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¿Militarismo?
“Si el militarismo representa la asunción por parte de los cuadros de mando de todos los roles político–
administrativo decisivos, ni el período de Latorre ni el de Santos registran nada parecido. Ambos gobernaron con
el cuantioso elemento civil colaboracionista que desde el pleno asentimiento hasta complicadas justificaciones y
reservas optó por respaldar la gestión de la autoridad de turno”
“Se denomina así a los grupos organizados que se proponen ejercer una acción sobre las autoridades. A veces, su
objetivo último difiere de dicha acción, pero sin embargo las parece útil para realizar sus objetivos”
El interés ganadero
“Hace justamente siete años que, en estos mismos días y en este mismo salón, inaugurábamos la primera asamblea
de la Asociación Rural del Uruguay, precisamente en momentos en que una tormenta política desbastaba la
campaña, haciéndola inhabitable... La campaña es inhabitable, decíamos entonces, la propiedad es una mentira, y
la vida del estanciero y del morador honesto, una palabra vaga, una fantasía de la imaginación; (...) Pero para que la
propiedad fuese lo que debemos llamar una verdad, era necesario revestirla de leyes de su índole, que determinasen
su extensión y fijasen (...) los límites hasta los cuales debía llegar la autoridad en sus relaciones para con la
propiedad... Es entonces que se confeccionó el Código Rural, que es la gloria de ésta Asociación (...) y cuando debía
ponerse en práctica (...) surgió un nuevo gobierno que dijo: ‘Con este libro he de concluir con los poderosos
enemigos de la propiedad’.
Latorre y la campaña
“La campaña que consume poco y produce mucho, ha tendió por parte de mi gobierno, una atención preferente. Se
explica entonces, que los hacendados retribuyan con palabra agradecida y con su invariable adhesión personal, al
régimen de mi gobierno que ha implantado el orden y la decencia pública”
“La clase superior urbana dedicad al fuerte comercio de importación y exportación, a la actividad bancaria prudente
y asentada –el Banco Comercial, el Banco de Londres-, a la actividad saladeril, se agrupó en la Bolsa de Comercio
constituyendo su primer soporte y el más directamente beneficiado por el gobierno militar.(...) El dictador pagó de
inmediato su deuda con la clase superior urbana. La confianza renació en la Bolsa. El precio del oro se cotizaba en los
primeros días de marzo a 8.57 descendió a los dos o tres días del ascenso de Latorre a 2.85 (...)n El estado se hizo
cargo de inmediato de toda la emisión del circulante de papel moneda sin respaldo en oro... y comenzó a extinguirla
a medida que permitía el pago de los impuestos con ella... Todo esto culminó con la adopción del monometalismo
(patrón oro)”
“A diferencia de Lamas que se había decidió a no pagar el empréstito londinense para salvar el tesoro uruguayo y
satisfacer a los tenedores de bonos internos políticamente importantes, el Coronel Latorre consideró prioritario el
acuerdo con los tenedores de bonos británicos. (...) El amparo de Latorre a la inversión británica en Uruguay era aún
mayor cuando se trataba de empresas involucradas en conflictos con anteriores gobiernos uruguayos, incluso
gobiernos en los cuales él había jugado un papel central. Aunque como Ministro de Guerra de Pedro Varela, el
Coronel Latorre había amenazado con confiscar el Ferrocarril Central del Uruguay, como cabeza del Ejecutivo,
Latorre respaldó su reconstrucción como compañía inglesa en término altamente favorables e impuso este convenio
a Uruguay en contra de la enérgica oposición nacionalista a la alineación formal del principal ramal de la Banda
Oriental a una compañía extranjera. A diferencia de Lamas, que había ejercido presión para la expropiación de la
usina de agua de Montevideo, propiedad de los británicos, Latorre derogó los procedimientos y facilitó la
transferencia de la planta y la concesión del monopolio a una nueva compañía inglesa (...) Los representantes
británicos reconocieron el empeño de Latorre por satisfacer sus intereses. Los diplomáticos ingleses compararon
favorablemente la dictadura de Latorre con sus predecesores irresponsables y elogiaron el autócrata uruguayo por
su ‘resolución’ y ‘capacidad natural’ y su preocupación por el bienestar de los intereses británicos en la Banda
Oriental”
“Desgravaciones: Art. 2 los materiales útiles y artículos que se importan del extranjero para la construcción, uso y
consumo exclusivo del ferrocarril serán libres de todo derecho durante el término de esta concesión y la propiedad
del ferrocarril será libre de toda contribución u otro impuesto durante este término.
Privilegios: Art. 4. el Superior Gobierno concederá a la Empresa el uso gratuito de las vías públicas para la
colocación de rieles. Art. 5 las propiedades y terrenos para la vía férrea, estaciones demás construcciones necesarias
serán cedidas a la empresa en propiedad, siendo Fiscales...
