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Imperio español

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Imperio español
Monarquía universal española
Monarquía Hispánica
Imperio
1492-1898
(1402-1976)n. 1

Flag of Cross of Burgundy.svg


Bandera Lesser Coat of arms of Spain (1785-1873 and 1875-1931)-Version of the
Flag.svg
Escudo
Lema: Plus Ultra
Spanish Empire2.png
Mapa diacrónico del Imperio
Leyenda[mostrar]
Capital Madrid (1561-1601)
Valladolid (1601-1606)
Madrid (desde 1606)
Entidad Imperio
Idioma oficial Español
• Otros idiomas
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Superficie
• Total 20 000 000 km² Ver y modificar los datos en Wikidata
Población (1790)
• Total 60 000 000 hab.
• Densidad 3 hab/km²
Superficie hist.
• 1580-1640 14 000 000 km²
• 1740 19 400 000 km²
• 1821-1898 934 000 km²
Población hist.
• 1580-1640 est. 31 000 000 hab.
• 1740 est. 27 400 000 hab.
Religión Iglesia católica
Moneda Real, peseta
Período histórico Era de los Descubrimientos, mercantilismo, expansión europea.
• 1402-1496 Conquista de las islas Canarias
• 1492 Descubrimiento de América
• 1512 Conquista de Navarra
• 1519-1521 Conquista de México
• 1532-1537 Conquista del Perú
• 1580 -1640 Unión con Portugal
• 1715 Nueva Planta
• 1810-1833 Guerras de independencia hispanoamericanas
• 1898 Guerra hispano-estadounidense
• 1957-1958 Guerra de Ifni
• 1968 Independencia de Guinea Ecuatorial
• 1975
• 1976 Acuerdos de Madrid
Fin de la presencia en el Sahara
Forma de gobierno Monarquían. 2
Rey
• 1474-1516
• 1886-1931
Reyes Católicos
Alfonso XIII
Patrono(a) Inmaculada Concepción
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El Imperio español, Monarquía universal española,n. 3 Monarquía Hispánica o
Monarquía española fue el conjunto de territorios españoles gobernados por las
dinastías hispánicas entre los siglos xvi y xix.

Tras el descubrimiento de América en 1492, España exploró y conquistó grandes


extensiones de territorio en América, desde el actual suroeste de Estados Unidos,
México y el Caribe, hasta Centroamérica, la mayor parte de Sudamérica y la costa
noroeste de Norteamérica (actual Alaska y Columbia Británica). Todos estos
territorios se integraron en la Corona de Castilla y, más tarde, como reinos de la
Corona española. Inicialmente se organizaron en dos virreinatos, el de la Nueva
España y el del Perú. Con el descubrimiento y asentamiento en varios archipiélagos
del Pacífico a finales del siglo xvi, se incorporaron al imperio las Indias
orientales españolas, formadas por las Filipinas, las Marianas (que incluían Guam),
la porción norte de Formosa, y las Carolinas (que incluían las Palaos), bajo la
jurisdicción de la Nueva España. Más tarde, en las porciones norte y sur del
Virreinato del Perú se crearon los de Nueva Granada y del Río de la Plata,
respectivamente.

El Imperio español alcanzó los 20 millones de kilómetros cuadrados a finales del


siglo XVIII12 aunque algunos autores como el historiador Raymond Carr, señalan uno
de sus momentos de máxima expansión es el comprendido entre los años 1580 y 1640,
durante los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV, período en el que tuvo
lugar la unión dinástica con Portugal (considerada una conquista española por un
amplio número de historiadores).345678

Índice
1 Orígenes
2 El Imperio de los Reyes Católicos (1492-1516)
2.1 La unificación de España y el fin de la Reconquista
2.2 La política europea
2.3 La conquista del Nuevo Mundo
3 El imperio de los Austrias (1516-1700)
3.1 De la batalla de Pavía a la Paz de Augsburgo (1521-1555)
3.2 De San Quintín a Lepanto (1556-1571)
3.3 El Reino en dificultades (1571-1598)
3.4 «Dios es español» (1598-1626)
3.5 El camino a Rocroi (1626-1643)
3.6 Sublevaciones internas (1640-1665)
3.7 El Imperio con el último Habsburgo (1665-1700)
4 El Imperio de los Borbones (1700-1806)
4.1 El cambio de dinastía
4.2 La reforma del Imperio
4.3 Las guerras coloniales durante el siglo XVIII
4.4 España hacia 1800
5 El fin del imperio global (1808-1898)
5.1 La Revolución francesa y las guerras napoleónicas
5.2 La independencia de las posesiones americanas continentales
5.3 El Desastre del 98 y la pérdida de las islas del Caribe y Filipinas
6 Los últimos territorios, África (1885-1975)
7 Territorios del Imperio español
7.1 América
7.1.1 Territorios portugueses
7.2 Asia y Oceanía
7.2.1 Territorios portugueses
7.3 África
7.3.1 Territorios portugueses
7.4 Europa
8 Administración del Imperio
8.1 América y Filipinas
8.1.1 Consejo de Indias
8.1.2 Casa de Contratación de Indias
8.2 Corona de Aragón
9 Población y ordenamiento jurídico en América y Filipinas
9.1 Españoles
9.2 Indígenas
9.3 Mestizos
9.4 Africanos y otros
10 Legado cultural del Imperio
10.1 Arquitectura colonial española
11 Véase también
12 Notas
13 Referencias
14 Bibliografía
14.1 Libros citados
14.2 Publicaciones citadas
14.3 Otras lecturas recomendadas
15 Enlaces externos
Orígenes
A principios del siglo xv d. C. los distintos reinos de la península ibérica
perseguían objetivos diferentes con su política exterior. Navarra quedó pronto
confinada por la expansión de los otros dos reinos y sus sucesivos monarcas
orientaron más sus miradas hacia Francia,9 pero el Tratado de Almizra fijó los
límites para la reconquista de las otras dos coronas,10 forzandolas a emprender
políticas exteriores similares, pero al mismo tiempo diferentes:

Castilla trataba de culminar la Reconquista y evitar nuevas incursiones musulmanas


tomando plazas e islas en el norte de África, incluso antes de reconquistar el
Reino nazarí de Granada.11 Al mismo tiempo, atravesaban momentos difíciles por la
guerra civil librada entre partidarios de la futura Isabel la Católica y los de
Juana la Beltraneja, en la lucha por suceder a Enrique IV.

Aragón, por su parte, orientó su política expansionista al Mediterráneo central y


oriental.11 Su corona tampoco contaba con un claro pretendiente para suceder a
Martín el Humano (fallecido en 1410), pero se resolvió pacíficamente con el
Compromiso de Caspe. Al mismo tiempo, este acto plantó las bases para la futura
unión con la Corona castellana tras ser elegido Fernando de Antequera, miembro de
la dinastía Trastámara reinante en Castilla, abriendo así la puerta para la
posterior llegada de Fernando el Católico y la consiguiente unificación de los dos
reinos.12

Por último, Portugal había terminado su reconquista imponiéndose al rey castellano


Alfonso X el Sabio en la toma del Algarbe, por lo cual Enrique el Navegante enfocó
su expansión hacia el Atlántico, conquistando Ceuta, tomando el control de Madeira
en 1425, las islas Azores en 1427 y prosiguiendo la expansión con la implantación
de asentamientos en los continentes africano y asiático para ir abriendo una ruta
comercial con la India y China que circunnavegara el Continente Negro.13

El Imperio de los Reyes Católicos (1492-1516)


Artículo principal: Reyes Católicos
La unificación de España y el fin de la Reconquista

Estandarte de la Corona de Castilla.


Señal de la Corona de Aragón.
El matrimonio de los Reyes Católicos (Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón)
produjo la unión dinástica de las dos Coronas cuando, tras derrotar a los
partidarios de Juana «la Beltraneja» en la guerra de Sucesión castellana, Isabel
ascendió al trono. Sin embargo, cada reino mantuvo su propia administración bajo la
misma monarquía. La formación de un estado unificado solo se materializó tras
siglos de unión bajo los mismos gobernantes.n. 4 Los nuevos reyes introdujeron el
estado moderno absolutista en sus dominios, que pronto buscaron ampliar.

La rendición de Granada, óleo de Francisco Pradilla, 1882. Representa la entrega de


las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos en 1492.
Castilla había intervenido en el Atlántico, en lo que fue el comienzo de su imperio
extrapeninsular, compitiendo con Portugal por el control del mismo desde finales
del siglo xiv d. C., momento en el cual fueron enviadas varias expediciones
andaluzas y vizcaínas a las islas Canarias. La conquista efectiva de dicho
archipiélago había comenzado durante el reinado de Enrique III de Castilla, cuando
en 1402 Jean de Béthencourt solicitó permiso para tal empresa al rey castellano a
cambio de vasallaje; mientras, a lo largo del siglo xv d. C., exploradores
portugueses como Gonçalo Velho Cabral colonizarían las Azores, Cabo Verde y
Madeira. El Tratado de Alcáçovas de 1479, que supuso la paz en la guerra de
Sucesión castellana, separó las zonas de influencia de cada país en África y el
Atlántico, concediendo a Castilla la soberanía sobre las islas Canarias y a
Portugal las islas que ya poseía, la Guinea y, en general, «todo lo que es hallado
e se hallare, conquistase o descubriere en los dichos términos». La conquista del
Reino de Fez quedaba también exclusivamente para el reino de Portugal. El tratado
fue confirmado por el papa en 1481, mediante la bula Aeterni regis. Mientras tanto
los Reyes Católicos iniciaban la última fase de la conquista de Canarias, asumiendo
por su cuenta dicha empresa ante la imposibilidad por parte de los señores feudales
de someter a todos los indígenas insulares en una serie de largas y duras campañas.
Los ejércitos castellanos se apoderaron de Gran Canaria (1478-1483), La Palma
(1492-1493) y finalmente de Tenerife (1494-1496).

Como continuación a la Reconquista castellana, los Reyes Católicos conquistaron en


1492 el reino taifa de Granada, último reino musulmán de al-Ándalus, que había
sobrevivido por el pago de tributos en oro a Castilla, y su política de alianzas
con Aragón y el norte de África.

La política expansionista de los Reyes Católicos también se manifestó en el África


continental. Con el objetivo de acabar con la piratería que amenazaba las costas
andaluzas y las comunicaciones mercantes catalanas y valencianas, se realizaron
campañas en el norte de África: Melilla fue tomada en 1497, Villa Cisneros en 1502,
Mazalquivir en 1505, el Peñón de Vélez de la Gomera en 1508, Orán en 1509, Argel,
Bugía y Trípoli en 1510. La idea de Isabel I, manifiesta en su testamento, era que
la reconquista habría de seguir por el norte de África, en lo que los romanos
llamaron Nova Hispania.

La política europea
Véanse también: Imperio español en Europa, Italia española y Países Bajos
Españoles.

Fernando II de Aragón, responsable de la política expansionista en Italia y Europa


de la naciente unión.
Los Reyes Católicos también heredaron la política mediterránea de la Corona de
Aragón, y apoyaron a la Casa de Nápoles aragonesa contra Carlos VIII de Francia y,
tras su extinción, reclamaron la reintegración de Nápoles a la Corona. Como
gobernante de Aragón, Fernando II se había involucrado en la disputa con Francia y
Venecia por el control de la península itálica. Estos conflictos se convirtieron en
el eje central de su política exterior. En estas batallas, Gonzalo Fernández de
Córdoba (conocido como «El Gran Capitán») crearía las coronelías (base de los
futuros tercios), como organización básica del ejército, lo que significó una
revolución militar que llevaría a los españoles a sus mejores momentos.

Después de la muerte de la reina Isabel, Fernando, como único monarca, adoptó una
política más agresiva que la que tuvo como marido de Isabel, utilizando las
riquezas castellanas para expandir la zona de influencia aragonesa en Italia,
contra Francia, y fundamentalmente contra el reino de Navarra, al que conquistó en
1512.

El trono castellano lo asumió su hija Juana I «la Loca», quien fue declarada
incapaz de reinar, manteniendo su padre la regencia (aunque en todos los documentos
oficiales aparecían Juana y Fernando como reyes, era Fernando quien ejercía el
poder).

Pendón heráldico de los Reyes Católicos entre 1492 y 1505.


El primer gran reto del rey Fernando fue en la guerra de la Liga de Cambrai contra
Venecia, donde los soldados españoles se distinguieron junto a sus aliados
franceses en la batalla de Agnadello (1509). Solo un año más tarde, Fernando se
convertía en parte de la Liga Católica contra Francia, viendo una oportunidad de
tomar Milán —plaza por la cual mantenía una disputa dinástica— y Navarra. Esta
guerra no fue un éxito como la anterior contra Venecia y, en 1516, Francia aceptó
una tregua que dejaba Milán bajo su control y de hecho, cedía al monarca hispánico
el Reino de Navarra (que Fernando unió a la corona de Castilla), ya que al retirar
su apoyo dejaba aislados a los reyes navarros Juan III de Albret y Catalina de
Foix. Este hecho fue temporal pues posteriormente volvería a apoyar la lucha de los
navarros en 1521.

Con el objetivo de aislar a Francia, se adoptó una política matrimonial que llevó
al casamiento de las hijas de los Reyes Católicos con las dinastías reinantes en
Inglaterra, Borgoña y Austria. Tras la muerte de Fernando, la inhabilitación de
Juana I, hizo que Carlos de Austria, heredero de Austria y Borgoña, fuera también
heredero de los tronos españoles.

Carlos tenía un concepto político todavía medieval, y lo desarrolló empleando las


riquezas de sus reinos peninsulares en la política europea del Imperio, en vez de
seguir la que, con mayor amplitud de miras, había marcado su abuela Isabel en su
testamento: continuar la Reconquista en el norte de África. Aunque algunos
consejeros españoles lograron que hiciera algunas campañas hacia ese objetivo
(Orán, Túnez, Argelia), sin embargo, no consideró ese fin tan importante como las
inacabables disputas religioso-políticas de su herencia centroeuropea y, como
además, gran parte del ímpetu conquistador de los castellanos se dirigió hacia las
tierras nuevamente descubiertas de las Indias Occidentales, no colaboró
decididamente en el engrandecimiento de sus reinos peninsulares, salvo en lo que se
refiere a las campañas italianas. Ese abandono de la política de conquista del
norte de África daría quebraderos de cabeza a la Europa mediterránea hasta el siglo
xix d. C..

La conquista del Nuevo Mundo


Artículo principal: Colonización española de América

Conquistador español en el mural del Pabellón de la navegación de Sevilla, España.

La conquista del Colorado, óleo de Augusto Ferrer-Dalmau que retrata la expedición


de Francisco Vázquez de Coronado.
Sin embargo, la expansión atlántica sería la que daría los mayores éxitos. Para
alcanzar las riquezas de Oriente, cuyas rutas comerciales (especialmente de las
especias de las islas del Pacífico) bloqueaban los otomanos o monopolizaban
genoveses y venecianos, los portugueses y los españoles compitieron por hallar una
nueva ruta que no fuera la tradicional, por tierra, a través de Oriente Próximo.
Los portugueses, que habían terminado mucho antes que los españoles su Reconquista,
habían empezado entonces sus expediciones, tratando primero de acceder a las
riquezas africanas y luego de circunnavegar África, lo que les daría el control de
islas y costas del continente, para abrir una nueva ruta a las Indias Orientales,
sin depender del comercio a través del Imperio otomano, monopolizado por Génova y
Venecia, poniendo el germen del Imperio portugués. Más tarde, cuando Castilla
terminó su reconquista, los Reyes Católicos, apoyaron a Cristóbal Colón quien, al
parecer convencido de que la circunferencia de la Tierra era menor que la real,
quiso alcanzar Cipango (Japón), Catay (China), las Indias, el Oriente navegando
hacia el Oeste, con el mismo fin que los portugueses: independizarse de las
ciudades italianas para conseguir las mercancías de Oriente, principalmente,
especias y seda (más fina que la producida en el reino de Murcia desde la
dominación árabe). A medio camino estaba el continente americano y, según se acepta
mayoritariamente, sin saberlo, descubrió América para el resto del mundo, que vivía
ignorante de la existencia de este continente, iniciando la colonización española
del continente.

Las nuevas tierras fueron reclamadas por los Reyes Católicos, con la oposición de
Portugal. Finalmente el papa Alejandro VI medió, llegándose al Tratado de
Tordesillas, que dividía las zonas de influencia española y portuguesa a 370 leguas
al oeste de las islas de Cabo Verde (el meridiano situado a 46º 37’) longitud
oeste, siendo la zona occidental la correspondiente a España y la oriental a
Portugal. Así, España se convertía teóricamente en dueña de la mayor parte del
continente con la excepción de una pequeña parte, la oriental —lo que hoy día es el
extremo de Brasil—, que correspondía a Portugal. En adelante, esta cesión papal,
junto a la responsabilidad evangelizadora sobre los territorios descubiertos, fue
usada por los Reyes Católicos como legitimación en su expansión colonial. Poco
después, esta «legitimación» fue discutida por la Escuela de Salamanca.

Vasco Núñez de Balboa tomando posesión del mar del Sur.

«Descubrimiento» del río Misisipí.

Mare clausum ibéricos en la Era de los Descubrimientos.


La colonización de América continuó mientras tanto. Además de la toma de La
Española, que se culminó a principios del siglo xvi d. C., los colonos empezaron a
buscar nuevos asentamientos. La convicción de que había grandes territorios por
colonizar en las nuevas tierras descubiertas produjo el afán por buscar nuevas
conquistas. Desde allí, Juan Ponce de León conquistó Puerto Rico y Diego Velázquez,
Cuba. Alonso de Ojeda recorrió la costa venezolana y centroamericana, Hernán Cortés
llegó a México, Diego de Nicuesa ocupó lo que hoy día es Nicaragua y Costa Rica,
mientras Vasco Núñez de Balboa colonizaba Panamá y llegaba al mar del Sur (océano
Pacífico).

Años después, bajo Felipe II, este «Imperio Castellano» se convirtió en una nueva
fuente de riqueza para los reinos españoles y de su poder en Europa, pero también
contribuyó a elevar la inflación, lo que perjudicó a la industria peninsular. Como
siempre ocurre la economía más poderosa, la española, comenzó a depender de las
materias primas y manufacturas de países más pobres, con mano de obra más barata,
lo cual facilitó la revolución económica y social en Francia, Inglaterra y otras
partes de Europa. Los problemas causados por el exceso de metales preciosos fueron
discutidos por la Escuela de Salamanca, lo que creó un nuevo modo de entender la
economía que los demás países europeos tardaron mucho en comprender.[cita
requerida]

Por otro lado, los enormes e infructuosos gastos de las guerras a las que arrastró
la política europea de Carlos I heredados por su sucesor Felipe II, llevaron a que
se financiasen con préstamos de banqueros, tanto españoles como de Génova, Amberes
y sur de Alemania, lo que hizo que los beneficios que pudo tener la Corona (el
Estado, al cabo) fueran mucho menores que los que obtuvieron más tarde otros países
con intereses coloniales, como los Países Bajos y posteriormente Inglaterra.

El imperio de los Austrias (1516-1700)


Artículo principal: Siglo de Oro

Territorios controlados por Carlos I en 1519

Retrato de Carlos I por Tiziano

Cruz de Borgoña, una de las varias enseñas navales utilizadas por la Monarquía
Hispánica en el periodo.14
El periodo comprendido entre la segunda mitad del siglo xvi d. C. y la primera del
XVII es conocido como el Siglo de Oro por el florecimiento de las artes y las
ciencias que se produjo.

