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Revista de Educación Social y Pedagogía Social del Uruguay N°4, Octubre 2020.
IAES – CFE. ISSN: 2393 – 7432
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Revista de Educación Social y Pedagogía Social del Uruguay N°4,
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Sumario
EDITORIAL............................................................................................................................. 3
ARTÍCULOS........................................................................................................................... 5
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ARTÍCULOS
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Resumen
Este trabajo tiene por objetivo proponer como método de investigación en pedagogía social
la sistematización de experiencias socioeducativas. Partimos de tres premisas: a) todo
proceso de investigación organiza acciones, técnicas y metodologías para producir
conocimiento; b) las prácticas socioeducativas son una fuente valiosa de acceso a saberes
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Adherimos a una concepción estructural de la pedagogía social que “postula que no hay
necesariamente una relación de correspondencia unívoca entre la ciencia y lo real (en esto
se diferencia del positivismo); pero sí establece que las teorías son capaces de explicar algo
de lo real (y en eso se diferencia del idealismo).” (Núñez, 2010, p.308) Las prácticas
encarnan un modo de pensar que tiene repercusiones en lo real. Las concepciones sobre
los sujetos y sus posibilidades y formas de aprender, acerca de las funciones de los
educadores o sobre la finalidad de las organizaciones, solo por mencionar tres aspectos,
tiene repercusiones en el ejercicio de la educación. Como refiere Agamben -citando a
Zenón-, cuando reconstruye la arqueología del oficio, la práctica de un oficio comporta una
acción con una razón plausible. (Agamben, 2012)
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El artículo se organiza en tres partes. En primer lugar, revisar algunos aspectos históricos de
la pedagogía social, con especial énfasis en el vínculo teoría-práctica. Identificamos en las
prácticas de sistematización una estrategia potente de producción y conceptualización que
trabaja entre teorías y prácticas.
Hace tiempo que nos ocupa la cuestión del saber y la producción de conocimiento en el
campo de la educación y la pedagogía social. La pedagogía social en Uruguay se ha
consolidado a partir del reconocimiento y el estudio de un conjunto de práctica que los y las
educadores sociales, y sus predecesores han desarrollado en lo social amplio, en general
con otros profesionales y actores del híbrido campo socioeducativo. (Silva Balerio, 2015)
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pedagogía como “reunión mutua y dialéctica entre teoría y práctica” (p. 276) y al pedagogo
como un practicante teórico de la acción educativa.
Mejía (2008) explica que históricamente la sistematización se ha vinculado con las prácticas
desde diferentes perspectivas. En el comienzo cercano a las prácticas de evaluación, luego
en ámbitos de investigación y en el devenir histórico ha construido su status propio: “La
sistematización hoy es un terreno de saber que se ha constituido en un campo propio,
permitiendo que la práctica de los sujetos y actores sea convertida en un lugar de saber.”
(Mejía, 2008, p.8)
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...la educación social emerge como una propuesta que particulariza la acción colocando a
los sujetos como centro, configurándose en nodo que articula para el sujeto o grupo un
conjunto de recursos dispersos. Su finalidad es establecer cartografías de participación
social, que permitan componer una situación educativa que habilite campos de socialización
y participación ciudadana. El educador profesional, en este planteamiento, deviene un
director de orquesta que ejecuta una partitura co-escrita (compuesta) con los sujetos de la
educación. Esa coautoría, previa y simultánea a la ejecución de la pieza, remite a una
relación (educativa) de trabajo hacia un mismo objetivo. Se trata de una composición
conjunta, respetuosa de los tiempos acordados y de los lugares y responsabilidades
compartidas. (Fryd y Silva Balerio, 2010, p.57)
El verbo sistematizar tiene un primer sentido que refiere a la acción de “organizar algo según
un sistema” (RAE) y el adjetivo sistemático remite a “que sigue o se ajusta a un sistema.”
Tiene que ver con la organización de un conjunto de información, en nuestro caso de
conceptos y categorías pedagógicas, en relación con un conjunto de reglas o principios.
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Otro de los sentidos compartidos por varios autores tiene que ver con una función de la
sistematización para la ratificación y rectificación de las prácticas (Cano, Migliaro,
Giambruno, 2017, p.13), para poner en acción -como sostiene Jara (1994, 2018)- una
interpretación crítica que fortalece los procesos de construcción colectiva sobre la educación
y la transformación social.
“... la disciplina que tiene por objeto (formal y abstracto) la educación social. Se
ocupa de: el análisis crítico de las prácticas sociales educativas que se instituyen
como dispositivos sociales; el análisis de las políticas sociales en las que tales
prácticas educativas se inscriben; la valoración de los efectos que producen (en
términos de realidad social); la elaboración de nuevos modelos de acción social
educativa.” (Núñez, 1999: p.25-26).
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que encuentran en sus respuestas el primer relato del cual saldrán organizadas las
líneas de fuerza, que en la negociación cultural del equipo sistematizador son
aclaradas y definidas. Emergen los sentidos y visibilizan el valor nuevo que se
encuentra en estas prácticas. Es ahí, entonces, cuando la experiencia toma forma,
no como un ejercicio mecánico de pasar de la práctica a la experiencia, sino como
parte del momento en el cual los actores encuentran que esa riqueza componente de
su práctica debe mostrarse como aquello que han realizado mediante una
producción categorial.” (Mejia, 2008, p.15)
3.1.2. Sistematizar permite captar lo singular de una práctica: las acciones, los supuestos
conceptuales y los efectos de realidad que producen. Cada experiencia educativa aporta
elementos para nuevas prácticas, en tanto se aprende de ella. De esta manera la
sistematización dialoga con las prácticas en su situación, si bien produce en singular, se
ofrece para pensar y analizar las producciones colectivas.
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3.1.5. Sistematizar produce saber durante el proceso, enuncia, dialoga con las prácticas y
construye una forma de contarlas. Esas narraciones, imágenes, producciones no resultan
una verdad contrastada, quien sistematiza está dispuesto a aprender en el proceso de
trabajo. No hay nada que corroborar ni algo particular a buscar, durante la sistematización
se construyen categorías de análisis, se identifican puntos de interés, nodos problemáticos,
dilemas y otros aspectos que promueven el pensamiento sobre la experiencia.
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3.1.7. Sistematizar como medio de acceder a la compresión profunda de por qué hacen lo
que hacen, y qué efectos son previsibles. Podemos asimilarlo a un modo de elucidación en
tanto “es el trabajo por el cual los hombres intentan pensar lo que hacen y saber lo que
piensan.” (Castoriadis. 2007:12) Una forma interrogación sobre el hacer y sus relaciones con
el saber de otros. Tal vez, un tipo de elucidación disciplinar, ya que, desde la pedagogía
social, en tanto reunión mutua de una teoría y una práctica, no ya en la misma persona, sino
en un conjunto de educadores que reflexionan sobre sus prácticas sostenidos en un acervo
teórico-práctico colectivo. Desde esta perspectiva de entender la investigación en pedagogía
social proponemos que educadoras y educadores se paren sobre los hombros de quienes
nos precedieron. Haciendo énfasis, además de los teóricos o filósofos de la educación, en
los pedagogos, esos educadores que -practicantes teóricos de la acción educativa-
(Houssaye, 2015) encarnan en su acción una teórica pedagógica.
Según Coller “un caso es un objeto de estudio con unas fronteras más o menos claras que
se analiza en su contexto y que se considera relevante bien sea para comprobar, ilustrar o
construir una teoría o parte de ella, bien sea por su valor intrínseco”. (Coller, 2000:29) El
autor sostiene que el éxito o fracaso depende de la construcción del caso, es decir, de la
justificación de su elección por su naturaleza o relevancia. (Coller, 2000)
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espacio donde se desarrolla, los actores participantes, las formas que ha tomado la práctica,
los efectos, la trascendencia histórica, los relatos construidos.
Es una tarea minuciosa, requiere de un método que habilite el diálogo con la mayor cantidad
de actores que sostienen las prácticas. Identificamos en la escucha activa, la revisión
documental y la producción narrativa como tres actividades claves del proceso.
La escucha activa lleva a la inmersión en la experiencia de los otros, permite entrar en la
racionalidad de los actores que llevan adelante la experiencia. Se suspende el juicio y se
busca comprender las acciones, explicaciones y sentidos desde los discursos de los
actores.
La revisión documental prestar especial atención a un conjunto de objetos que han sido
parte de la experiencia y guardan en sí mismo información relevante. Los actores en dialogo
con estos soportes dotan de densidad el análisis. Fotos, videos, archivos, documentos,
cuadernos de campo, notas, objetos, esquelas son parte activa del proceso de producción y
sistematización.
La producción narrativa es una posición a ocupar para producir. Se asemeja a la figura del
narrador que Walter Benjamin identifica por su “orientación hacia lo práctico”. Como
sentencia Benjamin “el arte narrar se aproxima a su fin, porque el aspecto épico de la
verdad, es decir, la sabiduría, se está extinguiendo.” Ante esta afirmación, asumimos el
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2 Nos referimos al saber hacer en situación, relación educativa, prácticas de enseñanza y promoción social,
invención de escenarios educativos promotores de aprendizajes valiosos para los sujetos de la educación.
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El modelo no es objeto de imitación, o forma ideal replicable, no es una maqueta que pueda
ser reproducida o calcada. El modelo se puede exponer a valoraciones, evaluaciones o
mediciones, pero no es aplicable a otro objeto. Un modelo es un “constructo hipotético que
genera efectos de realidad”. (Núñez, 1990: 34) Los modelos presuponen lo real y obran
poniendo en acto un funcionamiento material para describir y transformar, estableciéndose
como mediadores entre lo real y la acción.
“El modelo se define por su validez operante: vale en tanto que explica. Así, hablar
de modelo es hacer referencia a una pluralidad de enunciados posibles de realidad.
Se opone a la voluntad totalizadora (homogeneizadora) del sentido común” (Núñez,
1990: 35)
“Modelo educativo es constructo teórico que produce efectos de realidad social. Se
tratará, pues, de conceptualizar los presupuestos epistemológicos en los que se
inscriben diferentes modelos educativos en el tema de la inadaptación social y de
registrar los efectos que en términos de realidad social han producido.” (Núñez,
1990: 36)
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centro educativo hasta una política educativa como un todo estructurado y significativo,
regido por normas que dan estabilidad y organizar su funcionamiento.
c) Con Lacan, Núñez sostiene que la estructura preexiste al sujeto, ya que este es efecto de
la estructura, lo que implica la reintroducción de la noción de sujeto a la estructura, y
consecuentemente renovar la centralidad del sujeto en la pedagogía social. En oposición a
lo que sostienen Saussure y Levi-Strauss para quienes la estructura es total, Lacan la define
como “un no-todo”. Una relación entre la estructura actual y virtual:
La unidad básica del modelo de educación social propuesto por Núñez resulta de la
composición y relacionamiento particular de los siguientes elementos:
El proceso de trabajo lo organizamos en tres momentos que, si bien con fines formativos los
presentamos de forma sucesiva, no se producen de forma lineal, acumulativa y progresiva,
sino que van superponiendo en distintos grados de complejidad.
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Proponemos utilizar el concepto de modelo de educación social como una máquina óptica
para tomar de referencia y poner en relación con el mapa descriptivo que fue elaborado. Se
trata de una construcción teórica para captar las distintas dimensiones de la experiencia y
organizarlas en torno a algunas categorías. Un modo de abordarlo es mediante algunas de
estas preguntas:
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Esos saberes de las prácticas están en constante riesgo de disolución, de hecho, mucho de
ese saber se pierde cuando no es comunicado, por no pasar a un formato escrito o
audiovisual que permita su preservación. Ello no significa ensalzar o sacralizar como
preludio de la repetición, por el contrario, todo acto de preservación es una práctica de
recreación infiel.
Bibliografía
Agamben, G. 2012. Opus dei, arqueología del oficio. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora.
Benjamin, W. [1936] 2001. "El narrador". En Iluminaciones IV, Para una crítica a la violencia
y otros ensayos. pp.111-135. Madrid: Taurus.
Cano, A., Migliaro, A., Giambruno, R. 2017.(comp.) Apuntes para la acción: Sistematización
de experiencias de extensión universitaria. Montevideo: Extensión Universitaria, Udelar.
Campagno, M. y Lewkowicz, I. 2007. Historia sin objeto y derivas posteriores. Buenos Aires:
Tinta limón.
Fryd, P., Silva Balerio, D. 2010. Responsabilidad, pensamiento y acción: ejercer educación
social en una sociedad fragmentada. Barcelona: Gedisa.
Houssaye, J. 2014. Formar en pedagogía, sí, ¿pero cómo? Estudios Pedagógicos, XL,
pp.275-283
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Núñez, V. 1999. Pedagogía social, cartas para navegar en un nuevo milenio. Buenos Aires:
Santillana.
Pastore, P., Silva Balerio, D. (Coord.) 2016. Martirené, trazos y legados de una experiencia
pedagógica (1969-1976). Montevideo: Carlos Álvarez Editor.
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Resumen
El siguiente artículo busca compartir una primera sistematización, líneas de análisis y
reflexiones a partir del desarrollo de un proyecto formativo específico, centrado en el
acompañamiento a estudiantes próximos al egreso y egresados de Educación Social, en sus
primeros años de inserción en el desempeño en proyectos del campo profesional.
Podríamos iniciar este apartado con una afirmación arriesgada en lo generalista aunque
quizás, no inexacta: en toda disciplina, la formación inicial resulta una etapa inacabada, que
no agota los saberes y reflexiones que la práctica requiere, que solicita ser continuada en
procesos posteriores. Encauzar esa necesidad a través de lo que suele nominarse en los
ámbitos académicos como formación permanente, es una opción posible. Esto último, que
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constituía una idea compartida en el equipo en 2017, se fue confirmando a partir de nuestra
participación en algunas propuestas de formación relativas a la temática de
acompañamiento y de avanzar en el rastreo producciones y sistematizaciones de
experiencias.
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“Me gusta lo que hago pero no sé cómo hacerlo” (Antelo y Alliaud, 2011, p. 15) sería una
expresión que da cuenta y sintetiza la percepción de una insuficiencia: la de la enseñanza
del oficio. Algo de esto parece ocurrirles a los estudiantes incluso al llegar al final del último
curso del área Práctico, evidenciando lo necesariamente inacabado de una formación inicial,
incluso en lo que refiere a los saberes y puesta en práctica de aquello que haya sido más
ensayado, que haya estado más solicitado y presente en las prácticas durante la formación.
