incluso perdiste la libido por andar pensando en tu egoísmo suicida.
¡Lo has perdido todo! ¿Qué te queda hoy, Daniel? ¡¿Qué te queda!? …Y, aun así,
estando tan vacío, siendo tan “nada”, ¡¿osas hacerme peticiones?! ¡No seas ridículo!
¡Déjame, yo averiguare lo que quieres pedirme por mí propia mano!
- ¡Idiota! ¿Dudas de tus verdades? Sé que eso era lo que me querías pedir cuando
entraste al infierno, acabo de leer tu mente, y, aun así, ¡¿lo dudas?!
Aquel día fumé mi último cigarrillo en la tierra mientras abrazaba al diablo en una noche
triste y exhausta, que ambos expulsamos por la ventanilla desde la cual se vigilaba la
habitación de espejos. Ambos tan convencidos del amor y decididos a salir del infierno…
Caminábamos borrachos hacia la puerta, con el solo objetivo de mirar hacia el cielo
despejado y alumbrado con esa hermosa luna llena que nos llamaba a su beso. Belitio
llevaba tanto tiempo ahí encerrado, que solo recordaba la lluvia y la niebla, ¿qué sensación
causaría en él ver la luna, ahora que era consciente de su majestuosidad? Caminábamos
borrachos a nuestro destino, preparando nuestras mentes para un viaje que hasta para el mas
curtido marinero resultaría difícil y riesgoso; que hasta a Belitio, que se vanagloriaba de
arriesgado e inexpresivo, le causaba cierto temor… Pero, por amor a la luna, ¡todo!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 79
Mientras salíamos del infierno, nos sentíamos poetas y aliados; nuestras mentes danzaban
en la elegancia de un tango de Piazzolla, mientras nuestros cuerpos se iban uniendo en uno
solo. Mi cadáver se difuminó en el espacio y dejó que él posea mi mente; y así, mi “nada”
recobró momentáneamente parte de su identidad. Una vez nos juntamos, continuamos
caminando… nos acercábamos cada vez más a la puerta de salida mientras todo ese
infierno se desmoronaba a nuestras espaldas y se iba convirtiendo en un cuarto vacío. ¡Al
fin!, tanto tiempo siendo paciente, ahora… ¡Ahora podía gritarle mi amor al universo
entero! ¡Podía dedicar a la luna al fin saliente, mi romance del diablo!
Se abrió la puerta, y con ella se presentó el océano lunar, donde nos esperaba la barca de
papel lista para zarpar. Uriel me miró saliendo borracho y solo, como un loco, sin saber ni
pensar que no estaba solo, que ahora llevaba a su padre en mi cuerpo. Por un segundo,
Belitio en su borrachera, se apoderó de mis ojos, con los que prestó una vaga mirada a su
hijo; y con ella, le dijo “te amo” apiadándose de él… Pues a pesar de todo, guardaba afecto
hacia el infante, pero Uriel no se dio cuenta de ello. Se quedó mirando hacia la puerta,
esperando que su padre viniera detrás de mí. Al darse cuenta que no había nada, cerró la
puerta y se sentó en un rincón tapando sus aguados ojos mientras susurró “Solo esperaba su
abrazo”. Arkenesis corrió a consolarlo y desde un rincón me observó con furia.
Subimos a la barca, tomamos impulso y nos fuimos sin despedirnos; sin mencionar una sola
palabra, sin que Uriel sepa que su padre estaría conmigo durante mucho tiempo en la luna,
que, en lo que restaba de ese tiempo, él estaría vigilando un cuarto vacío y escribiendo
cartas a alguien que nunca las recibiría (así como las que yo escribía a mi padre cuando era
pequeño, y siempre terminaban debajo del colchón), que Belitio se había enamorado de la
luna sin antes haberle amado a él, a pesar del esfuerzo y paciencia que había invertido
mientras lo esperaba en aquella puerta. ¡Que egoísta fui ese día! Lo sabía, pero no dije
nada… En ese momento, la luna no merecía ser olvidada por una distracción destinada a
hacer feliz a un niño, que, como todos los humanos, sería triste al conocer la ruina de la
adultez. “Son más convincentes los astutos inmorales, que las quejas de victimas
pordioseras en mares de llanto seco”.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 80
NAVEGANTE NOCTURNO
EL VIAJE
Mi largo cabello estaba empapado, sentía cangrejos colgando de él. Mi piel tiesa por la sal
marina y mi ropa solo se vestía de pieles desnudas congelándose en las heladas aguas del
océano lunar, que, con violencia había desprendido de mí hasta la más inútil prenda. Sufría
en el camino y en la esperanza… era un sufrimiento desgastante, pero por ella, soportable.
Duramos medio camino sin rumbo, pues medio camino estuvimos flotando borrachos de
forma relajante, pero en un momento dado, la luna se acercó a la tierra y las mareas se
tornaron violentas, como formando la figura de una escalera al cielo. La luna, inspirada por
mi amor luchaba por salirse un poco de su órbita y provocar a los océanos en virtud de que
el barco esté lo suficientemente alto para llegar a tocarla. Ella entendía que yo no creía en el
amor por no ir en contra de mis ideologías, pero se sentía amada al saber que nada
interrumpía mi perseverancia. Buscaba un todo en un amor que reprochaba y desconocía,
pero estaba seguro de sentir, y ella lo notaba; por lo que, cada que me hablaba, mencionaba
tierna y envuelta en un beso, la palabra “niño”, simbolizando una recompensa a la paciencia
que había guardado con lealtad mientras la seducía en la lejanía. Se sonrojaba y con sus
enormes ojos me otorgaba el permiso de acercarme, ahora que nuestras almas estaban a
punto de juntarse en la intimidad.
Belitio aún no se había acostumbrado a mí, y desde que partimos, no había vuelto a
pronunciar ni una sola palabra; en ocasiones, se reía a sus adentros, me confundía… En
ocasiones se veía feliz, pero otras tantas su gesto se llenaba de arrepentimiento, de furia;
sentía que tenía ganas de asesinarme por haberlo hecho salir del infierno y comenzaba a
sentirse ridículo al auto-reconocerse enamorado. Tenía miedo de que eso ocurra y decida
saltar al agua e irse, o, en su defecto, asesinarme para no compartir las pecas de nuestra
amada conmigo; si se iba, me dejaría vacío e inseguro, ¿cómo podría entonces enamorar a
mi luna, sin llevar a Belitio en mi carne?
Belitio se excitaba cada que la luna era esquiva, cada que se escondía, y en ocasiones
intentaba causar a propósito sus reacciones caprichosas, pues le gustaba retarse a sí mismo
a doblegar el orgullo que esa mujer podía usar sabiamente en su magnificencia. A pesar de
que gozaba de cualquier placer, efímero, lento o furibundo, le atraían aquellas féminas que
daban tiempo a la imaginación y no se complacían fácilmente, ni se entregaban en una sola
noche; en medio de su ego dominante, le agradaba que reten su juego, que maten su dama y
pongan a su rey en jaque… Que le digan que está equivocado con argumentos claros, y lo
reten con apuestas. Él decía que los placeres son placeres cuando el tiempo no les basta y
siempre dejen espacio al misterio con una ilusión a medio llenar; así, el placer no es tan
efímero como un simple momento, sino perpetuo, pues da lugar al deseo mórbido de la
imaginación sobre el goce… perseguir un momento hasta transmutar la carne al
pensamiento, y así, materializar el placer en el arte de un poema o una melodía inmortal.
Mis teorías estaban obsoletas… yo no podía disfrutar; era solamente un cadáver, una nada
descomponiéndose en el dolor de observaba con amor a una luna lejana. Mi felicidad era
absolutamente dependiente de las fases lunares. Ella era la vida que yo mismo me había
arrebatado, ella representaba mis deseos de renacer en el amor y no en la vida, de renacer
en la ley, no en el “paraíso”, de renacer en ella, para no tener que extrañarla. Algún día
Arkenesis me había dicho que extrañar demuestra tanta inseguridad como el hecho de
recordar lo que se extraña.
Cuando partimos, la desconfianza que Uriel sentía hacia mí, comenzó a alterarlo, y, sin importar
cuánto se esforzó Arkenesis por impedirlo, decidió golpear la puerta del infierno (…definitivamente
a la conciencia no la escuchaba ni siquiera el niño); al no tener respuesta alguna, el niño (en su
nociva curiosidad) decidió abrir la puerta, encontrándose con un vacío muro blanco. Las llamas ya
no existían… Belitio se las había llevado con él y el espejo del infierno, ahora era un espejo
cualquiera que reflejaba el cubo. Nunca Uriel se había sentido tan solo, triste y desolado,
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 82
estaba confundido y desprotegido, se acurrucó en posición fetal y lloró por un año entero…
Irónicamente, sus lágrimas llenaron un poco más el océano e indirectamente nos acercó
más a la luna. Al darse cuenta de ello, secó sus lágrimas y comenzó a desahogarse en la
escritura. Arkenesis le enseñó la morfosintaxis de las palabras, pero en cuestiones de
contenido, no tuvo que enseñarle nada; de por sí, su tristeza y desolación ya lo convertían
en un poeta intachable, que mantenía en su agonía la inocencia infante.
Uriel siempre se había acobardado ante su padre, y por más que deseara hablarle, le tenía
un respeto temeroso, por lo que prefería callar y escuchar; aquel temor, no le permitía
decirle a Belitio lo que sentía por él… Cada que quería pedirle un abrazo, su garganta se
hacía un nudo, y terminaba pidiéndole ese abrazo al llanto retenido; sin embargo, la
escritura lo comenzaba a llenar de confianza… No tendría que decir lo que sentía
directamente, sino a través de un papel… Entonces escribió una melancólica carta; era un
niño que aun dibujaba garabatos y tenía una caligrafía espantosa, pero no le importó y con
valentía decidió arriesgarse a entregarla.
Al no poder nadar y sabiendo que no podría alcanzarnos, envió la carta a D minúscula, pues
sabía que, al ser omnipresente, él podría entregársela a su padre donde fuera que éste se
encontrara. Dios recibió la carta pronto, creyendo que era otro pasaje bíblico de sus
seguidores, que solían enviar los bocetos de sus libros sagrados, para que él haga las
respectivas correcciones a conveniencia de cada religión distinta y en el contexto de cada
región; pero, por primera vez recibía una carta tan distinta a las demás. Sonrió cuando miró
la firma y la leyó tomándose su tiempo para divertirse con tanto romanticismo entintado.
Papá:
Aunque nunca hayas salido a abrazarme y aunque te hayas ido sin despedirte, sé que tú
también eres un niño y aun recuerdas el camino a tus triunfos a través de las emociones,
los juegos y los riesgos que hoy niegas por vergüenza e infectas con promiscua
racionalidad. Te quiero y sé que llevas algo de bondad en tu dureza, lo cual se manifiesta
en tu espléndido sentido del humor. ¡Quiero decirte que te extraño y que no soporto más
esta soledad! Soy muy feliz con mi inocencia, pero me aburre sonreír sin compañía…
¡Como quisiera que sonrías a mi lado y me des fuerzas para soportar los fuertes jalones de
mi cometa! ¡Cómo quisiera jugar contigo otra partida de ajedrez! ¡Cómo quisiera un
abrazo! Urjo respetar tus decisiones, pero soy solo un niño, y necesito que alguien sea para
mí y mis decisiones, un tutor… No es suficiente la educación que brinda la conciencia,
también merezco crecer con mis propias vivencias y experiencias, y, aunque sean diferentes
a las tuyas, me esfuerzo indirectamente por seguir las huellas que dejan tus zapatos…
Necesito que dejes de imponerme un modelo mundano mientras me ignoras por completo,
no puedo continuar sin la confianza que me daría tu afecto y tu aprobación. No importa si
decides irte a otra ciudad, a otro país, a otro continente, o a la luna… Hazlo, pero no
olvides que te estoy esperando… ¡Te sigo esperando! Conozco tus temores, sé a las culpas
que les huyes… Basaste tu libertad en una huida y te viciaste a ella, por eso ahora temes a
que esa libertad se pierda y te obligue a mirar a los ojos tu pasado. Tener un hijo te resta
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 83
libertad, por eso me dejaste, ¿verdad? Y, aun así, sabes que lo único que lograste fue
aumentar más peso al baúl de la culpa que algún día tendrás que abrir y reorganizar.
Nunca es tarde para abrazar a tu hijo… Tanto tú como yo lo necesitamos.
Quisiera contarte que en éstos días Arkenesis arrulló mis sueños con una bonita canción
infantil, y después de tanto pensar en ella, me surgieron algunas preguntas. Explícame,
dale, dale, explícame... ¿Por qué los hijos son la alegría de la vida? ¿Por qué las rosas
florecen? ¿Por qué las personas necesitan realizarse? ¿por qué los barquitos flotan?
Uriel.
- Es que quizás mi filosofía no es tan débil y manipulable como la tuya, diosito. – Pero
mientras lo decía, extendió su mano de forma afanada para tomar la carta de Uriel.
La leyó en voz alta detenidamente. Supe que Uriel ya se había dado cuenta de la ausencia
de su padre y de todo el tiempo que perdió esperando en aquella puerta tan solo en el
primer renglón; preferí mantenerme en completo silencio y dejar que Belitio decida si iría a
abrazarlo o no, pero nunca habría esperado la escena que vendría cuando Belitio terminó de
leer la carta. D minúscula lloraba desconsolado, jamás había visto un dios que demuestre tal
fragilidad; Belitio, por su parte, tan poco expresivo como siempre, pero su tristeza se
comenzó a notar de forma evidente a los pocos segundos, cuando comenzó a surgir de él
una desgarradora y enfermiza risa que hasta a la luna y al océano espantaron. Me di cuenta
casi al instante que Belitio no iría a abrazarlo por simple falta de ganas de hacerlo; y a mí,
no me convendría que lo haga; o tal vez si, o tal vez no, pero sabía que mi luna se la
llevaría mejor con él que conmigo, por lo tanto, le pedí que no se fuera y lo dejara ser él. La
luna algo disgustada con mi egoísmo se acercó de nuevo y como advertencia de tormenta
hizo que cambiara el clima, llenando el infinito cielo de truenos y niebla que casi la
desaparecieron de nuestra vista, pero conservó el mar quieto para no desconcentrarnos
demasiado de aquel momento. Entonces me retracté, guardé silencio y retomé el papel que
mejor sabía actuar, ser “nada”.
La luna se excitó al verlos, pues se miró a sí misma, no sintió celos siquiera y pensó que era
un momento más simbólico que carnal, y una favorable oportunidad para aumentar la
marea, por lo que comenzó a masturbarse dejando que sus fluidos corran libremente en el
océano, otorgando a la marea, la fuerza y el volumen que le hacía falta para llegar a su ser.
