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ENSAYO DE DIPLOMADO

MADRES CABEZA DE HOGAR VÍCTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO DESDE

UNA PERSPECTIVA DEL TRABAJO SOCIAL

CARMENZA LUCIA CARDENAS BRIEVA

TUTORA TEMÁTICA

LIVIA ESTHELA DÍAZ GONZÁLEZ

TUTORA METODOLÓGICA

TWIGGY MALENA ORTEGÓN MEDINA

UNIVERSIDAD DEL SINÚ ELÍAS BECHARA ZAINUM

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS, SOCIALES Y EDUCACIÓN

PROGRAMA DE TRABAJO SOCIAL

TIERRALTA – CÓRDOBA

2019
MADRES CABEZA DE HOGAR VÍCTIMAS DEL CONFLICTO ARMADO DESDE

UNA PERSPECTIVA DEL TRABAJO SOCIAL

El presente ensayo argumentativo está constituido desde la metodología interpretativa de fuentes

primarias cuya temática central sean las mujeres que han sido víctimas del conflicto armado

colombiano y que por distintas razones derivadas de las secuelas han alterado su dinámica

familiar, lo que ha conllevado a la reestructuración de sus hogares en monoparentales con

jefatura femenina.

Está concebido desde el diplomado Educación para la Paz de la Universidad del Sinú Elías

Bechara Zainúm

El objetivo de este texto es develar los aportes de los profesionales del Trabajo Social hacia la

investigación e intervención de las comunidades víctimas del conflicto, las metodologías

implementadas por ellos para atender con asertividad las problemáticas que rodea la población

de mujeres cabeza de hogar, los retos que se han presentado y los factores limitantes que

dificultan lograr los objetivos planteados debido a las condiciones de vulnerabilidad de la

población de interés.

La profesión del Trabajo Social con el paso del tiempo se ha ido adaptando a los cambios

demográficos, a los procesos de globalización y a la reestructuración de las nuevas sociedades

que surgen a diario que traen consigo problemáticas distintas a las tradicionales entonces la

forma de abordarlas debe variar debido a las diferentes tipologías de beneficiarios que se puedan

encontrar.
El Trabajo Social está adquiriendo mayor complejidad en el marco de la evolución de

los contextos de intervención, la actuación de los profesionales se perfila difícil en la

medida en que intervienen situaciones de riesgo y vulnerabilidad social donde habrá

que actuar deprisa, asimilando circunstancias imprevistas y problemas nuevos.

(Domínguez, p.83)

Desde el accionar de los profesionales del Trabajo Social se pueden abordar las problemáticas

que dificultan la calidad de vida de las comunidades que han sido víctimas del conflicto,

reconociendo el grado de vulnerabilidad que representa el ser participe en hechos violentos en el

marco del conflicto armado colombiano. La subjetividad de la profesión es clave para conocer la

necesidad de involucrar directamente a los Trabajadores Sociales en los procesos de atención y

reparación destinados por el Estado para alcanzar la integralidad debido al involucramiento

global de la población. Menciona el autor Ruiz (2000) “El Trabajo Social, aportando su visión

holística del hombre y la sociedad, lidera los procesos de investigación, planeación, ejecución y

evaluación de programas tendientes a favorecer el desarrollo de las comunidades” (p.11)

La violencia política que Colombia ha vivido por más de 70 años significó para sus habitantes

una tensión incesante que limitó el desarrollo social de muchas comunidades, en especial las

mujeres, como lo mencionan las autoras Gonzales & Hinestroza (2018), las situaciones derivadas

de los hechos atroces cometidos por los grupos al margen de la ley provocaron en la mujer

colombiana una detracción de su historia, en el momento que ellas sufren el acto violento

empieza a construirse una nueva etapa en la cual la cultura, religión y relaciones sociales son

olvidados, los proyectos de vida individuales y colectivos son derrumbados, por ende la

dinámica familiar se ve alterada, dificultando el manejo de conflictos internos puesto que todas
las acciones y decisiones que se tomen solo tienen como objetivo principal la subsistencia de

todos los miembros del hogar.

La guerra acabó con sus aspiraciones de "ser mujer y madre" y se las obligó a

enfrentarse al dolor, a la miseria, al hambre. A ver morir sus hijos, hijas y compañero.

