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BASES PSICOPEDAGOGICAS PARA LA INCLUSION DE ALUMNOS CON NEE

ROSA MARIA ESTEBAN


ESTHER MONEDERO ESTEBAN
2º GRADO INFANTIL, GRUPO 261

CUANDO LO NORMAL ES RARO

Moisés Naím, director de la revista Foreign Policy


EL PAÍS, 28 de septiembre de 2005

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Yo no soy normal. Lo dice el artículo de Moisés Naím, “Cuando lo normal


es raro”. Pertenezco a la minoría de la humanidad que tenía un empleo estable
(no lo tengo ahora por motivos personales pero podría haberlo conservado),
acceso a la Seguridad Social y Educación, vivo en un país con libertad política,
se leer y gasto más de dos euros diarios. ¿Y entonces qué es ser normal? Si
nos ceñimos al significado del término, normal es algo que es regular y
ordinario, que estadísticamente hace referencia al promedio aceptado. Es
decir, que si me ciño a mi propia comunidad o país, soy normal, si me refiero a
mi posición con respecto al resto del mundo, entonces no soy normal.

Moisés Naím quiere que la población del primer mundo se percate de la


percepción de normalidad que tiene de sí misma, y de que lo que considera
normal y un derecho adquirido no lo es para la mayor parte de la población
mundial. Conjugar todos esos derechos y factores que mejoran la calidad de
vida, es misión imposible para la mayor parte de la población mundial.
Estadísticamente, lo normal en este mundo es ser pobre, vivir en condiciones
físicas, económicas y políticas opresivas, y estar regido por un gobierno
incapaz y corrupto.

Pero para Moisés no sólo debemos prestar atención a lo que muestran


las estadísticas. En el primer mundo, consideramos nuestra vida normal, en
función de nuestras expectativas, y basándolas principalmente en lo que una
minoría determine. En el primer mundo, nuestra normalidad depende de lo que
dictaminen nuestros gobiernos elegidos democráticamente, y sobre todo de lo
que machaconamente nos digan que tenemos que hacer desde los medios de
comunicación. ¿Qué es lo normal para cualquier ciudadano medio en un país
democrático y occidental? Tener educación gratuita, sanidad gratuita, acceso a
todo tipo de bienes de consumo e incluso lujo. Además libre acceso a los
medios de comunicación, a la libertad de expresión, a la seguridad ciudadana,
al cuidado y protección de la infancia, a un trabajo remunerado y digno, a
alimentarse, a un techo… No queremos imaginar ni por un momento cómo

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debe ser la renuncia a todos esos derechos, ni siquiera a uno solo de ellos… Y
cómo debe ser la llegada de un nacimiento sin ilusión y con mirada de
preocupación por su futuro… Niños tan deseados, queridos y esperados en
nuestro país, se pueden convertir en un verdadero problema de supervivencia
familiar en cientos de países… niños que vivirán, si es que sobreviven, con la
misma falta de derechos y posibilidades de mejorar.

El mundo rico tiene parte de responsabilidad en la situación en la que se


encuentran estos países por varios motivos, y citaré básicamente tres:
responsabilidad histórica, en cuanto a la apropiación indebida de materias
primas y mano de obra durante siglos; responsabilidad financiera, en cuanto al
exceso de intereses que tienen que pagar por la deuda contraída con el primer
mundo a causa del primer motivo; y responsabilidad en cuanto a la manera de
ayudar a estos países a que logren mejorar sus derechos: la solución no se
basa únicamente en enviarles cantidades de dinero, sino en ayudarles a que
puedan aprovechar de forma racional y económica cada pequeña ayuda que
reciban. Generalmente no tienen los conocimientos suficientes ni el apoyo de
su gobierno corrupto para poder gestionarlo de manera efectiva y racional. Y no
sólo debemos pretender que tengan una vida mejor a la manera del primer
mundo. Eso no es posible en muchos de estos países que carecen de
infraestructuras que les permitan acudir a la escuela o al médico, que tienen
gobiernos corruptos que les mantienen esclavos y les enfrentan entre sí, que
no poseen ciudadanos formados académicamente y los que lo consiguen
tienen que emigrar para conseguir un trabajo digno… Lo que funciona
perfectamente en el primer mundo y es un éxito, no tiene porqué funcionar en
el tercer mundo, porque carece de derechos, bienes y servicios que le impiden
funcionar correctamente.

Con esto, no quiere decir que debamos abandonar esos ideales que
tenemos en los países más pudientes, sino que debemos adaptarnos a la
realidad de cada país para que la normalidad que nosotros disfrutamos les

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llegue a ellos también. Tenemos que idear estrategias que tengan en cuenta
todas las características y factores del país donde queremos intervenir. Como
dice Moisés, “muchas decisiones de política pública han sido erradas porque
han confundido ideales con realidades. Es muy importante estar alerta a la
posibilidad de que nuestras opiniones, decisiones y planes se cimienten en
falsas suposiciones sobre lo que es normal. Cuando esto ocurre, los valores
conducen a malas decisiones, y no a una mayor claridad moral”.

Estoy de acuerdo con todo lo que Moisés Naím recoge en su artículo. He


señalado los dos últimos párrafos como imprescindibles para alcanzar la meta
de lo que consideramos normal los países del primer mundo: tenemos que
tener mucho cuidado con los juicios de valor que hacemos sobre formas de
vida y política de otros países si queremos ayudarles de forma efectiva y sin
malograr recursos. Tendremos que conseguir una visión global de todos sus
recursos, políticas, ideales, costumbres… si queremos que ellos también
mejoren sus vidas y tiendan a la normalidad de la que disfrutamos en nuestro
país.

En relación a este tema, si lo extrapolamos al mundo educativo, lo


“normal” sería el nivel al que la mayoría de los estudiantes llegaría sin
problemas y sin apenas ayuda adicional. El resto de estudiantes con
competencias diferentes, necesitarían de una adaptación a sus propias
capacidades para lograr sus propios éxitos. Me gustaría hacer un símil entre lo
que Moisés comenta sobre los errores de cálculo del mundo rico sobre lo que
constituye la norma global: “se da por hecho que los gobiernos de los países
más pobres son en diseño y normas, más o menos similares a los de las
naciones ricas, sólo que un poco menos eficaces”. Por tanto, en el mundo
educativo tenemos que tener también en cuenta que los alumnos con
necesidades específicas de aprendizaje no son alumnos que simplemente
aprenden más lentos que los demás. Como educadores, tenemos que ahondar
en la causa y buscar soluciones adaptadas a sus características particulares:

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no es lo mismo adaptar los contenidos para un niño ciego que para un niño con
síndrome de Down o un niño con problemas familiares que afecten a su
rendimiento académico. A cada problema, su solución, o como citaba el
artículo, malograremos esfuerzos y recursos y no conseguiremos mejorar la
vida y la educación de nuestros estudiantes.

* Viñetas de Quino:

1. Los países ricos malinterpretan las necesidades de los países pobres

2. Cuando lo normal es raro…

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