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PROCESO DE TRANSICIÓN ENTRE

PALEOLITICO SUPERIOR Y NEOLÍTICO

JENNIFER TRUYOL ZULBARAN

Presentado al Profesor
ALVARO COGOLLO

UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO


FACULTAD DE CONTADURIA PÚBLICA
ÁREA: ANTROPOLOGIA PARA TODOS
II SEMESTRE
BARRANQUILLA
2014
PROCESO DE TRANSICIÓN ENTRE PALEOLITICO
SUPERIOR Y NEOLÍTICO

El Paleolítico es el período más largo de la existencia del ser humano (de hecho


abarca un 99% de la misma) y se extiende desde hace unos 2,85 millones de años
(en África) hasta hace unos 12.000 años.

Aunque esta etapa se identifica con el uso de útiles de piedra tallada, también se
utilizaron otras materias primas orgánicas para construir diversos artefactos:
hueso, asta, madera, cuero, fibras vegetales, etc. Durante la mayor parte del
Paleolítico inferior las herramientas líticas eran gruesas, pesadas, toscas y difíciles
de manejar, pero a lo largo del tiempo fueron haciéndose cada vez más ligeras,
pequeñas y eficientes. El hombre del Paleolítico era nómada, es decir, su vida
estaba caracterizada por un desplazamiento continuo o periódico (estacional).

La economía paleolítica era depredadora, del tipo caza-recolección y con ella


cubrían sus necesidades básicas: comida, leña y materiales para sus
herramientas, ropa o cabañas. La caza fue poco importante al principio del
Paleolítico, predominando la recolección y el carroñeo.

A medida que el ser humano progresó física y tecnológicamente la caza fue


cobrando mayor importancia:
 Los primeros homínidos, apenas eran capaces de cazar. Vivían de la
recolección de vegetales comestibles (tubérculos, raíces, cortezas y brotes
tiernos, frutas y semillas); de capturar pequeños animales (insectos, reptiles,
roedores, polluelos, huevos...) y de animales muertos o enfermos que
encontraban (carroña, sobre todo). Eran animales oportunistas.
 Los Homo erectus ya cazaban, pero su verdadera base alimenticia siguió
siendo la recolección y la carroña, así como las capturas oportunistas y/o con
trampas.
 Los verdaderos homínidos cazadores son Homo heidelbergensis, Homo
neanderthalensis y Homo sapiens que, sin embargo, nunca dejaron de comer
vegetales, pequeños animales o carroña.

En cuanto a la tecnología, las técnicas de fabricación de utensilios no cambiaron


demasiado a lo largo del Paleolítico, a pesar de la multitud de culturas que han
llegado a diferenciarse; lo que sí se produjo fue un proceso de perfeccionamiento
más o menos constante en la obtención de las formas deseadas.
La sociedad del paleolítico estaba organizada en bandas, grupos pequeños
de cazadores-recolectores nómadas, de carácter igualitario, sin claras diferencias
entre sus miembros, sin líderes formales y que vivían en campamentos
estacionales o cuevas. Al ser de reducido tamaño, en estos grupos no existía
especialización ni división del trabajo: cada miembro del grupo era capaz de hacer
de todo para sobrevivir, al margen de las capacidades individuales, mayores en
unos individuos que en otros. Dado el dimorfismo sexual propio de los homínidos,
es posible que hubiese un cierto reparto de tareas entre sexos (en aquellos casos
en los que la potencia física fuese esencial o se produjese un embarazo). Y,
quizás también, en función de las edades.

El acceso a la mayoría de los bienes, de carácter colectivo, debía ser libre.


Algunos serían de uso privado (como las herramientas, ropas o adornos) pero la
posibilidad de robo sería muy reducida: por la movilidad implícita a su tipo de vida
(lo que limitaría la capacidad de acumular bienes) y por los sistemas de
intercambio recíproco, que serían los predominantes.

La densidad de población era mínima, estimándose entre 0,3 y 0,03 personas por


km². Al ser tan escasa la población y tan dispersos los grupos humanos las
bandas no podrían sobrevivir sin intercambiarse miembros entre ellas para
armonizar las proporciones entre ambos sexos. A su vez, la práctica de
la exogamia serviría para establecer redes de larga distancia basadas en los
vínculos sociales y culturales entre los grupos, los cuales se reunirían
temporalmente en unidades mayores, el clan o la tribu.

Tradicionalmente ha sido dividido en tres períodos:


 Paleolítico inferior, desde hace unos 2,85 millones de años hasta los
127 000 años antes del presente (AP), abarcando los tres primeros pisos del
Pleistoceno: el Gelasiense, Calabriense e Ioniense (antiguamente la segunda
era conocida como Pleistoceno inferior y la tercera como Pleistoceno medio);
 Paleolítico medio, hasta los 40 000-30 000 años AP, lo que supone casi
todo el Tarantiense (tiempo atrás, Pleistoceno superior);
 Paleolítico superior, hasta alrededor del 12 000 AP y, por tanto, el resto
del Tarantiense (anteriormente, Pleistoceno tardío).

El Paleolítico superior coincide con la segunda mitad del último periodo glacial, de


clima muy frío aunque con intervalos algo más templados (los interestadiales).
También se caracterizó porque las especies humanas de anteriores periodos,
como Homo erectus, Homo neanderthalensis u Homo floresiensis, fueron
sustituidas en todo el mundo por el Homo sapiens, que quedó como el único
superviviente de la subtribu Homínida.
En el Paleolítico superior se llegó a tallar la piedra por presión, además de por
percusión, consiguiendo un mayor control sobre el resultado. En ambos casos se
obtenían filos cortantes o, bien, esquirlas afiladas denominadas lascas.
Inicialmente se fabricaban herramientas de piedra muy simples, los cantos
tallados; después aparecieron los bifaces o «hachas de mano», que servían para
hacer de todo: cortar, cavar, romper o perforar; más adelante, los útiles se
especializaron, apareciendo las raederas (para curtir pieles), los cuchillos (para
desollar animales), las puntas de lanza de piedra, etc.

Todos nosotros pertenecemos a la especie Homo sapiens. Nuestro cráneo, con


una capacidad media de 1400 cm³, es más redondeado y alto que el de nuestros
predecesores, tenemos mentón y unos arcos supraorbitales poco evidentes. La
inteligencia de H. sapiens no es superior a la que debió tener H. neanderthalensis,
pero sí es diferente, muy relacionada con los comportamientos simbólicos que nos
llevaron a desarrollar el arte y unas relaciones sociales cada vez más complejas.
Un claro exponente de esta nueva preocupación por los simbolismos es la
abundancia de adornos personales cosidos a las ropas o en forma de collares,
pulseras o cinturones, decorando sus herramientas o incluso su propio cuerpo,
como parece indicar la presencia de ocre en algunos enterramientos. Estos
ornamentos no solamente cumplirían un papel estético sino que también servirían
para identificar a sus portadores y relacionarlos con su grupo o tribu.

El esqueleto de los primeros H. sapiens era más ligero que el de los neandertales
y se fue volviendo cada vez más grácil a lo largo del Paleolítico superior. También
se fue haciendo más pequeño: si al principio del periodo la media de altura
masculina era de 1,76 m y la femenina de 1,63, en el Mesolítico-Epipaleolítico se
había reducido a 1,63 y 1,51 respectivamente. Es posible que estos cambios
fueran la consecuencia de la aparición de armas como el propulsor y el arco, que
les permitieron matar sus presas a gran distancia, necesitando así mucha menos
energía y fuerza. A la vez, su mayor ligereza les permitía realizar largos
desplazamientos con un gasto energético relativamente bajo.

El cambio de vida hacia el Neolítico supuso una transformación en la vida del


hombre prehistórico. La revolución neolítica aparece definida por el nacimiento de
la agricultura y la forma de vida campesina, con una economía que tiene como
base principal la producción de alimentos, en lugar de la anterior vida de
recolección.
Por tanto, la revolución neolítica sería la transformación radical de la forma de vida
del ser humano, que pasará de ser nómada a sedentario y de tener una base
económica de caza y recolección a tener una base económica productiva
mediante la agricultura y la ganadería. Pero realmente, este cambio no se produjo
de una forma rápida ni de la misma manera en todos los lugares, ni ocasionó el
abandono de las anteriores formas de vida.

El principal cambio del Neolítico fue el descubrimiento de formas propias de


producción de alimentos a partir de la agricultura y de la ganadería. Este cambio
no se produjo con la misma rapidez en todo el Próximo Oriente sino que estuvo
causado por una serie de lentas y costosas transformaciones que, durante algún
tiempo, convivieron con formas de vida típicas del Paleolítico. Este proceso surgió
como consecuencia de la observación de la vida de las plantas silvestres durante
el Mesolítico y la participación humana en el crecimiento de alguna de ellas. Las
primeras especies cultivadas fueron el trigo y la cebada, encontrándose también
restos de legumbres.

La caza especializada que se produjo sobretodo en el Paleolítico Superior, puede


ser un antecedente directo de la domesticación ganadera. El caso más conocido
es el de la gacela del Natufiense mesolítico (periodo de transición entre el
paleolítico y el neolítico). El primer animal en ser domesticado fue el perro,
mientras que posteriormente lo harían la cabra, las ovejas y el cordero. La
ganadería fue un paso fundamental ya que permite la disposición de fuentes de
alimentos de forma cercana.

Cambios en la cultura material. En primer lugar se produce una microlitización de


la industria lítica paleolítica, es decir, una reducción de tamaño que da lugar a
microlíticos geométricos u hojitas. Algunos de estos útiles servían como puntas de
flecha o como elementos cortantes de hoces. En segundo lugar podemos citar la
creación de la cerámica alrededor del VII milenio a.C. en la península de Anatolia,
que permitió el almacenamiento de alimentos e incluso un nuevo método de
cocina al poder realizarse el guisado.

En último lugar cito la sedentarización. Este fue el proceso por el cual el hombre
deja de ser nómada para habitar permanentemente un lugar y puede ser explicado
gracias al desarrollo de la agricultura y de la ganadería que permitió al hombre
producir sus propios alimentos y no ir tras ellos. En cualquier caso, sólo en
aquellas zonas de mejores condiciones climáticas y de fertilidad la sedentarización
fue un hecho.
Durante el siglo XX, las investigaciones y estudios a partir de los yacimientos de la
Prehistoria, dieron paso a diversas teorías acerca del origen de la humanidad y de
algunos pasos decisivos, como fue el paso del paleolítico al neolítico, es decir, de
un modo de vida cazador-recolector cuyo apogeo fue la cultura Magadaleniense
que nos proporcionó hermosas evidencias de arte paleolítico como las cuevas de
Altamira, a un modo de vida más sedentario con la agricultura y ganadería como
principal fuente de abastecimiento alimentario. Uno de los que expuso teorías de
las causas de transición del paleolítico al Neolítico fue Vere Gordon Childe, con su
ensayo titulado Qué sucedió en la historia, escrito a mediados del siglo XX.

La “teoría del oasis “, formulada por Gordon Childe, sostiene que las comunidades
del final del Pleistoceno se vieron obligadas a recluirse en zonas más fértiles con
abundancia de agua, ante el deterioro ambiental que supuso la desecación del
cambio climático del Holoceno, en el cual se retiraron los hielos hacia el Norte y
aumentaron las temperaturas. Esas zonas fértiles eran los “oasis” de refugio,
pequeños reductos con recursos de agua que sirvieron para acoger especies
vegetales y animales que se refugiaron en ellos y al mismo tiempo atrajeron al
hombre, que las aprovechó ejerciendo una domesticación que las conservara
asegurando su reproducción, iniciando un modelo de vida sedentaria e iniciando
las prácticas de vida agrícolas y ganaderas. Este modelo conduciría milenios
después a la llamada por Childe “revolución urbana” en esos mismos escenarios.

A partir de la neolitización en la zona Próximo Oriente, Gordon Childe propone una


base difusionista en la que el neolítico se expandiría después hacia el
Mediterráneo y Europa. Aunque la teoría fue criticada como evolucionista, en
realidad, los contactos entre unas comunidades que ya eran neolíticas y otras que
no lo eran debieron ser naturales y explicar el desarrollo de una determinada idea
desde donde las mejores condiciones la habían producido hacia las zonas que la
incorporan más despacio. Esta dependencia del neolítico europeo del Próximo
Oriente viene a ser confirmada por los estudios cronológicos de los asentamientos
neolíticos en Europa, observándose perfectamente en un mapa realizado por
Clarck en los años sesenta.
BIBLIOGRAFÍA

EIROA, J.J. (2006) Nociones de Prehistoria General. Ed. Ariel. Barcelona.

GORDON, V. (1996) Los orígenes de la civilización. México.

GORDON, V. (2002) Qué sucedió en la historia. Barcelona

LEROI-GOURHAN, A. (1980). La Prehistoria. Barcelona: Editorial Labor.

CASTIÑEIRA, R.; LÓPEZ, C.; MATA, F.; PRIETO, M. (2002). «La


Prehistoria». Ciencias Sociales ESO: CURSO 1. Zaragoza: Editorial Luis Vives.

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