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IV.

LAS DOS TEORÍAS DEL SÍNTOMA EN FREUD

En esta clase trabajaremos el síntoma en Freud, para lo cual voy a situar la primera

definición del síntoma en Freud en relación a las dos teorías del inconsciente: el

inconsciente descriptivo y el dinámico. Abordaré esto partir de las Conferencias 17 y 23

de Freud haciendo una lectura aprés-coup.

Luego voy a comentar la relación del síntoma con la inhibición y la angustia, o sea, la

segunda teoría del síntoma en Freud.

Por último, voy a desarrollar algunas cuestiones sobre lo que Freud llama "el peligro de

curarse", es decir, la resistencia del paciente a la cuestión, a la cura misma, que en el

texto "El yo y el ello" conceptualiza como resistencias estructurales.

Para abordar las conceptualizaciones del síntoma en Freud, tomaré como eje de las

Conferencias 17, "El sentido de los síntomas" y 23, "Los caminos de la formación del

síntoma", desde la lectura que Miller hace de ellas en el "Seminario de Barcelona sobre

Die Wege der Symptombildung" (Los caminos de la formación del síntoma"). Estas dos

Conferencias nos servirán de guía para el trabajo porque parecieran ubicarse en un

punto de transición respecto de las dos teorías del síntoma, tal vez por su proximidad al

llamado "codo de los años 20". También porque en ellas Freud intenta, de alguna

manera, articular las dos vertientes de su obra: por un lado, la del descubrimiento del

inconsciente, la de los fenómenos interpretables y por el otro, la de la sexualidad infantil

y el carácter perverso de la sexualidad, definida en relación a lo pulsional en 1905.

Lo que tomaré para comenzar pertenece a las llamadas "Conferencias de introducción

al psicoanálisis", de 1916-17, y es interesante remarcar que la organización temática de

dichas conferencias reproduce, en cierto modo, el desarrollo de los conceptos tal como

se presentaron en toda la teoría freudiana. Si bien el encuentro inaugural del

psicoanálisis fue el encuentro de Freud con las histéricas, la primera parte de las

Conferencias lleva por título y aborda "Los actos fallidos", y la segunda, "El sueño".
Será recién la segunda Conferencia de la tercera parte, titulada "Doctrina general de las

neurosis", la que abordará el tema del síntoma, es decir, la "Conferencia 17: El sentido

de los síntomas". Esta organización y continuidad temática es la misma que la del

síntoma respecto de las otras formaciones del inconsciente en la obra de Freud. En

dicha Conferencia 17 demuestra cómo el síntoma tiene un sentido y que ese sentido es

sexual, lo que emparenta al síntoma con las otras formaciones del inconsciente, que

también se caracterizan por tener un sentido y por configurarse gracias a los mismos

mecanismos, de condensación y desplazamiento. No podemos dejar de recordar a

algunas de las damas de los "Estudios sobre la histeria", cuyos síntomas se abrían

fácilmente a la búsqueda de sentido: Isabel de R., cuyas dificultades al caminar

expresaban simbólicamente la sensación de "no poder avanzar un poco más", por el

desavalimiento frente a la desdichada situación familiar; Cäcilie, que carga con una

neuralgia facial, recortada en su mejilla, y para quien las observaciones de su marido

fueron sentidas como una grave afrenta, como "una bofetada"; hay muchas otras más....

En la Conferencia 23, en cambio, Freud ubica que el síntoma es resultado de un

conflicto entre una aspiración a la satisfacción pulsional y el veto del yo a la misma.

¿Cómo ha llegado desde el sentido sexual de los síntomas al síntoma enlazado a la

pulsión? Para responder a este interrogante seguiremos los "rodeos" que van de la

Conferencia 17 a la 23.

En la "Conferencia 18: La fijación al trauma, lo inconsciente", introduce la idea de la

existencia de una fijación del enfermo a un fragmento determinado de su pasado. Es así

que tanto la cuestión de la fijación a un fragmento del pasado como la del contenido

sexual en juego en los síntomas, son de larga data en Freud. Debemos remontarnos a

los inicios de su teorización, cuando se proponía rastrear el origen, el motivo causal de

los síntomas y su mecanismo de formación. En textos como "Las neuropsicosis de

defensa" (1894), "Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa" (1896)

y "La etiología de la histeria" (1896), el síntoma es pensado como el resultado de un

mecanismo de defensa por el cual el yo trata de defenderse de la presencia de una


representación inconciliable, justamente por su carácter sexual. Sin embargo, cuando

encuentra que esa representación sobrevenida luego de la pubertad no posee ni el

contenido ni la fuerza traumática suficientes para movilizar la defensa y producir un

síntoma, continúa su rastreo hacia el pasado y descubre la existencia de unas escenas

sexuales, de carácter traumático por su irrupción en la infancia, que la mayoría de las

veces - si no todas- consisten en la seducción de un adulto activo que introducía al

pasivo y asexuado niño a la sexualidad. Escenas supuestamente no comprendidas,

silenciosas e ineficaces hasta que se asociaban a la representación de tinte sexual de la

pubertad - maduración sexual mediante - por la que toman su pleno sentido y

movilizan a la defensa. Como vemos, ya desde el inicio, son necesarias por lo menos

dos escenas, o dos representaciones...

En verdad este rastreo en la historia del paciente se correspondía con la idea de que,

arribando a la situación ocasionadora del síntoma para develar su sentido, el síntoma

desaparecería. Sostenía además la creencia de que sería posible hacer desaparecer

las lagunas del recuerdo, arribar hasta la escena primera. Podríamos decir que se trata

de la idea del inconsciente en sentido descriptivo, es decir, lo inconsciente susceptible

de hacerse consciente. Sin embargo, ya en "Sobre psicoterapia de la histeria", de

1893-1895, Freud ubica la presencia de una fuerza que contraría su trabajo de hacer

consciente lo inconsciente, y atribuía esta fuerza a la misma que actuó en la génesis del

síntoma. Allí Freud sitúa estos obstáculos, sobre todo en lo que hace a la posibilidad de

acercarse a los núcleos patógenos a través de todas las redes de representaciones

intermedias que configuran un tejido. En ese sentido, no se trata de una determinación

unívoca del síntoma a partir de una única escena traumática, sino que los síntomas

están sobre_ determinados.

