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* Este texto ha sido extraído de B. Wel ls (ed.), Agriculture in ancient Greece. Procee-
dings o/ rhe Seventh lnrernational Symposiu111 at rhe Swedish lt1stilure at Athens, /6-17
IIIG)\ /990, Estocolmo, Svcnska lnstitutct i Athcn, 1992, 135-46.
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1
M.-C. Amouretri, l e pain et t'lwile da11s la Grece a111ique, París, 1985, 199-222, con
un exce lente tratamiento del tema del presente escrito. Entre otras valiosas colaboraciones
al estudio de la agricultura griega están R. Osborne, C/assical /a11dscape wilh figures. The
a11cie111 Greek city a11d its cow1tryside, Londres, 1987, y P. Halstead, «Traditional and
ancient rural economy in Mediterranean Europe: plus 9a change?,,, JHS, 107 (1987), 77-87.
En lo que sigue hablo poco sobre la cría de animales. En ninguna de las áreas examinadas,
salvo posiblemente Mantinea, es el elemento dominante en el régimen agríco la. Encuentro
convincente la visión de Stephen Hodkinson acerca de que la cría de animales en pequeña
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escala era una parte integral de la agricultura mixta: «Animal husbandry in the Greek
polis», e n C.R. Whillaker (ed.), Pastoral eco11om.ies in classical a111iqui1y, Cambridge,
1988, 35-74.También existe el caso de grandes terratenientes que eran los dueños de gran-
des rebaños, lo cual parece haberse convertido en un fenómeno impo11ante en el periodo
helenístico y el romano. En los márgenes de los estados más pequeños y en las regiones
inter iores montañosas de los más extensos debían encontrarse pastores especializados, cf.
M.H. Jameson, «Mou ntai ns and the Greek city-states», en J.F. Bergier (ed.), Mo111ag11es,
fleuves.forels, St. Katharincn, 1989, 7-17, esp. 9-1 2, y R. Osborne, op. cit., 47-52. (Los tra-
bajos presentados en la confere ncia a los que alude el autor son los editados en el volumen
del que hemos extraído este escrito [nota del editor].)
1 La d iscusión más valiosa sobre estos problemas que yo conozco está en J.F. Cherry,
1-47, en 8-9, y Peasant-cilizen a111l slave. The foundations of Athenian democracy, Lon-
dres, 1988, passim, para qu ien la característica distintiva del campesino ático es el grado
limitado en que estaba sujeto a las obligaciones impuestas desde afuera de su comunidad,
que generalmente son tomadas como un componente importante para la definición de un
campesino (cf. E.R. Wolf, Peasanls, Nueva Jersey, 1966, 10: «una relación estructural asi-
métrica entre los productores de excedente y los dominadores»; T. Shanin, «The nature and
logic of thc peasant economy, 1: a gcncralisation», JPS, 1 ( 1973), 64, «una sujeción multi-
direccional a los poderosos de afuera»). La relativa libertad de impuestos, rentas y trabajo
parece ser característica de los granjeros libres en todo el mundo griego o en su mayor parte
en el periodo clásico, hasta lo que podemos ver. Cf. las advertencias de R. Osborne sobre
el uso del térm ino «campesino» para el Ática clásica, Demos: the discovery of classical
Attika, Cambridge, 1985, 142.
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«Mess contributions and subsistence at Spa1ta», TAPhA, 114 ( 1984), 87-1 09, en 90 s. (El
medimnos es una medida de capacidad que en el Álica equ ivale a unos 52 ó 53 litros, apró-
xi madamente igual a la fanega que equivale a 55 litros y medio [nota del editor].)
0 Ver también infra, n. 12.
7
El número supuesto de kleroi muy probablemente se derivaba de la teoría posterior
y de los intentos helenísticos de reforma; cf. H. Michell, Sparta, Cambridge, 1952, 224-6;
P. Cartledge, Sparta wrd Lakonia, Londres, 1979, 165-1 70; T.J. Figueira, «Mess contribu-
tio ns» (op. cit. n. 5), 100-2, con más confianza hacia la tradición; S. Hodkinso n, «Land
tenurc and inhcritance in classical Sparta», CQ, 36 (1986), 378-406, muy escéptico.
