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ni tu tulipán
Lighling Tucker
Copyright © 2020 LIGHLING TUCKER
1ªedición Marzo 2020.
ISBN
Fotos portada: Shutterstock.
Diseño de portada: Tania-Lighling Tucker.
Maquetación: Tania-Lighling Tucker.
***
—Te tengo.
Adán estaba a su espalda, con las manos en su cintura
sujetándola de tal forma que supo que estaba perdida. Además,
su susurro en su oído había sido la cúspide y Marie sabía que
todo su cuerpo se había encendido.
—¡Ah! Por eso vino Sneeze a por Carmen con tanta
velocidad, chico listo. Tienes secuaces.
A él no le importaron sus palabras, aquello solo era música
para sus oídos. Estaba a su espalda y ella quería mucho más de
ese hombre.
La apretó contra su cintura dejándole claro lo que pensaba,
cosa que la hizo sonreír porque le encantaban los argumentos
que alegaba en aquel preciso instante. Su erección en su
trasero era suficientemente convincente como para seguir
adelante a pesar de la multitud.
Adán sacó su teléfono móvil para colocarlo ante ella y
hacerse ambos un «selfie» cariñoso.
—Quiero inmortalizar tu cara de ahora y la de después de la
fiesta —le explicó.
Fue en ese momento en el que se dio cuenta que, quizás,
acababa de despertar a un monstruo sexual. Estaba atrapada
por un hombre demasiado caliente y ya sentía como se
quemaba.
Eso le hizo plantearse si alguna vez había estado con
alguien que pudiera excitarla tanto.
—Yo también tengo un regalito para ti.
—¡Qué atento! No te hacía tan detallista —bromeó
esperando que le diera sus calzoncillos.
Era un juego curioso el que se traían los dos, uno que podía
salirles algo caro, aunque quizás no tanto. Puso la mano a la
espera de esa prenda que quería de él, iba a lucirla como un
premio después de esa noche.
Él colocó algo en su mano, la textura le hizo fruncir el
ceño, confusa. No era nada textil, sino algo gomoso, casi
asiliconado. Al final, disimulando para que el resto de
personas no viera nada, lo bajó para poder ver lo que era.
Una pequeña píldora amarilla, de silicona y con una cuerda
era lo que tenía en la palma de la mano. Era un juguete sexual,
no uno cualquiera. Ese cacharro tenía un mando que
controlaba lo mucho o poco que pudiera vibrar y el momento.
Entonces lo vio todo claro: él tenía el control.
—Póntelo —ordenó de forma caliente en su oído antes de
morderle el lóbulo de la oreja.
Marie se contuvo por no desear meterle esa píldora en el
trasero, sin embargo, decidió ceder porque estaba lo
suficientemente caliente como para probar algo así ante tanta
gente.
—Yo pensaba que ibas a follarme… —se quejó haciendo
un mohín.
Adán, que aún seguía a su espalda, le tomó la barbilla al
mismo tiempo que frotó su erección contra su trasero.
—Voy a romper los pantalones por tu culpa. Lo haré, te
follaré. Solo que antes quiero que nos divirtamos un poco.
Marie supo que la promesa era real. Ella había abierto la
veda, ahora no podía cambiar las reglas del juego. Así pues, el
primer paso era encontrar un lavabo o un rincón donde
ponerse aquel cacharro.
—¿De dónde lo has sacado?
Adán rio en su oído provocándole cosquillas, eso hizo que
inclinase la cabeza de tal forma que su oreja cayó sobre sus
labios. No supo desaprovechar esa oportunidad y lamió su
lóbulo dejando que el placer se expandiera por su cuerpo.
Marie jadeó en busca del aire que le estaban robando, sintió
la excitación humedecerla tanto que casi maldijo no llevar
ropa interior.
—¿Te acuerdas de las máquinas de las que nos reímos? —
preguntó poniéndola en antecedentes.
Al poco de llegar a la isla habían encontrado máquinas
expendedoras de condones y diferentes juguetes de índole
sexual. Todos se habían mofado como adolescentes de las
cosas que había en su interior como si jamás hubieran visto
una.
