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TEMA 22.

LAS PUBLICACIONES DE LAS CCGG, CON


ESPECIAL REFERENCIA AL DIARIO DE SESIONES. LAS
CORTES DE CÁDIZ DE 1812: Origen del Diario de Sesiones,
de la taquigrafía parlamentaria y del cuerpo de redactores,
taquígrafos y estenotipistas de las Cortes Generales.

ESQUEMA

1. LAS PUBLICACIONES DE LAS CCGG, CON


ESPECIAL REFERENCIA AL DIARIO DE SESIONES.

2. LAS CORTES DE CÁDIZ DE 1812: Origen del Diario de


Sesiones, de la taquigrafía parlamentaria y del cuerpo de
redactores, taquígrafos y estenotipistas de las Cortes
Generales

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1. LAS PUBLICACIONES DE LAS CCGG, CON ESPECIAL
REFERENCIA AL DIARIO DE SESIONES.
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1.1. LA BIBLIOTECA DE LAS CORTES
El germen de la Biblioteca de las Cortes se puede concebir con la constitución
de las Cortes de Cádiz. En principio, surge con el carácter especial de biblioteca
parlamentaria, para ayudar a los parlamentarios en sus trabajos, pero muy pronto
pasará a prestar otras necesidades propias de una Biblioteca de estas
características.
Esta necesidad de los parlamentarios de contar con todo tipo de información
para su trabajo fue tratado en la primera sesión de las Cortes de Cádiz de
septiembre de 1810 en el Teatro de la Isla de León y se constata la urgencia de
crear la infraestructura necesaria para custodiar, convenientemente, la
documentación que las propias Cortes iban generando, y contar con una colección
básica de bibliografía, indispensable para las consultas de los diputados.
Esta propuesta provocó que, en ese mismo año, el 5 de noviembre se
procediera al nombramiento de un archivero en la persona de Antonio Moreno y
Galea y que, el 30 del mismo mes, se eligiera la Comisión de Biblioteca con el fin
de localizar la que había sido del Colegio de Guardias Marinas y disponer de ella
para proporcionar los fondos que pudieran necesitar los Diputados.
Así pues, se consideró que, para el funcionamiento de las Cortes debían contar,
por un lado, con una Secretaría que les auxiliara en sus trabajos y, por otro, con
una biblioteca propia donde pudieran consultar la documentación para su tarea
legislativa. Los resultados, en este sentido, se dieron en la sesión del 24 de enero
de 1811 cuando se acordó la creación de la Biblioteca de Cortes y se confió su
dirección y arreglo a D. Bartolomé José Gallardo que acababa de acreditar su
inteligencia en la elección de obras de las bibliotecas de Marina, Medicina y
Cirugía de Cádiz.
La relación de la biblioteca de Cortes con el bibliófilo durará hasta 1838 y su
personalidad marcará la estructura y evolución posterior de la Biblioteca pues, no
solo organizó una biblioteca legislativa para consulta inmediata de los Diputados
sino que concibió una Biblioteca de Cortes que sirviera de cobijo a los grandes
tesoros bibliográficos nacionales, cualquiera que fuera su procedencia y por ello
en 1837 fue considerada como Biblioteca Nacional.
El Fondo Bibliográfico de la Biblioteca se formó de manera progresiva y no
solo contenía referencias legislativas sino que, por Orden de 12 de marzo de 1811,
se pidió que los impresores remitieran dos ejemplares de todas las obras y papeles
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que se imprimieran a la Biblioteca y Archivo de Cortes. En este sentido, se
publica la Orden de 28 de agosto de 1812 para que se remitan a la Biblioteca de
Cortes listas de los libros y manuscritos resultantes de represalias y confiscos en
todos los pueblos de la Monarquía para entresacar los que convengan y que la
Regencia del Reino expida con la posible prontitud las órdenes correspondientes
al efecto.
La intención de elaborar un Reglamento para dicha Institución viene recogida
en un informe de la Comisión del 17 de agosto de 1813 donde aparece que el
bibliotecario de Cortes está preparando el Plan de bibliotecas provinciales, al que
se manifiesta tan inclinado el Congreso. En él se fijan las bases para el
establecimiento de bibliotecas provinciales en ambos hemisferios y la planta
fundamental de la Biblioteca Nacional Española de Cortes, creando un sistema
nacional de bibliotecas, bajo el patrocinio de la de Cortes, que sería la nacional.
De los contenidos de este proyecto Escolar deduce que, la organización
bibliotecaria estaba a punto de nacer con finalidad de bibliofilia y erudición
histórica. Sin embargo, tan magno proyecto aprobado, casi en su totalidad en las
sesiones del 7 y 8 de noviembre de 1813, no pudo ejecutarse por causa del fin
próximo de la guerra y el traslado de las Cortes y de su Biblioteca a Madrid,
cerrando la primera etapa de esta Biblioteca.
La segunda etapa que durará seis años entre 1814-1820, conlleva la apertura de
las Cortes y de su Biblioteca dirigida de nuevo por Gallardo. Por último una
tercera etapa que viene a coincidir con la muerte de Fernando VII y la aprobación
del Estatuto Real en el año 1834.

