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1. DEFINICION DEL PROBLEMA.

1.1 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

La historia de las mujeres en santa fe y sus alrededores está plasmada en un


medio marcado por el machismo y el predomino varonil en la sociedad de dicha
época, a ellas no se les impartía educación por lo tanto no tenían la capacidad
de pensar “inteligentemente”, además realizaban oficios solo de tipo domestico
(exceptuando algunos casos), así que se les era negada cualquier posibilidad
de actuar en el espacio nacional; aun así ellas dieron todo de sí y lucharon en
medio de un camino pedregoso para alcanzar sus derechos.

1.2 IDENTIFICACION DEL PROBLEMA

Pregunta: ¿Cómo se desarrollo la vida cotidiana de las mujeres de 1700 a


1900 en santa fe de Bogotá, cuáles son sus características, qué influencia
recibieron y como hicieron para alcanzar la mayoría de sus derechos?

Objeto de investigación: costumbres y vida cotidiana de la mujer desde 1700


a 1900 en santa fe de Bogotá, avances y desarrollo femenino.

1.3 ANTECEDENTES

1.3.1 Antecedentes bibliográficos

Los autores que primordialmente se investigaron para realizar el presente


proyecto fueron a susy Bermúdez; en el bello sexo, la mujer y la familia durante
el Olimpo radical, quien nos muestra las principales costumbres que tenían las
mujeres a quienes se le denominaban “el bello sexo” en su vida cotidiana, allí
encontramos que las mujeres tenían una forma de división de oficios según
cual fuese sus “estadio” económico, social, político, los cuales eran lo que más
representaban la dignidad de la mujer en dicho espacio de tiempo.

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Susy más allá de las viejas costumbres y relata hechos que sintetizan la
importancia de dichas costumbres en el desarrollo de la mujer, gracias a esta
se lograron muchos avances no solo en su género sino en el país en general.

Otros autores consultados fueron María Imelda Ramírez y marta carrizales de


Umaña, quienes utilizan una metodología muy diferente a la hora de exponer
los temas relacionados con las mujeres, muestran un marco legal, lleno de
información estadística, cuadros en los que se presentan los informes sobre
temas de gran importancia en la época, como numero de empleadas
domesticas según raza o edad, la cantidad de enfermas, estudiantes, número
de mujeres en cada iglesia, el número de hijos y sus oficios, sector social, etc.

Por último las fuentes consultadas fueron páginas web de instituciones


reconocidas tales como el banco de la republica, la universidad de los andes y
javeriana, y de libros publicados con dicha temática; estos son de gran
importancia para el proyecto pues nos brindaron soportes en distintas áreas de
profundización como fechas y sus acontecimientos, personajes reconocidos y
no reconocidos, las mujeres heroínas de la independencia, como fueron sus
prácticas intuitivas en las relaciones de parejas, la importancia que cumplían
dentro del hogar materno, además de las relaciones de poder frente a sus
esposos, la administración de bienes, la posición que de ellas se tenía frente a
la religión y la política, pero sobretodo la forma en cómo a la mujer se le educo
y como los partidos tradicionales liberal y conservador influyeron en esta toma
de decisiones tan importante que mas adelante tendrían tanta valoración para
la sociedad.

Estas páginas fueron de gran utilidad investigativa, ya que al corroborar que su


información sea la verdadera (pues muchas páginas web traen información
plagiada o falsa) nos dio más instrumentos para completar los objetivos de la
tesis y este medio, es decir el internet, es ahora el más tomado para difundir
trabajos e investigaciones realizadas y para seguir completando y
profundizando más en la problemática del lento desarrollo de la mujer
colombiana.

1.3.2 fuentes primarias

Las fuentes “populares” que consultamos y tuvimos en cuenta para la


elaboración del trabajo tomamos el ejemplo la novela La Pola; la cual de una u
otra forma relata los hechos más importantes en el momento de independencia
y resalta el papel tan importante que jugó la mujer para que ese proceso tan
importante para el pueblo colombiano culminara con la victoria nacional. Fue de
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gran importancia para el grupo tomar diferentes líneas investigativas que
fortalecieran la tesis, ya que existen diversas opiniones y versiones sobre lo
que fue la vida cotidiana de la mujer, sus costumbres, oficios, relaciones
sociales y demás acciones que conllevaron a su desarrollo como grupo social.

Otras de las fuentes que consultamos fue el archivo general de la nación, allí
encontramos documentos como cartas, descripción de imágenes, afiches o
mensajes dirigidos de personas a mujeres o de mujeres a otras personas, en
los cuales se expresa y es evidente la forma de relación discreta y tímida que
mantenían con las personas que se relacionaban, no solo las mujeres de elite
sino también las mujeres populares, de trabajos humildes y que desempeñaban
oficios considerados como sucios, tal es el caso de las chicherías presentes en
el centro de santa fe de Bogotá, un lugar de baja clase y a los que no se podían
asomar las familias de elite; los políticos, abogados, grandes comerciantes o
empresarios; también las lavanderas o sirvientas de diferentes edades.
En el archivo general de la nación también se encuentran especies de reseñas
históricas de las opiniones sobre temas que causaba revuelo como la libertada,
la justicia, el llevarle la contraria a la religión o a los políticos de la época.

Por último en la parte de comunicación oral como fuente investigativa tenemos


algunos relatos de adultos mayores con ya más de 80 años quienes a partir de
su experiencia y de las generaciones que han pasado y les han contado nos
aportaron también su conocimiento acerca de la historia de la mujer.
Historias de mujeres principalmente de su activa pero negada participación en
la vida política y cultural de la ciudad al igual que su actuación en el campó
laboral y educativo, nos dicen que hace menos de medio siglo todavía a ellas
se les negaban este tipo de participaciones, pero que más tarde gracias a los
gobiernos que fueron llegando y las ideas del exterior, ideas hacia el nuevo
cambio progresista, ellas fueron abarcando mayor espacio en la escena
nacional y fue visible el reconocimiento de sus derechos.

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2. JUSTIFICACION.

El argumento central que sustenta la escogencia del tema de la presente tesis


es el hecho de que en primer lugar, en este año se conmemoran los doscientos
años de independencia de la nación colombiana (bicentenario), por lo que se
debe hacer un recuento especifico de lo que se hizo y de lo que no se hizo en
muchos aspectos de la vida cotidiana desde esta época.

En segundo lugar porque es importante conocer la verdadera y única historia


de la mujer en Colombia, la mujer porque es un género que estuvo oprimido y
negado a muchas libertades por lo que ha tenido que luchar bastante para la
equidad entre géneros y el reconocimiento de sus derechos.

Finalmente el ánimo investigativo sobre este tema, se origina a partir del interés
por conocer sobre las costumbres del “bello sexo” en diversos aspectos, de
sus aspiraciones, sus deslices, su subjetividad, entre otras.

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3. OBJETIVOS.

3.1 OBJETIVO GENERAL

Identificar las costumbres que realizaba la mujer en el contexto histórico de


santa fe de Bogotá según su clase social, desde 1700 al año 1900 en distintos
aspectos de su vida cotidiana, analizando el desarrollo que esta tuvo en el
espacio nacional.

3.2 OBJETIVOS ESPECIFICOS

 Describir el papel que jugó la mujer en aspectos como la independencia


nacional, la economía y la política.

 Analizar las principales acciones que desarrollaban las mujeres en su


vida cotidiana tantos religiosas, educativos, laborales, culturales,
sociales y las relaciones llevadas a cabo en su núcleo familiar y como
estas influyeron en el desarrollo psicológico y sociológico de la misma

 Interpretar el avance histórico que las mujeres tuvieron en todos los


campos ya mencionados y, que están presentes en la constitución
nacional como parte de sus derechos. Además de los cambios socio-
políticos que la acompañan y que influyen en ella.

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4. MARCO REFERENCIAL.

4.1 MARCO CONTEXTUAL

4.2 MARCO TEORICO

Los cambios que han asechado a la mujer durante el espacio de tiempo


comprendido de 1700 a 1900 han sido muchísimos, por tal motivo trataremos
de ir llevando estos datos en un orden cronológico por medio de subtítulos en
los cuales se presentan los temas y aspectos a tratar en cada uno.

Se identificaran los oficios que desempeñaron las mujeres pero teniendo en


cuenta la diferencia que había entre ellas respecto al lugar de habita o zona
geográfica, clase social etc.
Por lo que Eran tales los contrastes entre la vida de ricas y pobres,
campesinas, pueblerinas y citadinas, entre blancas, negras e indígenas, entre
casadas, solteras y monjas, entre aquellas de tierra caliente o de zonas
montañosas templadas y frías, entre las que gozaron de años de paz y
prosperidad o las que soportaron tiempos adversos, que resulta difícil hacer
afirmaciones generales sobre las mujeres que vivieron en Colombia durante el
siglo pasado. Poco tenían en común una señora de Bogotá o de alguna de las
principales ciudades, por ejemplo, con una esclava negra de principios de siglo,
con la tendera de un pueblo pequeño, con una criada doméstica, con una
tejedora o una lavandera, para mencionar sólo algunos de los múltiples oficios
desempeñados por la inmensa mayoría de las mujeres que tuvieron que
ganarse el sustento o ayudar a sostener sus familias.

EPOCA COLONIAL

Antes de la independencia las mujeres Vivian en un mundo dominado por las


costumbres tradicionales de las sociedad machista de la época por lo que
Durante la Colonia, una dama entendía que su destino era dedicarse al buen
manejo del hogar, a la oración y de pronto a la caridad. Bajo el influjo de la
Ilustración, a fines del siglo XVIII, hubo un tímido intento de ampliar el horizonte
de las aspiraciones femeninas. Luego, en la época de la Independencia, las

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circunstancias excepcionales derrumbaron momentáneamente algunas
barreras en los roles asignados a cada sexo. Después del medio siglo, con el

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Romanticismo, y en el último cuarto de siglo, con el espíritu conservador y
religioso que se impuso en la sociedad colombiana, volvieron a tomarse muy
en serio algunas restricciones para el sexo femenino. En ello tuvieron injerencia
ideas importadas sobre todo de Francia, pero también de Inglaterra y, al cerrar
el siglo, de Norteamérica. Recordemos que en estos dos últimos países los
ideales Victorianos difundían en aquel entonces la imagen de la perfect lady.
Todas estas influencias compartían la idealización del mundo doméstico,
dentro del cual reinaba y ejercía su autoridad la mujer. Otro componente de la
imagen femenina decimonónica fue el culto a la Virgen María que se renovó en
el mundo católico. Todos estos ideales incumbían si acaso a una parte de las
mujeres de los sectores más acomodados que habitaban los centros urbanos.
Las demás llevaban una existencia muy distinta, marcada ante todo por el afán
de ganarse la vida.

La Nueva Granada se convirtió en virreinato en 1739 y se mantuvo hasta que el


Libertador Simón Bolívar logró la Independencia en 1819 en esta época se
construyeron iglesias y conventos a cargo de las comunidades franciscana,
dominica, agustina y más tarde, en 1604, de los jesuitas, los capuchinos y las
monjas Clarisas, Dominicas y Carmelitas Descalzas. Estas comunidades
marcaron el espíritu y las costumbres de los santafereños, pues ejercieron un
dominio ideológico, político y cultural que apenas se vio un tanto menguado
cuando, en 1767, Carlos III ordenó la expulsión de los jesuitas de las colonias
de España en América. En cuanto a la cantidad de habitantes estaba
conformada por blancos, mestizos, indígenas y esclavos, y a partir de la
segunda mitad del siglo XVI comenzó a crecer rápidamente en el censo de
1789 se registraron 18.161 habitantes.

Por otro lado a finales del siglo XVIII, ¨Se encuentra también el argumento de
que la política de protección al indio(a) es ya imposible de continuarse debido
precisamente a la ausencia de población propiamente india en las
comunidades. De manera que se puede plantear que fue tan efectiva la
protección que desaparecieron los protegidos. Los españoles y luego los
blancos criollos siempre vieron al indígena como su inferior.
No solo a los indios, desde la colonia, la mujer ha participado y acompañado
los procesos políticos especialmente durante las guerras, demostrando así su
interés por ser escuchada y tenida en cuenta como parte de una sociedad. Sin
embargo, la falta de reconocimiento como ciudadanas con los mismos
derechos y deberes que los hombres, ha mantenido a las mujeres en un
segundo plano, como corresponde a haber recibido una educación diferente a
la de los varones, una educación que limitó sus posibilidades.

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EDUCACION EN LA EPOCA COLONIAL

En cuanto a la educación en la época colonial se le había prestado poca


atención a la educación femenina. A veces en las familias más pudientes las
jovencitas aprendían a leer, a contar, a bordar y a rezar.

En 1783 se inició la primera comunidad educativa y la primera escuela para la


educación de la mujer en la Nueva Granada: el colegio de La Enseñanza, de la
comunidad de María. Desde ese momento, se iniciaron las lecciones escolares
para las mujeres, derecho que hasta entonces estaba reservado a los varones.
La idea de que se debían educar todas las mujeres, independientemente de su
posición social, no surgió hasta fines del periodo colonial y fue uno de los
cambios más importantes en la actitud de la sociedad frente al sexo femenino.
Fue en los conventos donde la educación femenina logró sus más importantes
avances durante la colonia, pues las religiosas debían aprender a leer para
poder rezar el Divino Oficio. Hasta fines del siglo XVIII, el propósito de dichas
comunidades religiosas era la vida contemplativa y devota, no la educación o la
asistencia social; situación que apenas varió al terminar el siglo XVIII, pero
principalmente durante el siglo XIX.

En el virreinato de la Nueva Granada, al igual que en Europa y en las demás


colonias americanas, las nuevas ideas de la Ilustración impulsaron la
educación, pues ésta se concibió como un medio para alcanzar la felicidad y el
progreso. El interés por la divulgación del conocimiento abarcó también al sexo
femenino; y, desde mediados del siglo XVIII hasta la Independencia, los
primeros periódicos publicados en las colonias españolas incluyeron artículos
en los cuales se proponía un cambio en la instrucción de las mujeres,
haciéndole eco al argumento, sustentado en Europa, de que así podrían ser
mejores compañeras y formar mejores hijos, idea que se mantuvo hasta los
primeros decenios del siglo XX.

Más que plantear un contenido similar en la instrucción de ambos sexos, la


renovación impulsada por la Ilustración consistió en crear conciencia sobre la
necesidad de educar también a las mujeres. Sin embargo, este proceso se dio
en forma desigual en las principales poblaciones de las colonias españolas, y
cubrió sobre todo a la clase alta. La política ilustrada de los Borbones estimuló
en el virreinato de Nueva Granada la idea de crear escuelas públicas
controladas por los cabildos de villas y ciudades, aunque, debido a la falta de
fondos y de maestros, dicho propósito no llegó a realizarse. Una de las
escuelas públicas que al parecer fue abierta entonces en Santafé de Bogotá
recibía niñas pobres y era manejada por una beata que vestía de hábito de la
Comunidad de Santo Domingo.

En vísperas de la Independencia, se destacó por la labor realizada en favor de


la instrucción femenina la santafereña Clemencia de Caicedo y Vélez (1707-
1779); quien, después de la muerte de su único hijo y de su primer esposo, y
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con la aprobación de su nuevo cónyuge, Joaquín de Arístegui y Escoto, dedicó
desde 1765 su esfuerzo y sus bienes a fundar un convento destinado a darles
educación cristiana a niñas pertenecientes tanto a los altos como a los bajos
estratos de la sociedad. En aquellos años, para fundar un convento se pedía
asesoría al obispo de la diócesis, quien se reunía con el grupo de aspirantes,
las ayudaba a escoger las normas y el hábito y designaba a una de ellas como
priora. Pero Clemencia de Caicedo quería fundar un convento diferente, así
que escribió a la superiora de la Orden de Nuestra Señora del Pilar —más
conocida con el nombre de La Enseñanza—, el 8 de febrero de 1770 obtuvo el
permiso; y, en Santafé de Bogotá, al conocerse la noticia de la aprobación en
España hubo toda clase de murmuraciones y la gente se dedicó a ridiculizar
con groseros comentarios un designio tan pío y religioso. Se preguntaban qué
necesidad tenía una dama de aprender a escribir y les parecía que más bien
debía aprovecharse esa donación en favor de niñas pobres, de huérfanas o de
viudas de buenas familias.

Ya para abril de 1783 fue inaugurado el colegio, con 75 alumnas distribuidas


en dos secciones: pensionado y externado. Un mes después hicieron sus votos
las diez primeras granadinas que tomaron el hábito con el propósito de dedicar
su vida a la educación femenina. Con el fin de promover el convento, fueron
colocados veinticinco carteles en las puertas de las iglesias y ermitas de la
ciudad. No obstante las habladurías, la iniciativa fue bien acogida; trece años
después eran ya treinta y siete religiosas, veinticuatro colegialas internas y
doscientas niñas pobres que asistían a la escuela del convento. El internado
tenía un ambiente hogareño, donde lo principal era la formación moral. Los
estudios duraban seis años, las alumnas usaban uniforme y estudiaban de
ocho a once de la mañana y de tres a cinco de la tarde, todos los días, excepto
los festivos. Aprendían religión, aritmética, lectura, escritura y labores "propias
del sexo femenino.

PARTICIPACION DE LA MUJER EN LOS PROCESOS DE INDEPENDENCIA

Manuela Sáenz, Baltasar Terán, Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos, María


Donoso Larrea, entre otras, son ciertos nombres de las mujeres que
participaron activamente en la gesta independista, apoyando a los soldados
bolivarianos para entregar a América una nación independiente y soberana.

La participación de la mujer en el proceso de independencia de la corona


española en los años de 1809 a 1830 fue valiosa a pesar que las hazañas
realizadas por estas no sea reconocida y sus nombres no hayan pasado a la
historia como sucedió con el de Bolívar o San Martín. La mujer tuvo un gran
papel en la guerra de Independencia de Colombia, una colaboraron en las

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guerrillas, otras como mensajeras en el correo secreto, y otras como las
"juanas" que acompañaron a sus maridos en las campañas guerreras; María
Antonia Santos Plata fue una de las grandes heroínas de la Independencia de
Colombia. Esta mujer (no muy reconocida en esta época, pues solo se cuentan
las historias de aquellas mujeres que estuvieron más cerca a los grandes
hombres en la guerra de independencia (1810)) cuenta también una historia
muy importante en la independencia de nuestro país: Antonia Santos se formó
en un ambiente de rebeldía y descontento por las arbitrariedades de la corona
contra su pueblo. Además, su familia se vinculó fervorosamente a la lucha a
favor de la emancipación del Nuevo Reino de Granada. Por esa época se
conforman las guerrillas patriotas en la Nueva Granada para luchar contra los
españoles realistas, las que combatieron el régimen del terror y apoyaron al
ejército de Bolívar en la campaña libertadora de 1819.

Antonia crea la guerrilla de Coromoro, sostenida con sus propios recursos


económicos, el centro de operaciones era su hacienda “El hatillo” en Cincelada.
Esta guerrilla fue conocida también como la de Santos, la primera que se
organizó en la provincia del Socorro para luchar contra el invasor español; la
más disciplinada y la más brava durante los tres años de la reconquista. “La
historiadora Mercedes Guhl sostiene que las mujeres, a diferencia de los
hombres, emplearon distintas formas de contribuir con la causa
independentista: lucharon a su manera, con medios femeninos.
Las mujeres durante las guerras de Independencia además de la confección
de banderas, escudos, cuadros alegóricos, bandas y banderolas para propagar
la causa, sirvieron de apoyo logístico para el ejército libertador, hicieron de
espías, cosieron uniformes, escondieron patriotas, reunieron víveres, caballos y
armas. Algunas de clase alta elevaron peticiones a los gobernantes y asistieron
a tertulias donde se debatieron las nuevas ideas. Sin embargo, al retornar la
normalidad, sus vidas volvieron a girar en tomo a sus hogares.

La clase social alta del siglo XIX no solo eran educadas para realizar las
labores domésticas, si no que eran alfabetos, educadas y literatas, lo que las
ayudaba para realizar uno de sus principales papeles en la independencia: ser
espías. “Las mujeres establecieron una verdadera red de información, de la
cual ellas servían como eslabones principales ciertas madres, hijas, esposas y
amantes acompañaban a los soldados en las batallas, no solo para ayudarles
con los enfermos y servirles comida a los soldados si no para luchar en el
campo de batalla vestidas de hombres o también cuando recibían el apoyo de
sus superiores a las que se les proporcionaba a muchas la protección
necesaria para actuar de traficantes, espías y seductoras; es decir,
convenciendo a los soldados para cambiarse de bando.”

Entre los nombres de las mujeres que apoyaban en las redes de información se
encuentra el de Baltazara Terán, mujer latacungueña, que al ser propietaria de
una fonda en la que se hospedaban los soldados realistas podía enterarse de
sus planes y comunicarles a los independentistas.
Entre las mujeres que pelearon en las batallas se encontraron Nicolasa Jurado,
Gertrudis Espalza e Inés Jiménez, que para poder pelear en la batalla de
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Babahoyo del 21 de agosto de 1821 y la de Pichincha del 24 de mayo de 1822
tomaron los seudónimos de Manuel Jurado, Manuel Espalza y Manuel
Jiménez. Su participación al igual que el de otras mujeres fue reconocida
públicamente y Jiménez y Espalza fueron condecoradas. En uno de los
discursos realizados por Simón Bolívar reconoció la participación de las
mujeres en la batalla:
“…hasta el bello sexo, las delicias del género humano, nuestras amazonas han
combatido contra los tiranos de San Carlos con un valor divino… Los
monstruos y tigres de España han colmado la medida de la cobardía de su
nación, ha dirigido las infames armas contra los cándidos y femeninos pechos
de nuestras beldades; han derramado su sangre; han hecho expirar a muchas
de ellas, y las han cargado de cadenas, porque concibieron el sublime designio
de libertar a su adorada patria”

Las mujeres anteriormente nombradas son solo un fragmento del sin número
que apoyaron con sus posibilidades a la causa. Pero al hablar del rol de la
mujer en la independencia no se puede dejar de lado a la “Libertadora del
Libertador”, Manuela Sáenz.

Manuela Sáenz empezó con su rol de mujer independentista en el año 1819,


antes de conocer a Bolívar, ella colaboraba con los patriotas en el Perú. En
donde fue condecorada por José de San Martín, al igual que otras mujeres con
la medalla de “Al patriotismo de las más sensibles.”
Aunque en cuanto a la participación de Manuela Sáenz en guerras y batalla es
contradictorio, ya que varios textos señalan diferentes versiones y
participaciones de estas en diversas batallas libertadoras. Aunque algo claro
que si esta es manuela Sáenz ejercía un poder e influencia sobre los círculos
militares, sus amistades la consideraban una pieza valiosa en la gesta,
mientras que sus enemigos la consideraban una amenaza por el poder que
esta mujer llegó a tener.
Durante el resto del siglo las mujeres tomaron parte activa en las guerras
civiles y en los principales acontecimientos políticos.

COSTUMBRES FEMENINAS DESPUES DE LA INDEPENDENCIA

Resumiendo de forma breve algunas de las costumbres que especificaremos


más adelante hay que subrayar que las costumbres feministas se basaban en
las obligaciones del hogar, debe ir al catastro, al banco y fuera de eso hacer la
cola para pagar los impuestos, tareas. Antes de obtener la mayoría de edad,
las mujeres estaban bajo la tutela de su padre y al casarse -por lo regular antes
de alcanzar la mayoría de edad- pasaban a la tutela del marido. Las casadas
eran las que estaban sometidas a las mayores restricciones legales. Las
esposas apenas podían poseer y administrar los bienes aportados al
matrimonio, llamados bienes parafernales. Además, entre las más pobres,
predominaron las uniones libres y en muchas ocasiones, ante la ausencia de
padre, ellas asumieron la jefatura de sus hogares.

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EDUCACIÓN OBTENIDA POR LAS MUJERES A PARTIR DE 1810

Primeramente se refería únicamente a las de clase alta, pues se reconocía que


ellas ejercían una influencia definitiva sobre sus maridos y sus hijos, pero luego
de las colonias españolas en América, propusieron darle a la mujer un nivel de
educación más amplio que el aceptado en su época: eran partidarios de
enseñarle a leer, a dominar labores manuales, a preparar apetitosos platos y a
tocar algún instrumento musical; y de que también aprendiera la doctrina
cristiana y practicara las virtudes marianas de castidad, obediencia,
laboriosidad y piedad. La idea de que se debían educar todas las mujeres,
independientemente de su posición social, no surgió hasta fines del periodo
colonial y fue uno de los cambios más importantes en la actitud de la sociedad
frente al sexo femenino.

En el campo de la educación, los cambios a lo largo del siglo pasado fueron


más alentadores. En 1833 las mujeres representaban cerca del 10% de los
educandos en el país y al cerrar el siglo eran un poco más del 40%. Durante la
época colonial se le había prestado poca atención a la educación femenina. A
veces en las familias más pudientes las jovencitas aprendían a leer, a contar, a
bordar y a rezar. Con la Ilustración, al menos en los propósitos, se esbozó la
idea de que era importante educar mejor a las mujeres para que pudieran
formar buenos ciudadanos. La tendencia continuó después de la
Independencia, pues educar a los colombianos fue una de las primeras
preocupaciones de los gobernantes. Desafortunadamente, en los hechos fue
poco lo que la joven y pobre República logró hacer, y menos aún en el caso de
las escuelas femeninas, no consideradas tan urgentes como las masculinas.
Los adelantos en la instrucción de las mujeres en general fueron producto de
esfuerzos privados, con excepciones, como el caso del célebre Colegio de la
Merced, fundado en Bogotá en 1832 por Rufino Cuervo, gobernador de
Cundinamarca.

Después de la guerra de los Supremos (1839-41), gracias a la reforma


educativa liderada por el dirigente conservador Mariano Ospina Rodríguez,
hubo un aumento en el número de alumnas y de planteles femeninos, pero el
progreso más notable en todo el siglo se dio bajo los gobiernos radicales en el
decenio de 1870, cuando la cantidad de establecimientos educativos para
ambos sexos creció a un ritmo mayor que nunca antes en el país. La
proporción de niñas en las escuelas paso del 16% al 34% entre 1847 y 1870.
Los Estados más beneficiados en este aspecto fueron los de Cundinamarca,
Santander y Antioquia, que en el decenio de 1870 presentaron las tasas más
altas de escolaridad en Colombia.

Las realizaciones encendieron una intensa polémica sobre la conveniencia o no


de educar a las mujeres, y sobre el tipo de instrucción que debían recibir,
debate que se prolongó hasta los primeros años del presente siglo. Los
enemigos tildaron a las alumnas de «bachilleras» y las consideraron inclinadas
a las novelas «perniciosas», y a otros saberes dañinos. El otro bando
respondía que moralizarlas a ellas era una forma de velar por la moral pública,
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moldeada en el hogar. Otros alegaron que además de las consabidas «labores
propias de su sexo» y de otras novedades, como francés o piano, también se
debía pensar en prepararlas para ganarse la vida: que aprendieran asuntos
prácticos como teneduría de libros y hasta ciencias, si fuere el caso.
En el decenio de 1840 se planteó la conveniencia de formar maestras para
encargarlas de las escuelas primarias. Luego, en los setentas, cuando el
gobierno empezó a capacitar maestros en las Normales establecidas en cada
Estado Soberano, algunas de ellas fueron abiertas para señoritas, con muy
buena acogida.

En Bogotá, entre 1871 y 1880, se graduaron 128 maestros y 120 maestras.


Durante todo este tiempo la educación se impartió por separado para ambos
sexos, pues la sociedad, y sobre todo la Iglesia, veían con malos ojos la
coeducación. Y la enseñanza para ellas no pasó de la primaria y una
secundaria que al sumo les llevaba a obtener el título de maestras. En el
decenio de 1930, en medio del cuestionamiento a la subordinación jurídica y
política de la mujer, un decreto presidencial les permitiría ser bachilleres y unos
pocos años más tarde pudieron ingresar a la universidad

Al hablar de las maestras, hay que tener en cuenta la labor cumplida por las
madres en muchos hogares. Según consta en algunas memorias
autobiográficas y en relatos costumbristas, ellas solían leerles en voz alta a sus
hijos y les enseñaban las primeras letras. Y, hacia fines del siglo, también hay
que tener presente la labor educativa de las comunidades religiosas. Se
mantuvo abierto el Colegio de la Enseñanza, fundado en Bogotá en 1783 con
apoyo de la orden francesa de la Compañía de María. Pero sin duda el aporte
más grande en materia educativa y asistencial se debió a las Hermanas de la
Presentación o de la Caridad, de origen francés, quienes abrieron colegios en
treinta y tres poblaciones colombianas entre 1873 y 1900. Durante el último
cuarto de siglo llegaron también al país la congregación del Buen Pastor
(Francia), las Hijas de la Caridad (Francia), las Bethlemitas (Guatemala) y, en
1880, se fundaron en Villa de Leyva las Terciarias Dominicas colombianas.
La educación de la mujer ha permitido una participación activa en la toma de
decisiones, el bienestar de los hijos, la disminución de la morbi-mortalidad y la
explosión demográfica. El mejoramiento en las condiciones de salud viene
precedido de logros en la educación119.

RELACIONES DE LAS MUJERES CON SUS ESPOSOS, ADMINISTRACION


DE BIENES Y MAYORIA DE EDAD

En siglo antepasado, la situación de la mujer era muy dista a la de hoy, las


leyes colocaban a todas la mujeres en una citación muy clara de inferioridad.
Las mujeres casadas debían obedecer al marido, vivir donde este residiera; no
podían administrar sino sus bienes de uso personal, mientras que el patrimonio
de la familia, incluidos los bienes que hubieran sido de la mujer, quedaban bajo
el control del esposo. Las mujeres casadas no podían hacer negocios, adquirir
bienes, declarar en juicio, etc... Sin permiso del esposo, quien además ejercía

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toda la autoridad sobre los hijos (patria potestad). No tenían derechos legales,
no podían participar en política, no estudiaban para poder ocupar puestos bien
remunerados.

En el derecho colonial, la mujer y el varón obtenían la mayoría de edad a los 25


años, aunque ellos desde los 14 y ellas desde los 12 eran considerados aptos
para contraer matrimonio. Antes de obtener la mayoría de edad, las mujeres
estaban bajo la tutela de su padre y al casarse -por lo regular antes de alcanzar
la mayoría de edad- pasaban a la tutela del marido. Las casadas eran las que
estaban sometidas a las mayores restricciones legales. El marido administraba
la dote y los bienes conyugales, es decir, las propiedades obtenidas dentro del
matrimonio por cualquiera de los conyugues. Las esposas apenas podían
poseer y administrar los bienes aportados al matrimonio, llamados bienes
parafernales. Sin embargo, a través de las capitulaciones matrimoniales, los
contrayentes podían pactar, bien la separación de bienes o la absoluta
comunidad. Hay evidencia de que numerosas mujeres, sin importar su estado
civil, vendieron, compraron y administraron propiedades rurales y urbanas, y
negociaron con animales y mercancías.

En mayo de 1873 se expidió el código civil de los Estados Unidos de Colombia,


similar al de Cundinamarca, aunque con algunos cambios, entre ellos el que le
otorgaba a la casada unos mínimos derechos patrimoniales en cuanto a la
administración y usufructo de sus bienes de uso personal (ropa, joyas e
instrumentos de su profesión u oficio). Este código estuvo vigente hasta 1885,
cuando desapareció el federalismo en el país. En 1887 fue promulgado el
nuevo código civil nacional que, en términos generales, acentuó la supremacía
del varón respecto de la esposa y los hijos. La ley 95 de 1890 fue un primer
paso hacia la protección de los bienes de las casadas, pues les reconoció el
derecho de solicitar medidas preventivas para evitar perjuicios en el manejo de
sus bienes. Sin embargo, fue en el segundo decenio del presente siglo cuando,
poco a poco, la legislación colombiana reconoció los derechos civiles de la
mujer.

DISTINCION ENTRE CLASES SOCIALES

En las ciudades las mujeres Vivian de acuerdo con su situación social; esta
situación la determinado la ocupación de su marido, la riqueza o pobreza de la
familia a la cual pertenecía. Las mujeres pobres, además de llevar una vida
similar a la de las mujeres del campo, casi siempre tenían que emplearse de
sirvientes, en caso de familias acomodadas. Muy distinta era la situación de las
mujeres de clase alta; aunque también se suponía que debían ser sobre todo
madres, y no tenían que prepararse para nada diferente, en la realidad recibían
un poco mas de educación. Generalmente, aprendían a leer y escribir. Y
algunas habilidades manuales, como bordado o hacer planos elegantes de

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cocina. Muchas aprendían a tocar algún instrumento: guitarra, el triple, o lo que
era más fino, el piano. Aunque las esposas de clase alta tampoco tenían
muchos derechos ante la ley, los maridos aceptan sus puntos de vista en caso
de la casa, educación de los hijos, sus noviazgos…..pese a todos los cambios
experimentados por la sociedad colombiana, las mujeres —y sobre todo las
mujeres pobres— siguen siendo el sector social más explotado, oprimido y
marginado.
La mujer campesina, era en primer lugar madre, tenía muchos hijos, casi todos
lo que podía, muchos morían pequeños, pero siempre podían quedar unos 4 o
5 que se criaban. A pesar de estaba mucho tiempo embarazada y dando leche
a los pequeños, tenían que trabajar sin descanso. Madrugaba a hacer el
desayuno para los hombres de la casa. Luego debía arreglar la casa y tender a
los hijos, preparar la comida, lavar la ropa. La mujer campesina nunca asistió a
la escuela y había aprendido a ser madre ciudadana a los hermanitos
pequeños mientras la mama trabajaba.

VIDA CULTUAL DE LAS CAPITALINAS

Es importante de resaltar que aquí solo se encuentra información de las


familias de elite, ya que en esa etapa de la historia los que tenían la posibilidad
de compartir estos momentos eran los que poseían poder económico, político
o social.
La vida cultural de la ciudad se concentraba en las tertulias literarias que
durante el siglo XIX les permitieron a los bogotanos compartir sus inquietudes
literarias y políticas y asistir a presentaciones musicales y de obras dramáticas
principalmente en el teatro colon inaugurado en 1892.

Durante el siglo XIX, a pesar de los constantes levantamientos y las guerras


civiles que alteraron el normal desarrollo de la nueva república, en Bogotá se
conservaban las tradiciones y costumbres que se remontaban a la época
colonial, combinadas con algunas influencias europeas. En las reuniones y en
las tertulias se impusieron ciertas comidas y refrigerios: el chocolate con
colaciones y dulces elaborados en las casas se servía en las noches, y el
ajiaco se convirtió en el plato típico. En las veladas nocturnas se tocaba en el
piano las piezas musicales de compositores locales, y en las reuniones más
numerosas se bailaba el pasillo, una forma de vals rápido llamado así por los
pasos cortos que se daban al ejecutar la danza.

En el caso de Santafé de Bogotá, el renacimiento cultural experimentado en la


época de las reformas borbónicas afectó a un selecto grupo de mujeres, entre
quienes se destacó Manuela Sáenz de Santamaría de González Manrique.
Ella, naturalista y literata, conocía el latín, el italiano y el francés; y fundó la

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tertulia del Buen Gusto, a la que asistieron personajes que más tarde se
destacaron en el período de la Independencia y en la vida política de la nueva
república, entre ellos: Frutos Joaquín Gutiérrez y su hermano José María,
Camilo Torres, Manuel Rodríguez Torices, Custodio García Rovira y Miguel
Pombo. En aquellos años, el influjo francés, con su refinamiento y elegancia,
empezaba a transformar algunas costumbres sociales del virreinato.

TEMAS DEL BELLO SEXO EN MEDIOS DE COMUNICACIÓN: PERIODICOS

En 1845, el periódico El Día de Bogotá comentaba: «No queremos una mujer


varonil y sin femeniles encantos, una compañera parlanchina y sabionda...»
Pero algunos escritos cuestionaron la subordinación femenina existente en
Colombia. El Diario de Cundinamarca anotó en 1875: «...Creemos que no muy
tarde la delicada mitad del género humano obtendrá el puesto que le
corresponde en el santuario de la vida civil...» A medida que avanzó el siglo se
fue intensificando el interés por los asuntos relacionados con la mujer y la
familia. Esto se nota en la proliferación de escritos, tanto en verso como en
prosa, dirigidos a las mujeres, en los que se las comparaba con delicadas
flores y criaturas celestes, o se les atribuía el encargo de ejercer una especie
de custodia moral de la sociedad. Otros recopilaban consejos, por lo regular
bastante conservadores, aunque hubo una que otra voz disidente. Además,
entre 1858 y 1900 se publicaron cerca de treinta periódicos y revistas
dedicados al 'bello sexo», una cifra relativamente elevada en comparación con
lo ocurrido en otros países latinoamericanos.

En el siglo XX sobre el tema, haciendo resaltar tanto las posturas favorables


como las adversas a las mujeres. Se hace un análisis donde se desprenden
varias conclusiones: en primer lugar, el predominio de larga duración de la
visión católica, confesional y moralista sobre la mujer que se reforzó durante la
República Conservadora, y en segundo lugar, que pese a diferencias
programáticas entre los dos partidos tradicionales, con contadas excepciones
en el seno de cada uno de ellos, se identificaban en cuanto al papel
subordinado y a la supuesta inferioridad de la mujer, argumento que se estilaba
para negarle la igualdad de derechos y oportunidades en los espacios públicos
y familiares. No solo se negaban los de derechos en los partidos tradicionales
sino además la iglesia católica también.

MODA EN EL BELLO SEXO

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