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CARACTERES DEL NEGOCIO DE ÚLTIMA ÚLTIMA VOLUNTAD - COMENTARIO

CARACTERES DEL NEGOCIO DE ÚLTIMA VOLUNTAD

A saber, la mayoría de autores califican testamento como un negocio jurídico o un acto


jurídico, por lo que resulta revocable desde una perspectiva teórica al tratarse de un
“negocio de última voluntad”.

En efecto, una de las características que se le reconoce al testamento es su esencial


revocabilidad, a fin de proteger la voluntad del testador, pues qué duda cabe que se trata
de un acto libre, espontáneo y voluntario. Es importante advertir que esta característica
particular de revocabilidad, no exime el carácter definitivo del testamento, que solo podrá
sufrir cambios en caso de emplearse la revocación.

La revocación es una institución que opera de manera unilateral, semejante al


desistimiento que de igual forma opera de manera unilateral y bastante diferente a la
figura del mutuo disenso el cual es empleado a fin de disolver una relación jurídica
constituida por un negocio bilateral.

Ahora bien, dentro de las principales características que diferencias a la institución de la


revocación, es:

- Se trata principalmente de un negocio unilateral.

- Se trata de un acto jurídico constituido por el mismo actor que desea revocarlo.

- Se puede hacer uso de esta institución siempre que el negocio jurídico no esté
en ejecución.

- Tiene efectos retroactivos y se ejecuta extrajudicialmente.

El principal efecto de la revocación es hacer ineficaz el testamento otorgado. Es


importante precisar que la revocabilidad no constituye un derecho absoluto, sino que
tiene sus límites. Ello tiene lugar cuando el testamento contiene disposiciones de
naturaleza irrevocable, como cuando hay reconocimiento de un hijo extramatrimonial, lo
cual según el artículo 395 del código civil no admite modalidad y es irrevocable.
En relación a la revocación del negocio, existen discrepancias entre aquellos que
sostienen que resulta un negocio jurídico inter vivos o de carácter mortis causa.

Nuestro grupo concuerda con el autor en el sentido que, si bien el negocio jurídico
testamentario surte efectos desde que se ha redactado y por consiguiente desde la última
declaración de voluntad, esto no significa que se entienda como un negocio inter vivos,
puesto que la totalidad de los efectos que el negocio de última voluntad solo se habrán de
producir luego de la muerte de su autor.

Ahora bien, nuestro país solo admite un negocio de última voluntad, por lo que la
característica de la unilateralidad permanece en nuestro sistema. Sin embargo, la idea de
que la aceptación de la herencia constituye un requisito para que el testamento surta
efectos, estaríamos ante un negocio jurídico de carácter bilateral, porque la aceptación se
constituye como el mecanismo jurídico establecido por la ley a través del cual el sucesor
se convierte en el titular de los bienes que conforman la masa hereditaria; por lo que
ambas declaraciones, en realidad, se presentan como dos negocios autónomos que
generan efectos diversos.

Siguiendo con el hilo de nuestro análisis, hemos de preguntarnos si, ¿el negocio jurídico
testamentario puede ser efectuado a través de un nuncio o portavoz?

En primer lugar, cabe mencionar que un nuncio (emisario o portavoz) es una persona
designada por un particular para que sea la encargada de transmitir su voluntad, y que a
diferencia de la representación, los efectos jurídicos de este son diversos, pues los
alcances y ciertas consecuencias propias de la representación se encuentran sometidos a
la ley; mientras que el nuncio solo se rige por el encargo del mandante.

En ese sentido, el grupo deviene en acertada la opinión del autor; puesto que, de modo
tácita, la conducta del emisario resultaría irrelevante, ya que al encargar al emisario la
transmisión de la voluntad, esta deberá revestir las formalidades exigidas al testamento
y de este modo ya se tendría un negocio jurídico testamentario.

La diferencia entre declaraciones de voluntad recepticias y no recepticias, es que el


término declaración de voluntad recepticia tiene una íntima vinculación con la necesidad
de su recepción por parte de un sujeto o sujetos particulares.