1.2. LA LEY DE 19 DE MAYO DE 1838: SUPRESIÓN DE LA


BIBLIOTECA DE CORTES

La supresión de la Biblioteca de Cortes viene determinada por la


Constitución de 1837 y la implantación del bicameralismo, que va a suponer la
consolidación de la Alta Cámara y el nacimiento de su Biblioteca. Un primer
aspecto que dio lugar a este establecimiento fueron los problemas surgidos con la
Biblioteca y el bibliotecario de Cortes a partir de enero de 1838, momento en el
que el Congreso de los Diputados comienza la discusión de un nuevo reglamento
donde se proponía la supresión de la Biblioteca.
Las razones que aducían los diputados para extinguir la biblioteca eran,
básicamente, de tipo económico, aunque también se discutieron cuestiones
personales y profesionales contra el bibliotecario. Todo ello terminó con la
promulgación de la Ley publicada el 21 de mayo de 1838. El proceso de ejecución
de la Ley fue tan largo que no se llevó a efecto, dando lugar al Senado a presentar
un proyecto de ley sobre la supresión de la Biblioteca de Cortes que se convirtió
en la Ley de 19 de mayo de 1838.

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1.2.1. La Biblioteca del Congreso
La Biblioteca del Congreso, en opinión de Alicia Martín, surge con un fondo
mínimo procedente de la suprimida Biblioteca de Cortes. Para esta autora, la
Biblioteca del Congreso, se caracterizará por una mayor estabilidad que su
predecesora y por un desarrollo más lento y menos espectacular, aunque más
efectivo desde el punto de vista técnico.
Por tanto, la Biblioteca del Congreso se inicia con la supresión de la Biblioteca
de Cortes y con la adscripción de los fondos bibliográficos al Archivo. En este
sentido la Biblioteca del Congreso estará bajo las órdenes del Archivero que se
encargará de separar los fondos del Archivo y los de la Biblioteca.

1.2.2. La Biblioteca del Senado


La Biblioteca del Senado, al igual que la Biblioteca del Congreso, tiene su
origen en 1838 con el nacimiento del bicameralismo intrínseco en el Estatuto Real
de 1837. Por este motivo, el estudio de la historia de la Biblioteca del Senado
corre paralela a la de la Alta Cámara.
Rosario Herrero Gutiérrez, bibliotecaria del Senado, en su trabajo sobre La
Biblioteca del Senado escribe cómo la Biblioteca, desde sus inicios hasta su
disolución en 1923, se concibió como un conjunto complejo y armónico donde se
procuró que lo documental, literario, arquitectónico y decorativo quedarán
recogidos en armoniosa síntesis y a la altura que reclamaba la Institución a la cual
servía. Aun contando con los límites que imponía el espacio físico, se tuvo una
concepción grandiosa de la Biblioteca del Senado. Se trató, en suma, de que
recogiera nuestro patrimonio cultural y aun parte del universal de la época.
Se puede sistematizar diciendo que, son tres los aspectos que intervienen en la
configuración de la Biblioteca del Senado:
1) Un primer aspecto relacionado con el nacimiento del bicameralismo
integrado en la Constitución de 1837, que significa la división del Congreso
en dos Cámaras
2) Un segundo aspecto está relacionado con la Ley de 19 de mayo de 1838 que
suprime la Biblioteca de Cortes y da paso a la creación de la Biblioteca del
Senado, después de haber estado fusionadas ambas bibliotecas de Congreso
y Senado.

