Está en la página 1de 1

*A propósito de la vacuna que nos inmunizará contra el espantoso e invisible COVID-19,

escuché esta interesante conversación entre dos señores, uno anciano y otro muy joven:
Creo, que la humanidad encontró la verdadera salvación contra esa mortal enfermedad
que nos tiene encerrados y la economía postrada. ¡Gloria a los científicos que la
produjeron en tan poco tiempo! La humanidad tiene que estar agradecida con ellos y
todos los días hemos de rendirles tributo de admiración y gratitud. Vea, pues, lo que no
produjeron las plegarias de la gente que, en tan aciago momento, se aferró a Dios como
única tabla de salvación, lo hicieron los sabios en el laboratorio. Los científicos son los
verdaderos dioses que salen a salvar la raza humana en los momentos más críticos,
respondió el joven. Agrego yo, cada vez está más probado que no es con la oración como
se cambiará buena parte de la realidad terrenal. Dios no tiene nada que ver con esto.
Como tampoco se alegra ni entristece por lo que hagamos los hombres, pues esas
cualidades antropomórficas, son propios de nuestra imperfección. Si Dios se alterara para
bien o para mal, dependiendo de nuestros comportamientos sería, en caso de existir, un
ser más del universo. La oración sirve como un mantra para tranquilizarnos en los trances
difíciles del diario vivir, pero no para conmover a Dios. Dice el Papa Francisco que no nos
podemos cansar de rezar porque si no cambia el entorno, cambia uno. Me parece que es
la forma más sabia para definir el valor de las plegarias, pues, transformaciones en el
medio no se operan, pero la gente aprende a aceptar esa realidad como un carma- cruz-
que le tocó llevar para siempre. La triste realidad de los suicidas es que no son capaces de
encontrar un camino distinto a la tragedia.
**La reforma fiscal, se necesita, pero hay mucho de dónde echar mano antes que seguir
esquilmando el bolsillo de la clase media. Cómo así que grabar sueldos de dos millones y
medio. Sí las pensiones y salarios a partir de 10 millones. Fuertes impuestos a licores,
tabacos, bebidas azucaradas, autos, casas y artículos lujosos, congelación de salarios del
congreso y alta burocracia. Disminuir el número de militares de alta graduación, fusionar
consulados y embajadas, reducir el número de asesores parlamentarios. Y que las iglesias
paguen impuestos de las muchas rentas que tienen.

Jaime Bedoya Medina. Publicó

También podría gustarte