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Decir que alguien es de buena fe subjetiva no hace referencia a la conducta del sujeto. Así,
por ejemplo, no se puede decir que alguien incumple de buena fe (art. 1107 CC) las reglas
de la buena fe objetiva (art. 1258 CC) pero sí se puede infringir de buena fe una ley o un
pacto contractual.
LA IGNORANCIA Y EL ERROR.
Puede que el agente confiese que ha cometido el hecho que se le imputa, pero
alegue que ha estado de buena fe porque su acción ha sido causada por
ignorancia o por error. Vamos, pues, a examinar ahora cual sería la
consecuencia jurídica de que tal medio de defensa fuese comprobado.
Desde Platón se ha venido distinguiendo entre la ignorancia y el error. En
cuanto a la primera, se ha dicho que es la cúspide del error, es más, que en
ella hay una falta absoluta de representación, y que consiste en una completa
ausencia de toda noción sobre un objeto determinado; mientras que el error no
supone una falta absoluta de conocimiento, pues lo que hay es un conoci-
miento falso.
EL ERROR DE HECHO.
Si el agente alega la existencia de un error de hecho, está afirmando que no
ha existido de su parte intención criminal ni culpa alguna; que no es culpable,
puesto que le faltó el conocimiento exacto de la realidad. Si ello fuere probado,
se impondría el descargo del inculpado, en principio. Pero es necesario que
digamos que no todo error produce ese efecto, pues para que ocurra así, debe
reunir las condiciones siguientes: que sea sustancial y que sea invencible. Se
dice que un error es sustancial, cuando recae sobre los elementos constitutivos
de la infracción. Es lo que ocurre a aquel que creyendo que una cosa le
pertenece, la sustrae; el que creyendo dar un purgante, administra un veneno;
el que creyendo que una mujer es su esposa, tiene contacto carnal con ella;
aquel que, en condiciones capaces de producir su convicción, se cree atacado
no estándolo, y se defiende. Ninguno de ellos puede ser condenado, porque en
todos estos casos, el error es esencial o sustancial. No es sustancial el error,
por el contrario, sino accidental, cuando recae sobre circunstancias que no son
de la esencia del hecho, sino accesorias. Tal es el caso de aquel que,
queriendo dar muerte a Juan, alcanza a Pedro con el proyectil y lo hiere o le da
muerte.
ERROR INVENCIBLE.
Como ya dijimos, para que el error sea una causa de exculpación, debe ser
además invencible. De modo que el error puede ser invencible o vencible. Lo
es de la primera clase, cuando no deriva de culpa, de tal modo que, aún con el
concurso de la debida diligencia, no hubiera podido evitarse. Por el contrario,
es vencible cuando tiene como causa la omisión de aquella diligencia. Por
tanto, si el error es sustancial, no hay delito doloso, y si es invencible, tampoco
habrá delito culposo, y el caso se reduce a un mero accidente. Si el error es
sustancial pero vencible, no habrá delito doloso, pero podrá haberlo culposo.
El error de derecho.
El agente puede alegar que su delito ha sido causado por un error de derecho.
Esta clase de error se nos puede presentar bajo dos formas: el referente a la
existencia de la ley, y el que tiene relación con la interpretación que se le dé a
la misma. En cuanto a la primera clase, un viejo adagio reza: nemo jus
ignorare censetur, o lo que es lo mismo: se presume que todos conocen la ley,
presunción juris et de jure que no admite prueba en contrario, según se ha
dicho durante mucho tiempo.