Marie entonces recordó como Adán se había acercado con
la excusa de hacer una foto, cosa a la que no le había dado más
importancia. Ahora comprendía su interés por algo tan banal
como una máquina de condones.
—Eres malo… —rio.
Adán apoyó su mentón en su coronilla dejando que el peso
fuera lo suficientemente soportable.
—Me gusta jugar y tú pareces la jugadora indicada.
No podía negar que tener aquel artefacto en sus manos la
provocaba. Era como una declaración de guerra sexual que no
podía dejar pasar porque se moría por más. Él despertaba su
espíritu curioso.
¿Hasta dónde estaban dispuestos a llegar por el placer del
otro?
Miró a su alrededor para descubrir que la gente bailaba,
nadie estaba pendiente de nadie. Bailaban, reían y se besaban
sin tener en cuenta el resto del mundo. Eso le dio una nueva
idea.
Giró sobre sus talones, no sin antes dejar su copa en la
mesa que tenía delante, tomó a Adán de la mano.
—Ven conmigo —le dijo.
Tiró de él entre la multitud hacia una de las esquinas de la
cubierta. Justo allí, ella lo usó para que, con su musculoso
cuerpo, la tapase por completo. Adán solo supo dejarse llevar
no sin fruncir el ceño.
—Estate quieto —le regañó.
Y ahí fue cuando dobló la apuesta del juego que se traían
entre manos. Con el vibrador todavía en la mano, se lo metió
en la boca dispuesta a lubricarlo bajo la atenta y fogosa mirada
de ese hombre.
Solo dejó la cuerda fuera de sus labios, la que usó para tirar
del aparato y sacarlo completamente lamido. Uno que se
encaminó hacía abajo en busca del lugar donde tenía que
meterlo.
Adán jadeó por la sorpresa y comprendiendo lo que estaba
a punto de hacer, la cubrió mucho mejor. No quiso que nadie
contemplase las vistas que le estaban regalando
exclusivamente a él.
Marie remangó un poco su vestido y llegó hasta la apertura
donde metió el vibrador. Entró sin problemas por culpa de lo
excitada que estaba, hasta aprovechó para dejar escapar un
gemido provocativo.
Después, como si nada hubiera pasado, se irguió
colocándose bien el vestido y pasando las manos por las
dobleces que se habían formado y sonrió como si fuera una
niña buena.
—Joder, estás peor que yo —confesó Adán.
Su mirada podía quemar un auténtico mundo, la
contemplaba con tal intensidad que solo supo que aquellos
ojos azules escondían la puerta al placer, uno que se moría por
saborear.
Adán la tomó de la barbilla, aunque no desde abajo como
antes, la abarcó con dos dedos por los lados y la lanzó hacia su
boca. Marie jamás hubiera sabido explicar lo que ese beso le
provocó.
Aquel hombre estaba caliente y la tomó como si de un
asalto se tratase. Sus labios golpearon los suyos con crudeza y
cautela al mismo tiempo. Su lengua arrasó toda su boca en
busca del placer que ambos perseguían.
Marie tuvo que agarrarse a sus brazos cuando sintió que
caía, su beso estaba provocando que sus piernas dejasen de
funcionar y él uso sus manos para tomarla del trasero.
Estaba siendo besada ya que ella, a pesar de usar la lengua,
no podía seguir su ritmo. Él le estaba produciendo tanto placer
que se dejó hacer, gimió en su boca sintiendo todo lo que tenía
que entregarle.
Para cuando se separaron, una de sus manos soltó el
afianzado agarre de su cuerpo para pasarle un dedo por sus
abultados labios.
—Me encantan estas vistas. Tú y yo vamos a divertirnos —
prometió provocando que Marie, la cual jadeaba sin cesar, solo
pudiera asentir.
CAPÍTULO 15
***
—¿Y qué tal te llevas con tus ex? ¿O los tienes todos
escondidos en tu armario? —preguntó Adán mientras
paseaban por la playa.
Después del esquí acuático habían ido de paseo a una cala
preciosa donde, por fin, estaban pudiendo tomar el sol y
disfrutar de la buena vida. Eso sí eran vacaciones, sin
excursiones o torturas.