El único momento absolutamente libre del ser humano está implícito en el acto sexual, pues
en el momento del goce, el mundo, las leyes, las instituciones, los prejuicios y las
prohibiciones, desaparecen de la realidad, permitiendo la interiorización, el elogio a la vida
a través de la sensación creadora, donde, “la conciencia de sí” entra en comunicación con el
“otro”, generando una comunión materializada en la creación de un aura que fluye en aguas
purificadoras y orgasmos violentados… El eros sublime da origen al “cosmos” en que
habitamos a través de un acto libertario degradado por el hombre occidental llamado sexo.
Belitio ahora era una súcubo disfrazada de la luna… Tumbó a dios en el suelo de la barca y
subió encima de él, tomando completo control del acto. D minúscula cerró sus ojos y se
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 86
abandonó completamente en un acto que declaraba su humanidad… La súcubo comenzó a
fingir sus gemidos y a mover sus caderas cual si fuese la mejor maestra del baile (sentí su
acto insultante hacia mi amada, pero no lo mencioné ni lo interrumpí, solo continué
observando); cuando dios estaba a punto de llegar al clímax, Belitio lo interrumpió de
repente, levantándose y desenfundándolo de su vulva, y, aun conservando la figura de la
luna en su carne, se alejó un poco de él de forma lenta, como dando lugar al suculento sabor
de la duda moral, y dejando que lo deguste relamiéndose en sus ganas de eyacular, ¡pero
no!, Belitio manipuló su moral y lo dejó impedido... Dios conservó los ojos cerrados y su
cuerpo entero quedó suspendido en el tiempo. Poco a poco comenzó a abrir sus ojos de
forma perezosa y su gesto indicó incertidumbre, entonces la miró fijamente y se enamoró
de ella al observar su perfección.
Se puso de rodillas y se agachó para lamer sus pequeños y delicados pies, luego comenzó a
subir por sus canillas delicadamente, pero mientras subía, Belitio iba retomando su figura
original, de forma que, cuando dios llegó a su medio, se encontró con sus testículos. Su
rostro se llenó de pánico y solo fue ahí cuando se dio cuenta de lo que había hecho,
retrocediendo afanosamente después de verse de rodillas ante el diablo.
No obstante, entendió tanto nuestro amor por la luna al verla, que, por primera vez sintió
amar a “algo” con más intensidad que a la muerte, a la cual llevaba seduciendo a través de
la tentativa de suicidio durante mucho tiempo. ¡Qué abandonada se sentiría la muerte ahora
que dios prefería soportar la tristeza y amargura de la vida, con tal de seguir observando a
la luna! Dios se puso de pie y nos dio la espalda agachando la cabeza, guardó silencio por
un momento y luego dijo.
- Ahora entiendo el amor que sienten por la luna, y ahora soy consciente de que lo
mejor es que Uriel se resigne a no tener ese abrazo… Te has ganado mi respeto y mi
odio más sincero, Belitio… Pero al mismo tiempo me has hecho replantear el amor.
¡Escuchadme! Seguid su camino y haced feliz a la dulce luna, la amo y la amaré en
la distancia, pero no me pidáis renunciar a la muerte, dejaré de buscarla, pero la
esperaré con ansias hasta el día que llegue.
Luego de esto volvió a despejarse el cielo y la luna de nuevo se tornó visible… Nosotros la
miramos fijamente y con respeto, y en esas, d minúscula comenzó a recitar una oda a la
muerte.
Y así,
¡siempre en aquel juego lamentable!,
la más obscura obscenidad,
la más perpetúa soledad,
la más asquerosa sociedad,
y hasta la miseria de mis cantos jugando a ser mudos.
¡Corrómpeme de nuevo!
Y corrómpeme con tus bienes, tus dotes y tus vientos;
¡no me dejes así!,
no me dejes seguir luchando contra tus asperezas;
dale fuerza a tu voluntad y empápame de olvido mujer sin rostro,
hazme creyente de ti y de tus calaveras.
Cual ambrosía que calienta el alma aún llenándola de tristeza, te sigo esperando,
tal es mi incertidumbre y mi deseo de volar a tu lado.
Ven a buscarme y volaremos juntos,
dale fuerza a tu voluntad y has de mí tu fiel soldado.
Desapareció. Fue como si se colara entre las esquirlas de agua que chapoteaban del mar y
fluían al ritmo de la briza. Al esfumarse, Belitio comenzó a reírse de forma demoniaca y
exasperada después de todo lo que había pasado, y, de pronto comenzó a gritar:
- ¡Jódete maldita luna! ¿Quién iba a pensar que cambiarías tan fácilmente nuestro
radicalismo, brindándonos la idea destructiva y problemática del amor? ¡Jódete
maldita luna, no dejaré que maquilles mi lujuria con tu ser pueril!
Después de esto, la luna se enfureció e hizo que los mares enloquezcan; en él se formaron
remolinos, y la tormenta dio paso a olas cuya altura estaba expresada en “años luz”. Nos
estaba llamando a nuestro destino, ahora que el océano tenía el suficiente volumen para
acercarse a su orilla. Cuando la barca de papel estaba a punto de desmoronarse, la acercó de
inmediato a su superficie en un intento exasperado de salvarnos de morir ahogados. En el
momento menos pensado chocamos contra ella, el barco quedó destrozado, la luna,
inundada; Belitio, dentro de un cráter; y yo estrellado y herido contra sus rocas.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 89
LA ARRIBADA
Abrí mis ojos varias horas después del estruendo, y, aunque me dolía el cuerpo por el
impacto, me puse de pie y eché un vistazo a la tierra, desde ahí, mi mujer me sonrió. ¡Al fin
había llegado! Ahora ambos sabíamos que yo iluminaría sus noches desde aquí haciéndole
canciones de lamentos tan frágiles como el viento… como el azul de mis silencios. Ella no
se volvería sentir sola incluso estándolo, ahora yo era parte de sus pecas, y, por ende, al fin
mi antiguo deseo de ser una manchita de la luna, se había concretado.
Mientras pienso que los dioses hacían el amor y los espermatozoides no eran meteoritos
sino notas musicales, también pienso que seré Daniel por siempre mientras resida en este
círculo sin muros llamado luna; que mientras el sol no estalle, yo esperaré aquí y observaré
la tierra sobresaltando la marea de sus océanos. Con su piel como lecho, olvidaré el odio
que me tengo a mi mismo y al ser humano, desde aquí, ni siquiera daré importancia a su
existencia; únicamente vigilaré el cuerpo de mi mujer e iluminaré sus noches, contándole
cuentos de hadas, niñas, princesas y castillos… Y si estallara el sol y dejara de alumbrar su
lejanía, seré el azul de sus distancias. ¡Mi tristeza se convierte en alegría al solo observar
sus pecas y sentirme parte de ellas!, pero, si algún día mi tristeza se sobresalta y mi carácter
se torna fastidioso, podré usar a Belitio para divertirla. Soy un solitario demente e insolente
que mancha la luna con mi “nada”, soy el único capaz de mancharla, y ella…
gustosamente, es la más ferviente amante de mi enfermiza y demente soledad. Somos dos
almas solitarias, que, juntándonos hemos logrado parir la belleza. Ella es mucho más astuta
que yo, y no se lo cree en su poca autoestima; por eso, con ayuda de Belitio podré fingir
inteligencia y autonomía, para que, aun siendo “nada”, pueda brindarle la ilusión de sentirse
protegida. Soy un egoísta, por ahora solo me queda desear que su autoestima no crezca, y
así, me siga queriendo y admirando… que no conozca mi miseria.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 90
Durante mucho tiempo, convivimos los tres… o más bien, convivieron ellos dos, ella me
amaba aun siendo “nada”, pero nada podía ofrecerle yo. Mi dama era prudente conmigo, no
me exigía más de lo que podía dar, de hecho, no me exigía nada, ella me brindaba su amor
desinteresado, pero mi egoísmo y mi “nada” la hacía sentir muy sola. Belitio no podía
amarla en formas ajenas que llenaran sus vacíos, y fue ahí cuando iniciaron los problemas.
Belitio estaba realmente aburrido de la distancia; ¡tanto tiempo soportando la tormenta del
océano, solamente para llegar a un alma y recostarse a vigilar un cuerpo terrestre! No tenía
ningún sentido para él… Todo comenzó a ser un juego de estaciones, donde, yo me
quedaba sentado observando a mi mujer, mientras Belitio dormía estableciendo nuevos
cráteres vacíos esperando el regreso de la luz y de la unión con su cuerpo, pero se ocultaba
muy seguido, solo podía estar con ella a plenitud una vez al mes, cuando el sol la hacía
llena. Entonces, cuando le comenzó a hacer falta el sexo, comenzó a enfurecer de
claustrofobia y a desear corromper los cráteres de la luna escondiendo infiernos silenciosos
en ellos. Por lo general no me dirigía la palabra, pero un día de soledad y luna menguante,
me preguntó:
A mis silencios me iba dando cuenta que Belitio empezaba a confiar en mí; antes, ni
siquiera habría pasado por su mente preguntarme algo en busca de una respuesta que le
resultara valerosa. Pensé muy bien en mi respuesta… Deseaba responderle que en la matriz
de la luna cabía un dios o una diosa, pero si lo hacía, lo habría enfurecido en el acto; por lo
tanto, mi respuesta fue simplemente…
- Deberías saberlo.
Belitio curveó su boca con esa depravación que lo poseía, y luego, se quedó en silencio por
un tiempo hasta que lo irrumpió al decirme un poco más serio e impaciente:
- Creo que no cabe nada en ella… El alma de una mujer no puede fecundar dioses por
más hermosa que sea; quizás su cuerpo si pueda, pero su cuerpo está en la tierra. ¡No
puedo tolerar seguir esperándola! Dime Daniel, ¿podemos estar con ella en la tierra?
o ¿puedo profanar su alma aquí creando a mis mujerzuelas y clonaciones
monstruosas? ¡No puedo esperar a cada luna llena! ¡Me estoy enloqueciendo!
Preferí callar… sus palabras eran una blasfemia a la pureza de mi luna; si en verdad la
amaba, ¿por qué deseaba tanto serle infiel o amarrarla a él llenando algo en la matriz de su
alma? Debía intentar calmarlo un poco, pero no sabía qué decirle. Después de pensar un
poco, recordé que quizá el alcohol, o los libros podrían distraerlo.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 91
- Para eso tenemos el alcohol y los cigarros – le hable en especie de comentario.
- No me interesa el alcohol, si solo puedo compartirlo con la “nada”, ¿Qué sentido
tiene la embriaguez, si no está acompañada de una buena plática? Me he vuelto
exigente con mis vicios, ya no me interesa su materialidad.
- Entonces, ¿porque no intentas dormir un poco…? Te hace mucha falta, te noto
agotado.
- Porque me gusta dormir acompañado, como solo estás tú y la luna, debo esperar a
que la luna duerma cuando está oscura o dormir a tu lado, pero roncas demasiado.
¡Me estás volviendo loco maldita nada!
- Entonces, cuéntame tus ideas y así las podrás desahogar en mí, distrayéndote un
poco y teniendo una “buena plática”.
- ¡Ni pensarlo! – Me dijo alarmado – jamás haré de ti un ser sabio, ¡tomate tu papel en
serio! Recuerda que solo eres “nada”. – entonces preferí ignorarlo por un momento,
prendí un tabaco y volví a centrar mis ojos en la tierra. Él se sintió humillado.
- ¡Respóndeme!
- No puedo, soy “nada” – le dije con sarcasmo.
En ese momento lo invadió una desastrosa histeria, tomó una piedra lunar y comenzó a
agredirse a sí mismo con ella; se fracturó varios huesillos del rostro y luego comenzó a
rasguñarse los brazos. El desquiciado estaba reemplazando su necesidad de sexo con
masoquismo y auto-mutilación.
Luego de decir eso, dio unos treinta pasos largos alejándose de mí y se recostó en posición
fetal mientras gesticulaba odio irracional. Yo corrí hacia él y le pregunté deseando que no
defraude mis expectativas – ¡¿Qué es lo que tramas Belitio?! – Pero él no me escuchaba,
estaba sumergido en un trance sombrío; lo oía gemir y hacer rechinar sus dientes, temblaba
demasiado, como si tuviera hipotermia. Comenzó a escupir e intentarse sacar los ojos, pero
recordó que no los tenía. Hasta que, en un momento dado, se levantó y saltó a uno de los
cráteres… Me apresuré a seguirlo, tenía que vigilarlo; fui detrás de él, pero cuando llegue al
fondo del cráter, ya no estaba… Se esfumó, ni siquiera la luna sabía dónde se había
marchado ni cómo había desaparecido. Belitio había creado un portal que conducía a su
antiguo infierno en ese cráter; ahora él, y solo él, podía entrar a ese cubo de fondo blanco.
¡Su cubo, su propio infierno!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 92
HOY PUEDO MIRAR AL CIELO MAS TRISTE QUE NUNCA
Entonces repentino,
miro hacia abajo y allá está más claro el cielo,
y lo miro más triste que nunca, pues siendo una manchita de la luna,
me siento como menguando;
me siento inseguro y solitario en los polvos de mi mancha,
me siento como mi luna cuando está llena,
mientras tú (siendo su cuerpo), observas triste su belleza;
como cuando el recuerdo me hace daño, el recuerdo es vida y la vida es muerte;
como cuando la muerte es el orgasmo de la vida
mientras tú alma de doncella vive y muere a mi lado
entre un amor que advierte la tormenta.
Como hoy…
hoy que puedo mirar al cielo más triste que nunca
y gritarle que te extraño como extraño al sol cuando no alumbra a la luna,
como extraño un dios cuando mi ateísmo me abandona.
Como cuando digo en un presagio que dios es con minúscula,
que tus ojos son la encarnación de las cartas románticas del diablo
e ilegales y fantásticos me inspiran a no dejar de mirarlos;
a observarte desde arriba cada que pueda, aunque me sienta como menguando,
a extrañarte todo el tiempo ¡vida mía…!
Extrañar tus caricias y el aroma de tu piel… tus fantasías.
Y luego…
Luego seguiré amándote como la primera vez en un concierto de luciérnagas,
me recostaré sobre tu pecho y recorreré el manantial de tu cuerpo
volando… volando.
Y diré, por ejemplo:
“Hoy puedo mirar al cielo más feliz que nunca pues procreas la luz de mi penumbra”
y tu alma alterará las mareas,
y el rubor de tu rostro se reflejará en nuestros horizontes,
y ojearemos al cielo tal vez más felices que nunca,
y con nuestros ojos puestos en él y en la llama de su lejanía,
me convertiré al fin en el azul de tus distancias.
La soledad azotó de nuevo mis plegarias. La amaba, ella me amaba, pero ningún amor
puede ser sano si se está enfermo de confusión. Mi ánimo demente y los constantes
escándalos que provocaba en mí la inspiración, la condenaban a intentar calmarme con un
abrazo para evitar mi suicidio, incluso cuando quería sentirse sola y libre. Belitio dejó de
brindarle placer y comenzó a adueñarse de mi cuerpo solamente para producir dolor. No
había ningún control que yo pudiera impartir sobre él, ¡nunca había estado tan ausente de
mí mismo!
