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Sociedad, Familia y Educación curso 2020-2021
De esta forma, las personas no pueden evadirse de los procesos de normalización que
reciben desde diferentes aparatos y/o agentes, que se encuentran controlados por el
Estado. Se trata de una perspectiva que fue muy influyente durante los años 70, pero
que presenta una importante inmadurez teórica al ser demasiado unidireccional. Si bien
es cierto que existe un control social por parte de los aparatos del Estado, las evidencias
empíricas ponen de manifiesto que no todas las personas son completamente moldeadas
por los mismos, existiendo un margen libertad y reacción, por pequeño que este sea.
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Las familias de clase trabajadora que conviven en estos entornos de vecindad tienden a
socializar a sus hijos de forma directa, es decir, utilizan el castigo o la recompensa
según su comportamiento. Pero, no suelen dar a los niños una explicación compleja de
por qué deben o no deben comportarse así. Por tanto, el código restringido es más
apropiado para comunicar experiencias prácticas que para argumentar y discutir ideas,
procesos o interacciones más abstractas. Sin embargo, la socialización lingüística de los
niños de clase media implica la adquisición de un código elaborado, es decir, una
forma de hablar y expresar las ideas donde los significados de las palabras se
individualizan para adecuarse a demandas y contextos diferentes y/o particulares
(Giddens y Sutton, 2013).
A raíz de estas evidencias, Bernstein concluye que los niños que han desarrollado
códigos lingüísticos más elaborados, tienen una mayor capacidad para enfrentarse a las
exigencias académicas que aquellos que están limitados por un código restringido. Esto
obedece principalmente a que la manera en la que se expresan y utilizan el lenguaje los
niños de clase trabajadora, confronta con la cultura académica de la escuela que se
encuentra dominada por un lenguaje más elaborado (no olvidemos que la mayor parte
de los profesores proceden de un entorno de clase media y, por tanto, su lenguaje resulta
incomprensible para estos niños). Como explican Guiddens y Sutton (2013: 983), la
teoría de los códigos lingüísticos de Bernstein ha tenido una gran influencia en la
sociología de la educación, por ser capaz de conectar las macro relaciones de poder y las
micro prácticas de transmisión cultural.
Otro importante teórico social que podemos englobar dentro del paradigma de la
reproducción, es Michael Foucault. Este filósofo francés contrasta la escuela con todo
un conjunto de instituciones que comparten similitudes con ella: las fábricas, las
prisiones, los hospitales, etc. Se trata de una serie de instituciones creadas con el
objetivo de incidir sobre el cuerpo de las personas inculcándoles una fuerte disciplina.
Esta visión de Foucault fue muy novedosa, porque trascendía la idea de que mediante la
difusión ideológica se condicionaban los comportamientos de las personas, afirmando
que las instituciones modernas no sólo actúan en las mentes de los individuos, sino
principalmente sobre sus cuerpos.
Según Foucault, los modernos sistemas de poder inciden en los cuerpos de las personas
sometiendo sus movimientos, gestos, expresiones, etc. a una rígida disciplina, con el fin
último de acomodarlos y adaptarlos a los ritmos monótonos y repetitivos de las
instituciones. Este proceso de normalización corporal sucede igualmente en la escuela, y
puede ser observado en aspectos como la distribución de las mesas y los alumnos en las
aulas, de los tiempos (horarios rígidos y divididos), de las actividades (ejercicios que
van desde hacer flexiones hasta la caligrafía), y de los castigos que reciben aquellos
estudiantes que se desvían de la norma (el aislamiento dentro del aula o el castigo de
cara a la pared).
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En su obra vigilar y castigar (Foucault, 1979), Foucault propone la idea del panóptico1
como una forma de control social propia de las instituciones modernas. Así, mediante el
control panóptico, el poder institucional logra que las personas se sientan continuamente
vigiladas y observadas y, en consecuencia, actúen siguiendo las normas que imponen las
instituciones. La escuela como institución moderna, en todas sus etapas educativas,
tiene un papel primordial en estos procesos de modelación corporal y normalización
social (Pecourt, 2012).
El concepto fundamental de su teoría es el capital, del que identifica hasta cuatro tipos:
el económico, el social, el cultural y el simbólico (Bourdieu, 2000).