Durante el siglo xvi d. C. España llegó a tener una auténtica fortuna de oro y
plata extraídos de «Las Indias». En el estudio económico realizado por Earl J.
Hamilton (1975), «El tesoro americano y la Revolución de los precios en España,
1501-1659», esa fortuna tiene unas cifras concretas. Hamilton describe que en los
siglos XVI y XVII, desde 1503 y durante los 160 años siguientes, durante la mayor
actividad minera, arribaron desde la América española 16 900 toneladas de plata y
181 toneladas de oro. Sus cuentas son minuciosas: 16 886 815 303 gramos de plata y
181 333 180 gramos de oro.n. 5

Se decía durante el reinado de Felipe II que «el Sol no se ponía en el Imperio», ya


que estaba lo suficientemente disperso como para tener siempre alguna zona con luz
solar. Este imperio tenía su centro neurálgico en Madrid sede de la Corte con
Felipe II, siendo Sevilla el punto fundamental desde el que se organizaban las
posesiones ultramarinas.

Como consecuencia del matrimonio político de los Reyes Católicos y de los


casamientos estratégicos de sus hijos, su nieto, Carlos I heredó la Corona de
Castilla en la península ibérica y una incipiente expansión en América (herencia de
su abuela Isabel); las posesiones de la Corona de Aragón en el Mediterráneo
italiano e ibérico (de su abuelo Fernando); las tierras de los Habsburgo en Austria
a las que él incorporó Bohemia y Silesia logrando convertirse tras una disputada
elección con Francisco I de Francia en emperador del Sacro Imperio Romano Germánico
con el nombre de Carlos V de Alemania; además de los Países Bajos a los que añadió
nuevas provincias y el Franco Condado, herencia de su abuela María de Borgoña;
conquistó personalmente Túnez y en pugna con Francia la región de Lombardía. Era un
imperio compuesto de un conglomerado de territorios heredados, anexionados o
conquistados.

La dinastía Habsburgo gastaba las riquezas castellanas y ya desde los tiempos de


Carlos V pero en mayor medida a partir de Felipe II, las americanas, en guerras en
toda Europa con el objetivo fundamental de proteger los territorios adquiridos, los
intereses de los mismos, la causa católica y a veces por intereses meramente
dinásticos. Todo ello produjo el impago frecuente de deudas contraídas con los
banqueros, primero alemanes y genoveses después, y dejó a España en bancarrota. Los
objetivos políticos de la Corona eran varios:

El acceso a los productos americanos (oro, plata) y asiáticos (porcelana, especias,


seda).
Minar el poder de Francia y detenerla en sus fronteras orientales.
Mantener la hegemonía católica de los Habsburgo en Alemania, defendiendo los
intereses de la iglesia católica contra la Reforma protestante.
Contener en Europa la expansión del Imperio Otomano musulmán. Además, se buscaba
neutralizar la piratería berberisca que asolaba las posesiones mediterráneas
españolas e italianas.

Escudo de Carlos I.
Ante la posibilidad de que Carlos I decidiera apoyar la mayor parte de las cargas
de su imperio en el más rico de sus reinos, el de Castilla, lo cual no gustaba a
los castellanos que no deseaban contribuir con oro, plata o caballos a guerras
europeas que sentían ajenas, y enfrentados a un creciente absolutismo por parte del
rey comenzó una sublevación que aún se celebra cada año llamada de los Comuneros,
en la cual los rebeldes fueron derrotados. Carlos I de España y luego V de Alemania
se convertía en el hombre más poderoso de Europa, con un imperio europeo que solo
sería comparable en tamaño al de Napoleón. El emperador intentó sofocar la Reforma
protestante en la Dieta de Worms, pero Lutero renunció a retractarse de su herejía.
Firme defensor de la Catolicidad, durante su reinado se produjo sin embargo lo que
se llamó el Saco de Roma, cuando sus tropas fuera de control atacaron la Santa Sede
después de que el papa Clemente VII se uniera a la Liga de Cognac contra él.

Pese a que Carlos I era flamenco y su lengua materna era el francés vivió un
proceso de españolización o, más concretamente, de castellanización. Así, cuando se
entrevistó con el papa, le habló en español y más tarde, cuando recibió al
embajador de Francia, un obispo francés se quejó por no haber entendido el
discurso, a lo que el emperador contestó: «Señor obispo, entiéndame si quiere y no
espere de mí otras palabras que de mi lengua española, la cual es tan noble que
merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana».15 Esta frase ha calado
bastante en los españoles y, siglos después, aún se utiliza el dicho «Que hable en
cristiano» cuando un español (o casi todo otro hispanoparlante) quiere que se le
traduzca lo dicho.

De la batalla de Pavía a la Paz de Augsburgo (1521-1555)

Virreinato de Nueva España, fruto de las conquistas de Hernán Cortés entre otros
muchos, tales como Miguel López de Legazpi, Juan Ponce de León y Pedro de Alvarado.
Desde 1492, la colonización del Nuevo Mundo fue encabezada por una serie de
guerreros-exploradores conocidos como conquistadores. Aprovecharon para esta
empresa el hecho de que algunos pueblos nativos estaban en guerra con otros y
muchos se mostraron dispuestos a sellar alianzas con los españoles para derrotar a
enemigos más poderosos como los aztecas o los incas. La conquista, además, fue
facilitada por la superioridad tecnológica,16 incluida la logística, y la
propagación en América de enfermedades comunes en Europa (p. ej.: viruela), pero
desconocidas en el Nuevo Mundo, que diezmaron a los pueblos originarios de América.

Conquista del Imperio azteca.


Los principales conquistadores fueron Hernán Cortés, quien entre 1519 y 1521, con
alrededor de 200 000 aliados amerindios, derrotó al Imperio azteca, en momentos que
este era arrasado por la viruela,n. 6 y entró en México, que sería la base del
virreinato de Nueva España, que se extendería hacía el sur rápidamente gracias a
las conquistas de Pedro de Alvarado, lugarteniente de Cortés, que, entre 1521 y
1525, incorporó las actuales repúblicas de Guatemala, Honduras y El Salvador a los
dominios españoles y Francisco Pizarro quien conquistó al Imperio incaico en 1531
cuando estaba gravemente desorganizado por efecto de la guerra civil y de la
epidemia de viruela de 1529.n. 7 Esta conquista se convertiría en el Virreinato del
Perú.

Tras la conquista de México, las leyendas sobre ciudades «doradas» (Cíbola en


Norteamérica, El Dorado en Sudamérica) originaron numerosas expediciones, pero
muchas de ellas regresaron sin encontrar nada, y las que encontraron algo dieron
con mucho menos valor de lo esperado. De todos modos, la extracción de oro y plata
fue una importante actividad económica del Imperio español en América, estimándose
en 850 000 kilogramos de oro y más de cien veces esa cantidad en plata durante el
período colonial.n. 8 No fue menos importante el comercio de otras mercaderías como
la cochinilla, la vainilla, el cacao, el azúcar (la caña de azúcar fue llevada a
América donde se producía mejor que en el sur de la península, donde había sido
introducida por los árabes). La exploración de este nuevo mundo, conocido como las
Indias occidentales, fue intensa, realizándose hazañas tales como la primera
circunnavegación del globo en 1522 por Juan Sebastián Elcano (que sustituyó a
Fernando de Magallanes, promotor de la expedición y que murió en el camino).

En Europa, sintiéndose rodeado por las posesiones de los Habsburgo Francisco I de


Francia invadió en 1521 las posesiones españolas en Italia e inició una nueva era
de hostilidades entre Francia y España, apoyando a Enrique II de Navarra para
recuperar el reino arrebatado por los españoles. Un levantamiento de la población
navarra junto a la entrada de 12 000 hombres al mando del general Asparrots, André
de Foix, en pocos días recuperó todo el reino con escasas víctimas. Sin embargo el
ejército imperial se reconstituyó con rapidez, formando unas tropas de 30 000
hombres bien pertrechadas, entre ellas muchos de los comuneros rendidos para
redimir su pena. El general Asparrots, en vez de consolidar el reino, se dirigió a
sitiar Logroño, con lo que los navarro-gascones sufrieron una severa derrota en la
sangrienta batalla de Noáin, dejando el control de Navarra en manos de España.

Batalla de Pavía en 1525. Tapiz de Bernard van Orley.

El Saco de Roma, por Martin van Heemskerck (1527).


Por otra parte, en el frente de guerra de Italia, fue un desastre para Francia, que
sufrió importantes derrotas en Bicoca (1522), Pavía (1525) —en la que Francisco I y
Enrique II fueron capturados— y Landriano (1529) antes de que Francisco I
claudicase y dejase Milán en manos españolas una vez más. La victoria de Carlos I
en la batalla de Pavía, 1525, sorprendió a muchos italianos y alemanes, al
demostrar su empeño en conseguir el máximo poder posible. El papa Clemente VII
cambió de bando y unió sus fuerzas con Francia y los emergentes estados italianos
contra el emperador, en la Guerra de la Liga de Cognac. La Paz de Barcelona,
firmada entre Carlos I y el papa en 1529, estableció una relación más cordial entre
los dos gobernantes y de hecho nombraba a España como defensora de la causa
católica y reconocía a Carlos como rey de Lombardía en recompensa por la
intervención española contra la rebelde República de Florencia.

En 1528, el gran almirante Andrea Doria se alió con el emperador para desalojar a
Francia y restaurar la independencia genovesa. Esto abrió una nueva perspectiva: en
este año se produce el primer préstamo de los bancos genoveses a Carlos I.

Los Trece de la Fama.


La colonización americana seguía mientras imparable. Después de la conquista del
Perú, la primera ciudad fundada originalmente española fue Santiago de Quito
(posteriormente y en otra localización Santiago de Guayaquil) por Sebastián de
Benalcázar y Diego de Almagro por órdenes de Francisco Pizarro en las llanuras del
Tapi, Ecuador, mientras, más al norte, Santa Fe de Bogotá fue fundada durante la
década de 1530 sobre las ruinas de Bacata y Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires en
1536. En la década de 1540, Francisco de Orellana exploraba la selva y llegó al
Amazonas. En 1541, Pedro de Valdivia, continuó las exploraciones de Diego de
Almagro desde Perú, e instauró la Capitanía General de Chile. Ese mismo año, se
terminó de conquistar la Confederación muisca, que ocupaba el centro de Colombia.

Como consecuencia de la defensa que la Escuela de Salamanca y Bartolomé de las


Casas hicieron de los nativos, la Corona española se dio relativa prisa en dictar
leyes para protegerlos en sus posesiones americanas. Las Leyes de Burgos de 1512
fueron sustituidas por las Leyes Nuevas de Indias de 1542.

En 1543, Francisco I de Francia anunció una alianza sin precedentes con el sultán
otomano Solimán el Magnífico, para ocupar la ciudad de Niza, bajo control español.
Enrique VIII de Inglaterra, que guardaba más rencor contra Francia que contra el
emperador, a pesar de la oposición de este al divorcio de Enrique con su tía, se
unió a este último en su invasión de Francia. Aunque las tropas imperiales
sufrieron alguna derrota como la de Cerisoles, el emperador consiguió que Francia
aceptara sus condiciones. Los austriacos, liderados por el hermano pequeño del
emperador Carlos, continuaron luchando contra el Imperio otomano por el este.
Mientras, Carlos I se preocupó de solucionar un viejo problema: la Liga de
Esmalcalda.

Mapa de los dominios de los Habsburgo en Europa tras la batalla de Mühlberg en


1547.
La Liga tenía como aliados a los franceses, y los esfuerzos por socavar su
influencia en Alemania fueron rechazados. La derrota francesa en 1544 rompió su
alianza con los protestantes y Carlos I se aprovechó de esta oportunidad. Primero
intentó el camino de la negociación en el Concilio de Trento en 1545, pero los
líderes protestantes, sintiéndose traicionados por la postura de los católicos en
el Concilio, fueron a la guerra encabezados por Mauricio de Sajonia. En respuesta,
Carlos I invadió Alemania a la cabeza de un ejército hispano-neerlandés. Confiaba
en restaurar la autoridad imperial. Las tropas, al mando del emperador en persona,
infligieron una decisiva derrota a los protestantes en la histórica batalla de
Mühlberg en 1547. En 1555 firmó la Paz de Augsburgo con los estados protestantes,
lo que restauró la estabilidad en Alemania bajo el principio de Cuius regio, eius
religio («Quien tiene la región impone la religión»), una posición impopular entre
el clero italiano y español. El compromiso de Carlos en Alemania otorgó a España el
papel de protector de la causa católica de los Habsburgo en el Sacro Imperio
Romano.

Mientras, el Mediterráneo se convirtió en campo de batalla contra los turcos, que


alentaban a piratas como el argelino Barbarroja. Carlos I prefirió eliminar a los
otomanos a través de la estrategia marítima, mediante ataques a sus asentamientos
en los territorios venecianos del este del Mediterráneo. Solo como respuesta a los
ataques en la costa de Levante española se involucró personalmente el emperador en
ofensivas en el continente africano con expediciones sobre Túnez, Bona (1535) y
Argel (1541), por el Sudeste Asiático se consolidaba el dominio español en el
archipiélago de las Filipinas (nombradas así en honor a Felipe II) e islas
adyacentes (Borneo, Molucas —fortaleza de Tidore—, fuertes en la isla de Formosa y
anexos en las ya oceánicas Palaos, Marianas, Carolinas y Ralicratac, etc.).

De San Quintín a Lepanto (1556-1571)

Felipe II de España
El emperador Carlos repartió sus posesiones entre su único hijo legítimo, Felipe
II, y su hermano Fernando (al que dejó el Imperio de los Habsburgo). Para Felipe
II, Castilla fue la base de su imperio, pero la población de Castilla nunca fue lo
suficientemente grande para proporcionar los soldados necesarios para sostener el
Imperio. Tras el matrimonio del rey con María Tudor, Inglaterra y España fueron
aliados.

España no consiguió tener paz al llegar al trono el agresivo Enrique II de Francia


en 1547, que inmediatamente reanudó los conflictos con España. Felipe II prosiguió
la guerra contra Francia, aplastando al ejército francés en la batalla de San
Quintín, en Picardía, en 1558 y derrotando a Enrique de nuevo en la batalla de
Gravelinas. La Paz de Cateau-Cambrésis, firmada en 1559, reconoció definitivamente
las reclamaciones españolas en Italia. En las celebraciones que siguieron al
Tratado, Enrique II murió a causa de una herida producida por un trozo de madera de
una lanza. Francia fue golpeada durante los siguientes años por una guerra civil
que ahondó en las diferencias entre católicos y protestantes dando a España ocasión
de intervenir en favor de los católicos y que le impidió competir con España y la
Casa de Habsburgo en los juegos de poder europeos. Liberados de la oposición
francesa, España vio el apogeo de su poder y de su extensión territorial en el
periodo entre 1559 y 1643.

La bancarrota de 1557 supuso la inauguración del consorcio de los bancos genoveses,


lo que llevó al caos a los banqueros alemanes y acabó con la preponderancia de los
Fúcares como financieros del Estado español. Los banqueros genoveses suministraron
a los Habsburgo crédito fluido e ingresos regulares.

Exploraciones y rutas españolas en el océano Pacífico.


Mientras tanto la expansión ultramarina continuaba: Florida fue colonizada en 1565
por Pedro Menéndez de Avilés al fundar San Agustín, y al derrotar rápidamente un
intento ilegal del capitán francés Jean Ribault y 150 hombres de establecer un
puesto de aprovisionamiento en el territorio español. San Agustín se convirtió
rápidamente en una base estratégica de defensa para los barcos españoles llenos de
oro y plata que regresaban desde los dominios de las Indias.

En Asia, el 27 de abril de 1565, se estableció el primer asentamiento en Filipinas


por parte de Miguel López de Legazpi y se puso en marcha la ruta de los Galeones de
Manila (Nao de la China). Manila se fundó en 1572.

Después del triunfo de España sobre Francia y el comienzo de las guerras de


religión francesas, la ambición de Felipe II aumentó. En el Mediterráneo el Imperio
otomano había puesto en entredicho la hegemonía española, perdiéndose Trípoli
(1531) y Bugía (1554) mientras la piratería berberisca y otomana se recrudecía. En
1565, sin embargo, el auxilio español a los sitiados Caballeros de San Juan salvó
Malta, infligiendo una severa derrota a los turcos.

La muerte de Solimán el Magnífico y su sucesión por parte del menos capacitado


Selim II, envalentonó a Felipe II y este declaró la guerra al mismo sultán. En
1571, la Santa Liga, formada por Felipe II, Venecia y el papa Pío V, se enfrentó al
Imperio otomano, con una flota conjunta mandada por don Juan de Austria, hijo
ilegítimo de Carlos I, que aniquiló la flota turca en la decisiva batalla de
Lepanto.

La derrota acabó con la amenaza turca en el Mediterráneo e inició un periodo de


decadencia para el Imperio otomano. Esta batalla aumentó el respeto hacia España y
su soberanía fuera de sus fronteras y el rey asumió la carga de dirigir la
Contrarreforma.

El Reino en dificultades (1571-1598)

Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba.

La «furia española» del 4 de noviembre de 1576 en Amberes.


El tiempo de alegría en Madrid duró poco. En 1566, los calvinistas habían iniciado
una serie de revueltas en los Países Bajos que provocaron que el rey enviase al
duque de Alba a la zona. En 1568, Guillermo I de Orange-Nassau encabezó un intento
fallido de echar al duque de Alba del país. Estas batallas se consideran como el
inicio de la guerra de los Ochenta Años, que concluyó con la independencia de las
Provincias Unidas de los Países Bajos. Felipe II, que había recibido de su padre la
herencia de los territorios de la Casa de Borgoña (Países Bajos y Franco Condado),
para que la poderosa Castilla defendiese de Francia el Imperio, se vio obligado a
restaurar el orden y mantener su dominio sobre estos territorios. En 1572, un grupo
de navíos neerlandeses rebeldes conocidos como los watergeuzen, tomaron varias
ciudades costeras, proclamaron su apoyo a Guillermo I y rechazaron el gobierno
español.

Para España la guerra se convirtió en un asunto sin fin. En 1574, los Tercios de
Flandes, bajo el mando de Francisco de Valdés, fueron vencidos en el asedio de
Leiden después de que los neerlandeses rompieran los diques, causando inundaciones
masivas.

En 1576, abrumado por los costes del mantenimiento de un ejército de 80 000 hombres
en los Países Bajos y de la inmensa flota que venció en Lepanto, unidos a la
creciente amenaza de la piratería en el Atlántico y especialmente a los naufragios
que reducían las llegadas de dinero de las posesiones americanas, Felipe II se vio
obligado a declarar una suspensión de pagos (que fue interpretada como bancarrota).

El ejército se amotinó no mucho después, saqueando Amberes y el sur de los Países


Bajos, haciendo que varias ciudades, que hasta entonces se habían mantenido leales,
se unieran a la rebelión. Los españoles eligieron la vía de la negociación y
consiguieron pacificar la mayor parte de las provincias del sur con la Unión de
Arras en 1579.

Desembarco de los tercios españoles durante la batalla de la isla Terceira.


Este acuerdo requería que todas las tropas españolas abandonasen aquellas tierras,
lo que fortaleció la posición de Felipe II cuando en 1580 murió sin descendientes
directos el último miembro de la familia real de Portugal, el cardenal rey Enrique
I de Portugal. El rey de España, hijo de Isabel de Portugal y por tanto nieto del
rey Manuel I, hizo valer su reclamación al trono portugués, y en junio envió al
duque de Alba y su ejército a Lisboa para asegurarse la sucesión. El otro
pretendiente, don Antonio, se replegó a las Azores, donde la armada de Felipe
terminó de derrotarle.