Como era obvio, mi luna comenzó a dudar de mí y a recordar antiguos amores… empezó a
sentir un bello encanto por su pasado, siempre tan impávido en su sentimiento y lealtad sin
ser desleal a mí; recordaba con afecto a un amor que había mantenido a su lado por
milenios, y había representado importantes ciclos en su historia, de ahí que su ciclo
primordial significara una eterna rotación. Mientras la malicia de Belitio y su promiscua
historia se desnudaban a través de mi cansada piel, su pasado estaba lleno de virtudes;
quizás, en ella no se presentaban con tanto fervor las frases y acordes que los eruditos y la
sabia soledad me habían enseñado a mí, impregnándome de inicuas pero cultas emociones.
Ella portaba la prudencia y la inteligencia innata que solo nace en aquellos que fluyen por
la vida observándola y entendiéndola con detalle, su historia era romántica y genuina… y
sus miedos estaban justificados por una racionalidad cósmica de la que nunca hablaba. Ella
no solía hablar mucho de sí misma, en materia de sus reservas, solo las mostraba con actos
y miradas, vivía día a día con coherencia y bajo una rutina alarmante; a veces, le decía que
descanse, pero ella insistía en dar vueltas a la tierra de manera sistemática… Cuando le
pedía que me cuente sus miedos, ella volteaba su rostro y comenzaba a menguar. La tierra
no tardó en provocarme celos, mi luna nunca la mencionaba, pero en ocasiones la
observaba por horas con viveza, lo cual me demostraba que su amor por ella sobresalía de
forma más notoria que sus mismas manchas.
Mi luna era prudente y difícil de analizar, era como un buen título de un libro aun no leído,
que, inspiraba respeto y curiosidad, sin tener idea de lo que esconde entre sus páginas; solo
bastaba imaginar los universos que encierra su ser en una primera impresión, para
enamorarse perdidamente de la idea de leerla y dejarse leer por ella. Su actitud causaba una
profunda intriga… Estaba furiosamente enamorado de ella, representaba un ángel, una guía,
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 95
un hombro, un beso, un amor… un todo para esta nada, y eso me preocupaba
profundamente; me había vuelto completamente dependiente de ella, pero yo estaba
muerto, enfermo y aquejado por mis huéspedes. Era insoportable saber que mientras ella
me ofrecía una cura con amor, yo no dejaba de causarle y causarme daños irremediables
por culpa de ellos. La luna me amaba, pero… ¿sería capaz de quererlos a ellos algún día?
Yo la amaba, pero… ¿la amaría más que a mi enfermedad?
Si bien, nunca había sido tan feliz como a su lado, no estaba solo y cada parte de mí tenía
por instantes, diferentes amores; dios amaba a la muerte, Arkenesis amaba el mundo, Uriel
amaba a su padre y Belitio amaba el vicio. Por mi parte, la amaba a ella, pero me sentía
inútil… Ahora que me había quedado solo, no tenía nada que ofrecerle… si Belitio se había
marchado, debía intentar seducirla con otro bastardo.
Cuando Belitio saltó al cráter, fui detrás de él, pero cuando llegue al fondo, ya no estaba; se
esfumó para crear su propio infierno, creí que no volvería, pero no fue así; una vez
desahogo sus perversiones, volvió a buscar el amor de la luna como si nada hubiera pasado,
con los labios secos y los pómulos inflamados… pálido como mi cuerpo muerto… Para
Luna, ese fue inaceptable. Fue ahí cuando pensé:
- ¿Será momento de matarte, Belitio? ¿Será el momento de abrazar otro tipo de llamas
e intentar satisfacer a mi mujer con ellas?
Ahora debía consumirme en mí, pues consumirme en él, había acabado con mis intestinos,
riñones, pulmones, testículos y cerebro; el problema era que, sin él, mi cuerpo entero no
funcionaba. Si mis ojos eran la conciencia, el niño era su brillo, dios el liderazgo y la
omnipresencia; y yo, la nada, Belitio era para mí, el cuerpo y la inteligencia, ¡¿qué me
quedaba sin él?! Sin embargo, preferí continuar siendo lo que era, antes de honrar el mundo
con el ser mundano y castigar mi mente con la desdicha al usar la carne como ilusión. Hay
mucho que debe ahogarse cuando se vomita sangre y se empieza a amar con teorías
cerebrales, lo absurdo de renunciar al amor de ley y teorizar el fundamento de lo divino;
propinarle la muerte al sigilo y al sentimiento para convertirlo en una ecuación donde se le
explique a la fidelidad que no somos más que animales. Crear dioses fantásticos para
nuestra moral es una clara muestra de debilidad, ignorancia y necesidad psicológica para el
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 96
hombre, pero otorgarle el nivel de regir nuestra vida a la ciencia como base de la
perversión, es un insulto a la supremacía del conocimiento.
Expulsé a Belitio sin ninguna misericordia, pero, aunque él no se opuso y huyó antes de
que en un arranque decida matarlo; indudablemente, insulté su compacto orgullo…
seguramente buscaría venganza. ¡Así somos los seres humanos! Belitio puede adoptar
cualquier forma, puede dividirse en monstruos, puede tomar forma femenina, puede volver
realidad cualquier aberración que aceche sus deseos intrínsecos, pero, conserva esa peculiar
codicia humana por la cual fracasa todo socialismo. Cuando tenemos plena libertad de salir
o no de nuestro infierno y nuestros placeres, preferimos quedarnos ahí, disfrutando de su
desenfreno; en cambio, cuando se nos obliga a quedarnos encerrados, aunque tengamos
plena capacidad de forjar un mundo propio y pleno, seguimos siendo víctimas de nuestras
propias ambiciones inmateriales de trascendencia, y la prohibición estimula la revolución e
inconformismo impulsado por el deseo de controlar lo tangible y poner nuestras propias
murallas… no hallamos en la razón nada más fuerte que el deseo de huir, aunque en el
pasado nunca hayamos contemplado el nomadismo como una opción.
Mientras yo intentaba sobrevivir solitario en la luna, los espejos del cubo habían vuelto a su
antiguo estado, pero con una radical diferencia; aunque Belitio estaba de vuelta en el
infierno, ahora ya nadie podía salir o entrar a él. La puerta del infierno aun existía y Uriel
continuaba custodiándola, pero ni siquiera él podía abrirla… El infierno se había sellado
completamente, pues para Belitio, la luna había sido prohibida. Su estancia en el cubo,
multiplicó en él la malicia y la desesperación; esta vez no creó un infierno demente, con
clonaciones sexuales de sí mismo, simplemente se sentó desnudo en una esquina del cubo
de espejos en silencio, a hondear en su desesperación.
Uriel aun no sabía que su padre estaba de vuelta en el infierno y pasaba los días escribiendo
y mirando a la luna con la esperanza de notarlo en ella sin éxito alguno; sin embargo, la
miraba tan seguido, que, pronto notó su sagrada hermosura, así que también se enamoró de
ella. Escribió varios poemas y canciones a su magnificencia e incluso estaba pensando en
construir una barca y viajar a ella, pero Arkenesis le decía que no podía hacerlo sin mi
permiso. Pasó mucho tiempo de monotonía, pero un día escuchó tres golpes del otro lado
de la puerta enloqueció de alegría y retornó en él la esperanza de ver a su padre. Como era
de esperarse, su siguiente carta entró por debajo de la puerta, mediante aquella rendija bajo
la madera sin sellar.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 97
Papá:
Mis días son eternos y por esa razón no puedo envejecer, mi guitarra me hace joven y mi
amor me mantiene feliz, creo que he madurado al menos un poquito y empiezo a sentirme
atraído por niñas. Al mirar hacia la Luna me enamoré de ella pues sabía que tú estabas
allí, y desde entonces, ¡no he podido dejar de aullarle! Soy un poco tímido con las mujeres,
¿podrías darme algunos consejos para saber cómo hablarle a una niña? …Se me hace un
nudo en la garganta cada que quiero acercarme a ella. Además, yo ni siquiera he
terminado el colegio, mientras ella lleva millones de años observando y aprendiendo del
cosmos, ¿cómo podría fijarse en un niño tan chiquito como yo? Quizás podría cantarle
“Luna lunera, cascabelera”, o regalarle un chocolate… ¡Ya sé!, podría darle un besito en
el cachete y juguetear con ella haciéndonos cosquillas, pero para eso, debo ir a la luna, y
ahora que sé que estás de regreso, ¡no soy capaz de dejarte, papá! …Te irías de nuevo y me
dejarías solo. ¿Crees que es una buena chica para mí? ¿Me das permiso de entregarle mi
corazón? ¿Crees que me rompería el corazón, como tú lo hiciste?
¡¿Papa?! …papito …papi. ¡No me dejes solo, no me abandones! Lo único que necesito es
tu aprobación, tu abrazo.
Uriel
Belitio sabía que, si respondía la carta, se ganaría la confianza ciega de su hijo y al mismo
tiempo podría lograr que le obedezca para pedirle favores que realizar por fuera del
infierno, mientras él no pueda salir; gobernar desde el infierno era su manera de sentirse
libre y le traía cierta diversión en medio de su encierro. No tenía una pluma para escribir,
así que se arrancó las uñas y escribió con su propia sangre. Luego golpeó al muro tres veces
y entregó su respuesta.
Uriel. Las mujeres son difíciles de llevar y es por eso que hay que cambiarlas
constantemente, cuídate de no aferrarte tanto a ellas, y abandónalas antes de que se
pongan gordas y feas o que queden embarazadas y te hagan perder la cabeza y la
identidad… Recuerda ese consejo siempre, pues ahora eres muy joven para ello. Sin
embargo, me haces sentir orgulloso como hombre, y te daré mi consejo en materia de
seducción: Para conquistarlas, yo suelo regalarles rosas, brindándoles el infierno de mis
espinas, disfrazándolas con la elegancia de sus pétalos, ¡sé muy detallista y cariñoso! ¡Eso
les encanta! Sentirse libres, amadas y dominantes… Pero debes cuidarte de brindarles
solamente la ilusión de serlo, mantén siempre la imponencia y nunca dejes de hacer lo que
realmente te apasiona por amor a una mujer; tienes mucho por vivir, deberías probar
primero con una mujer sin cultura literaria ni historia, pues la luna es demasiado para ti…
¡Mírate, solo eres un niño…! No cometas el error de amar con tanto trascendentalismo a
tan temprana edad, y disfruta de la perversión que te puede brindar lo mundano mientras
tanto. No seas tan emocional, ni te ridiculices hablando con ternura onomatopéyica… Eso
solo lo hacen los “mariquitas”, háblale como un hombre a una niña, y trátala como mujer.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 98
De todas maneras, quiero que sepas que yo nunca te he abandonado, no he podido estar
presente por razones personales, pero siempre estoy pendiente de ti… Créeme, yo lo sé
todo sobre ti. ¡De bobo no tengo un pelo! Un beso y un abrazo hijo mío… acostúmbrate a
sentirlo de forma literaria.
Belitio.
Uriel no podía creer lo que leía, Belitio había olvidado que Uriel tenía conciencia y que su
amor infante e inocente por la luna era un amor mucho más puro que el amor doliente que
sentía por él; el amor de Uriel por la luna era desinteresado e ilusorio, en cambio el que le
tenía a Belitio, si bien era cierto que era extremadamente fiel e infinito, no dejaba de ser el
resultado de un trauma psicológico. ¡He ahí la diferencia entre el amor indefinible que es
ley y el amor enfermo que nace por significado! Una vez más su padre lo defraudaba, y el
abrazo que le enviaba lo sintió tan fingido como sus buenas intenciones; Belitio, por su
lado, estaba tan convencido de que todo lo que le decía estaba bien, que se sintió
defraudado por su hijo al mismo tiempo, cuando este no hizo caso a sus consejos. Uriel
pasó otro pequeño papel por la puerta, y esta vez no le pasó un papel en blanco, pues
prefería no tener respuesta.
Papá:
Después de leer tu carta, me surgen algunas preguntas sobre conceptos que utilizaste;
¿Qué es “embarazada”? ¿Qué es ser dominante? ¿Qué es trascendentalismo? ¿Qué es la
ternura onomatopéyica? ¿Qué es la perversión que me puede brindar lo mundano? A pesar
de no entender de qué se trata todo esto, quiero pedirte disculpas de antemano, y decirte
que no seguiré tus consejos, pues según lo que entiendo, me dices que es mejor que ame a
más mujeres y prepararme con ellas para amar a la luna, pues ella es demasiado para mí,
y, además me dices que le dé un amor engañoso, donde le haga creer que tiene el control,
mientras solo la estoy manipulando; tiene lógica, sin embargo Arkenesis me ha dicho que
eso no sería correcto, pues así la luna me rechazaría cuando quiera juguetear con ella y
darle un besito en el cachete, por lo tanto no sonreiría, y si la luna no sonríe, no podría
amarla como la amo, pues es su risa, prudencia, ternura y delicadeza lo que me pone
nervioso y me hace sentir cometas arreadas por niños en mi estómago; no sé cómo
describirlo, pero definitivamente creo que eso es amar, creo que el amor no se trata de
control, sino simplemente de sentirlo. Agradezco tu abrazo y tu respuesta, pero sigo
esperando un abrazo real. Yo sigo estando aquí…
Tengo pensado viajar a la luna y ya hice una barca de papel muy fuerte… Si me voy a
visitarla y me arriesgo a hablarle y darle un chocolatito, ¿te disgustarías conmigo papito?
Tu hijo, Uriel
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 99
Belitio se molestó mucho, pues su plan de ganarse su confianza y dominarlo no había dado
resultado; además, por primera vez su hijo estaba pensando en dejar la puerta del infierno
desprotegida, era muy cierto que él nunca había querido salir a abrazarlo, pero saber que se iría,
insultaba el enorme ego que lo identificaba. Por primera vez el diablo se sentía débil y humillado;
expulsado de la luna por la nada, olvidado y desprestigiado por la luna, ensuciado con las babas de
dios, desautorizado por Arkenesis ante su hijo y además con Uriel a punto de abandonarlo. Su
impulsividad volvió a surgir de manera descontrolada y comenzó a golpear con fuerza las paredes y
los espejos del cubo – Para poder disfrutar del infierno, debo meterlos a ellos conmigo; no
hay mayor dicha para la perversión, que pervertir – Se repetía a sí mismo en la mente
mientras destrozaba todo a su paso – No hay mayor dicha para la perversión, que pervertir
– Una vez su desahogo quedó satisfecho, intentó calmarse y comenzó a planear una manera
de vengarse de todos… Después de tanto pensar, comenzó a reír con goce maquiavélico y
supo que dejar que Uriel se vaya a la luna, podía ser muy conveniente para cumplir lo que
estaba planeando, así que escribió en un pedazo de papel en blanco que había guardado
antes, anticipándose ciertamente a que Uriel no vuelva a pasarle otro papel por miedo a su
respuesta. Su última carta pasó por la puerta.