Por eso, la guerra para ellas es distinta, es diferente a la que perciben los hombres en

razón de la diferencia en sus roles, responsabilidades en la sociedad, las cuales están

determinadas social y culturalmente. (Guevara, 2008, p. 158)

Cadavid (2014) menciona en su artículo “Mujer: blanco del conflicto armado en Colombia”

que las mujeres son afectadas en un grado mayor que las demás víctimas del conflicto, debido a

que ellas fácilmente se convierten en víctimas directas por sufrir cualquiera de las

manifestaciones de la violencia, ya sea desplazamiento forzado, violencia sexual, feminicidios y

secuestros; pero también son víctimas indirectas porque durante el proceso de victimización sus

seres queridos son asesinados o alejados forzosamente ocasionando una fragmentación en su

cotidianidad.

Las mujeres líderes son perseguidas por medio de las estructuras patriarcales y la violencia

política que sucede en el país, Sánchez & Oliveros (2014) analizan el papel que desempeña la

mujer en la sociedad y porqué estas se convierten en un blanco para los victimarios, concluyendo

que “en el contexto del conflicto armado colombiano, la violencia contra las mujeres tiene la

finalidad de desestabilizar las condiciones de vida de las poblaciones, debido que su papel es

fundamental en el núcleo de las familias”

El panorama es desalentador para las mujeres y su lucha por la defensa de sus derechos,

además de mujeres son madres que hacen a un lado sus aspiraciones particulares para asegurar
un mejor futuro para sus hijos en una sociedad sin garantías ni oportunidades para sobreponerse

a las adversidades y que cada día más las hace vulnerables.

Para los autores Ibáñez & Moya (2007) la situación de la mujer como cabeza de hogar y que

fue víctima del conflicto armado es un indicador de vulnerabilidad, porque aunque la

conformación de un hogar monoparental les otorga mayor autonomía siendo ahora ellas la

máxima representación de autoridad, asumir el liderazgo económico y no dejar que esto afecte el

proceso de crianza y educación de sus hijos es un reto que todas no pueden cumplir, lo que

conlleva a una desestabilización emocional que limita el desarrollo social de la mujer y su

familia.

El Estado como veedor del cumplimiento y respeto de los derechos de todos los colombianos

planteó en la ley 1448 de 2011 algunas acciones que se debe ejecutar para garantizar la

reparación integral de las víctimas del conflicto armado, estas deben contemplar acciones

psicosociales que permitan la rehabilitación de las personas para un acoplamiento asertivo en la

sociedad, en la cual puedan gozar de sus derechos y vivir con la certeza de que los hechos

victimizantes no se repetirán e incrementen las secuelas durante el posconflicto. Pero la realidad

es que la Ley 1448 tiene aspectos en los cuales no se presenta transversalidad de género y esto

excluye a las mujeres de los procesos de reparación por parte del Estado.

(…) esta normatividad le da un lugar protagónico a la reparación y hace énfasis de

manera evidente en la reparación administrativa, la cual busca mitigar los impactos

materiales de los hechos violentos. Esta priorización de la reparación, es incompleta e

insuficiente con los derechos de las mujeres a la verdad, a la justicia, la reparación y la

no repetición de los hechos. (Sánchez, 2012, p. 21)


Debido a la necesidad de lograr una intervención integral con las mujeres víctimas del

conflicto armado, el papel que desempeñaran los Trabajadores Sociales será vital para crear

interacciones con las comunidades de interés, la investigación para la recopilación de

información vital en la que se describan las causas y secuelas en las mujeres, la orientación que

permita ayudarles a conocer sus derechos, para que estos sean respetados, y sobre todo darles

cabida a las acciones psicosociales.

