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Todos estos sentidos son legítimos, cada palabra conserva un aspecto del objeto.
Sin embargo, el segundo neutro singular gana en importancia sobre los demás
puesto que promete descubrir lo que es lo político absolutamente, revelación
previa a toda designación posible de grupos, de hombres y de acciones como
políticos. Es en este sentido como tomamos la palabra, y tratamos de analizarla,
con el fin de encontrar las demás acepciones en su realidad y precisión.
I. El lugar de lo político
El estado político, el hecho de vivir en politías así definidas, es propio a todos los
hombres. Lo político es una dimensión universal de la condición humana.
Universal, pero no uniforme. Si la politía se define en todas partes y siempre por la
búsqueda de la concordia interior y de la seguridad exterior, los tipos de politía
varían según las morfologías. Una morfología es una cierta manera de hacer vivir
a los hombres en sociedad. La banda es el reagrupamiento de cuatro o cinco
familias nucleares en una minúscula politía de veinticinco individuos de media, a
su vez elemento de un conjunto cultural que reagrupa una veintena de politías. La
tribu descansa en una jerarquía de segmentos de linajes que, por mecanismos
espontáneos de fusión y decisión, oponen, en todos los niveles, fuerzas casi
equivalentes y llegan a equilibrios estables. Las variantes originales de morfología
segmentaria son realizadas por el régimen feudal y el régimen de castas. La
ciudad se caracteriza por su pequeño tamaño, por la soberanía absoluta y por el
centramiento en un lugar público, pueblo o villa. Podemos también señalar el
imperio, que reagrupa por la fuerza elementos heterogéneos y la nación, cuyos
miembros tienen la conciencia y la voluntad de compartir un pasado, un presente y
un futuro comunes.
Los actores tienen que elegir entre el estado político y el estado de naturaleza. En
éste, usan toda la potencia recibida de la naturaleza, para perseguir sus fines
egoístas. Por definición, no hay entre ellos ni comunicación, ni cooperación. De
ello resulta para cada uno una inseguridad permanente, una penuria radical y una
no libertad absoluta. Cada uno ignora cuál es la potencia de los demás y si sería
capaz de oponer una potencia superior o igual a la de todo agresor: cada uno vive
con la obsesión de sucumbir en cualquier momento a un asalto exterior. El
aislamiento en el que vive cada uno, impide toda repartición de las tareas y toda
división del trabajo. La eficacia de los esfuerzos de cada uno no tiende hacia nada,
y todos viven en la penuria. En cuanto a la libertad, se desvanece enteramente,
sea cual sea la definición considerada. Si la libertad es la facultad en una gama de
posibles, la penuria cierra el abanico de las elecciones. Si se identifica con el
disfrute de una esfera de autonomía, la inseguridad se reduce a nada. Si, en
definitiva, consiste en la posibilidad de ser parte en las decisiones que
comprometen al actor, la penuria y la inseguridad la eliminan enteramente e
imponen a cada uno obligaciones incontrolables.