Ocupar un lugar institucional, formar parte de los equipos desde esa doble percepción -de
debilidad en el hacer y fortaleza en los modos de relación y concepción del otro- puede
dejarnos en una compleja encrucijada, una mixtura que ubique nuestra función
(exclusivamente) en el rol de amables guardianes del encuadre institucional (Fryd y Pérez;
2009, p. 183). Este riesgo oficia como coartada y amenaza permanente, probablemente
cualquiera sea el ámbito del campo, esta posibilidad acecha. El empobrecimiento o
vaciamiento de la función al ejercicio de una combinación de lo tutelar y lo remedial sigue
siendo una de las formas que adopta la desprofesionalización. Que la tarea se desarrolle
exclusivamente desde esas lógicas aparece, en ocasiones, como necesario y suficiente
desde los encargos institucionales. Dicho de otro modo, el trabajo desde la ampliación
cultural para el establecimiento y fortalecimiento de las relaciones con el saber con asuntos
de la cultura variados suele no aparecer como una demanda desde lo institucional. Cuando
la presencia de estudiantes avanzados se da en el marco de la Práctica, los sentidos y
cursos de acción, sus alcances, la distancia entre la expectativa y necesidades definidas por
la institución y a lo que es relevante dar lugar, poner en práctica, poder ejercitar desde la
formación; suele ser territorio de acuerdos y reacuerdos en el proceso de Práctica entre
quienes ofician como referentes de la formación y quiénes lo hacen desde el centro de
práctica. Cuando ya no se trata de un proceso de práctica sino de experiencias laborales en
los primeros tiempos de inserción en campo, algo de aquellas consideraciones y
habilitaciones parecen caer. Cuando los roles son ocupados no ya desde la condición de
estudiante, los encargos aparecen con más presencia, buscando ocuparlo todo. La
experimentación de estas ´nuevas condiciones´ aparecen en los estudiantes y egresados
2Contamos con evidencia en este sentido. En el marco de un proyecto de indagación sobre las prácticas pre-
profesionales de Educación Social en Educación Media, desarrollado en 2018 desde la Línea Prácticas
educativas en ámbitos escolares (IAES-CFE), se estudiaron las cualidades de la acción llevada adelante por
estudiantes avanzados. Específicamente se trabajó en la sistematización y caracterización de aquello que ocupa
a los y las estudiantes de educación social y en las formas particulares en que se desarrolla, las decisiones
metodológicas implícitas y explícitas en los procesos de acción. Indagar en ello permitió encontrar un claro
desplazamiento de las líneas de acción, que incluyen de modo relevante y significativo la ampliación de la
propuesta cultural del centro, cuando la acción se desarrolla en el marco del curso de Práctico III; a
prácticamente un borramiento de esa dimensión y la atención a la continuidad educativa de modo directo a partir
de procesos abordados en modalidad de trabajo individual, una vez que los y las estudiantes egresan del curso
de Práctico y permanecen en los centros desempeñándose fuera de ese encuadre
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como coyunturas de alta exigencia, cara a cara con el campo y sus instituciones. Esta
conjunción que podríamos nombrar como el estar en la práctica sin estar ya en el Práctico,
genera un escenario especialmente propicio para nuevos planos de aproximación al
aprender el oficio, para aprendizajes en torno a esa condición de obrar, esa capacidad de
acción y su puesta en acto (Larrosa, 2018).
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A partir de lo anterior fuimos afirmando la puesta en marcha del proyecto, pensando en dar
lugar a alguna modalidad que ofreciera en conjunción, por una parte, continuidad no idéntica
al espacio de supervisión tal como se configura en los cursos curriculares de grado y, a la
vez, que ocurriera desde la opción política de radicarlo en el la órbita de la formación y la
educación pública.
3 En consonancia con el marco normativo vigente y acuerdos internacionales ratificados por nuestro país, se
viene desarrollando desde 2011 el Programa Noveles en el marco del CFE-ANEP. El mismo se ha valido de
evidencia a partir de investigaciones desarrolladas por referentes académicos de nuestro medio para diseño y de
la evaluación de las modalidades en que se ha implementado cada año desde su inicio para basar en ello las
sucesivas revisiones y las modificaciones que se fueron entendiendo necesarias (Maciel de Oliveira, 2016;
Nossar, 2016), situándose en el escenario de proyección institucional como una de las líneas de
profesionalización vinculada a la función de extensión (Acta 8. Res.23 / 2020, CFE-ANEP)
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La propuesta tomó finalmente como punto de partida algunos aportes acerca de los
fundamentos y dispositivos de acompañamiento a noveles, tanto en nuestro país como en la
región, para diseñar a partir de ellos una propuesta que tiene por finalidad contribuir a la
construcción de la identidad profesional de los/as noveles educadores/as sociales en base a
la reflexión sobre las propias prácticas y el trabajo colaborativo, contemplando las
particularidades del campo y la situación actual de la formación. Las modalidades en torno a
las que se estructuró el acompañamiento son: encuentros de covisión y seminarios-taller,
transversalizados por el estudio de profundización y la escritura.
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El mismo surge de un acuerdo de trabajo y viene contando con resoluciones favorables por
parte del Consejo de Educación Secundaria (CES) y el CFE, específicamente entre el
Departamento Integral del Estudiante (DIE) del CES y el Instituto de Formación en
Educación Social (IFES) del CFE.
Este proyecto significa que estudiantes avanzados de Educación Social, que ya hayan
cursado y aprobado en el año anterior la última práctica pre-profesional de la formación de
grado en el IFES, participen de un proceso de formación ligado a su desempeño en liceos
públicos del Área Metropolitana. La presencia de los estudiantes en estos centros ocurre
bajo la figura construida para la ocasión de “pasantes de educación social”,
desempeñándose con horas docentes, en el marco de los equipos educativos referenciados
técnicamente por el DIE.
4 Resolución 23. Acta N°22. Fecha: 3 de julio de 2018. Resolución 39. Acta N°3. Fecha: 12 de febrero de 2019.
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Aquello que Cornu (2017) desarrolla en relación al acompañar, trasciende el estar pasivo; no
es cualquier presencia, es un modo de presencia que se expresa -no siempre, no todo el
tiempo, pero tantísimas veces- en un ´estar con un sinfín de gerundios´: “…acompañar es
una forma de compañía que hace al pase, activando y actualizando lo que pone en acto
compañías: significaciones dialogadas, acciones deliberadas, actuar compartido” (p. 103). El
encuentro se textura también y muy especialmente, de aquellos modos de ser compañía, de
eso que va produciendo el “hacer entrar en la humanidad como compañía” (Cornu, 2017, p.
103).
Por otro lado, las covisiones parten de entender que el trabajo profesional de las educadoras
sociales tiene mucho que ver con lo artesanal, en el sentido de que no existen formas de
operar desde la masividad y la uniformidad de prácticas. Entender y atender a una
construcción artesanal del trabajo profesional tiene que ver también, con compartir modos
de hacer y de ir tomando decisiones en función de percepciones singulares. Asumir una
percepción singular tendría que ver con asumir lo relativo y contingente de nuestros
trabajos, así como la identificación de modos de percibir, ser y estar en el mundo que no
necesariamente tienen por qué adecuarse a ideas o modelos preconcebidos. A su vez, el
proyecto se predispone a un acompañamiento que se basa en la existencia de una idea de
praxis basado en la obra de Freire. En este sentido, se trabaja en relación al análisis
contextualizado de lo que surge de la práctica, para volver a ella con nuevos
posicionamientos formativos y profesionales.
El proyecto tiene en cuenta cuatro ejes organizados en torno a la práctica profesional y pre-
profesional, desde y para esa práctica, que traman el carácter formativo del mismo:
I. Estar y hacer en el campo: El trabajo de los y las “pasantes de educación social” en cada
uno de los liceos
II. El dispositivo de covisión: acompañamiento específico por medio de espacios grupales
III. Ampliar lo pensable5: profundización temática a través de jornadas y seminarios-taller de
profundización en instancias de estudio, intercambio y reflexión con referentes en la
temáticas definidas como inquietudes o actualización
IV. Escribir la praxis: narrativa, registro y producción sobre el proceso
555 Apelamos aquí a la expresión que ofrece Frigerio (2007) para nombrar la finalidad de las propuestas de
profundización temática organizadas en el marco del proyecto. Referenciarlas de este modo, da cuenta de
aquello que ha oficiado como criterio de búsqueda y selección de las temáticas en cuestión: aquello que inquieta
y en torno a lo que el marco conceptual y la reflexión disponible, no alcanza. Lo que se escapa a poder ser
pensado, aún.
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Las covisiones, en el marco del proyecto en cuestión, fueron elaboradas como un dispositivo
específico que permite operativizar la conceptualización de ´lo que es entre´, de lo conjunto
que aparece en las referencias anteriores y que García Romero enuncia explícitamente: “el
acompañamiento es una construcción compartida entre los sujetos” (2012, p.14). Se apela a
la modalidad de covisión como una de las que entendemos mejor posibilita una construcción
colectiva de la posibilidad de hacer. La covisión oficia como posibilidad de espejo-ventana
(Gutiérrez, 2006). Traccionando la metáfora que Gutiérrez elabora para otros asuntos de las
prácticas educativas el tiempo. Identificar lo que se piensa, reconocer nuestros supuestos, el
marco y enfoque, a qué discursivamente afiliamos cuando afirmamos una idea; reconocerse
allí para ampliar, para abrir y mirar más allá. De eso se trata, en parte, el espacio de covisión
como dispositivo de profundización en la enseñanza del oficio.
Ferry (1990) afirma que “formarse no puede ser más que un trabajo sobre sí mismo”, claro
que esta formación no es en solitario, es sobre sí, pero con otros, quienes necesariamente
ofician de “mediaciones” (Ferry, 1990). Las diferentes formas de relacionarnos con la teoría
y la práctica y la intención de fortalecer un sentido de trama, de comprender a ambas en
necesaria interrelación, no son individuales, sino grupales, comunes.
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cursos del área Práctico. No se trataba ni de extender lo conocido del curso de Práctico, ni
de ´completar´ lo que el curso de Práctico (no) ofreció. Esto supuso un trabajo necesario e
intencionado para que los encuentros fueran percibidos como espacios colectivos, de
intercambio, favorables para un mejor quehacer en el campo; algo que, verdaderamente, co-
construimos y se nos va, paulatinamente, volviendo necesarios y propiciadores de un estar
haciendo mejor. En cierta medida, desandar y desarmar la participación y la disposición
desde la representación de los y las pasantes sobre los encuentros como una ´clase´.
Deslindar, para este caso al menos, formación de evaluación, fue una necesidad al inicio
para transformar el constructo ´espacio de formación´ y, particularmente, los motivos y
sentidos de formar parte de uno de ellos.
Durante 2018 y 2019 se han realizado encuentros de trabajo y seminarios con especialistas
vinculadas a lo educativo. En este sentido, cabe resaltar que algunas de las estudiantes-
pasantes participan también de proyectos de investigación que son independientes, pero
funcionan dentro de la misma Línea de “Prácticas educativas en ámbitos escolares”.
Específicamente, la gestión tiene que ver con la realización de una instancia abierta a todas
las personas que quieran participar y luego instancias en modalidad de seminario-taller
específicas con quienes participan del proyecto.
En 2018 se desarrollaron dos de estos encuentros. Uno de ellos, con Silvia Duschatzky, en
el que se trabajó durante dos jornadas en torno a los conceptos relativos a la política de la
escucha como un modo de pensar los ámbitos escolares. El otro, con la Dra. Laura Cerletti,
relativo a las relaciones entre familias y esuelas y el trabajo con familias desde los ámbitos
escolares. En 2019, se desarrolló un seminario a cargo de la Dra. Diana Milstein, de
profundización conceptual y elaboración de proyectos de investigación en co-producción con
niños, niñas y adolescentes. Los tres seminarios-taller compartieron algunos acuerdos de
estructura y dinámica: tuvieron una duración de dos jornadas completas, una de ellas
centrada en la profundización teórico-metodológica y una segunda, centrada en intercambio
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Yo escribo! dijo mientras nos movíamos levantándonos con la lentitud de un lunes de agosto
ya tarde y frío, en el saloncito chico pero mal iluminado. Que para la próxima escribo yo, dijo
C. El compromiso de autoría de la escritura que nos va a dar tema y a ocupar en el siguiente
encuentro es -o intentamos cada vez que sea- la forma en que cierra cada encuentro. Ese
gesto hecho de palabras que trata de afirmar que esto, de momento, sigue. Que haya sido
como haya sido lo que hablamos y pensamos hasta los minutos anteriores, es parte, pero no
todo. Que hay más. Cuando estos encuentros y las reflexiones nos llevan a territorios
angustiantes, que confunden, que desbordan, cuando ya no se trata solamente de lo
incómodo sino de lo ingrato o de adentrarse en lo insoportable de las instituciones
(Rodríguez, 2016) la ceremonia de proponerse para la autoría de la siguiente, alivia,
sostiene. Saber que habrá otro encuentro más, otras palabras, otras inquietudes, tiene el
doble efecto: tranquiliza saber que esto sigue y tranquiliza saber que esto -aquello en lo que
nos sumergimos esta vez- no ocupa todo.
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Ese día habíamos trabajado a partir de una preocupación que sintetizamos en dos
preguntas: ¿hasta cuándo insistir en una alternativa, en hacer algo distinto a lo que los
demás piensan en un equipo? ¿por qué seguir proponiendo alternativas a algo? ¿cómo
sabemos si lo mejor, si el ´hacer bien´ o lo único que se puede hacer no es esa propuesta o
decisión, ese modo de hacer que no compartimos? ¿qué hacer con la discrepancia a la hora
de la toma de decisiones? ¿es posible traccionar aquella idea del don que no conlleva
deuda (Frigerio, 2004) al funcionamiento y sentir en el marco de un equipo cuando las
decisiones no acompañan nuestras propuestas?
La situación que alojaba estas inquietudes tenía que ver con las decisiones y acciones a
causa de tensiones en el relacionamiento entre estudiantes del centro y otros adolescentes
que llegaban cada día en el cambio de turno. Quién aportó la escritura ese día contaba su
discrepancia con el punto de partida, con la propia definición de que allí, en esa presencia
de otros adolescentes, es donde había un problema. Sin embargo, los episodios se iban
sucediendo y aquello que ella sostenía cuando esto empieza a ser tema de preocupación
para el equipo, se va incrementando en tensiones y episodios de violencia entre los
adolescentes.
Las lecturas y reflexiones con las que acompañamos aquellas preguntas iban dando lugar a
nombrar un nudo presente una y otra vez en los primeros tiempos de inserción en el campo
y que insistimos, hasta encontrar, la forma de nombrar el plano en el que se inscriben
algunos malestares: nuestra relación con el ´no´ institucional. Estar en el campo, sostener el
oficio en los marcos institucionales del campo, nos enfrentan recurrentemente a un límite,
figuras y expresiones del no, eso aquí no6. Ese freno aparece en los relatos de los y las
estudiantes como algo mucho más marcado y hasta más hostil que en el registro de la
experiencia como practicantes. Parece, podríamos hipotetizar y así lo hicimos en los
encuentros, que el lugar de pasantes -y probablemente más aún en el ejercicio profesional
desligado de todo proceso de formación- ya no cuenta con ciertas habilitaciones, anuencias,
(¿cuidados?) que sí aparecían cuando ellos y ellas mismas se encontraban en posición de
practicantes. Los encargos, y por lo tanto aquello que institucionalmente se entiende como
no prioritario o incluso no pertinente a nuestra función, se rigidizan y eso que dimos en
llamar el no institucional, aparece claro y fuerte. En ocasiones ese no expresaba la
6 Nos referimos aquí a ocasiones y asuntos en los que ese límite, esa resistencia que expresa la institución,
restringe o impide el despliegue de lo educativo, cuando busca detener un hacer orientado a ampliar las
relaciones con los saberes o a proteger y potenciar el acceso a derechos. Esto es, no se trata de veces donde se
estableció un señalamiento, límite o negación a algo improcedente o fuera de lo posible en el marco normativo y
de funciones sino a aquellas veces en las que el no podría haber sido sí y, de serlo, daría lugar a instituir infancia
(Minnicelli, 2013), a ampliar el acceso a derechos de los y las adolescentes.
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Comenzamos a partir de las escrituras de las vivencias y lo que ellas producían, a intentar
encontrar buenas preguntas para pensar la práctica. Ubicar en un supuesto funcionamiento
institucional tradicional o en la radical diferencia nos llevaba a lógicas de externalización,
nos desimplicaba y, en ese mismo movimiento, nos retiraba de la posibilidad y
responsabilidad de hacer. Allí, en esas circunstancias, con esas políticas y esos
desencuentros cotidianos, hay que intentar y sostener el ejercicio profesional. Un primer
movimiento necesario es el reflexivo: asumiendo que ese no institucional ocurre, que no
cabe hacer de cuenta que no, ¿cuál es nuestra reacción?, ¿qué nos pasa, qué nos produce
ese no? Indagar esto en las conversaciones hizo que fueran emergiendo básicamente dos
posiciones: enojo y sumisión. En el primer caso estaban quienes primero y más
vehementemente traían sus sensaciones: me molesta, me saca, la odio, me dan ganas de
llorar, me daban ganas de decir bueno, bárbaro, tomá acá está mi renuncia. En el segundo
caso, las expresiones aparecían más desde algo que parecía ser amigarse prematuramente
con lo inamovible, las macro justificaciones, los lugares comunes, la inamovilidad: y sí, el
sistema es así, son lugares con mucha tradición, hasta que no cambien los planes de la
formación no hay nada para hacer.