La utilización de enfoques psicosociales por parte de profesionales del Trabajo Social con

mujeres víctimas del conflicto armado permite analizar cómo fue alterado el contexto que la

rodea, su dimensión económica, política, cognitiva y social, para tener un abordaje integro. Las

acciones psicosociales se pueden caracterizar por:

[…] la manera cómo interpreta la producción del daño, el cual se relaciona con la

manera como el sujeto es desprovisto de sus referentes, vínculos y sus afectos, debido

a que su entorno cotidiano fue alterado de manera abrupta, aumentando la

vulnerabilidad de la dignidad humana de quienes hacían parte de él, lo cual redunda en

la vulneración de la propia dignidad. (Bello & Chaparro, 2011, p.28)

Las intervenciones psicosociales permiten conocer a detalle el contexto de la mujer,

representa las oportunidades de crecimiento y decrecimiento emocional que ha sufrido durante el

proceso de victimización. El amplio espectro de la atención psicosocial permite abordar la

situación de las mujeres víctimas del conflicto desde otros enfoques con los que se busca que la

intervención que realice el Trabajador Social sea integra, Martínez (2018) analiza la perspectiva

desde los enfoques clínico-comunitario, social comunitario y enfoque de derechos, con el

objetivo de describir cual es la meta y a que apunta la utilización de cada uno de los enfoques,

aplicado desde el Trabajo Social.


El enfoque clínico-comunitario permite la generación de espacios terapéuticos con el fin de

que las mujeres victimizadas evolucionen en el manejo del sufrimiento, debido a que la

sensibilidad ante los actos perturbadores de la violencia hace que la mujer recree en su mente ese

momento que se convierte en remordimiento. La facilidad para vincular a la comunidad que

rodea al beneficiario es objeto para el impulso de la inclusión social mediante metodologías

participativas que involucren a toda la comunidad.

El uso del enfoque social comunitario permite la reconstrucción de las redes sociales de la

víctima, la construcción de estos lazos en la comunidad le otorgan independencia a la población

y a la víctima para tomar decisiones para el bien común, menciona el autor Canales (2007) “la

red logra una pertenencia y hasta un lazo intersubjetivo, pero sobre la base de la autonomía, del

gobierno de sí mismo, hasta la voluntariedad de la participación”. De igual forma fortalece el

vínculo familiar, con las víctimas del conflicto ha significado el puente para la organización

social, un aspecto por el que las mujeres luchan desde hace mucho tiempo para ser partícipes y

tener cabida en la toma de decisiones sociales importantes y que se convierten en puntos clave

para el desarrollo social.

El enfoque de derechos es parte esencial de las intervenciones psicosociales, debido a la

formación de personas líderes que toman el tema de los derechos humanos como la directriz para

la toma de decisiones comunitarias.

“Procura construir un orden centrado en la creación de relaciones sociales basadas en

el reconocimiento y respeto mutuo y en la transparencia, (…) buscando construir

mecanismos jurídicos y políticos que transformen las instituciones, y

consecutivamente la vida social y cotidiana de las personas con base en una nueva

ética del desarrollo humano” (Guendel, 1999: 3, citado en Umaña, 2003, p. 4)


Entonces el enfoque de derechos no solo está dirigido a la población con el objetivo de

satisfacer necesidades, a diferencia de los demás enfoques encontrados, sino que principalmente

se fundamental en el diseño de políticas públicas, puesto que se hace conveniente darle prioridad

a la promoción y respeto de los derechos desde las acciones que el Estado plantee con la

población del país.

Este enfoque se complementa con el diferencial para segmentar la población de mujeres y

velar por sus derechos vulnerados debido a la caracterización particular de la mujer víctima y la

incidencia que tiene la guerra sobre los cambios en su estilo de vida y el de su familia.

La descripción de los enfoques que componen la atención psicosocial de la autora Martínez

(2018) dan a los Trabajadores Sociales los lineamientos a seguir para intervenir la población de

mujeres, resumiendo en la necesidad de utilizar técnicas participativas para generar espacios

terapéuticos, el fortalecimiento de redes sociales para potenciar el desarrollo comunitario y la

visión de poner ante todo los derechos.

Una mirada desde otra perspectiva pone a las mujeres víctimas como las líderes del hogar, por

distintas circunstancias han perdido a su pareja, ya sea por acto violento o por secuelas que han

llevado a la desintegración del núcleo familiar, para la mujer surge el nuevo reto de sacar a su

hogar adelante, esto no quiere decir que no estén en la capacidad para hacerlo, incluso es

beneficioso en algunos casos. El autor Ahumada (2008) menciona que “la jefatura femenina

otorga algunos rasgos positivos, tales como una distribución más equitativa de los ingresos entre

todos los miembros, un gasto más orientado hacia salud y nutrición”.