8
Tirteo, fr. 6 West, extraído de Pausanias, IV, 14, 4-5; cf. Eliano, Historias varias, VI,
l . P. Cartledge, Agesilaos, Londres, 1987, 173, descuenta la existencia de tal sistema, salvo
en Mesenia antes de la segu nda guerra mesenia. La investigació n más completa del tema
es de Stephen Hodkinson en un trabajo de próxima aparición: «Sharecropping and Sparta's
econom ic explo itation of the helots», que amablemente me ha permitido leer. (Texto publi-
cado en J. Motyka Sanders (ed.), Lako11ia11 Studies in Ho11011rof Hector Catling, Atenas, 1992,
123-34 [nota del editor].) En la Atenas del siglo 1v, algunos arrendamientos de propiedad
agrícola muestran que en caso de acción enemiga, lo que quedara de la cosecha estaba des-
tinado a compartirse e n partes iguales e ntre el propietario y el arrendatar io en lugar de la
renta usual (por ej emplo, /G, !P, 2492, línea 11). En otro arrendamiento, para una empre-
sa desconocida, arrendador y arrendatario toman toda la ganancia en años alternados (ena-
1/ax, IG, 11', 411). En efecto, las ganancias se d ividen por la mitad. Éste puede haber sido
un método bastante extendido para calcular la renta. Los acuerdos de aparcería son flexi-
bles (por ejemplo, respecto de quien provee el equipamiento y las semillas) y no son nece-
sariamente severos en su impacto sobre los cultivadores.
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9 Cf. P. Cartledge, Agesilaos (op. cit. n. 8), 173-4. T.J. Figueira, «Mess contributions»
(op. cit. n. 5), 102-6 y «Population patterns in late archaic and classical Sparta», TAPhA, 116
(1986), 173-213, en 169-70, propone una c ifra mucho más baja de hilotas que la que usual-
mente se estima. Por otros caminos, llega a la cifra de 7,7 hectáreas para un kleros a partir
del cual se sustentaba la familia espartiata, correspondiente aproximadamente a la misma
cantidad de tierra para el sustento de los h ilotas, i.e., ca. de 15,4 hectáreas o 171 plethra.
'º P. Cartledge, Agesilaos (op. cit. n. 8), apare nteme nte encuentra razonables estas
estimaciones, que sugerí e n un texto inédito presentado en la Universidad de Tokio en 1979.
Una revisión de estimaciones previas en H. Michell, Sparta (op. cit. n. 7), 227, n. 1, quien
comentaba: «No hay forma por la cual podamos llegar a alguna conclusión racional res-
pecto del tamaño o e l número de kleroi ...».
" Cf. S. llodkinson, «Sharecropping» (op. cit. n. 8).
12 Plutarco, Licurgo, XII, 3, y Dicearco, fr. 72 Wehrli, probablemente de una fuente
común del siglo IV; cf. P. Cartlcdge, Sparta (op. cit. n. 7), 170, y T.J. Figucira, «Mess con-
48
tributions», (op. cit. n. 5). Es muy probable que la cantidad considerable de colinas y cam-
pos escarpados en las cercanías de los kleroi de los espartiatas fuera usada por los hilotas
para pasturas, mientras que pequeñas parcelas de tierra cultivable en estas áreas margina-
les eran usadas para vides, frutos y cosechas de campo. El grado en que esto ocurría habrá
estado determ inado por las necesidades dentro de las comunidades hilotas, que habrán
aumentado en la medida en que su población crecía, y por la posibilidad de venta más allá
de aquéllas. Ambas fue ntes antiguas mencionan una pequeña cantidad de moneda, 12 óbo-
los eginetas a l mes según Plutarco, lo cual indica alguna conversión del producto en efec-
tivo para esta época.
13 M.-C. Amouretti, Pai11 et hui/e (op. cit. n. 1), 210 s., sobre Laconia y Tesalia. Unos
cuantos hi lotas así como penestai habían acumulado recursos para el momento que logra-
ron la emancipación. Po libio (V, 19 1, 1) señala los numerosos árboles en el área de Ami-
elas así como sus finas cosechas.