A esto último, pusimos algunos cuestionamientos: volver a pensar entonces nuestro sentido
de formar parte de eso. Dime qué ves y te diré que piensas, es un ejercicio interesante en
estos encuentros para tramar un modo de relación teoría-práctica. Si la lectura es desde lo
monolítico, desde lo totalizante, desde unas generalizaciones apriorísticas y
extremandamente apuradas, que no dejan de ser un modo de operar de la máquina de
etiquetar, ¿para qué estamos ahí?, ¿cuál sería un buen motivo entonces para formar parte?,
¿cuál sería el argumento ético para estar en donde hasta ayer no estábamos, podríamos no
estar y estar es no hacer? Si todo es estructura, solo estructura, si no hay dinámica, si no
hay sujeto, ¿para qué?, ¿cómo nos explicamos a nosotros mismos el formar parte de eso?
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ii. por un lado va la reacción que la aparición de ese no nos genera, la reacción espontánea,
personal, que tendría y, por otro, la que muestro, la que visiblemente tengo: el ejercicio
profesional, lo que en él voy poniendo en acto no siempre coincide con mis formas
personales sino que está mediado por unos objetivos, una estrategia, un campo de fuerzas
que nos incluye.
iii. al no institucional se lo mira a los ojos con calma, se le presta una mirada atenta para
tratar de identificar qué nos dice, a qué viene: el no institucional dice de lo instituido pero
quizás, si nos disponemos a la escucha, dice también de nosotros. ¿Hay algo de la forma en
que presentamos un discurso que provoca o detona ese no? O al menos, ¿hay algo de la
forma en que podríamos plantear nuestra posición que podría diluir ese no? ¿A qué es el no:
a la forma de la solicitud, a la idea, a la incertidumbre que puede producir, a los cambios que
decir sí acarrearía?
iv. con el no institucional hay que ver cuándo se lo enfrenta y cuándo se lo rodea. Un camino
a intentar y que muchas veces resulta es rodearlo más que atravesarlo, caminar en sus
bordes, ir eludiéndolo.
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sociales, no en un sentido individual sino en una construcción colectiva entre personas con
diferentes experiencias vitales y laborales.
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Resumen
El trabajo socioeducativo que se presenta en este artículo se llevó a cabo en el año 2014 en
la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) en el marco del programa de
Promoción de la Convivencia Saludable, el cual constituyó uno de los proyectos centrales de
la ANEP en el período 2010-20152. En el contexto de ese programa marco que amparaba la
realización de acciones e investigaciones en torno a la convivencia y la participación, se
desarrolló un proyecto cuyo objetivo era el de modificar las relaciones de convivencia en
centros de enseñanza media por vía de la promoción de la participación. Ese proyecto se
denominó Con-Parte (CODICEN-CES, 2013). En este texto, analizamos el desarrollo del
mencionado proyecto. Comprender el impacto de cualquier programa educativo no supone
únicamente detallarlo, sino dar cuenta de su proceso de creación y concreción, en el cual
pueden encontrarse las bases de su continuidad o de su extinción. El desarrollo acertado de
un programa socioeducativo depende de una comprensión de los recursos institucionales
disponibles y de sus límites. Para dar cuenta de esta historicidad en relación al concepto de
convivencia y al desarrollo de programas de acción en centros de enseñanza, es que
haremos un relato del surgimiento y nacimiento de la iniciativa Con-Parte.
Introducción
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Las instituciones participantes del Proyecto Con-parte fueron el Consejo Directivo Central de
la ANEP por vía de los representantes del Proyecto Central de Promoción de Convivencia
Saludable y el Consejo de Educación Secundaria (CES). Como se indicó, la fundamentación
3 A pesar de los esfuerzos sostenidos, el concepto sigue presente en el período también impulsado por el
Consejo de Educación Secundaria tal como se observa en la firma de un acuerdo entre el Consejo de Educación
Secundaria y la Universidad de Cambridge para realizar un estudio sobre el nivel de violencia existente en
centros educativos en Uruguay, estudio se enmarca en el foco teórico del bullying. Este acuerdo
(https://www.elobservador.com.uy/nota/universidad-de-cambridge-hara-estudio-sobre-violencia-en-liceos-
201292422280) dio también lugar a una importante publicación apoyada por el Departamento de Sociología de la
FCS y denominada “Hacia una política de prevención de la violencia en Uruguay” (Trajtenberg, Eisner, 2015).
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de la propuesta se basaba en los lineamientos marco del Proyecto Central de la ANEP para
concebir y pensar el conflicto y la convivencia en los centros educativo. Se explicitaba esto
en la definición de la vida escolar y la convivencia, de las instituciones educativas, de rol del
conflicto en la vida social y escolar y del rol de los adultos en este proceso (CODICEN-
ANEP, 2012: 5).
La idea era que cada uno de los docentes efectuara un diagnóstico de situación del centro
educativo que le fuera oportunamente asignado y, en función del mismo, que planificara y
ejecutara un conjunto de actividades concretas y sistemáticas tendientes a alcanzar los
objetivos trazados. Las diferentes fases de la estrategia de trabajo, desde su diseño hasta
su evaluación final, contarían con la supervisión de los referentes del Proyecto Central.
El Proyecto Con-parte focalizaba el trabajo en 8 (ocho) Liceos Públicos que dependían del
CES. Los criterios de selección de estos centros educativos habían sido acordados
previamente entre las autoridades de este Consejo y los referentes del Proyecto ponderando
las siguientes variables estructurales para la definición de los establecimientos participantes.
En relación a la ubicación geográfica, que se situaran en el área metropolitana de la ciudad
de Montevideo o en departamentos aledaños; en referencia al contexto sociocultural, que
fuera de riesgo o alto riesgo; y en relación a la oferta educativa, que fuera de Ciclo Básico.
Ello, en consonancia con el pedido de las autoridades del Consejo de Educación
Secundaria, que concebían estas acciones destinadas a centros educativos en contexto de
riesgo tanto para el proyecto Con-Parte, como en el anterior programa de convivencia de
OPP-UnaONU (Presidencia OPP-UnaONU, 2008), en que se desarrollaron acciones en 10
liceos que pertenecían al PIU5 (ANEP-CES, 2008).
4 El Proyecto Central Promoción de Convivencia Saludable, de la Administración Nacional de Educación Pública,
se crea por Resolución N° 1, Acta Extraordinaria N° 7 de fecha 30 de agosto de 2010. Por más información sobre
los lineamientos generales de este Proyecto Central consulte la página: www.convivencia.edu.uy. Hoy, al mes de
mayo de 2020, el programa se ejecuta bajo la órbita de la Dirección de Derechos Humanos de la ANEP.
555 Programa de Impulso a la Universalización del Ciclo Básico. https://studylib.es/doc/7582173/programa-de-
impulso-a-la-universalizaci%C3%B3n-del-ciclo-b%C3%A1sico
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En función de los criterios considerados los 8 (ocho) Liceos Públicos seleccionados para
desarrollar el proyecto fueron: el Liceo San Luis y el Liceo de Colonia Nicolich, ambos del
Departamento de Canelones; el Liceo Nº 13 “Ituzaingó”, el Liceo Nº42 “José Pedro
Cardozo”, el Liceo Nº 43 “Rincón del Cerro”, el Liceo Nº 50 “Prof. Jorge Chebataroff”, el
Liceo Nº74, todos del Departamento de Montevideo y el Liceo de Delta El Tigre del
Departamento de San José. La estrategia de trabajo comenzaría a desarrollarse una vez
conformado el grupo de docentes, a finales de abril de 2013, y se prolongaría hasta
diciembre de 2014, lo cual permitiría a cada uno de los integrantes del grupo transitar por el
centro educativo asignado durante casi dos años lectivos. En este sentido, la intención era
favorecer el desarrollo de una mirada de largo aliento, elemento clave en pos de la
sostenibilidad de cualquier proceso de trabajo que pretenda ser integral.
Los resultados esperados eran los siguientes: mejorar el clima institucional de los centros
educativos; fortalecer la educación en ciudadanía a través de la construcción de acuerdos,
normas y espacios de mediación en los centros educativos; poner en práctica distintas
formas de participación ciudadana donde los niños y adolescentes sean protagonistas, y
promover en los centros educativos la adopción de un sistema de reglas y sanciones
acordes a las definiciones de los principios del Código de la Niñez y de Adolescencia (CNA).
Para los docentes seleccionados para participar del programa, se proponía un curso de
capacitación con el objetivo sustancial de ponerlos en conocimiento de la filosofía del
Proyecto Central Promoción de Convivencia Saludable y detallar la tarea específica a
desarrollar. Se proponía formación en los temas de cotidianidad escolar, cultura política y
conflicto, convivencia, democracia y participación en la escuela, producción de subjetividad y
normas, pasaje de la construcción vertical a la colectiva y elaboración de acuerdos
colectivos y reglamentos de convivencia. Asimismo, profundización en la Ley General de
Educación y estatutos del CES, Consejos de Participación liceal, elaboración de propuestas
de intervención participativas.
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que se liberen los fondos y recursos previstos para un Programa o Proyecto Central, es
necesario que medie una resolución expresa del Consejo Directivo Central.
En mayo de 2013, el Consejo de Educación Secundaria aprobó la realización del Proyecto
Con-parte. Restaba, por tanto, que el CODICEN aprobara la partida para contratar a los 10
docentes que se desempañarían en el proyecto. En julio, dos meses después, el expediente
en curso para que se liberaran los fondos había sido aprobado por CODICEN. Pero a pesar
de ello, no se liberaron los fondos para en la unidad administrativa encargada de ponerlos a
disposición. Esto es, la Dirección de Planeamiento y Presupuesto. Así, el Proyecto Con-
Parte, que fuera elaborado en conjunto por representantes del CODICEN y del CES, fue
formalmente aprobado por ambas dependencias. Pero su implementación dependía de la
liberación de los fondos por parte del Consejo Directivo Central para poder contratar a 10
docentes referentes en el Consejo de Educación Secundaria e iniciar las tareas a mediados
de año.
En síntesis, en el último año del segundo período de gobierno de izquierda, cuando debían
concretarse las acciones largamente acordadas y planificadas entre todos los
representantes, el proyecto perdió una importante parte de su asignación presupuestal:
aquella destinada a las acciones de promoción de la participación y mejora de los climas de
convivencia en centros educativos. La estructura del proyecto se mantuvo: el equipo técnico,
la infraestructura y el equipamiento. Pero los rubros destinados a acciones no se
reintegraron ni se continuaron.
Sin contar con docentes en los centros que implementaran el Proyecto, fue necesario buscar
otros mecanismos para realizar efectivamente las acciones de promoción de la participación
y la mejora de la convivencia. Los centros educativos estaban definidos, el proyecto se
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A inicios del año 2013, corriendo ya el segundo año de trabajo en el proyecto Central de
Convivencia, se presentó en la Universidad de la República una iniciativa a la Comisión
Sectorial de Extensión y Actividades en el Medio (CSEAM). La misma surgió a raíz de la
confluencia entre estudiantes universitarios que realizaban sus trabajos de investigación
bajo la responsabilidad de la referente del proyecto de convivencia. Muchos de ellos habían
orientado sus intereses hacia el tema de la convivencia en la educación, realizando aportes
desde su perspectiva. Así, la propuesta “Liceo mi espacio: promoción de la convivencia a
través de la participación y el arte” (Viscardi, Rivero, 2013) elaborada en colaboración con
estos estudiantes y a iniciativa de ellos fue presentada a la Convocatoria a Proyectos para el
Fortalecimiento de Trayectorias Integrales del período 2013-2014 y aprobada por la CSEAM.
Esta noticia, llegó cuando había que definir el curso de las acciones proyectadas y
comprometidas en los centros educativos con los cuales los integrantes del equipo técnico
estaban en contacto.
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ciudadanía en su sentido amplio. Con esto se esperaba que los estudiantes disfrutaran de
todas las potencialidades del liceo y desarrollándolas en todas sus dimensiones.
Los objetivos generales eran los de trabajar con los estudiantes liceales fomentando la
expresión como vehículo para canalizar opiniones y deseos y como elemento transformador
de las relaciones sociales y, en particular, de aquellas que tienen lugar en el centro
educativo, generando herramientas ciudadanas que queden instaladas y puedan
reproducirse y multiplicarse entre compañeros y entre estudiantes e institución. Asimismo,
contribuir a que los estudiantes gocen de la institución promoviendo un mejor
relacionamiento con el resto de los actores y contribuir a fortificar los mecanismos de
construcción de la convivencia. Finalmente, documentar la experiencia y brindar un registro
que pudiera ser utilizado por posteriores actores.
Entre los objetivos específicos se procuraba: i) buscar que los estudiantes reflexionen
acerca de su identidad individual y colectiva, así como el lugar de la educación en su
proyecto de vida, de forma crítica y constructiva; ii) establecer un debate entre estudiantes
acerca de las maneras de comunicarse en los distintos ámbitos de la vida y frente a
diferentes personas, y en especial, en el ámbito liceal; iii) promover que los estudiantes
puedan compartir opiniones acerca de lo que disfrutan en su centro educativo y los aspectos
que querrían mejorar; iv) lograr que los estudiantes, en base a lo precedente, formulen
reclamos y propuestas viables para mejorar su liceo y sentirse más a gusto; v) promover la
participación y el espíritu ciudadano mediante la identificación de los espacios y las formas
en las cuáles participar y de que modos, así como los mecanismos para exigirlos cuando no
están instalados; vi) trabajar las nociones de representante y representado con los
delegados de clase; vii) generar un documento audiovisual que registre la experiencia y
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Luego, el foco en la música con la idea de crear letras, trabajando así las palabras, como
significante concreto que permite la reproducción de los sentimientos y las ideas, y como
vehículo transmisor de significados y creador de enunciados susceptibles de crítica (en el
sentido de Habermas, 1999). Ello fortalecería el vínculo con el yo de modo también de
realizar las reivindicaciones que se consideren pertinentes y un vínculo con los demás.
Desde las palabras, se buscaría reconstruir no solo el universo simbólico creado en las
interacciones en el liceo desde la óptica de los estudiantes, sino que se reivindicaría la
palabra como mecanismo útil y legítimo para la resolución de conflictos y como vehículo
idóneo entre las ideas, las acciones y las relaciones humanas. Se finalizaría con la
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Hubo un movimiento y fue de la técnica al arte. Aquello que tanto se reclamaba por parte del
sistema educativo, la elaboración de una propuesta técnica con fundamento científico para
mejorar la convivencia en centros educativos, aplacar la violencia en la escuela, finalizó en
una propuesta artística con fundamento crítico y expresivo.
6 https://issuu.com/convivenciasaludable/docs/folleto_preprensa
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Las acciones se llevaron a cabo con alumnos, con docentes y con en la comunidad. Con los
estudiantes se llevaron a cabo talleres de expresión musical centrados sobre todo en la
percusión y la expresión corporal, actividades plásticas, talleres de arte y literatura y talleres
de participación centrados en los delegados estudiantiles. También se realizaron encuentros
deportivos entre docentes y alumnos. Con los docentes, se realizaron talleres de debate y
discusión sobre la realidad del liceo. A nivel de la comunidad educativa, se fomentaron
festividades de diferente tipo, en acuerdo con las características sociales y culturales del
medio.
• Danza/hip-hop. La danza resultó una actividad intrigante. El lugar del cuerpo, relegado
en los centros educativos, y su asociación con prácticas femeninas, determinaron un trabajo
lento de aceptación. Poco a poco, los estudiantes se animaron a mover su cuerpo y a bailar
en la institución.
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• Festividades y muestras. Las festividades son elementos centrales, en tanto rituales que
marcan el ritmo de las instituciones. Lejos de suponer un elemento meramente protocolar,
se buscó aprovecharlas como modo de generar instancias significativas de encuentro de la
comunidad escolar (estudiantes, docentes, familias), y de expresión de la cultura local.
• Talleres y conversatorios. El trabajo con docentes es una tarea central de toda actividad
que busque modificar las formas de relacionamiento en el espacio escolar. Trabajar con los
docentes, quienes ostentan la autoridad legítima en la institución, supone repensar las
formas de poder y su ejercicio para con las adolescencias. Pero también el trabajo con
docentes permite atender las problemáticas que viven en el ejercicio de su trabajo, y las
formas en que puede sobreponerse a partir del apoyo con sus colegas.
• Talleres de debate con estudiantes. Transformar las relaciones de poder implica dar voz
y lugar a los más vulnerables. Así, se buscó promover la expresión, participación, y
asociación de las y los adolescentes en el espacio escolar, como forma de construir culturas
democráticas y plurales.
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Este largo trabajo fue objeto del primer período de gobierno, que había encontrado un
sistema educativo en que el clamor por el problema de la violencia en la escuela encontraba
creciente legitimación en una agenda de seguridad antes que pedagógica (Viscardi, Alonso,
2013). Así, a esas batallas legales, el sistema sumó una compleja búsqueda de caminos
para la acción. Se instalaron proyectos multiagenciales: UNICEF, UNESCO (OPP-UnaONU,
2008), OEI (Abramovay, Pain, 2019) y se impulsaron nuevas iniciativas. De todo este
proceso, resultó el avance de una idea que fue hegemonizando las acciones y el debate: se
trataba de pensar en el espacio educativo como en un ámbito de convivencia. De abordar el
conflicto por vía del diálogo y la participación. En un contexto de creciente inseguridad y
temor a la violencia, de aumento de la figura del adolescente peligros y de aumento de la
visibilidad de las violencias y delitos protagonizados por jóvenes, esta lucha era fundamental
para permitir que los centros educativos no fueran reducidos a la idea de ámbitos
reproductores de la violencia de los jóvenes pobres.
Esta batalla debía darse ya que defender el derecho a la educación (Cristóforo, Martinis,
Miguez, Viscardi, 2017) era defender una política alternativa de trabajo en el conflicto social.
Esta política “invisible” tenía ante sí la tradicional construcción de respuestas excluyentes
frente a la trasgresión adolescente. No había pedagogía para el que infringía la norma.
Había castigo. No había voz para el que disentía: había silencio o expulsión (Barbero et al.,
2010).
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Frente a este cambio, se planteó la continuidad del proyecto de convivencia. El grueso del
trabajo del programa en el período, estuvo centrado en la investigación, en la difusión de
conocimiento, y en el largo trabajo de diálogos, acuerdos, reuniones y reflexión para la
concreción de un proyecto de acción en centros de enseñanza media. Algunas lógicas se
replicaron y fueron reiteradas por parte del sistema. Se esperaba que el proyecto trabajara
el conflicto y mejorara la convivencia en liceos de “riesgo”. Esto, al igual que en el primer
período de gobierno, en el los centros educativos seleccionados para las pasantías de
estudiantes, eran liceos vinculados a un programa de inclusión social. Así, una y otra vez, la
convivencia y su promoción, el trabajo en el conflicto y la violencia, fueron pensados como
una política focalizada.
Sobrevino, en este proceso, un freno silencioso, que no se correspondía con los mandatos.
Los fondos clave destinados a contar con un referente de convivencia en cada centro no se
ejecutaron y ello restó fuerza al impacto del programa. Las mismas autoridades que
ratificaron el proyecto, no alcanzaron a saldar las dificultades en la asignación de fondos,
aunque continuaron las reuniones de trabajo y los acuerdos a lo largo del período 2012-
2014. Al momento de iniciar las acciones en el año 2014, fue el apoyo de un programa de
extensión universitaria el que permitió saldar la falta de recursos destinados a este proyecto.
De conjunto, la ANEP continuó llevando a cabo marcos generales de acción para promover
la convivencia. Aunque ya habían iniciado el tercer período de gobierno, perdieron fuerza las
nociones de participación. El propio “Mapa de Ruta de Promoción de la Convivencia para
Instituciones de Educación Media”7 aprobado al inicio del tercer período de gobierno de la
izquierda vuelve a poner el foco en el problema del conflicto, dando orientaciones para que
los centros educativos puedan abordarlo desde el paradigma de la convivencia y no de la
seguridad. Es esta la época de expansión de los paros docentes en la educación
ocasionados por problemas de seguridad. En esta etapa, el tema de la convivencia se
asocia cada vez más al de la violencia y la búsqueda de soluciones. La participación –o la
propia mediación- pierden enunciación en los programas. El trabajo con estudiantes queda
reducido a aquel que impulsen los centros educativos.
7 https://www.anep.edu.uy/sites/default/files/images/Archivos/publicaciones/libros-
digitales_mapa_ruta_promocin_de_la_convivencia_mayo_2015.pdf
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En todos los períodos, en términos de las acciones, las mayores dificultades radican en
trabajar precisamente en el nivel reclamado: abordar el problema de convivencia o conflicto
escolar al interior de los centros educativos. En este plano, de un modo u otro, las acciones
terminan en general centradas en el trabajo con docentes o estudiantes de Formación
Docente. Esto se debe a la regularidad de la rutina escolar, que tiene pocos espacios para
generar dinámicas alternativas (Viscardi, Alonso, 2015). Asimismo, a la concepción por la
cual el trabajo en conflicto o convivencia, no es curricular. Por ello los estudiantes de
Educación Social, que no trabajan sobre esta escisión, aceptan la perspectiva integral del
trabajo en convivencia.
Si fueron no menos de cinco los años necesarios para implementar un nuevo programa de
convivencia, cinco más aquellos destinados a ponerlo en marcha con avatares, el tiempo
necesario para cambiar la construcción de sentido en un liceo o en una escuela técnica no
es menor. El contacto, la consolidación de un lazo de confianza, el acuerdo de trabajo
conjunto, no es posible en menos de un año. El trabajo al interior de una institución, con el
colectivo docente cuando se abren las puertas, tampoco lleva menos de un año para que
sea un trabajo realizado de común acuerdo. Ninguna institución se transforma mágicamente,
desde afuera, desde un programa. El trabajo conjunto conlleva años.
La larga batalla por la construcción de otro sentido para resolver el conflicto y la violencia en
los centros educativos también está sujeta a una historia de los actores que enuncian,
escriben, publican, de la cual es testimonio la reseña de instituciones que publican y
difunden saber. En este proceso, es capital la continuidad de las agencias de investigación
que presentan líneas sostenibles de trabajo en el tiempo. El apoyo sistemático de la CSEAM
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y la CSIC a través del proyecto de inclusión social “Casa educativa, hacia la construcción
plural del centro educativo”8, que no forman parte en sí de una política de convivencia,
permitieron un sostén sistemático frente a las marchas y contramarchas que, al interior de la
ANEP, suponía el movimiento tendiente a avalar el trabajo con estudiantes de los centros
educativos promoviendo su voz y su participación.
Su potencial se diluye porque no forman parte integral de la experiencia escolar. Porque aun
hoy, se continúa apostando por el psicodiagnóstico, por la expulsión o por la sanción. El
temor a las prácticas que difieren del curriculum tradicional (el cuerpo en la danza, el juego
entre diferentes generaciones, la escucha fuera de los espacios en que los adultos
conservan su poder) y una larga construcción institucional de tradiciones vinculadas a lo que
puede hacerse en el espacio escolar están en juego. La consolidación de espacios
socioeducativos que propicien una pedagogía de la participación forman parte de esta
necesaria conquista.
Bibliografía
Abramovay, Miram; Pain, Jacques (2018) “La escuela y su violencia. El paralelismo Francia-
Brasil”, OEI-Mercosur, Montevideo.
8 A partir de 2015, con el tercer gobierno de izquierda, la dirección del Programa Central estuvo enteramente a
cargo de la Dirección de Derechos Humanos, trabajando en convenio con la Universidad de la República en la
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. La aprobación del proyecto de Inclusión “Casa Educativa,
hacia una construcción plural del centro educativo” en el marco del Programa proyectos orientados a la inclusión
social:https://www.csic.edu.uy/content/casa-educativa-hacia-una-construcci%C3%B3n-plural-del-centro-
educativo; https://www.csic.edu.uy/content/proyectos-orientados-la-inclusi%C3%B3n-social
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Bentancor, Gabriela; Berretta, Victoria; Gallo, Ana; Grauer, Diego; López, Leticia; López,
Mauricio (2010), “Convivencia. El centro educativo como espacio de aprendizajes. Repensar
las prácticas educativas desde la convivencia Aportes para la discusión”, Montevideo,
UNICEF, OPP/UnaONU.
Bentancor, Gabriela; Briozzo, Adriana; Rebour (2009) “Guía para la promoción de buenos
climas de convivencia en la escuela y estrategias de tramitación de conflictos” UNICEF,
Proyecto OPP, UnaONU, Montevideo.
Cristóforo, Adriana; Martinis, Pablo, Míguez, María Noel; Viscardi, Nilia (Coord) (2017)
Derecho a la educación y mandato de obligatoriedad en la Enseñanza Media: la igualdad en
cuestión. Montevideo: CSIC-UR.
Gili, Edgardoy O´Donnell, Pacho (1977) “El juego, técnicas lúdicas en psicoterapia grupal de
adultos” Gedisa. Buenos Aires, Argentina.
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Trajtenberg, Nico; Eisner, Manuel (2015) “Hacia una política de prevención de la violencia en
Uruguay”, ANEP-DS, Trilce, Montevideo.
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Martín Bilche1
Resumen
Este trabajo no tiene otra pretensión que reflexionar sobre aquellas frases que casi
inmortalizadas, proponen ciertas narrativas en las cotidianidades de niños, niñas y
adolescentes. Frases, que a modo de refranes o dichos populares han logrado instituirse
como verdaderos absolutos, produciendo en los sujetos representaciones que en muchos
casos atentan contra los derechos que se pretenden preservar. Tomando como referencia
“No le podemos pedir peras al olmo”, se busca un análisis que proponga reflexiones a
determinadas enunciaciones, pudiendo discutir su incidencia en la vida de niños, niñas y
adolescentes. Este cambio de enunciación requiere abrir la posibilidad a otras narrativas.
Se intenta dar respuesta a nuevas formas, que brinde a los sujetos otros recorridos, otras
experiencias, otras posibilidades. Deconstruyendo, modificando, relativizando, cambiando, o
poniendo a prueba, aquellas que vienen marcado su historia. Sin buscar grandes novedades
conceptuales, se propone una conversación para pensar la narrativa como posibilidad en el
trabajo con niños, niñas y adolescentes.
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Introducción
Nuestra sociedad a lo largo de la historia ha inmortalizado frases, refranes, que junto a otros
dichos populares forman parte del folclore uruguayo. Muchos de los cuales logramos
internalizarlos y les dimos lugares privilegiados en los discursos y las tareas que llevamos
adelante todos los días.
Estas palabras en muchos casos, marcan una forma de intervención que dista de la
perspectiva de derechos tan ansiada para los sujetos. Por el contrario, promueven una
narrativa que se imprime en la subjetividad de los mismos y al decir de Violeta Núñez (1990,
pág. 27) “todo discurso produce efecto de realidad”, siendo este efecto, el que pretendemos
discutir. Y como a través de la función del lenguaje, se pueden imprimir marcas que -en
muchos casos- aparecen como estigma. Hemos aceptado e incorporado a modo de
paradigma: “no pedirles peras al olmo”, renunciando a cualquier cambio posible,
abandonando la reflexión sobre la situación, quitando margen a lo inédito. Frente a
determinada realidad todo parece haberse hecho, todo se sabe y por tal razón nada puede
verse modificado. En el trabajo con niños, niñas y adolescentes muchas veces escuchamos
que este refrán va acompañando de frases que sentencian las causas de su afirmación, “y
que querés, con la familia que tiene”, “es que están cuatro horas acá y luego van a la casa
y…”, “no le pidamos cosas que no pueden dar…”. Esta forma responde a una dualidad que
nos posiciona en un lugar de privilegio, por un lado sabemos todo lo necesario para afirmar
que la realidad es compleja, y por otro, luego de intervenir en la misma certificamos que
pese a nuestra labor, si ésta no se modifica, es a causa de la propia situación convocante.
2 Dispositivo socio-educativos y/o clínicos-metodológico, clave y llave para múltiples intervenciones posibles.
Nos servimos de ellas más que cómo un concepto que admite una única definición, como una metáfora, es decir,
un dispositivo para pensar y habilitar alternativas de intervención no convencionales. Minnicelli, M. (2013).
Ceremonias mínimas: una apuesta a la educación en la era del consumo.
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El trabajo propone un breve recorrido, comienza desarrollando, “No le podemos pedir peras
al olmo”, menciona como este refrán -conjuntamente con otros dichos populares-, crea
ciertos efectos en el lenguaje, produciendo subjetividad en los sujetos con quienes llevamos
adelante acciones educativas.
Desde la Educación Social, el trabajo con las narrativas de vida, adquiere relevancia en la
medida en que el/la otro/ se construye en función del relato de: familias, instituciones, y
referentes, entre otros. Todo esto desde un enfoque que pretende, al decir de Violeta
Núñez (1999, pág.32),
“Hacer de la educación un ANTIDESTINO: he aquí un verdadero desafío. La
educación social encuentra allí su legitimidad: práctica que juega caso por caso,
CONTRA la asignación cierta de un futuro ya previsto. De allí que resulte clave qué
noción de sujeto articula la práctica de la educación social”.
Tomar la educación como antidestino y las narrativas como el comienzo para trabajar en
contra de esa asignación, requiere enfatizar en los mejores medios, de ahí que se
despliegan en el trabajo cuatro momentos, que proponen alternativas para el trabajo con las
narrativas que los sujetos tren consigo: dar lo mejor, sostener la pregunta, una vuelta a lo
sensible, la idea de injusticia.
Finalmente se busca realizar un cierre provisorio, que a modo de conclusión nos permita
continuar reflexionando sobre el tema desde la educación social.
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Porque no se trata de que forzosamente dé los frutos que alguien quiere, por el contrario, se
debería promover la mejor versión de sí mismo.
Los refranes son parte de las narrativas populares y producen subjetividad en las personas
que forman parte de la comunidad. Casi siempre éstos se presentan como absolutos,
dejando poco margen a la reflexión sobre los alcances de una decisión, acción o
pensamiento. Todos comparten y asienten, sus dictámenes y escasas a veces son capaces
de cuestionarlos y/o contradecirlos.
¿Puede por más que se lo proponga, el olmo dar peras? ¿Está obligado a hacerlo?. Si
coincidimos que no, ¿por qué criticarlo? ¿Por qué no apreciar al olmo tal cual es? ¿Por qué
no fijarnos en lo que sí puede como olmo?
Unos de los grandes problemas, es que se reconoce al olmo en función de una expectativa,
construida a priori a modo de certeza, que precede a todo acontecimiento y que no es
puesta a discusión o en tela de juicio, sino que simplemente busca ser confirmada.
Promoviendo cierta determinación social, haciendo de las experiencias algo inexorable. A
propósito Carlos Skliar (2007, pág. 26) menciona, “no puede ser el resultado ni la marca de
una sencilla “mirada hacia atrás”, sino la consecuencia misma del acontecimiento, de
aquello que ocurre, de aquello que acontece “ahora”.
Existe un miedo a la diferencia del otro, la negatividad del otro paraliza, Byung Chul Han
(2017, pág. 9) refiere que, “Los tiempos en lo que existía el otro se han ido. El otro como
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misterio, el otro como seducción, el otro como eros, el otro como deseo, el otro como
infierno, el otro como dolor va desapareciendo. Hoy la negatividad del otro deja paso a la
positividad de lo igual.”