Compensaciones: Art. 7 Para compensar a los accionistas por las pérdidas y perjuicios que han sufrido, el gobierno se
compromete a ayudar a la compañía por el término de 10 años con una subvención de $25.000 anuales”
Carlos Panizza, “Un aspecto de las inversiones británicas durante el militarismo: los ferrocarriles”
“Central 23/11/77 10.50 Gobernador Provisorio Latorre, Montevideo, al captan de la 2ª compañía destacada en el
Salto Noticias oficiales de esa, me hacen saber que una gavilla ha pretendido dar un malón. ¿Qué hacen sus infantes,
que no se ah puesto en campaña? ¿Para qué están al servicio del orden y las garantías de los departamentos? Quiero
que, de acuerdo con el Jefe Político, se mueva usted a fin de acabar con esos bandidos. Si sus soldados no son
capaces de nada, dígamelo, para quitarlos a Ud. y a ellos.”
1/5/1877 “Hemos de concluir este artículo diciendo que la campaña es habitable, gracias al vigor y la energía del
coronel Latorre; y el país rural que es el verdadero país, se lo agradece sinceramente”...
1/9/1877 “Hoy el estanciero se respeta y el , el capataz obedece, el peón trabaja y la familia economiza (...) ¿Cómo
no estar prestigiada una era semejante?”
30/5/1879 “El orden será el primer objeto de la administración. El gobierno que eso hizo y eso hizo fue el Gobierno
Provisional del Coronel D. Lorenzo Latorre y todos palpamos la verdad, todos disfrutamos de las ventajas del exacto
cumplimiento de aquellos propósitos, y al decir esto, creemos hacer justicia a la justicia misma (...)
La verdad es que las grandes empresas no admiten muchas reflexiones y los pueblos en situaciones extremas suelen
darse gobiernos especiales, cuando se convencen que la suavidad alienta el abuso, la injusticia y la inmoralidad y que
solo el vigor es capaz de salvar la patria; y porque hay momentos en la vida de los pueblos, en que vale más un
hombre que un principio”
“El Chingolo y el Clinudo eran dos gauchos malos que merodeaban por las inmediaciones de José Ignacio. El primero
fue alcanzado y herido en una de las persecuciones, expirando luego en las inmediaciones de Minas. El segundo fue
aprehendido y su temeridad cuando era conducido a la capital puso a los conductores en el caso de adelantarse al
castigo de la justicia”
“Alambrar el campo es haber dado con todo. Es suprimir gastos, hay necesidad de menos peones, menos caballos,
completa seguridad para la hacienda, no existe y la entrada de animales ajenos; no se ven cruzar loa campeadores;
las carnadas quedan eliminadas; es un dueño absoluto del campo; sabe a que atenerse y que número de animales
suyos puede contener aquél. Ya las haciendas en continuo movimiento por el pasaje, no pisotean el campo; las
yeguadas ajenas no lo cruzan; está evitando todo esto (...) con el campo alambrado el negocio de las vacas supera
cualquier otro. Los campos alambrados pues son el secreto que encierra la riqueza del país y del estanciero”
“Desde la fecha del presente decreto son libre de todo derecho de importación y adicionales los siguientes artículos:
alambre para cercar, arados de todas clases, máquinas, aparatos y útiles para la agricultura”
Alambre y Propiedad
“Todos cercaron, progresistas y hacendados ‘a la antigua’, porque definía la propiedad de la tierra y el ganado. Para
el gran estanciero tradicional de la frontera, el cercamiento era el signo concreto de su deseo de atesorar tierras y
vacas, el más notable de sus rasgos psicológicos.”
“Días pasados un hacendado me comunicaba que nuestros establecimientos de campo ocupaban la mitad del
personal que antes ocupaban para desempeñar sus faenas. Toda esa gente que antes vivía con un sueldo fijo y bien
remunerado, hoy vive a expensas de trabajos accidentales que los obligan a reducir los consumos a la menor
expresión posible”
“Cada estancia que se cerca, representa 10, 15 o 20 individuos o familias que quedan en la miseria sin otro
horizonte que una vida incierta, degradada por el servilismo del que tiene que implorar la caridad para vivir y
alentando en su corazón odios hacia esos cercos (...) y como única esperanza alientan la risueña expectativa de una
revolución que les permita la destrucción de todos ellos.
“El pobrerío habitaba los ejidos (zonas reservadas para el crecimiento de los pueblos) y suburbios del pueblo y
capitales departamentales del interior, las colonias que el Estado había fundado para ellos, y los ‘pueblos de ratas’
diseminados al costado de los caminos nacionales y en las escasas tierras fiscales” hasta que los expulsaran (...)