Como grupo, estando de acuerdo con el artículo, consideramos que si el negocio jurídico
testamentario, como una declaración de voluntad, es de carácter recepticia, se requeriría
del conocimiento del sucesor con lo cual no se podría producir el efecto de las
declaraciones de voluntad si es que no se cuenta con tal conocimiento y, por ende, las
normas resultarían jurídicamente irrelevantes frente a los sucesores; bajo esta premisa
no tendrían sentido las razones de las normas establecidas. Sin embargo, se plantea que
el conocimiento de una declaración es una ficción legal, por ello se trata de una
declaración de voluntad de carácter no recepticio, pues el conocimiento real nunca sería
exigido para que el negocio surta sus efectos.
El autor nos dice si el «llamado a suceder» fallece antes de que pueda aceptar el efecto
sucesorio, el mismo se transmite en favor de sus propios «causa habientes» (el así
llamado ius delatione, regulado en el artículo 679 del Código Civil), quienes, a su vez,
pueden no conocer la existencia del citado derecho. Lo mismo sucederá si el «llamado a
suceder» por cualquier motivo no toma conocimiento de su institución
Otros autores sostienen que el testamento se encuentra conformado por una declaración
de voluntad recepticia.
Es importante mencionar que a lo largo de la historia del Derecho Romano, la disposición
hereditaria que permitía establecer que nos encontrábamos frente a un testamento era
la institución de los herederos. En efecto, la relevancia de tal disposición era de tal entidad
que se estableció que aquel documento cuya primera cláusula no fuese ella produciría, de
modo inmediato, la nulidad de todas las disposiciones testamentarias que precedieron a
la institución de heredero.

El profesor italiano Pietro Bonfante quien consideraba que en el testamento se disponía


sobre la totalidad de la posición que ostentaba el de cuius, incluyéndose aún la calidad de
pater familias, es decir, el que fuere instituido como heredero en el testamento debía ser
considerado, a todos los efectos, como el nuevo pater familias del grupo familiar y, con
ello, en el encargado del culto familiar, titular del patrimonio familiar, pater de los hijos
que aún son alieni iuris, etcétera.

El autor nos dice que la afirmación del profesor italiano, ha sido desmentida por una
amplia serie de investigaciones posteriores, las cuales demuestran, en función a las
modalidades de negocios de última voluntad existentes, que la citada afirmación resulta
imprecisa y/o incorrecta.

Para responder a la pregunta ¿Cómo llegó la discusión del asunto a nuestro país? Como
se recordará, se ha dicho que la legislación italiana ha sido fuente inspiradora de muchas
de las actuales normas del Derecho Sucesorio peruano, prueba de ello es que el autor del
Libro de Sucesiones de nuestro Código Civil reconoce que la inclusión del segundo
párrafo encuentra su fuente(86) en el texto del artículo 587 del Codice Civile.
Se evidencia que el problema llegó al Perú por vía de la doctrina.

En la relatio sustancial, si bien existe una voluntad exteriorizada y se ha esclarecido la


finalidad que ella debe cumplir, no sucede lo mismo con el «impulso» que se requiere
para encaminarla a producir el citado efecto sucesorio
Para dar inicio al análisis respecto a la interpretación personal o subjetiva del testamento
debemos señalar como punto de partida que la voluntad que se encuentra contenida en
un testamento debe ser interpretada y su vez agregar que la misma asume una particular
relevancia.

Ahora, respecto del principio que debe regir el negocio testamentario el autor hace
alusión a la llamada “teoría de la autorresponsabilidad”, que como lo refiere Antonio Cicu,
estaríamos antes el supuesto en el que la voluntad del agente emisor se reconstruye en
base a una interpretación individual de la declaración (en desmedro de la interpretación
típica de la misma) y sería, a su vez, subjetiva en la medida que se procuraría establecer
el real deseo del testador pero teniendo como límite a la «compatibilidad» de la
interpretación con la declaración empleada para exteriorizar la voluntad.

Ergo; el operador jurídico debe lograr identificar el deseo del testador guiándose por los
propios rasgos que identifican la personalidad, los cuales, evidentemente, resultan
elementos externos a la declaración de voluntad y al documento que le sirve de soporte.

Por otro lado es importante mencionar que se considera que sí existe un defecto en la
exteriorización de la voluntad, lo cual pudo y debió ser evitado por el autor de la
declaración de voluntad con el empleo de la diligencia ordinaria requerida entonces debe
soportar las consecuencias de la declaración defectuosa.

Finalmente, debemos precisar como dato interesante que la interpretación se encuentra


íntimamente vinculada con la impugnación de los negocios jurídicos. Dado que ambos
juicios tienden a analizar el mismo material, tienen un mismo objetivo y son analizados
por los mismos individuos.

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