Ilustración de la batalla de San Juan de Ulúa durante la guerra comercial anglo-


española (1568-1573).
La unificación temporal de la península ibérica puso en manos de Felipe II el
Imperio portugués, es decir, la mayor parte de los territorios explorados del Nuevo
Mundo además de las colonias comerciales en Asia y África. En 1582, cuando el rey
devolvió la corte a Madrid desde Lisboa, donde estaba asentada temporalmente para
pacificar su nuevo reino, se produjo la decisión de fortalecer el poderío naval
español.

España estaba todavía renqueante de la bancarrota de 1576. En 1584, Guillermo I de


Orange-Nassau fue asesinado por un católico francés. Se esperaba que la muerte del
líder popular de la resistencia significara el fin de la guerra, pero no fue así.

En 1585, la reina Isabel I de Inglaterra envió apoyo a las causas protestantes en


los Países Bajos y Francia, y sir Francis Drake lanzó ataques contra los puertos y
barcos mercantes españoles en el Caribe y el Pacífico, además de un ataque
especialmente agresivo contra el puerto de Cádiz. En 1588, confiando en acabar con
los entrometimientos de Isabel I, Felipe II envió la «Armada Invencible» a atacar a
Inglaterra. Al contrario de lo que comúnmente se cree, la Armada española no fue
derrotada por los buques ingleses17 sino por una serie de fuertes tormentas,
problemas de coordinación entre los ejércitos implicados e importantes fallos
logísticos en los aprovisionamientos que la flota había de hacer en los Países
Bajos provocaron la derrota de la Armada española.

No obstante, la derrota del contraataque inglés contra España, dirigido por Drake y
Norris en 1589, marcó un punto de inflexión en la guerra anglo-española a favor de
España. A pesar del fracaso de la armada española, la flota española siguió siendo
la más fuerte en los mares de Europa hasta el siglo XVIII, a pesar de que en 1639,
fue derrotada por los neerlandeses en la batalla naval de las Dunas, cuando una
visiblemente exhausta España empezaba a debilitarse. El tratado de Londres fue
favorable a España y el desastre de la contra armada inglesa dejó en bancarrota al
Reino de Inglaterra, que había reunido una flota de 200 naves y 20 000 hombres (aún
mayor que la Gran Armada española de 1588) con la intención de sublevar Portugal y
afianzar un estado hostil a España, cosa que no consiguió, y también con el deseo
de amenazar a los territorios de ultramar de la monarquía hispánica.

España se involucró en las guerras de religión francesas tras la muerte de Enrique


II de Francia. En 1589, Enrique III de Francia, el último del linaje de los Valois,
murió a las puertas de París. Su sucesor, Enrique IV de Francia y III de Navarra,
el primer Borbón rey de Francia, fue un hombre muy habilidoso, consiguiendo
victorias clave contra la Liga Católica en Arques (1589) y en Ivry (1590).
Comprometidos con impedir que Enrique IV tomara posesión del trono francés, los
españoles dividieron su ejército en los Países Bajos e invadieron Francia en 1590.
Implicada en múltiples frentes, la potencia hispana no pudo imponer su política en
el país galo y finalmente se llegó a un acuerdo en la Paz de Vervins.

«Dios es español» (1598-1626)

Imperio español de Felipe II, III y IV (de 1556 a 1665) incluyendo los territorios
cartografiados y reclamados, reclamaciones marítimas (mare clausum) y otros
aspectos.
Pese a que actualmente sabemos que la economía española estaba minada y que su
poderío se debilitaba, el Imperio seguía siendo con mucho el poder más fuerte.
Tanto es así que podía librar enfrentamientos con Inglaterra, Francia y los Países
Bajos al mismo tiempo. Este poderío lo confirmaban el resto de pueblos europeos;
así el hugonote francés Duplessis-Mornay, por ejemplo, escribió tras el asesinato
de Guillermo de Orange a manos de Balthasar Gérard:
La ambición de los españoles, que les ha hecho acumular tantas tierras y mares, les
hace pensar que nada les es inaccesible.
Carnicer y Marcos (2006, p. 69)
Se ha mostrado en varias obras literarias y especialmente en películas el agobio
causado por la continua piratería contra sus barcos en el Atlántico y la
consecuente disminución de los ingresos del oro de las Indias. Sin embargo,
investigaciones más profundas18 indican que esta piratería realmente consistía en
varias decenas de barcos y varios cientos de piratas, siendo los primeros de escaso
tonelaje, por lo que no podían enfrentarse con los galeones españoles, teniéndose
que conformar con pequeños barcos o los que pudieran apartarse de la flota. En
segundo lugar está el dato según el cual, durante el siglo xvi d. C., ningún pirata
ni corsario logró hundir galeón alguno; asimismo, de unas 600 flotas fletadas por
España (dos por año durante unos 300 años) solo dos cayeron en manos enemigas y
ambas por marinas de guerra no por piratas ni corsarios.18 Los ataques corsarios en
todo caso, entre los cuales destacó Francis Drake causaron serios problemas de
seguridad tanto para las flotas como para los puertos, lo que obligó al
establecimiento de un sistema de convoyes así como al incremento exponencial en
gastos defensivos destinados al entrenamiento de milicias y a la construcción de
fortificaciones. Sin embargo, fueron las inclemencias meteorológicas las que
bloquearon con mayor gravedad todo el comercio entre América y Europa. Más grave
era la piratería mediterránea, perpetrada por berberiscos, que tenía un volumen
diez o más veces superior a la atlántica y que arrasó toda la costa mediterránea
así como a las Canarias, bloqueando a menudo las comunicaciones con este
Archipiélago y con las posesiones en Italia.

Pese a todos los ingresos provenientes de América, España se vio forzada a


declararse en bancarrota en 1596.
Felipe III de España, por Frans Pourbus el Joven.

Victoria holandesa en la batalla de Nieuwpoort en 1600.

Naves holandesas embistiendo a galeras españolas frente a la costa inglesa, en


octubre de 1602.
El sucesor de Felipe II, Felipe III, subió al trono en 1598. Era un hombre
desinteresado por la política, prefiriendo dejar a otros tomar decisiones en vez de
tomar el mando. Su valido fue el duque de Lerma, quien nunca tuvo interés por los
asuntos de su país aliado, Austria.

Los españoles intentaron librarse de los numerosos conflictos en los que estaban
involucrados, primero firmando la Paz de Vervins con Francia en 1598, reconociendo
a Enrique IV (católico desde 1593) como rey de Francia, y restableciendo muchas de
las condiciones de la Paz de Cateau-Cambrésis. Con varias derrotas consecutivas y
una guerra de guerrillas inacabable contra los católicos apoyados por España en
Irlanda, Inglaterra aceptó negociar en 1604, tras la ascensión al trono del
Estuardo Jacobo I.

La paz con Francia e Inglaterra implicó que España pudiera centrar su atención y
energías para restituir su dominio en las provincias neerlandesas. Los
neerlandeses, encabezados por Mauricio de Nassau, el hijo de Guillermo I, tuvieron
éxito en la toma de algunas ciudades fronterizas en 1590, incluyendo la fortaleza
de Breda. A esto se sumaron las victorias ultramarinas neerlandesas que ocuparan
las colonias portuguesas (y por tanto españolas) en Oriente, tomando Ceilán (1605),
así como otras islas de las Especias (entre 1605 y 1619), estableciendo Batavia
como centro de su imperio en Oriente.

Después de la paz con Inglaterra, Ambrosio Spínola, como nuevo general al mando de
las fuerzas españolas, luchó tenazmente contra los neerlandeses. Spínola era un
estratega de una capacidad similar a la de Mauricio, y únicamente la nueva
bancarrota de 1607 evitó que conquistara los Países Bajos. Atormentados por unas
finanzas ruinosas, en 1609 se firmó la Tregua de los Doce Años entre España y las
Provincias Unidas. La Pax Hispanica era un hecho.

España tuvo una notable recuperación durante la tregua, ordenando su economía y


esforzándose por recuperar su prestigio y estabilidad antes de participar en la
última guerra en que actuaría como potencia principal. Estos avances se vieron
ensombrecidos por la expulsión de los moriscos entre 1611 y 1614 que dañaron
gravemente a la Corona de Aragón, privando al imperio de una importante fuente de
riqueza. Aunque como contrapartida a la expulsión, se desterraba a un grupo que
apoyaba el principal problema de piratería de España, la piratería berberisca, que
asolaba las costas de levante, produciéndose rebeliones moriscas, y con el peligro
de que el apoyo a la piratería otomana, pasara a ser apoyo de una invasión del
Imperio Otomano de la península, razón esta última de la expulsión de los moriscos.

Actualmente, la opinión de los historiadores es casi unánime respecto al error de


involucrarse en guerras europeas por la única razón de que los reinos heredados
debían transmitirse íntegros. Sin embargo, esta postura también existía en aquellos
años. Así un procurador en cortes escribió:
¿Por ventura serán Francia, Flandes e Inglaterra más buenos cuanto España más
pobre? Que el remedio de los pecados de Nínive no fue aumentar el tributo en
Palestina para irlos a conquistar, sino enviar la persona que los fuera a
convertir.
Citado por Gómez-Centurión (1987, p. 89)

Felipe IV de España.
En 1618 el rey reemplazó a Spínola por Baltasar de Zúñiga, veterano embajador en
Viena. Este pensaba que la clave para frenar a una Francia que resurgía y eliminar
a los neerlandeses era una estrecha alianza con los Habsburgo austriacos. Ese mismo
año, comenzando con la Defenestración de Praga, Austria y el emperador Fernando II
se embarcaron en una campaña contra Bohemia y la Unión Protestante. Zúñiga animó a
Felipe III a que se uniera a los Habsburgo austriacos en la guerra, y Ambrosio
Spínola fue enviado en cabeza de los Tercios de Flandes a intervenir. De esta
manera, España entró en la guerra de los Treinta Años.

En 1621 el inofensivo y poco eficaz Felipe III murió y subió al trono su hijo
Felipe IV. Al año siguiente, Zúñiga fue sustituido por Gaspar de Guzmán, más
conocido por su título de conde-duque de Olivares, un hombre honesto y capaz,[cita
requerida] que creía que el centro de todas las desgracias de España eran las
Provincias Unidas. Ese mismo año se reanudó la guerra con los Países Bajos. Los
bohemios fueron derrotados en la batalla de la Montaña Blanca en 1621, y más tarde
en Stadtlohn en 1623.

La rendición de Breda (1625) o Las Lanzas, de Velázquez.


Mientras, en los Países Bajos, Spinola tomó la fortaleza de Breda en 1625. La
intervención de Cristián IV de Dinamarca en la guerra inquietó a muchos —Cristian
IV era uno de los pocos monarcas europeos que no tenía problemas económicos—, pero
las victorias del general imperial Albrecht von Wallenstein sobre los daneses en la
batalla del puente de Dessau y de nuevo en Lutter, ambas en 1626, eliminaron tal
amenaza.

Había esperanza en Madrid acerca de que los Países Bajos pudiesen ser
reincorporados al Imperio, y tras la derrota de los daneses, los protestantes en
Alemania parecían estar acabados. Francia estaba otra vez envuelta en sus propias
inestabilidades (el asedio de La Rochelle comenzó en 1627) y la superioridad de
España parecía irrefutable. El conde-duque de Olivares afirmó «Dios es español y
está de parte de la nación estos días», y muchos de los rivales de España parecían
estar infelizmente de acuerdo.

El camino a Rocroi (1626-1643)


Olivares era un hombre avanzado para su tiempo y se dio cuenta de que España
necesitaba una reforma que a su vez necesitaba de la paz. La destrucción de las
Provincias Unidas se añadió a sus necesidades, ya que detrás de cualquier ataque a
los Habsburgo había dinero neerlandés. Spinola y el ejército español se
concentraron en los Países Bajos y la guerra pareció marchar a favor de España,
retomándose Breda. En ultramar se combatió también a la flota neerlandesa, que
amenazaba las posesiones españolas. Así, la presencia neerlandesa en Taiwán y su
amenaza sobre las Filipinas llevó a la ocupación del norte de la isla, fundándose
la ciudad de Santísima Trinidad (actual Keelung) en el año 1626 y Castillo (actual
Tamsui) en 1629.

El año 1627 acarreó el derrumbamiento de la economía hispana. Los españoles habían


devaluado su moneda para pagar la guerra y la inflación explotó en España como
antes lo había hecho en Austria. Hasta 1631, en algunas partes de Castilla se
comerció con el trueque, debido a la crisis monetaria, y el gobierno fue incapaz de
recaudar impuestos del campesinado de las colonias. Los ejércitos españoles en
Alemania optaron por pagarse a sí mismos. Olivares fue culpado por una vergonzosa e
infructuosa guerra en Italia. Los neerlandeses habían convertido su flota en una
prioridad durante la Tregua de los Doce Años y amenazaron el comercio marítimo
español, del cual España era totalmente dependiente tras la crisis económica; en
1628 los neerlandeses acorralaron a la Flota de Indias provocando el Desastre de
Matanzas, el cargamento de metales preciosos que era fundamental para el
sostenimiento del esfuerzo bélico del Imperio fue capturado y la flota que lo
transportaba totalmente destruida, con parte de las riquezas obtenidas los
neerlandeses iniciaron una exitosa invasión de Brasil.

La guerra de los Treinta Años también se agravó cuando, en 1630, Gustavo II Adolfo
de Suecia desembarcó en Alemania para socorrer el puerto de Stralsund, último
baluarte continental de los alemanes beligerantes contra el emperador. Gustavo II
Adolfo marchó hacia el sur y obtuvo notables victorias en Breitenfeld y Lützen,
atrayendo numerosos apoyos para los protestantes allá donde iba.

La situación para los católicos mejoró con la muerte de Gustavo II Adolfo


precisamente en Lützen en 1632 y la victoria en la batalla de Nördlingen en 1634.
Desde una posición de fuerza, el emperador intentó pactar la paz con los estados
hastiados de la guerra en 1635. Muchos aceptaron, incluidos los dos más poderosos:
Brandeburgo y Sajonia. Francia se perfiló entonces como el mayor problema.
Paralelamente, la guerra de Sucesión de Mantua, en Italia, dio una nueva victoria a
España, consolidando su presencia en Italia.

El cardenal Richelieu había sido un gran aliado de los neerlandeses y los


protestantes desde el comienzo de la guerra, enviando fondos y equipamiento para
intentar fragmentar la fuerza de los Habsburgo en Europa. Richelieu decidió que la
Paz de Praga, recientemente firmada, era contraria a los intereses de Francia y
declaró la guerra al Sacro Imperio Romano Germánico y a España dentro del periodo
establecido de paz. Las fuerzas españolas, más experimentadas, obtuvieron éxitos
iniciales: Olivares ordenó una campaña relámpago en el norte de Francia desde los
Países Bajos españoles, confiando en acabar con el propósito del rey Luis XIII y
derrocar a Richelieu.

En 1636, las fuerzas españolas avanzaron hacia el sur hasta llegar a Corbie,
amenazando París y quedando muy cerca de terminar la guerra a su favor. Después de
1636, Olivares tuvo miedo de provocar otra bancarrota y el ejército español no
avanzó más. En la derrota naval de las Dunas en 1639, la flota española fue
aniquilada por la armada neerlandesa, y los españoles se encontraron incapaces de
abastecer a sus tropas en los Países Bajos.

Rocroi, el último tercio, por Augusto Ferrer-Dalmau (2011).


En 1643 el ejército de Flandes, que constituía lo mejor de la infantería española,
se enfrentó a un contraataque francés en Rocroi liderado por Luis II de Borbón,
príncipe de Condé. Aunque fuentes francesas decimonónicas y sobre todo las fuentes
originales, siempre informaron de que los españoles, liderados por Francisco de
Melo, no fueron ni mucho menos arrasados, la propaganda gala logró un notable éxito
exagerando aquella victoria.19 La infantería española fue seriamente dañada pero no
destruida, mil muertos y dos mil heridos de un total de seis mil soldados de los
tercios, los tercios resistieron hasta seis ataques conjuntos de la infantería,
artillería y caballería francesas sin perder la integridad. Agotados ambos bandos,
se acabó negociando la rendición y el asedio fue levantado. La batalla tuvo pocas
repercusiones a corto plazo, pero un impacto tremendo a nivel propagandístico.

La gran habilidad del cardenal Mazarino para manejar esa victoria logró dañar la
reputación de los Tercios de Flandes, creando una falsa propaganda que aún
permanece; el de una victoria en la que, para saber el número de enemigos al que se
enfrentaron, los franceses solo tenían que «contar los muertos». Tradicionalmente,
los historiadores señalan la batalla de Rocroi como el fin del dominio español en
Europa y el cambio del transcurso de la guerra de los Treinta Años favorable a
Francia.

Sublevaciones internas (1640-1665)


Artículo principal: Decadencia española

Juan de Braganza fue proclamado rey de Portugal en 1640.


Durante el reinado de Felipe IV y concretamente a partir de 1640 hubo múltiples
secesiones y sublevaciones de los distintos territorios que se encontraban bajo su
cetro. Entre ellas, la guerra de Separación de Portugal, la rebelión de Cataluña
(ambos conflictos iniciados en 1640), la conspiración de Andalucía (1641) y los
distintos incidentes acaecidos en Navarra, Nápoles y Sicilia a finales de la década
de 1640. A estos hechos se sumaban los distintos frentes extrapeninsulares: la
guerra de los Países Bajos (reanudada en 1621 tras expirar la Tregua de los Doce
Años) y la guerra de los Treinta Años. A su vez, el enfrentamiento con Francia en
esta última (desde 1635) quedó conectado con el problema catalán.

Portugal se había rebelado en 1640 bajo el liderazgo de Juan de Braganza,


pretendiente al trono. Este había recibido un apoyo general del pueblo portugués, y
los españoles que tenían múltiples frentes abiertos fueron incapaces de responder.
Españoles y portugueses mantuvieron un estado de paz de facto entre 1641 y 1657.
Cuando Juan IV murió, los españoles intentaron luchar por Portugal contra su hijo
Alfonso VI de Portugal, pero fueron derrotados en la batalla de Ameixial (1663), en
la batalla de Castelo Rodrigo (1664) y en la batalla de Montes Claros (1665), lo
que llevó a España a reconocer la independencia portuguesa en 1668.

Paz de Westfalia.
En 1648 los españoles firmaron la paz con los neerlandeses y reconocieron la
independencia de las Provincias Unidas en la Paz de Westfalia, que acabó al mismo
tiempo con la guerra de los Ochenta Años y la guerra de los Treinta Años. A esto le
siguió la expulsión de Taiwán y la pérdida de Tobago, Curazao y otras islas en el
mar Caribe.

La guerra con Francia continuó once años más, ya que Francia quería acabar
totalmente con España y no darle la oportunidad de que se recuperara. La economía
española estaba tan debilitada que el Imperio era incapaz de hacerle frente. La
sublevación de Nápoles fue sofocada en 1648 y la de Cataluña en 1652 y además se
obtuvo una victoria contra los franceses en la batalla de Valenciennes (1656,
última de las victorias españolas), pero el fin efectivo de la guerra vino en la
batalla de las Dunas (o de Dunquerque) en 1658, en la que el ejército francés bajo
el mando del vizconde de Turenne y con la ayuda de un importante ejército inglés,
derrotó a los restos de los Tercios de Flandes. España aceptó firmar la Paz de los
Pirineos en 1659, en la que cedía a Francia el Rosellón, la Cerdaña y algunas
plazas de los Países Bajos como Artois. Además se pactó el matrimonio de una
infanta española con Luis XIV.