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50
16 Para una historia del estudio de los asentam ientos griegos y una rev isión de los tipos
de asentamientos, véase J.M. Wagstaff, Rural se1tleme111s (op. cit. n. 14), cap. 1.
17 En informes preliminares, sólo se menciona al ahora familiar aumento de sitios
rurales a fines del periodo clásico y en el helenístico, una época en que el sistema hilota
estaba quebrándose (A R, 1984-85, 24). El área intensivamente estudiada es considerada
como perieca (AR, 1985-86, 30).
'~ Cf. R.F. Willets, The arcl,aic sociery of a11cie111 Crete, Londres, 1955, 20 s., y 46-5 1,
y 17te /aw code of Gortyn, Berlfn, 1967, 13-7.
" To Ergon, 1977, 105; B. Lambrinoudakis, Arclwiognosia, 1, 1980, 58 s.
51
thos», ArchEph, 1975, 150-205; R. Koerner, «Tyrins als Beispiel einer frühen dorischen
Polis», Klio, 67 ( 1985), 452-7. No puedo aceptar la interpretación de estos textos pura-
mente ritual de L. Dubois, REG, 93 (1980), 250-6. Es digno de notar que la multa impues-
ta de 30 medimnoi puede bien ser el doble del pago normal de 15 medimnoi o 720 khoini-
kes que es la ración de un aiio para un varón adulto norma l. T.J. Figueira, «Mess
contributions» (op. cit. n. 5), 98, n. 3 1, advierte que las comidas pueden involucrar a «una
pequeña elite» más que «un fenómeno de masas». Dudo que el damos de la Tirinto arcai-
ca, que tenía la última palabra sobre estas leyes, pudiera haber sido otra cosa que pequeño
y, en términos de la población total, una elite, como Jo era e l damos espartano.
21 La discusión sobre los no libres de la Argea es copiosa; ver esp. D. Lotze, Chiron, 1
( 1971), 95- 109, y más recientemente, A. Andrewes, «Perioikoi», en E.M. Craik (ed.), Owls ro
Athe11s. Essays 011 classical subjects presented to Sir Ke1111eth Dover, Oxford, 1990, 171-8.
22 Tcopompo, FGH, 115, F 176, apud Ateneo, VI, 271a. Cf. D. Whitchcad, LCM, 6
( 1981), 37-41; D. Lotze, M eraxu eleuthero11 kai doulon, Berl ín, 1959, 54 y 79; Y. Garlan,
Slavery (op. ci1. n. 4), 99. Whitehead ve las connotaciones de la vestidura de siervos, pero
son rústicas para E. Levy, «Les csclaves chcz Aristophanc», en Acles du col/oque /972 sur
t'esclavage, París, 1974, 29-46, en 39.
52
de la Mcr Noirc», en M.I. Finlcy (cd.), Problemes ( op. cit. n. 25), 63-82.
53
27 J.H. Kent, «The temple estates of Delos, Rheneia and Mykonos», Hesperia, I 7
( 1948), 243-338; J. Pecírka, «Homestead farms» (op. ciT. n. 25), 137-40; R. Osborne, «The
social and economic implications of the leasing of land and property in classical and helle-
nistic Greece», Chiro11, 18 (1988), 279-323, en 297-303.
2 8 J.K. Davies, en F.W. Walbank et al. (ed.), The hel/e11sitic world, CAH2, VII, 1, Cam-
bridge, 1984, 257-320, en 291 -4, argumenta a favor de una continua ampliación de las
posesiones de propiedad. Sin duda, hubo una gran variación regional. En el sur de la Argó-
Jide, la evidencia de la prospección claramente muestra una tendencia hacia propiedades
más grandes (cf. inji"a, n. 42), con la que concuerda la información de la prospección
reciente mente completada del noroeste Ceo, J.F. Cherry et al., Landscape archael ogy (op.
cit. n. 2), esp. caps. 17 y 22. En el periodo romano este patrón prevaleció en muchas par-
tes de Grecia, cf. S. Alcock, «Roman impcrialism in thc Greek landscapc», JRA , 2 (1989),
5-34.