Contrario sería si le proponemos al olmo, los mejores medios, para que se promueva -según
sus intereses- la mejor versión de sí mismo. El educador Social Martín Rosich hace un
aporte en el siguiente análisis:
“¿A que nos referiremos con los mejores medios? Esta noción la pedimos prestada
al terreno jurídico en relación a las obligaciones entre partes surgidas de los
contratos. Comúnmente, cuando contratamos, como contraparte asumimos una
obligación frente a otros y este para con nosotros. Así en una compraventa, donde
uno se obliga a entregar una suma de dinero y la otro un determinado bien. Aquí en
resultado es evidente: yo obtengo el bien y el otro el dinero estipulado. Pero todos
conocemos contratos donde el resultado es incierto, en tanto no se puede determinar
el éxito absoluto producto de lo obligado como parte en ese negocio jurídico. […]El
acuerdo de trabajo con los NNA [niños, niñas y adolescentes] y las familias se ajusta
perfectamente a ese concepto de obligaciones y medios, que involucra poder dar
cuenta de las acciones y recursos puestos en juego para que puedan superar la
vulneración de derechos que padecen. Implica llevar adelante un trabajo planificado,
en el marco de un modelo metodológico adecuado.” (Silva, Domínguez, 2017:117-
118)
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De acuerdo con el planteo de Graciela Frigerio (2003), educar implica un acto político de
distribuir la herencia, un acto de resistencia a la reproducción de las desigualdades, la
posibilidad de aprender y un trabajo político de dar a conocer y reconocer.
En el primer planteo, vemos que toda transmisión habilita el ofrecimiento de una herencia, al
mismo tiempo, la oportunidad de transformarla, de hacerla propia. La acción de transmisión,
produce operaciones paradójicas, “una transmisión lograda ofrece a quien la recibe un
espacio de libertad y una base que le permite abandonar (el pasado) para mejor
reencontrarlo” (Hassoun 1996:17).
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El cuarto y último planteo establece que educar es un trabajo político de dar a conocer y
reconocer. Hanna Arendt (2009: 201) refiere que con la palabra y acto nos insertamos en el
mundo humano, y esta inserción es como un segundo nacimiento, en el que confirmamos y
asumimos el hecho desnudo de nuestra original apariencia física.
Dar a conocer y reconocer, nos conecta con la idea de un segundo nacimiento y de filiación.
Esta filiación simbólica, trae consigo la incorporación de los sujeto a lo social. Diferentes
autores la conciben como filiación secundaria, es decir, un vínculo no consanguíneo
necesario para nacer a lo social.
Esta mirada trae consigo cierta potencialidad, propone la necesidad de todo ser humano de
filiación simbólica. Esto es independientemente a cualquier característica, condición y
situación de vida. Por lo tanto, establece una condición para todos y para cualquiera.
Finalmente Graciela Frigerio (2003: 272) en diálogo con El Maestro Ignorante de Rancière,
hace referencia a que: “Podemos hacer la hipótesis, afirmarlo sería demasiado presuntuoso,
que entre Rancière y Jacotot, siglos mediante, la transferencia trabaja, la filiación se firma
bajo la excusa de una transmisión.”
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Sostener la pregunta
En el libro Por una pedagogía de la pregunta, Antonio Fagúndez en diálogo con Paulo Freire
(1985, pág. 69) mencionan:
“En la enseñanza se olvidaron las preguntas; tanto el profesor como el alumno las
olvidaron y, según yo lo entiendo, todo conocimiento comienza por la pregunta.
Comienza por que lo tú Paulo, llamas curiosidad. ¡Pero la curiosidad es una
pregunta!
Paulo -Exacto. Estoy de acuerdo contigo totalmente. Es esto que llamo "castración
de la curiosidad". Lo que está sucediendo es un movimiento unilineal que va de aquí
para allá y punto no hay regreso, y ni siquiera hay una demanda ¡el educador de
manera general, ya trae la respuesta sin que se le haya preguntado algo!”
La negatividad del otro, en tanto diferencia, hace en muchos casos dar respuestas sin que
se haya preguntado. Esas respuestas solo reafirman nuestros los saberes, convencidos de
que estamos educando. En esa negatividad -de un otro que no soy yo- debemos pensar que
lo educativo tiene su punto de inicio ante la pregunta del sujeto, que no admite mi única
respuesta, más bien, se debería sostener la pregunta.
Esto supone cierta desconfianza de quien decida ocupar dócilmente el lugar de sujeto y de
quien proponga todas las respuestas en lugar de educador/a.
Sabemos que niños y las niñas preguntan, investigan, imaginan y responden a sus
inquietudes realizando reflexiones que revisten en algunos casos gran complejidad. Por lo
que las hipótesis de cómo ocurren algunos sucesos, son variadas, y muy creativas
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Este es otro aspecto que trasciende las fronteras de las situaciones puntuales que
atraviesan niños y niñas, para proponer el énfasis en sus potencialidades y desde allí
entablar las bases para procesos educativos. Esto, no es sin la convicción de que existe una
educación posible, sí y solo sí, se deja de lado un ideal a alcanzar y se construye con niños
y niñas, tantos futuros como ellos y ellas deseen.
Volver a lo sensible
Asumir que el otro tiene una narrativa propia, que trasciende mi mirada, mi concepción, mi
experiencia y mi técnica, debería hacernos reaccionar que todo intento tecnócrata atenta
directamente contra cualquier acto educativo.
El otro, que es mucho antes de nuestra llegada, seguro tiene algo para poner en común,
seguro sabe algo que aporte al contenido a trasmitir y tiene un punto de vista que ha ido
construyendo con otros, en el encuentro de cuerpos permeables. El saber que ya no será
igual al original, comienza un proceso de transformación. Saber, que permanecerá en el
registro del cuerpo, a la espera de situaciones que les permitan hurgar en las posibilidades
que dentro de ellos se encuentran. Cuerpo como ser permeable, que impregna experiencias
y hace de lo vivido una oportunidad para el aprendizaje.
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La idea de injusticia
Hablar del otro, en términos de olmo, de sujeto vulnerable, marginado, a incluir, a reinsertar,
entre otros -según se ponen de “moda”-. Es posicionarse en una visión de sujeto muy
limitada en tanto sus derechos y posibilidades. A la vez que promueve una educación que
se limita a yuxtaponer lo que al sujeto le falta. Claramente también dice mucho más del
educador/a y su ejercicio profesional, ético y político.
Son muchas las situaciones de niñas y niñas en las que el linaje de injusticias marca un
camino paralelo, y por cierto, muy precario en relación a los que no han padecido
situaciones similares. Es necesario tomar distancia de categorizaciones, que en muchos
casos promueven nuevas formas de discriminación -con muy buenas intenciones- y poner el
énfasis en denunciar las razones prexistentes que condicionan el desarrollo de las infancias.
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es una excusa para discutir el alcance -o no- del lenguaje en una narrativa de vida, pudiendo
ofertar otras.
Cuando se toma contacto con niños, niñas y adolescentes, su percepción no dista de las
que sus referentes tienen sobre ellos/as, percepciones que son discursadas y muchas veces
ofician a modo de sentencia, “yo no sirvo para estudiar”, “hago todo mal”, “lo que pasa es
que soy fatal”, “soy burro para esto”, “no puedo aprender por lo que me pasó”, entre otras
que sin dudas todos y todas conocemos. Este es uno de los elementos que surge a primera
vista en el trabajo con niños, niñas y adolescentes, Carmen Rodríguez y Diego Silva (2017:
69) menciona que:
“La presencia sistemática de lo que en otros trabajos hemos definido como lo
insoportable (Rodríguez, 2016) para niños y adolescentes nos induce a pensar que
el trabajo de la educación pasa en muchas ocasiones por no banalizar lo
insoportable (deprivaciones, crueldades excesivas, abuso e incestos, la ausencia de
todo soporte subjetivo) y buscar sostener cuando la crisis irrumpen como evento o
como consecuencia de los mismos, una presencia educativa, que las más de las
veces supone ensaya un gesto inédito.”
Será ineludible continuar reflexionando sobre los mejores medios que proponemos a los
sujetos, para provocar movimientos a lugares simbólicos no consignados. También como
refiere Carmen Rodríguez (2019), es:
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“necesario que los educadores -cuyas características deberían ser “la presencia, la
paciencia y la confianza”- intervengan mediante la interrupción de “los circuitos de lo
insoportable”; para hacerlo es imprescindible “no eludir la discusión micropolítica
dentro de los espacios de aprendizaje”.
Sin dudas este breve trabajo es una invitación al pensamiento sobre situaciones, relatos,
discursos, percepciones, que en el ejercicio profesional de las y los educadoras/es sociales
aparecen a menudo y que en pocas ocasiones nos detenemos a reflexionar.
Para finalizar como expresa Paulo Freire: “No hay palabra verdadera que no sea unión
inquebrantable entre acción y reflexión y, por ende, que no sea praxis. De ahí que decir la
palabra verdadera sea transformar el mundo”. (Freire, 2012:97)
Bibliografía
Arendt, H. (2009). La condición humana. -1ª ed. 5ª reimp. Buenos Aires: Paidós.
Baquero, R; Diker, G, y Frigerio, G, (2007) Las formas de lo escolar. Buenos Aires: Del
estante editorial.
Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Buenos Aires: Ed. Biblioteca Nueva. 2012
Frigerio, G, (2003) “A propósito del maestro ignorante y sus lecciones: Testimonio de una
relación transferencial” Educ. Soc., Campinas, vol. 24, n. 82, p. 267-274, abril 2003.
Disponible en http://www.cedes.unicamp.br
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Marcelo Rocha. (2019, Julio, 21). Estado. Recuperado/ Obtenido de https:// facebook.com
Núñez, V., (1999), Pedagogía Social: cartas para navegar en el nuevo milenio. Buenos
Aires, Argentina: Santillana.
Skliar, C. (2007). La educación (que es) del otro. Argumentos y desierto de argumentos
pedagógicos. Buenos Aires: Noveduc, 2007 p. 26
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Resumen
Introducción3
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La mirada que proponemos aquí se interna en una mirada clínica del Trabajo, es decir que
pone una lupa en lo que sucede en esa enigmática que ocurre cuando el ser humano se
encuentra en situaciones de trabajo; donde se encuentra con sus saberes, con sus valores,
con sus conocimientos, con un entorno siempre variable, con otras personas que igualmente
buscan satisfacer algo más que una necesidad económica.
El artículo delineará una mirada de los vínculos entre la Educación y el Trabajo, desde el
punto de vista de la Actividad, de la Ergonomía de la actividad y en particular de la
perspectiva denominada Ergología6.
5 Schwartz plantea que la filósofa ha realizado esta construcción en un diálogo crítico con el marxismo porque
éste ha inscripto al trabajo como un objeto privilegiado, en detrimento de una visión de la acción. Sin embargo, el
trabajo como tal, aparece en el pensamiento de Arendt en una dimensión repetitiva y anclada en los ciclos
biológicos. (Schwartz, 2003)
6 La ergonomía de la actividad invita a trasladarse mucho más allá de las prescripciones de salud ocupacional
usualmente atribuidas al término ergonomía. La perspectiva denominada Ergología, por su parte, nacida en los
márgenes de la sociedad francesa, inicialmente definida como APST (análisis pluridisciplinar de las situaciones
de trabajo) proviene etimológicamente del griego « ergasesthai » significando hacer, actuar. Es una perspectiva
de acercamiento al quehacer humano concebido como actividad, noción situada a mitad de camino entre una
concepción más general que la engloba, la vida, y una de sus formas más específicas, es decir, el trabajo.
(Extraído de : http://www.ergologia.org/vie-de-lassociation.html Llamado a presentación de Comunicaciones.V
Congreso SIE)
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Sin aspectos básicos de inclusión social que sean contemplados para la mayoría de las
personas, este contexto trae nuevas exigencias en términos de competencias para
satisfacer las crecientes demandas de la automatización, de numerización del trabajo y de la
vida social, de nuevos modelos y sistemas de producción. El mercado laboral se
reconfigura, haciendo menos visible el trabajo. Muchos trabajadores más calificados que
permanecen empleados formalmente, ven reconfigurado el contenido de su trabajo por la
creciente numerización. Otro contingente migra al mercado informal, abrumado por las
plataformas digitales de prestación de servicios.
A menudo son las estructuras inteligentes y sus algoritmos las que organizan el trabajo entre
la compra y la entrega de los productos/servicios, invisibilizando las condiciones del proceso
de ejecución del trabajo. En este proceso, los riesgos y los costos de la producción pueden
ser transferidos al trabajador. En el contexto de Pandemia, muchos de estos trabajadores
se encuentran en las calles sin poder cumplir con los planteos de aislamiento
social impuestos por las autoridades sanitarias.
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Entender el trabajo como una experiencia productora de riquezas, y más allá de eso,
productora de saberes y valores diferentes a las normas productivas, nos impone un
esquema conceptual y analítico que nos convoca a mirarlo con lupa, extrayendo
consecuencias para:
La Organización Científica del Trabajo (Taylor) surgió para estudiar el trabajo con métodos
científicos y establecer una Ciencia del Trabajo. Sin embargo, si bien parte de los saberes
de la experiencia, la niega inmediatamente en la medida que busca establecer un one best
way, es decir la manera más efectiva de ejecución, para, posteriormente a un
entrenamiento, poder controlar su ejecución con miras a una mayor rentabilidad.
Al crear un único modelo que constriñe múltiples formas de saber hacer creadas
por cada trabajador en su relación con las situaciones de trabajo, esta concepción sobre el
trabajo tiene un efecto directo sobre su ejercicio, lo que limita nuevas iniciativas y puede
conducir, en muchos casos, a enfermedades.
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Las denominadas Clínicas del trabajo, incluida la Ergonomía de la Actividad, ayudan a ver
esta dinámica en el corazón de cualquier oficio, comparando los desempeños/métodos
productivos actuales y la salud de quienes trabajan. Y, en este contexto, se vislumbra la
producción de saberes investidos en la realización de las tareas diarias delegadas a los
trabajadores.
Sin embargo, sabemos que no basta con formar de mejor manera a los gerentes y
organizadores del trabajo en todas las escalas jerárquicas y especialidades técnicas, o a los
propios trabajadores, de modo de encontrar la mejor organización de los medios y formas de
trabajo, porque lo que está en juego en este encuentro del hombre singular con su entorno y
sus condiciones de trabajo en un momento histórico determinado, no se puede anticipar por
completo. (Schwartz, 2016)
En el corazón de cualquier trabajo, este encuentro entre un hombre, un colectivo de
trabajadores, las situaciones laborales con sus exigencias de productividad y las
condiciones de trabajo ofrecidas para realizar las tareas prescriptas, se evidencian
dimensiones económicas, sociales y culturales, escapando de todo lo que podamos saber a
priori sobre las variables a controlar en la planificación del trabajo.
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Una primera lección es que podemos enseñar un trabajo, pero éste siempre será menos rico
que lo que ocurre con la experiencia en el transcurso de la acción de trabajar, por las
actividades que implica el trabajar. Es a su vez necesario experimentar el ejercicio de
trabajar para saber lo que realmente implica el ejercicio profesional de una profesión. En
efecto, la ejecución de una tarea siempre es situada, y tanto las condiciones dadas en
la situación, como las condiciones subjetivas del propio trabajador determinarán su
ejecución. Es en este sentido que el trabajo puede entenderse como una experiencia
cultural y socioeconómica de su tiempo, pero también como una prueba subjetiva en la
medida en que podemos testimoniar, pasado y presente, lo que vivimos en términos de
movilización de nuestros saberes, competencias, capacidades, sensaciones diferentes ante
los retos interpuestos en el ejercicio profesional diario que es el de cada uno.
Todo conocimiento que se pueda tener sobre el trabajo es siempre parcialmente exterior a
los saberes de la experiencia y es por ello que ésta no puede ser tomada totalmente como
objeto. La producción de conocimiento científico requiere la neutralización de la experiencia
en lo que ésta es de innovadora, en su carácter siempre único e históricamente situado.
Cualquier generalización sigue siendo defectuosa, siendo necesario recurrir al diálogo entre
saberes de diferente estatus epistemológico.