Los autores Andrade & Sicachá analizan el impacto psicosocial que deja el conflicto armado

en las mujeres cabeza de hogar, entre sus aportes destacan que “ (…) las madres cabeza de hogar
no se sientan dueñas de sí y ni controladoras de su entorno, lo que indica que quienes han sufrido

un proceso de violación de sus derechos modifican la percepción que tienen de sí mismos,

porque el trauma del evento sumado a los problemas de los lugares receptores y/o de

reasentamiento no brindan los recursos económicos, sociales de apoyo y sostén a la familia

aumentando su condición de vulnerabilidad”. (Andrade & Sicachá, 2012, p. 66)

Por ende, las acciones psicosociales que se deseen emprender hacia la comunidad de madres

cabeza de hogar que han sido víctimas del conflicto armado deben contemplar el diseño de

proyectos productivos, con esto se logra generar ingresos, fortalecer habilidades gerenciales,

recuperar la realización de proyectos de vida, redefinir la dinámica familiar de las victimas hacia

la prosperidad y además se estaría logrando un gran avance en la formación de capital social que

realice aportes significativos a la sociedad.

Ortegón (2017) propone en su artículo “Cuerpo, memoria y trabajo social” una metodología

simbólica para lograr que las victimas puedan crear un lazo de confianza con los trabajadores

sociales, permitiendo que puedan recordar el proceso de victimización y enunciar sus

sentimientos mediante la expresión corporal, sin tener que recurrir a el relato verbal,

convirtiendo el cuerpo en “una herramienta de trabajo a un nivel reparador”. Esta metodología

psicosocial les otorga a los beneficiarios autoestima y empoderamiento para recuperar sus

valores culturales, aumenta la interacción afectiva y efectiva con las demás personas en su

entorno, favoreciendo la construcción de tejido social.

Hacer memoria puede ser desgarrador para una mujer víctima, tratar de recordar esos duros

momentos que la marcaron, que son la razón de cambiar su estilo de vida y los causantes de los

conflictos personales que pueda estar viviendo, por eso recordar de una manera didáctica libera
la presión de recaer emocionalmente y también sirve como fuente de resiliencia, el punto de

inflexión para recordarle porque seguir luchando para sobrepasar las adversidades.

Las intervenciones hacia las mujeres víctimas del conflicto tienen una sección negativa, pero

las estrategias que aplica el Trabajador Social lo ayudan a contrarrestar estos efectos, el aspecto

negativo se refiere a la contextualización de la intervención, en una línea muy delgada existe la

probabilidad de que las acciones en vez de mitigar la problemática, termine empeorando la

situación de desestabilización de los beneficiarios.

Pérez (2010) menciona que, la consideración del conflicto como parte de la dinámica social

hace a la intervención parte de esa dinámica, entonces se debe considerar la cooperación de la

comunidad que rodea a la víctima como pieza clave en su reparación integral pero tratando de

evitar que sea esta misma el medio por el cual se deteriore su condición de víctima al ser

señalada o despertar sentimientos que se habían olvidado y lastiman a la persona, de esta

consideración parte el concepto del enfoque de acción sin daño, como el medio para lograr que

“la acción de la cooperación tenga el potencial de que sus acciones alimenten los posibles

caminos hacia la construcción de paz y contribuya en fortalecer las capacidades locales”

El enfoque de acción sin daño aplicado a las mujeres víctimas del conflicto armado tiene

como finalidad disminuir los factores divisores durante la intervención, mediante la

implementación de proyectos dirigidos a la generación de capital social, en donde primen los

intereses comunes por encima de los particulares y de esta forma minimizar el daño que pueda

ocurrir con los beneficiarios.


Si el trabajador social quiere aplicar de manera efectiva este enfoque no debe partir solo del

diagnóstico del individuo, sino de analizar la dinámica socio-cultural de su entorno, aunque

García, et al. (2011) considera que:

(…) el análisis no debe ser solo en la fase de planeación sino durante toda la ejecución

del proyecto, de manera que al observar si se está impactando negativa o

positivamente -divisores y conectores- sea posible ajustar y tomar decisiones para

maximizar los impactos positivos y reducir los negativos. (García, Rodríguez,

Rodríguez, & Vela, 2011, p.23)

Otra mirada desde el enfoque de acción sin daño se presenta para las mujeres que han sido

víctimas del desplazamiento forzado, Ochoa & Orjuela (2013) comenta que la perdida de la

productividad, debido al desplazamiento repercute en el deterioro del capital social y de igual

forma existe una relación directa entre el desplazamiento como forma de violencia del conflicto

armado colombiano y la vulneración en los hogares de las víctimas, reduciendo las posibilidades

de desarrollo social y económico, reconociendo que un capital social fuerte y comprometido

logran cambios significativos en las comunidades.

