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[AFO002021] Técnico Profesional en Atención Temprana

[MOD000119] Atención Temprana


[UDI001248] Desarrollo socioafectivo del niño de cero a seis años

Objetivos

Comprender la importancia de los cambios a nivel socio-afectivo más destacables en esta etapa

de la infancia y sus efectos sobre las esferas social y psicológica del sujeto.

Analizar la problemática afectiva del niño o niña en el triángulo padre-madre-hijo o hija y el

importante avance que supone la escolarización para su desarrollo social.

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Mapa conceptual

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El niño de cero a 15 meses

1. El apego

El desarrollo social del niño o niña encuentra su base en el desarrollo de las conductas de apego.

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El apego es un lazo afectivo que se establece con las personas más significativas de nuestro entorno

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(nuestros padres, abuelos…). El apego hacia una persona hace que sintamos alegría y placer cuando

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estamos con ella y angustia cuando nos separamos.

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El apego surge pronto en la vida del niño o niña y su evolución se puede sintetizar de la siguiente

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2. El origen del autoconcepto

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La autoconciencia se empieza a formar cuando el niño o niña se siente y se sabe diferente del resto

de objetos y personas, es decir, se reconocen como un ser activo e independiente que puede crear su

propio movimiento en el espacio.

El autoconcepto surge en torno a los 12-15 meses de edad, lo que da lugar también al desarrollo de

nuevas emociones como la culpa o la vergüenza. Mucho antes de todo esto, los bebés de pocos

meses se percatan del movimiento de sus brazos o piernas, pero no son conscientes de que les

pertenecen, que son partes de ellos o ellas. El surgimiento de la conciencia del “yo” va a hacer,

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precisamente que se vean como un todo coherente y que entiendan su separación con el resto del

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mundo, por ejemplo, si colocamos un bebé de unos 18 meses frente a un espejo reconocerá su propio

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reflejo, algo que antes no era posible.

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El autoconcepto constituye el elemento básico de la personalidad e incluye todo el conjunto de ideas,

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creencias y evaluaciones de la persona. Se forma a partir de la imagen que cada uno tenemos sobre

nosotros mismos y de la imagen que sobre nosotros nos ofrecen las personas de nuestro entorno. En
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general, podemos decir que los factores que determinan la formación del autoconcepto son
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(González, 2006):
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Es por eso importante ofrecerle al niño o niña una imagen positiva de sí mismo, haciendo que se

sienta querido, aceptado y apoyado, sólo así podremos ofrecerle una buena base para que su

persona se desarrolle adecuadamente.

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El niño de uno a tres años

1. El juego

El niño o niña de dos años no sabe jugar aún con otros niños o niñas, pues durante los dos o tres

primeros años de vida se mantiene inmerso en su propio mundo y cerrado sobre sí mismo o en sí

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misma.

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Juegan juntos, sí, pero sólo físicamente, pues no comparten nada ni se implican en actividades

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conjuntas, es decir, los niños y las niñas pueden estar tranquilamente sentados juntos y rodeados de

juguetes, pero cada uno mantiene su autodiálogo sin importarle si los demás lo escuchan o no.

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2. Los juguetes

A menudo, los niños y las niñas de dos o tres años rivalizan por un juguete, pues a esta edad piensan

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que todo es suyo; no les gusta prestar o compartir, pues creen que no les será devuelto. Es lógico si

pensamos que acaban de descubrir el significado de “mío”.

Las competiciones o disputas por los juguetes son pruebas que los propios niños o niñas tienen que

superar, para aprender y progresar, por eso, se recomienda a los adultos no intervenir si la disputa

es pequeña y dejar que lo solucionen entre ellos. Si la pelea se vuelve más importante, lo más óptimo

es tratar de desviar la atención de los niños y niñas hacia otras actividades (Muñoz Martín, 2005).

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3. Vergüenza y desconfianza

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Con el desarrollo de la autoconciencia llegan también los sentimientos de vergüenza. El niño o niña

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se tapa ahora la cara ante los extraños o las extrañas a la vez que mira furtivamente el desconocido
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o la desconocida (Muñoz Martín, 2005). Sin embargo, la relación de apego forjada con su madre le
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provee de un sentimiento de seguridad y confianza. De lo contrario, el niño o niña podría desarrollar
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una actitud de temor y hostilidad hacia el mundo. En efecto, vergüenza y duda podrían ser las
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consecuencias para el niño o niña que no ha conseguido un cierto nivel de autonomía una vez
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desarrolladas las habilidades motoras, cognitivas e intelectuales (González, 2006).


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Es ahora, cuando sus habilidades y destrezas se están afinando, que necesita sentir confianza en sí
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mismo y desarrollar su propia estima.


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Por ello, los padres han de ser conscientes de que las continuas reprimendas y castigos cada vez que

el niño o niña coge cosas, corre o curiosea no hacen más que minar su autoestima. Hay que
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mostrarle los riesgos y las consecuencias de sus conductas, pero el niño o niña ha de tener cierta
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libertad para explorar y poner a prueba sus recién adquiridas facultades y así, no desarrollar una

actitud inhibida y temerosa ante su entorno.

4. La rebeldía

Sobre los tres años acontece un cambio complejo, un período crítico en el que el niño o niña se

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vuelve negativista, desafiante, oposicionista y rebelde.

Este cambio es absolutamente normal y viene determinado por la propia evolución biológica y la

necesidad de desarrollar nuevas conductas adaptativas.

Esta etapa rebela el deseo del niño o niña de afianzar su propia identidad recién descubierta, pero

para ello ha de soportar muchas frustraciones por ver obstaculizado su deseo de independencia, ya

que sus habilidades motoras y su capacidad de autocontrol son aún limitadas. Esta baja tolerancia a

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la frustración le hará con frecuencia, tener estallidos de rabia.

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Cabe decir que las manifestaciones de ira y agresividad se aprenden, por eso es importante que los

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adultos no reaccionen con golpes, gritos o conductas similares cuando el niño o niña coja una

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rabieta. Ya que hacerles entrar en razón es imposible (aún no tienen las habilidades cognitivas

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necesarias para ello), lo mejor es no permitir que el niño o niña se salga con la suya, no prestándole

atención y no cediendo a sus chantajes. es


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El niño de tres a seis años

1. La problemática afectiva del niño de tres a seis años

A medida que el niño o niña va descubriendo el mundo exterior y va concibiendo a otras personas

distintas de sí mismo o de sí misma, va dándose cuenta de que también ha de compartir con ellas. La

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prueba decisiva llega cuando es consciente de que su madre es una realidad aparte y debe

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compartirla con su padre y hermanos o hermanas. La forma en que se resuelva este conflicto

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determinará en gran medida la evolución de su personalidad.

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La figura del padre, por tanto, adquiere una relevancia de la que antes carecía. Además, los

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progenitores se alzan contra él ahora como figuras de autoridad pero, al mismo tiempo reclama de

ellos cariño y protección, por eso, tendrá que comenzar a someterse a las normas que le imponen. La
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formación de fuentes externas de control va a ser, de hecho, uno de los factores fundamentales que
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llevan al niño o niña a percibir una realidad exterior a él o ella.


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El niño o niña comienza también a comprender mejor los lazos afectivos que unen a sus padres. Es
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ahora cuando surge el miedo de perder el afecto de su figura de apego; de hecho, en algunas

ocasiones se desarrollará lo que se conoce como complejo de Edipo.


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En general, esta etapa se caracteriza por el absolutismo de los sentimientos y el temor a la pérdida.
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2. La socialización fuera de la familia


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La incorporación a la escuela supone un importante cambio en el desarrollo social del niño o niña,
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pues significa ampliar el grupo de referencia, más allá de la propia familia. Profesores o profesoras y

compañeros y compañeras de clase van a jugar a partir de ahora un importante papel en la


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educación y socialización del niño y la niña.


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Especial relevancia tienen los denominados “grupos de iguales”: los niños y niñas de la misma edad
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y similar desarrollo psicológico. A pesar de su egocentrismo, el niño o niña ya va adquiriendo


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conciencia de los demás niños y niñas y los concibe ya como compañeros y compañeras de juegos,
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aunque a menudo también los verá como una amenaza o como potenciales rivales.
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Poco a poco, el niño o niña se irá mostrando más espontáneo en estos grupos de iguales que en su
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propio hogar, donde ahora sus padres revisten cierto aire de autoridad para él o ella. Por otra parte,
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esta es la edad en la que suelen surgir los celos y las envidias entre hermanos, que se “disputan” la

atención de sus padres. Serán frecuentes, por tanto, los conflictos y el continuo reclamo del niño o

niña al adulto para que los dirima.

En resumen, a partir de ahora, la escolaridad y la educación familiar serán los pilares del desarrollo

del niño o niña, ayudándole a fortalecer lazos de amistad y sentimientos de cooperación.

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Recuerda

El desarrollo social del niño o niña encuentra su base en el desarrollo de las conductas

de apego.

El apego es un lazo afectivo que se establece con las personas más significativas de

nuestro entorno (nuestros padres, abuelos…).

La autoconciencia se empieza a formar cuando el niño o niña se siente y se sabe

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diferente del resto de objetos y personas, es decir, se reconoce como un ser activo e

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independiente que puede crear su propio movimiento en el espacio.

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El autoconcepto constituye el elemento básico de la personalidad e incluye todo el

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conjunto de ideas, creencias y evaluaciones de la persona.

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El niño o la niña de dos años no sabe jugar aún con otros niños y niñas, pues durante los
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dos o tres primeros años de vida se mantiene inmerso en su propio mundo y cerrado
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sobre sí mismo o sobre sí misma.
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Con el desarrollo de la autoconciencia llegan también los sentimientos de vergüenza.


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Sobre los tres años acontece un cambio complejo, un período crítico en el que el niño o
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niña se vuelve negativista, desafiante, oposicionista y rebelde.


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A medida que el niño o niña va descubriendo el mundo exterior y va concibiendo a otras

personas distintas de sí mismo o de sí misma va dándose cuenta de que también ha de


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compartir con ellas.

La figura del padre, por tanto, adquiere una relevancia de la que antes carecía.
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La incorporación a la escuela supone un importante cambio en el desarrollo social del


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niño o niña.
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Preguntas de Autoevaluación

¿En torno a qué edad surge el autoconcepto?

6-8 meses.

12-15 meses.

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18-20 meses.

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24 meses.

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A menudo los niños y las niñas de dos o tres años tienen disputas entre ellos por
la posesión de los juguetes. Ante esta situación, ¿cómo hemos de actuar?
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Poniendo fin a la disputa.


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Dejando a los niños y a las niñas que lo solucionen por sí mismos o por sí mismas si la
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disputa es pequeña.
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Desviando la atención inmediatamente hacia otras actividades.


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No intervenir en ningún momento.

El desarrollo de la autoconciencia conlleva el surgimiento de:

Sentimientos de temor hacia el entorno.

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Las rabietas.

Sentimientos de desconfianza y hostilidad.

Sentimientos de vergüenza.

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¿A qué edad suele comenzar en el niño o en la niña el período crítico de

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rebeldía?

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A los 15 meses.

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A los 18 meses. es
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A los 2 años.
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A los 3 años.
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Uno de los factores fundamentales que llevan al niño o a la niña a percibir una
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realidad exterior a él o ella es…


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La relación con sus hermanos o hermanas.


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El resurgimiento de la figura paterna.

La formación de fuentes externas de control.

El temor a la pérdida del afecto materno.

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