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Schwartz (2000) nos invita a observar la confrontación de saberes que practican los
hombres en su vida cotidiana, saberes investidos en el cuerpo-sí. 9 Todas las situaciones de
vida y trabajo que experimentan los hombres están estructuradas por los conocimientos
humanos que organizan el entorno sociocultural en el que viven y trabajan. Estos
conocimientos y saberes se inscriben en el patrimonio de las disciplinas científicas y
organizan los instrumentos, las normas de organización y uso de los insumos disponibles
para producir y vivir, las relaciones sociales, entre otros aspectos con los que debemos
ponernos en relación para trabajar y vivir. Muchos de estos saberes están incorporados en
nuestro cuerpo-sí, formas de ser y actuar en la vida social, saberes derivados de la
experiencia en otros trabajos y/u otras experiencias vividas individual y colectivamente, en
los que empleamos nuestro tiempo de vida.
8 Se toma el término debate de normas del filósofo francés Georges Canguilhem (2013).
9 Mantenemos la palabra propuesta por el traductor. En el texto de Schwartz (2016) se ha incluído el concepto de “cuerpo
sujeto” (Schwartz, 2017) Del original en francés: corps soi.
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debate político sobre la vida en común, que se expresa en las normas socioculturales de
coexistencia en las diversas formas comunitarias que experimentamos. Son conocimientos
formalizados y formalizables, extraídos de la investigación y sometidos a transmisión a
través de nuestras formaciones escolares y académicas. Por otro lado, ofrecen un cierto
margen de control y gobernanza a gestores y gobiernos en diferentes situaciones. Estos
conocimientos, que están también en las reglas que organizan y estructuran las situaciones
de trabajo, interfieren en la sociabilidad de los que ejercen una profesión. Estas pueden
ser objeto de una sistematización, de una trasmisión en formación escolar y académica y, en
cierto modo, hacer posible anticipar gestos profesionales en situación.
Estas pueden especificar un modus operandi, en los manuales, en los protocolos y en los
ordenamientos formales del ejercicio profesional ordenando las prescripciones del trabajo,
pero nunca, recordemos, rigen completamente el trabajo humano. Estos conocimientos
permiten instruirnos sobre la experiencia de generaciones anteriores y sobre las tradiciones
en los modos de producción y reproducción de la vida. Estos conocimientos también nos
permiten hacer nuestras propias experiencias en forma de eventos predecibles, lo que
reduce la incertidumbre en el curso de los acontecimientos indicando caminos posibles. La
experiencia pasada, más que constituirse en ensayo y error, participa en la aventura de
vivir en los horizontes que se abren. Es una lección de cómo hacer, de proceder en el origen
de una experiencia renovada por los ingredientes del encuentro aquí y ahora del trabajador
con su medio.
Estos conocimientos en los medios de vida y trabajo, por tanto, no nos encuentra como una
página en blanco. Como seres inacabados, siempre llegamos a las situaciones con
conocimientos y experiencias previas. Estas experiencias, conocimientos y saberes que
traemos en nuestro equipaje, se suman o se contraponen a los que vamos aprendiendo en
el curso de la acción, en el desarrollo de nuestras actividades. Están anclados en nuestros
valores y normas experimentados en el pasado. Hay un encuentro entre nuestras historias
de vida y las historias de los ambientes –medios de vida y de trabajo, en los que estamos
inmersos. No podemos predecir lo que ocurra cuando se produzca este encuentro, cómo
evolucionará, cómo se presentará.
Esta omnipresencia de valores en los saberes (entre ellos, los conocimientos) con los cuales
trabajamos a diario, lleva a Schwartz a utilizar la expresión saberes-valores, en el sentido de
que todo saber está inscrito en una historia personal que le da sentido. En el artículo Les
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Estos saberes investidos en el cuerpo-sí (Schwartz, 2000), extraídos del ejercicio del trabajo
y de la lucha por la vida, se formalizan en algunos casos, en conversaciones, análisis,
observaciones y verbalizaciones de las actividades situadas. En la gestión de estos dos
tipos de saberes, los saberes investidos en el cuerpo-sí y los conocimientos que llevamos
con nosotros, y en su tesitura y fermentación, las experiencias que aquí nos conciernen se
consolidan para comprender el interés de la educación y la formación que integramos entre
los espacios de vida, de formación y de trabajo.
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Reconocer la singular implicación del sujeto en la actividad laboral conduce a una reflexión
sobre la subjetividad en el trabajo, como tema muy presente en el debate sobre las
competencias.
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Interesa especialmente en este apartado, colocar la cuestión del trabajo como principio
educativo. En esta perspectiva, nos enfrentamos a las relaciones que se establecen entre
las ideas pedagógicas y el concepto y el hecho del trabajo. Se trata de saber cómo en el
campo de las ideas pedagógicas, se consideró al trabajo como un objeto y/o materia
extranjera para desvelar en qué medida esta experiencia evidencia el fenómeno educativo
en los hombres.10 Tanto la educación como el trabajo son experiencias humanas que no se
encierran en formulaciones abstractas, se configuran históricamente en prácticas y políticas
institucionales en la escuela y fuera de ella. Experiencias que se conectan e influencian
mutuamente en diferentes espacios de existencia del ser humano, nadie escapa de la
educación a través del trabajo que impone la vida y, en esta perspectiva, todo trabajo es
siempre formador de individualidades, de los hombres y mujeres en tanto especie y en tanto
sujetos socioculturales.
10 El concepto de materia extranjera es tomado del filósofo francés Georges Canguilhem (2003).
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tensa sistemáticamente entre considerar el trabajo como eje organizador del trabajo escolar,
o el trabajo sistemático con disciplinas científicas en vista de las dinámicas del trabajo
productivo. Para Pistrak, desde otra perspectiva, hay un rechazo de la idea de que el trabajo
sea una buena base para la educación, así como al intento de articular todo el programa a
partir del trabajo manual real, considerado en su integralidad. Encontramos en este autor
una dura crítica a la idea de producción en la escuela, pero retoma la perspectiva de un
encuentro entre educación y trabajo a partir de los temáticas por los cuales se dilucidan los
objetivos generales de la educación mediante un plan de estudio de temas de actualidad.
En una perspectiva sociocultural más general, vemos que Gramsci recoloca la idea del
trabajo como un principio educativo, ya que amplía las posibilidades de la vida material y
espiritual de la humanidad. Son muchos los pasajes de la obra de este autor en los que el
trabajo aparece como actividad teórico-práctica del hombre en la transformación de la
naturaleza y del medio social, entre ellos: en las discusiones sobre el papel y el lugar de las
tecnologías, en relación a los cambios de los modos de producción capitalista, en temas en
los que discute la formación conformista de un trabajador colectivo y cuando propone el
principio de la escuela unitaria. En Gramsci tanto el hecho como el concepto de trabajo
educan.
En América Latina existe una rica tradición de pensar la experiencia real de los hombres en
sus circunstancias de vida y trabajo y, a partir de ellas, pasar a una reflexión transformadora
sobre lo que estas experiencias ocultan de opresoras (Freire, 2005). Sin embargo, incluso
en esta perspectiva, el concepto de trabajo que sustentan estas reflexiones y acciones no
siempre trata esta experiencia como algo donde podemos encontrar valores y saberes que
pueden transformar las situaciones vividas por los propios trabajadores. El término trabajo
no siempre se visualiza por su dimensión antropológica, con el trasfondo de las
configuraciones históricas de las formas de empleo.
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Sabemos, por su parte, que los movimientos sociales y asociativos estructuran formaciones
alternativas que a menudo asocian temas político-sindicales con la educación escolar, de
forma de construir parámetros para el derecho a la educación general, la formación
profesional y la democratización de la educación en todos los niveles; por medio de
modalidades destinadas a la educación de jóvenes y adultos con poca o nula escolaridad,
estas propuestas compiten por la hegemonía con cursos de formación empresarial
(impartidos en el contexto de las empresas). Luchan por ampliar y garantizar los derechos
sociales y, en este proceso, se expresan a través de una agenda educativa que debe ser
retomada por la política pública de la formación profesional.
Analizar el propio trabajo puede ser una fuente de formación para cualquier trabajador,
incluso para los profesores de jóvenes y adultos trabajadores, en la educación escolar, así
como en la formación profesional. Los educadores se educan sobre los temas emergentes
que se basan en razones pedagógicas, ya que todo acto educativo es un acto político (Paulo
Freire) ya que allí se discuten los valores de los proyectos de vida en las ciudades y en el
campo (politeia) y los ideales de los hombres a formar (paideia). Encontrarse con los
trabajadores durante el proceso de formación debería ser un punto importante en la
formación de educadores/formadores en las escuelas de formación profesional; porque si la
cultura forma el espíritu, la escuela no puede ignorar el vasto continente de la experiencia
sociocultural de los jóvenes y adultos que allí se encuentran. Es en este sentido que la lucha
por una escuela inclusiva requiere que los educadores brinden una respuesta compleja
situada entre la crítica del trabajo y la crítica de la educación en general, escolar y no
escolar.
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A modo de conclusión
Por tanto, para traer a colación uno de los temas que dio origen a este artículo 11, es decir la
formación de los estudiantes de Educación Social en relación al trabajo concreto de su
profesión u oficio, éste encuentra en las reflexiones antedichas una posibilidad de
conceptualización, por ende una posibilidad de identificar aspectos nuevos, de valorarlos, de
que cada estudiante se encuentre con su propia actividad, durante su formación y más allá,
es decir en su desarrollo profesional (Casas, 2013). Asimismo, nos posibilita a los propios
formadores el encontrarnos con nuestra propia profesionalidad, al incorporar el debate de
normas al que el ser humano se enfrenta en toda situación de trabajo; en este caso el
debate entre las normas exigidas por un programa formativo, por un Instituto Académico, por
las expectativas sociales depositadas en la Institución formadora de Educadores en Uruguay
y el trabajo real del formador, ese trabajo que cada docente pone en juego de manera
original y única.
11 En este sentido, puede identificarse la actividad convocada por la Articulación de Prácticas de la carrera de
Educador Social, donde se puso en análisis el componente de supervisión docente en la formación del Practico,
en tanto se visualiza como un espacio complejo de ser incorporado como un lugar equivalente al componente
teórico del Práctico, en cuanto a su relevancia, formalidad y evaluación (Encuentro realizado el 3/8/2019 en
IFES)
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De este encuentro de los estudiantes y de los formadores con su experiencia, con la de sus
colectivos, con la de los sujetos de la educación o educandos, surgirán nuevas
perspectivas en el trabajo pedagógico de los días que vienen, analizando al trabajo como
actividad y como principio educativo, en el horizonte de la transformación sociocultural.
Bibliografía
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Resumen
Introducción
1 Investigación realizada en el marco del programa CFE Investiga (ANII). El equipo de la investigación estaba
conformado por María Eugenia Parodi, Soledad Pascual y Marcelo Morales.
2 Educadores Sociales, docentes del núcleo de prácticas de la carrera de educación social en el CFE.
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Una de las cuestiones centrales que aborda la investigación es la tensión que se genera
entre dispositivos de formación modélicos y no modélicos. Los primeros toman como objeto
de conocimiento el hacer de otros de modo que las prácticas transcurren siempre en la
compañía de un profesional. Los segundos proponen al estudiante la construcción de su rol
sin esta referencia. Estos modelos no necesariamente son contrapuestos, pero podrían
pensarse en su forma ideal como extremos que tensan en diferentes grados las propuestas
de formación hacia uno u otro lado.
En este sentido, nos preguntamos acerca de las debilidades y potencias de cada modelo.
Un supuesto de partida es que los modelos de formación que tienden a lo modélico como su
estructura central, promueven una menor autonomía de los estudiantes a la hora de tomar
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decisiones en sus prácticas que los que no toman esta forma de trabajo. Esto se refleja en
alguna medida en lo recogido en el trabajo de campo, pero sin dudas es necesario seguir
profundizando ya que si bien encontramos algunos elementos que abonan esta hipótesis,
creemos finalmente que la cuestión resulta más compleja.
La práctica pre profesional en ambas formaciones está presente en los cuatro años de la
carrera (Plan 2008 para Magisterio, Plan 2011 para Educación Social) y va incrementando la
cantidad de horas destinadas a la misma.
2. Rol Docente
Partiendo de que “los profesores no aplican los métodos que les han predicado, sino los
métodos que les han aplicado durante su período de preparación para la enseñanza”
(Fernández Pérez, 1995, pág. 900 en Mancebo y Vaillant, 2001: 67) uno de los
aspectos cruciales a analizar en el proyecto fue el rol de quienes forman a los futuros
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El acercamiento al rol docente de las prácticas se sustenta en que “las maneras de enseñar
que proponen los formadores de profesores son ellas mismas formativas, y en cuanto
tales modelan o pueden modelar la clase de trabajo intelectual que se espera que los futuros
profesores realicen una vez que hayan finalizado la formación inicial” (Terigi, 2009:133).
Los espacios de práctica de la formación magisterial involucran una doble referencia para
los estudiantes. Por un lado, el Maestro Director de la escuela donde desarrollan su práctica
se convierte- por la condición de dirigir una escuela de práctica - en el docente de la
Didáctica del año que cursan los estudiantes que recibe en su centro educativo. Por otro
lado, cada estudiante es asignado a un grupo clase, cuyo maestro a cargo oficia de Maestro
Adscriptor. En el caso de las prácticas de segundo y tercer año, los estudiantes rotan por
varios grupos clase a lo largo del año- y por varios Maestros Asdcriptores-, y en cuarto año
permanecen en un grupo clase y con un único Maestro Adscriptor.
Al respecto, el documento redactado por los Directores de escuelas de Práctica y
Habilitadas de Práctica de los Departamentos de Rivera y Tacuarembó titulado “La doble
agenda en las escuelas de práctica” plantea que “El rol del Maestro Director y del Maestro
Adscriptor se define colaborativamente y buscan a través del diálogo y la reflexión
establecer relaciones dialécticas entre teoría-práctica” (2016: 2). Se resalta así la necesidad
de generar un trabajo mancomunado de ambas figuras.
El eje de prácticas pre profesionales de la Carrera en Educación Social es dictado
íntegramente por educadores sociales titulados. La incorporación de la formación en
educación social suscitó la adecuación de la normativa referida a llamados a aspiraciones
docentes. Así en la Res. 1, Acta 6 del CFE del 17 de febrero de 2011 se establece como
requisito: f.2) Para la asignatura Introducción a la Educación Social se requerirá título de
Educador Social.
En el año 2019 las asignaturas del núcleo de prácticas pre profesional se incorporaron en la
primera convocatoria de llamados a concursos de efectividad realizados por el CFE (Res. 1,
Acta Ext. 14 del 8 de noviembre de 2018). Los docentes de los prácticos entonces, ingresan
a la docencia por vía de llamados a aspiraciones o concurso, en los cuales el requisito
central es ser titulado en educación social.
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Las figuras formadoras en ambas carreras presentan diferencias. Magisterio cuenta con dos
docentes vinculados a la práctica: docente de Didáctica y Maestro Adsciptor, y Educación
Social con una sola: el docente del Práctico
Por su parte, en educación social el docente de Práctico está a cargo del espacio de
formación en el instituto de formación docente en que se ancla la carrera, y no mantiene
ninguna vinculación con los centros de práctica. Otro apunte a resaltar, es que en educación
social no existe una figura que acompañe al estudiante en el centro de práctica (al modo del
maestro adscriptor).
El dispositivo del Práctico de educación social estipula un único docente para los espacios
de aula, identificados generalmente como los espacios de tramitación de contenidos teóricos
y la supervisión de la práctica que los estudiantes realizan en los diversos centros de
práctica. Al respecto, un docente plantea:
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una escuela va a tener que ejercer como profesor de didáctica en el Instituto Normal.
[…] creo que un concurso sólo no habilita a que un docente esté enseñando
didáctica a estudiantes magisteriales, que se necesita una especialización.”
(Inspectora 1)
Retomando la tensión que plantea Davini que optamos por denominar modélico y no
modélico, una de las docentes de educación social entrevistadas, reafirma la convicción de
que la formación modélica (es decir, al lado de un educador social) conlleva más
desventajas que ventajas.
