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2.

Galería de ideas (Ideas gallery)

En grupos de cuatro estudiantes, leerán los siguientes textos, luego completarán el siguiente
cuadro, el cual permitirá que hagan un análisis de lo leído.

Lee y analiza

Fragmento de La María de Jorge Isaacs

"Teniendo entre mis manos las trenzas de María y recostado en el sofá en que Emma le había oído
sus postreras confidencias, dio las dos el reloj; él había medido también las horas de aquella noche
angustiosa, víspera de mi viaje; él debía medir las de la última que pasé en la morada de mis
mayores.

Soñé que María era ya mi esposa: ese castísimo delirio había sido y debía continuar siendo el único
deleite de mi alma: vestía un traje blanco vaporoso, y llevaba un delantal azul, azul como si
hubiese sido formado de un jirón del cielo; era aquel delantal que tantas veces le ayudé a llenar de
flores, y que ella sabía atar tan linda y descuidadamente a su cintura inquieta, aquel en que había
yo encontrado envueltos sus cabellos: entreabrió cuidadosamente la puerta de mi cuarto, y
procurando no hacer ni el más leve ruido con sus ropajes, se arrodilló sobre la alfombra, al pie del
sofá: después de mirarme medio sonreída, cual si temiera que mi sueño fuese fingido, tocó mi
frente con sus labios suaves como el terciopelo de los lirios del Páez: menos temerosa ya de mi
engaño, dejándome aspirar un momento su aliento tibio y fragante; pero entonces esperé
inútilmente que oprimiera mis labios con los suyos: se sentó en la alfombra, y mientras leía
algunas de las páginas dispersas en ella, tenía sobre la mejilla una de mis manos que pendía sobre
los almohadones: sintiendo ella animada esa mano, volvió hacia mí su mirada llena de amor,
sonriendo como ella sola podía sonreír; atraje sobre mi pecho su cabeza, y reclinada así, buscaba
mis ojos mientras le orlaba yo la frente con sus trenzas sedosas o aspiraba con deleite su perfume
de albahaca.

Un grito, grito mío, interrumpió aquel sueño: la realidad lo turbaba celosa como si aquel instante
hubiese sido un siglo de dicha. La lámpara se había consumido; por la ventana penetraba el viento
frío de la madrugada; mis manos estaban yertas y oprimían aquellas trenzas, único despojo de su
belleza, única verdad de mi sueño."

Argumento de la novela Manuela, Eugenio Díaz Castro.

La parroquia

En las caídas de la gran sabana de Bogotá se encuentran algunos caseríos con los nombres de
ciudades, villas o distritos, de los cuales uno, que ha conservado entre sus habitantes el grato
nombre de parroquia, es el teatro de esta narración. Está separado de los otros grupos algunas
tres o cuatro leguas, por lo menos, y casi incomunicado, porque los caminos atraviesan
bruscamente montañas, rastrojos y fangales. En su plaza, demarcada hace más de un siglo, hay
dos costados cubiertos ya de casas, y en el uno sobresale la iglesia de teja, bien notable por su
puerta verde y porque cuelgan de una viga de su fachada tres campanas, que, sirven para llamar a
la misa mayor los domingos, y entre semana para dar las doce, —13→ las seis y los dobles de las
ocho. El segundo edificio es el despacho de la alcaldía, llamado antiguamente cabildo; sigue
después la casa del cura con su largo corredor sobre la plaza. Tiene la parroquia un retazo de calle
y, algunos trozos formados de solares de cercas de palos sostenidos por algunos árboles
nacederos. Hay una casa que se distingue por su establecimiento de venta o tienda, de

donde el público se surte de velas, guarapo, o chicha, aguardiente, y algunas veces de pan. La sala
de esta concurrida casa tiene una puerta al oriente, que da a la calle, y otra al occidente que sale al
patio, el cual está cerrado por los costados con dos tramos del pajizo edificio, y por los otros dos
con cerca de guadua, en la cual hay un disimulado portillo, que equivale a la puerta oculta, de que
hablan algunas novelas de Europa.

La tienda tiene una trastienda que comunica con la alcoba de la familia, con una pieza obscura de
por medio, llena de ollas, barriles, artesas y trastos viejos. La concurrencia en la tienda es todo, los
domingos y a veces los lunes. Las arengas de los concurrentes

son graves en ciertas ocasiones, y aun suele la discusión, pasar a los porrazos. De esta venta saca,
tal vez más ganancias que la dueña, un embozado, que, desde un agujero practicado en la pared
de su alcoba, atisba todos los movimientos, y escucha todas las palabras, apuntando en una
grasienta cartera lo que a su entender tiene mayor importancia: en la parroquia hay también
embozados. De las otras dos puertas de la sala, que permanecen siempre cerradas por medio de
cortinas de zaraza, la una conduce a la mencionada alcoba de la familia, y la otra al sur, está
destinada para los forasteros.

TERCERA SECCIÒN

I. DESPERTANDO LA CREATIVIDAD (AWAKENING CREATIVITY)


1. Mente abierta (Open mind)
Lee el siguiente texto y resuelve en tu cuaderno de apuntes las siguientes actividades.
La Vorágine
Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me
lo ganó la violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores ni de la confidencia
sentimental ni de la zozobra de las miradas cobardes. Más que el enamorado, fui
siempre el dominador cuyos labios no conocieron la súplica. Con todo,
ambicionaba el don divino de amor ideal, que me encendiera espiritualmente, para
que mi alma destellara en mi cuerpo como la llama sobre el leño que la alimenta.
Cuando los ojos de Alicia me trajeron la desventura, había renunciado ya a la
esperanza de sentir un afecto puro. En vano mis brazos -tediosos de libertad- se
tendieron ante muchas mujeres implorando para ellos una cadena. Nadie
adivinaba mi ensueño. Seguía el silencio en mi corazón Alicia fue un amorío fácil;
se me entregó sin vacilaciones, esperanzada en el amor que buscaba en mí. Ni
siquiera pensó casarse conmigo en aquellos días en que sus parientes fraguaron
la conspiración de su matrimonio, patrocinados por el cura y resueltos a
someterme por la fuerza. Ella me denunció los planes arteros. -Yo moriré sola
-decía-: mi desgracia se opone a tu porvenir.
Luego, cuando la arrojaron del seno de su familia y el juez le declaró a mi abogado que
me hundiría en la cárcel, le dije una noche, en su escondite, resueltamente:
-¿Cómo podría desampararte? ¡Huyamos! Toma mi suerte, pero dame el amor.
¡Y huimos! Aquella noche, la primera de Casanare, tuve por confidente al insomnio. Al
través de la gasa del mosquitero, en los cielos límites, veía parpadear las estrellas. Los
follajes de las palmeras que nos daban abrigo enmudecían sobre nosotros. Un silencio
infinito flotaba en el ámbito, azulando la transparencia del aire. Al lado de mi chinchorro,
en su angosto catrecillo de viaje, Alicia dormía con agitada respiración. Mi ánima
atribulada tuvo entonces reflexiones agobia-doras: ¿Qué has hecho de tu propio destino?
¿Qué de esta jovencita que inmolas a tus pasiones? ¿Y tus sueños de gloria, y tus ansias
de triunfo, y tus primicias de celebridad? ¡Insensato! El lazo que a las mujeres te une lo
anuda el hastío. Por orgullo pueril te engañaste a sabiendas, atribuyéndoles a esta
criatura lo que en ninguna otra descubriste jamás, y ya sabías que el ideal no se busca; lo
lleva uno consigo mismo. Saciado el antojo, ¿qué mérito tiene el cuerpo que a tan caro
precio adquiriste? Porque el alma de Alicia no te ha pertenecido nunca, y aunque ahora
recibas el calor de su sangre y sientas su respiro cerca de tu hombro, te hallas, espiritual-
mente, tan lejos, de ella como de la constelación taciturna que ya se inclina sobre el
horizonte. En aquel momento me sentí pusilánime. No era que mi energía desmayara
ante la responsabilidad de mis actos, sino que empezaba a invadirme el fastidio de la
manceba. Poco empeño hubiera sido el poseerla, aun a trueque de las mayores locuras;
¿pero después de las locuras y de la posesión?... Casanare no me aterraba con sus
espeluznantes leyendas. El instinto de la aventura me impelía a desafiarlas, seguro de
que saldría ¡leso de las pampas libérrimas y de que alguna vez, en desconocidas
ciudades, sentiría la nostalgia de los pasados peligros. Pero Alicia me estorbaba como un
grillete. ¡Si al menos fuera más arriscado, menos bisoño, más ágil! La pobre salió de
Bogotá en circunstancias aflictivas; no sabía montar a caballo, el rayo del sol la
congestionaba, y cuando a trechos prefería caminara pie, yo debía imitaría
pacientemente, cabestreando las cabalgaduras. Nunca di pruebas de mansedumbre
semejante. Yendo fugitivos, avanzábamos lentamente, incapaces de torcer la vía para
esquivar el encuentro con los transeúntes, campesinos en su mayor parte, que se
detenían a nuestro paso interrogándome conmovidos:
-Patrón, ¿por qué va llorando la niña?
José Eustasio Rivera, Lo vorágine, Editorial Planeta, 1975
Actividades:
1. Identifica y subraya en el texto las palabras: deliquios, insomnio, mosquitero, chinchorro
y cañaverales.
2. Trata de inferir el significado de dichas palabras. Emplea el diccionario si lo consideras
necesario.
3. ¿Cuál es la idea central del texto?
4. ¿Cómo interpreta el autor el amor con las mujeres?
5. Explica el significado de la expresión: ¡Sí al menos fuera más arriscada, menos bisoña,
más ágil!
6. Selecciona la respuesta correcta.
 Quien les ayudó a los parientes de Alicia a arreglar su matrimonio fue:
A. El cura - B. El pueblo - C. El alcalde D. Las monjas
 _ .El lugar a donde partieron los protagonistas de la historia fue
A. Amazonas B. Casanare. C. Caquetá D. Guaviare
7. ¿Qué título le darías al fragmento que leíste de la obra de José Eustasio Rivera?
8. Subraya las descripciones que aparecen en el texto
9. ¿Por qué crees que Alicia no creyó o ni siquiera pensó en casarse con el protagonista,
Arturo Cova?
10. ¿Cómo describe el protagonista Arturo Cova a Alicia?
11. ¿Qué quiere dar a entender el protagonista cuando dice: "toma mi suerte, pero dame
el amor"?
12. ¿Cómo crees que son las condiciones climáticas en el lugar mencionado en el texto?
13. Lee nuevamente el texto y continúa la aventura de Arturo Cova y Alicia. Puedes incluir
más personajes y
lugares diferentes donde se lleve a cabo la historia.
14. Haz un dibujo en el cual recrees la huida de Arturo Cova y Alicia.
15. Consulta una biografía del autor de La vorágine, José Eustasio Rivera.

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