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3) El tercer aspecto es el relativo a los fondos que se incorporan de la
biblioteca personal de D. Carlos María Isidro de Borbón, que se ha venido
considerando como el germen de la Biblioteca del Senado. Los motivos que
originaron la adjudicación del fondo bibliográfico del Infante a las Cortes
podemos encontrarlos, de manera exhaustiva, en el expediente conservado
en el Archivo del Senado y en los Diarios de las Cortes.

Uno de los trabajos más destacados de la Biblioteca fue la publicación,


en el año 1851, de un catálogo por orden alfabético y de materias con los
fondos de la Biblioteca del Senado. Este mismo año se publica el catálogo de
los fondos de la Biblioteca del Senado también, se publica un Reglamento para
el régimen interno de la misma. El Reglamento, por otra parte, demuestra la
necesidad de una norma para el funcionamiento y organización de la biblioteca,
dando la impresión de consolidación del establecimiento.

1.3. ESPECIAL REFERENCIA AL DIARIO DE SESIONES

La imagen tradicional del Parlamento está asociada a la publicidad de


sus debates a través de los Diarios de Sesiones. Si hacemos un poco de historia,
a principios del siglo XIX la transcripción de los debates en sede parlamentaria
fue una reacción para contrarrestar el poder de la prensa de la época con los
denominados “artículos de Cortes”, más tarde crónicas parlamentarias y que
dejaba el decoro del parlamentario y de la Cámara a merced de la prensa ante
la opinión pública, bien es verdad que una opinión pública muy diferente a la
existente en la sociedad actual. En cualquier caso, constituyen una herramienta
fundamental de una incipiente comunicación del Parlamento con la sociedad
coetánea.
La responsabilidad de este trabajo ha recaído siempre en un cuerpo de
funcionarios existente desde las Cortes de Cádiz, el hoy Cuerpo de Redactores,
Taquígrafos y Estenotipistas de las Cortes Generales. Se produjo también la
incorporación de la expresión “con luz y taquígrafos” al lenguaje utilizado
todavía en las intervenciones de sus señorías desde el escaño, cuando quieren
dejar constancia de algún acontecimiento relevante. Es más, es una expresión
muy utilizada en el lenguaje periodístico también. El Diario de Sesiones ha
constituido por tanto, el documento que da fe de lo que había acontecido en la
sesión.
Los Diarios de Sesiones siempre han estado disponibles en las
bibliotecas tanto del Congreso de los Diputados como del Senado para su
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consulta por parte de historiadores e investigadores de toda clase, y constituía
el único instrumento de acceso a lo debatido en la sesión parlamentaria. La
primera tecnología que se utilizó para su consulta fue el microfilm, que
podemos considerar como la tecnología precursora de la digitalización.
A partir del año 1977, el audio quedó incorporado como nuevo soporte
tecnológico. La grabación en audio de las sesiones parlamentarias se utilizó en
paralelo a la elaboración de los Diarios de Sesiones. Desde hace ya varios años,
la documentación audiovisual en los Parlamentos supone un instrumento
fundamental para dar a conocer el trabajo que se realiza en sede parlamentaria.
Ha venido a complementar los tradicionales instrumentos de publicidad
parlamentaria que han sido los boletines oficiales y los diarios de sesiones. Y
más en concreto respecto a estos últimos, hoy podemos afirmar que los
soportes audiovisuales no solamente conviven junto con el soporte impreso en
las páginas web parlamentarias, sino que suponen una transformación de la
comunicación entre el Parlamento y la sociedad.
El Diario de Sesiones es una publicación final elaborada por el Cuerpo
de Taquígrafos-Estenotipistas de las Cámaras, que está formado
funcionalmente por dos perfiles: el Taquígrafo-Estenotipista (TE) y el Redactor
En el actual proceso de elaboración del Diario de Sesiones, el proceso
empieza in situ en el hemiciclo o en la sala donde se celebra la sesión. Se
recoge la literalidad de los discursos bajo la forma de una transcripción, a
través de estenotipia, taquigrafía y notas, mediante un sistema de turnos de 5
minutos en el pleno y de 10 en comisión en el caso de los TE, y de un mínimo
de media hora en el caso de las R.
En el despacho, se procede a la elaboración del borrador, que ya recoge
correcciones gramaticales, ortográficas y de redacción, así como comprobación
de datos. Evidentemente, en esta fase especialmente existe la presión de ofrecer
un primer borrador en el menor tiempo posible para subirlo a la intranet. El
borrador es un documento en formato Word resultante de unir los turnos de los
TE que se va subiendo a la Intranet a lo largo de la sesión. En cualquier caso, el
primer borrador de todas las sesiones queda en la Intranet en el mismo día de la
celebración de la sesión.
Cada R revisa los turnos de los TE que han estado con ella en la sesión
para elaborar el documento que será enviado tanto a la web (en forma de
transcripción) como a la imprenta, en forma de DS. Previamente, las R se
encargan de ir subiendo, en este caso a la web, el segundo borrador, completo y
por asuntos, lo que exige incorporación de marcas y otras intervenciones en el
documento.
En jefatura se procede a una revisión del borrador y, en el caso del DS
del pleno, a la elaboración del sumario. En el caso del Senado, en esta fase se
procede a la integración de los textos transcritos por los intérpretes de las
lenguas cooficiales.
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Una vez completo el documento, se envía a la imprenta a través del
tramitador, igualmente utilizado para el intercambio con los intérpretes y las
subidas a la web
El borrador como documento en formato Word tanto en la página de la
sesión correspondiente, como en la Sección Publicaciones Oficiales y
desaparece como documento en el momento que la web recoge el DS
Publicación oficial (digital) en la página web de la institución, en las
secciones correspondientes al órgano correspondiente y en la Sección
“Publicaciones Oficiales”, en diferentes formatos: pdf (el que corresponde a
una publicación oficial), y en xml y e-pub, formatos de datos abiertos.
En la actualidad, el resultado final en la web incorpora dos fases del
proceso: el segundo borrador en N versiones, elaborado por las R, y el DS,
estando el borrador indefectiblemente asociado al DS.