Marie se tensó en cuanto escuchó las preguntas, lo miró de
soslayo tratando de vigilarlo y carraspeó.
—No acabé bien con ellos. Supongo que, como todos,
malas relaciones y eso. Dicen que todos tenemos nuestros
propios cadáveres en el armario.
Esa no era la respuesta que esperaba y Marie lo supo. Él
quería detalles jugosos que no pensaba contar, su pasado era
suyo y no iba a permitir que nadie ahondase en él por muy
guapo que fuera.
—¿Y las tuyas? ¿Ha habido muchas?
Adán rio encajando el golpe.
—Pocas, la verdad. No soy de esos que se enamoran una
vez en semana. Con una acabé muy mal, me trajo a su
hermano para que me quemase el bar y todo. Y otra quedó
como una conocida, al final de nuestro trayecto nos dimos
cuenta de que no nos gustaban las mismas cosas y queríamos
cosas distintas de la vida. Lo dejamos y quiero creer que ahora
es feliz.
El corazón se le encogió al escucharle hablar tan bien de
una mujer que había formado parte de su vida. No eran celos,
no, era envidia sana. Le parecía muy maduro acabar sin
dramas, solo exponer que ya no buscaban lo mismo. Que no
estaban en el mismo andén del viaje.
Marie tuvo que sentarse, lo hizo en la orilla dejando que el
agua mojase sus pies con el vaivén de las olas. No tardó en
imitarla y colocarse a su lado.
—Tal vez sea estúpido, pero me gustaría conocerte.
Quisiera saber más de ti, de tu familia o, quizás, tu color
favorito. No sé, algo que nadie sepa, que solo sea tuyo.
Conocerte de verdad.
Marie sintió el miedo atascándose en la garganta. Aquello
no era la mejor de las noticias, era un drama y solo sintió
ganas de llorar. Se pasó las manos por el rostro tratando de
evitar las lágrimas y adoptó la máscara que solía ponerse
cuando eso ocurría.
—No hay mucho que conocer. Carlos y Carmen son como
mis hermanos, tengo una abuela loca que solo piensa en tirarse
a algún chico joven. Trabajo como becaria y solo espero que la
vida me dé fiesta, alcohol y sexo.
Era una imagen pobre de la vida. Una que le mostraba al
resto del mundo porque así, ella, la real, quedaba en una
realidad paralela.
—Pues yo te diré que tengo una hermana mayor, Esme. Es
toda una cosmopolita y toda una «influencer» de esas que
están tan de moda. Ha trabajado mucho para llegar hasta
donde está y tiene millones de seguidores. Mi familia es
importante para mí, aunque paso poco tiempo con ellos.
Marie se abrazó a sí misma alejando el frío que le entró de
repente.
—¿Por qué?
Sabía que no tenía derecho a preguntar nada. No estaba
explicando nada de sí misma y mostraba curiosidad por la vida
de él. Era egoísta y se regañó mentalmente por no poder estar
a la altura.
—Mi madre es una mujer muy ocupada. Lo estuvo toda mi
infancia y siempre nos metió en los mejores colegios creyendo
que todos los profesores, monitores y actividades
extraescolares llenaban los espacios que dejaba. Crecimos
solos, cuidándonos entre nosotros. De mayores nos impuso ser
lo que ella quiso, Esme cedió deseando estar a la altura de las
expectativas de mi madre y yo decidí tirar mi carrera a la
basura y montar un bar.
Adán se pasó una mano por el pelo, una con la que pudo
ver que temblaba.
—Quería tener una gran empresa porque solo ella lo
deseaba. Era muy importante para mi madre que yo siguiera la
tradición familiar y, de pronto, me vi solo un número. Un hijo
más en una familia que debía cumplir las expectativas. No
habría nada destacado en mí. Generaciones después solo se
diría que Adán fue empresario como su padre, su abuelo y su
bisabuelo, te toca serlo. Quise marcar la diferencia.
Aquello fue muy profundo, demasiado. Sintió que tenía al
verdadero Adán ante ella, al que sufría por las decisiones
tomadas y el que deseaba ser alguien diferente a lo que le
habían marcado.
Marie, producto de la ternura, solo supo abrazarlo. Él la
recibió encantado y la estrechó con fuerza. Ninguno dijo nada
más, solo dejaron que las olas hicieran el resto mientras
pasaban los segundos.
—Me estás tocando una teta.
—Sí y si pudiera me la comía aquí mismo —confesó Adán.
Rieron separándose. Aquel momento había sido demasiado
tenso como para no hacer una tontería así. Ellos no eran
personas serias que se lamentaban de sí mismas, eran pura
pasión.
—Tenemos que echar uno antes de abandonar Ibiza —
comentó Marie.
Adán pareció iluminarse en aquel momento. Sonrió dejando
entrever que una idea acababa de cruzar su mente, una que
pensaba llevar a cabo muy pronto. No tardó en ponerse en pie
en un salto y tomarla de la cintura.
—¿Qué tal se te da nadar? —preguntó.
Marie cabeceó un poco antes de contestarle que lo hacía
bastante bien, aunque no supo ver qué tenía que ver todo
aquello.
—Sígueme —pidió metiéndose en el agua.
Lo siguió, deseaba ver qué se traía entre manos y, además,
estar con él era casi como respirar, le salía solo. Supo que
hubiera podido nadar hasta la península de habérselo
propuesto.
Se alejaron de la poca gente que había allí, se fueron a una
zona apartada, casi cerca de las rocas y donde la calma era
absoluta. Solo entonces fue capaz de vislumbrar lo hermoso
que era aquel lugar.
Miró la cala al completo, también a sus amigos jugando con
las palas y una pelota y Juan llegar con bebidas del
chiringuito. Solo pudo certificar que estaban en el paraíso, no
existía lugar en el mundo mejor que ese.
Adán, que sí hacía pie, la tomó de la mano para acercarla a
él. No tuvo tiempo a reaccionar cuando ya lo tuvo sobre sus
labios. Los devoró con urgencia como si hiciera muchísimo
tiempo que no los tocase.
Marie respondió entrando con su lengua, deseaba saborear
su boca, en la que podría perderse durante meses. Él sabía
besar, conocía exactamente en qué punto apretar para que
perdiera el control.
Nunca antes nadie había resultado tan peligroso.
Envolvió sus piernas alrededor de su cintura cuando se
cansó de nadar. Cayó justo en su entrepierna, su polla dura le
dio la bienvenida. En aquel instante comprendió lo que Adán
deseaba que pasase.
Mordiéndole el labio inferior, bajó una de sus manos hasta
la unión que tenían en el punto más caliente. Entró en su
bañador justo para tocarle la polla, una que se estremeció en
cuanto la tocó.
—Estás caliente —jadeó Marie en su boca.
—Tú querías follar antes de irnos de Ibiza —se justificó
cerrando los ojos de puro placer.
Dejó que su mano subiera y bajara como si de una
coreografía se tratase, una que hizo que él gimiese antes de
dejar que su frente chocase con la de ella. Se miraron, lo
hicieron intensamente sabiendo que el resto del mundo
acababa de desaparecer.
—Me pones muy cachondo —reconoció Adán.
—Vas a metérmela hasta el fondo —le indicó Marie
aumentando la velocidad de su paja.
Él, sin palabras, solo pudo asentir dándole la razón.
—Quiero que sepas que estoy limpio, no tengo
enfermedades ni nada.
—Y yo tomo la píldora.
Era una conversación poco agradable, sin embargo,
necesaria. Tenían que dejar claro que el sexo era seguro y que
no iban a transmitirse nada. Eran los dos jóvenes y sanos, eso
le hizo pensar en, ¿cuánto de jóvenes eran?
Tenía que preguntarle la edad después, cuando soltase su
polla y la hubiera exprimido lo suficiente.
La mano de Adán tomó uno de sus pechos, uno que pellizcó
un poco lanzándola a la locura. La delgada línea entre placer y
dolor le arrancó un gemido que Adán silenció besándola.
No podían llamar la atención por muy alejados que
estuvieran.
Descendió con perversidad y alevosía, recorriendo sus
curvas loco por lamerla, algo que el agua no le dejaba. Su
cuerpo estaba hecho para saborearlo, para disfrutarlo a
conciencia.
Jadeó cuando llegó a su intimidad y apartó la tela que le
molestaba. No tuvo piedad, la penetró con un dedo haciendo
que sus pupilas se dilataran por puro placer. Lo miró de tal
forma que juró poder derretirse allí mismo.
—Adán… —susurró.
Marie, maliciosa, soltó su polla cuando comenzó a bombear
fuerte con su dedo. No solo eso, se cogió a su cuello con
ambas manos dándole pie a meter un segundo dedo que la hizo
sentir completa.
Él sabía tocarla, sabía estimularla de forma en la que la
cordura se perdiera lejos de ellos. No podían hacer eso en
público y, en cambio, solo sabía que estaba cachonda y que lo
necesitaba.
Cuando usó su dedo pulgar para estimularle el clítoris supo
que era un maestro, uno que tenía como misión llevarla al
orgasmo cientos de veces. No tardó en sucumbir, se estremeció
sabiendo que llegaba el momento y solo supo buscar sus labios
para besarlo.
Gritó, pero nadie la escuchó, solo él que la devoró sin
miramientos y de forma salvaje.
Cuando el placer se disipó, apoyó la cabeza en su cuello
mientras trataba de tomar el aire que acababan de robarle.
—Joder… —dijo entre jadeos.
Adán, moviendo la cabeza, la obligó a mirarlo fijamente.
—Vas a mirarme cuando te folle —le ordenó.
Marie asintió sin darse cuenta. Él no necesitó más palabras
o actos que le impulsasen a seguir.
Ayudándose con una mano, apartó un poco más la tela de
ella y se bajó lo suficiente el bañador. Después movió su polla
sobre sus labios vaginales sintiéndose en el cielo, aquel lugar
era suyo.
La penetró gimiendo cuando comprobó que el cuerpo
dilatado de Marie le daba la bienvenida. Arrasó su piel
dejando que entrase en ella hasta lo más profundo. Solo se
detuvo cuando lo estuvo por completo.
—Me importa una mierda lo que pase después, pero ahora
eres mía —sentenció Adán.
Marie suspiró de placer cuando comenzó a bombear. Sentía
la cabeza dar vueltas a su alrededor por culpa del placer. Lo
único que supo hacer fue apretar más fuerte las piernas a su
alrededor al mismo tiempo que él la tomaba de las caderas
para acompañar el movimiento.
La subió y la bajó a placer dejando que su polla entrase
hasta el fondo. La penetró de forma salvaje al mismo tiempo
que se besaban con ferocidad.
Se habían propuesto fundirse el uno al otro y sabían que esa
era la forma. Allí, en una playa puramente paradisíaca y con el
falo de Adán dentro de su intimidad. Ese iba a ser su recuerdo
favorito.
—Voy a…
No pudo terminar, llegó al clímax al mismo tiempo que la
lengua de Adán entraba en su boca. Tomó su placer como suyo
propio y la penetró con fuerza mientras subía el ritmo.
Quizás fue la presión por ser visto o que se tenían tantas
ganas que supo que estaba a punto de alcanzar el clímax. Notó
como el orgasmo de Adán llegaba por la forma en que
comenzó a respirar y gruñó cuándo la abandonó sacándola
fuera de su cuerpo.
Veloz como un rayo, volvió a cabalgar sobre él y solo pudo
disfrutar con sus ojos abiertos por la sorpresa.
—Marie, voy a correrme —la advirtió.
—Y vas a llenarme.
No hizo falta palabra alguna más, Adán explotó entre
gemidos mezclados con jadeos y suspiros en un intento de
respirar. Fue tan explosivo que, inconscientemente, le clavó las
uñas en las caderas.
Marie disfrutó con él, con cada espasmo que le recorrió,
con cada temblor que sintió y con cada jadeo que profesó. Fue
su espectáculo particular, lo observó como una obra de arte.
Adán, derrotado, dejó que su frente cayera sobre el hombro
de ella y ahí se quedó. Por su parte, Marie, siguió abrazándolo
y sin desenvolver las piernas alrededor de su cuerpo.
Se permitieron sentir el corazón del otro, completamente
desbocados con lo que acababan de hacer.
—Es la primera vez que dejo a alguien que se corra dentro
—susurró Marie al mismo tiempo que le acariciaba el pelo.
Adán se tensó unos instantes antes de contemplarla.
Sí, no podía negar que aquel hombre era especial. No iba a
decírselo, aunque ella ya sospechaba que lo sabía.
El silencio fue su mejor amigo, dejaron que las olas los
mecieran como si de una nana se tratase. Casi fue como el
arrullo de una madre al tratar de dormirlos, juntos, sin pensar
en nada.
—Eres increíble —sentenció Adán.
CAPÍTULO 21
Marie:
Adán: Preparo unas hamburguesas con queso y patatas
fritas de escándalo.
Marie: ¿Y kétchup?
Adán: Sí, eso también.
Marie: Empiezas a convencerme.
Adán: Además, después podemos subir arriba a comernos
el uno al otro .
Marie: Me encanta ese postre.
Adán: ¿Te he convencido?
Marie: Casi. Prométeme más cosas.
Adán: ¿Cómo qué?
Marie: Sé original.
Adán: Tengo hielo en mi local que podría usar para que
juguemos un poco.
Marie: Sí…
Adán: Y podrías ser una clienta que no desea pagar con
dinero.
Marie: ¿Y con qué pues? ¿Crees que el dueño del local
aceptaría una mamada?
Adán: Tal vez, pero debe ser una muy buena.
Marie: Sé hacerlas bien, puedes darle referencias mías a
ese hombre.
Adán: ¿Y si se te queda durante días secuestrada?
Marie: Siempre que me dé de comer y me tenga atendida
podría pasar por ese castigo.
Adán: ¿Qué tipo de atenciones requieres?
Marie: Necesito su lengua en mis pechos mientras mis
manos recorren mi cuerpo.
Adán: Es una buena petición.
Marie: No he acabado.
Adán: Prosigue.
Marie: Después necesito su polla.
Adán: Ese detalle es importante, deja que lo apunte para
que no se le olvide.
Marie: La necesito en mi coño.
Adán: Joder, que estoy trabajando y no voy a poder salir
de la barra.
Marie: Deja que Sneeze sirva las mesas, tú puedes irte al
baño y hacerte una paja en mi honor.
Adán: ¿Y si vienes a hacérmela tú?
Marie: Yo quiero follar.
Adán: Como animales, te lo prometo.
Marie: Trato hecho.
Adán: De haberlo sabido hubiera empezado la
conversación con el postre.
Marie: Ya lo sabes para la próxima».
***
***
***
***
Carlos besó a Juan, lo hizo con tanta energía que por poco
se lo come. Marie casi se levanta para separarlos cuando vio
que el pobre novio se quedaba morado por falta de aire.
Sí, al fin se habían casado.
Antes de eso habían vivido un segundo encierro y una
liberación total. Ahora el mundo era diferente, pero lo habían
superado. El viaje a Las Vegas, bueno, eso será otra historia.
Como se suele decir «lo que pasa en Las Vegas se queda en
Las Vegas», ¿no? Tal vez algún día podamos contar lo que
ocurrió y las miles de aventuras, posturas y desgracias que
vivieron en aquella locura de viaje.
—Venga niños, vamos al coche para ir hacia el restaurante
—dijo Carmen tratando de mantenerlos a los dos bajo control.
Uno de los pequeños asintió, aunque el otro trató de salir
corriendo. Por suerte Sneeze lo interceptó y lo levantó hasta
colgárselo en el hombro como si de un saco de patatas se
tratase.
—Vámonos —anunció.
Sí, era una chica con suerte al tener a un gran amigo como
él en su vida. Ahora que Jorge al fin había aceptado el divorcio
necesitaba una mano para organizar su vida y sus amigos la
ayudaban a no perder la cabeza.
—Ven aquí, mi fideo —gritó Marie tomando al hijo mayor
de Carmen entre sus brazos.
Lo levantó para después colmarlo de besos y caricias que
provocaron la risa del pequeño.
—Me vas a pintar —trató de decir mientras tomaba aire.
—Claro, para que todos sepan que eres mío y solo mío.
Adán corrió tras Marie cuando esta decidió correr con el
niño entre los brazos gritando como una psicópata que se lo
llevaba y que era suyo. Por suerte podía estar tranquila con los
canguros que se había buscado.
El móvil de Sneeze sonó, él lo tomó para darse cuenta de
que era un número oculto el que le había dejado una perdida.
Por desgracia llevaban así días, no le dejaban tiempo a
contestar y saber qué era lo que querían.
Entonces llegó la imagen de un email, uno que abrió y leyó
mentalmente.
«Sé quién es tu padre y estaría encantada de hacer negocios
contigo. Quiero a mi hijo de vuelta».
Lo cerró antes de que alguien pudiera ver lo que leía. No
necesitaba ese tipo de preocupaciones un día como ese. Ahora
solo quería ser feliz y una mujer como la madre de Adán solo
podría traer dolores de cabeza.
En un acto de pura empatía y piedad hacia su amigo, borró
el mensaje de esa mujer. No quería saber nada de su padre
porque no había formado parte de su vida.
No importaba quién fuera.
—¿Todo bien? —preguntó Carmen.
Sneeze asintió.
—Sí, claro. Todo perfecto.
Lo estaría cuando bebiera un poco y olvidase que aquella
mujer podía ser tan mala con su hijo. No llevaba bien las
negativas, eso sin contar que acababa de perder una unión
millonaria que golpeó duramente a su imperio.
Ese eran los efectos de ser malo en la vida. Él solo tenía
una idea para seguir en ese mundo: ser feliz. Y sabía
perfectamente como.
***
FIN
Tu opinión marca la diferencia
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Saga Devoradores de Pecados:
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—Huyendo de Mister Lunes.
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—Todo ocurrió por culpa de Halloween.
—Cierra los ojos y pide un deseo.
—Alentadora Traición.
—La ayudante de Cupido.
¿Qué ocurre cuando una bruja decide llevar a su hermana “no bruja” a un hostal
repleto de seres mágicos? Que casi acabe siendo atropellada por un Cambiante
Tigre, que la quieran devorar los Coyotes y que no deje de querer asesinar a la
embustera de su hermana, bruja sí. Así es Iby, una humana nacida en una familia de
brujos que odia la Navidad y es llevada, a traición, a pasar las Navidades a un
hostal bastante especial. Allí conocerá a Evan, un Cambiante Tigre capaz de hacer
vibrar hasta a la más dura de las mujeres. ¿Acabará bien? ¿O iremos a un entierro?
Quédate y descubre que estas Navidades pueden ser diferentes.
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––—
“Se busca duende a tiempo parcial”:
Para Kya las últimas navidades fueron un desastre, por poco muere a manos de su
amante Tom en el Hostal Dreamers. Pues este año no parece mejor, su exmarido ha
hecho público su divorcio a los medios y las cámaras la siguen a donde quiera que
vaya. ¡Ojalá la Navidad nunca hubiera existido! Y lo que parecía un deseo simple
se convirtió en el peor de sus pesadillas, su hermana Iby nació en Navidad y ya no
existía. En el hostal Dreamers nadie la recuerda y Evan está con otras mujeres.
Suerte que el único que cree en ella es Matt, un ardiente y peligroso Cambiante
Tigre, que la hace vibrar y sentir cosas que jamás antes ha experimentado. ¿Cómo
recuperar la fe en la Navidad? ¿Cómo volver a tener a Iby a su lado? Acompaña a
esta bruja en un viaje único en unas Navidades distintas.
Se acerca Halloween al Hostal Dreamers y los alojados allí poco saben lo que el
destino les tiene preparado. Todo comienza cuando en una patrulla algo consigue
noquear a Evan. Para mejorar la situación Iby Andrews vuelve a ser bruja y esta vez
no es en el Limbo sino en el mundo real. A todo eso se les suma un nuevo e
inquietante huésped en el Hostal: Dominick el Devorador de pecados. Kya e Iby
comienzan a investigar los extraños sucesos que ocurren y se topan con alguien que
no deben. ¿Qué puede ser más terrorífico que vivir en el Hostal Dreamers?
–––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––
“Cierra los ojos y pide un deseo”:
La ayudante de Cupido:
Redención:
Recordar: