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72 Michel Foucault sino también de los vigilantes, geémo vigilar a los vigi- Tantes? Bentham dice que éste es un problema politico capital. Y si los médicos de prisi6n no fueran tan cobar- des como son —y no le quito un épice a esta frase—, habrfan podido, inicamente con sus revelaciones, dicien lo que vefan, sacudir el sistema de manera conside- rable. Su cobardfa fue, creo, inmensa. Por toda una serie de razones. La principal es que el personaje del médico esté ahora profundamente integrado a la sociedad en la ue juega no solamente el doble papel de comerciante y de sabio, sino también el de experto, casi el de magis- trado. En todo caso, se consideran algo asi como los magistrados de la cétcel. Recuerdo uno de ellos que el otro dia nos hizo unos violentos teproches; era un psi- quiatra de la Santé, Nos decia: «Ustedes no tienen en cuenta la alienacién vivida por el detenido», y continua- ba diciendo: «Ni siquiera se han ditigido ustedes a nos- otros para saber lo que ocurrfa en las prisiones.» Es re- chazando con la severidad més estricta a estos «portavoces competentes» cémo hay que evar a cabo la lucha, pero no sepatando a cualquier agente del sistema. Declaraciones recogidas por A. Krywin y F. Ringelbeim Poderes y estrategias * «La Historia de la Locuran acaba desenmascarando las ilusiones de la liberacién de tas locos. «El Nacimiento de la Clinica» se abre con ta irrision de los humanismos mé- dicos y de las «fenomenologias actfalas de la compre- hensidn». Sin embargo, la doxa izquierdista y postiz- quierdista ba resumido gustosa en el encierro la eficacia y Ia opresin y ba hecho de Michel Foucault una especie de nuevo Pinel que preludia la alegre liberacién de los deseos los limites. El mismo tema sirve para volver el antlisis de los mecanismos de dominacién contra la pura relacién de exterioridad del poder y de Ja plebe, planteando ta re- lacién: Razén Clasica/Encierro = Marxismo/Gulag —eNo hay una especie de trastocamiento que hace de la critice al encietto la palabra clave de los neo- liberaliscios y neopopulismos? “* Publicado inicialmente en Les Revoltes Logiques, n° 4, 1977. 73 14 Michel Foucault Micuet. Foucaui: Temo, en efecto, un cierto uso de la compatacién Gulag/encierro, Un cierto uso que con siste en decir: nosotros tenemos también nuestro Gu- ag: esté en nuestras puertas, en nuestras ciudades, en nuestros hospitales, en nuestras prisiones; est4 aquf, en nuestras cabezas. Temo que, con el pretexto de las «de- nuncias sistematicas» se instale un acogedor eclecticis- mo. ¥ que vengan a cobijarse en é] buen nimero de ma- niobras. Se abarca en una vasta indignacién, con un gran asuspiro Lamourette», todas las persecuciones polfticas del mundo, y se permite asi que el PCF patticipe en un mitin en el que Pliuchtch va a hablar. Lo que autotiza al citado PCF a mantener tres discursos: — en el foro: Henos aqui, vosotros y nosotros, to- dos juntos, cudn infelices somos. Los problemas de la URSS son’los mismos que los de todos los paises de! mundo, ni mds pequeiios ni peores, y reciprocamente. ‘Compattamos nuestras luchas, es decir, dividémoslas: -— a los competidores electorales: Ved cudn libres somos también nosotros frente a la URSS. Al igual que vosottos, nosotros también denunciamos el Gulag: de- jadnos hacer; en el interior del PCF: Ved qué hébiles somos ita evitar el problema del Gulag soviético. Basta con disolverlo en el agua turbia de los encierros politicos en general. Me parece que hay que distinguir entre la institucién Gulag y la cuestién Gulag. Como todas las tecnologfas politicas, la institucién Gulag tiene su historia, sus trans- formaciones y transferencias, su funcionamiento y sus efectos. El encierto de la Edad Clésica forma parte ver- daderamente de su arqueologta. La cuestién Gulag sefiala una eleccién politica, Estén los que plantean la cuestién del Gulag y los que no la plantean. Plantearla quiere decir cuatro cosas: a) No tratar de interrogar al Gulag a partir de los textos de Marx o de Lenin, pregunténdose por medio de qué error, desviacién, ignorancia, distorsién especu- Poderes y estrategias 3 lativa o préctica, la teorfa ha podido ser traicionada has- ta tal punto. Se trata, por el contrario, de interrogar todos estos discursos, por antiguos que sean, a partir de la realidad de Gulag. Mejor que buscar en estos textos lo que po- drfa condenar anticipadamente el Gulag, se trata de pre- guntarse qué es Jo que, en ellos, lo ha permitido, lo que continéa justificéndolo, lo que permite hoy aceptar to- davia la intolerable verdad. \La cuestién del “Guig-ao débc_plantearse aq, términos de error (conversion te: \Gca) sing“de_ real samen 6) No tiitar de situar la interrogacién tnicamente al nivel de las causas. Si nos preguntamos: ¢Cuél es la causa del Gulag (el retraso del desarrollo en Rusia, la transformacién del partido en burocracia, las dificultades econdémicas propias de la URSS)?, hace del Gulag una especie de enfermedad-absceso, infeccién, degeneraciéa, involucién. Se lo piensa tinicamente de modo negativo; como un obstéculo a eliminar, un disfuncionamiento que corregir. El Gulag, enfermedad de maternidad en el pais gue pate dolorosamente el socalismo. La usin del Gulag debe plantearse en términos positives SET probl ma deTas causas no debe $F fl problema del fyfocionamiento: gpara qué sirve?, ¢qué funcionamiento ra? eS te jias se integra?, al ‘eoind operador econémico- politico de un Estado socialista, No ha lugar para ona El conversién historicista,’El Gulag-10 es un FesIGu0, oun? acini, ES ini ‘Pleno presentef—~-—-—— trata de utilizar ungprincipio de filtrafepara hacer Ia critica del Gulag, una Tey que sea TnteMior a nuestto propio discurso 0 a nu io suai ro decir con estoz iti i no sortear el problema asignando las comaillas tnfamantes e irénicas al socialismo soviético, que resguardan al bue- no, al verdadero socialismo —sin comillas— el cual serfa el nico en dar el punto de vista legitimo para hacer una cxitica politicamente vélida del Gulag. De hecho, el iini- co socialismo que merece las comillas de la irrisién es 76 Michel Foucault ‘el que, en nuestra cabeza, lleva la vida sofiadora de la idealidad. Es necesario, al contrario, que abramos los ojos a lo que permite, allf, sobre el propio terreno, resistir al Gu- lag; aquello que lo hace insoportable y que ede dar ef coraje a los hombres del anti-Gulag para levantarse y morit por una palabra o un poema. Hay que saber qué fs 1o que empuja a Mikiel Ster a decir: «no me rendi- ré; y saber también cémo estos hombres y estas mu- jeres «casi ilettados» que habfan sido reunidos (zbajo ‘qué amenazas?) para acusatle, encontraron Ia fuerza para Gisculparle publicamente, Es’a ellos a quienes hay que escuchar, y no a nuestra novelita de amor secular por socialismo. ¢En qué se apoyan, de dénde sacan su encr- gia, qué opera en su resistencia, qué les hace levantarse? TP sobre todo, que no se les pregunte si siguen siendo, siempre y a pesar de todo, «comunistas», como si ésta fuera lacondicién para que. aceptemos escucharlos. be ul fa..cnlo que hacen, @) No aceptar la disolucién universalista en la denun- cia de todos los encierros posibles. El Gulag no es una pregunta que deba plantearse uniformemente a toda so- Giedad, sea cual sea. Debe plantearse especificamente a toda sociedad socialista, en Ia medida en que ninguna de entre ellas, desde 1917, ha logrado funcionar de hecho sin un sisteme mds 0 menos desarrollado de Gulag. ‘En suma, hay que hacer valer, me parece, In especifi- cidad de la cuestién Gulag contra e6da conversion Ge de cu Coa rae ETO, contra conversion’ ricista (que hace de ella un efecto de coyuntara, aislable a partir de sus causas), con- tra toxlaCGicocacion HESRIGD (qe la colocarfa como el epseudosocialismo», en oposicidn al socialismo «en si»), en sus cy ny piene 1. Hay que sefialar que no se encuentra en Francia como en onros palses la sién regular de 1a contracultura soviética. ‘Alll, yo en los textos de Marc, deberlamos buscar nuestro ma- terial de reflexién. Zontra el Gulag no estd en nuestra cabeza, sino 7 sersalizai> en la forma ge- . “Operaciones tienen un pa- pel —y no son suficientes para asegurar una tarea tan dificil: continuar, a despecho del Gulag, haciendo circu- lar entre nosotros un discurso de izquierdas cuyos prin- cipios organizadores contindan siendo los mismos—. Me parece que el andlisis de Glucksmann escapa a todas es- tas conversiones que tan gustosamente se practican. _ Una vez dicho esto sobre la especificis tién del Gulag quedan dos problemas: feed de Te cues — eCémo ligar coneretamente, en un andlisis y en una prictica, la critica de_las tecnologias de ta norma son ue deivan Nstrca é det encierro clésioo; Ie Tacha contra Gulag soviético, en tanto que peligro histéricamente ascendente? ¢Cuéles son las prioridades? 2Qué lazos orgdnicos establecer entre las dos tarcas? —El otro problema, que est ligado al precedente respuesta de éste condiciona en parte la respuesta al pri- mero), atafie a la existencia de una «plebe», obietivo constante y constantemente mudo de los dispositivos de poder. Me parece actualmente imposible dar a la prim gunta Une respuesta perentoria o individual. ‘Hay que tratar de elaborar una a través de las coyunturas politicas que tenemos que atravesar ahora. A la segunda, por el contrario, me parece que se puede ofrecer, por lo menos, io 1 ¢ fa la «pleber como el fondo permanente de la his toria, el objetivo final de todas las dominaciones, el hogar las las rebeldiag“Desde luego, la lidad So¢iolégica. Pero hay si pre algo en el cuerpo social, en las clases, en 165 -grupo: a hos" mismos, im dud 5 ebe en los en Tos individuos, en el , be aes ms, ta {proletatiado, la hay en la burguesta, pero con una extese” 8 ‘Michel Foucault sién, unas formas, unas energias y unas irreductibilidades is ‘sta parte de plebe es menos el exterior poder que su limite, su envés, su contrapunto; es la qu Tesponde a cualquier avance del poder con un movimien- to para deshacerse de él; es, pues, lo que motiva cual. 4 quier nuevo desesrallo de las’relaciones de podeyLa re- “iicdn de Ta plebe puede etectiane de neras: 0 por dominro efectivo; o por su welizaci6n come alee (cf, cl ejemplo de Ta delincuencia eel siglo x1x); 0, fi nalmente, cuando ella misma s¢ fija-segiinunaestratcgia de resistencia, Tomar esté punto de vista_dyTi piel Gren ae ees [fmite con télacién al poder, es is Ie para hacer, isi lispositivoss a partir de abi puede comprenderse su funcionamiento y sus desarrollos. No creo que esto pueda confundirse de ninguna, manera con un enpopulissy ave sustantivaria ala plebe, o un neolibesattstmo-que pregonaria sus dere- chos primitivos. — Hoy se piensa 2 menudo la cuestién del ejercicio del poder en tézminos de amor (al amo) o de deseo (del fascismo por las masas). ¢Puede hacerse la genealogla de esta eer) ePueden capectfcarse Tas formas de conseitmiento, las «razones para obedecer» con las que disfraza su funcionamiento? Es alrededor del sexo cémo se instituye segiin unos la ineluctabilidad del Amo, segdin otros la subversién més radical. El poder esté entonces representado como pro- hibicién, la ley como forma y el sexo como materia de lo prohibido. ¢Este dispositive —que autoriza dos dis- cursos. contridictorios— esté ligado al «accidente» del descubrimiento freudiano o remite a una funcién espe- cifica de la sexualidad en la economia de poder? M. F.—Me parece que no se pueden abordar del mis- mo modo estas dos nociones: amor al amo y deseo de fas masas por el fascismo, Naturalmente, en los dos casos encontramos una cierta «subjetivizacién» de las relacio- as Poderes y estrategias » nes de poder, pero no se produce en ambos del mismo modo. Lo que me molesta en Ta afirmacién del desco del fas- cismo por las masas, es que la afitmacién cubre el defec- to de un anilisis hist6rico preciso. Yo veo en ello, sobre todo, el efecto de una complicidad general en el rechazo a descfrar To que fue realmente el faseismo (rechazo ie se traduce, ya sea por generalizacién: el fascismo est4 en todos Iados y sobre todo en nuestras cabezas, ya sea por Ia esquematizacién marxista). El no andlisis del fascismo es uno de los hechos politicos importantes de estos_il mos treinta afios. Lo que permite hacer de él fcante flotaipe, cuya funcién es esencialmente de denun- See rocedimientos de cualquier pader son sospecho- sos de fascismo, igual como las masas. gon de serlo en sug deseos./Bajé la afirmacién det deseo “thasas sfenten poF al fascismo yace un problema his. térico que no nos hemos preocupado de resolver, ahiea, CFD, Otros pro- blemes, Fs un cierto modo de no plantear el problema del poder 0, mejor dicho, de ponerla de mode que no se pueda analizar. Y ello debido a la inconsistencia de la nocién de amo, visitada sélo por diversos fantasmas: el amo con su esclavo, el maestro con su discipulo, el amo con su obrero, el amo que dicta la ley y dice la’ verdad, el maestro que censura y prohfbe 2, Otra reduccién esté ligada con la de la fi como instancia de poder: de los procedi- ater Tey de prohibicién. Esta reduc- ci6n juega tres papeles principales: — permite hacer valer un esquema de poder que es homogéneo a cualquier nivel que se coloque y en el do- minio que sea: familia o Estado, relacién de educacién © de produccién; permite pensar el poder tinicamente de modo ne- como rechazo, delimitacién, obstéculo, censura. gativ 2. Recuérdese el doble significado que posee en francés imino maitre: «amo» y «maesttor (N. del f) cite EI poder es lo que poder _ash ‘petmite pensar la operacién fi ‘como un acto de palabra: enunciacién de la ley, discurso de lo prohibido, La manifestacin del poder reviste la rma del «no debes». Una concepcién semejante procura un cierto niémero de beneficios epistemolégicos. Y ello gracias u la posib dad de ligarla con una etnologia centrada en el andlisis de las grandes prohibiciones de alianza, y con un psico- andlisis centrado sobre los mecanismos de represi6n. Una tinica forma de poder (lo prohibido) se, aplica asf a todas las formas de sociedad y a todos los niveles de dominio. real, imagiiatio, o’pu- juridico, poco importa— que articula 1o_prohi- $id Soberanfa del Padre, de la Monarqufa, de la vo- funtad general. Con respecto al poder en cuanto suftido, Zs tiende generalmente a subjetivar determinando el punto 7 en el que se hace la aceptacién de lo prohibido, el punto en el que se dice s{ 0 no al poder; hasta tal punto que para dar cuenta del ejercicio de la Soberania se supone ya sea la renuncia a los derechos naturales, ya sea el con- trato social, ya sea el amor al amo. Del edificio construi- do por los juristas clasicos hasta las actuales concepcio- nes, me parece que el problema se ha planteado siem- pre en los mismos términos: un poder esencialmente negativo que supone por un lado un soberano cuyo papel es prohibit, y por el otro, un sujeto que debe en algiin modo decir si a esta prohibicién. El andlisis contem- pordneo del poder en términos de libido continéa es- tando articulado por esta vieja concepcign jurfdica. 4A qué es debido el privilegio secular de semejante anilisis? 2Por qué se ha descifrado tan frecuentemente el poder en los términos puramente negativos de la ley de prohibicién? ¢Por qué la reflexin sobre el poder se hace inmediatamente como sistema de derecho? Puede Podetes y estrategies 81 decitse sin duda que, en las sociedades occidentales, el derecho siempre ha servido de méscara al poder. Pero parece que esta explicacién no es enteramente satisfacto- tia. El derecho fue un instrumento efectivo de sustitu- cién de ios poderes mondrquicos en Europa, y durante siglos, el pensamiento polftico estuvo ordenado por la cuestidn de la soberanfa y sus derechos, Ahora bien, el derecho fue, sobre todo en el siglo xvttr, un arma de lu- cha contra este mismo poder monérquico que se habla servido de él para afirmarse. Finalmente ha sido el modo de representacién principal del poder (y no debe enten- se esta representacidn como pantalla o ilusidn, sino como modo de accién real). El derecho no es ni la verdad ni la coartada del poder. Es un instrumento a la vez complejo y parcial. La forma de la ley y los efectos prohibitivos que implica, deben ser colocados entre otros mecanismos no jutidicos, Ast, el sistema penal no debe ser analizado pura y simplemente como aparato de prohibicién y represién de una clase sobre otra, ni tampoco como una coartada que escuda las violencias sin ley de la clase dominante; permite una gestién politica y ccondmica a través de la diferencia entre legalidad ¢ ilegalismos. De igual modo ocurre con la sexualidad: lo prohibido no es, sin duda, la forma mayor con la que el poder la inviste. —EI anilisis de las téenicas del poder se opone a los discursos del amor al amo 0 del deseo del fascismo. Pero gacaso les deja un lugar libre, al absolutizar el poder, presuponiéndolo como algo que preexiste y persevera en su set frente a una guerrilla igualmente perseverante de masas, y dejando caer Ia pregunta ga quién y a qué sirve? No hay detrés de esto una relacién de duplici- dad entre Ia anatomfa y el marxismo: la lucha de clases rechazada como ratio del ejercicio del poder, funciona sin embargo como garantia ultima de inteligibilidad del aprendizaje de los cuerpos y de los espiritus (produccién de una fuerza de trabajo apta para las tareas que le asigna Ia explotacién capitalista, etc.)? 82 Michel Foucault M. F-~Me patece que es cierto que el poder es siem- pre previo; que nunca esté fuera, que no hay margen para que den el salto quienes estén en ruptura con dl. Pero esto no quiere decir que debe aceptarse una forma ineludible de dominacién o un privilegio absoluto de la ley. Que no se pueda estar nunca «fuera del poder» no quiere decir que estemos atrapados de cualquier forma. on bien forar): — que el poder es coextensive al cuerpo social; no hay entre las mallas de su red playas de libertades ele- mentales; — que las relaciones de poder son intrinsecas a otros| tipos de relacién (de produccién, de alianza, de familia, de sexualidad), en las que juegan un papel a la vez con. dicionante y condicionado; — que no obedecen a la forma iinica de lo prohibido, y el castigo, sino que tienen formas miltiples; — que su entrecruzamiento dibuja hechos generales| de dominacién, que esta dominacién se organiza como, estratcgia més 0 menos coherente y unitaria; que los, procedimientos dispersos, heteromorfos y focales del po- | der son reajustados, reforzados y transformados por esas estrategias globales, y todo ello con numerosos fenéme- nos de inercia, desfases y resistencias; que no hay que plantearse un hecho primero y masivo de dominacién (una estructura binaria con, por un lado, los «dominan- tes» y, por otro, los «dominados»}, sino més bien una produccién multiforme de telaciones de dominio que son parcialmente integrables en estrategias de conjunto; — que las relaciones de poder «sirven», en efecto, pero no porque estén «al servicio de» un interés eco- némico dado como primitive, sino porque pueden ser utilizadas en sus estrategias; — que no hay relaciones de poder sin resistencias, que \ éstas son tanto més reales y eficaces en cuanto se forman | en el lugar exacto en que se ejercen las relaciones de { poder; la resistencia al poder no debe venir de afuera para ser real, no esté atrapada porque sea la compatriota del poder. Existe tanto més en la medida en que cat | Poderes ¥ estrategias 83 allt dondé ead ef poder; es pues, como él, multiple ¢ in- tegrable en otras estrategias globales. La lucha de clases puede no ser asf la «ratio del ejer- cicio del poder» y ser, sin embargo, «garantia de inteli gibilidad» de ciertas grandes estrategias, —E] andlisis de la guerrilla mase/poder, ¢puede esca- par a los pensamientos reformistas que hacen de la re- vuelta el signo que obliga a una adaptacién, o el sefiuelo por el cual se introduce una nueva forma de dominio? gPuede pensarse el rechazo més allé del dilema del re- formismo y el angelismo? En la entrevista de L’Arc con Deleuze se daba a la teoria la funcién de una caja de hertamientas al servicio de temas politicos nuevos, sobre Ta base de experiencias como la del GIP. Hoy que los. partidos tradicionales han reinstalado su hegemonfa en la izquierda, gcSmo hacer de la caja de herramientas algo mis gue un instrumento de busqueda en el pasado? M. F—Hay que distinguir entre la crftica al refor- mismo como prdctica politica, y la critica de una prictica de la que se sospecha que puede dar lugar a una refor- ma. Esta segunda forma de critica es frecuente en los grupos de extrema izquierda y su utilizacién forma parte de los mecanismos de microterrorismo con los que a menudo han funcionado. Consiste en decir: «Atencién: cualquiera que sea la radicalidad ideal de vuestras inten- ciones, vuestra accién es reformista si es local, vuestros objetivos lo son si son aislados, el adversario podré sol- ventar la situacién en este punto preciso, ceder si es necesario, sin comprometer nada de su situacién de con: junto; y lo que es més, se dard cuenta, a partir de ello, de los puntos de transformacién necesarios; y por ahf se os recuperaré.» Se ha lanzado ¢l anatema. Ahora bien, me parece_gug esta critica «por» el reformismo reposa abe ape el desconocimiento_de la reforma estratégica que evisten_los_procesos SE se admite que O§_12_1U6 forma a Ta ver general y concreta de la lucha, es la con- Mt Michel Foucault tradiccién, entonces es cierto que todo lo que permita localizarla, todo lo que permita integrarla, tendré el valor comniderable. 2Cémo es que, desde el siglo x1x, se ha tendido a disol- ver tan considerablemente los problemas especificos de Ta lucha de clases y de su estrategia en la [6gica pobre de la contradiccién? Hay para ello toda una serie de razones que habré que intentat apalizer un dia, En Sbjetivos, cus medios, sus procesos, segiin una I6gica que cesté liberada de coacciones esterilizantes de la dialéctic TUNG fio es mejor que la otra, sin dud indes Estados del siglo x1x produjeronGh pe esta mientras que las luchas revolucion ido més que de modo coyuntural, y tratando siempre de inscribitlo en el horizonte de la contradic- cién; — Ia fobia de la eéplica reformista en el adversatio estd ligada también a otro ertor. Es el privilegio que se concede a lo mpletamente en serio, la feofTa més débD un ataque local no ten- dita se pitimidad mas que si estuviera dirigido hacia el elemento que, al saltat, permitiria la ruptura total de la cadena: accién local, pues, que por la elec- cién de su emplazamiento actuard sobre todo de modo radical, Por lo que respecta a esto, serfa necesario que nos preguntésemos por qué esta proposicién ha tenido tanto éxito en el siglo xx y por qué se la ha erigido como teorfa, Por supuesto, permitié pensar lo que para el mar- xismo era imprevisible: la revolucién en Rusia. Pero de un modo general, hay que teconocer que se trata de una propuesta no dialéctica sino estratégica —y muy elemen- Poderes y estrategias 5 tal, por afiadidura—. Fue el minimo de estrategia exi- gida por un pensamiento regido por la forma dialécti- ca y que permanecié muy proximo a la dialéctica porque enuncié 1a posi de que una situacién local va- liera como contradiccién del todo. De ahi ta solemni- dad con que erigié en «teorfa> esta proposicién

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