Después que vinieron los alambrados... todos los propietarios se han deshecho de aquella pesada carga de vecinos
a quienes tenían que mantener, dándoles sueldos...; y esta gente ha ocurrido a los centros urbanos... donde no
encuentran trabajo, porque las necesidades son muy escasas. De la manera que en los suburbios de nuestros centros
de campaña hay una población que no tiene en qué trabajar... y que vive del merodeo y del robo. La mayor parte de
los robos que se comenten en campaña, son en las proximidades de los pueblos, porque esa gente, como es natural,
urgida por la necesidad, acaba por hacer lo que hace cualquier animal hambriento... Eso lo palpo yo todos los días
“En pocos países del mundo el proceso inmigratorio ha tenido una trascendencia tan crucial en la primera
configuración de la sociedad local como en el caso del Uruguay. Como ha señalado Juan Rial, durante los primeros
100 años de vida independiente nuestra sociedad tuvo en los extranjeros un auténtico ‘factor definido’. De manera
particular entre 1830 y 1890 el Uruguay se perfiló como un ‘espacio vacío abierto al poblamiento’ de extranjeros, lo
que contribuyó a una fuerte precocidad del flujo inmigratorio.
La anticipación de la corriente inmigratoria, junto a su muy alta dimensión cuantitativa (frente a la población
existente) reforzaron esos perfiles de ‘sociedad aluvial’ y de ‘Patria Gringa’ asignados al Uruguay de la segunda mitad
del siglo XIX. La peculiaridad del caso uruguayo se ratifica si esbozamos una comparación con el proceso que afectó
a la Argentina, otra sociedad marcada –aunque de distinta forma- por la inmigración en la segunda mitad del siglo
XIX y en los comienzos del siglo XX.
Hacia 1860 los datos censales revelaban un 33.8% de población extranjera en Uruguay, mientras que en 1869 las
estimaciones para el caso argentino sólo indicaban un 12.1%. Medio siglo después la relación se había invertido
radicalmente: el censo de 1908 indicaba un 17.4% de extranjeros en Uruguay, mientras que en 1914 los datos
registraban un 30.4% en Argentina. Mientras en el caso uruguayo la primera modernización del Estado se asoció con
una sociedad en vías de ‘nacionalización’, en la Argentina el proceso se dio casi a la inversa, en el marco de una
trama social creciente y notablemente extranjerizada. Esto tuvo que ver además con la diversidad en la evolución
del ‘problema’ de la frontera en una y otra sociedad rioplatenses: mientras en la Argentina la inmigración contribuyó
a trascender el límite sur que imponía el mundo indígena, en el Uruguay ese proceso terminó por consolidar la
condición fronteriza del país todo.
Otros factores coadyuvaron para profundizar la significación histórica del proceso inmigratorio en la evolución de la
sociedad uruguaya: la inserción muy calificada de los extranjeros en las actividades económicas y en la estructura
social vernácula, que se tradujo por ejemplo en su papel decisivo en la acción de diversos actores sociales de la
época (organizaciones empresariales, sindicatos, etc.); la radicación preferentemente urbana de la población
inmigrante (en especial la de origen ultramarino), que sin duda reforzó el proceso de sobre urbanización del
Uruguay; la también alta significación de la inmigración regional (particularmente en los departamentos limítrofes),
lo que aumentaba su trascendencia en un país tan dependiente de sus vecinos y que ya comenzaba a expulsar
población nativa al exterior (los extranjeros oficiando de ‘reemplazo’ de los nativos, el ‘país de la inmigración’
asociado al ‘país de la emigración’).
A ello debe agregarse que los inmigrantes trajeron también consigo ideas y pautas de conducta que encontraron
mayores posibilidades de arraigo en aquellos ‘tiempos de formación’ de la sociedad local. De ese modo, la
permeabilidad autóctona acentuó en nuestro país la asimetría en esa síntesis de transferencia y recepción, tan típica
de las sociedades de inmigración”
Gerardo Caetano y José Rilla, “Historia Contemporánea del Uruguay. De la Colonia al Siglo XXI” 2004
Transición demográfica
“La historia de la población humana es una larga lucha del hombre contra la muerte y la enfermedad (...)
Los historiadores reconocen dos instancias fundamentales en esta batalla contra la muerte: el período Neolítico,
cuando el desarrollo de la agricultura permitió un salto cuantitativo en el volumen de la población humana y el
período que precede y acompaña la revolución industrial, cuyos efectos son los que dominan las transformaciones
en el crecimiento y la dinámica de las poblaciones actuales. La dimensión y significado de los cambios que tienen
lugar a partir de la revolución científica y tecnología que se desarrolla desde el Siglo XVIII, sobre la prolongación de la
vida humana constituye un tema no siempre destacado en los estudios sobre la sociedad contemporánea. La
esperanza de vida al nacer era de aproximadamente 29 años en Francia cuando tiene lugar la Revolución de 1789.
las sociedades industriales contemporáneas están alcanzando los 80 años de esperanza de vida en este período y es
solamente en algunas naciones particularmente atrasadas en su proceso de desarrollo en las que este indicador está
por debajo de los 50 años.
Es a partir de los cambios que comienzan a producirse con el proceso de industrialización que tienen lugar
transformaciones sociales muy profundas, resultado del a urbanización y de la proletarización de la población. Estos
procesos tuvieron como consecuencia cambios significativos sobre la calidad si vida, la organización social y el
relacionamiento de los hombres con el trabajo; en el plano demográfico la prolongación de la vida y los cambio es en
el comportamiento reproductivo marcan instancias que pueden ser consideradas revolucionarias, con respecto a los
siglos precedentes.
