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La filosofía de Karl Popper y las

teorías psicológicas
Uno de los referentes de la filosofía de la ciencia
más enfrentados al psicoanálisis.

Es frecuente asociar la filosofía a un mundo de especulaciones sin ninguna


conexión con la ciencia, pero lo cierto es que esto no es así. Esta disciplina no es
solo la madre de todas las ciencias desde una perspectiva histórica; es también la
que permite defender la robustez o debilidad de teorías científicas.

De hecho, desde la primera mitad del siglo XX, con la aparición de un grupo de
pensadores conocidos como el Círculo de Viena, incluso hay una rama de la
filosofía que se encarga de supervisar no solo el conocimiento científico, sino lo
que se entiende por ciencia.

Se trata de la filosofía de la ciencia, y uno de sus representantes más


tempranos, Karl Popper, hizo mucho por examinar la cuestión de hasta qué
punto la psicología genera conocimiento avalado científicamente. De hecho,
su enfrentamiento con el psicoanálisis fue una de las principales causas de la
entrada en crisis de esta corriente.

¿Quién fue Karl Popper?


Karl Popper nació en Viena durante el verano del 19002, cuando el psicoanálisis
estaba ganando fuerza en Europa. En esa misma ciudad estudió filosofía,
disciplina a la que se dedicó hasta su muerte en el 1994.
Popper fue uno de los filósofos de la ciencia más influyentes de la generación del
Círculo de Viena, y sus primeras obras fueron muy tenidas en cuenta a la hora de
desarrollar un criterio de demarcación, esto es, a la hora de delimitar una manera
de demarcar qué es aquello que distinguir el conocimiento científico del que no
lo es.

Así pues, el problema de la demarcación es un tema al que Karl Popper intentó


responder ideando formas en las que se puede conocer qué clase de
enunciados son científicos y cuáles no lo son.

Esta es una incógnita que atraviesa toda la filosofía de la ciencia,


independientemente de si se aplica a objetos de estudio relativamente bien
delimitados (como la química) u otros en los que los fenómenos a investigar
están más abiertos a interpretación (como la paleontología). Y, por supuesto, la
psicología, al encontrarse en un puente entre la neurología y las ciencias sociales,
resulta muy afectada dependiendo de si se le aplica un criterio de demarcación u
otro.

Así pues, Popper dedicó buena parte de su trabajo como filósofo a idear una
manera de separar el conocimiento científico de la metafísica y la simple
especulación sin fundamento. Esto le hizo llegar a una serie de conclusiones que
dejaban en mal lugar a buena parte de lo que en su época se consideraba que era
la psicología y que enfatizaban la importancia de la falsación en la
investigación científica.

El falsacionismo
Aunque la filosofía de la ciencia nació en el siglo XX con la aparición del
Círculo de Viena, los principales intentos por saber cómo se puede acceder al
conocimiento (en general, no específicamente "conocimiento científico") y hasta
qué punto este es verdadero aparecieron hace muchos siglos, con el nacimiento
de la epistemología.

Auguste Comte y el razonamiento inductivo


El positivismo, o la doctrina filosófica según el cual el único conocimiento válido
es el científico, fue una de las consecuencias del desarrollo de esta rama de la
filosofía. Apareció a inicios del siglo XIX de la mano del pensador francés
Auguste Comte y, por supuesto, generó muchos problemas; tantos que, de
hecho, nadie podría actuar de una manera que fuese ligeramente consecuente con
ella.

En primer lugar, la idea de que las conclusiones a las que llevamos a cabo a
través de la experiencia al margen de la ciencia son irrelevantes y no merecen ser
tenidas en cuenta es demoledora para cualquier persona que pretenda salir de la
cama y tomar decisiones relevantes en su día a día.

Lo cierto es que la cotidianidad nos exige realizar cientos de inferencias


rápidamente sin tener que pasar por algo parecido a la clase de contrastaciones
empíricas necesarias para hacer ciencia, y el fruto de este proceso sigue siendo
conocimiento, más o menos acertado que nos hace actuar en un sentido o en otro.
De hecho, ni siquiera nos preocupamos en hacer que todas nuestras decisiones se
fundamenten en el pensamiento lógico: tomamos atajos mentales
constantemente.

En segundo lugar, el positivismo ponía en el centro del debate filosófico el


problema de la demarcación, que ya de por sí es muy complicado de resolver.
¿De qué manera se entendía desde el positivismo de Comte que se debía acceder
al conocimiento verdadero? Mediante la acumulación de observaciones simples
basadas en hechos observables y medibles. Es decir, se basa fundamentalmente
en la inducción.
Por ejemplo, si después de realizar varias observaciones sobre el comportamiento
de los leones vemos que siempre que necesitan alimento recurren a la caza de
otros animales, llegaremos a la conclusión de que los leones son carnívoros; a
partir de hechos individuales llegaremos a una conclusión amplia que
abarca muchos otros casos no observados.