54
29
Tucfdides, VIII, 40, 2; Teopompo, FGH, 115, F 122, Ateneo, VI, 265b-266f. Tucf-
dides (VIII, 24, 4) tambié n compara a Quios con Esparta por su prosperidad, prudencia y
estabilidad.
30 J.F. Barron, en J. Boardman y C.E. Vaphopou lou-Richardson (eds.), Chios. A con-
55
35
La flota de Iffcrates consistía originalmente en 70 naves pero George Grote creía
que las naves que habían estado custodiando la costa ática fueron enviadas de regreso cuan-
do se dieron cuenta de que los espartanos habían sido vencidos, History of Greece, VIII,
Londres 1888, 142; he reducido a la mirad el número de embarcac iones, lo cual probable-
mente sea demasiado drástico.
6
' Cf. G. Grote, Nistory o/Greece (op. cit. n. 35), 144. Sobre la explotación de la tie-
rra de la isla, véase a J. Partsch, Die lnsel Korjit, Gotha, 1887, 83-92.
37 K. Preka, «Ergasterio kerameike.1· sto Phigareto Kerkuras», en F. Blondé y J.
Perrault (eds.) , Les atelier.1· du potier d(ms le monde grec aux époque.1· géométrique,r,
archai'ques et classiques, París, 1990. Debo agradecer al Dr. C. Koehler por esta informa-
ción.
56
cias a la expedic ión de Cambridge/Bradford, cf. J. Bintl iff y A. Snodgrass, JFA, 12 ( 1985),
123-61. R. Osborne ha vuelto a estudiar el registro de arrendamientos helenísticos en Tes-
pías en la Béotie a11tique, París, 1985, 317-23.
57
pastoreo parece haber sido ampliamente el trabajo de esclavos (por ejemplo, Jenofonte,
/-le/é11icas, IV, 6, 4) o de los más pobres entre los libres, e implicaba un estigma social,
excepto, sin duda, en aquellas áreas donde era la principal ocupación.
' 11 El uso de ayudantes, al menos uno por hoplita, ha sido claramente establecido.
Véase W.K. Pritchett, The Greek cily cu war (= Ancient Greek m itiwry practices), 1, Ber-
keley, 1971, 49-5 1; cf. R.L. Sargcnt, CP/t, 22(1927),201 -20; K.J. Dover, en Gommc et al.,
711ucydides (op. cit. n. 39), l Y, Oxford J 970, 452. Contratar a un esclavo ayudante debe
haber sido una práctica común aunque realmente no nos enteremos de esto. W.K. Pritchett,
op. cit., 50, habla de un caso que conocemos, en el cual un hombre libre servía como ayudan-
te (!seo, Y, 11), como demostrando que «un hombre no suficientemente rico para poseer uno
(un esclavo) ... podía buscar los servicios de un pariente joven». Esto puede haber sido cie1to,
pero todo lo que se nos dice es que un tío llegó a tal grado de hybris y miaría que, a pesar de
la riqueza de la cual había supuestamente despojado a su sobri no, obligó a éste, presumible-
mente por su necesidad financiera, a acompañar al hermano de este tío como ayudante. La
implicación es que los tfos ricos no estaban dispuestos a arriesgar a uno de sus propios escla-
vos o eran demasiado avarientos para contratar al de otro.
4 2 Las cifras informadas para el servicio como hoplitas y sobre las naves sugieren una
58
43
El área es la de Flamboura, véase M.H. Jameson et al., Greek cou.11tryside (op. cit.
n. 42), cap. 6, 2, 3; sobre e l proyecto de prospección en general, cf. T. van Andel y C. Run-
nels, Beyo11d the A cropolis, Sta nford, 1987.
44 El trabajo de J.C. Carter en Metaponto en el sur de Italia ha demostrado la predo-
minancia de granjas de 16,6 hectáreas, pero por supuesto en una siniación colonial, «Meta-
pontum: land, wealth and population», en J.-P. Descoeudres (ed.), Greek co/011ists and nati-
ve populations, Canberra, 1990, 405-4 1.
45 Tales fueron mis obser vaciones para Elimbo (Olimpo) en e l Carpato en 1954 y
1958. Desarrollos comparables son informados para Ceo por J .F. Cherry et al., La11dscape
archae/ogy (op. cit. n. 2), cap. 22.
•• Así, por ejemplo, R. Osborne, Demos (op. cit. n. 3), esp. cap. 2 para el Ática, pero
con una aproxi mació n más liberal en C/assical landscape (op. ci1. n. 1); E.M. Wood, Pea-
sant -citizen (op. cit. n. 3), 102. Contra, por eje mplo, Y.O. Ilanson, Agriculture and wwfa-
re in classical Greece, Pisa, 1983, 38-41; J. Ober, en su revisión de R. Osborne, Demos (op.
cit. n. 3), CPh, 83 (1988), 75 y n. 7.
59
"' M.H. Jamcson, «Agriculturc and slavcry in classical Athcns», CJ, 73 (1977), 122-45.
60
48 G. de Ste. Croix, The class s/ruggle i11 rhe ancient Greek world, Londres, 1981, 505-9.
U n pasaje que podría agregarse es Hiperides, fr. 29 (= Suda, 3 111 Adler; A11ecd. Bekk., 216,
18) que, después de la derrota de Queronea, insistió en el reclutamiento de los privados de
derechos y los esclavos, los últimos en una cantidad de «más de 150.000 (la cifra bien
puede estar corrompida) de las explotaciones de plata (i.e., las minas) y del resto de la
khora». T. Weidemann, Greek a11CI Roma11 s/avery, Londres, 1981, 98, traduce demasiado
libremente: <<todos aquellos (esclavos) que trabajan en la agricu ltura y en las minas de plata
y en cualquier otro lugar del campo», pero la implicación es que hay dos grandes grupos
de esclavos disponibles, en las minas y en el resto del territorio del Atica. El uso de khora
es comparable al del muy discutido pasaje de Tucídides, V11, 25.
49 Ver esp. E.M. Wood, «Agricultura! slavery» (op. cit. n. 3), 1-47, y Peasant-citize11
(op. cit. n.3), 5 1-80; J. Ober, Fortress Allica, Leiden, 1985, 2 s., para el que «la mayoría de
la tierra agrícola ática estaba dividida en lotes relativamente pequeños, poseídos por fami-
lias ciudadanas que cultivaban sus posesiones sobre una base de subsistencia...» .
61
50
Cf. F. Gschnitzcr, Studie11 zur griechische11 Termi110/ogie der Sk/averei. 1: Grun<lzii-
ge der vorhellenistische Sprachgebrtü,ci,e (AbhMai11z 130, 1-30 [= 1281-310)); también,
« Belegste llenverzeichnis al1griechischer sozialer Typenbegriffe von Homer bis Aris101e-
lcs, 2», en E.C. Wclskopf (cd.), Soziale11 Typenbegrijfe im a/tell Grieche11/a11<1 u11<1 ihr For-
rlebe11 in de11 Sprachen der Welt, 1, Berlín, 1985, 1299-31 1; U. Kastner, «Bczcichnungen
für Sk laven>,, en E.C. Welskopf (ed.), op. cit., !IJ, Berl ín, 1981 , 298-300. El uso de oiketai
para referirse primari amente a mujeres y niños, sin excluir necesariamente a los esclavos,
parece limitarse a Heródoto, libro VIII (44, 1; 62, 2; 106, 2; 109, 4 ; 144, 3). Probablemente
yo estuviera equivocado al suponer, en mi artículo «Agriculture» (op. cir. n. 47), 137, n. 75,
que tanto los niños como los esclavos son referidos en Tucídides, II, 4, 2 y V, 82, 6, donde
se menciona a las mujeres en forma separada.
51 Sobre el trabajo libre en general, Y. Garlan, «Le travail libre en Grece ancienne», en
P. Garnsey (ed.), Non -slave labor i11 /he Graeco-Roman world, Cambridge, 1980, 6-22; G.
de Ste. Croix, The c/ass srrngg/e (op. cir. n. 48), 179-92; A. Dreizehnter, ,,Zur Entstehung
der Lohnarbeit und deren Terminologie im Altgriechischen», en E.C. Welskopf (ed.),
Soziale11 Typenbegriffe (op. cit. n. 50), 111, 269-81; M.-C. Amouretti, Pai11 er hui/e (op. cir.
n. 1), 2 14 s. Para el intercambio de trabajo en el Kolonos agoraios (o ergarikos o misrhios),
A. Fuks, Eranos, 49 (1951 ), 171 -3, sin discusión ele la condición de los trabajadores, aun-
que señala ( 173, n. 4) que también podían encontrarse prostitutas allí. En Menandro, Dís-
colo, 329-33 1, el misthoto;- es probablemente más un esclavo que un hombre libre dado que
el excéntrico Knemon «no tenía ni su propio esclavo (oikete11 oikeio11) ni un 111.üthotos del
vecindario ni un vecino» que lo ayudara. La persona más obvia para ayudarlo seria su pro-
pio esclavo.
62
" Cf. Y. Garlan, S/avery (op. cit. n. 4), 63; S. Pomeroy, «Slavery in the Greek and
Roman economy in the light ofXenophon 's 'Oeconomicus' », lndex, 17 (1989), 18, n. 3. R.
Osborne, Demos (op. cit. n. 3), 144, cree «que el trabaj o asa lariado era genera lmente utili-
zado por algunos señores terratenientes», lo cual es probable pero no evidente. Discute la
elaborada analogía de Jenofonte entre la guerra y la agricultura (Económico, V, 14) como
una comparación del trabajo agrícola con hombres libres con el liderazgo de hombres libres
en un ejército. Pero cuando Jenofonte es específico, habla sólo de esclavos y no hay nin-
guna referencia a ayuda contratada e n ninguna parte del ensayo. Sugiero que para un caba-
llero hablar seriamente sobre «relaciones laborales» con esclavos era una empresa bastan-
te imprudente, que se hacía más aceptable mediante la vaga a nalogía con el liderazgo en la
guerra.
53 R. Osborne, Demos (op. cit. n. 3), 52.
"" J. Ober, Fortress Allica (op. cit. n. 49), 23, calcula que el costo de esclavos era tal
que «eran un lujo que la mayoría de los campesinos atenienses no podían afrontar». En las
Estelas Áticas, el precio de un esclavo promedio era de 174 dracmas, del trigo alrededor de
63
6 1/ 2 por un medimnos (W. K. Pritchetl, «The Allic stelai, parte 11», H esperia, 25 (1956),
178-317, en 197 y 276). A un klioinix por día (1/48 de medimnos) el costo es 50 dracmas
por persona al año. No se sabe cómo adquirían sus esclavos la mayor parte de los atenien-
ses propietarios de esclavos, pero es probable que e l proceso se haya relacionado con el
poder militar aten iense. La H el énica de Oxirrinco, XII, 5, cuando habla de asegurarse ense-
res y equipamiento, dice que los atenienses traían a sus granjas (agrous) lo que tomaban de
los gr iegos.
55 Y. Garlan, «Travail libre» (op. cit. n. 51), 17; A. Dreizehnter, «Lohnarbeit» (op. cit.
n. 51), 280. Cualquiera sea la validez de la declaración de Ober sobre el uso de los orado-
res de que «cualquiera que no fuera un plousios era un pe11es ...» (J. Ober, Mass and elite i11
democratic Athens, Princeton, 1989, 195), es confuso e inconsciente traducir al último
como «trabajador» u «hombre que trabaja» (ibid., 20 y 194).
56 E.M. Wood, Peasant-citizen (op. cit. n. 3), 178-80; K.J. Dover, Lysias and the cor -
pus Lysiacum, Berkeley, 1968, que es pesim ista en atribuir mucho del corpus lisiaco al
Lisias histórico, encuentra poco en XXIV (<<Un discurso tan elegante», p. 189) que difiera
en vocabulario o estilo al de Lisias VI, y nada para sugerir, c iertamente, que no provenga
de la Atenas del siglo IV. S. Ushcr, JflS, 91 (1971), 149, es más positivo -el XXIV es un
discurso de gran logro; no se habría permitido que desapareciera la identidad del orador-.
$
7 Cf. J. Ober, M as.1· (op. cit. n. 55), 221 -6, excluyendo especialmente a Lisias XXIV.
53 E.M. Wood, Peasa111-ci1ize11 (o p. cit. n. 3), 173-6, pero cf. E. Lévy, «Esclaves» (op.
64
habrían hecho esto dificultoso para algunos que no fueran ricos, quienes podían afrontar un
epi/rotos, supervisar a los esclavos que trabajaban la tierra. Sin embargo, mucho de la dis-
persión parece provenir de pequeños lotes en adición a un centro de propiedad (no necesa-
riamente un único trozo de tierra) en el demo hogar del propietario (cf. R. Osborne, Demos
[op. cit. n. 3], cap. 3). En este último probablemente se halle la mayoría de las construc-
ciones que están convirtiéndose en más evidentes en el campo (cf. supra, n. 46). La mayor
parte del trabajo habría estado concentrado. Mientras que mucho del trabajo se habría
hecho con el amo, sabemos de esclavos en el campo sin sus amos (por ejemplo, [Demós-
tenes], XLVII, 60). Los esclavos trabajaban de manera relativamente independiente en otras
profesiones, con el incentivo monetario, si n embargo, de lo que ganaban por encima de la
apoplwra rendida al amo; véase Y. Garlan, Slavery (op. cit. n. 4), 70 s. Prácticamente, aun
el administrador de un hombre rico no estaba en una posición mucho mejor que la del más
modesto granjero para supervisar el trabajo e n un lote lejano.
61 Por ejemplo, los trabajos citados supra, n. 1, y los comentarios de P. Garnsey, Fa-
mine a11d food supply in !he Gracco-Roma11 world, Cambridge, 1988, 83. E.M. Wood pre-
fiere el acercamiento uti lizado por C.G. Starr, The eco110111ic and social growth of early
Greece, Nueva York, 1977.
62 J. O ber, Mas,· (op. cit. n. 55), 137, n. 85, descarta este pasaje sobre la base de que
Ar istóteles está hablando de un «hipotético estado ideal izado que es contrastado específi-
camente con el orden ateniense existente». El contraste no es explícito, y la presunción de
que la democracia ateniense era una de granjeros es de Ober y no de Aristóteles. En cual-
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quier caso, ¿por qué Aristóteles construiría su razonamiento sobre la base de Jo palpable-
mente improbable o incierto? Ninguna sociedad griega se acercó a Atenas en la elaboración
de su vida política y ritual. Además de la asamblea, los tribunales, las muchas funciones del
estado y el calendario religioso de la ciudad, existían las actividades formales de las
muchas organizaciones políticas y de culto menores. Que otras sociedades hayan encon-
trado otras formas de ganarse la vida y comprometerse e n la vida social y ritua l sin basar-
se en la esclavitud, como es remarcado por E.M .Wood, Peasa111-ci1ize11 (op. cit. n. 3), no
viene al caso. Para los griegos, era considerado como deseable hacer ambas cosas a través
de la confianza en la ayuda servil, y para muchos era posible.
6 3 Hamish Forbes, comunicación personal; R. Osborne, Demos (op. cit. n. 3), 143; cf.
C.G. Starr, ,,Economic and social conditions in the Greek world», CAlf2, 111, 3, 423. Sin
embargo, M.-C. Amouretti, Pai11 et Imite (o¡,. cit. n. 1), 204-8, ha defendido firmemente, y
para mí persuasivamente, la viabilidad de propiedades y hogares de este tamaño.
64 M.I. Finlcy , Srndies in /a11d and credit in ancienr Arhens, Ncw Brunswick, 1952, 58.
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law, Berke ly, 1986, 473 s. Ten\menes veía poca diferencia entre la clase m,\s baja y los
esclavos, Jenofonte, Helénicas, 11, 3, 48.
<í<> Cf. U. Wilamowitz, Arisroreles and Athen, Berlín, 1893, 11, 225 s., y M. Bizos, en
Lisias, Discours, 11, ed. L. Gcrnet y M. Bizos, París, 1926, 207.
67 B.S. Strauss, A1he11.,· after the Pelopor111esia11 war, lthaca, 1986, 78-81.
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Cf. P. Garnsey, Famine (op. cit. n. 6 1), cap. 6, y «Grain for Athens», en Crux. Essays
p rese/lled ro G.E.M. de Sre. Croix 011 his 75''' birthday, Essex, 1985, 62-75, quien conside-
ra el territorio del Át ica clásica de ca. 2.400 km2 con un 35-40% cultivable, es decir,
84.000-96.000 he.ct,\reas.
'º El número de soldados de caballería atenienses extraído de los hippeis (en términos
solonianos, hombres cuya propiedad produc ía más de 300 medimnoi, líquidos y áridos, por
año) fue aumentado de 300 a 1.000 a comienzos del siglo 1v, G. Bugh, The horsemen of
Arhe11s, Prince1on, 1988, 75-7. Un factor que redujo la 1ierra disponible para propiedad pri-
vada fue la cantidad de tierra poseída públicamente. Cf. V.N. Andreyev, «Sorne aspects of
agrarian conditions in Attica in the fifth to third centuries BC», Eire11e, 12 (1974), 5-46, en
43. No es claro cuánto. Andreyev sugirió el 10%. Aú n no hay indicios de que los arrenda-
mienlos de la tierra públ ica, con su requisito de seguridad, fueran una opción práctica para
los propietarios de tierras más pequeños o los rheres sin tierras. Tampoco sabemos nada res-
pecto de los pobres como te nedores agricolas de los ricos. C.G. Starr (Early Greece [op.
cir. n. 61 ], 155), escribiendo sobre los comienzos del siglo VI, cuando la población era en
buena medida más pequeña que en el periodo clásico, llegó a la conclusión de que «una parte
muy vasta de la población ateniense no tenía tierras o sus lotes eran demasiado pequeños para
una subsistencia segura, y por ello constituían una gran reserva de trabajo para las demandas
estacionales de sus vecinos más ricos»; cf. idem, «Greek world» (op. cit. n. 63), 423: «. ..los
rhetes sin tierra, que formaban algo así como la mitad de la población del Ática». Starr esti-
ma en 69.000 las hectáreas del Ática clásica. Considera 12 hectáreas como el mínimo para
un hopl ita y sugiere que 4.000 de ellos poseían 48.000 de las 69.000 hectáreas cultivables,
mientras que los rheres en el siglo 1v eran por lejos, aproximadamente, mucho menos de la
mitad de la ciudadanía que lo que fueron. Si la hacienda de 12 hectáreas se proyectara al
periodo clásico, entre la mitad y un tercio (si consideramos unas 96.000 hectáreas como
cu ltivables) de iodos los hoplitas estarían sin tierras, y no estaríamos admitie ndo a ningún
otro poseedor de tierras. Dicha fracción no puede ser reconci liada con las consecuencias
esperadas a partir de la medida propuesta por Formisio.
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' 60 plethra de tierra eran descriptas como pocas por un orador que trataba demos-
trar que una hacienda rica había sido dilapidada ([seo, V, 22); no necesita haber menciona-
do la cifra precisa si no ayudaba a su causa.
72 Para indicaciones de que no se pensaba que el trabajo de los pobres fuera princi-
palmente agrícola, cf. Aristófanes, Pluto, 510-6, donde «quebrando la superficie de la tie-
rra con arados» es lo último de una lista de la clases de trabajo que nadie hará si la pobre-
za es abolida.
73 Cf. muy recientemente B.S. Strauss, Athe11s (op. cir. n. 67), 61 -3. También Demós-
tenes, XXIII, 146, parece incluir a los georgoi entre los acomodados. lsócrates, VII, 4 s.,
contrasta a aquellos cuyas fortunas están en un estado inferior (hypodeestero11 prat/011tas)
y se pasan a la agricultura (georgia) y al comercio (emporia) con los ricos, que ya tienen
suficientes medios de vida y pueden dedicarse a la equitación, la gim nasia, la caza y la filo-
sofía. Los primeros sólo son pobres cuando se los compara con los ricos.
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Por ejemplo, G. Audring, «Grenzen der Konzentration von Gnrndeigcntum in Attika
wahrcnd des 4 . Jh. v.u.Z.», Klio, 56 (1974), 447 s.; R. Osborne, Demos (op. cit. n. 3), 142.
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