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Pensando el Credo…

Hoja 4
Sin darnos cuenta, suponemos que religión y fe son lo mismo y que todas las religiones pueden definirse también como
fe. Pero esto es sólo verdad en cierto sentido, ya que muy a menudo otras religiones no se denominan así, y gravitan
en torno a otros puntos. El Antiguo Testamento, por ejemplo, considerado como un todo, no se ha definido a sí mismo
como fe, sino como ley. Es, ante todo, una regla de vida en la que el acto de la fe adquiere cada vez mayor
importancia. La religión expresa principalmente, según la religiosidad romana (antigua), la suma de determinados ritos
y obligaciones. Para ella no es decisivo un acto de fe en lo sobrenatural. El hombre puede con todo derecho olvidarse
completamente de él, sin que por ello pueda decirse que es infiel a su religión. [ J. RATZINGER, Introducción al Cristianismo]
No es tan obvio que el ser cristiano se exprese con la palabra Credo. Hemos visto que la fe es un acto
consciente por el que acepto, hago mío, el testimonio de otros a quienes considero en posesión de una
verdad. Son los testigos dignos de fe. Y esto vale para la fe natural (en la amistad, o en el amor y
también en la vida diaria, en la enseñanza, etc.), como para la fe sobrenatural, en la que el objeto del
creer es Dios mismo.
Esta fe nos da una certeza que no es menor que la del testigo –aunque en el lenguaje corriente se usa
inapropiadamente la expresión creo, cuando no puedo asegurar algo. La fe nos asegura una verdad,
incluso contra el parecer de la mayoría o del sentido común. Por ejemplo, la ciencia explica que los
cuerpos están formados por partículas muy pequeñas, que se mueven rápidamente y muy separadas
entre sí, de modo lo que conocemos por sólido ‘impenetrable’, en realidad está hecho de un vacío casi
total. Y nosotros lo creemos. Y esta fe humana natural es posible aun cuando aceptamos algo que no
podamos entender del todo. Mucho más cierto cuando se trata de Dios, invisible a los ojos.
También vimos que el encuentro humano es el modo habitual de recibir ese testimonio y aceptarlo como
válido. Así pasó con la samaritana y a sus propios vecinos, en su encuentro con Jesús. Sigamos
recorriendo los artículos de la fe contenidos en el Credo.
…Creador del cielo y de la tierra (I)
Llamamos a Dios Padre y creador. Hoy resulta problemático hablar de paternidad. Porque provenimos de
familias desmembradas o se ha tenido la experiencia de un padre demasiado autoritario, o peor,
indiferente y poco afectuoso, o incluso ausente o tal vez desconocido; no es fácil pensar en Dios como un
Padre bueno y menos abandonarse a Él con confianza. Pero nuestra tradición religiosa nos revela a un
Dios que sí es padre; un Padre que ama hasta la entrega del propio Hijo para la salvar de la humanidad.
¿Pero qué es crear? Nosotros no tenemos experiencia de ello, porque crear es hacer que algo exista de ‘la
nada’, es decir sin valernos de un material previo. Un carpintero construye un mueble, no lo crea, lo hace
a partir de la madera. Y aun en la ‘creación artística’, en la que la obra se concibe en la mente del autor,
no es posible darle realidad sin la mediación material de cosas preexistentes y por más «creativo» que
uno se considere, no puede imaginar nada que no haya percibido antes. El hombre por lo tanto
transforma, pero no crea.
Por creación se entiende entonces la acción de Dios mediante la cual da la existencia a los seres,
‘sacándolos de la nada’. La creación es, pues, obra de las tres divinas Personas (que ampliaremos más
adelante), aunque en la Sagrada Escritura suele atribuirse al Padre, porque en ella luce de modo especial
el poder de Dios. Por eso decimos en el
Credo: "Creo en Dios Padre Todopoderoso Creador del cielo y de la tierra".
En el lenguaje de la Sagrada Escritura "Creador del cielo y de la tierra" significa, Creador de todos los seres, tanto
espirituales como materiales. La Tierra, nuestro sistema solar, la vía láctea, el universo entero, lo que vemos y lo que
no vemos. Sacar un ser de la nada (que no es un lugar o un estado previo) significa producir un ser que antes no
existía de ninguna manera, ni como tal, ni en materia alguna anterior. La palabra "nada" se opone a "algo", y denota
que antes de la creación no existía algo de donde pudiera formar los seres.
Sólo Dios puede crear, pues el paso de la nada al ser exige poder infinito.
Se han querido oponer, como si se tratara de dos ‘teorías’ del mismo orden, a la ‘hipótesis creacionista’,
contenida sobre todo en los primeros capítulos del Génesis y la explicación científica del origen del
universo. Aun hoy se sigue enseñando así en nuestras escuelas.
Es erróneo -por lo menos- este planteo. La Biblia no es un tratado de Ciencias Naturales, ni pretende explicar el ‘como’
del acto Creador, sino el ‘porqué’ de la existencia de los seres. Ésa es la pregunta de fondo, las explicaciones científicas
ilustran, aclaran cada vez mejor, la estructura íntima de la materia y de la vida, y el proceso maravilloso de
configuración de lo real. Pero no pueden responder a la pregunta milenaria de por qué el universo se tomó el trabajo
de existir, como decía el físico británico Stephen Hawking.
Si uno pierde un ser querido, y acude angustiado al médico que lo atendió y pregunta: ¿Por qué murió mi padre,
doctor? La respuesta del facultativo: ‘porque tuvo un infarto’, explica el ‘como’, es un diagnóstico certero, pero no
responde a la pregunta del ‘porqué’ (¿Por qué él y no otro? ¿Por qué en este momento?)