La prolongación de la vida humana transformó substancialmente os proyectos individuales y colectivos, las visiones
sobre el futuro, los modelos familiares y la relación entre las generaciones. En cuanto al comportamiento
reproductivo, este nuevo contexto posibilitó la incorporación de nuevas pautas con respecto a la familia que
tuvieron como consecuencia la reducción de la fecundidad. La introducción de la decisión racional de elegir el
número deseado de hijos, por parte de las parejas, constituye un cambio sin precedentes respecto a las
concepciones generalizadas en las sociedades tradicionales. (...)
El control voluntario del número de hijos, en su forma masiva y adoptado como modelo de vida por parte de las
parejas, comienza a tener lugar desde el siglo XVIII y se generaliza en el siglo XIX en la Europa Nordoccidental. Los
mecanismos orientados a la contracepción eran fundamentalmente el coitos interruptus y la abstinencia sexual.
Extendiéndose en dicho período el recurso a la interrupción del embarazo mediante el aborto.
Ya desde los últimos años del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX comienzan a manifestarse en el
Uruguay las transformaciones que toman el nombre de transición demográfica, de manera temprana con respecto a
los países no industrializados. Para ubicar el tema en términos comparativos, con la excepción de Argentina ningún
país de América Latina comienza a manifestar estos cambios en el período anterior a 1930.
¿Cuáles fueron las causas que hicieron posible la manifestación ‘precoz’ de este proceso en Uruguay, asimilando su
comportamiento demográfico al de los países industrializados?
Las respuestas a esta pregunta son de distinta índole y es un conjunto de factores el que determinó esta
especificidad de la evolución demográfica uruguaya.
La consolidación de la actividad económica basada fundamentalmente en la ganadería extensiva, cuya producción
se dirigió muy tempranamente al comercio exportador, explica, en gran medida, algunas de sus características
demográficas. La ganadería no generó una lata demanda de mano de obra, al mismo tiempo que contribuyó a
impedir el desarrollo de un sector campesino orientado a la producción de subsistencia, siendo este tipo de
población rural la depositaria de latos niveles de reproducción. Por otra parte, al contrario de lo que sucede con la
agricultura, la producción ganadera orientada a la exportación no estimuló el crecimiento de núcleos urbanos
intermedios y en este caso tendió a consolidar el crecimiento de la ciudad capital, principal puerto exportador.
La temprana concentración de la población en la ciudad capital y en algunos centros urbanos propició la adopción de
pautas de comportamiento reproductivo de tipo ‘moderno’ en los sectores urbanos. A su vez, la inserción en el
sistema económico internacional contribuyó a la difusión de sistemas de valores propios de las sociedades
industrializadas. Las élites dominantes, fuertemente europeizadas en lo ideológico, promovieron transformaciones
de repercusión en el destino de la sociedad; el ejemplo más importante en este sentido fue la reforma que impulsó
la generalización de un sistema educativo laico, gratuito y obligatorio para ambos sexos. Esta medida redundó en
una temprana elevación del alcance de la alfabetización, que afectó tanto a la población masculina como femenina.
La transición demográfica ‘precoz’ no fue ajena a la incorporación de una racionalidad de tipo moderno-occidental
en una sociedad que, aunque logró un desarrollo incipiente de la industria, siguió siendo fundamentalmente agro-
exportadora.
Crisis y encrucijada
Introducción
“La crisis económica y financiera estalló en el contexto de la quiebra de importantes bancos y empresas en París y
Londres, entre 1889 y 1890, la que determinó, entre otras cosas, una notable restricción del crédito. La caída de los
precios de la lana y el cuero, y la misma quiebra del Banco Nacional pusieron en evidencia la vulnerabilidad del país y
de las finanzas públicas, los límites de su capacidad productiva y la dependencia de un mercado internacional de
bienes y capitales sobre el que no había la más mínima capacidad de control. Todo ello de3rivó en una reflexión
sistemática de la elite política acerca de los rigores de la dependencia y de la vinculación entre esta – juzgada por
muchos como más o menos inevitable. Y la condición monoproductora de la economía –por cierto que muy
atenuada, pero modificable desde el poderoso instrumento que suponía ahora el Estado Moderno”.
La Liga Industrial
“La República Oriental, depende pues, casi exclusivamente de los mercados del exterior. De ahí su estado de atraso
y su falta de crédito, en parte.
Ella sufre la influencia de las oscilaciones mercantiles de los países que le envían sus productos, y de ese modo grava
también sus intereses.
Eso no sucederá cuando logre independizarse por completo, es decir, cuando la industria nacional protegida por los
gobiernos se arraigue, y entonces bastándose a si misma, salvará las fronteras y podrá establecerse racionalmente la
teoría del libre cambio. (...)
Establecido el proteccionismo a la industria nacional, tal cual lo comprendemos nosotros y conseguidos los
resultados apetecidos, ella ya fuerte y próspera, no necesitará el apoyo de los gobiernos y la libertad entonces
existirá de una manera real, será mercantilmente independiente.
Antes, no.
La teoría del libre cambio es benéfica, inmejorable, pero solo es aplicable a un país que ha logrado implantar y
desarrollar su industria”
Diversificar
“Vivir exclusivamente de la ganadería importa exponer el progreso económico del país a todo género de trastornos.
Bastó que el Brasil cerrara un año sus puertos al tasajo, para que la República experimentara instantáneamente una
profunda depresión. Basta ahora que nuestros saladeros disminuyan sus faenas, para que se altere la cifra de
exportaciones y sufra el país entero. Si en vez de tener una sola industria exportadora, tuviéramos varias, el
decaimiento transitorio de alguna de ellas, estaría casi siempre compensado por el ensanche de otra, y el país no
experimentaría bruscas sacudidas”.
La Presencia Extranjera
“Tenemos un país en el que la luz es extranjera y privilegiada en forma de Compañía de gas; en que el agua se halla
en las mismas condiciones en forma de Empresa de Aguas Corrientes; en que la locomoción representada por
tranvías, ferrocarriles, vapores, esta también extranjera, etc. ¿A que continuar? Todo es extranjero y privilegiado o
tiende a serlo. Y de esta manera, si en el régimen político hemos destruido el sistema colonial, no lo hemos destruido
en la industria, el comercio (...)
El hecho es que una inmensa parte de las riquezas del país se van (...) el número más considerable de los
productores de esas riquezas trabajan en el país, pero no para el país ni para habitantes del país. Sus industrias son
como esas pesquerías que se establecen en las costas de las islas desiertas. Cargan todo lo que pueden y levan
anclas”
“Compañeras:
Hasta cuando tendremos que seguir en este mísero estado, que con más trabajar menos tenemos: mirad nuestras
compañeras, ya sean lavanderas, planchadoras, costureras, alpargateras, paliteras, cigarreras, etc. que cubiertas de
harapos y otras semidescalzas corren en todas direcciones en busca de ocupación o de trabajo, siendo imposible
encontrar, vuelven a sus casas rendidas de cansancio, sin más aliento en sus cuerpos que el del día anterior y sin
esperanza de volver a repetir, por no tener quien les facilite un algo para sustentar sus desfallecidos cuerpos.
(...)
Compañeras: ¿Hasta cuando soportar este yugo de esclavitud inhumana? Es necesario unirnos para defender
nuestros derechos, seamos fuertes, no dudemos del triunfo porque esas señoras matronas son impotentes. Nada
saben hacer; únicamente oprimir y explotar, por tanto el derecho se impone a cumplir nuestra misión”
María Giop (obrera planchadora) en: La voz del obrero, octubre 1899
Anarquistas
“Hoy no pedimos simples reformas como hicieron los iniciadores de 1º de mayo; hoy no reunimos para protestar
contra toda la organización social existente, nos reunimos para desafiar a la burguesía, para propagar la huelga
general y el supremo y radical remedio contra la miseria y la tiranía: LA REVOLUCIÓN!
En las barricadas donde el Pueblo hará sentir sus razones; en las barricadas donde los millones de hambrientos
reclamarán el derecho a la existencia; es en las barricadas donde triunfaremos contra la pequeña minoría parásita y
acaparadora de todos los goces de la vida. La barricada es el altar de la rebelión!
Sí, queremos y propagamos remedios radicales. Al mal hay que atacarlo en su base. Nada importa que la caída sea
más o menos estruendosa. No por ello dejará de parecer a la caída de un castillo viejo y arruinado.
Despreciamos todos los medios que no sean lógicos y sanos; despreciamos todos aquellos que anulen la
personalidad del Pueblo; despreciamos el mendigar y solicitar el bienestar. Queremos que la sociedad futura surja de
lo lógico, lo bello, y lo heroico. Es por eso que despreciamos los medios electorales, es por eso que no queremos ir ni
mandar a nadie al parlamento. (...) No, no queremos votar, deseamos luchar. Una barricada es siempre más hermosa
y viril que las urnas todas!”
Disciplinamiento
La “Historia de la Sensibilidad".
“Lo contundente del éxito de la Historia de la sensibilidad en el Uruguay de José Pedro Barrán, además de vincularse
con la excelencia reconocida de su autor, se constituyó también en un espejo deferente que reflejó algunos procesos
y temas relevantes de la sociedad uruguaya contemporánea. Para entender y disfrutar estos libros que vuelcan lo
privado en lo público, los lectores debieron también ellos, llevar algo privado a lo público. Esta Historia terminó
siendo, entre otras cosas, el gran espacio para el ‘uso público’ de lo privado. En una sociedad como la uruguaya, con
tantos problemas de comunicación con el pasado, la propuesta de Barrán y la reacción de sus lectores –aspecto
insoslayable para entender el fenómeno- no dejaron de ser tan revulsivas como sintomáticas de un momento
esencial de la peripecia nacional.
