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ACTO DE ADORACIÓN Y ACCIÓN DE GRACIAS A LA SANTÍSIMA TRINIDAD POR HABERNOS

ENRIQUECIDO DEL PRECIOSISIMO DON DE LA SANTA EUCARISTIA

RAMON:

Eterno Padre, unidos entre nosotros de corazón y de espíritu y en la más perfecta unión a la
Santísima Humanidad y Divinidad de tu Hijo Jesucristo, te adoramos con el más profundo respeto
de que somos capaces.

Te reconocemos como fuente y origen del Verbo y del Espíritu Santo, Creador del cielo y de la
tierra y de todo cuanto en el cielo y en la tierra se contiene.

Te damos gracias, porque te has complacido en inmolar a tu hijo por nosotros y por todo el género
humano y porque nos lo has dado como alimento de nuestras almas.

Padre Nuestro… Dios te Salve María…. Gloria…

Alabemos y demos gracias en todo momento… A Jesús en el Santísimo Sacramento

[ CANTO ]

Verbo eterno, engendrado desde toda la eternidad en los esplendores de la santidad esencial, te
adoramos como imagen substancial de Dios Padre.

Te agradecemos porque te has dignado revestirte de una carne mortal por nuestro amor y de
dárnosla en alimento para que sea aquí en la tierra nuestra fortaleza y nuestra vida.

Padre Nuestro… Dios te Salve María…. Gloria…

Alabemos y demos gracias en todo instante y momento… A Jesús en el Santísimo Sacramento

[ CANTO ]

Espíritu Santo, Dios de amor y de caridad, Sagrado lazo que tiene estrechamente unido al Padre
Eterno con su Hijo Unigénito, autor amable de todas las santas y castas uniones, te adoramos y te
agradecemos con todo el corazón, por habernos unido así, perfectamente, en el Divinísimo
Sacramento de la Eucaristía, con nuestro Salvador Jesucristo.

Padre Nuestro… Dios te Salve María…. Gloria…

Alabemos y demos gracias en todo instante y momento… A Jesús en el Santísimo Sacramento

[ CANTO ]

1
ANITA:

Del Profeta Isaías 42, 1-4; 46, 4-6

“He aquí a mi siervo, a quien yo asisto, mi elegido en quien me complazco. En él habitará mi


Espíritu. Él anunciará la verdad a las naciones. No romperá la caña cascada, ni apagará la mecha
que humea. Predicará el mensaje de la verdad sin voces ni griterío. Proclamará con firmeza su
testimonio. No descansará ni desmayará hasta que haga triunfar el plan divino en la tierra. Las
naciones esperan su doctrina”. “Carga con nuestras deudas. Soporta nuestros dolores. Es herido
por nuestras rebeldías. Su castigo nos trae la paz. Por sus heridas somos curados. Ovejas errantes,
cada cual, por su camino, hasta que Yahvé descargó sobre él toda nuestra culpa”. Palabra de Dios.

(Momento de silencio)

TERE:

La Biblia da a Jesús el título de “Siervo de Yahvé”. Es decir, un elegido de Dios para salvar a su
pueblo. Los judíos se imaginaron siempre al Mesías, o el Cristo que había de venir, como un rey
triunfador, que avasallaría a todos los pueblos, los cuales serían unos asociados de segunda
categoría y unos tributarios de Israel.

Durante el destierro, los deportados reflexionan, cambian de opinión y los discípulos o


continuadores de Isaías nos describen a un Mesías paciente, que carga con todos los dolores de la
humanidad; un mesías saturado de oprobios y entregado a los tormentos.

Nos sabemos bien la pasión de Jesús y cómo aquella célebre profecía se cumplió trágicamente al
pie de la letra. La salvación nos vino por un camino de dolor que nadie se imaginaba.

El mismo profeta nos traza con rasgos imborrables lo que sería la pasión salvadora del Cristo
futuro: “No tenía apariencia ni presencia. Despreciado, marginado, hombre doliente y enfermizo,
como de taparse el rostro para no mirarle. Eran nuestras dolencias las que Él cargaba y nuestros
dolores los que soportaba. Lo vimos azotado, como herido de Dios y humillado. Él ha sido herido
por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soportó el castigo que nos trae la paz, y con
sus heridas hemos sido curados. Yahvé descargó sobre Él las culpas de todos nosotros. Fue
oprimido y Él se humilló y no abrió la boca.” (Isaías 53, 2-7).

Como memorial y recuerdo perenne de su pasión y muerte redentoras, Jesús nos dejó la
Eucaristía. Pasión de Jesús y Eucaristía son inseparables, Igual que los sacrificios que nosotros
queramos ofrecer por la salvación de los hombres, nuestros hermanos: son nuestra propia cruz y,
unidos a los de Cristo del Altar, son también de un valor inmenso en la presencia divina.

En la Iglesia hay muchos continuadores de la misión de Jesús, el Siervo de Yahvé. Son aquellos que
se unen generosamente con el sacrificio de cada día a la pasión y muerte salvadora de Jesucristo,
lo mismo con la enfermedad que con el trabajo, con el deber costoso cumplido a cabalidad, que
con las renuncias voluntarias.

[ CANTO ]

2
RAMÓN:

HABLO AL SEÑOR

Jesús humilde y paciente,


Siempre dispuesto a hacer la voluntad del Padre.
Tú eres el ejemplo de nuestra actitud ante Dios.
Dame la humildad del corazón, la bondad, la piedad.
Yo me quiero unir a ti para salvar al mundo,
Y al mundo solamente lo salvan los santos.
Esos santos, que, como Tú, saben ofrecerse a Dios,
Negándose a sí mismos y dándose a los hermanos
Con Sacrificio, con generosidad, con amor,
Como te diste Tú en la Cruz y te das en el Altar.

(MOMENTO DE SILENCIO)

CONTEMPLACIÓN AFECTIVA

Jesús, el Siervo, el Elegido, el Predilecto del Padre


Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús Hijo humilde y obediente de Dios.
Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, Salvador manso y humilde de corazón.
Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, hecho obediente hasta la muerte de cruz.
Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús con cuyos dolores hemos sido salvados.
Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús anunciador de la salvación de los pobres.
Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, hecho servidor de todos nosotros.
Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, Señor y Maestro que te pones el último de todos.
Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, que das tu vida por la multitud de los pecadores.
Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, tratado en tu pasión como un criminal.
Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús, cordero inocente que nos redimes con tu sangre.
Enséñame a hacer la voluntad del Padre.
Jesús víctima glorificada por el Padre en la Resurrección.
Enséñame a hacer la voluntad del Padre.

3
ANITA:

(MOMENTO DE SILENCIO)

Señor Jesús, manso, humilde y obediente de corazón, y que me quieres como eres Tú. Enséñame a
dominar mi orgullo, mi autosuficiencia, mi rebeldía, para glorificar al Padre con mi obediencia y
darme a mis hermanos con amor y sencillez.

(MOMENTO DE SILENCIO)

Madre María, Virgen sencilla y humilde, esclava del Señor, modelo de todos los hijos de la Iglesia
en el servicio y entrega total a Dios y a los hombres. Yo quiero ser como Jesús y como Tú, para
decir a Dios, ahora como en la hora de mi muerte: “Que se haga siempre en mí tu voluntad”.

TERE:

(MOMENTO DE SILENCIO)

En el mundo moderno surgen por doquier muchos mesías prometiendo una salvación que no
pueden dar. Y que ni quieren dar. Porque ninguno de ellos acepta el plan de Dios, de salvar por la
cruz. No se salva matando sino muriendo. Así lo hizo Jesús y Dios no cambia de planes… ¿Acepto
yo ser en mi propia vida como Jesús? ¿Cumplo la voluntad de Dios, como actitud primera de quien
quiere agradar al mismo Dios? ¿Sé aceptar los pequeños sacrificios de cada día y ofrecerlos en la
Misa a Dios, en unión con Jesucristo, para la salvación de muchos hermanos míos? ¿Recuerdo que
esto es lo que la virgen nos pedía a todos en Fátima?

[ CANTO ]

RAMÓN:

Ante el Jesús de la Cruz, que sufre y muere por nosotros decimos con Fe profunda:

- Dios nuestro, ten piedad y perdónanos.

Señor Jesucristo, no lleves cuenta de nuestros delitos. Mira lo que sufriste por nosotros y haz que
tu sangre no resulte vana para los más necesitados de tu misericordia.

- Dios nuestro, ten piedad y perdónanos.

Haz que todos los hombres alcancen por ti la salvación que van buscando y no pueden encontrar
sino en ti.

- Dios nuestro, ten piedad y perdónanos.

4
Acepta el dolor de los enfermos, especialmente los que están contagiados por el coronavirus, de
los pobres, los oprimidos y los afectados por esta pandemia como una participación en los
sufrimientos con que nos salvaste.

- Dios nuestro, ten piedad y perdónanos.

Acoge a nuestros hermanos difuntos en tu gozo, especialmente a las víctimas del coronavirus que
no han podido recibir ayuda espiritual.

- Dios nuestro, ten piedad y perdónanos.

Protege y asiste al personal médico que está atendiendo a los hermanos enfermos.

- Dios nuestro, ten piedad y perdónanos.

Danos a todos tu bendición y tu protección en esta pandemia y siempre, Señor. Amen.

(Momento de silencio)

Señor Sacramentado, que aquí en la Eucaristía ocultas tus esplendores bajo las apariencias
humildes del pan y del vino, para que nos acerquemos a ti sin miedo alguno. A ti venimos con alma
abierta y nos entregamos a Dios, como una sola hostia contigo, para gloria del Padre, en el Espíritu
Santo. Amen.

Por las intenciones del Santo Padre:

Padre Nuestro….

Dios te Salve María…

Gloria….

Les diste el Pan del Cielo

- Que contiene en sí todo Deleite.

¡Oh Dios! que en este Sacramento admirable nos dejaste el Memorial de Tu Pasión, te pedimos
nos concedas, venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu Sangre, que
experimentemos constantemente en nosotros los frutos de tu redención. Que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.

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