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II.

-El pulso
1. Órganos del movimiento. -2. Descripción del brazo, del antebrazo y de la mano.
-3. Estudio de los variados movimientos de la mano. -4. -¿Qué es el pulso? -5.
Higiene y educación del pulso.

1. El movimiento es un fenómeno por el cual los puntos de un cuerpo cambian de


lugar en el espacio, y este fenómeno se produce en el acto de escribir con algunas
partes de nuestro cuerpo, especialmente con la mano.

2. El aparato locomotor consta de tres principales clases de órganos: nervios,


huesos y músculos.

Las extremidades superiores se dividen en hombro, brazo, antebrazo y mano.

Los huesos del hombro son el omoplato o escápula (llamado vulgarmente paletilla), y
la clavícula; el brazo tiene un solo hueso, llamado húmero, y el antebrazo tiene
dos, llamados cúbito y radio.

La mano puede considerarse dividida en tres partes: carpo o muñeca, metacarpo y


dedos.

En el carpo hay ocho huesecillos llamados escafoides, semilunar, piramidal,


pisiforme, grande, ganchoso, trapecio y trapezoide.

En el metacarpo hay cinco, que corresponden uno a cada dedo, y en los dedos hay
tres (excepto en el pulgar, que sólo tiene dos), llamados de mayor a menor,
falange, falangina y falangeta.

El número total de huesos de la mano es, por tanto, veintisiete.

El omoplato se articula con la clavícula y la parte superior del húmero; la parte


inferior de este hueso se articula con los del antebrazo; éstos, que son cúbito y
radio, se unen a los del carpo, los cuales se articulan a su vez con los cinco del
metacarpo. Por último, a éstos se unen sucesivamente los huesos de los dedos.

Los músculos principales del hombre son: el deltoides, los espinosos y los redondos
mayor y menor.

El deltoides, de figura triangular, como su nombre indica, forma, con su


convexidad, el hombro; se inserta en la escápula u omoplato, en la clavícula y en
el muñón del hombro. Sirve para mover el brazo hacia delante y hacia atrás.

Los músculos espinosos sé insertan en la extremidad superior del húmero y elevan el


brazo separándole del tronco.

Los redondos van desde el vértice de la escápula hasta el húmero, y mueven el brazo
hacia atrás, aproximándole también al tronco.

Los músculos del brazo son: el bíceps braquial, que va del húmero al radio y sirve
para levantar el antebrazo y doblarle sobre el brazo; el braquial anterior, cuyas
funciones son parecidas a las del bíceps, y el tríceps braquial, que se utiliza
para extender el antebrazo.

En esta región se hallan hasta diez y seis músculos, de los cuales los más
importantes son: el pronador redondo que, al contraerse, hace que el radio se cruce
con el cúbito; el flexor superficial, que dobla los dedos sobre la mano; el flexor
largo del pulgar, que dobla el dedo de este nombre; el flexor profundo, que dobla
los demás dedos por medio de tendones, y el extensor superficial, cuyas funciones
son las de extender los dedos.

Los músculos de la mano son diez y nueve; se distribuyen en tres regiones (interna,
externa y media), y sirven para doblar, extender o separar los dedos.

Todas las partes de las extremidades superiores tienen nervios que, con los
músculos y huesos, producen los movimientos.

3. El mayor número de movimientos de un órgano depende casi siempre del de huesos y


músculos que le constituyen, con lo cual queda implícitamente dicho que han de ser
muy notables el número y calidad de los movimientos de la mano.

En ningún miembro de nuestro organismo se encuentran reunidos tantos huesos y de


tan variada forma como en la mano, y ninguna parte de nuestro cuerpo reúne tantos
músculos como hay desde el codo a los dedos.

Por esta causa, el número y variedad de movimientos de nuestra mano son


verdaderamente asombrosos. Ningún animal irracional, ni el mono, cuyas extremidades
son algo parecidas a las del hombre, es capaz de tal perfección.

Los dedos de nuestra mano pueden oponerse unos a otros sucesiva o simultáneamente,
a lo cual no llega ningún ser irracional; pueden doblarse y extenderse por varios
puntos, total o parcialmente, uno solo, todos juntos, de dos en dos y con todas las
combinaciones imaginables.

Ciento veinte movimientos diferentes pueden producirse con los dedos, doblándolos y
extendiéndolos como si fuesen de una sola pieza (primero de uno en uno y luego de
dos en dos, hasta llegar a doblarlos y extenderlos todos juntos, después de haber
hecho todas las combinaciones posibles). Doblándolos por las articulaciones y
extendiéndolos luego, pueden producirse más de 50.000.000.000 de posiciones
extremas. Es de cálculo imposible el número de movimientos que se producen para
obtener la inmensa variedad de posiciones comprendidas entre las extremas que se
han apuntado; mas si tal número se pudiese hallar, habría que multiplicarle por las
modificaciones que en los movimientos anteriores ejercen los de la muñeca en
combinación con los digitales.

¡Verdaderas maravillas naturales son, por tanto, nuestras manos! ¡Admirables son
las obras que salen de la mano del hombre; pero más admirable es el instrumento que
las produce!