El capital económico: consiste en tener cierto dominio sobre los recursos económicos.
Se trata de un tipo de capital convertible en dinero, constituyendo una fuente de poder
político y hegemónico.
El capital cultural: se logra dentro del entorno familiar mediante la educación, y con
frecuencia, consiste en el logro de credenciales como certificados, diplomas, etc.
Como afirman Guiddens y Sutton (2013), la idea fundamental de su teoría es que las
distintas formas de capital son intercambiables entre sí. De esta forma, quienes poseen
un alto capital cultural pueden intercambiarlo por capital económico: accediendo
mediante sus credenciales a puestos de trabajo más cualificados y mejor remunerados.
Igualmente, quienes tienen un elevado capital social, pueden moverse en círculos
sociales más apropiados para intercambiar dicho capital por capital simbólico (mayor
prestigio social).
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El panóptico era un tipo de arquitectura carcelaria ideada por el filósofo utilitarista Jeremy Bentham
hacia fines del siglo XVIII. El objetivo de la estructura panóptica era permitir a su guardián, guarnecido
en una torre central, observar a todos los prisioneros, recluidos en celdas individuales alrededor de la
torre, sin que estos puedan saber si son observados (Panóptico, s.f)
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Los contenidos curriculares hacen referencia a lo que los niños y niñas tendrían que
aprender a lo largo de su participación en el sistema escolar. Desde la introducción de la
LOGSE en 1990, los contenidos curriculares se refieren a los contenidos conceptuales
(¿Qué se enseña?), procedimentales (¿Cómo ha de enseñarse?) y actitudinales (¿Qué
tipo de persona se quiere formar?). Esos tres elementos son inseparables, y deben
permitir que la nueva generación pueda insertarse con éxito al mundo laboral, pero
también que los niños y niñas puedan formar parte de la ciudadanía el día de mañana; y
que, por supuesto, puedan desarrollarse como personas.
Todos los países plantean unos mínimos estándares curriculares que, en lo que tiene que
ver con el contenido, se materializan en el uso de textos con programaciones similares,
en los que se reflejan los conceptos básicos que deben lograr satisfacer los estudiantes
para obtener un título en el sistema educativo. También está establecido en nuestras
sociedades cómo debe ser el entrenamiento de los profesores, y cómo se espera que
desarrollen su trabajo. Sin embargo, no está tan claro que un mismo concepto tenga que
ser enseñado del mismo modo, ni hay unanimidad en el tipo de persona que se forma en
nuestro sistema educativo, pues una cosa es lo que debería enseñarse y, otra cosa, lo que
realmente aprenden los niños en el sistema educativo.
Pero, ¿Qué aprenden realmente los niños y niñas en la escuela? ¿Aprenden solo lo que
figura en los programas oficiales de las asignaturas que cursan? ¿Realmente podemos
controlar todo lo que los niños y niñas aprenden en las escuelas?
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El curriculum oculto puede ser entendido como un efecto colateral del curriculum
manifiesto. El término fue acuñado por P.W Jackson en 1968 (Devís, Fuentes y Sparkes,
2005: 74). Se refiere a los aprendizajes, las “lecciones” no escritas, no oficiales, a los
valores, creencias y actitudes que los estudiantes adquieren en el colegio y que no
estaban previstos intencionalmente. Se denominan “ocultos” porque estudiantes,
educadores o incluso la comunidad entera no los conocen, o no se han parado a
reflexionar sobre ellos. Como señala Jujo Torres, “este curriculum juega un papel
destacado en la configuración de unos significados y valores de los que el colectivo
docente y el mismo alumnado no acostumbran a ser plenamente conscientes” (1998:
10).
Para estudiar el curriculum oculto los autores han puesto en práctica diferentes técnicas
de investigación sociológica: la observación participante y las entrevistas en las aulas de
guarderías y escuelas públicas o privadas, encuestas con preguntas abiertas; entrevistas
grupales, análisis de documentos, observación acompañando a los estudiantes en viajes,
comiendo con ellos, estando con ellos antes y después del colegio, analizando los
diálogos que se producen durante la clase, asistiendo a actividades organizadas por el
colegio durante los fines de semana, análisis de los libros de texto, etc. (Cobanoglu y
Engin Demir, 2014: 780).