En los últimos años del reinado de Felipe IV, concluidos los grandes conflictos,
Felipe IV pudo concentrarse en el frente portugués. Sin embargo, ya era demasiado
tarde. Meses antes de su muerte (ocurrida en Madrid, el 17 de septiembre de 1665),
la derrota en la batalla de Villaviciosa (17 de junio) permitía vaticinar la
pérdida de Portugal. La situación en España no era más halagüeña, y la crisis
humana, material y social afectaba profundamente a las regiones del interior.

España tenía un inmenso imperio en ultramar (ahora reducido por la separación de


Portugal y su imperio así como por ataques franceses e ingleses), pero Francia era
ahora la primera potencia en Europa.

El Imperio con el último Habsburgo (1665-1700)

Carlos II de España, último rey español de la dinastía Habsburgo. Cuadro de Juan


Carreño de Miranda.
A la muerte de Felipe IV, su hijo Carlos II tenía solo cuatro años, por lo que su
madre Mariana de Austria gobernó como regente. Esta acabó por entregarle las tareas
de gobierno a un valido, el padre Nithard, un jesuita austriaco. El reinado de
Carlos II puede dividirse en dos partes. La primera abarcaría de 1665 a 1679 y
estaría caracterizada por el letargo económico y las luchas de poder entre los
validos del rey, el padre Nithard y Fernando de Valenzuela, con el hijo ilegítimo
de Felipe IV, don Juan José de Austria. Este último dio un golpe de Estado en 1677
que obligó al monarca a expulsar a Nithard y a Valenzuela del gobierno.

La imagen que se ha tenido siempre de Carlos II y su reinado es la de una


decadencia y estancamiento totales en España; mientras el resto de Europa se
embarcaba en tremendos cambios en los gobiernos y las sociedades —la Revolución de
1688 en Inglaterra y el reinado del Rey Sol en Francia—, España continuaba a la
deriva. La burocracia que se había constituido alrededor de Carlos I y Felipe II
demandaba un monarca fuerte y trabajador; la debilidad y dejadez de Felipe III y
Felipe IV contribuyeron a la decadencia española. Carlos II tenía pocas
capacidades, era impotente y murió sin un heredero en 1700. Sin embargo, la
historiografía moderna tiende a ser más condescendiente con Carlos II y sus
limitaciones, haciendo ver que el rey, pese a estar en el límite de la normalidad
mental, era consciente de la responsabilidad que tenía, la situación de codicia que
vivía su imperio y la idea de majestad que siempre trató de mantener. Esto lo
demostró en su testamento que, según la canción popular, fue su mejor obra; en él
declaraba:

Declaro mi sucesor (en el caso de que Dios se me lleve sin dejar hijos) el de
Anjou, hijo segundo del Delfín de Francia; y, como a tal, lo llamó a la sucesión de
todos mi reinos y dominios sin excepción de ninguna parte de ellos.
Citado por Alonso Mola y Martínez Shaw (2000, p. 45)
La segunda parte de su reinado comenzaría en 1680 con la toma de poder del duque de
Medinaceli como valido, quien retoma las medidas tomadas por don Juan José de
Austria para llevar a cabo el proyecto económico del rey para estabilizar la
economía. El valido consiguió una de las mayores deflaciones de la historia, si no
la mayor, lo que perjudicó las arcas de la monarquía, pero supuso un incremento
considerable del poder adquisitivo de los ciudadanos.20

En 1685, ocupa el cargo Manuel Joaquín Álvarez de Toledo, conde de Oropesa, al


dimitir el de Medinaceli. Álvarez de Toledo propuso un presupuesto fijo para los
gastos de la Corte como medio para evitar nuevas bancarrotas, reducir impuestos,
condonar deudas a varios municipios, reformar el catastro y colocar en los puestos
clave a expertos en lugar de a nobles.20

A lo largo de todo su reinado terminaron las guerras contra Francia, especialmente


tras el Tratado de Ryswick por el que se produce la partición de la isla de La
Española entre Francia y España. Tras él el proyecto de Carlos II para sus reinos
se consiguió: mantuvo bajo su poder los dominios de América y Europa, además de
posibilitar una recuperación económica de la que disfrutaría después su sucesor.20

El Imperio de los Borbones (1700-1806)


El cambio de dinastía

Retrato de Felipe V de España, por Jean Ranc (c. 1723). Óleo sobre lienzo, 144 x
115 cm, Museo del Prado (Madrid).
El nuevo rey no fue excesivamente bien recibido en España, aparte de los retrasos
en su entrada en Madrid por el mal tiempo y las continuas recepciones, los
cortesanos comenzaron a ver que era abúlico, casto, piadoso, muy seguidor de los
deseos de su confesor y melancólico, redactándole una coplilla:

Anda, niño, anda,


Porque el cardenal lo manda.
Citado por Alonso Mola (2000, p. 49)
Pero Felipe V no tenía intención de acaparar España para él y sus allegados como
pretendió hacer Felipe el Hermoso. Él quería ser un buen monarca pese a las muchas
diferencias que tenía con su nuevo pueblo. Tanto es así que tras el famoso discurso
que pronunció el marqués de Castelldosrius, embajador de España en Francia, Felipe
no comprendió nada, ni siquiera la famosa frase «Ya no hay Pirineos»; porque no
sabía español y fue su abuelo Luis XIV quien debió interceder por él; pero al
finalizar su réplica al embajador, el Rey Sol le dijo al futuro rey «Sed un buen
español». Aquel joven de diecisiete años cumplió toda su vida con aquel mandato.21

El deseo de las otras potencias por España y sus posesiones no podía quedar zanjado
con el testamento real. Por lo que los enfrentamientos eran casi inevitables; el
archiduque Carlos de Austria no se resignó, lo que dio lugar a la guerra de
Sucesión (1702-1713).

Batalla de Almansa, enfrentamiento decisivo en la guerra de sucesión española.


Esta guerra y las negligencias cometidas en ella llevaron a nuevas derrotas para
las armas españolas, llegando incluso al propio territorio peninsular. Así se
perdió Orán, Menorca y la más dolorosa y prolongada: Gibraltar, donde había
únicamente cincuenta soldados españoles defendiéndolo contra la flota anglo-
neerlandesa.

Felipe V no estaba preparado para dirigir el imperio más grande de aquel momento y
él lo sabía; pero también sabía rodearse de las personas más preparadas de su
época.22 Así los monarcas Borbones y los hombres que vinieron con ellos trajeron un
proyecto para el Imperio español y un deseo de fundirse con él; por ejemplo
Alejandro Malaspina decía que se sentía «Un italiano en España y un español en
Italia», Carlos III de España mandó esculpir estatuas de todos los reyes y
dignatarios españoles desde los visigodos como heredero que se sentía de ellos, el
marqués de Esquilache se molestaba cuando los nobles españoles no le tuteaban como
era la costumbre o, por las tardes, tomaba chocolate, tradición que diferenciaba a
la corte española de otras europeas; pero el más claro quizá fuese Felipe V delante
de su abuelo Luis XIV, cuando tenía ante sí una posibilidad en el futuro de volver
a Francia como rey de un país en auge en lugar de otro en decadencia como era
España, dicen que respondió:
Está hecha mi elección y nada hay en la tierra capaz de moverme a renunciar a la
corona que Dios me ha dado, nada en el mundo me hará separarme de España y de los
españoles.
Citado por Martínez Shaw (2000, p. 54)

Cesiones por el tratado de Utrecht.


En el Tratado de Utrecht (11 de abril de 1713), las potencias europeas decidían
cuál iba a ser el futuro de España en cuanto al equilibrio de poder. El nuevo rey
de la casa de Borbón, Felipe V, mantuvo el imperio de ultramar, pero cedió Sicilia
y parte del Milanesado a Saboya, Gibraltar y Menorca a Gran Bretaña y los otros
territorios continentales a Austria (los Países Bajos españoles, Nápoles, Milán y
Cerdeña). Además significó la separación definitiva de las coronas de Francia y
España, y la renuncia de Felipe V a sus derechos sobre el trono francés. Con esto,
el Imperio le daba la espalda a los territorios europeos. Asimismo, se garantizaba
a Gran Bretaña el tráfico de esclavos durante treinta años («asiento de negros»).

La reforma del Imperio

Detalle de una galería de retratos de los emperadores del Perú donde los reyes
españoles (lado derecho) figuran como sucesores de los soberanos incas (lado
izquierdo). Lámina publicada en 1744 en la obra Relación del Viaje a la América
Meridional en la que Jorge Juan y Antonio de Ulloa fueron sus autores.
Con el monarca Borbón se modificó toda la organización territorial del Estado con
una serie de decretos llamados Decretos de Nueva Planta eliminándose fueros y
privilegios de los antiguos reinos peninsulares y unificándose todo el Estado
español al dividirlo en provincias llamadas Capitanías Generales a cargo de algún
oficial y casi todas ellas gobernadas con las mismas leyes; con esto se consiguió
homogeneizar y centralizar el Estado español utilizando el modelo territorial de
Francia.

Por otra parte con Felipe V llegaron ideas mercantilistas francesas basadas en una
monarquía centralizada, puesta en funcionamiento en América lentamente. Sus mayores
preocupaciones fueron romper el poder de la aristocracia criolla y también
debilitar el control territorial de la Compañía de Jesús: los jesuitas fueron
expulsados de la América española en 1767. Además de los ya establecidos consulados
de Ciudad de México y Lima, se estableció el de Vera Cruz.

Entre 1717 y 1718 las instituciones para el gobierno de las Indias, el Consejo de
Indias y la Casa de la Contratación, se trasladaron de Sevilla a Cádiz, que se
convirtió en el único puerto de comercio con las Américas.

Principales rutas comerciales del Imperio español con las Indias.


Los órganos ejecutivos fueron reformados creando las secretarías de estado que
serían el embrión de los ministerios. Se reformó el sistema de aduanas y aranceles
y el contributivo, se creó el catastro (pese a no llegar a reformarse totalmente la
política contributiva) se reestructuró el Ejército de Tierra en regimientos en
lugar de en tercios ...; pero quizá el gran logro fue la unificación de las
distintas flotas y arsenales en la Armada. A estas reformas se dedicaron hombres
como José Patiño, José Campillo o Zenón de Somodevilla, que fueron ejemplos de
meritocracia y algunos de los mejores expertos en material naval de su época.23

A estas reformas le siguió una nueva política expansionista que buscaba recuperar
las posiciones perdidas. Así, en 1717 la armada española recobró Cerdeña y Sicilia,
que tuvo que abandonar pronto ante la coalición de Austria, Francia, Gran Bretaña y
los Países Bajos, que vencieron en Cabo Pessaro. Sin embargo la diplomacia
española, apoyada por los Pactos de Familia con sus parientes franceses, lograría
que la corona del Reino de las Dos Sicilias recayera en el segundo hijo del rey
español. La nueva rama dinástica sería conocida posteriormente como Borbón-Dos
Sicilias.

Las guerras coloniales durante el siglo XVIII


Artículos principales: Guerra del Asiento, Guerra de los Siete Años y España en la
guerra de Independencia de los Estados Unidos.

Castillo San Felipe de Barajas en Cartagena de Indias. En 1741 una enorme flota
británica liderada por el almirante Vernon fue derrotada por las fuerzas españolas
de Blas de Lezo que defendían este fuerte.
Una de las victorias españolas más importantes de todo el periodo colonial en
América, y sin duda la más trascendente del Siglo xviii d. C., fue la de la batalla
de Cartagena de Indias en 1741 (ver Guerra del Asiento) en la que una colosal flota
de 186 buques ingleses con 23 600 hombres a bordo atacaron el puerto español de
Cartagena de Indias (hoy Colombia). Esta acción naval fue la más grande de la
historia de la Marina inglesa, y la segunda más grande de todos los tiempos después
de la batalla de Normandía. Tras dos meses de intenso fuego de cañón entre los
buques ingleses y las baterías de defensa de la bahía de Cartagena y del Fuerte de
San Felipe de Barajas, los asaltantes se batieron en retirada tras perder 50 navíos
y 18 000 hombres. La acertada estrategia del gran almirante español Blas de Lezo
fue determinante para contener el ataque inglés y lograr una victoria que supuso la
prolongación de la supremacía naval española hasta principios del siglo xix d. C..
Tras la derrota, los ingleses prohibieron la difusión de la noticia y la censura
fue tan tajante que pocos libros de historia ingleses contienen referencias a esta
trascendental contienda naval. Incluso en nuestros días poco se sabe de esta gran
batalla, frente al muy conocido episodio de Trafalgar o incluso al de la Armada
invencible.
España también se enfrentó con Portugal por la Colonia del Sacramento en el actual
Uruguay, que era la base del contrabando británico por el Río de la Plata. En 1750
Portugal cedió la colonia a España a cambio de siete de las treinta reducciones
guaraníes de los jesuitas en la frontera con Brasil. Los españoles tuvieron que
expulsar a los jesuitas, generando un conflicto con los guaraníes que duró once
años.

Pabellón naval del Reino de España desde 1785, posteriormente elevado a la


categoría de bandera nacional.
El desarrollo del comercio naval promovido por los Borbones en América fue
interrumpido por la flota británica durante la guerra de los Siete Años (1756-1763)
en la que España y Francia se enfrentaron a Gran Bretaña y Portugal por conflictos
coloniales. Los éxitos españoles en el norte de Portugal se vieron eclipsados por
la toma inglesa de La Habana y Manila. Finalmente, el Tratado de París (1763) puso
fin a la guerra. Con esta paz, España recuperó Manila y La Habana, aunque tuvo que
devolver Sacramento. Además Francia entregó a España la Luisiana al oeste del
Misisipi, incluida su capital, Nueva Orleans, y España cedió la Florida a Gran
Bretaña.

En cualquier caso, el siglo xviii d. C. fue un periodo de prosperidad en el imperio


de ultramar gracias al crecimiento constante del comercio, sobre todo en la segunda
mitad del siglo debido a las reformas borbónicas. Las rutas de un solo barco en
intervalos regulares fueron lentamente reemplazando la antigua costumbre de enviar
a las flotas de Indias, y en la década de 1760, había rutas regulares entre Cádiz,
La Habana y Puerto Rico, y en intervalos más largos con el Río de la Plata, donde
se había creado un nuevo virreinato, el llamado Virreinato del Río de la Plata en
1776. El contrabando, que fue el cáncer del imperio de los Habsburgo, declinó
cuando se pusieron en marcha los navíos de registro.

Fronteras norteamericanas propuestas por el conde de Aranda hacia el final de la


guerra de Independencia de los EE. UU., 3 de agosto de 1782.
En 1777 una nueva guerra con Portugal acabó con el tratado de San Ildefonso, por el
que España recobraba Sacramento y ganaba las islas de Annobon y Fernando Poo, en
aguas de Guinea, a cambio de retirarse de sus nuevas conquistas en Brasil.

Posteriormente, dos hechos de importancia menor ocurrieron en la América española y


al mismo tiempo demostraron la elasticidad y resistencia del nuevo sistema
reformado: el alzamiento de Túpac Amaru en Perú en 1780 y la rebelión en Venezuela.
Las dos, en parte, eran reacciones al mayor centralismo de la administración
borbónica. Por lo general, los tres siglos del imperio español en América fueron
muy pacíficos.24

En la década de 1780 el comercio interior en el Imperio volvió a crecer y su flota


se hizo mucho mayor y más rentable. El fin del monopolio de Cádiz para el comercio
americano supuso el renacimiento de las manufacturas españolas. Lo más notable fue
el rápido crecimiento de la industria textil en Cataluña, que a finales de siglo
mostraba signos de industrialización con una sorprendente y rápida adopción de
máquinas mecánicas para hilar, convirtiéndose en la más importante industria textil
del Mediterráneo. Esto supuso la aparición de una pequeña pero políticamente activa
burguesía en Barcelona. La productividad agraria se mantuvo baja a pesar de los
esfuerzos por introducir nueva maquinaria para una clase campesina muy explotada y
sin tierras.

Por España y por el Rey, Gálvez en América (2015), pintura al óleo de Augusto
Ferrer-Dalmau que recrea la batalla de Pensacola en 1781.
La recuperación gradual de las guerras se vio de nuevo interrumpida por la
participación española en la guerra de Independencia de los Estados Unidos (1779-
1783), en apoyo de los Estados sublevados y los consiguientes enfrentamientos con
Gran Bretaña. El Tratado de Versalles de 1783 supuso de nuevo la paz y la
recuperación de Florida y Menorca (consolidando la situación, puesto que habían
sido recuperadas previamente por España) así como el abandono británico de Campeche
y la Costa de los Mosquitos en el Caribe. Sin embargo, España fracasó al intentar
recuperar Gibraltar después de un duradero y persistente sitio, y tuvo que
reconocer la soberanía británica sobre las Bahamas, donde se habían instalado
numerosos partidarios del rey inglés o lealistas procedentes de las colonias
perdidas, y el archipiélago de San Andrés y Providencia, reclamado por España pero
que no había podido controlar.

Mientras, con la Convención de Nutka (1791), se resolvió la disputa entre España y


Gran Bretaña acerca de los asentamientos británicos y españoles en la costa del
Pacífico, delimitándose así la frontera entre ambos países. También en ese año el
rey de España ordenó a Alejandro Malaspina buscar el Paso del Noroeste (Expedición
Malaspina).

España hacia 1800

Territorios españoles en 1800, durante el reformismo borbónico.


Las reformas económicas e institucionales produjeron sus frutos, militarmente
hablando, cuando se derrotó a los ingleses durante la guerra del Asiento en su
intento de conquistar la estratégica plaza de Cartagena de Indias, con gran
actuación del almirante Blas de Lezo.

Como resultado, la España del xviii d. C. fue una potencia de nivel medio en los
juegos de poder, sin su antiguo nivel de superpotencia. Su extenso imperio en las
Indias le daba una notable relevancia y, aunque era mayor en Europa la importancia
de Francia, de Inglaterra o de Austria, aún mantenía la más importante flota del
mundo y su moneda era la más fuerte.

A pesar de que el Imperio español no había recuperado su antiguo esplendor, se


había rehecho considerablemente de los días oscuros de principios de siglo, en los
que estaba a merced de otras potencias. El ser un siglo principalmente pacífico
bajo la nueva monarquía, permitió reconstruir y comenzar un largo proceso de
modernización de las instituciones y la economía. El declive demográfico del XVII
se había invertido, aunque fue necesario incentivar las inmigraciones de otros
países europeos, fundamentalmente de alemanes y suizos. Pero todo iba a quedar
ensombrecido por el tumulto que iba a ocupar a Europa con el cambio de siglo: las
guerras Revolucionarias francesas y las guerras napoleónicas.

El fin del imperio global (1808-1898)


Véase también: Proyectos españoles para la independencia de América
La Revolución francesa y las guerras napoleónicas
Véase también: Guerras Napoleónicas

La muerte del brigadier Churruca a bordo del navío San Juan Nepomuceno, en la
batalla de Trafalgar.

