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Traducción literaria

Cerró los ojos, cansado, y su voz se fue desvaneciendo. -A veces las siento por las
noches, a las ilustraciones, como hormigas que se arrastran por la piel. Luego me
doy cuenta de que hacen lo que tienen que hacer, y no vuelvo a mirarlas.
Solamente intento descansar, no suelo dormir mucho. Tampoco las mires, te lo
advierto. Date la vuelta para dormir.

Me recosté a cierta distancia. No parecía violento, y las ilustraciones eran


hermosas. De lo contrario, me hubiera tentado alejarme de tanto murmullo. Pero
las ilustraciones… dejé que mis ojos se llenaran de ellas. Cualquiera enloquecería
con semejantes obras sobre la piel.

Era una noche serena. Escuchaba la respiración del hombre ilustrado a la luz de la
luna, y el canto de los grillos en las quebradas distantes. Me puse de costado para
observar las ilustraciones. Pasó alrededor de media hora. No sabía si el hombre
ilustrado estaba dormido, pero de repente, lo escuché susurrar. -Se están
moviendo, ¿No?

Esperé un momento.

-Sí- contesté luego.

Las ilustraciones se movían, por turnos, cada una por uno o dos breves minutos.
Bajo la luz de la luna, con pensamientos tintineantes y voces lejanas del mar, cada
pequeña obra parecía cobrar vida. Era difícil saber si les llevaba una o tres horas
terminar. Solo sé que estaba fascinado, y permanecí inmóvil mientras las estrellas
se movían en el cielo.

Dieciséis ilustraciones, dieciséis historias. Las conté una por una.

Principalmente, mis ojos se posaron en una escena, con una enorme casa y dos
personas en ella. Vi una bandada de buitres en un cielo ardiente, vi leones
amarillos, y escuché voces.

La primera ilustración se estremeció y cobró vida.

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