Las respuestas a esas preguntas son variadas, pero, por ejemplo, en la manera de
transmitir los contenidos, el curriculum oficial muchas veces valora más el contenido de
lo que se enseña que el proceso mediante el que se aprende, se valora más el
pensamiento convergente que el divergente; se valora más la respuesta a la pregunta que
hacer preguntas.
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Para entender este modelo es importante recordar la distinción dicotómica entre estatus
adscrito (género, etnia, familia de procedencia) y estatus adquirido (educación,
profesión, nivel salarial). Así, para la perspectiva meritocrática, lograr recompensas a
raíz del estatus adscrito sería algo impensable e ilegitimo, ya que para este modelo la
función primordial de la educación es seleccionar a los estudiantes más capaces en
función de sus esfuerzos y sus conocimientos (selección que se traducirá en méritos y
credenciales).
Desde el ámbito de la economía, en los años sesenta, surgió la llamada teoría del
capital humano que viene a reforzar esta tesis del paradigma meritocrático. Así, según
la misma, la educación formal aumenta la productividad individual mediante la
adquisición de habilidades y conocimientos. De este modo, las personas tratarán de
aumentar su nivel de formación con el objetivo de mejorar su productividad y ser, así,
más interesantes para los empleadores. Igualmente, los empleadores seleccionarán
racionalmente a sus trabajadores en función de sus credenciales y titulaciones
académicas, ya que según esta teoría, a mayor formación de la persona mejor
preparación para el desempeño del trabajo (Gabaldón y Täht, 2012).
En los años setenta Ivar Berg (1971) y Randall Collins (1979), llevaron a cabo una
crítica de la perspectiva meritocrática y de la teoría del capital humano. Así, la visión
credencialista desarrollada por estos autores, ponía en duda la tesis de que la educación
aumentaba la productividad laboral, y contrariamente, defendía que el fin último de los
títulos académicos era certificar la pertenencia a grupos sociales de alto estatus. De esta
forma, a través de la exigencia de determinadas credenciales, los grupos sociales
dominantes controlan los requerimientos necesarios para ocupar los diferentes estatus o
posiciones sociales.
Otra teoría que surge como crítica a la perspectiva meritocrática, en este caso de la
mano de autores como Arrow (1973) y Spence (1973), es la conocida como teoría del
etiquetamiento (signalling theory). Según la misma, los títulos académicos actuarían
como una etiqueta o señal que indicaría a empresarios y empleadores, cuáles son las
destrezas, habilidades y conocimientos de los egresados, discriminando así a los
candidatos con menos credenciales.
En definitiva, el credencialismo nos explica que la constante demanda por parte de los
empleadores de un mayor nivel académico y formativo, provocaría una inflación de
credenciales. Por otro lado, también nos indica que generaría el conocido como efecto
<<piel de cordero>>, que consiste en las fuertes diferencias salariales que pueden
existir entre empleados de una misma organización atendiendo a sus distintas
credenciales o titulaciones (aunque desempeñen funciones similares y dispongan de los
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Al igual que los itinerarios formativos este modelo también se compone de seis grandes
modalidades, que en este caso, muestran la variabilidad existente en las transiciones a la
vida adulta de los jóvenes. Estos itinerarios son: el éxito precoz, las trayectorias obreras,
las trayectorias de adscripción familiar, la aproximación sucesiva, las trayectorias en
precario y las trayectorias en desestructuración.
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Así, comienza a surgir una nueva clase social que se singulariza principalmente por su
vulnerabilidad vital y por tener un modo de vida inestable. Se trata del denominado
precariado (su nombre se inspira en una combinación del adjetivo <<precario>> y el
sustantivo <<proletario>>), término acuñado por Guy Standing (2013) para representar
a este “nuevo” grupo social en continuo incremento y surgido en el sistema global de
mercado del siglo XXI, que se caracteriza por: carecer de seguridad en el empleo,
mostrar un estatus y una identidad inestables (consecuencia del desempleo y/o los
empleos inseguros), tener una continua incertidumbre respecto a sus ingresos, presentar
una falta de beneficios tanto empresariales como estatales, entre otras inseguridades
surgidas en la era de la globalización.