El motín de Aranjuez.
Tras la Revolución francesa de 1789, España se unió a los países que se aliaron
para combatir la revolución. Un ejército dirigido por el general Ricardos
reconquistó el Rosellón, pero apenas unos años después, en 1794 las tropas
francesas les expulsaron e invadieron territorio español. El ascenso de Godoy a
primer ministro supuso una política de apaciguamiento con Francia: con la Paz de
Basilea de 1795 se logró la retirada francesa a cambio de la mitad de La Española
(lo que hoy en día es República Dominicana).
En 1796 el Tratado de San Ildefonso supuso la alianza con la Francia napoleónica
contra Gran Bretaña, lo que supuso la unión de sus respectivas fuerzas armadas. El
combate naval del cabo de San Vicente fue una victoria relativa para los
británicos, que no supieron aprovechar, aunque en Cádiz y Santa Cruz de Tenerife la
flota británica sufrió sendos fracasos. Lo más reseñable fue la pérdida de isla
Trinidad (1797) y Menorca. En 1802, se firmó la Paz de Amiens, tregua que permitió
a España recobrar Menorca.

Pronto se reanudaron las hostilidades, desarrollándose el proyecto napoleónico de


una invasión a través del canal de la Mancha. Sin embargo, la destrucción de la
flota aliada franco-española en la batalla de Trafalgar (1805) arruinó el plan y
minó la capacidad de España para defender y mantener su imperio. Tras la derrota de
Trafalgar, España se encontró sin una armada capaz de enfrentarse a la inglesa, y
se cortó la comunicación efectiva con ultramar.

Mientras las sucesivas coaliciones eran derrotadas una y otra vez por Napoleón
Bonaparte en el continente, España libró una guerra menor contra Portugal (guerra
de las Naranjas) que le permitió anexionarse Olivenza. En 1800 Francia recobró
Luisiana. Cuando Napoleón decretó el Bloqueo Continental, España colaboró con
Francia en la ocupación de Portugal, país que desobedeció el bloqueo. Así, las
tropas francesas entraron en el país, acuartelándose unidades en guarniciones de la
frontera.

Juramento de las Cortes de Cádiz.

La rendición de Bailén.
En 1808 Napoleón se aprovechó de las disputas entre el rey español Carlos IV y su
hijo, el futuro Fernando VII, y consiguió que estos le cediesen el trono, de modo
que España fue tomada por Napoleón sin disparar ni una bala.

Entonces se produjo el levantamiento popular del 2 de mayo de 1808. Los españoles


rebeldes a Napoleón se desplazaron al sur de España y comenzaron la conocida como
guerra de la Independencia española que tendría un momento de optimismo y ferocidad
nunca vista en Europa con la derrota de los ejércitos franceses en la batalla de
Bailén al mando del general Castaños (siendo la primera derrota del Ejército
napoleónico en un campo de batalla europeo). Las campañas de los mariscales
napoleónicos no pudo con la ferocidad del pueblo Español hasta el posterior
contraataque francés capitaneado por Napoleón y su Grande Armée que restableció la
autoridad de su hermano José I de España, al que nombró rey. Los enfrentamientos
continuaron, ahora con la aparición de la «guerra de guerrillas» sufriendo los
ejércitos franceses una cantidad considerable y constante de bajas. La ayuda
inglesa a España facilitó a expulsar a los franceses junto con los ejércitos
Portugueses y Españoles y tras la batalla de Waterloo, Fernando VII recuperó el
trono, tuvo que enfrentarse con la independencia de los virreinatos.

La independencia de las posesiones americanas continentales

Desarrollo de las guerras de independencia hispanoamericanas


Territorios gobernados por autoridades leales a Fernando VII.
Territorios bajo la autoridad de la Junta Central Suprema o por las
autoridades del Trienio Liberal.
Territorios bajo la autoridad de Juntas de Gobierno autónomas, nominalmente
fieles al rey.
Territorios con Estados que han proclamado su independencia de España.
España bajo las Cortes de Cádiz.

Situación del Imperio español en 1824. En azul los territorios independizados en


las guerras de independencia hispanoamericanas (1809-1824).
Artículo principal: Guerra de Independencia Hispanoamericana
Véase también: Ejército Realista en América
Después de sucesivas insurrecciones a lo largo de toda la era colonial, pero
inconexas, desde el seno de la propia monarquía se formulan proyectos españoles
para la independencia de América. Sin embargo la independencia hispanoamericana
comenzó a desencadenarse cuando emergen las disputas por el trono entre el rey
español Carlos IV y su hijo, el futuro Fernando VII, que fueron aprovechadas por
Napoleón para intervenir e imponer las llamadas «abdicaciones de Bayona» de 1808,
por las cuales ambos renunciaron sucesivamente al trono de España en favor
finalmente de José Bonaparte, luego de lo cual Fernando quedó cautivo. De manera
que la intervención francesa desencadenó un levantamiento popular, conocido como
Guerra de la Independencia Española (1808-1814), que sobrevino en la creación de un
Estado liberal, que trajo incertidumbre sobre cuál era la autoridad efectiva que
gobernaba España.

Ante la ausencia de una autoridad cierta en España, y el cautiverio de Fernando


VII, los pueblos hispanoamericanos, muchas veces bajo la dirección de los criollos,
comenzaron una serie de insurrecciones, desconociendo a las autoridades coloniales,
que en las reformas previas habían quedado reducidas a meros agentes de un gobierno
ahora en entredicho. Siguieron la formación de Juntas de Gobierno de América que
aún reconocieron la Junta Suprema Central española. Pero la disolución de la Junta
Central en 1810, refugiada en Cádiz, sitiada por Napoleón, marcó un punto de
ruptura entre España y América. Fue seguida de la instalación de la Regencia y las
Cortes de Cádiz, y luego, de la vuelta del rey Fernando VII, que recupera la corona
española en 1814, quienes negaron legitimidad a las juntas americanas declarándolas
en rebeldía. El virrey Fernando de Abascal, y Pablo Morillo jefe de la expedición
pacificadora, fueron los principales organizadores de la defensa de la monarquía
española en América.

Los movimientos populares de las colonias españolas profundizaron las


insurrecciones para enfrentarse abiertamente al rey español, en una guerra de
alcance continental, con el objetivo de establecer estados independientes, que
generalmente devinieron en regímenes republicanos. En 1820 el efímero gobierno del
Trienio Liberal ordena el cese al fuego español. Y esto acaba con el envío de
tropas peninsulares y debilita gravemente la posición militar española, pero no
acuerda un tratado de paz, ni reconoce las independencias. En las guerras de
Independencia Hispanoamericana destacaron Simón Bolívar y José de San Martín,
llamados Libertadores, que condujeron los ejércitos patriotas que derrotaron
finalmente a las tropas leales a la monarquía española, llamadas Realistas. Los
últimos reductos en fortificaciones costeras, las guerrillas supervivientes del
interior, y la guerra naval en el Caribe, alentaron proyectos españoles de
reconquista que tuvieron su punto final con la muerte del rey Fernando VII en
1833.n. 9n. 10

Por último, en 1836 las Cortes de España autorizan al Gobierno para renunciar a
todo derecho territorial o de soberanía y reconocer la independencia en sucesivos
tratados de paz y amistad. Posteriormente, a lo largo del siglo xix d. C., y luego
de complejos procesos políticos, las posesiones españolas en América formaron los
actuales estados hispanoamericanos. El expansionismo estadounidense se hizo
presente tanto sobre los últimos restos del Imperio español, forzándose la compra
de Florida por cinco millones de dólares en el año 1821,25 así como adquiriendo
posteriormente los derechos sobre las pretensiones españolas en Oregón, como
también sobre los nuevos países americanos (a través de influencia económica y
política y con la anexión de Texas y el norte del nuevo estado mexicano: Nuevo
México, Utah, California y Nevada).

En Norteamérica, México liderado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero,


declaró su independencia en 1821.

La batalla de Ayacucho, marco el fin del Imperio español en la América continental.


El Desastre del 98 y la pérdida de las islas del Caribe y Filipinas
Artículo principal: Guerra hispano-estadounidense

Territorios españoles durante la segunda Restauración Borbónica. En azul aquellos


que se separaron de España en este periodo.
En lo que quedó del Imperio, la guerra de la Independencia fue seguida por una
monarquía absoluta (década ominosa), conflictos dinásticos, levantamientos
absolutistas, pronunciamientos liberales y luchas por el poder entre facciones
liberales que solo permitieron ciertos periodos lo bastante estables para el
desarrollo de una política exterior activa. Destaca entre estos el gobierno de
Leopoldo O'Donnell (1856-1863), que, tras una dura represión de la disidencia, pudo
volver a intervenir activamente en la escena internacional: se ganó una guerra a
Marruecos con las victorias de Tetuán y Wad-Ras que permitió ampliar Ceuta y
recuperar la plaza de Santa Cruz de la Mar Pequeña, en la costa atlántica; se trató
de pacificar Filipinas, se apoyó al emperador de México, sostenido por las
potencias coloniales, y junto a los franceses se envió una expedición de castigo a
Cochinchina, donde habían sido asesinados varios misioneros. Paralelamente, Pedro
Santana, a la cabeza de cierta facción dominicana, devolvió la hoy República
Dominicana a un estatus colonial solo para que los avatares de la política interna
de la isla y el apoyo haitiano la hicieran perderse definitivamente en 1865.

La crisis económica derivada de la subida del precio del algodón por la guerra de
Secesión estadounidense, las malas cosechas y los pobres resultados de los intentos
de modernización de la agricultura (desamortización), infraestructuras
(ferrocarril) acabaron con el régimen de O'Donnell y su experiencia imperialista.
Las guerras y disputas entre progresistas, liberales y conservadores, que se
negaban a aceptar que el país tuviera un estatus bajo a escala internacional, se
hicieron frecuentes. El descontento creciente por la inestabilidad y la perenne
crisis económica llevó al estallido de una revolución que dio paso a experimentos
políticos y a la Primera República española. La posterior restauración monárquica
de 1875 marcó un nuevo periodo, más favorable, cuando Alfonso XII y sus ministros
tuvieron cierto éxito en recobrar el vigor de la política y el prestigio españoles,
en parte por haber aceptado la realidad de las circunstancias españolas y trabajar
inteligentemente.

Restos del hundimiento del acorazado estadounidense Maine en el puerto de La


Habana.
A pesar de estos vaivenes, España había mantenido el control de los últimos
fragmentos de su imperio hasta el incremento del nivel de nacionalismo y de
levantamientos anticolonialistas en varias zonas, que se desencadenaron durante la
década de 1870. Este conflicto se tornaría internacional a raíz de la implicación
de los Estados Unidos, teniendo lugar a la guerra hispano-estadounidense de 1898,
cuando una débil España se enfrentó a un Estados Unidos mucho más fuerte que
necesitaba nuevos mercados para seguir ampliando su ya fuerte economía.

El desencadenante de esta guerra fue el hundimiento del acorazado Maine, del que se
culpó a España (tras una agresiva campaña de prensa de William Randolph Hearst).
Las últimas investigaciones no han llegado a demostrar nada de forma concluyente:
ni si fue un accidente o un sabotaje externo, ni quién sería el responsable, aun
así existe la teoría de que fueron los propios estadounidenses quienes provocaron
el incendio en el Maine con el propósito de hundirlo, culpar a España y provocar
una guerra para apoderarse de las colonias españolas, autodefiniéndose como
defensores de los cubanos contra la tiranía española. Esta guerra acabó con una
humillante derrota española y la independencia de Cuba. En Filipinas, los
independentistas también contaron con el apoyo estadounidense. España se vio
forzada a pedir un armisticio, y se firmó el Tratado de París, por el cual se
renunciaba definitivamente a Cuba y se cedían a EE. UU.: Filipinas, Puerto Rico y
Guam. Esta serie de sucesos son conocidos como el «desastre del 98». Los últimos
territorios españoles en Oceanía fueron finalmente vendidos a Alemania en el
Tratado germano-español de 1899.

Los últimos territorios, África (1885-1975)


Artículo principal: Protectorado español en Marruecos
Desde 1778 con el Tratado de El Pardo, por el que los portugueses cedieron a España
a cambio de territorios en Sudamérica la isla de Bioko y sus islotes cercanos así
como los derechos comerciales del territorio entre los ríos Níger y Ogoué, España
mantenía una presencia en el golfo de Guinea. En el siglo xix d. C., algunos
exploradores, como Manuel Iradier, cruzaron este límite.

Mientras, los enfrentamientos en el Mediterráneo habían continuado, perdiéndose las


posiciones españolas en el norte de África. En 1848, sin embargo, las tropas
españolas conquistaron las islas Chafarinas.

La pérdida de la mayor parte del Imperio americano llevó a España a volcarse cada
vez más en su dominios en África, especialmente tras la derrota contra los Estados
Unidos en 1898.

En 1860, tras la guerra contra Marruecos, este país cedió el territorio del Sidi
Ifni por el Tratado de Wad-Ras. Las siguientes décadas de colaboración franco-
española implicaron el establecimiento y la extensión de protectorados españoles al
sur de la ciudad. España reclamó también un protectorado en la costa occidental
desde la desembocadura del río Draa hacia el sur incluyendo el territorio del
Sáhara desde Cabo Bojador hasta Cabo Blanco, la soberanía española fue reconocida
en la Conferencia de Berlín de 1884: España administraba Sidi Ifni y el Sáhara
Occidental conjuntamente, en esa época España llegó a reclamar el Adrar
(actualmente parte de Mauritania) aunque luego Francia ocupó tal territorio.

En cuanto al territorio de las costas de Guinea en el África ecuatorial occidental,


España tenía posesiones costeras, llamadas Guinea Española y reclamaba un
territorio litoral que difusamente se extendía entre la desembocadura del río Níger
por el norte hasta el río Ogoué al sur,26 sin embargo tales reclamaciones se fueron
restringiendo hasta las costas e islas de la actual Guinea Ecuatorial, si bien aún
a fines de siglo xix d. C. España mantenía reclamaciones del Transpaís hasta casi
llegar a las orillas izquierdas del río Congo.27Las reclamaciones conflictivas
sobre Guinea fueron resueltas en el Tratado de París de 1900, Río Muni se convirtió
en un protectorado en 1885 y en colonia en 1900.

Tropas coloniales españolas y portuguesas en 1900.


En 1911, Marruecos se dividió entre franceses y españoles. Diez años más tarde
España perdió el control de gran parte de su protectorado en Marruecos tras el
Desastre de Annual, una grave derrota frente a los rifeños que se oponían a la
administración española. España no consiguió volver a controlar su protectorado
hasta 1926, durante la campaña que se inició con el desembarco de Alhucemas (1925).

Entre 1926 y 1959, Bioko y Río Muni estuvieron unidas bajo el nombre de Guinea
Española.

España perdió el interés de desarrollar una extensa estructura económica en las


colonias africanas durante la primera parte del siglo xx d. C.. Sin embargo,
desarrolló extensas plantaciones de cacao, para lo que se introdujo a miles de
nigerianos como trabajadores. Los españoles también ayudaron a Guinea Ecuatorial a
alcanzar uno de los mejores niveles de alfabetización del continente y a
desarrollar una red de instalaciones sanitarias.
En 1956, cuando el Protectorado francés de Marruecos se convirtió en independiente,
España entregó el suyo al nuevo Marruecos independiente, pero mantuvo el control
sobre Sidi Ifni, la región de Tarfaya y el Sahara Occidental. El rey de Marruecos,
Mohamed V, estaba interesado en los territorios españoles y desató la invasión del
Sahara Español en 1958 por parte del Ejército marroquí. Esta guerra fue conocida
como guerra de Ifni o Guerra Olvidada. Ese mismo año, España cedió a Mohamed V
Tarfaya y se anexionó Saguia el Hamra (al norte) y Río de Oro (al sur) al
territorio del Sahara Español.

En 1959, se le otorgó al territorio español del golfo de Guinea el estatus de


provincia española ultramarina. Como Región Ecuatorial Española, era regida por un
gobernador general que ejercía los poderes militares y civiles. Las primeras
elecciones locales se celebraron en 1960, y se eligieron los primeros procuradores
en cortes ecuatoguineanos. Mediante la Ley Básica de diciembre de 1963, las dos
provincias fueron reunificadas como Guinea Ecuatorial y dotadas de una autonomía
limitada, con órganos comunes a todo el territorio (entre ellos un cuerpo
legislativo) y organismos propios de cada provincia. Aunque el comisionado general
nombrado por el gobierno español tenía amplios poderes, la Asamblea General de
Guinea Ecuatorial tenía considerable iniciativa para formular leyes y regulaciones.

En marzo de 1968, bajo la presión de los nacionalistas ecuatoguineanos y de las


Naciones Unidas, España anunció que concedería la independencia. Ya independiente
en 1968, Guinea Ecuatorial tenía una de las mayores rentas per cápita de toda
África. En 1969, debido a la presión internacional, España entregó Sidi Ifni a
Marruecos. El dominio español en el Sahara Occidental duró hasta que en 1975 la
marcha verde forzó la retirada española. El futuro de la antigua provincia española
continúa siendo incierto.

Territorios del Imperio español


No existe una postura unánime entre los historiadores sobre los territorios
concretos de España porque, en ocasiones, resulta difícil delimitar si determinado
lugar era parte de España o formaba parte de las posesiones del rey de España, o si
el territorio era una posesión efectiva o jurídica, en épocas que abarcan siglos,
incorporados por heredados o conquistados, y en las que no estaban igualmente
definidas la diferencia entre las posesiones del rey y las de la nación, como
tampoco lo estaba la hacienda o la herencia ni el derecho internacional. A pesar de
todo, el que la Monarquía Hispánica fuera una monarquía autoritaria, casi
absolutista, hace que la tesis más lógica sea la de que todas las posesiones del
rey, eran posesiones de la nación. De hecho no se puede hablar de una separación de
escudo nacional y escudo real hasta bien entrado el siglo xix d. C., lo cual pone
de manifiesto que el rey de España era prácticamente lo mismo que el Estado,
atendiendo a las delimitaciones del régimen polisinodial por el que se regía el
Imperio español.

Mapa diacrónico del Imperio español, incluyendo territorios descubiertos y


reclamados.
América
Véanse también: Organización territorial del Virreinato de Nueva España,
Organización territorial del Virreinato del Perú, Organización territorial del
Virreinato de Nueva Granada y Organización territorial del Virreinato del Río de la
Plata.

Imperios español y portugués en 1790.