El desplazamiento es una de las manifestaciones más comunes del conflicto armado,

innumerables victimas padecen de ese momento de angustia en el cual una familia puede ser

desintegrada al verse obligado a dejar toda una vida atrás y tener que replantear nuevos

proyectos. Producto del desplazamiento se desestabilizan las familias; los hogares nucleares se

convierten en monoparentales y las mujeres deben convertirse en el símbolo de liderazgo que los

miembros más jóvenes de la familia deben imitar para conseguir la reestructuración del tejido

familiar, pero el daño subjetivo que causa el desplazamiento en las mujeres cabeza de hogar tiene
mayores repercusiones que alteran lo individual, lo familiar y lo comunitario, ocasionando

vulnerabilidad en aquellos que lo padecen.

La problemática del desplazamiento recae sobre las mujeres jefes de hogar durante los

procesos de restitución de tierras, entendidos estos como parte de la reparación integral que

propone el Estado en sus políticas públicas. Céspedes (2010) en su artículo “La violencia sexual

en contra de las mujeres como estrategia de despojo de tierras en el conflicto armado

colombiano”, analiza la desigualdad material de la mujer cabeza de hogar a la hora de acceder a

los beneficios de restitución de tierras y señala que estas no tienen” reconocimiento juridico para

tener un patrimonio”

Esto indica que las políticas públicas y programas destinados para la atención de las víctimas

del conflicto armado carecen de un enfoque diferencial con perspectiva de género, reduciendo

los criterios de igualdad en un espacio que debe ser neutro, imposibilitando que las mujeres

cuenten con la reparación incluso material de sus bienes.

González F. (2017) considera que estos procesos de restauración deben ser cuidadosos, por

eso se debe aplicar el enfoque de acción sin daño, para no segregar nuevos conflictos entre los

actores sociales. Todos los procesos de justicia transicional son estructurados con base en la

igualdad y equidad, ya que su función es mejorar la calidad de vida de las mujeres que han sido

víctimas del conflicto armado y no convertirse en las acciones que empeoran el panorama para la

víctima o genere nuevas a partir de un proyecto que solo buscaba el bien común.

Para concluir este ensayo es importante reflexionar que el panorama de la mujer

históricamente se ve marcado por la violencia, discriminación, subordinación y exclusión social,

por parte del Estado no se desarrollan los programas y proyectos que diseñan en sus políticas
públicas, como medidas para contrarrestar las problemáticas particulares de esta comunidad.

Quizás no se le da importancia por no considerar el comportamiento holístico de la violencia

contra la mujer, al final los conflictos internos hacia ellas dictaminan la dinámica de una familia,

al ser esta la jefa del hogar, puesto que su único anhelo es poder sacar a su familia adelante pero

no cuanta con las herramientas adecuadas que le ayuden a superar esas adversidades.

Se recopila desde el Trabajo Social diversos enfoques y campos de acción para intervenir a las

mujeres víctimas del conflicto, el enfoque psicosocial se convierte en el eje de todas las

intervenciones hacia ellas, mediante este es posible analizarlas en su entorno e incrementar las

redes de apoyo para que la transición hacia la nueva sociedad que las acoja esté fundamentada en

la cultura de la paz.

Se trata de una cultura que rechaza la violencia como forma de respuesta a un

conflicto, y prima mecanismos como el diálogo y la negociación. Se basa en principios

que generan comportamientos de paz teniendo presentes los derechos humanos. Cabe,

por eso, destacar la importancia de los procesos de socialización que se producen en el

ámbito comunitario, en los cuales, a través de la interacción de sus individuos entre sí

y con el entorno, se transmiten y aprenden una serie de valores que determinan

comportamientos futuros en la gestión de conflictos. (Sesma & Girela, 2013, p. 222)

Entonces la clave es que el pueblo colombiano conozca de las virtudes que la cultura de paz

puede traer para todos, incluyendo las comunidades más vulnerables, víctimas y victimarios,

puesto que cada uno es un pilar fundamental para lograr el desarrollo comunitario que se espera

traiga prosperidad y una vida digna.