Igualmente, Standing argumenta que las personas que pertenecen a esta nueva clase
social, en contraste con el antiguo proletariado, suelen disponer de un nivel educativo y
de una formación muy por encima del nivel que se les exigirá en los empleos a los
cuales aspiran (tratándose de una característica históricamente exclusiva de este grupo).
Mientras que el obrero clásico solía aprender una habilidad y/u oficio a una edad
temprana, y si era competente podía experimentar un ascenso sociolaboral con el paso
del tiempo, actualmente, el precariado está obligado a re-aprender y desarrollar
continuamente habilidades (sociales, emocionales y comunicacionales), que sobrepasan
las demandas a las que se enfrentaba el proletariado. Además, se trata de unas
habilidades difíciles de adquirir (en el caso del precariado cualificado tras años de
estudio y formación universitaria) y fáciles de perder (debido a la falta de continuidad
profesional a la que están sometidos).
Otro de los rasgos propios del precariado es que normalmente debe utilizar muchos más
recursos en trabajo no pagado (empleo para buscar empleo), al contrario que el
proletariado que era explotado en el tiempo de trabajo remunerado. De esta manera, el
actual precariado debe trabajar fuera de su horario de trabajo remunerado para buscar
empleo y/o mejorar sus habilidades (ya que se encuentra sometido a un continuo
reciclaje), además, a este trabajo no pagado se le suma el tiempo dedicado a colas
administrativas, formularios y largos procesos burocráticos. Igualmente, otro aspecto
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que le caracteriza es que obtiene sus fuentes de ingreso en forma de salario monetario,
sin embargo, no percibe los beneficios empresariales (no monetarios) que sí suelen
recibir los asalariados y el proletariado (de igual manera ocurre con una amplia parte de
los beneficios estatales). Por ello, puede afirmarse que el precariado es la primera clase
social en la historia que ha ido perdiendo continuamente los derechos laborales y
sindicales conquistados por la ciudadanía (Standing, 2014: 9).
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Se trata de un sector poblacional clave en la emergencia de los diversos movimientos, colectivos y
plataformas sociales de indignación nacidos en España a raíz del movimiento 15M, y entre los cuales
destacan Juventud Sin Futuro y Marea Granate.
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Las teorías de la reproducción han sido cuestionadas en los últimos años por su continua
insistencia en la dominación social, e igualmente, por tratar a las personas como meros
sujetos incapaces de resistir el control, reduciéndolas, así, a simples actores sin
capacidad transformadora. Sin embargo, en todos los campos sociales, incluido el
educativo, las personas cuentan con un margen importante de actuación propia. Por lo
tanto, en muchas ocasiones, son capaces de reaccionar de manera original y creativa
ante situaciones de dificultad y/o injusticia social.
1. Vida: todas las personas tienen derecho a disfrutar de una vida que merezca la pena
ser vivida (búsqueda de una vida justa).
2. Salud física: los seres humanos tienen derecho a una alimentación adecuada y a
disponer de un lugar apropiado para vivir.
3. Integridad física: conseguir que todas las personas puedan desplazarse de un lugar a
otro sin sufrir ataques, agresiones sexuales o cualquier tipo de violencia.
5. Emociones: poder sentir y manifestar emociones (amor, tristeza, duelo, etc.) sin
sentir miedo o culpabilidad.
6. Razón práctica: poder formarse una concepción del bien y reflexionar de manera
crítica sobre la planificación de la propia vida (esta capacidad incluye la protección de
la libertad de conciencia y de religión).
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8. Otras especies: ser respetoso y poder convivir con los animales, plantas y el entorno
natural.
10. Control sobre el entorno: a) Político. Poder participar en las decisiones políticas
que gobiernan nuestras vidas. b) Material. Poder tener propiedades y ostentar derechos
de propiedad en igualdad de condiciones con las demás personas. En el ámbito laboral,
mantener relaciones valiosas y fructíferas de reconocimiento mutuo con otros
trabajadores y trabajadoras.
BIBLIOGRAFIA
-Berg, I. (1971): Education and Jobs: The great training robbery. Beacon,
Boston.
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