América española hacia el año 1800, los territorios coloreados eran considerados
provincias en algunos mapas del Imperio español.
Territorio de Nutca (reclamaciones territoriales de España en la Costa Oeste de
Norteamérica, siglo xviii d. C.) y toponimia española.
Virreinato de las Indias (1492-1535): primera entidad territorial formada tras el
descubrimiento de América por Cristóbal Colón, estaba compuesta por todos los
territorios descubiertos, explorados, reclamados y controlados por los españoles en
el Nuevo Mundo, principalmente las Antillas y Castilla de Oro (Panamá). Sucedido
por el virreinato de Nueva España tras la conquista del imperio azteca.
Virreinato de Nueva España (1535-1821): compuesto por los actuales países de
México, Guatemala, Nicaragua, Honduras, Salvador, Costa Rica, Florida y los estados
del suroeste de los Estados Unidos (California, Nuevo México, Arizona, Texas,
Nevada, Florida, Utah, Luisiana y parte de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma) y
las Antillas (Cuba, La Española, Puerto Rico, Bahamas, Antigua y Barbuda,
Montserrat, isla de San Martín, Anguila, Bonaire , Trinidad y Tobago, Granada ,
Curazao, Aruba, Jamaica, islas Vírgenes, San Cristóbal y Nieves, Dominica,
Guadalupe, Martinica, San Bartolomé, Barbados, islas Turcas y Caicos, Santa Lucía e
islas Caimán), perdiéndose la mayoría de estas en el siglo XVII a excepción de
Trinidad (cedida a Reino Unido en 1797), La Española, Cuba y Puerto Rico, además de
las islas Filipinas en Asia y las islas Marianas y las Carolinas en Oceanía.
También incluía pretensiones sobre la costa este de los modernos Estados Unidos.
España mantuvo bajo su control estos territorios hasta 1821, año en que se
independizó, aunque en varios de los estados de las Grandes Llanuras y las Antillas
Menores no hubo una presencia española estable
Capitanía General de Santo Domingo (1535-1795; 1809-1821; 1861-1865): fue la
primera provincia española en el Nuevo Mundo, y comprendía la totalidad de la isla
de La Española, cuya parte oriental se convirtió más tarde en la República
Dominicana, mientras que la parte occidental se convirtió en 1697 en la colonia
francesa de Saint-Domingue, la cual se acabaría independizando como Haití.
Capitanía General de Cuba (1777-1898): durante los dos siglos anteriores una
gobernación novohispana, estaba formada por la isla de Cuba y adyacentes, además de
la Florida y la Luisiana.
Gobernación de la Luisiana (1764-1803): cedida por Francia, incorporaba territorios
de los actuales estados del medio oeste estadounidense (Luisiana, Arkansas,
Oklahoma, Kansas, Nebraska, Dakota del Sur, Dakota del Norte, Wyoming, Montana,
Idaho, Minnesota e Iowa).
Capitanía General de Guatemala (1542-1809; 1814-1821): también conocida como Reino
de Guatemala, estaba formada por los territorios de Guatemala, El Salvador,
Nicaragua, Honduras, Costa Rica, y el estado mexicano de Chiapas. Declaró su
independencia en 1821, para sumarse al Primer Imperio Mexicano, del que se separó
(salvo Chiapas) el 1 de julio de 1823.
Capitanía General de Puerto Rico (1582-1898), posteriormente provincia: abarcó la
isla de Puerto Rico y otras menores adyacentes a ella.
Capitanía General de Yucatán (1565-1821): comprendía los actuales estados mexicanos
de Yucatán, Campeche, Quintana Roo y el este de Tabasco. La inclusión de Belice y
El Petén son motivo de controversia por algunos historiadores.28
Comandancia General de las Provincias Internas (1776-1821): fue creada por el rey
Carlos III mediante una real cédula del 22 de agosto de 1776, dando al comandante
general, sobre estas previamente establecidas provincias, las facultades
equiparables a las del virrey de Nueva España; comprendía los actuales territorios
de Sonora y Sinaloa, las Californias, Coahuila, Nuevo Reino de León, Nuevo
Santander, Texas, Nueva Vizcaya, y Nuevo México. Entre 1787 y 1790 y entre 1813 y
1821 estuvo divida en dos Comandancias Generales: Oriente y Occidente.
Territorio de Nutca (1789-1794): fue cedido a Gran Bretaña en 1795. Incluía los
territorios de los actuales estados del noroeste estadounidense (Oregón, Idaho,
Montana y Washington), además el suroeste de la provincia canadiense de la Columbia
Británica, el territorio de Yukón y el actual estado estadounidense de Alaska hasta
el paralelo 61º N. Gran parte de la región formaba el denominado territorio del
Orejón. La presencia española se reducía a los fuertes de San Miguel de Nutca y
Nuñez Gaona.
Virreinato del Perú (1542-1824): en su máxima extensión abarcó a los actuales
países de Perú, Colombia, Argentina, Ecuador, Panamá, Chile, Bolivia, Paraguay,
Uruguay, territorios en Brasil, Las Guayanas, parte sur del actual Venezuela y las
islas Galápagos. Incluía algunas pretensiones en Oceanía y la Amazonia.
Capitanía General de Chile (1541-1818): también llamada Reino de Chile, comprendía
el actual Chile y la región de Patagonia hasta que la parte oriental de esta última
pasó a la Gobernación de Buenos Aires en 1570.
Virreinato de Nueva Granada (1717-1723;1739-1822): comprendía los actuales países
de Panamá, Colombia, Ecuador, Venezuela, norte de Brasil, oeste de Guyana y las
islas Galápagos.
Capitanía General de Venezuela (1777-1823): creada por Carlos III de España, civil
y militarmente autónoma del Virreinato de Nueva Granada. Correspondía al territorio
actual de Venezuela, el oeste de Guyana y la isla de Trinidad.
Virreinato del Río de la Plata (1776-1818): comprendía los actuales países de
Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay y parte de Brasil. Incluía las islas Malvinas
(hasta 1810) y territorios en el Golfo de Guinea, África. Es de mencionar que el
control del extremo sur (Patagonia) no fue efectivo por el Estado argentino hasta
después de la independencia de Argentina. Sin embargo, el dominio español de
Patagonia a raíz de sus descubrimientos no fue disputado a España.
Territorios portugueses
Durante la Unión Ibérica (1580-1640), los territorios del imperio portugués en
América también pasaron a estar bajo el gobierno de la casa de Austria:

Estado do Brasil (1580-1608; 1612-1640): formado en torno a la costa de Brasil.


Entre 1608 y 1612 estuvo dividido en dos Gobiernos Generales, uno con capital en
Bahía y el otro en Río de Janeiro.
Estado do Maranhão (1621-1640): formada por las Capitanías de Maranhão, Grão-Pará y
Ceará al dividir el Estado del Brasil.
Asia y Oceanía
Véase también: Imperio español en Asia y Oceanía

Territorios que alguna vez fueron españoles en Asia y Oceanía.


Capitanía General de las Filipinas (1565-1898): también conocida como las Indias
Orientales Españolas, formó parte el Virreinato de Nueva España hasta la
independencia de México en 1821. Estaba compuesta por el archipiélago de las
Filipinas, incluidas las islas de Mindanao y Joló, a pesar de que estas no fueron
subyugadas hasta el siglo XIX, y en Oceanía por las islas Carolinas y las Marianas
(principalmente Guam). También incluyó pretensiones sobre Sabah, en el norte de
Borneo hasta 1885. Múltiples territorios ocupados temporalmente por España (como
Brunéi durante setenta y dos días en 1578) también formaron parte de la Capitanía
General de las Filipinas.
Protectorado sobre Camboya (1597-1599): brevemente controlado cuando un grupo de
aventureros españoles y portugueses colocaron en el trono al rey Barom Reachea II y
le hicieron aceptar un protectorado español, pero tanto el monarca como sus
partidarios extranjeros fueron asesinados por musulmanes malayos dos años después.
Gobernación de las Molucas (1606-1663): consistente en un protectorado sobre el
sultanato de Tidore (1526-1545; 1580-1663) y en la mitad de la isla de Ternate
(1606-1663), además de algunos asentamientos menores en el resto de las islas
Molucas, la costa de Papúa y el norte de Célebes, en Indonesia.
Gobernación de la Formosa (1626-1642): ubicada en el norte de la isla de Taiwán con
el propósito de comerciar con China, formó parte del Virreinato de Nueva España
durante 16 años.
Santa Cruz: (1595): único asentamiento de corta duración en las islas Salomón.2930
313233
Nueva Jerusalén (1606): breve establecimiento de un colonia en Vanuatu.
Isla de Amat (1772-1775): breve ocupación de Tahití por parte del virreinato del
Perú.343536
Territorios portugueses
Durante la Unión Ibérica (1580-1640), España también pasó a abarcar los
asentamientos del imperio portugués en Asia:
Estado da Índia (1580-1640): a pesar de su nombre y de que su capital era la ciudad
india de Goa estaba formado por todas las posesiones portuguesas en el Índico y en
el Pacífico desde Mozambique hasta Japón e Indonesia.
Golfo Pérsico y Mar Rojo: varias fortalezas, puertos y ciudades ocupados por los
portugueses desde los que controlaban el comercio en Oriente Medio. Además, los
reinos insulares de Ormuz y Queshm eran vasallos de Portugal.
Mascate (1580-1640), Ormus (1580-1622), Queixome (1580-1622) y Comorão (1580-1615).
India: Portugal estableció y conquistó múltiples ciudades y puestos comerciales en
los modernos Estados de India y Bangladés.
Diu (1580-1640), Surate (1580-1612), Damão (1580-1640), Baçaím (1580-1640), Salsete
(1580-1640), Bom Bahia (1580-1640), Chaul (1580-1640), Goa (1580-1640), Honavar
(1580-1640), Barcelore (1580-1640), Mangalore (1580-1640), Cannanore (1580-1636),
Cranganore (1580-1640), Cochin (1580-1640), Coulão (1580-1640), Tuticorin (1580-
1640), Negapatam (1580-1640), São Tomé de Meliapore (1580-1640), Paliacate (1580-
1610), Masulipatão (1598-1610), Calicut (1580-1640), Hugli e Bandel (1580-1632) y
Chittagong (1580-1640).
Ceilão (1580-1640): la mayor parte de la isla de Sri Lanka llegó a estar bajo
control portugués.
Sirião (1603-1613): ciudad costera en Birmania conquistada por el mercenario
portugués Filipe de Brito e Nicote, quién se la ofreció a las autoridades
coloniales de la India a cambio de ser nombrado gobernante la ciudad, siendo esta
reconquistada por los birmanos diez años después.
Macau (1581-1640): puesto comercial en China abierto al comercio exterior. Tardó un
año en aceptar el dominio español, hasta que se le confirmó la continuación de su
monopolio comercial. Su capitán-mayor estaba al cargo de las flotas y emporios
portugueses desde Malaca hasta Japón.
Malaca (1580-1640): estratégica ciudad comercial en el estrecho homónimo.
Nagasaki (1580-1587) y Dejima (1634-1639): puestos comerciales en Japón abiertos al
comercio europeo.
Islas de las Especias: Portugal mantuvo bajo su control varias islas pequeñas desde
las que controlar el comercio de especias, en la actual Indonesia.
Adonara (1580-1613), Amboina (1580-1605), Macasar (1580-1620), Solor (1580-1613),
Flores (1600-1640), Timor (1580-1640).
África
Véase también: África española

Territorios españoles en África hacia el año 1955.

La Guinea española en 1960.

Territorios y posesiones coloniales españolas en el norte de África del siglo XX.


Islas Canarias (desde 1479/1496): primer territorio conquistado por la corona de
Castilla en ultramar, actualmente una comunidad autónoma española.
Presidios norteafricanos (1479-finales del siglo XIX): asentamientos tomados por
Castilla en la costa del norte de África para expandirse e intentar controlar la
piratería berberisca. Tras la Capitulación de Cintra en 1509 se delimitó que el
área de influencia española abarcaba las actuales Argelia, Túnez y Libia, mientras
que Portugal recibía el litoral atlántico de África.
Santa Cruz de la Mar Pequeña (1479-1524):, Melilla (desde 1497, actualmente una
ciudad autónoma española), Cazaza (1505-1532), Mazalquivir (1505-1708; 1732-1792),
el Peñón de Vélez de la Gomera (1508-1522; desde 1564, actualmente una plaza de
soberanía española), Orán (1509-1708; 1732-1792), Bugía (1510-1555), el Peñón de
Argel (1510-1529), Trípoli (1510-1523), Yerba (1521-1524; 1551-1560), Honaine
(1531-1535), Bizerta (1535-1573), La Goleta (1535-1574), Túnez (1535-1574), Bona
(1535-1540), Monastir (1541-1550), Susa (1541-1550), Mahdia (1550-1553), las Islas
Alhucemas (desde 1559, actualmente una plaza de soberanía española), La Mamora
(1614-1681),37 Larache (1610-1689)n. 11, Ceuta (desde 1640, previamente portuguesa,
actualmente una ciudad autónoma española) y las Islas Chafarinas (desde 1848,
actualmente una plaza de soberanía española).
Guinea española (1777 de jure/1843 de facto-1968): oficialmente cedida por Portugal
por los tratados de San Ildefonso y El Pardo, inicialmente consistía en las islas
de Fernando Poo (actual Bioko) y Annobón y formaba parte del virreinato del Río de
la Plata, pero no sería ocupada efectivamente hasta mediados del siglo XIX,
sumándosele en 1885 la zona continental del Río Muni.
Sahara español (1884-1975 de facto/actualmente de jure): presencia española en
varias factorías costeras a partir de 1885. El Frente Polisario proclamó la
independencia en 1975, siendo invadido por Marruecos. La ONU considera que España
sigue administrando de jure el territorio. Estaba compuesto por las provincias de
Río de Oro y Saguía el Hamra, en el actual Sahara Occidental.
Protectorado español de Marruecos (1912-1956/1958): establecido en la zona costera
mediterránea del norte de Marruecos, principalmente en la región del Rif, pero
también la zona desértica de Cabo Juby en el sur del país después de negociaciones
con Francia. La zona norte no sería ocupada efectivamente hasta 1927 debido a la
resistencia nativa y lograría la independencia en 1956, tres meses después que el
Marruecos francés, en tanto que Cabo Juby fue ocupado en 1916 y devuelto a
Marruecos en 1958.
Ifni (1860 de jure/1934 de facto-1969): territorio formado por la ciudad de Sidi
Ifni y su hinterland. Cedido por Marruecos en 1860 por el tratado de Wad-Ras,
ocupado efectivamente en 1934 y devuelto a Marruecos en 1969.
Zona Internacional de Tánger (1923-1940; 1945-1956): condominio de la ciudad de
Tánger; (1940-1945): anexionado al Marruecos español durante la Segunda Guerra
Mundial.
Territorios portugueses
Portugal controlaba múltiples colonias en las costas africanas, por lo general poco
más que puestos comerciales fortificados o feitorías dedicas al comercio de
esclavos u otros bienes lujosos, que pasaron a estar bajo el control de la casa de
Austria:

Madeira (1580-1640): archipiélago en el océano Atlántico poblado por colonos


portugueses de la misma forma que Azores. Fue la primera colonia de Portugal.
Algarve do Além (1580-1640): tras el fin de su reconquista Portugal comenzó a
expandirse por el litoral atlántico africano, tomando múltiples ciudades en el
actual Marruecos. Tras la Capitulación de Cintra en 1509 se delimitó que el área de
influencia española abarcaba las actuales Argelia, Túnez y Libia, mientras que a
Portugal se le confirmó su dominio sobre el litoral atlántico de África.
Ceuta (1580-1640, se mantendría fiel a Felipe IV durante la Guerra de Restauración
portuguesa, actualmente una ciudad autónoma española), Casablanca (1580-1640),
Mazagán (1580-1640), Tánger (1580-1640), Anguim (1580-1633) y Arcila (1580-1589).
Cacheu (1588-1640): puesto comercial portugués para el comercio de esclavos a
orillas del río homónimo, en Guinea-Bisáu.
Cabo Verde (1580-1640): archipiélago atlántico frente a la costa del moderno
Senegal colonizado por Portugal y que servía como una de las principales bases del
comercio de esclavos africanos.
Costa do Ouro (1580-1640): varios fuertes en la Costa de Oro, en el moderno país de
Ghana, desde los que se comerciaba para obtener marfil, oro y esclavos.
Saõ Tomé, Príncipe, Ano Bón y Fernando Poo (1580-1640): islas en el golfo de Guinea
que constituían varias de las principales bases del comercio de esclavos africanos
portugués.
Capitanía da Angola (1580-1640): compuesta por pequeños asentamientos y territorios
bajo control de los portugueses en la costa y a lo largo del río Cuanza
(principalmente Luanda y más tarde también Benguela) en la moderna Angola.
Mozambique (1580-1640): formaba parte del Estado de la India y estaba compuesta por
puestos portugueses en la costa del moderno Mozambique, además de territorios en el
interior del país, en la región de Zambezia, y por varios fuertes en el este de
Zimbabue. En 1609 pasó a ser una Capitanía independiente del virrey de Goa.
Somalia (1580-1640).
Europa
Véase también: Imperio español en Europa

Dominios de Felipe II en Europa y norte de África alrededor del año 1580.


España peninsular e islas Baleares.
Baja Navarra: territorio ultrapirenaico abandonado definitivamente en 1521 por su
difícil defensa frente a los franceses.
Rosellón: territorio ultrapirenaico cedido a Francia tras la Paz de los Pirineos
(1659) y el Tratado de Llivia (1660). La villa de Llivia permaneció bajo soberanía
española.
Gibraltar: plaza fuerte situada en el estrecho homónimo, cedida a Gran Bretaña tras
la Paz de Utrecht (1713).
Menorca: una de las islas Baleares, parte del Reino Unido tras el Tratado de
Utrecht (1713) hasta ser reconquistada por una expedición franco-española en 1782
para volver a ser perdida a manos de los británicos en 1798 y ser retomada
definitivamente en 1802.
Reino de Portugal: (1580-1640): formado por el actual Portugal (a excepción de los
municipios de Olivienza y Hermisende) y por todos los territorios del Imperio
portugués (aunque las islas Azores no fueron subyugadas hasta 1583). Pasó a formar
parte de la Monarquía española durante la época de la Unión Ibérica.
Países Bajos españoles (hasta 1714): los actuales países de Bélgica, Luxemburgo y
Países Bajos, y parte de los territorios del actual norte de Francia, como Artois,
Ardenas, Mosela, Norte-Paso de Calais, y parte occidental de Alemania como Bitburg-
Prüm. Tradicionalmente se considera a los Países Bajos como parte del Imperio
español3839 (tesis mayoritaria en España y los Países Bajos entre otros); pero
existen autores como Henry Kamen40 para quienes esos territorios nunca se
integraron en el Imperio español, sino en las posesiones personales de los
Austrias. En 1581 la mitad norte protestante de los Países Bajos anularon su
relación de vasallaje con Felipe II y proclamaron la independencia como las
Provincias Unidas, mientras que el sur católico permaneció en manos españolas hasta
1714.
Franco Condado (hasta 1678): territorio situado en la zona centro-oriental de
Francia, cedido a esta tras la Paz de Nimega.
Charolais (hasta 1684): territorio situado en la zona centro-oriental de Francia,
embargado en favor del príncipe de Condé.
Italia española.
Reino de Nápoles (hasta 1714): situado en la Italia meridional.
Reino de Sicilia (hasta 1714): constituido por la islas de Sicilia y Malta (esta
última donada a los Caballeros Hospitalarios en 1530).
Reino de Cerdeña (hasta 1714; 1717-1718 de facto): formado por la isla de Cerdeña.
Ducado de Milán (1535 de facto/1559 de jure-1715): también conocido como el
Milanesado, se encontraba en el norte de Italia, en Lombardía.
Marquesado de Montferrato (1533-1536): en el noroeste de Italia, bajo ocupación
militar española.
Marquesado de Finale (1602-1707): ubicado en Liguria, norte de Italia. Felipe II
adquirió los derechos feudales del territorio.
República de Siena (1555-1557): en la costa noroeste de Italia. Ocupada
militarmente antes de ser cedida a los Médici de Florencia como pago de las deudas
contraídas por la corona española.
Estado de los Presidios (1557-1707): en la costa noroeste de Italia, dependía
directamente del virrey de Nápoles.
Administración del Imperio
Artículo principal: De Hispania a España

Dimensiones del Imperio español en comparación con otros, según las aclaraciones de
F. A. Durántez
El matrimonio de los Reyes Católicos (Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón)
supuso una única dirección de ambos reinos bajo una administración superior única,
el Consejo Real. Se unificó la hacienda (pero no los impuestos), la política
interior y exterior, el ejército, las órdenes militares y la Inquisición y, en lo
que no afectase a estos temas, cada reino mantuvo su propia administración, moneda,
normas jurídicas, etc.

