José Ingenieros
1909.
El bien y el mal son las movedizas sombras chinescas que los fenómenos reales
proyectan en nuestra conciencia: son la clasificación subjetiva que los hombres hacemos
de fenómenos objetivos indiferentes a sí mismos. Esa calificación subjetiva transmuta
(...) transformándose sin cesar el bien en el mal
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y viceversa: en ultimo análisis son dos aspectos de una misma realidad, dos modos de
juzgar un fenómenos único. Ya Emerson ha sostenido que cada vicio es solamente
exceso o algidez de una virtud, y dice que “la primera lección de la historia es la bondad
de lo malo”. El viejo dualismo moral que ponía un abismo insondable entre principios
eternamente opuestos – el bien y el mal, el egoísmo y el altruismo, el amor y el odio, la
lucha por la vida y la cooperación en la lucha – ha recorrido ya su parábola ilusoria, su
dominio aménguase ahora entre los cultores de la filosofía científica. Esa concepción de
los fundamentos de la moral reside en la diferencia ideológica traducida por los
términos bien y mal, que son una etiqueta aplicada a los fenómenos y no una condición
intrínseca de éstos.
Ante un examen incompleto de las formulas utilitarias y hedonistas –equivalentes entre
así, en definitiva – parecen superficiales e imprecisas, pero conviene advertir que al
estudiar la moral como fenómeno colectivo, ellas deben entenderse con un criterio
sociológico. Tomando lo útil y lo nocivo, el placer y el dolor, en su sentido social, la
ética hedonista y utilitaria en ese mismo sentido, es decir subordinando la conducta del
individuo a las conveniencias de la sociedad de que forma parte.
II – La delincuencia natural.
La ética (función normativa de la adaptación individual al medio) y el derecho penal
(función defensiva del medio contra la inadaptación del individuo), necesitan
transformarse continuamente de acuerdo con las modificaciones incesantes de la vida
social misma, reflejadas en todas sus instituciones. No hay motivo para suponer que la
ética y el derecho de castigar deben permanecer cristalizados en sus criterios y formas
actuales, mientras evoluciona toda la superestructura social. El devenir de ambos
ordenes de fenómenos es paralelo, pero no concomitante; en cualquier sociedad y en
todo momento puede advertirse un desequilibrio (...) sanciones morales y las sanciones
legales.
Ese desequilibrio entre la evolución de la ética y del derecho es la causa de la diferencia
entre el “delito natural” y el “delito legal”. Se admite que el uno y el otro difieren entre
sí, aceptándose también que el delito legal tiende a coincidir con el delito natural.
Podemos precisar los términos del problema, diciendo que el primero es correlativo a la
ley escrita y el otro a la moral, siendo ambos variables y contingentes.
El estudio de los modos antisociales de lucha por la vida, que escapan a la sanción de la
ley, no obstante ser nocivos a la colectividad social, nos muestra una zona vastísima de
delincuentes naturales que no son delincuentes legales. Gravita sobre ellos el peso de la
sanción moral sin que la ley los sindique o reprima; constituyen en su mayor parte la
“mala vida”, nombre consagrado por varios criminologistas.
Diremos pues, que hay una “mala acción” o “mala vida” (delincuencia natural) toda vez
que un acto aislado o una línea de conducta permanente son antisociales con respecto a
un criterio ético del ambiente en que se producen. Y diremos que “strictu senso”, hay
delito y “criminalidad” (delincuencia legal) cuando el acto o la conducta tiene una
calificación especial en las leyes penales vigentes. En suma, la “mala vida” implica
inadaptación moral de la conducta y la “criminalidad” requiere su inadaptación legal.
Fácil es comprender que muchos actos nocivos al agregado social no tienen sanción
legal: son “delitos naturales” sin ser “delitos legales”. El número de antisociales que
infringen la moral excede, pues, en mucho, al de los delincuentes que violan la ley. En
algunos, la conducta antisocial es consuetudinaria y constituye su sistema permanente
de lucha por la vida; en otros, la conducta oscila por acaso hasta acciones antisociales
que se engolfan en la inmoralidad y en la malvivencia; son las “fronteras del delito”
comparables a las fronteras “de la locura”.
Viven solicitados por tendencias opuestas, oscilando entre el bien y el mal, en situación
semejante a la del asno de Buridán. Son caracteres amorfor o indiferentes que
constituyen la masa anodina o el numero abstracto sin modalidades propias,
conformados minuto por minuto en el molde instable de las circunstancias del medio, de
la educación, de los hombres, de las cosas. Su insuficiencia moral los expone a ceder a
la más leve presión, sufriendo todas las influencias buenas y malas, altas y bajas,
grandes y pequeñas. Ora son auxiliares permanentes del vicio y del delito, ora delinquen
a medias por incapacidad de ejecutar un pian completo de completo de conducta
antisocial, ora tienen suficiente astucia y previsión para llegar al borde mismo del
Codigo Penal sin caer en sus sanciones.
Esos sujetos de inmoralidad completa, larvada, accidental o alternante deben ser
abarcados en el estudio amplio del delito natural; ellos sirven para mostrar las etapas de
transición entre la honestidad y el delito, la zona de interferencia socialmente
considerados.
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existe, pues, una vasta serie de delincuentes que violan la ética de una época
determinada (delincuencia natural) sin violar la ley (delincuencia legal); y hay tambien
delitos legales que ya no son considerados tales por la moral de su tiempo. El fenómeno
es debido a la falta de isocronismo entre la evolución de la moral y la evolución de la
ley. Ello obliga a tener presente la relatividad de toda ética o de todo derecho; y a poner
el fundamento de la defensa social en razones biológicas mas estables que las
movedizas formulas morales o jurídicas de cada época.
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esta solidaridad lleva a considerar el daño inferido a un miembro cualquiera de una
agregado como una lesión a todo el conjunto. En esas condiciones, el fenómeno
puramente biológico se transforma en fenómeno sociológico, el delito y por
consiguiente su represión aparece como hecho social perdiendo progresivamente su
primitivo carácter de reacción defensiva, directa y espontánea.
De esa manera, la función estofiláctica “individual” se transforma en función “social”,
siendo el derecho primitivo su exponente concreto en las sociedades civilizadas. La
evolución del “reflejo defensivo” hacia el “sistema jurídico” que socializa sus
funciones, no se opera simultáneamente en todos los agregados sociales, en los pueblos
salvajes y bárbaros contemporáneos, sigue dominando la forma refleja e individual
como procedimiento defensivo consuetudinario. Por eso, la venganza, el linchamiento y
el exceso de defensa deben considerarse como formas atípicas y antisociales de justicia
penal.
Pero, en conjunto, el hecho objetivo consiste en que los individuos al asociarse en la
lucha por la vida, constituyendo agregados sociales, tienden a socializar las funciones de
defensa biológica individual, reflejan en las instituciones jurídicas las restricciones
condicionales establecidas por su moral. Por eso puede formularse esta definición: “la
legislación penal, es la garantía recíproca de los derechos fundamentales del individuo
en la “lucha por la existencia”