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Recopilación de información para la monografía: Disolución de las

sociedades mercantiles en Venezuela

Recuperado de: https://www.badellgrau.com/?pag=41&ct=1071

Las sociedades mercantiles constituyen formas típicas de asociación de capitales


con un fin netamente comercial, que se consolidan sobre la base de los aportes de
los socios -en dinero o en especies- bajo la premisa de la consecución de un fin
común. Estas sociedades pueden adquirir, a la luz de la legislación mercantil,
diversidad de formas, tal como las enumera el artículo 201 del Código de
Comercio[1].
 
A diferencia de las personas naturales, cuya existencia finita constituye
presupuesto inexorable, en los entes societarios la vigencia y permanencia en el
tiempo es factor común, lo cual queda de relieve con sólo revisar un poco en el
historial de sociedades en otras latitudes –sobre todo en Inglaterra, España,
Francia e Italia-, con sus empresas navieras, bancarias, aseguradoras y casas
comerciales cuya existencia data incluso de varios siglos.
 
Importante es aclarar que toda sociedad mercantil nace sobre la base de la idea
de satisfacer las expectativas de los socios en el tiempo, sin embargo,
circunstancias - previstas en los estatutos sociales o sobrevenidas y ajenas a la
voluntad de las accionistas- pueden llevar a su disolución antes del tiempo
prefijado, siendo este precisamente el objeto del presente trabajo. 
 
La disolución no siempre se entiende de manera unívoca, pues es común que
tienda a confundirse la disolución de la sociedad con su extinción o terminación,
términos que no son equivalentes, ya que la personalidad jurídica de la sociedad
perdura para todas las necesidades inherentes a su liquidación definitiva[2]. En
ese sentido, el catedrático español RODRIGO URÍA[3] al referirse a la disolución,
ha precisado:
 
“…el termino disolución es altamente equívoco. Digamos, ante todo, que la
disolución no puede confundirse con la extinción. Una sociedad disuelta no es una
sociedad extinguida. La disolución no es más que un presupuesto de la extinción.
Por escasa actividad que hay tenido una sociedad, su desaparición implica toda
una serie de operaciones, todo un proceso extintivo, que comienza precisamente
por la disolución. Pero ésta, por si, ni pone fin a la sociedad, que continúa
subsistiendo como contrato y como persona jurídica, ni paraliza su actividad. Con
la disolución se abre en la vida de la sociedad un nuevo periodo ( el llamado
período de liquidación), en el que la anterior actividad social lucrativa dirigida a la
obtención de ganancias se transforma en una mera actividad liquidatoria dirigida al
cobro de los créditos, al pago de las deudas, a la fijación del haber social
remanente y a la división de éste, en su caso, entre los socios.
iii.- Causas contractuales
 
a) Vencimiento del término
 
Siendo plena la aplicación del principio de autonomía de la voluntad de las partes
en materia mercantil, pueden los socios acordar concertadamente eventos que
marcarán la disolución de la sociedad. Entre estas causas, el legislador ha
reseñado quizás, la más frecuente y común, como sería el caso de la expiración
del término establecido para la duración de la compañía.
 
Se ha debatido en doctrina, si esta causal opera de pleno derecho, o se requiere
que los socios ratifiquen la voluntad de disolver la sociedad. Posiciones motivadas
con criterios encontrados han sido sostenidas en doctrina sobre esta causal, sin
embargo, es un hecho cierto que en tanto y en cuanto la autonomía de la voluntad
de las partes les garantizó a los socios la libertad de escoger el plazo de duración
de la sociedad que decidieron constituir, no se opone a ninguna razón jurídica el
hecho de que –con independencia de que se hubiese consumado el plazo
inicialmente previsto de duración o no- estos decidan prorrogar la vida de la
compañía por el período que a bien tengan en acordar.
 
Sostener la tesis contraria podría llevar a situaciones tan absurdas y seguramente
no deseadas por el legislador, como por ejemplo, el caso de una sociedad a la que
se vence el lapso de duración y los socios deseen prorrogarlo una vez vencido,
pero el registrador decida que debe, necesariamente, liquidarse, con las
consecuencias sociales, económicas y laborales que de tal criterio derivarían. No
desconocemos que la motivación de quienes sostienen la tesis según la cual
existe una disolución inexorable, del legislador, y de quienes sostienen que la tesis
según la cual existe una disolución inexorable, ex lege, cuando se cumple el
término convenido en los estatutos sociales y los socios no lo han prorrogado
antes de la fecha prefijada, es que el orden público podría estar interesado en las
operaciones de dicha compañía y de que además sus estatutos fueron publicados
para que los terceros supieran a que atenerse frente a esa corporación mercantil.
 
Pero en todo caso la regulación legal no es estricta como es el caso en otras
legislaciones, en las cuales el legislador ha regulado esta causal en términos
francamente distintos a nuestra ley mercantil, tal es el caso de Colombia, en
donde se regula la figura del vencimiento o expiración del término de manera más
precisa, ya que -como lo reseña la doctrina[7]- su legislación comercial es
determinante en cuanto a que la disolución de la sociedad ocurrirá:
 
“Por vencimiento del término previsto para su duración. De conformidad con el
numeral 9, del art. 110 del C. De Co., en la escritura social deberá indicarse la
“duración precisa de la sociedad”. Llegada la fecha prevista en el contrato social
para su terminación , la sociedad entrará a disolverse sin que haya lugar a
formalidades especiales, esto es, no será necesaria su declaración por parte del
órgano máximo, ni escritura pública, ni su inscripción en el registro; simplemente la
disolución se produce por mandato de la ley, surtiendo efectos entre los asociados
y frente a terceros, como lo señala el inciso 1° del art. 219.”
 
Regulación similar contiene la legislación española, y al respecto URÍA[8] al
referirse a esta causal de disolución, sostiene lo siguiente:
 
“1ª. Cumplimiento del término de duración prefijado en el contrato (art. 221, núm.
1).  Esta causa opera de pleno derecho, surtiendo efectos antes de la inscripción
sin necesidad de declaración alguna de los socios, e incluso en perjuicio de
tercero, en el Registro Mercantil (art 226). La ley excluye la prórroga tácita de la
sociedad y el Reglamento del Registro establece que, una vez transcurrido el
plazo de duración de la sociedad, el Registrador extenderá, de oficio o a instancia
de cualquier interesado, una nota al margen de la última inscripción, expresando
que la sociedad ha quedado disuelta (art. 238.1). La única manera de evitar la
disolución es prorrogar la vida de la sociedad, por acuerdo de todos los socios, en
escritura publica, que deberá presentarse a inscripción en el Registro antes de que
transcurra el plazo de duración de la sociedad (art. 223 C de c. y arts. 238.3 y
239.2 R.R.M). Dado el rigor de esta causa de disolución, los socios pueden excluir
su juego pactando en el contrato la duración de la sociedad por tiempo indefinido.
 
En Venezuela, sostener la necesaria liquidación de la compañía por presumir que
la disolución es inexorable al vencer su término y no haberse prorrogado a tiempo,
en nuestro parecer constituye una interpretación literal y no progresiva de la
norma. La exégesis de las leyes debe ir aparejada por la hermenéutica jurídica
como formas armónicas y necesarias de interpretación e integración de la norma ,
lo cual obliga al intérprete a hurgar en las razones de la norma, en su vinculación
con la realidad social en la que esta debe aplicarse, en la interpretación a la luz de
los textos y principios Constitucionales.
 
De allí que consideremos que la interpretación debe ser acorde con ese estado de
justicia y de derecho, en el que la propia Constitución ha establecido un paradigma
de justicia dentro de un sistema social y de derecho, sin formalismos inútiles, con
la preponderancia de una garantía económica –art. 112 de la Constitución- que
reconoce a las personas el derecho de dedicarse libremente a las actividades
económicas de su preferencia, bajo la premisa de que el estado promoverá la
iniciativa privada, producción de bienes y servicios destinados a satisfacer
necesidades de la población, conjuntamente con la libertad de trabajo, de
empresa, comercio e industria.
 
En conclusión, es nuestro parecer que nada obsta a que puedan los socios
acordar la prórroga de la duración y existencia de la sociedad, a pesar de haberse
cumplido el lapso de su vigencia, siempre y cuando en el acta de asamblea
correspondiente queden claramente expresadas las razones por las cuales: i) No
se reunieron los socios anticipadamente a deliberar sobre la posible prórroga de la
sociedad; ii) La circunstancia fácticas que demuestran que la sociedad ha seguido
en operación comercial sin interrupción; iii) La necesidad de que todos los actos
ejecutados durante el período comprendido entre la fecha de culminación del
término y la de la asamblea, sean convalidados; iv) Todo lo relativo al nuevo
período de vigencia de la sociedad, la determinación de sus administradores y
demás decisiones que concurran a establecer la voluntad clara e inequívoca de
continuar su vigencia.

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