Las mujeres víctimas se verán muy favorecidas dentro de la cultura de paz, donde la equidad

para todas las partes pueda generar nuevas oportunidades laborales, acceso a beneficios estatales,

ya sea por remuneración económica o por la participación en los distintos programas y proyectos

provenientes del accionar de las políticas públicas, pero ante todo el mayor logro de la cultura de

paz es la garantía de que sus derechos fundamentales sean respetados a diferencia de lo ocurrido

durante el proceso de victimización que les arrebato su anterior vida.

Por su parte el enfoque de acción sin daño le otorga contextualización a la intervención con la

finalidad de no generar otros conflictos, “plantea la importancia de comprender y actualizar

sistemáticamente el análisis del contexto y el análisis de los conflictos presentes” (Vela,

Rodríguez, Rodríguez y García, 2011, pp. 87-88, citado en Duque, 2016).

Permite darle dinámica a las intervenciones, el Trabajador Social tiene la capacidad de

estudiar a fondo la mujer víctima del conflicto, conocer sus puntos débiles y fuertes, para que

aquellos que necesiten atención delicada se transformen en el motor de arranque para la

resiliencia y la superación de las adversidades, pero sin duda manteniendo un límite debido a la

volatilidad proveniente del manejo de emociones en las mujeres, porque un pequeño quiebre

producirá incrementar secuelas del pasado que interrumpen el cumplimiento de los objetivos de

la intervención.

El Trabajador Social aprenderá a adaptarse según transcurran los procesos dentro del campo

de acción, se producirán reajustes en las metodologías, los modelos serán aplicados según el

grado de acogimiento por la comunidad, no todos responden de manera asertiva ante las

actividades y sin duda para alcanzar los cambios significativos que requiere la intervención con

mujeres víctimas del conflicto es de vital importancia la participación activa de toda la

comunidad que compone su entorno social.


(…) no existe una única manera de entender el método científico y que una verdad no es

aplicable en todas las comunidades porque las realidades sociales son dinámicas y esto

amerita que el desarrollo de las estrategias sea casi único; de esa forma podemos

proponer la formulación de proyectos, planes y programas con un cambio de rumbo que

venga determinado por los propios actores que toman conciencia de sus diferencias y

favorecen tanto el encuentro como el conflicto y sus formas de enriquecimiento.

(Jiménez, 2018, p. 153)

El enfoque diferencial aporta la selectividad de la población y la planificación estratégica de

las acciones con el fin de atender directamente las necesidades de las mujeres víctimas del

conflicto armado. En la etapa previa a las intervenciones se hace fundamental el diagnostico

riguroso de la comunidad para conocer su realidad social, ahora es importante mencionar que no

solo se debe aplicar para la intervención, sino que el enfoque diferencial definirá la estructura de

las políticas públicas, porque para alcanzar la integralidad en la atención de las víctimas se debe

tener en cuenta con especificidad las dimensiones inherentes de cada grupo, por ende, las

políticas públicas deben se incluyentes y diferenciadoras.

Las acciones que el Estado implementa mediante los programas y proyectos, que al final

requieren del apoyo por parte de los profesionales del Trabajo Social, buscan resultados

limitados en tiempos específicos por la duración de dicha intervención, es algo errado pensar en

la trasformación de una sociedad con solo esfuerzos tangibles y temporales, existen modelos

enfocados en la socio-educación que permiten brindar herramientas a los beneficiarios directos e

indirectos con las cuales pueden seguir creciendo individual, familiar y comunitariamente, por

que sin duda una sola persona no podrá marcar la diferencia en la lucha ardua por el respeto de

los derechos de los más necesitados y sobre todo de las mujeres cabeza de hogar.
Los Trabajadores Sociales deben dirigir sus intervenciones hacia la reparación integral,

cuando se trata de accionar sobre las mujeres que han sido víctimas del conflicto armado, no solo

se debe denotar los factores económicos como los más importantes, aunque la sociedad supone

inferioridad de oportunidades para ellas; los componentes sociales, culturales y políticos influyen

en la inclusión de las mujeres en la sociedad que las acoge después de vivir la época de la

violencia.

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