Para el Cuerpo de TE la integración de su trabajo en perspectiva


“accesibilidad en la web” es muy positiva, ya que permite configurar su
especialización como una participación activa en materia de transparencia. En
el año 2011, el DS se adaptó a otra realidad presente en el Senado: la
incorporación de intérpretes de las diferentes lenguas cooficiales a las sesiones
plenarias en el debate.
La incorporación del concepto de transparencia parlamentaria ha
supuesto más de lo que puede percibirse en una primera aproximación de la
realidad parlamentaria: la transparencia parlamentaria supone comunicar la
documentación parlamentaria.
A modo de conclusión, la evolución de estos dos siglos de publicidad
parlamentaria puede ser resumida en el paso del “luz y taquígrafos” al “luz,
taquígrafos y vídeo en la web”. De este modo, dentro de los parlamentos, se
está produciendo una evolución en las funciones de gestión documental, que ha
pasado de estar focalizada en los recursos documentales y bibliográficos
externos a la gestión transversal del conjunto de documentos generados por la
actividad parlamentaria.

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2. LAS CORTES DE CÁDIZ DE 1812
(Fuente: Dialnet-eldiariodesesionesdelascortes18101814-134644.pdf)
2.1. Introducción
El embrión del sistema parlamentario español, así como la figura del
político orador, nació el 24 de septiembre de 1810. En aquella fecha el
Diputado

2.2. Origen del Diario de Sesiones


El 5 de octubre de 1810, Oliveros, diputado por Extremadura, propuso
que “haya un periódico destinado a publicar las sesiones de las cortes con el
nombre de Periódico de las Cortes”. La propuesta fue aprobada por
unanimidad.
Un día después se dio cuenta en el Congreso de una Memoria,
presentada por el coronal don Mariano Gil de Bernabé, director de la Academia
Militar de la Real Isla de León, en la que se solicitaba que se concediera “a
dicha corporación el correr con el Periódico de Cortes para poderla fomentar
con las utilidades pecuniarias que de él resultasen, y remediar sus
necesidades”. Oliveros pidió entonces que se nombrara “una comisión de tres
individuos de las Cortes para que examinando las propuestas que se hagan
sobre el Periódico acordado, presenten a las mismas su dictamen”. En
consecuencia, “nombró el Sr Presidente para dicha comisión” al propio
Oliveros, a Argüelles y a Capmany. El 11 de noviembre, Argüelles leyó un
“plan” elaborado por esa comisión, según el cual el “establecimiento” del
Periódico había de estar integrado por un director, un oficial primero, dos
oficiales segundos y dos taquígrafos.
Así fue el origen del Diario de sesiones de las Cortes, cuya andadura
comenzó el 16 de diciembre de 1810.
En una obra sobre las Cortes gaditanas, Federico Suárez afirma que el
Diario de sesiones no se llegó a imprimir a causa de “una excesiva
burocratización que impedía la resolución expedita de las dificultades”. Sin
embargo, la cuestión no es tan simple como la presenta Suárez.
Ciertamente, la situación en que había quedado el “establecimiento” del
Diario al finalizar las Cortes generales y extraordinarias era francamente
desastrosa. No puede sorprender, por consiguiente, que las Cortes ordinarias
pusieran todos los medios a su alcance para que al menos las Actas de las
sesiones –que, merced al Reglamento para el gobierno interior de las cortes,
de 1813, se habían convertido en la publicación periódica y “oficial” del
órgano de representación de la voluntad nacional- salieran a la luz con
puntualidad.