De esa forma, la formación de un estado unificado al estilo de las Naciones-Estado


nunca llegó a ser una realidad en España. Los Reyes Católicos introdujeron un
estado moderno absolutista en sus dominios, restringiendo el poder de la nobleza,
organizando su gobierno en torno a los Consejos y dividiendo el país en Reales
Audiencias como órganos superiores de justicia, y manteniendo los fueros y
tradiciones de sus pueblos.

La organización administrativa de las nuevas conquistas en América parte con la


incorporación de las Indias a la corona castellana a título de «descubrimiento»
(res nullius), apoyados por la donación papal. Isabel la Católica, en su
testamento, refuerza la pertenencia a esta corona. Sin embargo, será el Consejo de
Indias y no el Consejo de Castilla el que asesore al rey sobre las nuevas tierras.
Este Consejo se convirtió en el máximo órgano administrativo sobre las posesiones
americanas. El comercio con América se centralizó a través de la Casa de
Contratación, con sede en Sevilla, restringiéndose a esta los derechos comerciales
sobre el Nuevo Mundo, lo que supuso un impulso demográfico para Sevilla, al obligar
a los comerciantes españoles y extranjeros a establecerse en dicha ciudad. A la
muerte de los Reyes Católicos, Carlos I de España, manteniendo formalmente a su
madre como reina, pasó a gobernar las nuevas tierras. Las Indias fueron
incorporadas definitivamente a la Corona de Castilla en 1519.

La situación se mantuvo similar durante el reinado de Felipe II, que hereda de su


padre la Corona de España, pero no la del Sacro Imperio Romano Germánico y las
posesiones de los Habsburgo. Bajo su reinado, Portugal y su imperio fueron
anexionados a la Monarquía Hispánica, aunque no así a la Corona de Castilla,
manteniendo Portugal una posición semejante a la Corona de Aragón. Bajo los
llamados Austrias Menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) las Provincias Unidas
alcanzaron una independencia de facto que les sería reconocida en 1648.

A la muerte de Carlos II, le sucede Felipe V. Dos años después de su toma de


posesión, se presenta un nuevo pretendiente, Carlos de Austria, apoyado por
Inglaterra y Austria, y esto provoca la Guerra de Sucesión Española que supuso la
pérdida de los reinos italianos y de lo que quedaba de los Países Bajos Españoles.

Tras la derrota del pretendiente austriaco a la sucesión del trono, el nuevo rey,
Felipe V de España va publicando los decretos de Nueva Planta, diferentes para
Aragón y Valencia (1707), Aragón (1711), Baleares (1715), y Cataluña (1716). En
ellos, como castigo por su rebelión, deroga parte de los fueros y derechos de los
territorios de la Corona de Aragón sobre los que considera tener derecho de
conquista. Los decretos tenían matices y efectos diferentes según el territorio
histórico y no afectaron ni al Valle de Arán, ni a Navarra ni a las Provincias
Vascongadas, los cuales mantienen todos sus fueros por haber sido leales a Felipe
de Anjou. Por ejemplo, Cataluña mantiene su derecho civil y parte de sus fueros e
instituciones, mientras que Valencia no.

América y Filipinas
Artículo principal: Organización administrativa indiana
En las Indias, dada su lejanía con la metrópolis, se fue desarrollando
paulatinamente una organización administrativa, que descansaba en una serie de
órganos o autoridades territoriales (virreyes, gobernadores, reales audiencias,
corregidores, etc.), sujetos a los órganos centrales (rey y el Consejo de Indias).

Consejo de Indias
Artículo principal: Consejo de Indias
El Consejo de Indias, desde su fundación en 1524, fue el máximo órgano
administrativo en relación a las Indias. Entre sus funciones estaban:
En el Gobierno Temporal: toda la administración gubernativa compete al Consejo de
Indias:
Planificación y proposición al Rey de las políticas relativas al Nuevo Mundo
(poblamiento, relación con los aborígenes, comercio, etc.).
Organización administrativa de las Indias, ya sea con la creación de nuevos
Virreinatos, nuevas Gobernaciones, etc., y su autonomía respecto de la metrópoli.
Proposición al Rey de los cargos de grandes autoridades americanas (Virreyes,
Gobernadores, Oidores, etc.).
Tutela del buen funcionamiento de las autoridades, dictando medidas de probidad
administrativa y nombrando un Juez de Residencia para que realice el respectivo
Juicio de residencia.
Revisión a diario de la correspondencia que viene de América y demás posesiones.
Así mismo, autorización de la exportación o importación de libros a América.
Desde 1614, autorización de la aplicación de la legislación castellana en las
Indias.
Aprobación o rechazo de la legislación originada en América.
Elaboración de las normas que regirían en Indias y que eran dictadas por el rey
como Reales Cédulas o Reales Provisiones (similares a las Reales Cédulas pero más
solemnes).
En Gobierno Espiritual: preocupación por materias de orden espiritual, analizando
los derechos otorgados por la Santa Sede, así por ejemplo:
Ejercicio del Derecho de presentación.
División de los Obispados.
Revisión de las bulas papales; en conformidad, se les da Exequatur o Pase Regio;
sin este no se cumplen las bulas.
Examen de las disposiciones de la Iglesia en América y de los Sínodos; estos no se
cumplen sin la aprobación del Consejo de Indias.
En materia militar:
En 1600 se crea, dentro del Consejo, la Junta de Guerra de Indias, un comité de
«ministros de capa y espada» (militares) encargado de coordinar con el Consejo
Supremo de Guerra las estrategias militares.
En Hacienda:
Examen de las cuentas de los oficiales reales.
En Justicia:
Era el más alto tribunal en América y para los efectos de administrar justicia, se
reunía el consejo en una sala de justicia, integrado por ministros letrados. En
esta materia, el Consejo era absolutamente independiente, incluso del rey.
Conocimiento de ciertos asuntos criminales (delitos cometidos en la «carrera de
Indias», evasión tributaria, delitos de comiso por contrabando).
Conocimiento de las apelaciones en lo civil, de que habría conocido la Casa de
Contratación cuando la suma disputada fuera superior a 40 000 maravedíes.
Conocimiento de las apelaciones de los Juicios de residencia.
Conocimiento del Recurso de segunda suplicación.
Excepcionalmente en sala de gobierno: conocimiento del Recurso de injusticia
notoria.
Casa de Contratación de Indias
Artículo principal: Casa de Contratación de Indias
Se convirtió en la responsable del aprovechamiento económico de las colonias
americanas. Entre sus responsabilidades figuraba el cobro de los impuestos al
comercio con América (entre ellos, el famoso Quinto Real), y tenía competencias en
asuntos de política poblacional.

Establecida primero en Sevilla y luego en Cádiz, estos fueron los puertos obligados
de salida y entrada para el comercio de Indias. La prohibición de comerciar con
América impuesta a los demás puertos españoles fue la base del crecimiento y
prosperidad primero de Sevilla y luego de Cádiz, al obligar a los comerciantes
españoles y extranjeros a establecerse en el puerto base de la Casa de Contratación
si deseaban comerciar con América. Esto hizo que las colonias forasteras
(castellanos, vascos, catalanes, gallegos, valencianos, etc.) y extranjeras
(genoveses, franceses, etc.) fuesen importantes en Sevilla y Cádiz.41

Corona de Aragón
Artículos principales: Corona de Aragón y Corona de Aragón y colonización de las
Indias.
La integración de los territorios de la Corona en la nueva monarquía estuvo marcada
por el poder hegemónico de Castilla. Como en todos los territorios no incorporados
en la estructura castellana (Flandes, Indias, Nápoles, Sicilia, Navarra, Vizcaya,
etc.), el Consejo de Aragón y el virrey se convierten en el centro de la
administración. El Consejo Supremo de Aragón era un órgano consultivo de la corona
creado en 1494, a raíz de una reforma en la cancillería real realizada por Fernando
el Católico, que desde 1522 estaría integrada por un vicecanciller y seis regentes,
dos para el reino de Aragón, dos para el reino de Valencia y dos para Cataluña,
Mallorca y Cerdeña. Por su parte, los virreyes asumieron funciones militares,
administrativas, judiciales y financieras.

Constituciones catalanas, basadas en los antiguos Usatges de Barcelona.


Los conflictos entre las instituciones locales y los reyes absolutistas se
sucedieron a lo largo de los siglos modernos, hasta la guerra de Sucesión. En 1521
tenían lugar las Germanías, un movimiento surgido en Valencia entre la incipiente
burguesía contra su aristocracia, que se extendió hasta 1523. En Mallorca tuvo
lugar en los mismo años otro movimiento similar, dirigido por Joanot Colom. La
derrota final de los agermanados supuso una fuerte represión y la reafirmación del
dominio señorial. Asimismo, en 1569, todos los diputados de la Generalidad de
Cataluña eran encarcelados bajo la acusación de herejía, en el marco de la disputa
por el pago del impuesto del excusado.

En 1591, tuvieron lugar las «alteraciones de Aragón», generadas cuando el Justicia


de Aragón se niega a entregar a Felipe II al exsecretario del rey, Antonio Pérez,
condenado por la muerte del secretario de don Juan de Austria, que se había
refugiado en Aragón. El monarca transgredió todos los privilegios aragoneses para
apresarlo e incluso hizo ejecutar al Justicia Mayor de Aragón, Juan de Lanuza.

Durante el siglo xvii d. C., las tensiones fueron bastante mayores. Las necesidades
financieras de los monarcas les condujeron a intentar aumentar por todos los medios
la presión fiscal sobre los territorios de la Corona de Aragón, tratando de igualar
los impuestos en toda España. Pero los fueros garantizaban importantes protecciones
frente a las pretensiones reales. Los proyectos de Unión de Armas de Olivares, que
buscaban que los otros reinos compartieran las cargas bélicas de Castilla, son un
ejemplo de ello.

Tras entrar en guerra la corona con Francia en 1635, el despliegue de los tercios
sobre Cataluña generó graves conflictos, que desencadenaron la guerra de los
Segadores en 1640. La Generalidad de Cataluña, tratando de dominar la sublevación
popular, declaró la formación de una República catalana pero, ante la imposibilidad
de mantenerla, nombró a Luis XIII de Francia conde de Barcelona. El conflicto
terminó con la Paz de los Pirineos (1659), por la cual el condado del Rosellón y la
mitad norte del condado de la Cerdaña pasaban para siempre a dominio galo y Francia
devolvía a España la Cataluña del sur de los Pirineos. A finales del siglo, en
1693, estallaría también en Valencia la Segunda Germanía, un alzamiento campesino y
antiseñorial en torno a la partición de las cosechas.

Tras el reinado de Carlos II, la guerra de Sucesión española dividió el país. La


antigua Corona de Aragón fue partidaria del archiduque Carlos de Austria, cuya
derrota acarrearía la supresión de gran parte de sus instituciones y fueros y la
unificación de la organización administrativa bajo el modelo del reino de Castilla
por los Decretos de Nueva Planta.
Población y ordenamiento jurídico en América y Filipinas
Artículo principal: Sociedad política indiana
La sociedad del Imperio español en América se rigió por estatutos completamente
nuevos, pero inspirados en los cuerpos legales castellanos, que distinguían
diversos tipos de súbditos y los asignaban a ordenamientos jurídicos diferentes:
las Repúblicas de españoles y las Repúblicas de indios. La población de los nuevos
territorios pertenecía a varias categorías raciales y jurídicas:

Españoles
Aquellos súbditos de origen europeo, nacidos en América (criollos) o en la
metrópoli (peninsulares). Los españoles nunca fueron mayoritarios en ninguno de los
territorios del imperio, salvo en la metrópoli y algunos otros como Cuba,
Argentina, Chile, Puerto Rico y el Nuevo Reino de León (Noreste de México).424344
El coste demográfico para España, especialmente para la Corona de Castilla, fue
irrelevante, de forma que el crecimiento de población apenas se vio afectado por la
emigración a América.n. 1245464748

Indígenas

Bartolomé de las Casas.


La población indígena descendió dramáticamente tras la llegada de los colonizadores
europeos, sin que haya consenso sobre las cifras iniciales ni su descenso. Las
causas también se debaten, aunque serían una combinación de las enfermedades
propagadas por los colonizadores (contra las que los indígenas americanos no tenían
defensas), las guerras de conquista, las deportaciones y los trabajos forzados.49

Al comienzo los indios fueron tomados como esclavos y enviados a la Península.50A


partir de 1495, durante los primeros años de la conquista se capturaron indios en
las islas del Caribe y se los envió como esclavos para ser vendidos en España.5152

La Corona autorizó tomar indígenas en otras islas y llevarlos a trabajar, lo cual


multiplicó esas capturas en los años 1509 y 1510 entre la isla San Juan y otras
islas del Caribe y Las Antillas,53 hasta que el rey Fernando lo prohibió con la
promulgación de las Leyes de Burgos.51 España fue el primer imperio en reconocer la
humanidad y los derechos de los indios y prohibir su esclavitud.54 En 1542 España
prohíbe la esclavitud de todos los indios.50 Luego de la destrucción de las siete
ciudades del sur de Chile, una Real Cédula de 1608 permitió la esclavitud de los
indígenas que habitaran en territorio rebelde; se declaró la libertad de los
indígenas esclavizados en 1674, pero sus efectos se prolongaron hasta 1696.55

La defensa de los derechos de los indígenas tuvo en la Escuela de Salamanca y en


Bartolomé de las Casas sus máximos exponentes. En la Junta de Valladolid de 1550, y
pese a la oposición de Juan Ginés de Sepúlveda, se dictaminó que los indígenas
tenían alma. Previamente, el testamento de la reina Isabel la Católica había
declarado a los amerindios súbditos de la Corona de Castilla, y por tanto, no
susceptibles de esclavitud, lo que propició la llegada de esclavos negros de
África. Sin embargo, esta protección legal en muchos casos fue más teórica que
práctica. Acorde a la historiadora americana Jane Landers los españoles ya habían
llevado consigo hasta lo que hoy son los Estados Unidos de América a los primeros
africanos, que bajo el dominio hispano tuvieron un tratamiento mucho más humano. De
hecho, a pesar de que en la Florida española también hubo esclavos, esta tierra se
llegó a convertir a partir del siglo XVII en la promesa de libertad para los
esclavos sometidos en la cruel explotación de las plantaciones británicas.56

Entrada al Fort Mose Historic State Park, en Florida.


Fue en la ciudad más antigua de Estados Unidos, San Agustín (Florida), donde se
estableció el primer asentamiento de negros libres; se leyó la proclamación de
emancipación, y se manifestaron los activistas en favor de los derechos civiles. En
realidad, los primeros hombres de origen africano llegaron incluso antes de la
fundación de San Agustín. El primer contingente de esclavos fue llevado a
Norteamérica por Lucas Vázquez de Ayllón, que en 1526 fundó San Miguel de Guadalupe
en el actual territorio de Georgia, pero este asentamiento finalmente fracasó.
También hubo esclavos africanos, entre otras expediciones, en la desdichada
aventura de Pánfilo de Narváez de 1528. Uno de ellos, llamado Estevan, se contaba
entre los cuatro supervivientes encabezados por Álvar Núñez Cabeza de Vaca que
vagaron durante ocho años por los inhóspitos territorios norteamericanos hasta que
consiguieron regresar a Nueva España (México).

Jane Landers apunta que aquellos primeros esclavos no procedían directamente de


África, sino del sur de España. «Aunque la mayoría de los africanos en España eran
esclavos, no todos lo eran. La ley y las costumbres españolas garantizaba a los
esclavos una personalidad moral y legal, así como ciertos derechos y protecciones
que no se hallan en otros sistemas de esclavitud», señala. Según explica, «tenían
el derecho a la seguridad personal y mecanismos legales por los cuales escapar a un
amo cruel», incluso se les permitía poseer y transferir propiedades y emprender
procesos legales, lo que derivaría en el «derecho a la autocompra». «Los valores
sociales y religiosos en la sociedad española fomentaban el honor, la caridad y el
paternalismo hacia las «clases miserables», que a menudo mejoraban las penurias que
los esclavos sufrían y a veces llevaba a los dueños a manumitirlos». Landers
puntualiza que esto no significa que España ni sus territorios de ultramar en el
nuevo mundo estuvieran libres de prejuicios raciales, pero «el énfasis en la
humanidad y los derechos del esclavo y la actitud indulgente hacia la manumisión
reconocida en los códigos de esclavitud y los usos sociales españoles hacían
posible la existencia de una significativa clase negra libre».

Tanto africanos libres como esclavos participaron también desde las primeras
décadas en la conquista y en la posterior defensa militar de la colonia, creando
unidades normalmente integradas por negros libres que trabajaban como artesanos y
otras labores cualificadas.

Conquistadores españoles negros famosos fueron, por ejemplo, Juan Garrido y


Sebastián Toral, en México, Juan Bardales en Honduras y Panamá, Juan García en
Perú, o Juan Valiente y Juan Beltrán en Chile.

Con el tiempo, la Florida española llegó a ser la esperanza de libertad para los
esclavos de las colonias británicas del sur. En 1693, Carlos II garantizó a todos
los esclavos que serían hombres libres si se convertían al catolicismo. A cambio,
los liberados prometían derramar hasta la última gota de sangre en defensa de la
Corona y de la Fe.57

A partir de entonces empezó a aumentar el número de negros que escapaban de la


esclavitud en las plantaciones británicas hacia Florida. El creciente flujo de
evadidos llevó en 1738 a la creación por parte del gobernador, Manuel de Montiano,
del poblado de Gracia Real de Santa Teresa de Mose, la primera comunidad
autogestionada por negros libres y nativos americanos con respaldo de las
autoridades en el territorio de lo que ahora son los Estados Unidos. En esta
comunidad, situada a tres kilómetros de San Agustín y más conocida como fuerte
Mose, vivían hombres, mujeres y niños de diversas etnias y todos los varones
participan en la milicia, que capitaneaba un africano mandinga llamado Francisco
Menéndez.58

La institución socio-económica de la encomienda, que suponía el deber del


encomendero de proteger y evangelizar a los indígenas a cambio de percibir los
tributos exigidos a estos, derivó en explotación y trabajos forzados (por ejemplo,
a través del sistema de mita).59
En el siglo xvii d. C., los jesuitas establecieron misiones o «reducciones» en la
zona fronteriza entre el Brasil portugués y la América española con el propósito de
evangelizar la región. Dichas reducciones gozaron de una gran autonomía, inspiradas
en las libertades y fueros de las ciudades, aunque adaptadas al modo de vida
indígena. Su existencia no fue muy bien vista por los colonos, especialmente los
portugueses de Brasil, siendo motivo de tensión en la región. Tras la expulsión de
los jesuitas con Carlos III, fueron desmanteladas.

Mestizos
Artículo principal: Mestizaje en América
La sociedad hispanoamericana tenía un fuerte componente mestizo que no se hallaba
en las colonias francesas o británicas. El mestizaje fue realizado casi en su
mayoría por los varones españoles. Desde los primeros años de la conquista, el
matrimonio con indígenas bautizadas estuvo autorizado por las leyes españolas.
[cita requerida] Así, por Real Cédula de Fernando el Católico, de 14 de enero de
1514, se autorizaron los matrimonios entre españoles e indígenas americanos. Uno de
esos matrimonios resultó emblemático: el de Isabel Moctezuma (Tecuichpo
Ixcazochtzin, antes de bautizarse, hija de Moctezuma II y última emperatriz de los
aztecas) con el extremeño Juan Cano, del que nacerían 5 hijos que iniciarían la
genealogía de los duques de Miravalle, título aún existente hoy en día.