Por otra parte, y en la línea de la afinidad de los síntomas histéricos con el inconsciente

- aquél de las formaciones del inconsciente- , como los ruidosos y plenos de sentido, ya

Freud nos indica algo de lo terco y silencioso de los síntomas obsesivos, puesto que

más allá del sentido que pueda desmenuzarse en ellos, nos dice que lo esencial de la
compulsión de las formaciones psíquicas de los síntomas obsesivos es, antes bien, que

no puede ser resuelta por la actividad psíquica susceptible de conciencia. Algo allí

resiste....

Volviendo a las Conferencias, esta misma cuestión de las resistencias reaparece, tal

como lo aborda en la "Conferencia 19: Resistencia y represión".

En este recorrido que, a través de las Conferencias, va del sentido de los síntomas a los

caminos de su formación, nos encontramos con que las Conferencias siguientes - la 20

es sobre "La vida sexual de los seres humanos", la 21, "Desarrollo libidinal y

organizaciones sexuales" y la 22, "Algunas perspectivas sobre el desarrollo y la

regresión. Etiología"- introducen la sexualidad pero a partir del concepto de pulsión. La

represión es entendida entonces como un destino de la pulsión relacionado con la

fijación de la pulsión al representante de la representación, lo que constituye el núcleo

de la represión primaria, aquello que de ningún modo podrá hacerse consciente. La

represión propiamente dicha recaerá sobre todas las representaciones que entren en

enlace con él, con la contracara del retorno de lo reprimido, por la sustitución de una

representación por otra. Pasamos así del inconsciente descriptivo al inconsciente

dinámico, definido a partir de al represión, de cuestiones económicas y del juego de

fuerzas. El síntoma es pensado como una secuela de la represión, es decir, en relación

al retorno de lo reprimido en tanto formación sustitutiva. Freud plantea que la posibilidad

de dar sentido a un síntoma por intermedio de la interpretación es una prueba de la

existencia de procesos inconscientes, puesto que la formación del síntoma es un

sustituto de algo diverso que está interceptado. Pero además, el síntoma es el resultado

de un conflicto entre la líbido y la represión sexual, tiene el valor de un compromiso

entre ambas corrientes. Los síntomas figuran la práctica sexual de los enfermos que

procede de las fuentes de las pulsiones parciales, como sostenía desde 1905. Tal como

lo indica Miller, encontramos así la idea de que el síntoma tiene un sentido a partir del

cual se goza.

De la Conferencia 17 a la 23, entonces, "se hace camino al andar", ya que de otro modo
no sería tan sencillo dar cuenta de la formación de los síntomas. El veto a una

satisfacción pulsional implica que la pulsión deba dar ciertos "rodeos" en al búsqueda

de la satisfacción. Pues bien, nos dirá Freud que los rodeos son los caminos de la

formación del síntomas; los síntomas son la satisfacción nueva, sustitutiva que se hizo

necesaria por la frustración. Esos "rodeos" consisten en emprender el camino de la

regresión, en una dialéctica entre el desarrollo libidinal y la regresión a los puntos de

fijación de ese desarrollo, a las prácticas y vivencias de la sexualidad infantil.

Hay que decir, entonces, que el concepto de pulsión introduce un cambio importante en

lo que hace a las conceptualizaciones de Freud sobre el síntoma y la sexualidad. El

niño, antes pasivo y asexuado, pasa a ser activo en la obtención de la satisfacción y en

la producción de las fantasías que la acompañan. Implica un pasaje que va del trauma a

la fantasía. En un texto contemporáneo a "Tres ensayos de teoría sexual" (1905), "Mis

tesis sobre el papel de la sexualidad en etiología de las neurosis", Freud reconoce que,

al sostener la incidencia de las escenas sexuales prematuras y traumáticas, no sabía

distinguir entre los espejismos de la memoria acerca de la infancia y las huellas de los

hechos reales. Debió reconsiderar esas escenas como fantasías de seducción. Así,

discierne en este texto el mecanismo de la formación de síntomas ya no como el retorno

directo de los recuerdos reprimidos de las vivencias infantiles, sino que encuentra que

entre los síntomas y las impresiones infantiles, entendidas como la práctica sexual

infantil, se intercalan las fantasías.

Estas preocupaciones de Freud reaparecen en la Conferencia 23 aunque ya no

cuestiona si el punto al que se retrotrae la líbido es traumático o fantasmático, puesto

que lo decisivo es la realidad psíquica y no la realidad material. En este sentido, el

estatuto del pasado es fantasmático y se opone a lo real de la satisfacción. Por otra

parte, esas fantasías, que como una brújula orientan a la líbido en su vocación errante

de búsqueda de la satisfacción, se erigen como un estadío de intermedio en el camino

hacia la formación de síntomas, regresión a la que Freud denomina introversión. Pero

será la regresión a la fijación reprimida la que será llamada por Freud, neurosis. Esto
quiere decir que uno puede ubicar allí dos etapas: una primera etapa que sería la de la

regresión a la fantasía, a la que Freud llama introversión, un término que aparece en

"Introducción del narcisismo" (1914), y una segunda etapa que es la regresión a esa

fijación traumática, la neurosis.

Miller recorta aquí dos cuestiones. En primer lugar ubica que plantear este tema en

términos de fijación reprimida vincula inconsciente y pulsión, aspecto no desarrollado en

este texto pero que se podría abordar desde otros tales como "La depresión" (1915) y

"Lo inconsciente" (1915). En segundo lugar, nos indica que Freud apuntaría de alguna

forma a lo real en el fantasma, es decir, a algo más allá de los relatos típicos de

seducción, castración y coito.

Hemos recorrido entonces un punto intermedio del camino que va del síntoma

emparentado con las formaciones del inconsciente al síntoma en relación al goce, es

decir, del sentido a la referencia real del síntoma.

Con la segunda tópica, la de yo, superyó y ello, cuando el inconsciente se define como

estructural o no coincide con lo reprimido sino que lo excede, y con el más allá del

principio del placer, se abrirá en la teoría freudiana una nueva perspectiva del síntoma

puesto que se separará de las formaciones del inconsciente y se pondrá en serie con la

inhibición y la angustia.

Ahora voy a trabajar la segunda teoría del síntoma, es decir, el síntoma situado por

fuera de las formaciones del inconsciente e integrando la tríada inhibición, síntoma y

angustia. Para ello, el eje será el texto de Freud "Inhibición, síntoma y angustia", de

1925.

Miller, en julio de 1996 - en ocasión de las Jornadas de la Sección Clínica de Buenos

Aires- , orientaba la lectura colocando en paralelo este texto freudiano con el texto de

Lacan "Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos", del año

1973. Allí Lacan sostiene que el síntoma no opera del mismo modo que el grupo de las

formaciones del inconsciente, es decir, sueños, lapsus y chistes, que demuestran su


estructura por el hecho de ser descifrables e interpretables y tener un sentido. Los

sueños de angustia quedan por fuera de dicho grupo.