Sin embargo, una cosa es reconocer que el razonamiento inductivo puede ser útil,
y otra es sostener que por sí mismo permite llegar al conocimiento verdadero
acerca de cómo se estructura la realidad. Es en este punto en el que entra en
escena Karl Popper, su principio de la falsabilidad y su rechazo a los principios
positivistas.

Popper, Hume y el falsacionismo


La piedra angular del criterio de demarcación que desarrolló Karl Popper se
llama falsacionismo. El falsacionismo es una corriente epistemológica según la
cual el conocimiento científico no debe basarse tanto en la acumulación de
evidencia empírica como en los intentos de refutar ideas y teorías para hallar
muestras de su robustez.

Esta idea toma ciertos elementos de la filosofía de David Hume, según el cual
es imposible demostrar una conexión necesaria entre un hecho y una
consecuencia que se deriva de este. No hay ningún motivo que nos permita
afirmar con seguridad que una explicación sobre la realidad que funciona hoy
funcionará mañana. Aunque los leones coman carne con mucha frecuencia,
quizás en un tiempo se descubre que en situaciones excepcionales algunos de
ellos son capaces de sobrevivir mucho tiempo comiendo una variedad especial de
planta.

Además, una de las implicaciones del falsacionismo de Karl Popper es que


resulta imposible probar de manera definitiva que una teoría científica es cierta y
describe fielmente la realidad. El conocimiento científico estará definido por lo
bien que funciona para explicar las cosas en un momento y contexto
determinado, no en el grado en el que refleja la realidad tal y como es, ya que
saber esto último es imposible.

Karl Popper y el psicoanálisis


Aunque Popper tuvo ciertos encontronazos con el
conductismo (específicamente, con la idea de que el aprendizaje se fundamenta
en repeticiones a través del condicionamiento, aunque esto no es una premisa
fundamental de este enfoque psicológico) la escuela de psicología que atacó
con más vehemencia fue la del psicoanálisis freudiano, que durante la primera
mitad del siglo XX tuvo mucha influencia en Europa.

Fundamentalmente, lo que Popper criticaba del psicoanálisis era su incapacidad a


la hora de ceñirse a explicaciones que pudieran ser falsadas, algo que él
consideraba que era hacer trampas. Una teoría que no puede ser falsada es capaz
de contorsionarse y de adoptar todas las formas posibles con tal de no
mostrar que la realidad no encaja con sus propuestas, lo cual significa que no
resulta útil para explicar fenómenos y, por consiguiente, no es ciencia.

Para el filósofo austríaco, el único mérito de las teorías de Sigmund Freud era


que tenían una buena capacidad de perpetuarse a sí mismas, aprovechándose de
sus propias ambigüedades para encajar en cualquier marco explicativo y para
adaptarse a todos los imprevistos sin quedar puesta en entredicho. La efectividad
del psicoanálisis no tenía que ver con el grado en el que servían para explicar
cosas, sino con las maneras en las que encontraba formas de autojustificarse.

Por ejemplo, la teoría del complejo de Edipo no tiene por qué resentirse si
después de haber identificado al padre como una fuente de hostilidad durante la
niñez se descubre que de hecho la relación con el padre era muy buena y que
nunca se tuvo contacto con la madre más allá del día del nacimiento:
simplemente, se identifica como figuras paternal y maternal a otras personas, ya
que como el psicoanálisis se basa en lo simbólico, no tiene por qué encajar con
categorías "naturales" como los padres biológicos.

Fe ciega y razonamientos circulares


En definitiva, Karl Popper no creía que el psicoanálisis no fuese una ciencia
porque no servía para explicar bien lo que ocurre, sino por algo aún más
básico: porque no era posible ni siquiera plantearse la posibilidad de que
estas teorías sean falsas.

A diferencia de Comte, que daba por supuesto que era posible desentrañar
conocimiento fiel y definitivo sobre lo que es real, Karl Popper tenía en cuenta la
influencia que los sesgos y los puntos de partida de diferentes observadores
tienen en aquello que estudian, y por eso entendía que ciertas teorías eran más
una construcción histórica que una herramienta útil para la ciencia.

El psicoanálisis, según Popper, era una especie de mezcla del argumento ad


ignorantiam y la falacia de petición de principio: siempre pide aceptar de
antemano unas premisas para demostrar a continuación que, como no hay
pruebas que indiquen lo contrario, deben de ser verdaderas. Es por eso que
entendía que el psicoanálisis era comparable a las religiones: ambas se auto-
confirmaban y se basaban en el razonamiento circular para salir airosas de
cualquier confrontación con los hechos.

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