CIC 282. La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a los fundamentos mismos de la vida
humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los hombres de todos los tiempos se
han formulado: "¿De dónde venimos?" "¿A dónde vamos?" "¿Cuál es nuestro origen?" "¿Cuál es nuestro fin?" "¿De dónde
viene y a dónde va todo lo que existe?" Las dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables. Son decisivas para el
sentido y la orientación de nuestra vida y nuestro obrar.
Para Recordar:
Del Catecismo de la Iglesia Católica:
ARTÍCULO 1: «CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO, CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA»
Párrafo 4
EL CREADOR
279. "En el principio, Dios creó el cielo y la tierra" (Gn 1,1). Con estas palabras solemnes
comienza la sagrada Escritura. El Símbolo de la fe las recoge confesando a Dios Padre
Todopoderoso como "el Creador del cielo y de la tierra", "de todo lo visible y lo invisible".
Hablaremos, pues, primero del Creador, luego de su creación, finalmente de la caída del
pecado de la que Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a levantarnos.
280. La creación es el fundamento de "todos los designios salvíficos de Dios", "el comienzo de
la historia de la salvación”, que culmina en Cristo. Inversamente, el Misterio de Cristo es la luz
decisiva sobre el Misterio de la creación; revela el fin en vista del cual, "al principio, Dios creó
el cielo y la tierra" (Gn 1,1): desde el principio Dios preveía la gloria de la nueva creación en Cristo (cf. Rm 8,18-23).

AL PRINCIPIO… Israel proclama que Dios es Creador de cielo y tierra


La Biblia comienza con una afirmación de fe: «Al principio creó Dios el cielo y la tierra». ¿Cómo pudo Israel llegar a
semejante afirmación? Por el camino de una lenta reflexión, guiada por Dios, sobre su propia historia. Israel sabe que
el Dios de los padres lo ha liberado del poder de Egipto, y no lo ha abandonado durante la prueba. Israel sabe que Dios
conduce su destino y lo ama. La experiencia de los beneficios de Dios le hace caer en la cuenta y afirmar con fe que el
Señor de la historia es también el Señor de cielo y tierra. Israel alcanza esta convicción antes del destierro en
Babilonia, pero es a la vuelta del mismo (época en que se redacta definitivamente este libro) cuando aparece con más
claridad.

El esquema de siete días

El relato de un sacerdote

Israel da el nombre de creación a esta intervención de Dios al


principio de todo. Las madres lo enseñarán así a sus hijos:
«Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo
lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios
y que también el género humano ha llegado así a la
existencia». 2 M 7, 28.

El primer relato del Génesis sobre la creación fue puesto por


escrito por un redactor, bien impuesto en las tradiciones
sacerdotales, catequista y poeta, a principios del siglo V antes
de Jesucristo. El autor sagrado ha compuesto artificiosamente
el relato. Ha repartido los «días» en dos series, según el
esquema siguiente:
En los tres primeros días (dibujos de la izquierda) Dios
distingue, separa:

- la luz de las tinieblas;


- las aguas de arriba de las aguas de abajo;
- las aguas de lo seco (la tierra);
- la tierra de la hierba que germina.

En los tres días siguientes (dibujos de la derecha) Dios


«adorna» de criaturas el marco anterior. Coloca:

- las luminarias (astros);


- las aves y los peces;
- los animales;
- el hombre: varón y mujer; el rey de la creación.

Al final Dios descansa; según la traducción literal «hizo el


sábado». Con mentalidad y lenguaje de los hombres de su
tiempo, el autor sagrado resume y ordena la obra creadora de
Dios en seis días de trabajo y uno de descanso. Esta
distribución pone de manifiesto la intención del autor de
fomentar el reposo sabático. Dios descansó. Así deben hacer
también los hijos de Israel.

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