Madre de Dios, por gracia de Dios la Virgen María fue preservada de toda mancha de culpa original, desde el primer instante de su concepción. Una ausencia total al pecado, y desde el comienzo de la vida, en consecuencia, el Hijo le ha concedido el poder de resistir al demonio, realizando así el misterio de la Inmaculada Concepción, el más notable efecto de la obra redentora. El plan divino para la Virgen María, ser la madre de Dios, y aplastar la cabeza del demonio y ser enemiga perpetua Dios hizo a la Virgen María del mal, por este plan, Ella tenía que inmaculada porque Él es Dios, y estar llena de gracia des del primer porque Él iba a ser su Hijo, y instante de su concepción. porque para Dios no hay cosa imposible.
El 8 de diciembre de 1854 por el Papa Pio IX, declaro el dogma de la
Inmaculada concepción de esta forma; declaramos, pronunciamos y definimos, que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, por gracia y privilegio singular de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios y por tanto, debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles Católicos, apostólicos y romanos. El fundamento teológico del dogma de la Inmaculada. Se puede redimir a un cautivo, de dos maneras: pagando el precio de su rescate (redención liberativa) o impidiendo caer en el cautiverio, (redención preventiva). Esta última, verdadera y propia redención, fue la que se aplicó a La santísima Virgen María. Dios omnipotente, previendo los méritos infinitos de Jesucristo Redentor, para rescatar al género humano con su sangre preciosísima, en la cruz, acepto anticipadamente el precio de este rescate y lo aplico a la Virgen María en forma de redención preventiva, impidiéndole contraer el pecado original
El 27 de noviembre de 1830, la santísima Virgen mando a santa Catalina Laboure acuñar la
MEDALLA MILAGROSA, con esta jaculatoria: oh María concebida sin pecado, rogad por nosotros que recurrimos a vos.
En 1858, a Santa Bernardita, en Lourdes, al preguntar la niña quien era a la Virgen María, Ella le contesto: Yo soy la Inmaculada Concepción.