Está en la página 1de 3

https://www.elmostrador.

cl/noticias/opinion/columnas/2020/02/10/disidencias-
sexuales-y-proceso-constituyente-entre-silencios-y-desafios/

Disidencias sexuales y proceso constituyente: entre silencios y desafíos.

El proceso de cambio constitucional actualmente en curso emerge como parte de la


movilización social más importante desde el fin de la dictadura cívico-militar. La revuelta
ha involucrado a la sociedad en su conjunto, tanto en las calles (poniendo el cuerpo para
exigir el fin de un sistema que produce y reproduce miseria) como en el ámbito
institucional (con los intentos –no siempre acertados– por responder a las exigencias
sociales de cambio radical). Con sus contradicciones y ambigüedades, el itinerario
constituyente de este año abre una posibilidad para la disputa por un nuevo tipo de sistema
político y social que comience a desmantelar la herencia de la dictadura que ha sido
administrada y profundizada los últimos treinta años.

Esta coyuntura significa una oportunidad para que un conjunto de reivindicaciones de


sectores oprimidos entre al debate pú blico. Se trata de luchas que se encontraban
excluidas de hecho cuando la redacció n del actual texto constitucional en 1980 –tal
como la sociedad entera se encontraba excluida por la dictadura– y que tampoco
fueron consideradas en las reformas cosméticas impulsadas por la Concertació n. Uno
de tales grupos ha sido la comunidad LGBTIA+, cuyo reconocimiento dentro de
nuestro sistema jurídico es el resultado de décadas de lucha social, primero por el
derecho a existir, luego contra la crisis del VIH/sida y, má s recientemente, por la
agenda de derechos civiles (ley anti-discriminació n, ley de identidad de género y
uniones civiles).

Sin embargo, constatamos que ese reconocimiento ha sido limitado y que no ha


alterado los pilares fundamentales de la Constitució n de Pinochet. Creemos que el
actual proceso constituyente es una oportunidad inédita para dar pasos decisivos en
el á mbito de la institucionalidad a favor de los derechos de las disidencias sexuales y
de género. Para ello, empero, el mínimo necesario es atacar los nudos fundamentales
que hoy reproducen la dominació n heterocis-patriarcal en el plano de la ley, cuestió n
que identificamos en al menos siete á mbitos:

Inexistencia de una visió n omnicomprensiva de la no discriminació n. Nuestra


Constitució n reconoce el derecho a la igualdad (artículo 19, N°2) desde una
perspectiva formal, estableciendo que hombres y mujeres son iguales ante la ley, y
que no hay personas ni grupos privilegiados. Dicha idea se repite en los principios de
la carta fundamental (Bases de la Institucionalidad) al señ alar que las personas nacen
libres e iguales en dignidad y derechos (artículo 1, inciso 1). Han sido justamente
estos artículos los que han sido señ alados por la derecha para argumentar que
cualquier legislació n contra la discriminació n sería innecesaria, pues el principio de
igualdad estaría ya reconocido y sería suficiente. La Constitució n no sostiene ninguna
idea vinculada a la no discriminació n, como tampoco algú n tipo de referencia al
cará cter social de la discriminació n, dejando la materia a la ley 20.609 o ley
antidiscriminació n. Así, y al contrario de otras cartas fundamentales del continente, es
inexistente en nuestra Constitució n una referencia a la obligatoriedad de la no
discriminació n por motivos de género, identidad de género, sexo, orientació n sexual,
estado seroló gico, entre otras. Tampoco existe un mandato positivo hacia el Estado de
crear una institucionalidad que vele por la materia, o mecanismos o políticas
destinadas a evitar o sancionar la discriminació n.

Derecho a la identidad. Tal y como en el derecho a la no discriminació n, existe un


vacío en lo vinculado al derecho a la identidad, cuestió n que toca no só lo a la identidad
de género, sino a otras expresiones identitarias que son centrales en la opresió n y la
violencia sistémica ejercida sobre grupos subordinados (migrantes y pueblos
indígenas, por ejemplo). El resguardo a la identidad ha sido planteado desde una
visió n má s amplia ligá ndose al derecho a la integridad psicoló gica (art. 19 N°1 inciso
1) o al derecho a la honra (art. 19 N°4), cuestió n que ha sido claramente insuficiente
en lo referido a las reivindicaciones por la identidad género de la comunidad trans,
intersexual y no binaria.

Concepció n patriarcal de la familia. De forma similar a otros textos constitucionales,


nuestra Constitució n señ ala a la familia como “el nú cleo fundamental de la sociedad” y
considera su deber darle protecció n y propender a su fortalecimiento (art. 1, incisos 2
y 5). A su vez, la definició n de la nacionalidad incluye una concepció n binaria e
implícitamente heteronormada de la filiació n, al hablar de madre o padre chilenos
(art. 10, inciso 2). Otorgar rango constitucional a la familia como base de la sociedad
(a diferencia de otras unidades sociales) puede ser visto como una expresió n de
concepciones patriarcales y conservadoras del pacto social. Otras experiencias legales
señ alan que la familia es un elemento importante de la sociedad, pero abordan la
cuestió n desde una perspectiva diversa que acepta la existencia de distintos tipos de
familia, otorgá ndole un mandato mucho má s laxo al concepto. Así, el debate sobre si
deberá darse protecció n constitucional o legal a las familias, si se refrendará “un
derecho a tener familia” y qué concepto desde las disidencias sexuales tendremos de
ella, se transforman en un imperativo a discutir.

Libertad de enseñ anza. La Constitució n reconoce el derecho a levantar proyectos


educativos bajo ciertas condiciones: no contravenir la moral y las buenas costumbres;
no propagar tendencias político-partidistas (art. 19, inciso 11). El mismo artículo
señ ala que es derecho de los padres escoger el establecimiento educacional para sus
hijos. Estas disposiciones han sido utilizadas para argumentar en contra de la
educació n sexual integral o la prohibició n de prá cticas discriminatorias al interior de
instituciones educativas, tanto por las familias como por las propias instituciones.
Sabemos que la libertad de enseñ anza ha sido una de las grandes banderas de la
derecha (y sectores de ex Nueva Mayoría) para mantener la educació n de mercado,
sistema que hoy reproduce las desigualdades de nuestra sociedad en su conjunto.
Libertad de conciencia y de culto. Nuestro orden constitucional reconoce la libertad de
conciencia y del ejercicio del culto mientras ellas “no se opongan a la moral, a las
buenas costumbres o al orden pú blico” (art. 19, inciso 6). Esto significa que no existen
limitaciones constitucionales expresas a las confesiones religiosas que promuevan
discursos de odio contra la població n LGBTIA+, o las prá cticas discriminatorias que se
amparen en la libertad de culto (como es el caso de las llamadas terapias de
conversió n dirigidas contra las disidencias sexuales y de género bajo preceptos
religiosos), teniendo que resolverse un eventual conflicto mediante la ponderació n de
derechos fundamentales. También es importante señ alar que ha sido la libertad de
conciencia uno de los argumentos centrales de instituciones religiosas para negar
prestaciones médicas vinculadas a derechos sexuales y reproductivos.
Derechos de niñ es y adolescentes. No existe apartado alguno que comprenda sus
derechos dentro de la Constitució n. Esto lleva a la necesidad de contemplar los
derechos de la niñ ez y la adolescencia en términos generales, cuestió n que implica el
reconocimiento de su autonomía progresiva y la autodeterminació n y el respeto de su
identidad de género, expresió n de género y orientació n sexual.
Derecho a la educació n. Su definició n a nivel constitucional (art. 19, N°10) es débil y
sin caracterizar qué se entiende por educació n, como piso mínimo para establecer el
contenido del derecho que se reconoce. Dentro del debate debe instalarse la necesidad
que el Estado establezca bases concretas del fin educativo: la educació n debe ser
crítica y no sexista, ademá s de tener dentro de sus fines lograr una sociedad libre de
toda forma de discriminació n.

Todos estos puntos son parte de una gama má s amplia de articulados, instituciones
del derecho o sencillamente ideas que creemos deben contemplarse al momento de
dar una discusió n con perspectiva de género y disidencia sexual. Lo cierto es que sería
un error considerar que el debate o las propuestas de cambio se dará n por sí mismas.
Es urgente crear una posició n colectiva, crítica y articulada desde las diversidades y
disidencias sexuales cuya base esté en las alianzas con aquellos movimientos que
pretenden hoy ir má s allá de los clá sicos consensos políticos (esos mismos que por
añ os transaron nuestros derechos tras presió n del conservadurismo). Teñ ir cada
discusió n y cada espacio de la reflexió n crítica en torno a dichas posiciones es también
tomar un lugar en la historia: frente a añ os de invisibilizació n y relegació n a lo
privado, lo disidente debe avanzar hacia lo disruptivo con el sistema político,
econó mico y jurídico. Só lo así cada bandera LGBTIA+ que ha flameado en las protestas
tomará aú n má s sentido y valdrá todavía má s la pena.

También podría gustarte