Uriel:
Al parecer, heredaste mi terquedad… Si no quieres seguir mis consejos, sigue tus instintos
y ve a la luna; pero, solo necesito un favor… Vigílala por mí y enamórala, esto no solo
servirá para que aprendas a reconocer que yo tengo razón en todo lo que te digo (incluso
cuando no); y si lo aprendes, tú mismo contestaras las preguntas que me hiciste, pero, ¡eso
sí! ¡Cuidado con embarazarla!, que, si lo haces, por tu bien y por el bien de tu futuro, la
obligaré a abortar. Por encima de tu aprendizaje, tu viaje a la luna servirá también para
que no la perdamos; ambos sabemos que Daniel no tiene nada que ofrecerle y tarde o
temprano ella se aburrirá de él y lo desechará junto con todos nosotros, ella se ha vuelto
necesaria para mantenernos vivos y no nos conviene perderla… Sin ella, Daniel se habría
suicidado por segunda vez o en su defecto, nosotros habríamos devorado como hienas lo
poco que queda de su nefasto cadáver. Ofrécele tu inocencia y así seguirá a nuestro lado
(Estarás muy feliz en la luna, debo admitir que no puede haber alma más perfecta ni
mejores manchas donde recostarse).
Por último, no dudes… ¡sé directo! Dices que quieres ir a la luna, ¡Hazlo! Algún día le dije
a Daniel que el querer es poder, y, el poder debe convencerse a sí mismo de ser poderoso.
¡Debes saber ejecutar tu poder! Debes tener convicción, debes ser rápido y debes usar
argumentos que destrocen los argumentos de tu adversario; debes ser directo, como en el
sexo; debes mostrar tu pasión y permitir que tu pasión te agote, como en el sexo; debes
ejecutar el poder con placer. Sé que dudas, pues no quisieras dejar de custodiar la puerta
que llevas custodiando durante años por amor a mí, pero ahora no tienes nada que temer,
ahora ya nadie puede salir ni entrar a través de ella. Vete hijo mío, ¡no seas flojo!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 100
Con esto, Belitio logró una cadena de obediencia que iba de acuerdo a sus planes. Uriel le
ordenó a Arkenesis (como su actual conciencia), que se vaya de nuevo a la tierra, pues él
partiría hacia la luna y ya no la necesitaría. Así, la conciencia volvió a las calles de la
ciudad oscura, como un mendigo deseoso de paz, mientras el niño emprendió su viaje hacia
la luna.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 101
PARENTESIS (ALUCINACIONES)
(El olvido oprimió la primavera, el cielo escandaloso se unió a las condolencias atribuidas
a mi subdivisión. Hoy estaban más separados que nunca, y unirlos se había convertido en
una tarea imposible de concluir; así, el amor nunca había sido más problemático, hoy me
encontraba en una guerra de cuatro yos, que estaban completamente separados al sentir
violada su libertad individual. El delirio comenzó a hacerse completamente evidente en la
realidad de la tierra, donde todas estas fantasías se veían evaluadas como una patología
ante los ojos de mi madre, mi luna, mis conocidos y mis compañeros de banda. ¡Estaba
muy mal de la cabeza! Era normal entrar a mi cubo y observar que había destruido todo,
que tenía heridas causadas con mis propias uñas o dientes, que me tiraba al suelo y
comenzaba a reír por horas con la mirada completamente perdida)
- ¡Me temo que sería imposible hacerte caso, recuerda que ahora solo depende de mí!
Si no te preocupas por ti mismo, no sabes el maldito daño que te haría, no tienes
idea… Pensar en los otros es amarlos, es darles más importancia de la que merecen,
no tienes idea… No pensar en nada es dejar que te odien; y si lo permites, ¡será
mejor que te llames Plutón y te largues de mi sistema, yo ya morí muchas veces por
mí y esta vez no moriré por ustedes ni mucho menos por ti! Si no quieres irte de este
sistema, te obligaré a que lo hagas; sé que me contradiré al hacerlo, pues será violar
tu libertad, ¡pero no me importa! ¡Entiéndelo… no me importa! El odio debe ser
usado como un instrumento para deshacerse de la basura, mas no un sentimiento ni
una emoción. Ja, ja, ja, ja… ¡Ja ja ja ja ja! ¡Turutututuun! ¡Turutututuun! Jajajaja…
¡Tarairaran! ¡Tarairarairarairaran! ¡¿Eso es lo que quieres verdad?! ¡Maldito loco…!
¡Estas completamente demente, bastardo! ¡Estás absolutamente loco! Solo eso puede
ser más importante que la libertad individual, ¡la destrucción de quienes la matan!
¡Váyanse!... son solamente espejos, ¡lo sé…!
… Son solamente espejos.
(Abren la puerta al escuchar los gritos y me observan dirigiendo la orquesta usando un esfero
como batuta)
“Vuelve a mi soledad, deshazte de aquella vaga idea de vivir en soledad, ¿acaso tú también
te sientes sola…?”
“¿Me amarías si sigo volando, corazón…? ¿Qué dirías si en torno al viento, muero en mi
nula piedad…?”
“Si tan solo pudiera esperar eternamente el calor de un abrazo que siempre ha estado
ausente, si tan solo el olvido llegara a mi ser… Soy tan cruel como puedo, aunque también
me haga daño”.
“Nunca había necesitado estar enfermo para ser el artista de tus sueños, de mis sórdidos
pecados, nunca había necesitado de la muerte… para vivir”
Mi madre golpea la puerta del cubo anhelando un abrazo, pero yo estoy ausente, yo estoy
llorando y gritando encerrado en él
- ¡Madre, entiende que estoy muerto! ¡Entiende que vivo en la luna! ¡No seas madre
de la nada y búscate tu propia vida! ¡Resale a tus cristos y déjame crucificarme
solo…! No puedes salvarme… lo siento, perdóname, pero ya no puedes salvarme.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 103
SEGUNDO PARENTESIS (LUCIDEZ)
Viví por años la monotonía del paraíso; sufrí en soledad y humillación las burlas de un
mundo pérfido… Le escupí el hombre, a dios, al viento… y así me escupí a mí mismo, me
conduje al suicidio y a través de un ritual le di vida a esos demonios. Hoy todo es distinto;
sé que estoy muerto, pero gracias al amor, llevo en mi mente algo de claridad; me he
escondido en la ayahuasca, que me muestra la luz lunar y el portal a mis mundos, con
gloria, con naturaleza, con sabiduría de ancestros… Mi “uno” está muerto, pero ahora soy
dos, tres, cuatro, veinte y sin cuenta. Hoy no recuerdo que el recuerdo me hace daño, ni a
mí añorando ser una manchita de la luna; ¡ahora lo soy! Soy las pecas de la luna, las
estrellas del universo, los poros de la piel, el polvo del viento, la gota de rocío, el color del
alba… Dependo de ella de una forma subordinada y sujeta a los núcleos que rigen toda mi
estabilidad… Aunque deba ser egoísta, estoy dispuesto a afrontar el karma, mientras por
ahora ella complemente mi nada con su cuerpo y su fastuosidad.
Uriel, obedeciendo a su padre llegó a la luna en su barca de papel, a él le resultó más fácil
llegar, conocía tan bien su felicidad, que nadar en el océano de sus lágrimas no era un
mayor dilema. La luna no debía someterlo a prueba para reconocer su transparencia. Su
llegada fue cuestión de un ajedrez bien jugado, empezando por el orden de los peones… los
apiló en una fila que le daba casi completamente la vuelta a la luna., como poniendo
migajas de guía al padre de Hansel y Grethel. Para ser un niño sin experiencia, supo
exactamente como seducir a mi luna desde el primer momento, conduciéndola a través de
ese camino, a él, que la esperaba arrodillado ante ella, con una sonrisa sutil y sincera; su
llegada al corazón de mi luna fue tan perfecto y verosímil, que ella también concibió
sentirse niña a su lado sin siquiera pensar que antes se llamaba una mujer fría e inexpresiva.
Desde aquel momento no volvió a decaer aquel gesto de enamoramiento, ni la inspiración
romántica que día a día se transformaba en canciones dedicadas a ella, que le cantaba como
una serenata cada noche hasta hacerla dormir. Ella dormía plácidamente… su pálida piel se
disfrazaba de noche y sus sueños se representaban a través de luceros que la acompañaban
en su novilunio, su figura me llevaba a un confortable estado de enamoramiento somnífero
que me permitía abandonarme a la nada con toda la confianza de saber que nadie podría
hacerme daño, que mientras duerma entre sus brazos y ella entre los míos, éramos
intocables… Sus pestañas eran un par de hamacas que mecían mis sueños y me abrazaban
con amalgamas de colores quiméricos. ¡Creo en el amor, creo en ella… Confío en el niño
que hay en mí! ¿Quién soy yo para dominar a quien necesito? Si la necesidad me obliga a
desistir de mi voluntad de poder y ser felizmente dominado por ella. ¿Quién es ella para
merecer la más grande muestra de mi debilidad? Un ángel, una guía, un hombro, un beso,
un amor… un todo para esta nada. Eso es la luna para mí. Vivíamos en el viento, en el
oleaje, en cada esquirla y en cada cuerpo de las estelas cósmicas… Nos hacíamos el amor
sin siquiera tocarnos.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 104
- A tu lado, todo – Le decía con frecuencia – A tu lado, todo…
- Te amo, muchacho… Gracias.
- Empiezas a confiar en mí, ¿verdad? Cuéntame tus miedos, déjame llenar tus
abismos.
¡Mírame!
Fúndete en mi abismo,
llénalo con frutos de tus manantiales
y prívame del lapso…
así estaremos un segundo más lejos de la muerte.
Engendra en mí una era,
porque a tu lado
todo…
‐ ¿No me crees?
A tu lado,
todo…
Hay una falsa cortesía en la seducción del hombre del mundo; ¿para que fijarse en las
espinas de las rosas si se puede fijarse en el barro y crear cerámicas? ¡No quiero ser cortés!
Quiero ser fiel a lo que amo, cuidarlo y no abandonarlo; después de todo, el ajedrez no
tiene sentido si se lo juega por odiosa competencia y no por amor a su estrategia; que todo
se valga en la guerra y en el amor, incluyendo renunciar a su significado; ¡renunciemos a
llamarle “guerra”, renunciemos a llamarle “amor”! …dejemos que fluya con naturalidad,
que le otorgue vida al moribundo, que se convierta en ley para los artistas y los inmortales.
Hoy puedo mirar al cielo más triste que nunca, y lo miro desde arriba, y lo miro más triste
que nunca porque ustedes, los hombres, continúan anhelando el paraíso, mientras podrían
amar y así llegar a la luna.
Uriel vive sin perder el tiempo y la mente en la filosofía, él siempre sonríe; solo tiene un
problema, a nadie le interesa su existencia más que a mi luna y a mí, situación que si no le
afectara tanto como le afecta, lo dejaría independizar su agónica ausencia de padre y vivir
sin necesitarlo; sin embargo, sigue siendo lo suficientemente alegre para divertir y
enamorar a la luna, no puedo pedirle más que eso… ¡Al fin logro ponerme la nariz de
payaso! Y, se siente bien maquillar mis tristezas para hacer feliz a un niño. ¡Hoy puedo
mirar al cielo más triste que nunca! Pero no me importa… no amaré la vida ni la odiare
tampoco, allá abajo está mi conciencia triste y pisoteada, un demonio encerrado en su vida
y carcomido en su inteligencia, dios viviendo en su nube y en su trono de desesperación.
Pero mientras esté aquí, no tengo razones para odiar… Estoy cómodo, estoy feliz, estoy
lúcido. Mientras Uriel y yo permanecemos en la luna, la amamos ciegamente… Solo ella
puede acompañar, calmar y entender las razones de nuestra más humilde y tierna muerte…
Esa muerte que nos convirtió en payasos.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 106
CIRCO DE REFLEXIONES EN UN RECUERDO FUTURISTA
El muro de Berlín no fue tumbado por lo radical que pueda llegar a ser un pensamiento
político, pues por encima de cualquier radicalismo conceptual se encuentra el sentimiento
humano; en él, pesa más el ideal de felicidad y libertad, que la predominancia de una
ideología política. Si detrás del muro se encuentra un hermano, pesará más mi deseo de
volver a verlo que mi aprobación o desaprobación sobre sus ideas… en ese orden de ideas,
es menos peligrosa la discordia entre la derecha y la izquierda política, que el “amor”; solo
él logra juntar en la intimidad a dos cuerpos, dos ideologías, dos patrias, dos diferencias…
dos incoherencias que se mantienen fieles a su ego, pero, no les importa renunciar a él, por
amor.
Creo poder hablar de amor al sentirlo, creo tener ahora la mente clara en mis prefectos de
grandeza y soy consciente de mi dependencia a los factores ajenos. Siento tan peligroso el
enclave de mis deseos al saber que nada más los puede colonizar, que mi fidelidad y
dependencia a la luna me supone un extremo temor a lo que puede ser mi futuro, mis
lamentos próximos y al olvido que me ha mantenido sujeto a la tan sórdida presencia de los
sonidos en el eco de mi vida… incluso estando muerto.
El “yo” se adormece fácilmente, se los juro… ¡El futuro caerá! ¡La luna caerá! ¡Dios no
está muerto, pero es un potencial suicida! En el fondo, todos saben que el paraíso no existe
y sus pecados los justifican con el “libre albedrío”. ¡Qué cobarde es el ser humano! Por eso
dios no ha muerto, por eso existe, como el futuro… Lejano, inconsciente de su
omnipresencia y corrompido en un estiércol llamado hombre.
La trama de un texto esconde la memoria viva del autor; sus míticas batallas entre
caballeros y dragones; ¡sus más surreales invenciones reflejan sus tristezas más marcadas y
sus más profundas debilidades! En la perfección del arte se esconde el origen de la
trabajosa vida de su creador, que, como un marginado, demente y sólido portador de
melancolía, camufla su tristeza y comienza a soñar componiendo un nuevo mundo,
mientras se encuentra sentado en otros planetas dirigiendo el propio desde ahí. Esa es la
mayor debilidad de un escritor a la hora de establecer un romance no pasajero: Aunque el
misterio de nuestra mente nos permita llegar a horizontes infinitos y nos deje utilizar la
palabra como una muy útil herramienta de seducción, todo lo que de nuestra verdad se
convierte en poesía, desnuda nuestra intimidad ante el lector; así podemos decirle al
mundo: “aquí se encuentran mis secretos, ésta es mi violencia, aquellos son mis fascinantes
rasgos de verdugo; encontrarás también mis debilidades sexuales, mentales y personales.
Quizá no logres comprenderme, pero sabrás manejarme a tu antojo”.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 109
¿Cuál es el nombre de tu personalidad?, ¡no se lo pregunto al lector!, ¡no quiero entretener
a un lector, ni que me entienda!, solo me estoy autoanalizando; pero claro, eso todos lo
saben. En la luna es fácil volverse loco, licuar el cerebro, dejar que sangre y se riegue en la
miseria del esqueleto… Mientras me jodo pensando, sintiendo e invocando demonios y
musas, el mundo positivista en el que divagamos buscando respuestas a nuestra naturaleza
asesina, me está tomando el pelo diciéndome que mis emociones y dioses no son más que
una reacción química en mi cerebro, que resultan de una historia personal, ambiental y
genética, y de las modificaciones que esa historia ha causado en mi psicología; que el
espejo juega bromas mostrándome payasos y máscaras que solo tratan de maquillar con
risas, el animal violento que uno realmente es. ¿Cuánto se debe sufrir para llegar a ser un
payaso?, leer, interpretar y malinterpretar la vida y el nombre de filósofos mundanos, cuyo
desorden mental, solo era el resultado de una vida angustiosa compacta en su agonía; tomar
el nombre de “Garrick” y citando al célebre poema “reír llorando”, pedirle misericordia al
público que se ríe de la propia inteligencia y estupendo sentido del humor avaricioso de
aquel al que por fuera del teatro marginalizan sin la más mínima muestra de
arrepentimiento. Decir como Nietzsche: “lo que te vuelve loco no es dudar, sino estar
convencido de algo”.
¿Qué pasa si las penas se remontan a los manantiales perdidos de la tierra? ¿Qué pasa si el
dios universo se muere de un paro cardiaco? ¿Qué pasa si la madre universo decide
abortarnos? Minucioso placer el de acabar la especie, autodestruirse para brindarle un
futuro grato a los sentimientos de lujuria y a los humanos desnudos que habitan la carne.
“Debo aprovechar el tiempo, debo sufrir para ser independiente de mis comodidades, debo
matarme lenta y dolorosamente para sentirme vivo, debo tener la mente clara…”
Recuerdo que Belitio solía llamarme “tonto”, pero aquí, entre las manchas de la luna,
observo al mundo en soledad y me lleno de sabiduría; mi amada me enseña a recrear la
realidad y forjarla sin hacer de ella una enfermedad sexual y psicótica, como mi demonio
instintivo; sino, gozar de la simplicidad de la vida balanceando el sueño con el cosmos de
mi verdadero rostro. ¡Pero no puedo solo! No puedo cargar con esta agonía y ser romántico
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 110
al mismo tiempo; ¿quién soy? ¿en verdad estoy muerto? ¿en verdad la luna existe?...
Los necesito a ellos y ellos no hacen más que matarse entre sí y convertirme en un demente
lleno de vacíos, miedos… desgarradores gritos pusilánimes que solo se escuchan adentro
del cubo.
Se dibuja en mi rostro una sonrisa. Trinan las cuerdas de mi bajo y le doy una cara a cada
cuerda. ¡Cuatro cuerdas para cuatro caras, y al fin me siento completo! El micrófono está
justo al frente y las luces me señalan. Mi familia de sangre me observa, la multitud me
observa, las mujeres me observan; mi familia de elección, se encuentra a mi lado montada
en la tarima. Amo a estos muchachos con todo mi ser…
Recrea un nuevo paradigma, enférmate como yo. Apórtale al mundo más locura para parir
en él, la sabiduría … En toda mi crudeza siempre hay algo de bondad.
¡Arrima saltimbanqui,
que arrime el del diábolo y el de las mil antorchas,
que arrime el payaso con sus sombras difuntas y amargas,
que solo arrime mi luna y mi guitarra para hacerme feliz!
¡Esto es todo un taller literario! ¡La ruina en los ojos de la porquería vigilándonos!,
vigilando la actuación de nuestro circo y nuestro ficticio rostro… ¡Humor sano! ¡Humor
negro azabache y poco virgen! ¡Humor de ustedes, los hombres… los que alaban a la luna
solamente cuando la ven, los que no saben que cuando se oculta no es porque esté dormida,
sino porque hace el amor con sus propias manchas!
Circo de artes independientes, todos ardientes, todos dementes, guardaos la carpa y quitaos
el maquillaje, es hora de llorar de nuevo frente al espejo. ¿Quién era Juan de dios Peza para
proveernos semejante nombre? ¿Quién es Uriel para concederme tan preciada carcajada en
medio de mi masoquismo? ¡Circo de artes independientes, todos violentos, todos
humanos…! ¡Cread un nuevo paradigma de talentos difusos! ¡Dejad de encerrarse en
átomos tan precarios y demostradle al universo que podemos ser mejores que esto!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 113
¿Quién es el Garrick de tus sueños, mundo lleno de payasos suicidas? ¿Acaso serán tus
mares y tus bosques? ¿Acaso serán tus paisajes y tus fuentes? O… ¡¿Acaso serán los
muertos que te matan?! ¡Tus almas, tus dioses, tus hombres y sus balas y sus juicios y sus
cantos y sus gemidos y sus llantos!
‐ Mundo, llora sin pena, no llores a medias... ¡inúndalos de una buena vez! No
merecen tu extinción… Nada más me importa mientras la luna se salve de morir
ahogada en tus aguas. Enloquece tus mares y crea tsunamis, enloquece tus vientos y
arrástralos a la muerte con vendavales. Obliga al hombre a corregir los errores de
escritura diezmándolo; yo, por mi parte, juro ser un buen líder y un buen papá.
Mueran de envidia malditos humanos, mi luna es fiel a mí, y yo soy el único que
puedo mancharla. Aquí estoy muriendo a carcajadas de tristeza y a llantos de alegría
mientras la beso y mientras ustedes se extinguen a sí mismos. Desde aquí fabrico
una coda recopilando cada una de sus débiles y beatonas sonrisas. Así congelaré su
verano.
CAPITULO III
PRIMERA PARTE
Listos, apunten…
¡Fuego!
Después de tanto tiempo, el espejo había dejado que Belitio se reconozca a sí mismo en su
mirada y su cotidianidad; había durado varios meses frente al espejo, y prefería perderse en
su agonía reflectora que caminar de lado a lado imaginando un destino pues no tenía a
donde ir, ya no distinguía el día y la noche pues en su cubo no había cielo ni horario. El
conocerse a sí mismo lo había dotado de aquella desesperación intensa que solo es familiar
para el autista; y de pronto, el remordimiento se apoderó de él como una dolorosa
enfermedad, cuya agonía primordial se escudaba en el masoquismo. Se rasguñaba el rostro
con bastante tenacidad, hacía tronar los huesos de sus extremidades hasta fracturarlos, con
el objetivo de no poder moverse luego; prefería el dolor, prefería sentir que la luna lo
odiaba antes de imaginar a la nada haciéndola más feliz que él.
‐ ¡Estoy destruido!, ¡ayúdenme!, ¡necesito un médico!, ¡necesito amor!, ¡un dios!, ¡mi
hijo!, ¡mis ojos!, necesito una nada. – decía el pobre Belitio.
Su desesperación era tal, que contempló la humillante necesidad de orar, y así se paraba
frente a los espejos mientras pronunciaba:
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 118
…Señor:
Padre nuestro:
¿Cómo te va por allá en tus cielos?
¿Crees que tienes una tarea complicada?
¿Crees que tu trabajo es arduo?
¿Qué tan difícil será conocer los pecados de los hombres?
– Me pregunto –
¡¿Qué tan difícil es decidir
que los niños inocentes mueran,
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 119
mientras asesinos y religiosos permanecen vivos,
hasta que; en tu piedad, les permitas aprender de sus pecados
y arrepentirse con tres “ave marías” como penitencia
para hacerlos merecedores de tu maldito cielo?!
¡Mírame!,
me has condenado al miedo de vivir huyéndole a la muerte…
¿Qué es lo que esperas de mí?
¿Acaso esa es la prueba de tu bondad?
¡En fin!
Somos tristemente inmortales;
somos de los que mueren a diario y aún no se pudren.
Somos una batalla de reflejos.
¡Mírate!,
te señalo con mi dedo índice mientras tú me señalas con el tuyo;
y nos decimos lo mismo, con el mismo tono,
las mismas frases y las mismas pausas;
nos besamos y nos acariciamos como amantes despreciables,
pero yo soy demonio y tú eres dios;
¡y así te humillas ante mí,
y luego de lamerme los pies y los testículos,
me castigas con el encierro para pretender que no has insultado tu propio ego!
¡Me juzgas y me acribillas,
pues crees que ahora mis dominios son muy pequeños
y ya no puedo competir contra ti!
¡Mírate ahí!,
hablantín, tosco y sicótico,
apuntándome con tus ojos como fusiles.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 120
¿Quién eres dios?
¿Eres católico, cristiano… judío?
¿Eres americano, asiático, africano, europeo, negro, blanco, hombre… mujer?
¡¿Por qué les diste libertad a los hombres si no serías capaz de tolerarla?!
Santo bendito,
ya que decidiste bofetear mis vicios,
no me despiertes hasta que pueda estar loco sin miedo a la cordura.
Te encargo el dominio de mis pecados,
pero, por favor no me absuelvas jamás de ellos.
‐Listos…
‐ … mi hijo sea
‐ Apunten.
‐ … un mejor padre.
‐ ¡Fuego!
Y miraba al suelo del cubo sin parpadear mientras caía, gritaba celoso y ansioso de
promiscuidad, pues a dios con toda su inmundicia y falsedad lo alababan más que a él;
porque dios todo lo miraba, lo escuchaba y lo sentía, mientras él estaba encerrado en un
cubo de desesperación. Su propio reflejo le disparaba a diario justo antes de decir “amen”,
y luego de dispararle lo dejaba mudo y cuadripléjico por varias horas hasta que empezaba a
llorar en posición fetal. Su cárcel de llanto lo apartaba de los placeres, su cuerpo había
tomado material de cera, y ésta se derretía poco a poco.
Creció aún más rápido de lo que había crecido en su antigua vida, incluso ahora se creía
abuelo, creía que podía dar consejos, creía que ya había cumplido su función en vida;
empezó a creer que después de vivir haciendo mil infiernos en su cama, su infierno moriría
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 121
junto con él; postrado, enfermo y agonizante en esa misma cama que reemplazó las
manchas de fluidos vaginales con las manchas de su propia sangre seca… Cuando todo
quedaba en silencio, el pelotón accionaba sus armas, y así los espejos reventaban de
claustrofobia y disparaban sus cristales contra él, Belitio se desintegraba de cortes que
rasgaban su agotada piel hasta que de él no quedaban sino tiras de hueso pálido. Su sed de
venganza contra dios, su hijo y la nada aumentaban con los días de forma progresiva, y el
plan que venía ideando desde que Uriel partió hacia la luna, comenzó a desarrollarse.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 122
SEGUNDA PARTE
La felicidad de mi luna era innegable, Uriel conquistaba su lado más delicado inspirando
con canciones nuestro romance. Se podía observar en sus ojos a un ser frágil, un artista
cuya sensibilidad y delicadeza inspiraban la sonrisa y la confianza de cualquier misántropo;
nadie besaba como él, tímido y tierno, pero ofrecía el cielo con su tacto, todos sus sentidos
hablaban con una potente sinceridad, pero definitivamente eran sus ojos los peores actores,
siempre tan brillantes y tan dignos del amor… Uriel era una máscara sin máscaras. A pesar
de los agobios que acarreaba en él la situación con su padre… extrañamente inspiraba la
más pura alegría.
Con el pasar de los inviernos, la luna comenzó a alejarse un poco de mí, y su abrazo se
tornó temeroso cuando comprendió que llevaba mucho tiempo amando mis máscaras, más
no amándome a mí. Yo trataba de explicarle que ellos eran más que yo, que debería amar a
Uriel más de lo que me amaba a mí… pero lógicamente, la idea no le resultaba muy
agradable, por lo que su frialdad con Uriel se hizo notar.
… Porque
¡Pobres piedritas!
Decía Uriel cuando salía a caminar por la luna agachando su cabeza. Se sentía muy solo y
no comprendía porque la luna lo trataba así, si él nunca le había entregado tal amor a nadie
más que a ella; pasaba pensando de lado a lado, pensaba en su padre, veía a la luna como
una mal agradecida, pensaba que quizá su amor era muy empalagoso, pensaba que yo tenía
la culpa de apartarla; pero mientras caminaba distraído en sus pensamientos, llegó a un lado
de la luna muy oscuro, donde tropezó con un enorme cráter que no conocía y de casualidad
observó a su padre al fondo de él.
La única entrada al infierno era ese cráter donde Belitio se había lanzado; si bien no se
podía entrar ni salir de él ahora, se podía observar lo que ocurría ahí adentro; entonces,
Uriel se sentó a observar. Permanecía con su mirada fija en las actitudes de su padre y sin
duda alguna, podía sentir su desesperación, claustrofobia y resentimiento. Por primera vez
observaba a su padre llorar por él y llorar en su hombro, por lo tanto, la esperanza de sentir
su abrazo se tornó muy fuerte… Ahora que su padre conocía el peso de la soledad, sintió
que se necesitaban el uno al otro.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 124
TERCERA PARTE
No me fijé en que momento desapareció Uriel, pues si la luna ya no lo quería como ser
individual, tenía que hacer algo rápidamente antes de que decida dejarme, así que comencé
a vigilar a Arkenesis y d minúscula con el objetivo de traer al más capaz de enamorarla. A
Arkenesis lo descarté de inmediato, comenzaría a criticarla y a querer cambiar su naturaleza
en busca de la perfección; le diría que debería dejar de usar al sol para brillar y presentar
una luz propia, rechazaría sus inseguridades y la presionaría a esculcar en los instintos de
sus manchas la levedad de su autoestima para llenarla de seguridad y auto-superación; así
que la luna se aburriría de él, o en su defecto Arkenesis lograría cambiarla y así yo me
aburriría de ella…
D minúscula era más conveniente; era muy buen orador, sabía usar la palabra como arte de
seducción y siempre tenía algo interesante de qué hablar; eso le encantaba a la luna… sus
conocimientos de historia, su interesante descaro (que hacía que quien lo escuchara quisiera
ser felizmente dominado por su fascismo); su forma de manipular, su interesante forma de
decir la verdad escondida en mil mentiras; era un buen amante usando la lengua y podía
hacer el amor sin necesidad de tocar… solo usando la palabra; así era dios, un genio
omnipresente; sin embargo, su cuerpo no respondía muy bien, estaba muy gordo, sudaba
demasiado (incluso en medio de su sedentarismo), se había acostumbrado tanto a cagarse
encima de sus humanos seguidores, que se habían secado sus intestinos, y sufría de un
intenso estreñimiento… La luna no querría su inmundicia, y aunque le atraiga mucho su
inteligencia, le disgustaría mucho que sus actos no sean tan acordes a sus palabras; entre
tanto ego, brindaría un ideal de absoluta perfección a la luna, pero se derrumbaría muy fácil
cuando estalle su sexo precoz.
Mientras analizaba todo esto, me di cuenta que Uriel no estaba, así que fui a buscarlo;
cuando lo encontré, el disgusto que guardaba hacia mí fue evidente.
‐ ¿Por qué no me dijiste que podía observar a mi padre desde aquí? – Me dijo con la
mirada fija en el cráter.
La luna lo escuchó y sintió que el niño tenía razón, por lo tanto, se disgustó con mi
egoísmo; d minúscula, también lo escuchó (pues dios todo lo sabe), y pensó que si seguía
actuando de esa manera perderíamos a la luna muy rápido, por lo tanto, debía dejar que
Uriel reciba el abrazo de su padre, pero no dijo nada; Belitio, desde el fondo del cráter
también lo hizo y pensó que su plan de venganza estaba dando resultado… entonces utilizó
la situación de cada uno como una ficha en su juego de ajedrez.
Mi voluntad era más “nada” que nunca; y así, todos se pusieron en mi contra, teniendo
incluso más autonomía sobre mí de la que yo mismo podía ejercer; entonces, en medio de
la situación, Belitio volvió a desesperarse y comenzó a dispararse con sus reflejos
debilitando las paredes del cubo para romperlo más fácil, pero necesitaba la ayuda de un
adulto afuera. La luna no quiso hacerlo pues al ver su euforia se sintió atemorizada, Uriel
no podía ayudarlo… ¿Cómo lo haría, como lograría que alguien le ayude a abrir el
infierno? Belitio no podía hacer nada más que orar.
- Padre nuestro que estas en los cielos, no te ofendas si mis versos te patean el culo,
pero, aunque comprendería que no quieras liberarme para evitar el caos de nuestra
guerra; eso demostraría de una vez por todas que me temes, me amas y me respetas
como tu superior, aunque me falte llamarme dios; si no quieres bajar tu estúpido
intento de dignidad entre tu falsedad e inmundicia, ven aquí y libérame… ¡Te reto a
ser mejor que yo!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 126
CUARTA PARTE
Esta vez, fue dios quien lo recibió con un escupitajo, que solo sirvió para humillarse a sí
mismo en un acto de resentimiento infantil al amor que sentía por él. Belitio se disfrazó de
nobleza y le extendió la mano intentando aparentar humildad; y dios continuó perdiendo el
reto de la forma más infantil cuando le negó el saludo. Belitio después de esto, se arrancó
los ojos de la misma forma bizarra en la que toda esta historia comenzó; y luego de hacerlo,
los pateo con fuerza hacia d minúscula.
Ellos fueron hacia dios heridos y deseosos de protección, como un perro escondiéndose
detrás de su amo. Una vez dios se puso a Arkenesis en su rostro, en Belitio salió a flote la
demencia, y comenzó a reír de la manera más salvaje; sus carcajadas eran tan enfermizas,
que hicieron temblar el mundo por el largo tiempo que esta duró; tiempo del cual nadie
tiene certeza, pues nadie sabe cuándo dejó de reír; su risa se convertía en llanto, en gemidos
de dolor… lamentos que surgían mientras su risa desesperada desaparecía y caía de rodillas
dando la espalda a dios; y allí, en medio de sus lágrimas manipuladoras que deseaban
inspirar la lástima de todos, habló de la siguiente manera con una voz entrecortada por el
llanto desconsolado:
- Hijo, por favor no te quedes en la luna con esa miserable nada y vuelve a mí, ¿acaso
no ves que soy tu padre?, hazlo por mí, ¿sí?... ¡Yo sí quiero abrazarte, y en tu
inocencia, fue la nada la que te ha convencido de que yo soy malo! ¡Yo sí quiero
darte un abrazo hijo mío, no le huyas a mi abrazo! ¿No era acaso lo que más
anhelabas? ¡Mírame!, si tú no te hubieras ido a la luna, habría salido a abrazarte
pronto hijo mío, pues el infierno ya no me divertía… si no te hubieras ido, no habría
tenido que fusilarme tantas veces con mi tristeza.
No fue necesario que Uriel escuche toda la súplica de su padre, pues su decisión fue tomada
de inmediato sin siquiera pensarlo; le supliqué que no lo hiciera, sabía que Belitio
solamente quería venganza y estaba mintiendo, sabía que era una trampa. ¡Le supliqué que
no se fuera!, pero Uriel se conmovió sintiendo el doloroso llanto de su padre aclamando un
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 127
abrazo a gritos, pues nadie sabía más que él lo que era necesitar un abrazo; y mientras
lentamente el niño saltaba al precipicio del cráter como un suicida a punto de caer al
infierno para nunca más salir, el silencio se apoderó de mí… no pude gritar, no pude
impedirlo, no pude hacer nada más que decirle a mi luna con temor de que sea una
mentira…
- Tranquila mi amor, todo saldrá bien.
- ¿Estás contento ahora? Has encerrado a tu hijo en el infierno con tus berrinches
maldito insensato, ¿estás contento? – Dijo d minúscula impactado por lo que acababa
de pasar.
Cuando Belitio escuchó esto, inmediatamente se puso de pie, secó sus lágrimas y comenzó
a reír de nuevo, pero esta vez lo hizo de una manera muy silenciosa mientras pronunció:
- Eso era parte de mi estrategia, dios; y ahora, cambiando de tema… te diré por qué
estoy aquí. Sé que por ahora no puedo gobernarte ni obligarte a nada, pues tú eres el
más grande de todos los dictadores; pero en medio de tu ego, sé que no podrás
rechazarme una competencia. Te reté a ser mejor que yo, así que propongo definir
esto sin sexo ni filosofía para hacer las cosas justas. Será una simple partida de
ajedrez. ¿Qué dices? – Le dijo Belitio extendiendo su mano en señal de trato.
- ¿Cuál sería el objetivo de la competencia?
- El que pierda tendrá que cumplir una orden del otro… La que sea.
Dios lo pensó un poco pero muy a la ligera, estaba convencido de ser más sabio que el
demonio, así que aceptó la propuesta y apretó la mano de Belitio, quien ya tenía las fichas
ordenadas en el tablero. Me duele no poder describir de una mejor manera aquella partida
de ajedrez, pero no es necesario; siendo breve, dios fue completamente humillado. Fueron
necesarios solamente cuatro movimientos para destruirlo.
- Jaque pastor, ¡jaque mate! Parece que las ovejas se quedaron sin pastor – Dijo
Belitio.
D minúscula, sorprendido y con el ego ahorcado; se meó, se cagó, vomitó, sudó, quedó
empapado de sus desperdicios, quedó tan susceptible e impuro que hasta admitió que era
humano; y luego, temblando y lleno de nervios fustigantes solo se atrevió a preguntar:
Y con una lagrima en sus ojos, dios supo que ya no tenía nada más que perder. Por una vez
en su inmortalidad que estaba a punto de terminar, debía ser sincero consigo mismo y morir
con honor. La conciencia le gritó.
A lo que él respondió.
Belitio rio con toda su euforia y sintió ese dulce sabor de la victoria corriendo por sus
venas… Entonces pronunció con gran satisfacción: “Listos, apunten… ¡Fuego!”.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 129
YO ESTOY AQUI
(NECESIDAD)
Ya tanto he muerto,
que la muerte me resulta monótona,
y más que un tormento,
una salvación a esta agonía.
Sí, mi luna,
amo la muerte
incluso más de lo que dios la amaba,
porque mientras él ya murió, yo vivo siendo nada
(luchando por ser alguien nuevo inútilmente ante mi costumbre).
Jamás creí que necesitaría estar enfermo para que el arte surja,
para llegar a la inspiración
y alimentar el fuego,
la brasa que me quema
y que día a día causa esta necesidad de sentirme inconsciente,
muerto, ido… nada
…Dividido.
¡Así es!
El arte es la peor de todas las enfermedades
pues su única cura es el amor,
y… ¡¿qué artista querría ser sanado?!
Sin embargo,
por amor a ti,
me veo obligado
(después de mi desesperado intento de crear)
a tomar un respiro;
pensar, creer…
no pensar, no creer…
solo soñar, solo querer…
Ella solía decir “gracias” repetidamente, culminando con una leve y tierna sonrisa, pues a
mi lado se sentía segura y protegida; un ser tan libre, detallista y con ese toque de ego
otorgaba cierta seguridad... Había dulzura, admiración y gratitud que en ambos se hacía
evidente. Yo le daba un beso y le decía “tranquila mi amor, yo estoy aquí”.
Sigo estando ahí, nunca me he ido, pero sin ellos no soy nada; los extraño, y eso de extrañar
y recordar lo que se extraña demuestra mi obvia inseguridad. La luna no me dice “gracias”
hace mucho tiempo, ahora me dice algo disgustada “¿porque me pides perdón? ¡Deja de
hacer eso!”
De pronto era yo el que firmaba las horribles poesías, pues mis seudónimos habían
desaparecido; con ellas, me despedía del mundo, de mi pena y también de mi dicha; me
despedía de mí, pues Belitio había ganado y merecía mi rendición. Ahora estoy más muerto
de lo que estaba, ahora ya no llevo conmigo ni siquiera un cadáver putrefacto. Había dejado
que la luna me de todo, y yo no pude darle nada… con ella luna me sentía protegido; “yo
estoy aquí”, le decía, para que no se avergüence tanto de mí, para no sentirme más
humillado... Yo estaba ahí… por sumisión.
Escribí tanto y tan poco; lo que alguna vez fue mi respiro, ahora era dolor, ya las palabras
no salían, sin que tenga que forzarlas a ello, las minas de los lápices no dibujaban los
agujeros de mi llanto; por el contrario, mi llanto gemía en una tumba, donde esos lápices
descansaban junto con mi inspiración en un negro féretro. Repentinamente todo estaba en
silencio mientras me ahogaba en el deseo de crear. ¡Ellos me hacen un ser miserable, pero
los necesito! Si tan solo fuera menos nada, te dejaría buscando el arte, ¡Luna! Pero te
amo… ¡Yo estoy aquí (por sumisión, pero sigo estando aquí)!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 133
(NEGACIÓN)
- ¡No! ¡Yo no estoy aquí, luna!… yo no soy yo… ¡¿Qué he hecho…?! He encerrado
en el infierno de mi mente a mi propia creación; mis hijos, la razón de mi vida… ¡No
se vayan, los necesito para creerme vivo por un instante! No amo la vida, no soy
nada, ¡ustedes me mantenían vivo pues a pesar de todos los problemas que me han
causado, sus convicciones ideológicas me mantenían fuerte! ¿Qué estoy haciendo?
¡Yo no creo en el amor! Llevo todos estos años gritando que el amor no existe, que
solo es una máscara de la enfermedad y la miseria humana; ¿por qué habría de
amarte a ti y renunciar a mi obra? ¡¿Por qué debería renunciar a ellos?!
- ¡Basta…! Contrólate Daniel… Bésala.
- No estoy aquí… ¡Ellos no morirán! ¡No me dejes mentirles, porque esos demonios
son mi única verdad! ¡No me hagas mentirte para mantenerte a mi lado...! no
soportaría ser desleal a tus hermosas pecas, mi amor.
¿Qué pasará cuando despierten? ¿Crees que me habrás dado suficiente fuerza para
enfrentarlos? …Maldita sea, ¡¿Crees que quiero enfrentarlos…?! Mírame… no me
ames, no ames a un ser tan despreciable como yo; solo soy decadencia, no me
alabes, no seas como los humanos, tu mereces ser alabada, pero, ¿yo? ¡Soy un
humano, soy como ellos! ¡Esos despreciables seres sin talento alguno, que necesitan
admirar y “amar” con significado y no con ley a un “otro”, para refugiar sus miedos
y sentirse algo completos! ¡Nosotros no tenemos porqué ser humanos, mi majestuosa
luna…! Perdón... perdón por no alcanzar a ser humano… ¡no soy ni siquiera eso!
Soy un miserable… soy un banal amante del arte ¡Soy nada! …Estoy solo y así debo
estar.
- Cállate ya Daniel, no le hagas más daño, ni te lo hagas
a ti mismo, la necesitas y aunque tengas razón… Ella
te ama y también te necesita.
- Ven soledad, no te sientas sola… ya le puse nombre a los espejos… ven aquí y
¡Juguemos con nuestros amiguitos!
- ¡No!, ¡Váyanse!
- ¡Déjalo!
- … No lo dejes.
- ¡Dejadlo!
- Mátalo.
- Morid en él.
- No lo dejes.
- Jajajajajajaja
- ¡¿Pero qué estás diciendo?!
- Eso es, Luna… Dile que estarás a su lado sin importar nada, ¡humíllalo!
- ¡No, Luna! No os sacrifiquéis por ese miserable.
- ¡Hazlo Luna…! Yo también extrañaría tus besos, tu fuerza.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 134
- Tu debilidad.
- ¡No!, ¡¿Qué hacéis mujer?!
- Humíllalo con tu beso, dile que no puede… o ¿es que tú también eres tan
débil, que, sin él, te saldrías de tu órbita?
- Quédate a su lado, no merece morir así.
- Después de todo, él te ha amado con ley y no con significado.
¡tenéis libre albedrío! ¡Ser una mártir es tu elección!
- Te arrepentirás luna… terminaras odiándolo y odiando su arte. ¡Te
arrepentirás!
- No os dejaré caer en tentación, no seáis tan sumisa, todos
vosotros sabéis que el sumiso es él… ¡No os rebajéis a su
nivel!
- No es rebajarse lunita, él está contigo, estará a tu lado y también te
apoyará cuando te sientas débil… ¡Así es el amor! Solo dale tiempo
de recuperarse.
- ¡Debí haberte abortado niño estúpido!
- ¡Cállense!
- Lunita, cántame… por favor, arrúllame
- Mírame…
- ¡No lo mires! No merece tus ojos… ¡Se los arrancará!
- Es verdad, no tiene respeto por sí mismo… mucho menos lo
tendrá por ti.
- No les creas, yo sé que él no es así…
- El infierno es frágil, Luna, no lo ames… podremos salir muy fácilmente de
él, y destruiremos todos los avances que haga… Nos ama más de lo que te
ama a ti, aunque lo niegue.
- Cuéntame un cuento… arrúllame.
- ¿Puedo opinar?
- Cállate… Nadie te escuchará, nadie podrá mirar tus pupilas
en semejante oscuridad.
- Jajajajaja
- Listos…
- Apunten…
- Fue…
- ¡No otra vez, no lograrás vencer otra vez!
- Listos…
- apunten…
- Fue…
- ¡ALTO! …Yo estoy aquí mi amor, aunque lo niegue… ¡Yo estoy aquí!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 135
(AMOR)
Luna lunera;
luna de pesca,
luna de norte,
luna que poco canta, pues poco quiere cantar,
sálvame de tan perpetua miseria
o ayúdame a levantar la salvación por cuenta propia.
Luna lunera;
luna franca, de pálidos espejismos oculares,
que reflejan mi risa mientras lloro,
sálvame del pérfido aroma a soledad
y a carestía de vino.
Luna lunera;
luna alma,
luna cuerpo,
luna humana,
luna diosa…
luna llena y luna nueva.
¡No me ames ni me vivas…!
¡Muéreme, dando vida al réquiem de tu amor!
¡Canta conmigo!
¡Canta mi tono de la soberanía!
Canta a mi oído…
canta en mí tu oda a la vida.
Luna lunera,
luna de pesca,
luna de norte,
Luna que brilla con luz propia,
Luna eternamente llena,
que me alimentas mientras te alimento.
¡Yo estoy aquí…!
Por amor.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 137
Friedrich Nietzsche
CAPITULO IV
(Música: Astor Piazzolla/Antonio Vivaldi – The eight seasons / Spring (Allegro) & Winter in Buenos Aires)
La mente da mil vueltas cuando se encierra en el sacrificio, pero una vez el ritual se lleva a
cabo, la paz se hace sentir mostrando el gozo de la verdad. Si no hubiesen creado un dios,
¿a quién habría criticado mi inmadurez? Si no hubiesen establecido aquel injusto sistema,
¿a quién habrían intentado gritar mis ojos? Si no hubiesen sido tan necios, ¿habrían
necesitado hacer del placer su nuevo dios? Si no creyeran que la vida existe, ¿acaso habría
necesitado el amor de un padre para sobrellevarla? A ustedes, hombres, les atribuyo la
enfermedad del solitario, la desesperación del artista y de todo aquel cuyo sentido de vida
significa morir como mártir de su genio.
¡Viví para gritar, grité para morir, y aunque no les importe, y aunque ustedes hayan
provocado mi agonía… morí orgullosamente por ustedes! Por sus falsedades emprendí esta
aventura, y, por ello, ¡les agradezco! Me han hecho crecer. ¡Gracias por abrirme los ojos
malditos inquilinos! No sé porque les concedí tan abrupto poder sobre mí, pero es la mejor
decisión que he tomado. Vuelve a mí, conciencia, pero tú no vuelvas Arkenesis; vuelve a
mí, virtud, inocencia, dale cariño a tu luna… pero tú, Uriel… tú duerme bajo la desdicha de
tus esperanzas. ¡Belitio! Llevo de la mano a mi luna y ella me lleva a mí; mientras duermes
confiado, yo aprendo a soñar de nuevo y me preparo para enfrentarte. Vuelve a mí,
inteligencia, liderazgo, ¡vuelve maldita egolatría!, pero por ti no tengo que darle la espalda
a mi nombre; seré mi dios, dejaré que llueva mi sangre sobre los hombres como lluvia acida
y mi obra al fin estará completa… Inmortalizaré mi nombre siendo la destrucción que
conlleva a la tranquilidad. Míos serán mis pecados y nada podrá absolverme de ellos,
porque yo seré quien destruya el mundo para reconstruirlo desde sus cimientos.
Es curiosa la forma en la que se crean tantas perspectivas de la existencia para el ciego; más
o menos de la misma manera en la que un feto crea infinitos universos en la matriz de su
madre aun sin conocer el mundo. ¡La vida es hermosa, y la muerte… también! Todo
proviene de la matriz, pero la matriz no puede parirse a sí misma. Vaya ironía representa la
existencia; cuando la vida nos da a luz, inmediatamente nos lanza hacia la muerte, y la
muerte da a luz a la vida, y así sucesivamente...
Era la tercera vez que me internaba en una matriz en medio de esta vida mortal; estaba ahí,
haciendo del amor una venda a la realidad, que me cegaba a la banalidad del arte por un
tiempo prudente, pero me llenaba de identidad y virtud propia. Estaba en la matriz de la
luna, en posición fetal, llenando su infinito y su silencio con un feto que había sido
abortado por la vida, y adoptado con amor por la luna; ahí, dejé de recordar que el recuerdo
me hacía daño y lo tomé como una herramienta de razonamiento pintando en su inmensidad
un vuelo de mi propia conciencia.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 140
La estancia en su matriz fue como un viaje en la ayahuasca; me purgaba, me enloquecía,
me hablaba con las huellas ancestrales de la naturaleza y su sabiduría… Por primera vez
salía a relucir mi verdadero rostro, transparente y sin máscaras; entonces, en medio de la
“pinta”, llegó a mi mente una imagen: una estrella que perseguía en un universo infinito y
escapaba de mí jugueteando con su brillo y velocidad. ¡Inmediatamente la relacioné con un
espermatozoide que iba camino al sol…!
… Y la ayahuasca respetó mi decisión; no podía morir sin conocer el alma de mi luna, sus
miedos, su oscuridad… No la habría amado completamente sin antes abrazar sus
debilidades con delicada percepción.
- “Tienes ego, aunque seas nada – Me decía – A pesar de ser nada, pretendiste ser sus
manchas y no dejaste que te muestre las suyas.”
- Tienes ternura, aunque seas nada – Me decía – Valoras su cuerpo sin morbo y
desnudas sus miedos para prestarle tu piel y protegerla, te desnudas ante ella con tus
caricias, y te abandonas a sus brazos como un niño consentido.
- Tienes liderazgo, aunque seas nada; la guías por buen camino, y ella te sigue con
confianza… ¡Tienes ojos, nada! ¡Tienes ojos, aunque los niegues, y ella confía en
ellos… por eso te sigue!
Y así sonaron las frecuencias bajas; convincentes, leales y vibrantes… denotaban unión
eterna. La luna era una sola con el cosmos y su matriz era ayahuasca, nos íbamos
convirtiendo en uno mientras yo también le daba un poco de mi brebaje.
La luna pintaba a mi lado; se sentía segura y me brindaba seguridad, se sentía con luz
propia. Sin embargo, se mantenía sujeta a su órbita pues temía bailar conmigo fuera de ella.
Mi ayahuasca respetó su decisión y tuvo paciencia a su confianza. Continuamos cantando
en voz alta y con nuestras manos juntas… “dos, tres, cuatro, cinco, veinte y sin cuenta”
- Cuéntame.
- ¿Qué quieres que te cuente?
- Cuéntame tus miedos.
- Dos, tres, cuatro, cinco, veinte y sin cuenta.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 141
Y huyendo de mi pregunta, me dijo:
Me acerqué a ella mientras jugueteaba con sus dedos en mis labios, un beso en la frente…
- Yo estoy aquí.
- Gracias…
- Cuéntame cuentos de barcas de papel, cuenta un cuento de mis pecas o tus lunares;
cuéntame los segundos planeados, alucinógenos y prohibidos, pues no me gusta
planear, pero a tu lado… todo. ¡Canta niño… arrúllame con tu canto para dormir por
siempre en él!
- Yo estoy aquí mi amor, tranquila…
- Gracias.
- Cuéntame.
- ¿Qué quieres que te cuente?
- Cuéntame tus miedos.
- “Dos, tres, cuatro, cinco, veinte y sin cuenta.”
Calle por un momento, y luego me puse algo impaciente, por lo que completé.
- En serio mi amor, toma mi mano y no la sueltes porque yo estoy aquí, si los miedos
te hacen frío, te doy mi calor lunita. Pero cuéntamelos, confía en mí ahora…
¡Cántame! Tu silencio siempre ha sido un canto desesperado, te reto a desnudar hoy
ante mi lo que aún no has desnudado. ¡Canta en voz alta, canta queriendo cantar…
canta a mi lado, pues yo te cantaré por siempre!
- Pero yo no sé cantar, Daniel.
- Te aseguro que tu canto hará sentir celosa a la aurora, ¡canta en voz alta y sin
vergüenza alguna, porque yo estoy aquí!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 142
- Gracias…
Y así hallamos la esperanza de una eterna luna llena completando la sinfónica con nuestros
coros; por lo cual, todo el sistema solar se unió a nosotros, y todos los cuerpos celestes
comenzaron a danzar en nuestra polifonía. El viento terrícola percutiendo las hojas, los
mares y los volcanes rugientes comenzó a unirse a la sinfonía. Pero en su interpretación se
notaba cierta violencia.
Al escuchar esto, la tierra comenzó a causar mil terremotos, a quemar mil bosques y a
arremolinar sus océanos; la luna reaccionó con inmediatez, diciendo de manera alterada.
Nunca solté su mano; en ocasiones intentaba soltar la mía, pero en otras la agarraba más
fuerte… Estaba luchando.
- No me atrevería a cuestionar tu amor, mortal, pues sé que ambos hemos dado amor
iniciado en la ley y no en el significado; de hecho, tenemos que contar una historia
muy parecida… Si me lo permites, te contaré la mía.
Su lenguaje musical como principio en las artes de los tambores, me causó una profunda
intriga; por ello, le pedí que continuara. Así entonces, haciendo violines con sus árboles,
flautas con sus aves y percusiones con sus estampidas, la tierra comenzó a relatar la historia
de su romance.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 143
ANDANTE
(Música: Astor Piazzolla/Antonio Vivaldi – The eight seasons/Autumn & Autumn in Buenos Aires)
- Te amo mujer sin rostro, amo hacerte el amor con libertad, amo la desolación y la
gravedad que ejerce el sol sobre nosotros. Amo la agilidad con la que rotamos a su
alrededor, mientras bailamos al son de sus calurosas ondas de fuego, amo la forma
en la que nuestros mares fluyen calmadamente y acarician las rocas. Amo la
irregular órbita por la que naufragamos sin testigos mientras bailamos con elegancia
alrededor del sol; ¡te amo! Porque eres mi alma, y tener un alma es mejor que tener
un núcleo. Esa es nuestra diferencia sobre todos los planetas hermanos. Alma mía, te
amo con toda mi pasión, y por amor te confesaré mi sueño más anhelado…
¡Perdóname mujer sin rostro!, porque debo renunciar a ti, para parir vida en mis
confines; debemos distanciarnos un poco, alma mía, debes convertirte en luna, y así
reuniremos las condiciones suficientes, que le otorguen vida a nuestros hijos.
Prometo seguir amándote… Siempre seguir amándote mientras me observas desde tu
órbita. ¿Harías eso por mí? ¿No crees que debamos darles a nuestros hijos una luz en
la noche que inspire su pasión?
- No, mi amor – Dijo mi alma. – No quisiera darle luz a la razón de tu destrucción,
¿Acaso no recuerdas cuan destruida estabas antes de concretar nuestra unión? ¿No
recuerdas acaso, que, antes de extinguirlos con nuestras aguas, ellos preferían crear
dioses invisibles mientras nosotros les dábamos la vida? ¿Quieres volver a tenerme
lejana y menguante, solo para parir desagradecidos?
- Mujer, esta vez, con tu ayuda las cosas serán diferentes, pues les daremos animales y
plantas, les daremos ojos para ver y mente para razonar, los llenaremos de paisajes
magníficos, que, por más ambiciosos que puedan ser, no querrán destruir, pues con
tu ayuda, el día tendrá más horas y las noches serán menos oscuras; formaremos
figuras en las nubes impulsadas por la brisa, que formarán en ellos, la creatividad; tu
estarás rondando a mi alrededor, y noche tras noche, observaré tu belleza y tu
sensualidad danzante. Incluso te daré parte de mi núcleo, para que tengas luz propia
y siempre luzcas llena ante tus hijos. Estaré coqueteándote desde aquí, y ya no
podremos hacer el amor en cuerpo y alma, pero podrás influir en mi clima y así
entenderé tus sentimientos y necesidades, dejando así que mis océanos enloquezcan
y te envíen “besos volados” a través de su oleaje y te acaricien con la briza. No
tengas miedo amor, demos una oportunidad de parirse a la misma vida.
- ¿Tan inseguro te sientes amor mío? – Me preguntó melancólica – Olvidaba que tú
eras el cuerpo necesitando compañía, mientras yo, el alma, estoy completa. Olvidaba
que, aunque a nuestro amor lo alumbran mil fantasías, tú sigues necesitando más…
Sigo sin ser suficiente para tu felicidad, pues sigues necesitando de la
autodestrucción. ¡Si eso te hace feliz, tu dicha será mi alimento! Pero no te molestes
en hacerme siempre llena y en darme luz propia, pues cuando llore y cuando necesite
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 144
privacidad, querré ocultarme de la luz del sol, y lloraré por ti en soledad. ¡Cumpliré
tu voluntad, mundo de ojos pequeños y siempre atentos! Seré tu luna y la madre de
los hombres para no defraudar nuestro amor, pues se lo importante que es para ti.
- Si eso te hace feliz, tu dicha será mi alimento luna; sin embargo, debo admitir que
estaré asustado cada que te vea menguar.
Ella se fue después de esa conversación. Esa noche hicimos el amor como nunca antes lo
habíamos hecho mientras comenzábamos nuestra separación… Luego de esto, se alejó con
mucho respeto y altivez… triste y desilusionada de su cuerpo, lloró por varias noches y
creó su propia orbita haciendo uso de sus lágrimas. Entonces comenzó a navegar en
círculos mientras me vigilaba. ¡Tantas veces pudo volver a mí! Pero en mí, todo empezaba
a tomar color y a ser un paraíso para nuestros hijos; fui tan feliz, que mi sonrisa se
cristalizaba a través de los colores que se producían en mis paisajes, y la vida que
empezaba a fluir con todas las especies; con el tiempo, los océanos, por obra de la luna, se
tomaron más fuerza y altura de forma progresiva, los volcanes comenzaban a crear magma
y piedras preciosas; desde los páramos se formaron riachuelos de agua dulce, que caerían
sobre mis montañas como cabellos de ángel, dado que mi clima cada vez se hacía más
estable por obra de la luna, que, me ayudaba a mantener mi rotación sujeta a su eje. Cada
vez que un animal o una planta moría, se convertía en una estrella que le daba aún más luz
al porvenir, todos alimentaban y cuidaban a sus crías llevando un ciclo alimenticio natural,
donde a cada segundo, se purgaba la vida al mismo tiempo que se creaba.
La luna me demostraba su amor a diario, ayudando a que todo siga su curso y brindando a
las especies, la gravedad necesaria; era mi alma, mi amor, era la causa de mi notable ánimo
de engendrar el principio de la vida en medio del caos. Empecé a ser el mejor dios para mis
células, dejaba que todo siga su normalidad mientras le coqueteaba a mi luna cada que
podía observarla. Era gracias a ella, el planeta más vivo del sistema, dado que,
absolutamente todo lo que me conformaba se encontraba en movimiento y ese movimiento
se convertía en ondas sonoras, que producían la música más perfecta y atractiva para ella y
su hermosa forma de bailar en mi contorno.