“Si, tiene su doble filo, ¿no? porque obviamente la experiencia identitaria de haber
tenido 6 maestros, 800 profesores, también a vos te encapsula, te genera unos
cercos en relación a lo que podés hacer que después andá a romperlos también.
Tiene ese doble filo de... también no saber qué es un educador social puede
tener sus beneficios en relación a lo que uno puede construir y crear.” (Educador
Social 6)
Por parte de algunos estudiantes de educación social se valora que el trasncurrir sin un
educador social referente en los centros de práctica genera altos grados de incertidumbre y
que sería necesario un dispositivo de práctica que los acompañe más.
“Es como que vas construyendo el rol en cada uno de los lugares, que eso te da una
libertad, en el sentido que no necesariamente vas a amoldarte a algo como pasa en
las otras prácticas de las otras carreras, que ya vienen con una historia y una
trayectoria sino que la vamos ahí construyendo a ese rol, entonces te da más libertad
pero a veces hace que te pierdas un poco. Yo creo que nos da como una doble veta,
tal vez de más libertad, por un lado, en esto del ejercicio y de resolver algunas cosas,
y elegir hacer algunas sí y otras no, en esto de que no esté tan presente el docente,
o que no esté presente, y ta, por otro lado nos da como otra veta de inseguridad
también, y de falta de apoyo para un montón de cosas que también pasan en ese
devenir.” (Grupo Est. 1)
Sin embargo frente a la pregunta de si sería deseable contar con un educador social que los
acompañe en todo momento, responden que no.
“No porque si hay un educador social, (…) que ya tiene su proyecto armado como
que se pierde mucho de todo lo que tenés que construir vos y del proceso, aparte,
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ese de hacerte tu lugar en la institución. O sea, si todo el mundo ya... no digo que no
sepan qué es el educador social pero si vos trabajás con el educador social al final
sos medio como practicante del educador social ese. No sé, se me ocurre como que
el hacerte el lugar, que te reconozcan en la institución y el poder empezar a
desplegar acciones, no es necesario que haya un educador social.” (Grupo Est. 2)
Otro eje que resalta en las entrevistas a los docentes, es la vinculación teoría-práctica como
vertebradora de la tarea.
“…trabajamos ahí y esa cosa de mucho diálogo y articulación teoría práctica, ese es
el enfoque, de ir hilvanando esas cuestiones cosa que por ejemplo les cuesta mucho,
mucho, mucho, mucho, el tema de decir bueno, cuál es el fundamento teórico de por
qué hacen lo que están haciendo.[...] pero en todo caso si la teoría sirve para algo es
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para decir bueno, cómo puedo analizar algo que existe, en lo cual viven pibes y esta
categoría me sirve para deconstruir o desnaturalizar el formato de atención a esos
gurises.” (Educador Social 2)
Estos son algunos de los aspectos que resultan relevantes para seguir pensando acerca del
rol docente en la formación de educadores.
3. Evaluación
En magisterio, el hacer de los otros toma el centro de la práctica y alrededor de este hacer
es que se configura todo el dispositivo. Un ejemplo de esto podría ser la forma en que se
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En educación social el centro que articula la práctica parece ser la instancia de clase,
inclinándose hacia la figura del docente reflexivo. Para que un centro sea de práctica no se
plantean requisitos acerca de su funcionamiento ni de la existencia de educadores sociales
allí. La evaluación se centra en los trabajos escritos y en la capacidad de reflexión sobre lo
que allí acontece, no se considera más que marginalmente el hacer en los centros.
Relata una directora de práctica, que al volver a la escuela como estudiantes magisteriales,
uno de los procesos que ha observado tiene que ver con la adaptación a la escuela y a cada
maestro:
“Entonces vienen muy distintas, pero vienen con preconceptos, se empiezan a
acomodar a la nueva imagen de escuela con nueva cabeza. Una cosa que hacen,
pasa siempre, empiezan a identificarse con los maestros, empiezan a,
inconscientemente, a hacer lo que critican incluso.” (Directora 2)
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Este vínculo tan cercano y permanente entre los estudiantes como practicantes y los
maestros adscriptores, es vivenciado por parte de los entrevistados como fuente de
tensiones, habiendo algo del azar en el maestro con la que te toque realizar la práctica:
“[…] nosotras somos practicantes, dependemos de ellas, de las orientaciones, de las
correcciones, ellas tienen la nota. Si ellas dicen no aprobado uno queda para atrás y
bueno, ahí está como le pasó a ella. Hay que amoldarse, lamentablemente nosotros
que somos practicantes tenemos que amoldarnos.” (Grupo estudiantes Magisterio 1)
“La práctica se juega en un 90% en la relación con tu maestra adscriptora.” (Grupo
estudiantes Magisterio 1)
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trayectoria sino que la vamos ahí construyendo a ese rol entonces te da más libertad
pero a veces hace que te pierdas un poco también, también hace falta... cierta
inseguridad, si realmente es por acá o por allá.” (Grupo estudiantes Educación Social
1)
En el caso de los educadores sociales eso es diferente, por ser una formación con menos
años de existencia y por no ser universal la presencia de educadores en las instituciones
educativas obligatorias.
Conclusiones
Creemos que esta investigación exploratoria abre varias interrogantes acerca del modo en
que se desarrollan las prácticas en las formaciones estudiadas y su contribución a cada
formación. El material de campo recabado si bien es extenso y permite construir una visión
general sobre el tema, resulta insuficiente para profundizar en los diferentes tópicos que se
abren y que se recoge en cada capítulo.
En cuanto a los dispositivos de práctica en sí, tienen una lógica común en la estructura del
currículum en la formación de ambas propuestas, que tiene que ver con una práctica que
aparece como transversal a toda la formación, aumentando paulatinamente el tiempo de
dedicación a la misma por parte de los estudiantes, así como la complejidad de los centros
en los que se insertan. Pasa de ser en primer año una práctica de reconocimiento y
acercamiento al campo, a esperarse en el desarrollo del último año de la carrera que se
asemeje lo más posible al trabajo como profesionales que van a realizar al egresar.
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El rol docente en cada dispositivo tiene formas de asignación bien diferentes. En magisterio
el rol docente de la Didáctica está vinculada al rol de dirección de la escuela en la que se
desarrolla la práctica. Es decir, la institución formadora no selecciona directamente a estos
docentes. En tanto, en educación social los requisitos son definidos y evaluados por la
institución formadora, no teniendo los docentes del núcleo de la práctica vinculación previa
con los centros de práctica. Son coincidentes las disposiciones de desempeño de los
docentes de ambas formaciones sobre la responsabilidad de los componentes teóricos y
prácticos de un único docente, lo que ya fue señalado como una fortaleza.
Por último, otras intervenciones enfatizan en que es una tarea que no se remite a saberes
meramente técnicos, sino a una acción profesional.
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Creemos que se delinean aspectos claros de las convergencias y divergencias de estas dos
formaciones en educación que se desarrollan hoy en el seno de una misma institución el
CFE. Estos elementos iniciales pretenden ser un aporte a la construcción de una identidad
de los educadores uruguayos, a una mejor comprensión de las tradiciones que subyacen a
los diseños curriculares y a encontrar aspectos que aglutinen en las coincidencias y se
nutran de las diferencias.
Sin duda, serán necesarias futuras investigaciones que tomen alguno de estos aspectos
para seguir profundizando. Sobre todo, parece importante dedicar las energías a los efectos
formativos que cada uno de los dispositivos provoca.
Bibliografía
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Resumen
1 Contacto: zelmarlucas@gmail.com
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Marco teórico
Los modelos educativos como “constructo teórico que produce efectos de realidad social”
(Núñez, 1990) son un conjunto de nociones teóricas, que posibilitan la relación teoría-
práctica, y que construyen formas de describir –aproximarse a- lo real según cada época.
Parafraseando a Núñez, así como cada época define sus teorías vigentes, los
posicionamientos teóricos y políticos y cada ámbito de aplicación permiten la construcción
de diversos modelos de educación social.
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Por educación social entendemos una práctica educativa que opera sobre lo que lo social
define como problema. Es decir, trabaja en territorios de frontera entre lo que las lógicas
económicas y sociales van definiendo en términos de inclusión/exclusión social, con el fin de
paliar o, en su caso, transformar los efectos segregativos en los sujetos. La educación social
atiende a la producción de efectos de inclusión cultural, social y económica, al dotar a los
sujetos de los recursos pertinentes para resolver los desafíos del momento histórico.
(Núñez, 1999:26)
Nos referiremos a un modelo crítico de educación social siguiendo a Giroux (1999) en torno
al pensamiento crítico de la escuela de Frankfurt y la necesidad de impulsar una pedagogía
radical o crítica.
El contexto normativo actual en materia penal adolescente marcado con un sesgo punitivo
en las leyes: 19.055, 18.777, 18.778 y 19.551. Las primeras tres aprobadas mientras se
discutía sobre la propuesta de bajar de la edad de imputabilidad penal y el debate ampliado
actual en torno a la seguridad, y la última se aprueba en 2017 procurando acompasar el
proceso penal infraccional adolescente a las modificaciones del nuevo código procesal penal
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adulto, pero manteniendo los artículos 116 y 116 bis del CNA otorgando mayores garantías
a adultos que a adolescentes al incrementar el tiempo de permanencia en centro de ingreso
con medida cautelar privativa de libertad preceptiva.
La forma en que estas agencias construyen criminalidad se explica desde una dimensión
política. La misma postula que el delito se define en función de la definición política del
momento frente a los problemas sociales. La política acciona bajo el sistema democrático
electoral, es decir que responde a la percepción sobre temas de agenda pública y la carrera
por gobernar. Podemos decir que el delito está determinado y perseguido en base a un
Estado que responde a lógicas neoliberales. Así, el diseño de políticas públicas de
seguridad se realiza en torno al nivel de aceptación y naturalización del poder punitivo.
Una visión pedagógica crítica implica desenmascarar el curriculum oculto del sistema penal
en referencia a lo qué se aprende y los daños del encierro, y proponer la acción educativa
contemplando las dimensiones anteriores.
En este sentido, y como forma de introducir al modelo educativo social, se adhiere a la
definición de Silva Balerio (2016) posicionando a la educación social como posibilitadora
frente al daño generado por lo penal:
La educación social por su plasticidad para entablar una relación educativa en ámbitos
variados y por plantear un proceso de transmisión-apropiación-reconstrucción de contenidos
culturales ofrece elementos interesantes para operar eficientemente en una estrategia de
reducción de la vulnerabilidad de los sujetos, a partir de ofrecer barreras culturales al control
social punitivo. (Silva Balerio, 2016)
En síntesis, si se busca abordar el delito por medio de la violencia en diferentes modos, este
tenderá a reproducirse, ya que no es la imposición de dolor lo que lleva al desistimiento sino
la garantía de derechos, particularmente el derecho a la educación y una rutina organizada
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en torno al acceso a “lo común” (Silva Balerio, Rodríguez, 2017). Las cárceles, según afirma
Núñez, “producen efectos de desocialización progresiva.” (Núñez, 1990:105)
Más allá de la cárcel como institución total, debemos decir que el sistema penal juvenil
uruguayo en general es de carácter custodial tradicional, esto quiere decir que ofrece malos
tratos traducidos en castigos físicos y psicológicos, medicalización, alta cantidad de horas
de encierro. Las lógicas custodiales prevalecen y lo educativo se encuentra en segundo
plano.
Desistimiento
“El desistimiento puede entenderse como el proceso mediante el cual los individuos van
abandonando progresivamente su involucramiento en el mundo del delito.” (Vigna, 2011:21)
No se trata del abandono del delito de un momento a otro sino una transición, un proceso de
cambio que no toma la reincidencia como indicador de abandono del delito sino “a distintos
grados de avance en un proceso de abstención de la actividad criminal”. (Maruna, 2004 en
Vigna, 2011:21)
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Esta sostiene que existen procesos sociales que influyen en las probabilidades de que el
desistimiento ocurra a medida que los individuos maduran. Así, la edad no sería vista como
la variable independiente por excelencia, sino que sería considerada como una dimensión a
través de la cual ocurren cambios importantes en el comportamiento de los individuos.
(Bushway et al., 2001, en Vigna, 2011:14).
Esta perspectiva toma en cuenta la interacción social como un factor trascendental y apela a
diferentes teorías criminológicas como el “etiquetamiento, control social, aprendizaje social y
racionalidad para explicar la disminución en la participación delictiva a medida que aumenta
la edad.” (Vigna, 2011:14)
La teoría del control social (Hirschi, 1969, en Vigna, 2011) destaca el lazo social,
refiriéndose al involucramiento en vínculos afectivos (lazo emocional), la participación en
actividades convencionales (involucramiento), la “inversión a largo plazo en el mundo
convencional (compromiso)” (Vigna, 2011), y el “grado de legitimidad que le atribuyamos a
las normas y valores dominantes en estas instituciones (creencias)” (Vigna, 2011).
La teoría del aprendizaje social (Akers, 1973, en Vigna, 2011). Esta teoría destaca que el
comportamiento delictivo es aprendido a través de la interacción con otros significativos
(principalmente el grupo de pares)...se destacan los conceptos de: i) asociación diferencial ,
ii) refuerzo diferencial; iii) imitación y iv) definiciones (significados atribuidos a situaciones
que bien pueden ser favorables o desfavorables al delito). (Vigna, 2011:15)
El desistimiento se da por los mismos conceptos, pero inversos factores, “a medida que las
personas ingresan en la adultez, disminuyen su exposición al grupo de pares delictivo y
aumentan su asociación con personas convencionales.” (Sampson y Laub, 2004; Bushway
et al., 2001; en Vigna, 2011:15)
La teoría de la racionalidad (Clarke y Cornish, 1985). Esta teoría está fundada sobre la idea
de que la decisión de involucrarse, continuar o abandonar la actividad delictiva se basa en
una evaluación racional de los costos y beneficios que la misma trae aparejados. (Vigna,
2011:16)
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Marca diferentes patrones de reincidencia, siguiendo a Ulmer y a Piquero, según los tipos de
delito, según si requieren planificación o no.
La teoría del etiquetamiento (Becker, 1963). Esta teoría puede tener mayor vinculación con
postulados pedagógicos acerca del sujeto y el etiquetamiento que recibe en referencia a la
idea del delito como construcción social punitiva (Uriarte, 1999). Esta teoría destaca los
cambios que puedan aparecer a nivel identitario como elemento clave.
La perspectiva del curso de vida (Sampson and Laub, 1992). “La perspectiva del curso de
vida reconoce la existencia de cierta estabilidad en los patrones de comportamiento, pero
subraya asimismo las discontinuidades que pueden tener lugar en la vida de las personas a
lo largo del tiempo.” (Vigna, 2011:17)
Se destacan los principios establecidos por Elder (1998; Elder et al., 2004; en Vigna,
2011:17):
i) el principio del desarrollo a lo largo de la vida; ii) el principio de la agencia;
iii) el principio del tiempo y el lugar histórico (el curso de vida está enraizado y condicionado
por los lugares y momentos en los que se desarrolla);
iv) el principio de la temporalidad (las consecuencias de las transiciones y eventos varían de
acuerdo al momento …y,
v) el principio de las vidas vinculadas (las vidas son vividas interdependientemente). (Vigna,
2011:17)
En oposición a las teorías positivistas, donde hay una supremacía de los hechos y una
noción estática, nos situamos en la teoría crítica enmarcada en un contexto histórico y
político que determina cierta dinámica en la forma de construcción teórica y práctica. Giroux
propone un modelo de trabajo que demuestra y simultáneamente requiere de una necesidad
de crítica continua en la que los reclamos de cualquier teoría deben ser confrontados con la
distinción entre el mundo que examina y describe y el mundo como existe en la realidad.
(Giroux, 1999)
Se opta por denominar como crítico al modelo de educación social en ocasión del trabajo
monográfico orientado a la práctica.
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Se presenta un cuadro comparativo donde se exponen los modelos de las cárceles donde
se implementó el proyecto y el modelo de Nada Crece a la Sombra.