4. El pulso puede considerarse como fenómeno, como parte del cuerpo, y como
propiedad de la mano.

El pulso, como fenómeno, es el latido de la arteria radial que se siente en la


parte interna y alta de la región del carpo o muñeca. Estos latidos se denominan
pulsaciones25.

Se llama también pulso la parte de la muñeca donde la pulsación se percibe; y, por


último, se llama pulso la delicadeza y seguridad en los movimientos y posturas de
la mano, esto es, el buen tacto de la mano. Con ésta última acepción, se usa
generalmente la palabra pulso en el tecnicismo de la Escritura26.

El pulso regular se llama pulso sentado: el frecuente y desigual se denomina


serrátil o serrino.

El pulso de los niños es mucho más frecuente que el de los adultos; y el pulso se
retarda notablemente en la vejez. El número de pulsaciones de un adulto, en su
estado normal, es próximamente de sesenta a sesenta y cinco por minuto. Cuando el
número de pulsaciones pasa de ochenta por minuto, la circulación llega al estado de
fiebre.

Como la regularidad del pulso depende en gran parte de la circulación de la sangre,


toda causa que influya en esta función se refleja necesariamente en el pulso.

La influencia del sistema nervioso en la circulación y las relaciones de este


fenómeno con el de la respiración y demás funciones de la vida vegetativa, se
prueban con la experiencia diaria; así que toda causa que altere el sistema
nervioso (excitaciones o parálisis) o las funciones de la vida vegetativa, influye
necesariamente con más o menos intensidad en el estado del pulso.

Por esto el pulso se altera, principalmente en las enfermedades del corazón y en


las del sistema nervioso; por tal motivo se altera el pulso cuando se agita la
respiración, cuando se come, demasiado o no se ha comido lo suficiente; después de
un ejercicio violento, como la carrera y el salto; cuando se experimentan emociones
vivas y cuando las pasiones se desordenan.

Entre los defectos y enfermedades que especialmente desordenan los movimientos de


la mano para escribir, figuran la agrafía27 y el calambre de los escribientes28.

Es la agrafía la imposibilidad de escribir por defecto físico o perturbación fuerte


del momento, y consiste el calambre de los escribientes en una contracción violenta
y dolorosa de los músculos que mueven los dedos, por la cual es también imposible
la escritura, cuando este fenómeno se presenta.

El calambre de los escribientes suele provenir del exceso de ejercicio con la


pluma, y se evita casi siempre usando portaplumas de madera, que no tengan boquilla
metálica, pues, en opinión de algunos hombres científicos, la facilidad con que el
metal conduce el fluido eléctrico produce una excitación muy notable en los nervios
de la mano, y esta excitación ocasiona desde luego las dolorosas contracciones
musculares del calambre a que se ha hecho referencia.

Algunas alteraciones accidentales y pasajeras del pulso pueden corregirse con el


reposo, y otras con infusión de tila o de salvia, con alguna dosis de agua de
azahar, y con el uso de una o dos perlas de éter. Hay otras sustancias que, por
obrar sobre el sistema nervioso o sobre el aparato circulatorio, regulan los
movimientos del pulso, pero no deben usarse sin prescripción facultativa, porque
sus efectos pudieran ser muy perjudiciales.

5. Vale más, sin embargo, prevenir que curar, y conviene saber, por esto, que para
evitar la mayor parte de las enfermedades que producen trastornos en el pulso, hay
una regla de gran valor: la de la sobriedad. Toda transgresión en este punto
perturba el orden regular de la circulación: el abuso de las bebidas, y el de los
placeres sexuales, especialmente, producen muy pronto en el pulso desórdenes de
difícil o imposible corrección.

Sin la regularidad en las pulsaciones arteriales es imposible tener delicadeza ni


seguridad en los movimientos de la mano; mas puede existir aquélla sin que la mano
sea útil para el trabajo de la Escritura o de cualquier otro arte, bien por vicios
de conformación, como la falta de algún dedo, bien por causa de una enfermedad,
como la parálisis, bien por falta de educación del tacto en dicho órgano corporal.

En los dos primeros casos nada puede hacer el maestro sin las prescripciones del
médico. Cuando el pulso no es delicado y seguro por falta de ejercicio, se educa
con trabajos manuales y con el cultivo de las artes plásticas, entre las cuales, y
para este fin, la Escritura es una de las más útiles.

Algunos ejercicios gimnásticos favorecen el desarrollo de la mano. Tales son


extensión y flexión del brazo en diferentes sentidos; elevación lateral,
movimientos circulares y de rotación de los brazos; extensión y flexión de los
dedos; separación y aproximación de los mismos; frotamiento de las manos con los
brazos extendidos; palmadas y otros varios ejercicios, que pueden estudiarse en los
tratados especiales de Gimnasia.

De todas suertes es preciso, para tener buen pulso, reunir las condiciones
siguientes: regularidad de funciones en el sistema nervioso y en los aparatos
circulatorio y respiratorio, facilidad natural de movimientos en la mano y
educación de este órgano por medio de ejercicios a propósito.

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