El historiador alemán Enrique Otte recoge en la página 61 de su libro Cartas


Privadas de emigrantes a Indias: 1540-1616 (FCE 1993) una carta de un colonizador
llamado Andrés García, fechada el 10 de febrero de 1571, dirigida a su sobrino
Pedro Guiñón, en Colmenar Viejo, en la que le comunica su matrimonio con una
indígena americana:
Caséme en esta tierra con una mujer muy a mi voluntad. Y aunque allá os parezerá
cosa reçia en aberme casado con hindia, acá no se pierde honrra ninguna, porque es
una nación la de los hindios tenida en mucho.
Desde el comienzo de la conquista, la Corona restringió los permisos de matrimonio
para que sus súbditos no se casaran con las indias ni con ningún grupo étnico
diferente a los europeos, pero con el tiempo no tuvo más remedio que tolerar, a su
pesar, las uniones mixtas interraciales libres.60 Las uniones matrimoniales
legítimas sancionadas por el credo católico se realizaban preferentemente entre
personas del mismo grupo étnico por lo que el sustrato de la ilegitimidad marcará
definitivamente a los hijos nacidos de las uniones extramatrimoniales
interraciales. En Lima, por ejemplo, durante los siglos XVII y XVIII, el 91,2 % de
los matrimonios legítimos fueron entre personas del mismo grupo étnico.60En 1778 se
prohibieron las uniones entre miembros de distintos grupos étnicos a no ser que
contaran con el consentimiento paterno.60De hecho, la ley española prohibía,
incluso, el matrimonio entre un funcionario español peninsular en ejercicio y una
criolla; es decir, mujer nacida en América aunque fuera blanca descendiente de
españoles. Esto no impedía que se efectuaran uniones de hecho entre mujeres
criollas y funcionarios españoles.61

Martín García de Loyola y Beatriz Clara Coya.


Resulta interesante comprobar cómo este proceso de mestizaje no se limitó a los
matrimonios entre españoles e indígenas, sino que se extendió y aprobó para que las
mujeres españolas también pudiesen casarse con indios.[cita requerida] Aunque no
son muchos los casos documentados de mujeres cristianas casadas con indios, estas
uniones existieron[cita requerida], incluso entre mujeres de familias «conocidas»
como es el caso de María Amarilla de Esquivel, de distinguida familia extremeña que
se casó con Carlos Inca Yupanqui[cita requerida], nieto de Huayna Cápac.[cita
requerida].

Los hijos entre españoles e indias,generalmente eran llamados mancebos de la


tierra, por no tener padre reconocido, como ocurrió en la Provincia del Paraguay en
el siglo xvi d. C. en donde un español, o cualquier europeo admitido en el Imperio
español, podía tener varias concubinas indígenas.62

La escasez de mujeres europeas durante los primeros años de la conquista, hizo que
los conquistadores españoles generaran, con las mujeres indias nativas de cada
zona, a través del rapto, la violación o el amancebamiento, una nueva población
mestiza.6364 Aunque hubo casos en los que los españoles se casaban con indias, en
la mayoría de las ocasiones se ponía en práctica una costumbre presente desde la
Edad Media en España: la barraganía. El hombre se hacía responsable de la barragana
y de los hijos habidos con ella, pero la mujer no podría gozar de los derechos
propios de una esposa (como el de la herencia).6566

Las costumbres eran más relajadas que en Europa, la poligamia era tolerada y cada
español podía tener varias concubinas (barraganas). El escritor y cronista de
Indias Bernal Díaz del Castillo cuenta sobre un tal Álvarez que había tenido
treinta hijos en solo tres años.67

Los mestizos, minoritarios en la primera época del imperio, estaban llamados a


formar la mayoría de la población en casi todos los territorios del mismo. La
variedad de mestizajes desarrolló una nueva sociedad de castas jerárquicas en las
que había blancos, negros, mulatos, mestizos, y otras mezclas.

En lo más alto de la jerarquía social estaba el europeo y solamente si se sometía a


él la mujer india podía escapar de las minas de oro o de las otras formas de
trabajos forzosos.67

Africanos y otros
Véanse también: Comercio atlántico de esclavos y Dum Diversas.
A partir de 1495, durante los primeros años de la conquista se capturaron indios en
las islas del Caribe y se los envió como esclavos para ser vendidos en España.5051
5253Hasta que la reina Isabel lo prohibió.5150La protección legal a los amerindios
(patrocinada por fray Bartolomé de las Casas) y las Leyes de Indias, favoreció la
importación de esclavos africanos, que llegaron a ser la mayoría de la población en
algunos territorios de la cuenca del mar Caribe y en Brasil.

Legado cultural del Imperio

Alegoría del Imperio español.


Por la gran extensión del Imperio español por todo el mundo, su legado cultural es
grande y fuerte (esto sin contar los actuales flujos migratorios). Desde los
actuales oeste y sur de Estados Unidos hasta inclusive la Patagonia en América, las
Filipinas en Asia o Guinea Ecuatorial en África, puede encontrarse tal legado de
dicho Imperio virreinal y posteriormente colonial.

La lengua española, tras el chino mandarín, es la lengua más hablada del mundo por
el número de hablantes que la tienen como lengua materna. Es también idioma oficial
en varias de las principales organizaciones político-económicas internacionales
(ONU, Unión Europea, UA, OEA, TLCAN, MERCOSUR, ALCA, UNASUR, CAN y de la Secretaría
General Iberoamericana, entre otras). Lo hablan como primera y segunda lengua entre
450 y 500 millones de personas, pudiendo ser la tercera lengua más hablada
considerando los que lo hablan como primera y segunda lengua. Por otro lado, el
español es el segundo idioma más estudiado en el mundo tras el inglés, con al menos
17,8 millones de estudiantes; si bien otras fuentes indican que se superan los 46
millones de estudiantes distribuidos en 90 países, en su regulación contribuye como
entidad supranacional, la Asociación de Academias de la Lengua Española.

El catolicismo es la rama del cristianismo con más fieles a nivel mundial; esto es
debido en buena medida a la labor evangelizadora que se desarrolló durante siglos
en la cuasi totalidad de los otrora dominios imperiales.[cita requerida] A día de
hoy el catolicismo es mayoritario en toda Iberoamérica, Filipinas, Guam y otras
islas del Pacífico; o en territorios en los que el dominio español ha sido más
corto, como Guinea Ecuatorial.

Sumando gran parte de los países americanos (incluido Estados Unidos, Canadá y
varias islas caribeñas[¿cuál?]) y Filipinas, existen 52 conjuntos históricos y
monumentos (sin incluir parajes naturales) construidos durante el período virreinal
que hoy son Patrimonio de la Humanidad.68

En cuanto a lo gastronómico, se ha producido un intercambio e influencia recíproca


entre la gastronomía mediterránea peninsular y la de las diferentes posesiones
hispánicas (Gastronomía criolla). En la península ibérica se introdujeron productos
como el tabaco o alimentos tales como la patata, el tomate o el chocolate que
posteriormente se expandieron por Europa y fueron incorporados a la gastronomía de
muchos países.

Arquitectura colonial española


Estos párrafos son un extracto de Arquitectura colonial española[editar]
El estilo arquitectónico colonial español dominó en las primeras provincias
españolas de América del Norte, Central y del Sur, y asimismo fue visible en sus
otros dominios. En España, cuando el descubrimiento de América, estaba en boga el
espíritu y el arte renacentista. Desde entonces, la corriente colonizadora será el
vehículo para el trasplante y acompasamiento del arte occidental europeo a América,
que en poco tiempo, con el contacto con las culturas indígenas, producirá un
mestizaje artístico lleno de matices y novedades. Y ese acompañamiento de los
estilos artísticos europeos - americanos, también desembocará en el rico barroco
hispanoamericano, caracterizado sobre todo por los porches y las entradas muy
ornamentadas, que en Nueva España tomará una dirección, en parte diferenciada con
el denominado barroco novohispano, y que se distinguirá desde el principio del
barroco español en el que se inspira.

Los asentamientos sucesivos pueden ser contemplados en la arquitectura y en los


aspectos de planificación urbana de las ciudades conservadas todavía en la
actualidad. Estos dos aspectos visibles de las ciudades están conectados y son
complementarios. La fundación de ciudades constituyó el núcleo de la colonización
hispánica, siendo una de las medidas de su éxito en controlar el territorio ganado
y la clave de su dominio ultramarino.69 Hoy día se promueve en muchos países la
arquitectura colonial española como una de sus principales atracciones turísticas.
Véase también
Ver el portal sobre España Portal:España. Contenido relacionado con España.
Historia de España
Historia de América
Ciudad colonial española
Carlos I de España
Felipe II de España
Virreinato de Nueva España
Virreinato del Perú
Virreinato del Río de la Plata
Virreinato de Nueva Granada
Imperialismo
Colonización española de América
Colonización europea de América
Imperio español en Asia y Oceanía
Siglo de Oro
Portugal bajo la Casa de Austria
Guerra de Granada
Conquista de Navarra
Panhispanismo
Expediciones españolas
Leyenda negra española
Hispanidad
Hispanismo
Notas
En 1402, comenzó la conquista de las islas Canarias, primera expansión territorial
castellana en ultramar y antecedente de las exploraciones atlánticas españolas. Con
el descubrimiento de América en 1492 se iniciará el proceso de conquista de estos
nuevos territorios.
Por ser el año en el que España perdió sus últimas posesiones en América (Cuba y
Puerto Rico) y Asia (Filipinas), 1898 es la fecha tradicionalmente asociada al
final del imperio. Sin embargo, España conservaría varios archipiélagos en Oceanía
(islas Marianas, Carolinas y Palaos) hasta su venta a Alemania en 1899. También
mantuvo e incorporó varios dominios coloniales en África, los cuales conservó hasta
la segunda mitad del siglo xx d. C.: el Protectorado español de Marruecos
(independizado en 1956), la Guinea Española (emancipada en 1968), Ifni (entregado
al Marruecos independiente en 1969) y el Sahara español (anexionado por Marruecos
en 1976).
Entre 1873 y 1874, el régimen político vigente fue una república, al igual que
entre 1931 y 1936. Entre 1939 y 1975, la forma de gobierno fue una dictadura.
Según Ruiz Martín (2003, p. 466), esta denominación se aplicaba para diferenciarlo
del Sacro Imperio Romano Germánico.
Henry Kamen comentaría después, España fue creada por el Imperio, y no el Imperio
por España.
Actualmente son cifras equivalentes a la extracción industrial de plata de poco
más de dos años (26 meses) y la aurífera de medio año. Y aunque el estudio de
Hamilton no abarca los casi 150 años hasta que en 1808, bajo un mismo ritmo, desde
la Conquista hasta el año 1808 no se alcanza a superar el equivalente a cuatro años
de extracción de Plata y un año de Oro. El contrabando estimado por Hamilton, pudo
estar más cerca del 10 % que de un imposible 50 %. Los cálculos equivalentes se
basan en datos actuales de extracción tomados de Gold Fields Mineral Services Ltd
(GFMS) y el International Copper Study Group, y reproducidos por publicaciones
mineras, y que describen como la República del Perú solamente durante el año 2007
tuvo una extracción industrial de 170 toneladas de oro, respecto de la producción
mundial de oro (2008) [1]
Para el historiador estadounidense Charles Mann (2006, p. 179-180) dice que España
«no habría vencido al Imperio (azteca) si, mientras Cortés construía las
embarcaciones, Tenochtitlán no hubiera sido arrasada por la viruela en la misma
pandemia que posteriormente asoló el Tahuantinsuyu... La gran ciudad perdió al
menos la tercera parte de población a raíz de la epidemia, incluido Caitlahuac».
Según Mann (2006, p. 133) el Imperio incaico sufrió la primera ola epidémica en
1529 y mató entre otros al Emperador Huayna Cápac, padre de Atahualpa. Nuevas
epidemias se declararon en 1533, 1535, 1558 y 1565, así como de tifus en 1546,
gripe en 1558, difteria en 1614 y sarampión en 1618. Dobyns estimó que el 90 % de
la población del Imperio inca murió en esas epidemias
Según las pesquisas del economista Earl S. Hamilton (1934, p. Capítulo IV), que
estudió los registros de la Casa de Contratación sevillana, en el período de
esplendor de las exportaciones metalíferas comprendido entre 1503 y 1660, llegaron
a Sevilla a 185 000 kilos de oro y 16 886 000 kilos de plata. Sobre esa
investigación Luis Vitale (1992) ha estimado que para establecer el total del oro
extraído por España durante la colonia había que sumar 700 000 kg.
Sin embargo, no fue el fracaso de la expedición de Barradas en 1829 lo que retrajo
a Fernando VII de la reconquista, sino una vez más, los acontecimientos europeos —
ahora la revolución de 1830— que pondrán en primer plano la situación peninsular y
el colapso financiero. Solo por ese motivo, recordará Ballesteros, el rey dio al
fin libertad a sus ministros para tratar, ya sin ningún género de restricciones, la
liquidación del problema de América.
Guerra (1995, p. 87)
No obstante, los proyectos de reconquista, oficiales o particulares, no escasearon
hasta 1833, fecha de la muerte de Fernando VII.
Delgado (1960, p. 113)
Fue parte del protectorado español en Marruecos entre 1912-1956
Vicens Vives cifra la población de Castilla, a finales del siglo XVI, en 6 910 000
personas. Cfr. Historia de España y América, p. 6.
Referencias
«The 10 Biggest Empires in Human History».
«The 10 Greatest Empires In The History Of The World».
Parker, Geoffrey. Felipe II. La biografía definitiva. Planeta. 2010. ISBN: 978-84-
08-09484-5: «No obstante, la rápida y completa conquista de todo el Portugal
continental consta como una de las hazañas militares más impresionantes del siglo
XVI». Pág. 728. «Diez días después de enterarse de la muerte de Enrique, Felipe se
quitó la máscara y firmó órdenes para la movilización de tropas por toda Castilla
para la «Jornada de Portugal». Pág. 721. «En mayo, Felipe se trasladó a Mérida (…)
para pasar revista a un impresionante ejército de 20 000 soldados de infantería
italianos, alemanes y españoles, 1500 soldados de caballería y 136 piezas de
artillería». Pág. 725. «El duque (de Alba), de setenta y tres años de edad, libró
entonces una de las más exitosas campañas del siglo XVI». Pág. 726. «El virrey de
la India le proclamó rey (a Felipe II) en Goa en septiembre de 1581, seguido de
otros puestos de avanzada del imperio portugués, creando el primer imperio global
de la Historia: desde Madrid y a través de Lisboa, Madeira, México, Manila, Macao y
Malaca, hacia la India, Mozambique, Angola, Guinea, Tánger, y de nuevo hasta
Madrid. Los quince arcos triunfales erigidos para la entrada del rey en Lisboa en
junio de 1581 reflejaban esta concentración de poder sin precedentes». Pág. 730.
Thomas, Hugh. El señor del mundo. Felipe II y su imperio, 2013, Planeta, ISBN 978-
84-08-11849-7: «El 13 de junio Felipe se dio cuenta de que tal vez fuera necesaria
alguna acción militar para ganar la corona de Lisboa y movilizó un ejército de 20
000 soldados de infantería y 1500 de caballería bajo el mando del ahora cargado de
años pero siempre dispuesto duque de Alba. En dos semanas ordenó a esta fuerza que
entrara en Portugal. A pesar de su derrota en las Azores, Antonio de Crato se había
proclamado rey y, si Felipe no hubiera intervenido, habría gobernado sin duda. Las
ciudades principales de Setúbal, Santarém e incluso Lisboa habían tomado partido
por él. Siguió una campaña militar de cierta importancia. (…) La lucha fue mayor de
lo esperado, pero de todos modos acabó con la victoria del duque de Alba. La
batalla de Alcántara culminó la rápida y triunfal campaña militar. Entonces todo
Portugal pasó al dominio de Felipe, quien fue declarado rey el 12 de septiembre de
1580. Don Antonio huyó pero fue derrotado de nuevo en Terceira, en las Azores».
Pág. 297.
Schneider, Reinhold. El rey de Dios, 2002, página 148, Edit. Cifra. ISBN: 84-
95894-04-1: «Nunca hubo un momento cumbre de ninguna nación tan brillante como la
conquista de Portugal por Felipe (…) Cuando Felipe hubo realizado, tanto por los
medios diplomáticos como por la guerra, sus pretensiones, que eran, por lo menos,
tan fundamentadas como las de los otros pretendientes y que, además representaban
el derecho, independientemente de documentos, del más capaz, se cerró de hecho el
círculo del poderío español alrededor de la tierra. (…) Para Felipe, que no para su
padre, fue acuñada la palabra de que el sol nunca se ponía en sus dominios: su
imperio colonial es el más gigantesco que hasta entonces ha tenido ningún príncipe
europeo».
Manuel Fernández Álvarez, "Felipe II y su tiempo" Edit. Espasa Calpe, 1998, pág.
537, ISBN: 84-239-9736-7: «Definitivamente, bajo el reinado de Felipe II, Portugal
se convertía en provincia».
John Lynch, Los Austrias (1516-1598) (1993), Edit. CRITICA, ISBN: 84-7423-565-0,
pág. 370: «En los primeros meses de 1.580, y alentados por el gobierno, los nobles
castellanos comenzaron a reclutar fuerzas costeando ellos mismos los gastos,
mientras que las ciudades aportaban tropas, barcos y dinero en un esfuerzo nacional
que hizo resaltar aún más la inacción portuguesa. (...) Felipe II se jactó
diciendo: "lo heredé, lo compré, lo conquisté"».
Braudel, Fernand. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe
II, Tomo II, Edit. Fondo de Cultura Económica, segunda edición en español, 1976,
ISBN: 84-375-0097-4, págs. 713-716: «La guerra de Portugal, que no pasó de ser, por
lo demás, un simple paseo militar, se desarrolló con arreglo a los planes
previstos. (...) Fue la rapidez con que obraron los españoles, y no el
desfallecimiento que se atribuye por algunos al prior, lo que condujo al fracaso
del pretendiente. Para que Portugal fuese enteramente ocupada por los españoles
bastaron, pues, cuatro meses. Al recibir la noticia, las Indias portuguesas se
sometieron a su vez, sin combate. Las únicas dificultades serias surgieron en las
Azores. (...) el asunto de las Azores en los años de 1582 y 1583, donde se salvó el
archipiélago y donde, al mismo tiempo, con el desastre de Strozzi, se disipó el
sueño de un Brasil francés; (...)». La resistencia en las Azores fue sofocada por
Álvaro de Bazán y su flota.
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«La historia de las enseñas españolas es difícil de seguir, desde la formación de
España como nación en el siglo xv d. C. hasta el establecimiento de la enseña rojo-
oro-rojo por Real Decreto del 28 de mayo de 1785. Por lo que sé, desde Carlos I
(1518) hasta Carlos II (1665), el símbolo principal de los barcos españoles, en
diferentes diseños, era la cruz de Borgoña roja sobre un campo de colores
diferentes, con mayor frecuencia blanco [aunque también en azul]. Sólo unas pocas
veces eran vistos los estandartes reales o estandartes con símbolos religiosos, en
campos de color rojo y púrpura. La única enseña documentada aparte de esas es una
utilizada por los galeones españoles.»
José Carlos Alegría
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Otras lecturas recomendadas
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Enlaces externos
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y Portugal, Vol. 1, Cap. 13: «El Imperio español» (en inglés).
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