Hemos dicho que Freud sostiene su teoría en el conflicto, es decir, en el dualismo.

Afirmar que es dualista nos introduce a pensar que Freud se manejaba en dos registros:

imaginario y simbólico. Sin embargo, en este texto, "Inhibición, síntoma y angustia"

presenta una tríada que, podríamos decir, tiene como antecedente otra tríada que es la

que inaugura la segunda tópica, la del yo, el ello y el superyó. Ahora bien, Lacan dirá en

"RSI" que la tríada inhibición, síntoma y angustia es correlativa de los tres registros,

real, simbólico e imaginario. A través de su camino retroactivo trataremos de verificar de

qué manera se puede situar esta correlación.

La angustia es un concepto que ocupó a Freud a lo largo de toda su obra, incluso desde

sus trabajos iniciales, por ejemplo: en el texto "Sobre la neurosis de angustia", de 1895;

en la Conferencia 25 que se llama "La angustia", del año 16-17; en el texto que estamos

tomando hoy como eje, "Inhibición, síntoma y angustia", de 1925; y ya casi en los

últimos años de su teorización en el año 33, con la Conferencia 32 de las "Nuevas

Conferencias de Introducción al Psicoanálisis".

Tal como lo plantea en el capítulo IX de "Inhibición, síntoma y angustia", Freud va a

intentar ubicar el vínculo entre la formación del síntoma y la angustia. Para dar cuenta

de ello voy a tomar textos del comienzo de su obra, necesarios para situar la relación

del síntoma con la angustia, que además se refieren a cuestiones muy actuales de

nuestra clínica del síntoma de este fin de siglo: la angustia actual, ¿qué tipo de angustia

es?

En textos como "Estudios sobre la histeria" y "Etiología de la histeria", Freud va de los

síntomas a la etiología, a la causa. Hace una primera clasificación nosográfica: por un

lado, las neurosis actuales, categoría que subdivide en dos, la neurastenia y la neurosis

de angustia: por el otro, las psiconeurosis que incluían tanto las neurosis - la histeria y la

neurosis obsesiva- como la paranoia, categorización trabajada por Freud en

"Psiconeurosis de defensa", de 1894. Luego va a separar la psicosis - la paranoia- y va


a configurar el grupo de las neurosis de transferencia que son la histeria y la neurosis

obsesiva.

Las neurosis actuales, como su nombre lo indica, no están ligadas a la historia del

sujeto sino que consisten en síntomas provocados por una situación actual y externa al

sujeto que impide, en un determinado momento, el desarrollo de la sexualidad normal.

Freud brinda dos ejemplos: en uno, el sujeto está preso y no puede realizar su práctica

sexual normal, razón por la cual recurre a la masturbación, lo que produce como efecto

la neurastenia. En el otro caso, por la práctica del coitus interruptus - que en esa época

era una manera frecuente de controlar la natalidad- se produce la neurosis de angustia.

Una vez que cesaba la masturbación, cesaba el síntoma de la neurastenia; o bien,

cuando cesaba la práctica del coitus interruptus, cesaba el síntoma de la neurosis de

angustia.

Detengámonos, entonces, en la neurosis de angustia. Freud hace una descripción

fenomenológica de la cuestión. Esta angustia actual no responde a ningún mecanismo

psíquico. En este momento Freud la llama "angustia nuclear": y dice que consiste en

que la libido sexual se transmuta, o se transforma en angustia porque se desvía de su

empleo sexual normal. La angustia es un afecto, una cantidad que en el caso de la

neurosis actuales no tiene representación, no tiene derivación . Es decir que funciona

como una descarga absolutamente automática. Freud la llama también "angustia

realista", justamente porque está ocasionada por algo exterior, por ejemplo, cuando el

sujeto está impedido de realizar su actividad sexual normal. Esto produce una descarga

automática que es la angustia automática y que por ello es una angustia no ligada a

ninguna representación. Por la represión, que impide la actividad sexual normal, se

produce la angustia automática y no ligada a ninguna representación, generando el

síntoma, en un caso de la neurastenia y en el otro de la neurosis de angustia.

Freud va a hacer un contrapunto en "Inhibición, síntoma y angustia" con lo que plantea

en esos textos iniciales respecto de las neurosis actuales. Hará un análisis ya no

descriptivo sino metapsicológico; hay que tener en cuenta que el planteo es del año
1925 en el que ya había establecido el tercer inconsciente, la segunda tópica y el más

allá del principio del placer. En este abordaje metapsicológico lo esencial es que la

angustia no es descarga del afecto, del excedente de energía flotante, sino que es

ligazón, es lazo - como dice Freud -, va a estar ligada La angustia siempre va a estar

ligada a una situación traumática. Por lo tanto, la angustia va a ser la causa, el motor,

de la represión que va a producir la formación de un síntoma sustitutivo. Comienza a

situar a la angustia como un afecto y como algo radical.

¿De qué manera va a demostrar Freud que esta angustia está ligada? Va a abordar la

neurosis de transferencia. Las psiconeurosis, una vez separa la paranoia, pasan a ser

neurosis de transferencia porque son neurosis que, a diferencia de las actuales, tienen

un mecanismo psíquico y van a tener una relación con la historia del sujeto. Además

son posibles de poner en transferencia en un análisis, por lo que reciben su nombre. Se

trata de la histeria y de la neurosis obsesiva; dentro de la histeria encontramos la

histeria conversiva y la histeria de angustia. Voy a situar fundamentalmente la histeria

de angustia para marcar su diferencia con las demás neurosis.

El énfasis estará puesto en la cuestión del afecto. El afecto será definido por Freud

como suma de excitación, algo que se descarga, que es flotante o que se liga según la

neurosis de la que hablemos. Esta suma de excitación, cuando Freud establece la

metapsicología fundamentalmente en los artículos "La represión" y "Lo inconsciente",

pasa a recibir el nombre de investidura y carga. ¿En qué consiste el afecto? Cuando se

reprime la representación el afecto se separa del significante ligado a la misma, y el

afecto, que es una cantidad, se desplaza, se mueve, está a la deriva, está - como dice

Lacan en el Seminario 10, "La angustia" - desarrumado hasta producir una nueva

ligadura, “un nuevo lazo”. En la histeria de conversión pasa a inervar una parte del

cuerpo. En la neurosis obsesiva esa cantidad que es el afecto separado de la

representación reprimida, pasa a cargar a otra representación que hasta ese momento

era indiferente y nimia. Hace de ella una representación no tan indiferente; es lo que

Freud llama la mudanza del afecto que es efecto de la represión. En el capítulo III de
“Lo inconsciente” ubica que el afecto nunca es inconsciente, es siempre un significado

al sujeto.

En "Inhibición, síntoma y angustia", en el primer capítulo. Freud parte de la inhibición

para situar el vínculo entre síntoma y angustia. En las primeras clases de este

seminario, a partir de "Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis",

ubicamos que el síntoma es palabra. Esto se ve claramente en el caso de Isabel de R.;

la palabra como síntoma utiliza como soporte una parte del cuerpo, las funciones

naturales del yo. Tenemos entonces a Isabel con sus dificultades para caminar. Una

pierna deja de moverse, de andar, alterándose la función del yo. La inhibición es

definida por Freud, entonces, como un fenómeno del yo.

Lacan sostiene en "RSI" - un seminario en donde trabaja este texto de Freud- que la

inhibición es siempre asunto del cuerpo, o sea de función. Es renuncia a una función y

por lo tanto es una limitación funcional del yo. El sujeto no puede servirse de su brazo,

de su pierna, de su ojo...,es una limitación de la función del yo.

La inhibición traduce el avance de la pulsión; pero cuando decimos avance de la pulsión

en esta época de los textos de Freud estamos diciendo avance del ello, ya que en 1923

Freud había instalado la segunda tópica. Es decir que la inhibición traduce los avances

de la pulsión del ello sobre el campo del yo. Estas pulsiones insisten compulsivamente

en su repetición para ingresar al terreno del yo. En la “antinomia” yo-pulsión el yo

retrocede, deja una parte de territorio para que lo ocupe la pulsión, el goce. Nos

encontramos, como dice Freud, con que no puede salir a la calle, no puede ir a trabajar,

no puede escribir; tal vez la importancia que puede tener el hecho de estar impedido de

escribir tenga su peso porque se trataba de una época en la que se escribía mucho, no

como ahora que los medios de comunicación (el fax, el e-mail, etc.) son diferentes,

producen síntomas nuevos o efectos distintos. La inhibición, y esto es algo que Lacan

retoma, conduce siempre al no puede, no puede, no puede.

Juanito, por ejemplo, no puede salir a la calle por su miedo a encontrarse con los

caballos, porque sabemos que el sujeto fóbico lo que menos desea es encontrarse con
el objeto fóbico, entonces se inhibe, limita su andar por la calle para que no se provoque

el síntoma de angustia. Juanito limitaba su andar porque en esa época había muchos

caballos en la vía pública y buscaba una manera de que ese encuentro no se produjera.

Pero en esta antinomia del yo y la pulsión - y esto es lo que va a marcar una diferencia

con el momento posterior que Freud va a situar- cuando está en juego la inhibición, el

yo sale derrotado frente a ello, frente a la pulsión, frente al Eso quiere gozar, porque se

retrae.

En el capítulo II Freud muestra el reverso de la angustia. El reverso quiere decir que el

síntoma traduce el avance del yo sobre la pulsión. El yo, por medio de la represión,

impide una satisfacción pulsional del ello. Se instala así el síntoma, como triunfo del yo

porque impide la satisfacción pulsional del ello, mudando el afecto gracias a la

represión. ¿Qué hace el yo frente a esa compulsión, esta insistencia en su compulsión

repetitiva de la pulsión de querer avasallarlo e invadir su campo? Por medio de la

represión impide la satisfacción pulsional del ello; se reprime lo pulsional a través de

mudar a otra representación el afecto que estaba ligado a eso, produciéndose entonces

el síntoma.

Esta es la manera por la cual el yo triunfa sobre el ello. Las pulsiones del ello insisten

compulsivamente en su repetición y el yo se pone en funcionamiento. Para dar cuenta

de esto, Freud se apoya en la histeria de angustia, en un caso de fobia que es Juanito.

Plantea que frente al peligro de la angustia de castración se emite una señal - señal de

angustia, de socorro, de alarma que siempre es un afecto -; el yo a través de esa

angustia señal motoriza la represión de la satisfacción pulsional del ello, a través del

síntoma.

Hay una modificación respecto de lo que Freud planteaba en la época de la formulación

de las neurosis actuales; antes afirmaba que la represión de la situación actual de la

sexualidad producía una angustia automática, flotante no ligada, que a su vez tenía

como

producto neurastenia o neurosis de angustia. Ahora, introducida ya la antinomia entre el


yo y la pulsión, frente a la pulsión que intenta invadir el campo del yo, frente a la

angustia de castración se dispara un angustia señal que pone al yo en acción. El yo

realiza la acción de la represión motorizada por la angustia y que va a tener como

efecto un síntoma sustitutivo. Pero a diferencia de la angustia que se presentaba en las

neurosis actuales, esta angustia no va a ser flotante sino que va a estar ligada siempre

a una situación traumática. La angustia de castración es la disparadora de todo este

mecanismo.

Después de la represión, la angustia de castración aparece desfigurada, deformada,

desplazada, mutilada. Por ejemplo, en Juanito tenemos la angustia frente al caballo que

es su síntoma, una formación de síntoma sustitutiva. Esta angustia de castración

desfigurada en angustia a la mordedura del caballo ha sido trabajado en el punto II,

cuando Lacan (Seminario 4) la ubicaba entre la mordedura de la madre y la no

mordedura del padre; la mordedura del caballo en relación al complejo de Edipo y de

castración.

Poco a poco Freud va a tratar de establecer cierta relación del sujeto con el goce, para

decirlo en términos lacanianos, no con el puro significante. Nosotros habíamos situado

al síntoma como metáfora, como sustitución de significantes, casi de puros

significantes.

Ahora lo que estaría afirmando es que el significante está ligado al goce y el síntoma,

entonces, sería una sustitución de goce, un significante ligado al goce que sustituye a

otro significante ligado al goce. Esto es lo que Freud introduce como esencial y

novedoso en "Inhibición, síntoma y angustia"; por eso Miller recomendaba esta lectura

en paralelo con la "Introducción a la edición alemana de los Escritos" porque lo que

Lacan plantea en ese texto es que lo fundamental del texto de Freud, si bien plantea

que lo que está en juego en el síntoma es la sustitución, es la sustitución de goce.

Respecto del objeto de la fobia hay que decir que pese a ser lo que el sujeto no quiere

encontrar, lo que aspira que no se encuentre demasiado cerca, al mismo tiempo es

necesario que no se encuentre demasiado lejos para posibilitar la solución de


compromiso. Por ejemplo, si el sujeto tiene fobia a los leones es complicado, porque al

león solamente lo va a encontrar en el zoológico, no es un objeto que permita fácilmente

la solución de compromiso.

Aquello que a partir de la histeria de angustia le permite a Freud diferenciar la neurosis

actual, y que al mismo tiempo tiene toda su actualidad, está relacionado con la

diferencia que establece entre la agorafobia y la claustrofobia en relación a la histeria de

angustia. Mientras que la histeria de angustia tiene un objeto recortado - el objeto

fóbico- y la angustia está ligada a ese objeto particular, recortado y acotado, la

agorafobia y la claustrofobia son fobias relacionadas con el espacio y, por lo tanto, con

la locomoción del sujeto; apuntan a situar cómo el sujeto se relaciona con el espacio. En

la clínica actual, en la época global de nuestro fin de siglo, esta novedad que se instala

produce muchos cambios; la demanda proviene menos de síntomas conversivos y más

de síntomas ligados a la angustia, pero no en el sentido de la histeria de angustia

respecto de la angustia ligada a un objeto acotado, recortado, sino una angustia más

difusa, menos ligada, no tan recortada en un objeto, mas del lado del pánico. No

solamente hay más síntomas relacionados con el pánico, lo que trae trastornos

corporales - teniendo en cuenta que hoy más que nunca los pacientes hablan de

cuestiones donde el cuerpo está muy comprometido- sino que también se verificaría

mayor presente de neurosis obsesiva.

El yo, que en la inhibición salía derrotado, triunfa con la formación del síntoma, aunque

tampoco se puede mantener esta antinomia. En el capítulo III de "Inhibición, síntoma y

angustia" Freud va a sostener que el yo no es opuesto al ello, no son opositores porque

en la renuncia misma a la satisfacción pulsional hay otro modo de renuncia misma a la

satisfacción pulsional hay otro modo de satisfacción pulsional. Por ejemplo, Isabel

sentía un dolor en la pierna cuando Freud se la pellizcaba, pero al mismo tiempo del

dolor dejaba entrever que sentía un cierto placer, una cierta ganancia en la enfermedad.

La angustia, en este caso, está ligada a una situación traumática. La señal de angustia

ante la cual el yo motoriza a la represión es siempre reacción ante un peligro. El peligro


es una situación traumática. ¿Cuáles son los peligros de los cuales Freud habla? En

"Tres ensayos...." el peligro es la pérdida del objeto de amor de la madre. En la

Conferencia "La angustia", es el acto de nacimiento y la separación de la madre. En la

frase fálica es la angustia de castración, y después, con "Lo siniestro", va a ser la

angustia de no castración. El peligro, entonces, siempre está en relación a la pérdida.

La energética freudiana es el telón de fondo de la angustia. El peligro real por

acumulación económica es el goce, que en Freud es el desborde económico. La

acumulación de cargas se erige como el peligro fundamental en juego en la angustia

traumática. El peligro real reside en que el montante de carga, es decir la pulsión,

producirá la ruptura de la barrera protectora. El pasaje de la angustia traumática a la

angustia. Se desplaza el peligro de la situación traumática, condición de la producción

de dicha angustia, a la perturbación en lo económico.

En el capítulo IV, con Juanito, Freud introduce lo esencial: una nueva forma de teorizar

el síntoma respecto de la angustia y la inhibición. Del síntoma como metáfora, sustituto

significante, como formación del inconsciente, hay un pasaje al síntoma en su

articulación con la angustia, como sustitución de goce, como una manera de gozar en

tanto sentido gozado producido por la angustia.

Habíamos situado que la angustia desfigurada como mordedura de caballo es una

angustia realista. Pero ¿qué es la angustia? Lacan en "La tercera" plantea que es algo

que se sitúa en nuestro cuerpo. Dice: "¿De qué tenemos miedo? De nuestro cuerpo". Y

en la "Conferencia en Ginebra sobre el síntoma "afirma que Juanito"...tuvo sus primeras

erecciones. Ese gozar primero que se manifiesta, podría decirse en cualquiera (...) -

ese goce- le es ajeno hasta el punto de estar en el principio de su fobia". Juanito está

amedrentado por el goce de su propia erección, goce que no es autoerótico, es hetero y

que Juanito encarna en el objeto externo, el caballo que va y viene, para enfrentar un

cierto tipo de madre y cierto tipo de padre. Su síntoma expresa ese rechazo.

En "RSI" la angustia es situada por Lacan como algo que parte de lo real, un afecto que

no engaña. Es lo que del interior del cuerpo existe cuando hay algo que despierta (por
ejemplo, el sueño de angustia), que atormenta, que hace señal de angustia, de socorro,

de alarma. Juanito se precipita en la fobia para dar cuerpo a la turbación que tiene por

el falo. Es por la turbación que tiene por ese falo, por esa madre insaciable, y

amedrentado por su goce hetero, es decir por sus erecciones que están en el principio

de su fobia, que Juanito inventa una serie de sustitutos del agente de la castración. En

realidad esa invención es propia de cada uno, lo que permite afirmar que no hay sentido

común de los síntomas. Según Freud, la angustia introduce la formación del síntoma

sustitutivo. Tenemos entonces la angustia de castración ante el peligro de pérdida, y el

(-!) como productor de la fobia, del síntoma. De este modo podríamos decir que la

fobia inventa un síntoma como suplencia del Nombre del Padre.

Para finalizar diría que la angustia, en tanto está ligada a una situación traumática,

siempre remite a cómo el sujeto está afectado en su relación con el Otro, cuál es la

manera en que el sujeto está relacionado con el Otro. La causa de la angustia está

siempre ligada a cierto orden de pérdida y la pérdida a la que la angustia está ligada es

la castración, que es el nombre freudiano de la falta y del deseo.

La escritura para el complejo de castración es el (-!). Por otra parte, el objeto α es el

objeto en juego en la angustia, en el punto en que el sujeto se capta como objeto causa

del deseo del Otro. Se produce un exceso económico y ese es el instante en el que la

traducción subjetiva del objeto α es la angustia. Esa angustia primordial no es angustia

señal por el exceso económico que Freud describe y que Lacan conceptualiza como

deseo del Otro. En ese sentido la angustia no es índice de una falta de deseo del Otro

sino de la falla en el apoyo del desamparo freudiano. El sujeto inventa el objeto a que e

lo que le falta al Otro, como siendo el objeto capaz de entrar en relación con el (-! ),

con la falta, con el defecto, con la castración. ¿De qué manera? Debe ser capaz de

sustituirlo sin hacerlo desaparecer, porque la falta tiene que inscribirse, no tiene que

desaparecer.

Tenemos en el caso de Juanito, en la histeria de angustia, el (-! ) como productor de

la fobia, y la escritura que va a hacer Lacan es a sobre (-!), es decir, la relación entre
el exceso y el defecto.

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Quería desarrollar la teoría del síntoma en Freud, porque los textos de Lacan y de Miller

dan por supuesto que esto es conocido, y no siempre es así. Me pareció importante

porque cada una de las cuestiones que vamos trabajando en Lacan no solamente dan

por supuesta la lectura de estos textos - por ejemplo, de "Inhibición, síntoma y angustia"

- sino que advertimos desde el comienzo que ya estaban esbozadas de alguna manera

en estas dos teorías del síntoma en Freud. En la primera teoría y cómo va pasando

hacia la segunda teoría del síntoma.

Voy a trabajar lo que creo es el punto en el que Freud notó que las cosas no eran tan

sencillas. Esto ha sido denominado como cierto pesimismo freudiano en cuanto a que

no hay cura, tal como está planteado en "Análisis terminable e interminable", o lo que él

llama "el peligro de curarse". Es decir, el punto en el cual el paciente, el analizante, no

quiere seguir avanzando porque no se quiere curar dado que vive la cura como un

peligro. Vive la cura como un peligro, algo que conocemos muy bien en nuestra

experiencia como analistas y como analizantes, ese punto en el cual se detiene y no

quiere sabe nada más de eso. En la época del inconsciente divertido parecería que el

paciente quiere curarse, las cosas avanzan y hay una especie de entusiasmo con el

descubrimiento, pero luego hay un punto en el que sobreviene la meseta.

Como ya lo hemos dicho, en principio el aparato psíquico está dividido para Freud en:

consciente, preconsciente e inconsciente. Luego aparece la idea del inconsciente

dinámico; allí donde el inconsciente coincide con lo reprimido; opera entonces el

concepto de represión primaria, de represión secundaria y el de retorno de lo reprimido,

lo que podríamos llamar el inconsciente eficaz.

Posteriormente, con la segunda tópica se presenta una división diferente; el aparato


psíquico va a aparecer dividido en ello, yo y superyó. En verdad Freud va a plantear aquí

la idea de un tercer inconsciente y subrayo esto: está el inconsciente descriptivo, está el

inconsciente dinámico y hay un tercer inconsciente.El primero tiene un sentido

descriptivo porque hay movilidad entre los esquemas; lo que es inconsciente puede pasar

a ser preconsciente y luego hacerse consciente.Con la teoría del inconsciente dinámico no

hay tal movilidad porque lo reprimido primario no retorna, o sea que esta movilidad entre

los diferentres sistemas no es la misma en la primera teoría del inconsciente que en la

segunda. Pero bien finalmente va a aparecer un tercer inconsciente. Entendemos que el

primer inconsciente tiene un sentido descriptivo, porque en esta teoría hay una movilidad

entre inconsciente, preconsciente y consciente, las representaciones pueden desplazarse

del inconsciente al preconsciente y del preconsciente a la conciencia.

Con la teoría del segundo inconsciente la movilidad ya no es tal porque lo reprimido no

retorna, no lo reprimido primario. Retorna sólo lo reprimido secundario.

Y finalmente va a aparecer un tercer inconsciente que tiene algunas articulaciones

bastante complicadas en la teoría freudiana.

Cuestiones planteadas muy desde el comienzo como por ejemplo, el núcleo patógeno de

la época de “La psicoterapia de la histeria”; el objeto traumático en la primer teoría del

trauma; el ombligo del sueño en "La interpretación de los sueños". Ciertos referentes que

Freud había adelantado y no terminaba de aclarar hasta que aquí les da otra significación,

los re-significa..

Podríamos hablar también de la energía pulsional que no se liga a la palabra y que por lo

tanto no tiene posibilidad de articularse. Es decir que en Freud, no toda la pulsión

encuentra inscripción en el aparato psíquico, no hay representante para toda la pulsión,

porque lo que nos queda es un resto que no se puede inscribir y que precisamente Freud

va a llamar “quantum pulsional” que en “Análisis terminable e interminable” va a ser lo

incurable, lo irreductible.
En tanto no se puede articular con la palabra no es dialectizable por la interpretación. Va a

quedar como ganancia primaria de la enfermedad, es decir, beneficio primario; como

masoquismo, como reacción terapéutica negativa.

Con la segunda tópica aparece también una referencia al objeto: a la fijación al objeto

relacionada precisamente con la represión primaria. La represión primaria se vincula a

una fijación determinada al objeto y esa fijación quedaría como resto de la operación de

la represión primaria. Podríamos decir que hay un cierta recuperación de lo que Freud

plantea en “Recuerdo, repetición y elaboración” un texto de 1914, donde relaciona la

transferencia con el cierre del inconsciente. Es decir, el inconsciente que no pugna por

salir; que no es divertido.

Hay una cara motor de la transferencia que justamente va a permitir el despliegue de

todas las formaciones del inconsciente vía represión primaria y retorno de lo reprimido.

Pero hay un punto en que las asociaciones se detienen y que Freud ubica como una de las

caras del amor de transferencia, la que actúa como obstáculo.

Lacan nos dice que el problema de Freud es que él se manejaba con dos registros, que no

tenía la posibilidad de trabajar RSI (real, simbólico, imaginario). Lo que hace que por

ejemplo el concepto de resistencia, sea un concepto sobre el que Lacan va a dar algunas

vueltas. En el seminario I, por ejemplo, la resistencia está más bien planteada a nivel

imaginario, como resistencia del analista y luego la resistencia va a estar más relacionada

con la reacción terapeútica negativa, es decir con el goce.

Hubo un primer momento en que para Lacan en su batalla con los pos-freudianos, era

muy importante aclarar que la resistencia era resistencia del analista (simplificación de

los post-freudianos).

En "El yo y el ello” Freud va a llamar resistencias estructurales a las que no pueden

situarse del lado del analista. Estamos en 1923 y en esta tercera época nos situamos con

Freud en la vinculación de estas resistencias con lo real. Aquello que en el analizante no

quiere ser curado. Hay también aquí otra cuestión que es importante destacar y es que
Freud propone una separación entre la representación y el afecto; el monto de afecto se

separa de la representación. El monto de afecto es desplazado desde una representación a

otra.

En “El yo y el ello” Freud nos va a hablar de un tercer inconsciente no reprimido, se

explicita que no va a coincidir lo inconsciente con lo reprimido por eso se hace necesario

un tercer inconsciente. Nos dice Freud en “El yo y el ello”, capítulo I Consciente e

inconsciente: ”Hemos hablado de que en el yo mismo hay algo que también es

inconsciente, pero que no se comporta igual que lo reprimido”.

Es el núcleo del yo en ese momento para Freud, claro que hay que entender que el mismo

concepto de yo pasa a tener otro lugar que no es el mismo que el que tenía en un

comienzo.

En la primera época Freud definirá al yo como una masa de representaciones. Este era

puesto en funcionamiento por al defensa que es el antecedente del primer inconsciente.

Tenemos así el primer yo como una masa de representaciones y el conflicto entre el yo y

la representación inconciliable. La segunda teoría del yo es el yo unificado de

“Introducción al narcisismo”. En cambio el yo de la segunda tópica no está constituido

sino que es constituyente. Nos dice Freud en “Más allá del principio del placer”, Capítulo

III (Tomo 18) “En el interior del yo es mucho lo inconsciente, justamente lo que se puede

llamar el núcleo del yo. Abarcamos una pequeña parte de eso con el nombre de

preconsciente. Entonces habrá un tercer inconsciente, que no es preconsciente, pero que

tampoco coincide con lo reprimido”.

Lo que se refiere a la famosa frase de Freud de que todo lo reprimido es inconsciente,

pero que no todo lo inconsciente es reprimido. Este tercer inconsciente es el que vamos a

llamar estructural y se define en relación a las resistencias estructurales.

Este núcleo del yo como núcleo del ser que no retorna, se va a vincular con lo reprimido

primario. En “Moisés y el monoteísmo”, Freud habla de los rasgos de carácter que no se


modifican, tienen que ver con algo irreductible que no es dialectizable, que no se puede

tramitar y que por lo tanto no va a ser modificado ni por el fin de análisis mismo. Freud

va a hablar de las resistencias estructurales como resistencias al levantamiento de la

resistencias. Podríamos llamarlo la resistencia del paciente, del analizante a curarse. ¿Qué

pasa cuando el paciente no se quiere curar?, ¿cuándo aparecen las resistencias a la cura

misma, bajo la forma del apego al sufrimiento?

Estas resistencias de las que habla Freud se relacionan con el masoquismo primario, con

el eterno retorno de lo igual del que habla en “Más allá del Principio del Placer” y esto

nos remite a la pulsión de muerte.

Los referentes con los que trabaja en “Más allá del Principio del Placer” son

fundamentalmente distintos del 1) fort-da habla de la muerte de La cosa en el lenguaje

(significante y cosa); 2) la compulsión de repetición se sitúa como diferente de la

repetición tal como Lacan la define en “Los Cuatro Conceptos Fundamentales del

Psicoanálisis”. Una repetición que tiene que ver con lo nuevo, con la repetición

significante y una repetición que tiene que ver con la reproducción con el eterno retorno

de lo igual donde no aparece algo nuevo.

Una repetición ,entonces que estaría más ligada al concepto de inconsciente referido al

significante precisamente las repeticiones significante y la compulsión, de repetición más

ligada como su nombre lo indica(con-pulsión) más ligada a la pulsión, la que funciona

como obstáculo en al transferencia, como obstáculo de lo real.

El otro referente del que habla Freud en “Más allá del Principio del Placer” son los

sueños traumáticos que tienen una larga historia. En la teoría de los sueños tenemos en

primer lugar los sueños como realizaciones de deseos sexuales reprimidos; pero es ya en

esa primera época que aparece el sueño de angustia (Padre ¿no ves que ardo?) Y el sueño

de la inyección de Irma (la carne que no se ve) no se ve claro por más que Freud trata de

demostrar que si, porque ese sueño es un ejemplo de realización del deseo y finalmente

tenemos los sueños traumáticos. El sujeto repite el mismo sueño (no es realización del
deseo). Están ligado el concepto de compulsión de repetición.

Aunque el sujeto sueña una y otra vez el mismo sueño, el trauma no es el sueño. Hay que

separarlos, el sueño es ya una cierta elaboración del trauma, aunque sea un sueño

traumático. Es ya una cierta elaboración del trauma.

Podríamos diferenciar los sueños traumáticos de los sueños de angustia. Y quedan aún

más claramente separados los sueños como realización de deseo que se refieren a las

formaciones del inconsciente.

Estos referentes van a llevar a Freud a plantear que existen ciertas tendencias masoquistas

en el yo. El dice algo muy interesante, porque es muy actual, dice que el yo se apropia

del síntoma, podríamos preguntarnos si esto tiene algo que ver con la identificación al

síntoma (Lacan). Si leyéramos a Freud desde el último Lacan podríamos pensar que esta

cuestión del que yo se apropie del síntoma tiene que ver con cierto saber-hacer (savoir-

faire) con el síntoma. Lo que tendría una connotación positiva para el sujeto, esté en su

fin de análisis o no; es obvio que al sujeto le es útil. Pero a veces el yo se apropia del

síntoma para hacer desde allí resistencia, una especie de resistencia pasiva; para

amurallarse allí. No quiere renunciar a la satisfacción presente en el síntoma mismo. Es la

satisfacción pulsional, el largo camino del neurótico para alcanzar la satisfacción.

Desde este punto de vista: ¿Cómo se sitúa el analista en relación a la satisfacción

pulsional que se obtiene con el síntoma? En algún punto el análisis se sitúa contra esa

satisfacción pulsional, lo que constituye una de las razones por las que la transferencia

misma puede aparecer como reacción terapéutica negativa.

En “El yo y el ello”, Freud habla de cinco resistencias. Tres del yo, una del ello y una del

superyó. De las resistencias del yo una es la resistencia de la represión misma; la

represión misma es una resistencia del yo; la otra en la resistencia de transferencia, y la

tercera (de la B del yo) es la integración del síntoma en el yo. El yo se hace diferente al

síntoma.

La resistencia del ello está conectada a los fantasmas fundamentales, las propofantasías o
fantasmas primordiales que Lacan luego va a llamar fantasma y que en Freud son tres

(Escena primera, de seducción y de castración).

Es decir la relación del sujeto al objeto . Como pensar en Freud esta cuestión de que el

objeto determina al sujeto? (Σ & α). En realidad esta cuestión ya está de algún modo en

un texto princeps de Freud “Pegan a un niño”

En “El yo y el ello” aparece claramente que las resistencias del ello son un punto de

inercia psíquica, de fijación y que esta inercia, ésta fijación es fijación al objeto.

Podríamos decir, forzando un poco la propuesta de Freud, fijación al objeto del fantasma,

el punto en el cual el sujeto no quiere perder la seguridad que le da el fantasma. Hay un

punto de pérdida del marco del fantasma, cierta cuestión de vacilación fantasmática

donde el sujeto ve vacilar la seguridad que obtenía de su fantasma.

En “Análisis terminable e interminable” Freud va a encontrarse con todas estas

resistencias y va a plantear el análisis como interminable en relación a la roca viva de la

castración lo que podríamos llamar la cara real del complejo de castración.

Lo que Freud plantea es que la cura misma es vivida por el sujeto como un peligro nuevo.

Dice en “Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica” de 1919: “Por cruel que suene,

debemos cuidar que el padecer del paciente no termine prematuramente en una medida

decisiva, si la descompensación y la desvalorización de los síntomas lo ha mitigado,

tenemos que erigirlo en otra parte bajo la forma de una privación sensible, de lo contrario

corremos el riesgo de no conseguir otra cosa que mejoras modestas y no duraderas”.

Freud no se conforma con los efectos terapéuticos de la cura y si muy rápidamente el

paciente encuentra un alivio al sufrimiento, habrá que tratar de erigir ese sufrimiento en

otro lugar, porque de lo contrario se tratará de una falsa curación. Nos está planteando al

mismo tiempo, que hay una condición de necesariedad en que la curación aparezca como

un peligro nuevo, que esto va a tener que aparecer o de lo contrario el analizante no va a

conseguir más que algunos cambios modestos y duraderos.

La reacción terapéutica negativa aparece también vinculada a la conciencia de


culpabilidad. Punto irreductible del síntoma por el lado de la necesidad de castigo

(resistencia del superyó) o sea que con la resistencia del superyó Freud va a enfatizar la

relación entre padecimiento, síntoma y goce. Ubicamos aquí los criminales con culpa

freudianos; véase “Dostoievsky y el parricidio” y la paradoja del superyó trabajada

exhaustivamente en “El malestar en la cultura”, donde Freud nos dice:”cuando más

virtuosos más culpables” (criminales actuales sin culpa).

Podríamos dilucidar por un lado la actualidad freudiana del progreso del malestar, las

consecuencias del apego al sufrimiento, de la necesidad de castigo a la que obliga al

superyó y su compañero del masoquismo: nombre del goce en Freud.

El malestar en la cultura de nuestra época, época de caída de los ideales, de caída del

universal parece tener un antecedente en estos textos del ’30 donde el fantasma freudiano

en relación al padre parece vacilar. Entre las resistencias estructurales la resistencia del

ello intenta relacionar, me parece, los conceptos de fijación, pulsión y fantasma.

Hay dos maneras de pensar la fijación en Freud: por un lado la fijación de la pulsión al

representante y la fijación de la pulsión al objeto. Esta última está trabajada en el texto

sobre Schreber, y la primera en “La represión” y “Lo inconsciente”.

En “Pulsiones y sus vicisitudes”, Freud también habla de la fijación de la pulsión al

objeto. A la vez es, porque no hay correlato entre la pulsión y el objeto, porque no hay

relación sexual, que fantaseamos. El tema de la relación entre pulsión y fantasía está

presente en muchos textos de Freud.

Las fantasías conscientes o preconscientes a las que Freud se refiere en “Teorías sexuales

infantiles”; “La novela familiar del neurótico” y “El creador literario y el fantaseo”

intentan obturar el agujero en la trama sexual que hace que las condiciones de amor, o

condiciones de la vida erótica sean tan necesarias para el amor. Los fantasmas

primordiales denuncian la verdad de la castración por eso son inconscientes. Esto nos

llevaría a oros temas; a pensar otros trabajos de Freud sobre el tema del fantasma y su
construcción: “Pegan a un niño”; el texto sobre “El hombre de los lobos” y

“Construcciones en el análisis”.

Nos dice Freud: “La pulsión es independiente del objeto y no debe su génesis a los

encantos de éste”. (en “Tres ensayos sobre una teoría sexual,1905) y también nos dice:

”Tenemos razones para suponer una primera fase de la represión que consiste en que el

representante de la pulsión se le deniega la admisión en lo consciente. Así se establece la

fijación de la pulsión al representante”.(La represión, 1915) y también: “El lazo

particularmente último de la pulsión con el objeto es de fijación, suele darse en los

estadios tempranos del desarrollo de la pulsión y pone término a la movilidad de la

pulsión” (Pulsiones y sus destinos,1915)

Si hay una fijación de la pulsión al representante y otra al objeto; podríamos decir que

una está más referida a los síntomas en plural y la otra al síntoma en singular y a su

relación con el fantasma. Entonces en “La represión” y “Lo inconsciente” Freud acentúa

la represión de ese representante primordial de la pulsión. Lo que se destaca en Schreber,

en cambio, es la fijación a un objeto como detención del movimiento de la pulsión.

La represión primaria se constituye entonces, como fijación, como cicatriz del complejo

de castración (mejor que complejo de Edipo). La fijación allí también implica una

detención de la pulsión en tanto queda fijada, detenida en ese objeto del fantasma: lo que

relaciona síntoma y fantasma.

Relación que habíamos establecido en nuestra última clase en el grafo del deseo, al

introducir la escritura s (A) en la fórmula del fantasma S < S(a)> a y ahora estamos

viendo esa versión en Freud.

Con “Más allá del Principio del Placer”, “Inhibición, síntoma y angustia” y “El yo y el

ello” se produce un movimiento en la conceptualización del inconsciente y de la práctica

analítica que culmina con “Análisis terminable e interminable”. Aparece una cara no

simbólica del complejo de castración relacionada con el ello, el masoquismo primario y

la reacción terapéutica negativa.


El masoquismo primario es constituyente del sujeto y se sitúa más allá del principio del

placer. Está emparentado con la ventaja primaria de la enfermedad, la compulsión de

repetición y los sueños traumáticos. En la ganancia secundaria el sujeto se queja de sus

síntomas. A nivel de la ventaja primaria hay una satisfacción que el sujeto no puede vivir

como tal: ”Horror ante un goce del que no tenía la menor consciencia...” nos dice Freud

en “El hombre de las ratas”.

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