En la introducción de su primer tomo, Barrán señalaba que su trabajo pretendías ser <<más que una historia de los
hábitos del pensaren una época –aunque también puede incluirlos-, una historia de las emociones; de la rotundidad o
la brevedad culposa de la risa y el goce; de la pasión que lo invade todo, hasta la vida pública, o del sentimiento
encogido y reducido a la intimidad; del cuerpo desenvuelto o del encorsetado por la vestimenta y la coacción social
que juzga impúdica roda soltura.>>
Desde allí, Barrán describió dos sensibilidades diferentes –las propias de la <<cultura bárbara>> y del
<<Disciplinamiento>>-, a las que ubicó en una secuencia indicativa dentro del siglo XIX (con el punto de inflexión de
1860). Sin embargo, tal ves ellas descrian mejor dos polos de <<culturas>> que han coexistido -¿o coexisten?- en la
sociedad uruguaya a lo largo de su historia. La <<cultura bárbara>>, con palabras del mismo autor, expresó <<una
sociedad que practicó la violencia física y la justificó como el gran método de dominio del Estado sobre sus súbditos y
de los amos (padres, maestros, patrones) sobre sus subordinados (hijos, niños, sirvientes); que jugó y rió casi tanto
como trabajó y a cuya mayoría le costará diferenciar entre estas actividades por presentárseles entrelazadas;
hombres y mujeres que vivieron su sexualidad casi con alegría rebelesiana, en medio de un catolicismo permisivo;
una época, por fin, que exhibió macabramente la muerte, la anunció con bombos y platillos a los moribundos y hasta
la vinculó con la fiesta y el omnipresente juego>>.
Sobre esta <<cultura bárbara>> (qué Barrán dató aproximadamente entre 1800 y 1860) cayó luego <<el
Disciplinamiento>> propio de una sociedad en tránsito de modernización capitalista. <<Mientras en el Uruguay del
Novecientos –dice Barrán en su segundo tomo- se asentaba la soberanía popular y la democracia representativa –e
incluso algunas formas de progresismo social-, ciertos datos de la sensibilidad ‘civilizada’ garantizaban la sumisión
de los cuerpos y las almas a las exigencias del modelo económico-social naciente. (...) El Disciplinamiento del ‘caos’
bárbaro con las pulsiones a menuda desbocadas, fue uno de los resultados, a veces casi obvio, en otras ocasiones no
tanto, de la conversión del trabajo en sagrado y del juego en pecado, del horror provocado por el ineficaz costoso
castigo de los cuerpos y el enamoramiento por las nuevas técnicas de vigilancias de las almas, del terror ante la
majestuosidad y poder de la muerte y, por fin, del descubrimiento de la intimidad, un derecho que estuvo detrás del
nuevo hombre desgajado de las viejas comunidades. (...) El Novecientos, que descubrió las libertades, inventó
también las disciplinas. El obrero tuvo la jornada de 8 horas, pero dejó de jugar.”
La Educación
“Los males sociales, por su misma complejidad, por la diversidad de formas con que se presentan y por la
multiplicidad de órganos que afectan, demanda para su curación la acción conjunta de diversos procederse
armónicos. Todo es solidario en el desarrollo de la existencia social, y por eso persiguen una falaz quimera los que
suponen que basta realizar esfuerzos en este o aquel sentido, permaneciendo inactivas y obrando contrariamente
las demás fuerzas sociales, para obtener transformaciones radicales (...)
En la vía del mejoramiento social, el planteamiento de un buen sistema de instrucción pública es un de los más
activos motores; y así como puede asegurarse que sus resultados serán siempre relativamente ineficaces mientras
en otras esferas de actividad social continúen obrando las causas corruptoras, puede afirmarse también que ni los
pueblos ni los gobiernos podrán realizar nunca reformas que tengan alguna importancia sin el auxilio de un buen
sistema de instrucción pública.”
Estancieros educadores.
“La educación dirigida a la estabilidad, afianzará las normas morales y propenderá a despertar hábitos de trabajo,
garantes de la propiedad”
Domingo Ordoñana en 1876, citado en, Barrán, Historia de la Sensibilidad en el Uruguay, T II. 1990
La Mujer disciplinada
“De los sexos separados se pasó, como hemos visto, a los sexos enfrentados. Dentro de esta cultura patriarcal y
burguesa ese enfrentamiento sólo podía concluir con la mujer dominada, es decir, convertida en subalterna del
padre, el esposo o el hermano mayor.
La mujer dominada fue un tipo humano que halló sus expresiones paradigmáticas en la burguesía y la clase media,
aunque probablemente varias de sus características se hallasen igualmente en los sectores populares. Esa mujer,
inmersa dentro del poder burgués, moldeó su sensibilidad y su conducta combinando sus características sexuales
con los valores que la cultura dominante la impulsó a internalizar. De este modo, la madre, fue madre ‘abnegada’, la
compañera del hombre, esposa ‘casta’, el biológico contacto de la mujer con el mundo de la materia y la naturaleza
(la concepción), fue misterio peligroso y acechante, y la especificidad de su sexualidad, la hizo ver como araña
devoradora de la ‘energía’ masculina y el dinero del hombre, cuando no como testigo de los descaecimientos de su
poder, de sus impotencias”.
“Susana es una niña bondadosa. Pasa casi todo el día en la clase, y cuando vuelve a su casa se pone a coser. Un día
su papá le compró una cajita con dedal, agujas, hilo y muchas otras cosas y le dijo que ella en adelante debía coserle
siempre su ropa. Desde ese día Susana le cose las camisas a su papá, le pone los botones cuando se caen y e
remienda las medias”.
“Una niña bien educada debe saber arreglar la casa. Por eso María se ocupa todas las mañanas, en limpiar su cuarto
y acomodar su ropa. Ahora está en el comedor poniendo la mesa (...) Los padres de María están muy satisfechos de
lo buena y trabajadora que es su hija”
“Los liberales y católicos que redactaron el Código Civil de 1868 estuvieron en un todo de acuerdo sobre el papel de
la mujer. Si el marido debía ‘protección a la mujer’, esta debía ‘obediencia a su marido’ y estaba obligada a seguirle
donde fuera porque: ‘Durante el matrimonio, y mejor dicho, ejerciendo el marido el patrio poder, es forzosamente
pasivo el rol de la mujer; con que tenga la intervención propia de su estado, logre hacerse escuchar e influya, como
no puede menos, con su consejo, basta: libre de otra responsabilidad queda expedita para los quehaceres
domésticos y declina sobre su marido el peso de otras atenciones”.
Secularización
“Lo medular del proceso de secularización se concentró históricamente a lo largo de las seis décadas de la primera
modernización capitalista en el país (1870-1930). Constituyó un proceso fuertemente estatalista (en el sentido de
que sus principales promotores privilegiaron las vías institucionales y políticas para la concreción y difusión de sus
ideas), al mismo tiempo se identificó con uno de los objetivos prioritarios de ese ‘reformismo desde lo alto’ que
vanguardizó las transformaciones de las primeras décadas de este siglo. Sin embargo, su éxito social tuvo mucho que
ver con sus fuertes raíces en el siglo XIX, en especial en lo que se refiere a su asociación simbólica con procesos como
la reforma escolar impulsada por José P. Varela. Como ha destacado José P. Barrán , ‘la secularización de las
mentalidades, las costumbres, las instituciones y la educación se constituyó muy pronto en uno de los síntomas
culturales más preciosos de la temprana modernidad uruguaya’.
Del registro del conjunto de iniciativas que pautaron la reformulación de las relaciones entre Iglesia y Estado durante
el proceso secularizador, salta a la vista el carácter radical en varios aspectos del concepto de laicidad impuesto en el
país durante el período estudiado. Este rasgo se percibe al analizar dos de sus notas más distintivas:
a) La marginalización institucional de lo religioso y su radicación paulatina en la esfera privada, como expresión a la
vez de la separación entre el Estado y la sociedad civil y de la fractura entre lo público y lo privado, fenómenos
ambos identificatorios de la irrupción de la modernidad.
b) La adopción de posturas oficiales fuertemente críticas respecto a la religión institucional hegemónica (en este
caso la Iglesia Católica), unido a una transferencia de sacralidad de lo religioso a lo político, que poco a poco derivó
en la conformación de lo que ha dado en llamarse una suerte de ‘religión civil’, con su propuesta de una ‘moral laica’,
sus simbologías doctrinas alternativas, sus rituales y liturgias cívicas orientados a reforzar la identidad y el orden
sociales.
Privatización de lo religioso e implantación de una ‘religión laicizada’ se constituyeron así, a nuestro juicio, en dos de
los aspectos más centrales del proceso de secularización uruguayo. El arraigo de estos dos factores de identificación
social pronto trascendería el plano de las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado (o, mas ampliamente aún, el
de los vínculos entre la religión, la política y la sociedad), para inscribirse como perfil fundamental de la más vasta
identidad cultural de los uruguayos”
“Intentemos un balance de la experiencia uruguaya desde la en cierto modo artificial que el reformismo batllista
operaría como un eficaz sintetizador y proyector de ese riquísimo legado.
I. Nos sirve de punto de partida una lúcida posición de Carlos Real de Azúa que no vacilamos en transcribir:
Si hay que partir de un hecho –mejor dicho de un cuadro de fenómenos- este no puede ser otro que la patente,
innegable debilidad que en el Uruguay del siglo XIX presentó la constelación típica de poder del continente. La
hegemonía económico social de los sectores empresarios agro-comerciales y su entrelazamiento con la Iglesia y las
fuerzas armadas como factores de consenso y respaldo coactivo, respectivamente, no asumió –se decía- la misma
consistencia que poseyó en casi todo el resto del área latinoamericana.
El umbral del siglo XX parecía un momento ‘tardío’ para configurar esa constelación. El Uruguay se mostraba más
abierto para recibir e interpretar el impacto de los fenómenos típicos de la política moderna que se desplegaría
cómodamente durante las primeras décadas de siglo.
II. También fueron relativas las restricciones de la dependencia externa, ya porque la misma implantación capitalista
no terminaba de afirmarse, ya porque la oferta uruguaya en el mercado mundial era relativamente diversificada
dentro del marco de lo monoproducción ganadera. Además de formar parte del <<Imperio informal>> británico, el
país no había dejado de ser frontera de la región y de las luchas interimperiales. Como se verá, la transición de
hegemonías mundiales (de la supremacía inglesa a la norteamericana) se sufrirá tardíamente, y, por su misma
naturaleza, habilitaría gestos de indisposición hacia Gran Bretaña, políticas de sesgo nacionalizante y no pocos
regateos.
IV. Esta primacía del estado coadyuvó también a la centralidad de las mediaciones específicamente políticas en la
sociedad Uruguay. Tempranamente configurados, los partidos políticos o sus formas previas sirvieron asó de
intermediarios idóneos entre las demandas formuladas en una sociedad civil carente de fuertes corporaciones y el
espacio público definido y ordenado desde el Estado. Desde un fondo común liberal, irreductible por tanto a la
dialéctica típica de América Latina de blancos y colorados (y también las sucesivas negaciones de los mismos)
elaboraron una trama de hondos arraigos en la sociedad y en la cultura del país. Tres cruentos conflictos, culminaron
por aceptarse como agentes legítimos y expresar, cada cual a su modo, la matriz liberal por entonces disponible.”
El Proceso modernizador
“La pequeña y turbulenta república del Uruguay podía en muchos aspectos ser considerada como un rincón nada
desdeñable de aquel <<imperio informal>> británico. A pesar de su <<éxito>> en la Guerra del Paraguay, el peso de
Brasil se había deteriorado lo suficiente como para que los préstamos del otrora poderoso Mauá fueran
refinanciados en Londres y el propio sistema bancario de Barón cayera en bancarrota. Gran Bretaña desplegó
entonces un relevo más explícito: según ha estudiado el historiador Peter Winn, en 1875 las inversiones británicas en
Uruguay se aproximaban a los diez millones de libras esterlinas; en la década del ochenta, a los veinticinco millones,
y a cuarenta millones hacia 1900. Las inversiones inglesas en el Uruguay eran mayores que las realizadas en África
Occidental, y el país estaba unido a Inglaterra por la más alta deuda per cápita de toda América del Sur.
Una visión algo dependentista haría pensar –como lo hacía Carlos María de Pena en 1882- que ferrocarriles y
capitales era todo lo que el Uruguay parecía necesitar para poder cumplir con el papel de proveedor de la mesa y los
telares británicos. Ni tanto ni tan poco: la idea de la modernización de América Latina es particularmente útil si no
se la emplea como mera adaptación a un ritmo universal (por más envolvente que este fuera) y si se acude a ella
para observar en términos comparativos que la modernización ha podido identificarse con un complejo de
fenómenos tales como la disolución de los agrupamientos sociales tradicionales, la emergencia de <<nuevos ricos>>
que aspiran a verse representados en el orden político, el incremento de la movilidad geográfica y social de la
población, la expansión de la educación, de los servicios de salud y comunicación entre otros. Desde el punto de
vista político, a partir de un Estado robustecido, la modernización implicó una laicización de la autoridad, la
diferenciación de las instituciones y la expansión de la participación política.
El Uruguay moderno es reconocible en el marco de ese largo proceso que concretó la integración del país a los
mercado mundiales encabezados por Gran Bretaña, ambientó la diversificación productiva, la modificación de las
pautas de consumo y la complejización social; la reafirmación del Estado, la extensión de la educación, el <<triunfo>>
del control de la natalidad en la demografía y de la cultura urbana, escrita y secularizada; el ajuste del sistema
político y la formación –más tarde- del sistema de partidos, entre otras transformaciones de relevancia. Como se
verá, la crisis de aquel Uruguay <<moderno>> significará la quiebra de este cuadro de relaciones, que pudo madurar
en el país a lo largo del casi medio siglo de esplendor de la pax británica.
En una primera fase del proceso, durante el último cuarto del siglo XIX, fue implementado un modelo
agroexportador en lo económico y autoritario en lo político, que si bien logró modificar sensiblemente la estructura
productiva del país, no fue capaz de evitar los rigores de la crisis financiera y económica internacional. Fue así que en
1890 las circunstancias obligaron a ciertos ajustes y reorientaciones, al tiempo que se ambientaba una fecunda
reflexión sobre el <<destino>> del país a fin de siglo. La segunda fase, abierta en el 900, habría de sintetizar y
proyectar la acumulación precedente en una dirección reformista y democrática, que, sin embargo, tampoco podría
escapar al impacto de las crisis del capitalismo mundial desatadas en 1913 y sobre todo en 1929”