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Modelos institucionales
Podemos observar dos modelos en INISA. Por un lado, un modelo de carácter puramente
custodial –Complejo Belloni y CDM1 (ex SER)- donde predomina el encierro y la vigilancia,
esto es lo que media el vínculo entre el funcionariado de trato directo y los adolescentes. Por
otro lado, un modelo de mínima seguridad –Hogar Cerrito en Colonia Dr. Berro- donde
además de la vigilancia, predomina la grupalidad y los acuerdos de trabajo en el cotidiano.
Este modelo está enfocado en la cercanía con el sujeto. Allí los adolescentes participan de
la vida del centro, se apunta a la convivencia en el funcionamiento dadas las características
edilicias y la voluntad del funcionariado en base a la dirección del centro.
Como se menciona en el informe temático del MNPT sobre el sistema penal juvenil (2018):
...hay fragmentación entre los distintos centros, y se percibe que no existe coherencia. Cada
centro de privación de libertad, en su singularidad y con su marco de discrecionalidad, lleva
adelante los procesos internos según su entender, con disparidades respecto a otras
propuestas. […] Todo esto denuncia la ausencia (o el desconocimiento) de una línea política
institucional integrada y coherente. Se favorece la discrecionalidad de cada centro y este
funciona según la dirección de turno. A la larga, esta disparidad y ausencia de proyecto
habilita la cristalización de un objetivo común no explicitado: la contención punitiva.
(INDDHH-MNPT, 2018)
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Cada centro tiene características edilicias que se corresponden con los modelos.
Metodología Cerrito
Cuenta con una rutina estrictamente pautada, y régimen disciplinario. Los adolescentes
cumplen tareas de limpieza y mantenimiento. Existen espacios construidos en base a la
confianza como el uso de la cancha y la huerta que se encuentran fuera del predio, así
como el uso de herramientas de trabajo con la tierra y animales.
Se caracterizan por el uso del encierro como forma de control. Se constata en los informes
analizados un alto índice de horas de encierro, y la sanción utilizando celdas de aislamiento.
Hay una fuerte presencia del uso de grilletes, esposas y requisas internas. Los adolescentes
son requisados al pasar de un espacio a otro y son trasladados con piernas engrilletadas y
amarrados con esposas entre ellos. Durante la primera mitad del año de intervención del
programa los adolescentes permanecían engrilletados en el espacio educativo, una clara
muestra de cómo la institución total permea los espacios educativos que suponen un sentido
emancipatorio. La institución utiliza estos medios procurando una “rehabilitación” sin tener
en cuenta que el sujeto se revela ante la tranca.
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La teoría del control social (Hirschi, 1969; en Vigna, 2011) en referencia al lazo social
encuentra su punto de concordancia con la mediación (García Molina, 2003) donde la
educación social se comporta como “puente” con el patrimonio cultural. Esta mediación
implica la generación de vínculos sociales, institucionales y con la cultura en el marco de
una relación educativa.
Por otra parte, tanto la perspectiva estática como, en parte, la tipológica, se oponen a la
noción de antidestino de Núñez (Núñez, 2005; en ADESU, 2010, p2), por considerar que
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existe una predisposición inicial durante la niñez hacia el delito quitando relevancia a los
eventos significativos que puedan ocurrir post niñez y eliminando el sujeto de la educación.
En el mismo sentido en McNeill (2012) se menciona la postura contraria a la visión estática
sobre el sujeto vinculada al delito–el etiquetamiento- mencionando que el estudio sobre el
desistimiento nos fuerza a ir más allá de los modelos estáticos de sujeto como criminales,
prisioneros u ofensores (McNeill et al, 2012, p 4) Podemos vincular este postulado en
referencia al etiquetamiento en McNeill con respecto de la concepción del sujeto desde su
potencia y no desde su carencia (Martinis, 2006). Esto se condice con la posición
pedagógica acerca del sujeto como potencia la cual permite una visión emancipadora,
proyectiva, y procesual, y de acuerdo con esto la posibilidad de abordaje educativo.
La relación educativa
“El interés del educador es el núcleo duro de toda metodología educativa” (Núñez, 1999, p
58) Esta apreciación, como la referencia que hace McNeill sobre el interés puesto en el
sujeto (McNeill, et al, 2012, p.7) hace referencia a la relación educativa. El aporte que
implica hacia vínculo educativo el posicionamiento del agente de la educación al demostrar
interés en el proyecto del sujeto.
En el estudio realizado por Rex (1999, citado en McNeil et al, 2012) se vuelve sobre la idea
de que el “primer paso” se trata del interés que se muestra (refiere al rol de supervisión -
dada la prioridad que se le da a las medidas no privativas de libertad y el valor de la
supervisión- según los estudios sobre desistimiento) sobre las personas en conflicto con la
ley. Tal como aparece en la investigación de Julie Leibrich en 1993 (McNeill et al; 2012, p 7)
se destaca la importancia de ser escuchados por alguien.
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En primer lugar, debemos tener en cuenta el carácter total de la cárcel. Luego el lugar
desvalorizado de lo educativo en esta institución, el necesario doble rol metodológico entre
mitigar daños y la promoción, y el hecho de la posibilidad de “operar sobre el síntoma”
(Núñez, 1990) al trabajar con sujetos encarcelados.
La teoría del desistimiento marca la edad como un factor clave en el proceso de alejamiento
del mundo del delito, colocando que ‘’la actividad [delictiva] presenta un pico en la
adolescencia y juventud, decayendo drásticamente a medida que ingresan en la adultez’’
(Vigna, 2011, p 10).
De esta manera el trabajo educativo social con adolescentes en conflicto con la ley cobra
sentido pedagógico y político. Por tratarse de una edad clave en la construcción de un
proyecto de vida, una etapa clave para iniciar un proceso de desistimiento, porque los
factores por los cuales llegan al delito tienen que ver también con la interacción cercana con
diferentes formas de delito -teoría del aprendizaje social- (Akers, 1973, en Vigna, 2011) y el
desistimiento se da por los mismos mecanismos, pero en sentido inverso (Vigna, 2011).
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Conclusiones
El trabajo monográfico, y la experiencia en sí, opera como espejo de algunos aspectos que
lanzan autores y estudios de relatorías realizados por diversas organizaciones en torno al
sistema penal juvenil y las carencias que aún imperan.
Me interesa mencionar tres específicas: el carácter híbrido del rol del funcionariado (Silva
Balerio, 2005), los castigos físicos y psicológicos perpetuados en el sistema, y el carácter
punitivo de abordaje del tema en sus múltiples agencias.
Los postulados de las teorías del desistimiento asocian este proceso a fenómenos que
aumenten el costo del delito, vínculos que sirven de supervisión, así como también la
religión, la familia y el trabajo.
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Nada Crece a la Sombra propone un trabajo a la interna de las cárceles que contribuye al
proyecto de centro, mejorando el medio ambiente penitenciario, los vínculos, aportando
vínculo con el afuera, nuevos contenidos, permeando la práctica institucional.
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Bibliografía
García Molina, J. (2003) Dar (la) palabra. Deseo, don y ética en educación social.
Barcelona-España: Gedisa.
Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (2018) Entre la alta
contención y la inclusión social. Desafíos para la construcción de un sistema penal juvenil
con un enfoque de derechos. Informe temático del Mecanismo Nacional de Prevención.
Reflexiones sobre el sistema penal juvenil 2008-2018 – 1ª ed. – Montevideo-Uruguay: Prod.
Editorial: Taller de Comunicación. Impresión: Mastergraf.
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Ley 16.137 (1990) CONVENCION SOBRE LOS DERECHOS DEL NIÑO. Publicada D.O. 9
nov/990 - Nº 23223. Disponible en
https://legislativo.parlamento.gub.uy/temporales/leytemp8964519.htm
• McNeill, Fergus; Farrall, Stephen; Lightowler, Claire; Maruna, Shadd. (2012) How and
why people stop offending: discovering desistance. Other. Institute for Research and
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• Nuñez, V. (1999). Pedagogía Social: Cartas para navegar en el nuevo milenio. Buenos
Aires, Argentina: Ed. Santillana.
• Silva Balerio, D., Rodríguez, C. Adolecer lo común. Mirada Jóven #4. UNFPA. INJU-
MIDES.
• Vigna, A. (2011) Persistencia y abandono del mundo del delito: diferencias de género en
los procesos de desistimiento. Tesis de Maestría en Sociología. Universidad de la
República. Facultad de Ciencias Sociales. Departamento de Sociología. Montevideo-
Uruguay.
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Resumen
Introducción
Se elige trabajar con la categoría Babys ya que los adolescentes se encuentran transitando
su egreso del fútbol infantil, y al mismo tiempo comienzan una nueva etapa educativa en los
primeros años de la enseñanza secundaria. Por consiguiente se identifica la necesidad de
reseñar contenidos significativos cercanos a sus intereses, como lo son el deporte y junto a
este su trayecto educativo.
El proyecto titulado “Lo matizable del deporte y la educación”, tiene como objetivo:
“Fortalecer en los adolescentes del club Fátima la importancia del deporte y la educación”.
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La unión de estos dos procesos forma parte de las estructuras de relaciones sociales de los
adolescentes; propiciando su desarrollo y permitiendo tener una visión más global y
acompañada de lo que requiere una autorreflexión de sus intereses.
Proyecto de extensión
Estos proyectos tienen orientaciones claras de lo que quieren ocasionar, tanto en el lugar
donde se lleve adelante el mismo, como en los sujetos que participan. Su dimensión
sustancial es la construcción colectiva de todos los participantes, para alcanzar reunir
diversos saberes que puedan crear una aleación de aprendizajes. De igual importancia
estos proyectos realzan la incidencia y las transformaciones producidas en el lugar.
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Se comienza a trabajar con el club Fátima en abril de 2019, fecha en que el fútbol infantil
comienza sus prácticas de entrenamiento.En primera instancia nuestras acciones están
destinadas a contactar al presidente del club, para comunicarle el interés de trabajar la
Extensión en Educación Social con una de las categorías. Se acuerda una reunión con la
comisión directiva para conversar sobre el futuro proyecto y de qué forma se pretende
trabajar.
En esta primera parte de acercamiento al club, se conoce a la secretaria del mismo, una
referente muy cercana a las familias, a los adolescentes y al resto del equipo, demostrando
buena disposición a la elaboración del proyecto en conjunto. Se llevan a cabo los primeros
encuentros con los adolescentes, estos se efectúan en sus entrenamientos. Se realiza una
presentación de todos y todas, enfocándonos en contar el motivo de nuestra presencia en el
club, y así evacuar dudas y preguntas que fueran surgiendo.
El trabajo se va realizando los días miércoles y viernes que son los días de entrenamiento
de dicha categoría. Los primeros encuentros estaban destinados a definir y acordar un
horario, como también un espacio en común para la ejecución. Esto resultó dificultoso
debido a que no encontrábamos el horario preciso donde todos podamos coincidir.
Tras la perseverancia de ir cada viernes a la cancha, hace que el técnico ofrezca trabajar en
el horario en que ellos entrenan. De este modo, se realiza cada encuentro de nuestra
intervención en extensión en un sector de la cancha, y en simultáneo lo hacen con sus
entrenamientos. Dado que se trabaja en el mismo espacio físico, se produce una rotación,
mientras unos adolescentes entrenan, otros trabajan en el proyecto de extensión.
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Los momentos son cortos y precisos. En varias oportunidades, se necesita hacer ciertas
pausas, las mismas se dan cuando el clima no es propicio, cuando llegan las diferentes
fechas de campeonatos, las vacaciones de los adolescentes, por consiguiente, se pasa
varias instancias sin vernos. Esto suscita que los encuentros en esas situaciones se vayan
distanciando, teniendo que retomar lo trabajado; por este motivo se vuelve a planificar sobre
lo planificado para continuar con el proceso.
El camino que el proyecto pone en práctica para alcanzar sus objetivos, es a través de
metodologías interactivas, donde cada encuentro con los adolescentes se retroalimenta del
diálogo y el trabajo en equipo. Se realizan espacios de instancia grupal, donde los
adolescentes exponen ciertas acciones habituales del deporte, por ejemplo: llegar en hora a
los partidos, levantar a un compañero del cuadro rival cuando se cae, juntar las pelotas al
finalizar el entrenamiento, entre otras. Por su lado, las educadoras tratamos de facilitar el
manejo de la información como guías de esas instancias grupales, pero en varias
oportunidades, nos toca movernos de ese rol y abrirnos a la escucha, para adquirir nuevos
conocimientos generados por esa experiencia del deporte.
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Entrenar
Diversión
Puntualidad
Aprender
Obligaciones
Respeto
Responsabilidad
Compañerismo
Compartir
Hacer buenos amigos
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Por consiguiente, es importante tener en cuenta su lugar como actores sociales, con una
diversidad de potencialidades a desarrollar, donde mediante la relación con otros sujetos
posibilita la construcción personal de cada uno.
De acuerdo a lo planteado por Teresa Sirven y Luis Rigal (2012): “La IAP es un modo de
hacer ciencia de lo social que procura la participación real de la población involucrada en el
proceso de objetivación de la realidad en estudio, con el triple objetivo de:
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Ampliamos nuestra experiencia con respecto a la Educación Social, donde según ADESU
(2010:3): “La Educación Social, es un conjunto de prácticas profesionales de carácter
pedagógico cuya finalidad es la promoción social y cultural de todos y cada uno de los
sujetos. Práctica que busca, a través de la acción educativa, desarrollar en los sujetos
habilidades y destrezas para la integración y participación en la vida social, política,
económica y cultural de su comunidad y del mundo global”.
Los contenidos culturales que hemos seleccionado, son una forma de acompañar el camino
de este proyecto para alcanzar el objetivo. Comenzamos con contenidos básicos en relación
a la temática del proyecto y luego le fuimos agregando contenidos extendidos guiados a sus
intereses, gustos y experiencias, para alimentar y fortalecer la motivación de los
adolescentes. Los primeros contenidos teóricos fueron una aproximación a las definiciones
de educación y deporte, para ir entrando en conocimiento con el tema central del proyecto.
222 https://biblio.flacsoandes.edu.ec/catalog/resGet.php?resId=56482
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en común estas disciplinas. En primer lugar se hace un listado de palabras, para luego crear
un producto fundamentado de la relación que tienen las mismas.
Se considera que este seminario ha dejado aportes positivos a nuestra formación. Ha sido
un trabajo de práctica educativa diferente a las que se han presentado en la carrera, se
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vivencia otro campo, el del fútbol infantil, donde la Educación Social aún no ha ahondado
el camino en ese club deportivo.
Muchas veces creemos que para trabajar con adolescentes tenemos que estar todo el
tiempo motivándolos y presentarles una planificación con actividades atractivas que sean
de sus intereses; asimismo, nos olvidamos que ellos también sienten deseo de conversar
temas frecuentes a sus rutinas, temas que les preocupa o les genera curiosidad, sin tener
que agasajar su atención con muchas propuestas.
Esta experiencia de extensión nos hizo enfatizar el trabajo en proceso, ese camino
construido de menos a más. En varios momentos el detalle que agradaba era estar juntos
charlando y compartiendo un chocolate, mientras nos hacíamos preguntas y buscábamos
elaborar posibles respuestas.
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Es muy alentador como se construye desde los más pequeños detalles, como nos fuimos
conectando con acciones pequeñas y cálidas, ocasionando una resonancia positiva en los
sujetos.
De este modo, sentimos que hay una transformación en nosotras, en nuestra carrera y en
nuestra formación. Se va dando una evolución a través del esfuerzo y la perseverancia,
desde el inicio de la intervención en extensión hasta culminar el proyecto con los
adolescentes; donde se va integrando el conocimiento de forma minuciosa, logrando que
esa transformación llegue a lo más profundo de cada una.
Bibliografía
Sirvent, T.; Rigal, L. (2012). Proyecto Páramos Andinos. Investigación, Acción Participativa.
Un desafío de nuestros tiempos para la construcción de una sociedad
democrática.https://biblio.flacsoandes.edu.ec/catalog/resGet.php?resId=56482
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