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Géneros literarios / géneros discursivos ARIANA A. BOcCHINO* Entre quienes estudiamos literatura circula la teorizacién de Mijail Bajtin (1982), “El problema de los géneros discursivos” escrito hacia 1952 y 1953, para referirnos a los géneros literarios ademés de los “géneros discursivos” De estos tiltimos se serviria la literatura (un tipo de discurso entre otros) para poner en escena diferentes textualidades, configurandose como un género discursivo secundario, Asimismo, una comprensién tradicional de los géneros literarios hablara de género épico/narrativo, lirico y dramatico, con diferen- tes matices. Vitor Manuel Aguiar e Silva (1972) da cuenta de las diferentes posiciones tedricas hasta bien entrado el siglo xx. Ahora bien, las respuestas tradicionales necesitan repensarse respecto de los problemas que entraiian para asumir la reflexién de Bajtin bajo una perspectiva productiva en el tra- bajo con la literatura. En este sentido, una definicién de género literario con- leva un concepto de literatura, de modo que la comprensién de los géneros determina qué debe entenderse por literatura, asi como qué puede o debe estudiarse como literatura Planteada esta primera cuestién, urge remitirse a los textos para observar su funcionamiento en torno de los géneros literarios y admitir que cualquier ejemplo que tomemos pone en cuestién la convencién tripartita; cada texto, os que han hecho historia, desaffan las clasificaciones y ponen en escena la produccién de nuevos géneros. Una segunda idea entonces: los textos estén antes que los géneros. Una tercera: los géneros no son cajas vacias y son los textos los que le dan razén de existir. Asi, revisar la norma sobre los géneros ayuda a comprender el potencial revulsivo que significa su transgresién, para * cELEHIS, Universidad Nacional de Mar del Plata. 22 Adriana A. Bocchino lo cual es necesario reconocer la norma, lo que sucede cuando explicamos los géneros desde un punto de vista puramente formal. Ante la lectura de un texto cualquiera, la primera hipétesis que ponemos a consideracién es la de que casi todos implican una excepcién a la supuesta norma de la triparticién clasica, por lo que las teorfas de los géneros han proliferado a lo largo de la historia. Paul Hernandi (1978) llega a dar cuenta de unas sesenta teorfas: desde Platén hasta la suya propia. Este libro, como otros manuales, finalmente proporciona una tinica certeza: la cuestién de los géneros es un género de malos entendi- dos que, cada vez, intenta clarificarse, y cada nuevo punto de vista, aunque contradiga al anterior, se justifica con sobriedad. Cada clasificacién se justifica as{mismay nada agregaa la literatura que pretende clasificar. Los diferentes criterios han tenido puntos de apoyo para marcar semejanzas o diferencias: el objeto representado, la actitud de los autores, el tipo de construccién verbal, la presencia del lector, eteétera. Puntos de apoyo que pueden ser subdivididos o ramificar en nuevas tipologfas. Tratandose de una cuestién bien problematica, no obstante resulta una de las primeras categorias de andlisis que reciben los alumnos al enfrentarse con un texto. En consonancia con la propuesta de Juri Tinianov de (1968 [1924]), esto se relaciona con aquello que cada uno entiende por literatura: preguntarse por la literatura implica preguntarse por el género y viceversa. Y esta impli- cancia, siempre vigente, pone en el centro de la ecuacién otro problema que la abarca: el de la representacién, que pone en jaque ala literatura, alas artes en general y alos géneros en particular. Desde finales del siglo xix hace eclosién y se convierte en problema de las teorfas de la literatura y de gran parte dela literatura misma, de la teorfa del arte y, también, de las ciencias juridicas y hasta de las exactas. Desde las primeras reflexiones de los sofistas, pasando por los nominalistas medievales, hasta Ludwig Wittgeinstein, los avances de Ia lingitistica y, desde los aitos sesenta, a través de pensadores como Michel Foucault, Jacques Derrida o Gilles Deleuze, la distancia entre las palabras y las cosas, la capacidad de las palabras para representar las cosas, parece in- salvable, es decir, indemostrable por via de la raz6n. Eneste sentido, habré que tomar posicidn en cuanto alos géneros: conside- rarlos estructuras vacfas a llenar de acuerdo a épocas e intereses que confian ser representados fielmente o, tal como la etimologia lo indica, considerarlos una familia, un lugar de origen, una patria, una manera o un modo de ser, entre otras acepciones. La primera hiptesis conlleva una marca aprioristica y confirma la divisién aberrante entre fondo y forma. La segunda permite hablar de una construccién 0, tal como lo exigen los textos del siglo xx, de un tejido siempre haciéndose de nuevo, una cadena andloga a una cadena ge- “ep en la que pueden descubrirse leyes de funcionamiento, pero también nu&Vos elementos, fallas 0 desvios. Y son las leyes de funcionamiento las que parecen armar los sistemas histéricos de los géneros. Ademis, pensar en un tejido despeja cuestiones como la iltsién de eternidad de las formas ~que los Géneros literarios / géneros discursivos 23 géneros tal y como han sido definidos seguirdn existiendo siempre-y la ilusién de persistencia —que propone que a igual forma corresponde igual funcién-. Lo productivo estd en ver cémo, en cada momento, y de qué manera, funcio- na una toma de decisién genérica: desde dénde, apuntando a qué, buscando qué, narrar o describir, escribir un poema o producir un video, proponer un texto dramatico en términos trégicos o llevar adelante una comedia. La ilu- sidn de una estructura universal y eterna confunde forma con funcién y traza arquetipos de género, una entelequia. Poderpes decir, entonces, que los géneros resultan ser un sistema histé- rico de realacién de las relaciones literarias y sociales (Altamirano y Sarlo, 1983): definen los limites entre lo que se entiende por literatura y lo que no, los limites entre ideologias y experiencias, la subjetividad y sus representacio- nes o, incluso, su imposibilidad de representacién. Segtin estas regulaciones internas, el género dispone qué le compete, apropidndose, refutando, contes- tando 0 continuando a otro género, tan solo callando. Los géneros se van haciendo continuamente. De tal suerte, hay que observar las diferencias entre textos llamados cldsicos en comparacién con textos de dificil clasificacién. Tal procedimiento permite incluir discursos no habituales (la telenovela, la histo- rieta, la publicidad, el politico, el deportivo, etcétera) que, a su vez, resultan determinantes en la construccién del imaginario de lo cotidiano, y que no considerarfamos si no fuera por su inadecuacién a una norma, pero tampoco como potencialmente literarios si no tuviéramos una norma. Cuando Alta- mirano y Sarlo (1990) definen convencién insisten en que las obras literarias no se producen en un vacio social o estético, se recortan sobre un horizonte de “convenciones y rupturas” de un tejido social que habilita lo que se puede escribir 0 contra lo que escribir en oposicién a una norma estética aceptada. En consecuencia, la convencién es producto y productor de lo literario. Porta- dores de una ideologia y una estética, los géneros proporcionan un conjunto de dispositivos lingtifsticos, semAnticos, estructurales, verosimiles, ligados a dispositivos sociales, aunque nunca en una relacién de equivalencia. Precisard Bajtin que los géneros discursivos secundarios ~de entre ellos, los literarios— estén marcados por la impronta del ideologema, un término que sirve para definir el elemento a mitad de camino entre el horizonte ideolégico-social y el horizonte del texto, siendo la representacién discursiva de una evaluacién social. Ahora bien, ligamos los discursos primarios y secundarios porque para Bajtin un acto de habla, un breve enunciado o una novela, es comprensible en relacién con una evaluacién social orientada en un mundo ideolégico. La lengua, como material de la literatura, es sobre todo un sistema de evalua- cin social que organiza el material lingiiistico en una forma. Y la evaluacién social all{ tiene un doble juego: en la lengua (por los géneros primarios) y en la actividad del que escribe frente a su material, produciendo una segunda evaluacién.

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