Luego, comencé a ser aún más ambicioso, y, por millones de años dejé que las especies
evolucionaran, estableciendo cambios extremos en el clima, y obligándolos a desarrollar el
razonamiento a mis animales, y poco a poco fui pariendo al ser humano; los planetas me
daban ánimos, el sol alumbraba y hacia posible que pueda lograrlo todo, que mi conciencia
pueda dar un fruto. La luna y yo, ambos temerosos, pero haciendo el máximo esfuerzo por
bien lograr la creación perfecta. Así, poco a poco formamos el cerebro más complejo jamás
conocido en nuestro sistema… todo gracias a la naturaleza, las leyes y sus reacciones;
donde por supuesto, el amor era la mayor ley que regía la creación.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 145
Cuando el hombre nació, el papel de la luna se volvió aún más significativo al llenarse de
romance y misterio, que inspiraría canciones y poemas para todos los amantes, y dejó que
en nuestros hijos germine la imaginación. El hombre como ser cultural, comenzó a crear
millones de objetos útiles en su subsistencia, y comenzaron a extender sus manos y sus
pulgares, en hachas, lanzas, espadas, palos, tambores, fuego… Entendieron la importancia
de la naturaleza y de lo onírico, pero sintieron miedo, cuando se volvieron conscientes de
su mortalidad y se enfrentaron cara a cara con el sufrimiento… Saber que algún día iban a
morir los volvió ambiciosos, y quisieron adueñarse de todo cuanto veían en su deseo de
trascender a la inmortalidad de forma simbólica; por esto, comenzaron a darle un ávido
significado a todo aquello que fluye; a la naturaleza, al sol, a mi luna, a mí y otra infinidad
de espíritus que les daban la vida, nos llamaron “dioses”; al sentimiento lo dividieron y le
llamaron “amor”, “odio”, “aburrimiento”, “felicidad”, “tristeza”, etc. Me obligaron a no
sentir, a amar u odiar. Me enseñaron idiomas; en su ego me dieron formas humanas, me
pusieron canas y barba, me dijeron que era “plana”, que era “redonda”, me llamaron
“paraíso”, “infierno”. Así como a ti te dividieron en cuatro partes, ¡a mí me dividieron en
millones!, territorios, nombres, deidades, países, ciudades… Le pusieron nombre a cada
una de ellas y establecieron fronteras en todo aquello que llamaban anormal o diferente,
creando así algo a lo que le llamaron “moral”. Luego, destruyeron mis paisajes, mis
animales, mis árboles; los gases que fluían en mi aire los contaminaron y hasta llevaron
heces fecales a mi luna deseando contaminar su atmosfera y creer que luego podrían
llamarla “su casa”. ¡Me fueron matando!, y la luna con su gravedad y el sol con su luz me
mantenían vivo en un intento desesperado por no perderme, mientras yo… sí, ¡yo también
me convertí en nada!
La luna era mi alma, por lo tanto, si mi cuerpo dejaba de existir, ella debía irse y todo
habría sido en vano; fue entonces cuando, moribundo, parí a una humana que vida tras vida
sería su cuerpo. Yo podía morir, pero ella no. He ahí la razón de su tristeza, la condené a
vivir por siempre observando mi autodestrucción. Pero entonces también creé a un hombre,
el cual la encontraría y la enamoraría en cada una de sus vidas para evitar que sea
corrompida y absorbida por la sociedad; en algunas vidas sería su padre; en otras, su
amante; en otras, el padre de sus hijos; en otras, su propio hijo; pero, en fin, hice que
mientras su alma lloraba dando vueltas alrededor de este cadáver llamado mundo, aquí en
la tierra tendría un cuerpo y un amor, y así inmortalizar su sonrisa.
Una vez la tierra concluyó, desperté. ¡Quedé aturdido!, mi felicidad y la de mi luna eran el
resultado de las decisiones de la naturaleza. Era hora de dejar a un lado la miseria y la
locura… A la tierra debíamos nuestra unión y no podía morir sin antes culminar la soledad
y melancolía de mi luna y la tierra… a esta muerta realidad debía devolverle una razón.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 146
ADAGIO
¡Hágase la luz!
…hágase el daño de propiciarles la luz.
¡Divertidos bufones que al fin comprenden la agonía de ser dioses!
¡Los saluda su nuevo mesías!
Cuando me pregunté
¿Qué es la frialdad?,
observé a los hombres…
todos refrigerando su sonrisa
para mantenerla quieta y siempre extendida.
¡Burlaos de mí!
Y yo le respondí…
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 148
PRESTO
(Música: Astor Piazzolla – The eight seasons / Summer (presto) & Spring in Buenos Aires)
Como hoy,
hoy que puedo mirar al cielo más feliz que nunca, pues voy hacia él;
consagrando la primavera de mi norte,
consagrando el silencio tan prudente en mi sinfonía.
La luna en “crescendo”,
cada segundo más cerca de caer,
y yo gritando… ¡Vaya, como gritaba mi libertad aquel día!
Colisionaban mis neuronas y mis cánticos superdotados,
gritando:
“Soy mi padre y mi hijo”
(en un gutural escandaloso)
(Imaginaba el caos en la tierra, los noticieros diciendo “¡la luna se cae!”, los fanáticos
religiosos teniendo orgias e inyectándose mil drogas en aquel momento del juicio final…
imaginaba que nadie juzgaría a esos idiotas pues dios estaba preso de su inutilidad en el
infierno... en fin, en mi mente).
Conteo final:
“dos, tres, cuatro, cinco, veinte y sin cuenta”,
y cada vez más cerca de destruirlos.
Ahora pregúntenme
¿hay algo más doloroso y terrible que la inmortalidad?
¡Si, hombres de mucha fe y poca verdad!
¿Recuerdan mis palabras?
¿Recuerdan cuando les advertí que dios los mataría en medio de su intento por matarse?
La inmortalidad se puede afrontar fácilmente,
la vida eterna era lo que más anhelaban
y, por ende, ya se idealizaron a su miseria;
pero yo os digo, hombres,
¡más doloroso que vivir por siempre, es, sin duda, que te prohíban morir!
(La colisión era inminente; los edificios comenzaron a caer, y entonces yo preferí guardar
silencio mientras el instante final llegaba; dadas las circunstancias, muchas imágenes
rondaban por mi cabeza, después de todo, la melancolía hacia parte de mí y, días antes,
aun amaba aquello que estaba a punto de destruir por completo… Me sentí angustiado,
pero para evitar vanos arrepentimientos sonreí y le dije a mi luna).
- Mujer, ¡cuéntame!
- ¿Qué quieres que te cuente? – me preguntó emocionada.
- ¡¿Acaso no tienes miedo?! – dije.
- No. Esos ya te los conté.
- Entonces cuéntame un cuento antes de caer…
nuestro final se acerca;
cuéntame un cuentico antes de caer, porque te extrañaré mucho, ¡mujer!
Pero antes,
quiero pedirte que
nunca olvides cuánto te amé, y que te estaré esperando en cada una de mis vidas.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 151
Mientras tanto
una niña se enamoraba de una estatua.
Mientras tanto,
una niña entregaba su corazón por amor a una estatua
y la tierra renunciaba a la luna por amor a la vida.
… Una manzana caía de un árbol,
una serpiente se la daba al hambriento
y un hambriento la comía en medio de su tristeza.
Mientras tanto,
la multitud corría anhelando un rumbo,
las estrellas se arrinconaban
en el lado más reluciente de una luna que caía,
y las nubes formaban figuras para los amantes que deseaban morir amando.
Mientras tanto,
una niña entregaba su corazón por amor a una estatua;
en ésta se plantaba la vida,
en la niña, la ira de amar…
pues mientras tanto,
una estatua cobra vida en el ardor de su tristeza,
tomando en sus brazos una niña,
un puro cadáver infante.
La abraza en medio de su llanto,
(a sapiencia que su pecho fue de la muerte, su lecho).
CAPITULO V
Él siempre supo que era un asesino, por eso tuvo la necesidad de crearme al necesitar
encerrar su lado oscuro para engañar su propia sed de sangre, ¡y ahora pretende negar que
yo soy su naturaleza!
¡Vayan y díganle!
¡Adelante!
Díganle que todo lo que ha pasado
solo es él mismo encerrado en un cubo de espejos.
Y ahora,
¡mírenlo!
Observen directamente los hoyos en sus ojos,
y ahora díganme…
¿Quién es?
¡¿Por qué creen que lo que más me excita de rasguñar tetas y espaldas,
no es sentirlas,
sino observar la marca que dejó el rasguño?!
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 158
- Abran la puerta, ruego que abran la puerta, se regará mi corazón en este eclipse.
- ¡Quieto!
- ¿Cuándo saldré de aquí?, ¡no me mientan!, ¡no me curen!
- ¡Cállate! – Dos martillazos en la madera – ¡Doy inicio a esta sesión!
Hoy presenciarán el caos, el dolor de salvación, pero no podrán sentir lástima por él,
¡aclaro! Por el contrario, ¡se burlarán de él!… Se reirán de su gracia, pues para ustedes el
morbo y el sufrimiento es divertido. ¡Damas y caballeros!, pueden condenarse a ustedes
mismos, los verdaderos culpables de su desgarradora actuación, los que humanamente
inspiraron el odio e insurrección del poeta y del marginado; o pueden negar su culpa, y
aclamar a gritos su crucifixión. Lo tienen frente a ustedes y esta vez no tiene mascaras…
¿Serán capaces de quitarse las suyas?
¡¿Lo mismo que el anterior…?! ¡¿Qué sea lo que dios quiera?! ¡Malditos estúpidos!
¡¿Acaso no tienen voluntad…?! ¡Pues así será!
¡Tú!, el niño; si… ¡Tú! Tú serás quien clavará la estaca en su pecho; y tú, conciencia, tú
tendrás que consolar a su madre y a la puta luna mientras él agoniza. Todas las fichas están
sobre el tablero, ¡Jaque mate!
Dios, has condenado a la cruz a tu creador intelectual, por lo tanto, al fin has logrado matar
a aquel que te prohibía morir… ¡Adelante, podrás suicidarte sin remordimientos!
… Ahora, ¡tómame Luna puta! Méteme en tus bolsillos, abandona a este pobre humano
inseguro, y vuela... Es tu hora de ser libre y morir en la triste libertad.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 161
RESURRECCIÓN
(Tres días después del agujero negro)
(Música: Chopin – Nocturne N° 19 Op.72 No.1 Em)
PRIMAVERA CONGELADA
Vete primavera
y sigue corriendo hasta que sangres de blanco,
que no tengo ahora un lugar para el color del amor.
Vete y goza de la pálida ausencia.
¡Largo, luna roja, mengua por mí!
Ensucia tu cuerpo mientras estés oculta,
que, en este invierno,
mi calor emanará de la luz al horizonte.
¡No te extrañaré!
…esa será tu extraña manera de hacerme feliz
mientras ensucias los vestigios del amor que nos brindamos.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 162
LIBERTAD
En esos días
nos miramos con recelo y con los ojos aguados,
reflectivos como espejos
y sinceros como el canto del alma…
En esos días
me miraba sin dañarme,
desnudaba mi armadura
con caricias
… con caricias.
En estos días,
no nos miramos, pero lloramos;
y nuestros ojos son como espejos,
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 163
y nos reflejan débiles y desnudos
(como buscando inútilmente la fortaleza en el abrazo ajeno).
Si alguien la ve...
díganle que no se busca libertad siendo fuerte ni promiscuo,
se encuentra el amor cuando se es triste…
cuando se acepta la libertad como utopía,
dada la imborrable cicatriz de una herida.
Daniel.
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 164
Joseph Campbell
EPÍLOGO
Un diálogo entre Daniel y otra persona (ésta persona seguirá siendo un misterio
dependiendo de la conclusión que quiera darle el lector).
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 165
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 166
(Música (OBLIGATORIA) - Maurice Ravel – Bolero)
(Tumban la puerta)
Fue envuelto en una delgada prenda de color claro, y al salir de la habitación, sería
entregado a sus familiares. Muchos amontonaron al lado del bebé sus sonrisas asfixiantes;
sus abuelas, sus tíos, amigos de su familia y su padre (que era apenas un muchacho). La
felicidad se sentía en el aire… Su abuela materna solía demostrar una emotividad efusiva y
violentamente sincera, su sentido de la familia era fuerte debido a su educación
costumbrista. El bebé nació por azar en un país y en una región adornada con hermosos
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 169
paisajes y hermosas lunas, donde, se sufría una difícil situación política, económica y
social, pero aun así, la población intentaba distraerse de ella dando más prioridad a la
alegría, la amistad, la familia y las costumbres folclóricas, que convertían su tierra en una
cuna para la cultura artística mundial, llena de artesanos, músicos e intelectuales, que,
mantenían en comunión, muchas raíces históricas que forjaban una sociología,
antropología, demografía y sentido de pertenencia increíblemente interesantes. El niño tenía
suerte de haber nacido en esa tierra, en esa familia y con su cuerpo absolutamente sano.
Sería su padre quien lo tomaría en sus brazos… temblaba con extremo nerviosismo, pero
mantenía fuertes sus brazos intentando proteger a su retoño, su rostro llevaba un gesto de
sorpresa e incertidumbre; no sabía que pensar, su cuerpo y su mente no eran regidos por su
conciencia, la ley indefinible que lo hacía temblar cambiaría su vida de ahí en adelante.
Tomó a su hijo en sus brazos aún temblorosos y temerosos, como su idea del porvenir; sin
embargo, no le importó todo lo que pasaba por su mente, tomó en sus brazos al recién
nacido sin bacilar, y éste, aun con todo lo que había pasado en la matriz reciente en sus
sensaciones, aunque desapareciendo de forma lenta; se sintió amado y sintió que al fin su
padre le daba un sincero abrazo; sus brazos estaban acostumbrados a cargar una guitarra y
abrazarla con delicada percepción, por lo tanto, el abrazo que dio a su hijo fue amoroso y
musicalmente sonoro.
Luego, el bebé fue devuelto a su madre, quien le ofreció su seno por primera vez, y él, se
sintió tranquilo, pues sabía que ella jamás dejaría de abrazarlo, y que, en algún momento de
su vida, llegaría a su inspiración la luz de una luna llena. ¡Todo en la matriz había valido la
pena, incluso cuando ni siquiera el vientre se dio lugar en ella!
En su mente, que segundo a segundo olvidaba lo que había hecho caber en su matriz, se
creaba la nueva luna, una niña que cabía en la matriz de una estatua llamada ilusión;
mientras, al mismo tiempo, Daniel continuaba hablando en su mente con aquella persona
que le permitía salir del manicomio a un nuevo mundo, donde era respetado como artista y
condecorado como “dios”. Esta vez tardarían más en crucificarlo, pero lo harían y él lo
sabía… En su círculo, la crucifixión estaba predestinada.
- ¡No más círculos amor mío! ¡Es hora de avanzar al siguiente nivel de la espiral!
- Gracias por todo.
- Y ahora que en la matriz solo seremos un recuerdo, quiero que me saque de una
duda, ¿a qué se dedicó durante todo este tiempo? Le sugiero que me responda
rápido… usted tenía razón, ¡no tenemos mucho tiempo!
- Tómelo con calma y sírvame otra copa de vino, tenemos mucho más tiempo
del que usted cree; después de todo, el tiempo corre de manera distinta en
Daniel Cortés / Lo que cabe en su matriz 170
cada punto del universo; por ejemplo, en este momento solo hacemos parte
de un pequeñísimo electrón, que a su vez representa un pequeño planeta en
un gran sistema de una enorme galaxia de un infinito universo; que, a su vez,
es un pequeñísimo organismo para el multiverso germinado dentro de la
matriz. ¡Pero no quiero confundirl(x)!, eso se lo explicaré con más calma –
Tomé una pausa, encendí un cigarrillo y continué – Por ahora responderé a
su pregunta; en este tiempo me dediqué a escribir un libro, ¿me ayudaría a
continuarlo?
(Música: OBLIGATORIA: Leo Brouwer – Un día de noviembre
Daniel Cortés:
Germán Ordoñez:
Texto de Contraportada:
Prólogo:
Fotografía:
Tatiana Albán
Agradecimientos especiales: