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Panorama desde los medios y fines

Por María Seoane

La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y su objetivo trunco

La intención de la Ley 26.582 era posibilitar el desarrollo de la comunicación


pública con soberanía popular y fomentar la desconcentración mediática, en
reemplazo de una legislación que estaba vigente desde la dictadura. Entre los
principales aspectos que aportaba la ley en contraposición con toda la normativa
anterior son destacables dos puntos, en lo que hace a la propiedad de medios: la
definición inclusiva de tipos de prestadores y el establecimiento de límites a la
concentración.
Al momento de la promulgación de la norma, la concentración de la propiedad
del Grupo Clarín (con su empresa Cablevisión Multicanal) alcanzaba al 55 % del
mercado del servicio pago de televisión por suscripción con vínculo físico (2.750.000
abonados) tras una fusión de empresas aprobada en diciembre de 2007. El grupo llegó a
acumular unas 191 licencias cuando la ley 22.285 (modificada por el decreto 1005/99)
establecía como máximo 24. Al mismo tiempo, buena parte de ellas se superponían en el
área de cobertura, algo también prohibido por la anterior ley .
Luego de la sanción, la respuesta de los grupos concentrados de la economía
fue inmediata y articulada desde el Poder Judicial, donde lograron frenar la aplicación
de algunos puntos claves de la ley. A la par se elaboró una estructura de operaciones,
estigmatizaciones, y victimizaciones mediáticas reproducidas desde las
multiplataformas de los grupos económicos perjudicados (diarios, radios, revistas,
canales de tv, etc.)

El macrismo y la desarticulación de la ley

La llegada de Mauricio Macri a la presidencia en 2015 fue determinante en el


esquema de medios argentino. Realizó modificaciones por decreto en la legislación,
produjo el cierre intempestivo de medios, aceleró la concentración de los grandes
jugadores y aumentó la precariedad laboral. Desde sus inicios, el Gobierno tomó una
serie de decisiones que determinaron la gubernamentalización en materia de política de
comunicación, un tendencia pro mercado, la concentración de los contenidos y la
erradicación del sector de interés público en la regulación.
Casi a la par de su llegada el macrismo se encargó de devolver algunos favores.
Marcos Peña anunció una serie de decretos que modificaron la Ley de Servicios de
Comunicación Audiovisual a grito de: “Hoy se termina la guerra del Estado contra el
periodismo”. Casi en la misma secuencia, el macrismo creó el Ministerio de
Comunicaciones, disuelto en 2017, y ubicó allí al radical Oscar Aguad, parte del
directorio de La Voz del Interior, del grupo Clarín, durante casi diez años (1985 – 1994).
Luego, el Ejecutivo intervino las autoridades de aplicación de la Ley Audiovisual y la
Ley Argentina Digital (AFSCA y AFTIC respectivamente). Por último, y antes de
cerrar el primer mes de mandato, sancionó el Decreto de Necesidad y Urgencia Nº
267/15 que modificó de forma sustancial el articulado de las leyes mencionadas y
cambió la estructuración del sector. Esta modificación creó un organismo regulatorio
unificado para telecomunicaciones, audiovisual y radiodifusión (Ente Nacional de
Comunicaciones) con una marcada dependencia política y organizativa del Poder
Ejecutivo.
Además, flexibilizó los topes a la concentración en radio y TV por cantidad de
licencias y penetración sobre la población; liberó la compra y venta de licencias de
radiodifusión; le quitó a los servicios de televisión de pago cualquier tipo de tope de
mercado; y eliminó restricciones de propiedad cruzada (entre cableoperadores y
telecomunicaciones, entre canales de TV y cableoperadores). De esta forma, la
regulación dio un paso hacia las exigencias del sector más concentrado del
mercado.

Límites a la libertad de expresión

La firma del decreto delimitó la posibilidad de discutir pluralismo, diversidad,


contenidos locales, regionales, informativos, de la universidad local, de ficción propia e
independiente. Los medios sin fines de lucro han visto recortada en los últimos
años toda posibilidad de participar en nuevos concursos que hagan efectiva la
reserva de 33% del espectro que establece la LSCA para este tipo de prestadores.
Solamente dos de los canales comunitarios concursados en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires que cumplieron con todas las exigencias para el acto de adjudicación
lograron acceder a su licencia: Barricada TV y Urbana TV. A la vez, son excluidos de
la grilla de canales de los principales prestadores de televisión por suscripción,
quienes - sumados- concentran más del 75% de este mercado.
Las disposiciones impuestas por el decreto de necesidad y urgencia 267
resultan contrarias a los estándares internacionales en materia de libertad de
expresión. La “Declaración para la Promoción de la Diversidad en los Medios de
Comunicación”, aprobada por los Relatores de Libertad de Expresión de los diferentes
sistemas regionales de protección derechos humanos, exhortan a los Estados a tomar
medidas para asegurar la diversidad de contenidos, garantizando la libertad de
expresión y poniendo un límite a la concentración de la propiedad de medios.

Extracto de la Declaración: “El Estado debe asegurar medidas para la existencia de una
diversidad de medios. Los distintos tipos de medios de comunicación – comerciales, de
servicio público y comunitarios– deben ser capaces de operar en, y tener acceso equitativo
a todas las plataformas de transmisión disponibles. Las medidas específicas para
promover la diversidad pueden incluir el reservar frecuencias adecuadas para diferentes
tipos de medios, contar con must-carry rules (sobre el deber de transmisión), requerir que
tanto las tecnologías de distribución como las de recepción sean complementarias y/o
inter operable, inclusive a través de las fronteras nacionales, y proveer acceso no
discriminatorio a servicios de ayuda, tales como guías de programación electrónica”
Compra de Nextel y fusión con Telecom

En 2016, la autorización de la compra de Nextel (cuarta operadora de telefonía


móvil) por parte del Grupo Clarín (que había sido rechazada por las autoridades
durante el gobierno anterior) aceleró una serie de decisiones para adecuar frecuencias
para su explotación para servicios móviles y el establecimiento de plazos para el ingreso
de las otras ´telcos´ al mercado de televisión de pago. Esas medidas fueron tomadas a
través de resoluciones del ENACOM o decretos simples del Poder Ejecutivo.
Con la fusión entre Cablevisión (Grupo Clarín) y Telecom en 2018, los otros
operadores del mercado (especialmente Telefónica y Claro) comenzaron a demandar al
gobierno regulaciones que equipararan las condiciones del mercado (como la
habilitación para dar televisión de pago por vía satelital y el acceso a mayor cantidad de
frecuencias para telefonía móvil). Además, ENACOM y la Comisión Nacional de
Defensa de la Competencia (CNDC) fueron los encargados de aprobar esta operación
que representó una de las concentraciones económicas más grandes en la historia
de la comunicación argentina. Las exigencias impuestas por la CNDC fueron mínimas
desinversiones en algunos mercados, mientras ENACOM aprobó sin observaciones de
importancia esta operación.
Otro suceso regulatorio tuvo lugar en septiembre de 2016, cuando el Congreso
sancionó una ley de Acceso a la Información Pública (Ley Nº 27.275). Se trató de un
hecho novedoso ya que no existía una regulación democrática que garantizara este
derecho para todos los organismos públicos de todos los poderes estatales, sino un
decreto del Poder Ejecutivo de 2003. La nueva ley fue modificada por un decreto de
Macri y sometió la autoridad de aplicación a su órbita.

Papel Prensa y el monopolio del papel

El 19 de diciembre de 2018, el Congreso Nacional sancionó la ley 27.498. Su eje


principal reside en la derogación de ocho artículos de la ley 26.736, que había sido
sancionada en el año 2011 y declaraba de interés público la fabricación,
comercialización y distribución de pasta celulosa y papel para diarios. Así, se
desreguló la actividad y facilitó así la re-oligopolización de este mercado que cuenta
con una sola empresa en el país que produce papel para imprimir periódicos: Papel
Prensa S.A. La misma es propiedad de los diarios Clarín y La Nación -y, en menor
parte del Estado-. Esta reforma normativa, permitió que el precio del papel pueda
ser fijado libremente por la empresa, sin tener la obligación de vender ante una
solicitud de competidores aun cuando tengan stock para hacerlo, ni de garantizar
igualdad de precios para distintos compradores.

La disposición se contrapone a la Convención Americana sobre Derechos


Humanos (CADH), que en su artículo 13 inciso 3 afirma: “No se puede restringir el
derecho de expresión por vía o medios indirectos, tales como el abuso de controles
oficiales o particulares de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o de
enseres y aparatos usados en la difusión de información o por cualesquiera otros
medios encaminados a impedir la comunicación y la circulación de ideas y
opiniones”.

El desguace de los medios estatales

Durante el macrismo se creó el Sistema Federal de Medios y Contenidos


Públicos (SFMyCP) en la órbita del Poder Ejecutivo, donde Macri designó como titular
a Hernán Lombardi. Desde ese momento se llevó a cabo un proceso de crisis y
decadencia de los medios estatales. En el aspecto presupuestario, hubo un
congelamiento de los fondos destinados para los medios estatales. Tanto en Radio
Nacional como en la TVP, el gobierno impuso una política de estancamiento y rebaja
de sueldos sin firmar acuerdos paritarios. El proceso de ajuste tuvo traducción en los
niveles de audiencia de los medios estatales: Radio Nacional pasó de ser la cuarta
radio AM más escuchada en AMBA en 2015 a desaparecer de las mediciones luego
de perder el 80% del encendido, y la TVP perdió más del 40% del encendido
entre 2015 y 2018.
El recorte también llegó a los trabajadores. En 2017 el gobierno despidió a 160
empleados de las unidades de producción de contenidos de los canales Encuentro,
Paka-Paka y DeporTV. En la TVPA y Radio Nacional se implementaron planes de
retiros voluntarios que también redujeron la cantidad de trabajadores. El caso más
paradigmático fue el de la agencia de noticias Télam: el gobierno echó a más del
50% de la planta laboral (354 trabajadores). Sin embargo, un fallo judicial obligó a
Lombardi a volver sobre sus pasos y reincorporar a los despedidos.
En el plano productivo, la TVP dejó de producir contenidos en vivo durante
los fines de semana, mientras Radio Nacional comenzó a retransmitir la
programación de Buenos Aires en las frecuencias de FM de sus repetidoras en
todo el país (que también cuentan con una AM donde existe programación local). En
Encuentro, Paka-Paka y DeporTV, las producciones propias se redujeron al
mínimo por el recorte en los puestos laborales. El cuadro se completa con la
pérdida de los derechos para la transmisión del fútbol de Primera División de la
Asociación del Fútbol Argentino (AFA) que la TVPA televisaba hasta 2015.

El esquema de medios y la concentración en 2020

El mapa mediático que incluye desde los medios hasta Internet, pasando por las
telecomunicaciones fijas y móviles, atraviesa un momento de altísima concentración
potenciado por la centralización geográfica de los servicios y contenidos, por el
dispar tendido y cobertura de las redes físicas e inalámbricas y por la creciente
conglomeración de la propiedad.
La concentración cross-media arroja un 59,24% de concentración por parte de
los 8 principales grupos seleccionados:

1. Grupo Clarín: 25,28% (6,84% por radio, 10,62% por televisión y 7,82% por
diarios)
2. Grupo América: 7,25% (2,27% por radio, 4,09% por televisión y 0,89 por
diarios)
3. VIACOM: 7,10% todo por televisión
4. Grupo Indalo: 6,62% (5,12% por radio y 1,5% por televisión)
5. Fusión Prisa-Albavisión: 6,21% (4,33% por radio y 1,88 por televisión)
6. La Nación: 2,97% todo por diarios
7. Cadena 3: 2,16% todo por radio
8. Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos (SFMyCP, Estado): 1,65% todo
por televisión

Fuente: Media Ownership Monitor

Fake news y lawfare, el peligro de la democracia

La concentración de los medios de comunicación en pocas manos posibilita la


desaparición de la pluralidad de voces y aglomera la información en un puñado
de empresas y propietarios. Estos niveles, altísimos a comparación de otros países de
la región, son tierra fértil para la proliferación de la desinformación y las fake news.
Ciertos procesos electorales se han visto atravesados por estas prácticas, como la
elección de Trump, el triunfo de Bolsonaro o, a nivel local, casos que intentaron
desestabilizar al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, como la muerte del fiscal
Alberto Nisman, la causa de los Cuadernos, entre otros.
Estas prácticas traen aparejadas procesos más complejos y antidemocráticos,
como puede ser el “lawfare”. Técnicamente, el “uso indebido de instrumentos jurídicos
para fines de persecución política, destrucción de imagen pública e inhabilitación de un
adversario político”, es posible gracias a un timing político (Lava Jato en Brasil, Causa
Cuadernos previo a elecciones 2019), la connivencia con el Poder Judicial y una
fuerte campaña por parte de las empresas que controlan la información.
En épocas de Big Data, posverdad, noticias falsas, y teorías conspirativas, el
orden democrático se ve afectado por la irracionalidad. No es casualidad la convocatoria
desde medios del Grupo Clarín a las marchas anti cuarentena, epicentro de las consignas
golpistas por parte de un grupo minoritario pero poderoso y con una vaga creencia en
las instituciones. Las campañas de desinformación, fogoneadas por los medios
masivos de comunicación, dan cuenta del principio sociológico formulado por William I.
Thomas: "Si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en
sus consecuencias". Según el informe “The spread of true and false news online",
publicado en Science (2018) una historia falsa llega a 1500 personas seis veces más
rápido, en promedio, que una historia real.
Los medios concentrados operan como “periodismo de guerra” de modo
transversal a estas dinámicas y manipulan la opinión pública a ritmo de sus
intereses. No olvidemos la declaración de Julio Blanck en 2016: “Hicimos periodismo
de guerra. Eso es mal periodismo. Fuimos buenos haciendo guerra, estamos vivos,
llegamos vivos al final, al último día. Periodismo eso no es... Como yo lo entiendo, no es
el que me gusta hacer. Y yo lo hice, no le echo la culpa a nadie, yo lo hice. Eran las
circunstancias e hice cosas que en circunstancias normales por ahí no hubiese hecho, en
términos de qué posición tomar o de cierta cosa terminante".

El monopolio internacional del GAFAM

Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft (GAFAM) son los gigantes que
dominan la economía de plataformas a nivel mundial. Todo parece indicar que estamos
a punto de atravesar una regulación de estas empresas, en principio en Europa, y
sobre todo en lo que respecta a las zonas erróneas y corporativas de sus sistemas.
La Autoridad de la Competencia del Reino Unido elaboró un informe que se
centra en el desempeño de Google y Facebook y cómo éstos eliminan la competencia.
La investigación propone nuevas regulaciones al sector de las big tech en consonancia
con las audiencias antimonopolio que se dieron en el Congreso estadounidense
meses atrás y que sentaron en el banquillo por primera vez a los CEO de GAFA (sin
Microsoft): Sundar Pichai (Google), Jeff Bezos (Amazon), Mark Zuckerberg (Facebook) y
Tim Cook (Apple).
El informe británico evidencia las consecuencias de la concentración excesiva
en mercados de información, la falta de competencia, el estorbo a la innovación, el
aumento de precios al consumo y el daño a la economía. Denuncia también la falta de
pluralismo, con la retracción de medios y noticias, y de diversidad de matices y
puntos de vista. También propone crear un organismo especializado en la
economía digital que aplique un código de conducta a las plataformas con poder
significativo de mercado, que permitiría suspender, bloquear y reservar decisiones
de las grandes compañías del sector, por ejemplo la expansión dentro de sus
actividades o en sectores convergentes.

DNU 690 y menos poder para los grandes conglomerados

El presidente Alberto Fernández sancionó semanas atrás el DNU 690 con el que
avanzó en definiciones sobre la prestación de los servicios de Internet, Telefonía Móvil y
TV paga. El decreto repone la noción de ‘servicio público en competencia’ a las TIC
(Tecnología de la Información y Comunicación), que había votado el Congreso en la Ley
de Telecomunicaciones y que Maurico Macri derogó con un decreto. El decreto
suspendió los aumentos de sus tarifas hasta fin de año, amplió la capacidad de
acción del organismo regulador (Enacom) e insta a las empresas a informar a sus
clientes sobre lo dispuesto. Es fácil sortear el “fantasma” de estatización que patalea la
oposición, teniendo en cuenta que la telefonía básica está privatizada desde 1990 y es
un servicio público.
Esta medida se da en un contexto de emergencia por pandemia. El objetivo es
que los sectores más vulnerables puedan contar con acceso a estos servicios
esenciales que han escalado en importancia desde la llegada del virus.
El diagnóstico de la estructura, cobertura, acceso y asequibilidad a los servicios de
comunicaciones en la Argentina demuestra que hay zonas con carencias no cubiertas
por el mercado y que necesitan de políticas públicas. El decreto es un primer paso en un
debate que promete (y debe) seguir.

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