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De esta manera, el 2 de octubre de 1813 se acordó que aquéllas se
imprimieran “por ahora, y mientras otra cosa se dispone en la Imprenta
Nacional” autorizándose “al Sr. Presidente y Secretarios” para que si esta
Imprenta “no se halla en estado de hacer la impresión de las Actas para el día
después de la lectura y aprobación en las Cortes, puedan tratar al efecto con
impresores particulares”.
Ahora bien, el interés de las Cortes ordinarias por las Actas no significó
un correlativo olvido del Diario. A pesar de todo, las Cortes no consiguieron
formar ninguna “colección completa” del Diario de Sesiones ya que el 4 de
mayo de 1814 Fernando VII anuló toda la obra liberal.
Es preciso destacar, de otro lado, que en las legislaturas de 1813 y 1814
se discutió y aprobó el Reglamento para la Redacción del diario de las
discusiones y actas de las Cortes. En el Reglamento, se fijaba el “principal
objeto” de la misma: dar a conocer a la Nación “la historia auténtica de sus
Cortes”. El Reglamento encomendaba al “establecimiento” la misión de formar
y publicar, durante el tiempo en que estuvieran reunidas las Cortes, el “Diario
de las Actas y discusiones de aquella legislatura”. Asimismo, establecía que los
redactores, oficiales de sesión y taquígrafos eran los que intervenían en la
formación del borrador de las discusiones.
Como resumen, el Diario de sesiones no refleja con fidelidad lo que se
dijo o se trató en el Congreso durante el período gaditano ya que las Cortes,
adoptando una actitud censora, solo permitieron que se consignara en el mismo
“aquello que no conviene omitir”. Por otro lado, es preciso destacar que el
Diario de sesiones no constituyó en el referido período “el medio más
expedito” para que llegaran a “toda la Nación” las “miras benéficas” de las
Cortes porque, aparte de ser caro, salía a la calle (cuando salía) con bastante
retraso.
Ahora bien, este retraso, dicho sea en descargo del órgano de
representación de la voluntad nacional, se debió no solo a la escasez de
recursos sino también al boicot efectuado por los responsables de determinados
periódicos, a los que no les interesaba que el tantas veces citado Diario les
hiciera competencia, y por algunos sujetos que no soportaban que se propagara
el liberalismo.

2.3. Origen de la taquigrafía parlamentaria (Libro de Javier)


El origen de lo que hoy conocemos como taquigrafía está en el Imperio
romano y que data de la primera mitad del siglo anterior al nacimiento de
Cristo. La taquigrafía o escritura veloz tiene un fin determinado: escribir tan
deprisa como se habla por medio de ciertos signos y abreviaciones,
procedimiento que posteriormente debe permitir reproducir fielmente lo
escuchado para que pueda ser leído por cualquier persona.

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El primer intento por ahorrar tiempo en la escritura se llevó a cabo en el
Imperio romano, donde fue muy común el uso de abreviaciones gráficas,
concepto en el que se engloban las siglas, que conservan solo la inicial del
término abreviado; los nombres sacros, usados desde los primeros tiempos del
cristianismo; y las abreviaturas jurídicas utilizadas para abreviar ciertos
tecnicismos. Esta forma de escritura abreviada fue muy utilizada en Roma
antes y después de la invención de la taquigrafía y fue el sistema seguido por
los escribientes para dejar testimonio de los primeros debates del Senado
romano. Sin embargo, el uso generalizado de siglas provocó gran variedad de
interpretaciones en los escritos, lo que motivó que el Emperador Justiniano
prohibiese su uso en documentos públicos bajo penas muy rigurosas.
La teoría más extendida para determinar el origen de la verdadera
taquigrafía se atribuye a Marco Tulio Tiron, nacido en el año 103 a.C, esclavo
y después liberto de Cicerón. Se consideró un invento prodigioso y se le
denominó braquigrafía (brajus, breve, y graphe, escritura) o notas tironianas y
respondía, a diferencia de las siglas, aun plan preconcebido, a un método
racional para seguir un discurso a la velocidad con que se producía. Consistía
en unos doscientos signos fundamentales, de los cuales se derivaban los demás,
a los que se añadieron una serie de marcas arbitrarias que equivaldrían a lo que
hoy se conoce en taquigrafía como signos convencionales.
En definitiva, las importantes discusiones del Senado romano, y en
consecuencia la actividad parlamentaria de esa época, constituyen la base de la
invención de la taquigrafía.
Por tanto, la semilla taquigráfica fue sembrada y su fruto desarrollado
ampliamente durante siglos gracias a las primitivas notas tironianas a cuyo
estudio, divulgación, ampliación y compilación se dedicaron numerosas e
importantes personalidades, como Séneca o San Casiano de Imola.
Con el paso de los años la taquigrafía, como tantas otras artes y ciencias,
entró en decadencia y durante siglos fue completamente olvidada. El hecho fue
que la taquigrafía nacida de la mano del Imperio romano, sucumbía con él y
debía esperar cientos de años hasta que de nuevo el parlamentarismo, en este
caso inglés, sirviera para que el arte taquigráfico, a finales del siglo XVI,
volviera a renacer para dejar testimonio a lo acontecido en los Parlamentos de
todo el mundo.
En el siglo XVI Inglaterra, a la vez que desarrolla su sistema
parlamentario, descubre la utilidad que la taquigrafía podía aportar a este fin y
apuesta por el resurgimiento de la práctica estenográfica. De esta forma se
convierte en cuna de la taquigrafía moderna y de los métodos que han llegado
hasta nuestros días.
Aunque en un principio los ingleses echaron la vista atrás y retomaron la
base taquigráfica de las notas tironianas, rápidamente se percataron de las
dificultades que este método entrañaba al aplicarlo a un idioma distinto del
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latín. Así, desde el siglo XVI al XIX fueron muy numerosas las investigaciones
desarrolladas en este campo para conseguir un método estenográfico
perfectamente adaptado a la lengua inglesa. Así, los sistemas ingleses,
siguiendo una estructura distinta y más sencilla que la ideada por Tiron, se
basaron en asignar a cada letra del idioma una línea geométrica cuyo trazado
más sencillo y rápido de ejecutar se correspondiera con aquellos sonidos más
usuales en idioma inglés, mientras que aquellas líneas cuya ejecución fuera un
poco más lenta o difícil se adjudicaron a letras de uso más infrecuente.
A partir de ahí el desarrollo de la taquigrafía fue ya imparable. En 1783
se introduce la taquigrafía en el Parlamento inglés para dejar constancia literal
y fidedigna de los debates, creándose así la figura del taquígrafo parlamentario
tal y como ha llegado hasta nuestros días. Finalmente, el 1 octubre de 1887
tiene lugar en Londres el primer Congreso Internacional de Estenografía,
prueba irrefutable de que esta técnica reinventada por el pueblo anglosajón se
desarrolló e implantó más allá de sus fronteras.
En el caso de España los antecedentes taquigráficos son absolutamente
inexistentes hasta el siglo XIX, sin embargo no era de extrañar este hecho ya
que para qué un sistema taquigráfico si no existía actividad parlamentaria. Fue
a principios del siglo XIX cuando la prolífica producción taquigráfica en
Inglaterra y Francia llamó la atención en España, donde dos personas, sin
ningún antecedente estenográfico previo, se percataron de la importancia de
esta actividad y se dedicaron a su estudio. Nos referimos a don Juan Álvarez
Guerra, tratadista, agrónomo y político, y a don Francisco de Paula Martí,
grabador y miembro de la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando.
Tras varias vicisitudes entre ambos, Martí elaboró su método y lo
presentó en julio del año 1802 ante la Sociedad Económica-Matritense, que
nombró una comisión para formular su correspondiente dictamen. Informado
favorablemente, se acordó su presentación ante el Gobierno con la propuesta de
establecer una Cátedra de Taquigrafía donde la enseñanza fuera gratuita. En
esta Escuela se formaron los primeros taquígrafos parlamentarios de la historia
de España.
La Escuela de Taquigrafía vio interrumpidas sus clases el 4 de diciembre
de 1808 como consecuencia de la invasión napoleónica. Recobrada la
independencia, la actividad taquigráfica volvió de nuevo en septiembre de
1813.
Se considera inventor de la taquigrafía española a don Francisco de
Paula Martí. Este arte bicentenario que tanto ha aportado al conocimiento que
hoy tenemos sobre diversos aspectos de nuestra historia, especialmente lo
acontecido en los doscientos años de actividad parlamentaria. Efectivamente,
fue en el Parlamento, en las Cortes de Cádiz de 1810, donde la taquigrafía
encontró el medio perfecto para su desarrollo, simbiosis que ha llegado hasta
nuestros días y que ha permitido conocer con exactitud lo ocurrido en los

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debates celebrados en las cámaras españolas en estos dos siglos de historia
parlamentaria.
En definitiva, doscientos años después de la aparición del primer método
estenográfico adaptado al español, aún sorprende que alguien que nunca
practicó profesionalmente la taquigrafía fuera capaz de diseñar unas reglas que
el paso del tiempo no ha dejado obsoletas.
Los grandes taquígrafos del siglo XIX mantuvieron en esencia lo
enseñado por Martí, adicionando aquello que su práctica profesional así les
aconsejaba, pero sin desvirtuar la esencia de la taquigrafía martiniana. Y
aunque durante estos dos siglos se han publicado multitud de métodos
taquigráficos, todos aquellos que se han apartado de las reglas básicas
diseñadas por Martí no han demostrado más que su inutilidad para alcanzar
grandes velocidades. Esa fue su gran virtud, el genio y la clarividencia que
durante doscientos años le han atribuido, con todo merecimiento, los mejores
especialistas taquigráficos de España.

2.4. Origen del Cuerpo de Redactores, Taquígrafos y estenotipistas de las


Cortes Generales
La presencia de la taquigrafía en el Parlamento tuvo su origen en los propios
diputados de las Cortes de Cádiz, quienes mostraron un interés especial por la
publicación íntegra e imparcial de lo ocurrido en los debates parlamentarios, labor
que no cumplían los periódicos de la época al extractar, y en gran medida
tergiversar, lo ocurrido en las sesiones. Desde ese momento, la Administración
parlamentaria satisfizo dicha necesidad mediante la convocatoria de sucesivas
oposiciones, lo que posibilitó la incorporación al Parlamento de diversas
promociones de taquígrafos y, ya avanzado el siglo XX, también de estenotipistas.
El primer intento de sistema reglado de selección de taquígrafos se produjo
como consecuencia de la convocatoria de cinco plazas de estenógrafos publicada
en la Gaceta el 8 de marzo de 1814. Sin embargo, para desgracia de los
candidatos, pues la oposición ya estaba convocada, el rey Fernando VII decretó la
anulación de la obra de las Cortes de Cádiz, lo que impidió la incorporación de
nuevos taquígrafos.
Restablecidas las Cortes en 1820, y con carácter previo a su apertura, el
Parlamento se dotó de la organización administrativa necesaria para el
cumplimiento de sus funciones, responsabilidad que recayó en el Oficial Mayor de
la Cámara, señor Gelabert. Se tomó la decisión de incorporar a las Cortes a
aquellos funcionarios que ya prestaban servicio en ellas al ser disueltas en 1814, si
bien los años transcurridos pusieron de manifiesto la imposibilidad de la
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incorporación de algunos de ellos por fallecimiento o por estar prestando servicio
en otros destinos.
Sin embargo, la plantilla de taquígrafos seguía siendo deficitaria en cinco de
las plazas previstas. Así, en 1821 las Cortes convocaron una oposición para cubrir
dos plazas de taquígrafos de tercera. El sistema de selección consistió en la lectura
de textos del Diario de sesiones y de “algún otro libro”. Concluida aquella y
tomadas las notas taquigráficas por los opositores, la Comisión se reunió para
examinar los trabajos y hacer los nombramientos correspondientes.
En 1823 las Cortes vuelven a disolverse, restableciéndose en 1834 aunque con
una importante novedad: el bicameralismo. Surgen dos Estamentos, el de Próceres
y el de Procuradores, cuyas plantillas se elaboraron por decreto, decisión que
realmente hizo desaparecer la autonomía reglamentaria del Parlamento en lo
concerniente a su personal. Además, aunque se prevé la existencia de taquígrafos
y redactores, en la práctica desaparece también la Redacción del diario de
Sesiones. Este hecho provocó una gran polémica con el Gobierno, ya que fueron
numerosas las iniciativas parlamentarias reclamando este servicio. Incluso los
taquígrafos de 1823 se dirigieron en numerosas ocasiones a los respectivos
Estamentos solicitando la restitución del Diario de Sesiones.
El 13 de agosto de 1836 la Reina Gobernadora de España, como consecuencia
de la sublevación de los sargentos de La Granja, ordena y manda “que se publique
la Constitución política del año 1812, en el ínterin que reunida la Nación en
Cortes, manifieste expresamente su voluntad, o de otra Constitución conforme a
las necesidades de la misma”. Se vuelve así a un nuevo periodo donde las cortes
tuvieron que dotarse, una vez más del aparato administrativo correspondiente. Sin
embargo, la Redacción del Diario de Sesiones no se restableció argumentando la
complejidad y el coste del mantenimiento de este servicio. Ante tal situación, los
taquígrafos elevaron un escrito al Presidente de las Cortes, a partir del cual, se
inició un arduo debate sobre la conveniencia o no de contar con un diario de
sesiones. Finalmente, las cortes decidieron contar con un Diario de sesiones
aunque con unas condiciones durísimas para la contrata responsable de su
publicación.
A partir de 1847 la plantilla de la Redacción del Diario de sesiones del
Congreso de los Diputados se estabilizó y empezaron a convocarse oposiciones
periódicas. Surgía un problema y es que los redactores, jerárquicamente por
encima de los taquígrafos, desconocían la técnica estenográfica. Esto motivó que
en febrero de 1847 los taquígrafos propusieran que el Diario de Sesiones se
organizara de manera tal que todos sus integrantes, redactores incluidos, supieran
taquigrafía.
Es de destacar el año 1918 ya que se convocó una oposición en cuyo desarrollo
destaca un hecho importante: la presencia entre los opositores de tres mujeres:
doña Clara Campoamor, que años más tarde se convertiría en una célebre
diputada, impulsora del voto femenino en España; doña Eulalia Lapresta; y doña
María Luisa Ortega.
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Fue en 1933 cuando se produjo un hecho importantísimo en la historia del
Cuerpo de Redactores Taquígrafos y Estenotipistas de las cortes Generales: la
incorporación de la primera mujer, doña Ángeles Soler.
En 1970 se produjo el cambio más importante en la historia del Cuerpo de
Taquígrafos: la irrupción de la estenotipia y, con ella, la presencia
abrumadoramente mayoritaria de la mujer en este ámbito laboral.
En el periodo comprendido entre 1977-2012 se produjeron importantes
novedades, ya que el 4 de enero de 1977 se aprobó la Ley para la Reforma
Política, norma que estableció las bases del proceso que desembocaría en la
aprobación de la CE de 1978. España entró así en un nuevo periodo bicameral
pero con una diferencia sustancial en lo que a esta exposición se refiere, puesto
que el ingreso de los taquígrafos y estenotipistas en el Parlamento se hará a partir
de ese momento mediante oposición a las Cortes Generales, independientemente
de que su adscripción posterior sea al Congreso de los Diputados o al Senado, es
decir, todos ellos tendrán los mismos derechos y deberes.
En este periodo de recuperación democrática los taquígrafos y estenotipistas
volverían a experimentar interminables pero apasionantes debates; vivirían
sesiones nocturnas agotadoras; y, como en el siglo XIX, pero con televisión en
directo, serían testigos de los sucesos ocurridos en el CD el 23 de febrero de 1981,
es decir, del intento de golpe de Estado del teniente coronel Tejero. Al margen de
estos avatares, tanto en el pasado como ahora, en esta nueva etapa democrática su
misión seguiría siendo la misma: dejar constancia fiel, integra e imparcial de los
debates y acontecimientos ocurridos en las Cámaras.

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