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Padre de la Iglesia
San Agustín de Hipona
Patrología
Aurelio Agustín nació el 354 en Thagaste (Numidia). Su padre, Patricio, era pagano,
mientras que su madre, Mónica, “era de espíritu dulce y enérgico al mismo tiempo, mujer que
nunca escondió su fe”1. fue una fervorosa cristiana que “desarrolló en él el sentimiento
religioso; pero no lo hizo bautizar”.2 Agustín viajó a Cartago para completar sus estudios
retóricos. Allí el joven Agustín se dejó llevar por el ambiente libertino de los estudiantes, pero
él no llevó una vida desenfrenada y tomó pronto una concubina (de la que el 372 nació su hijo
Adeodato). Esta relación perduró aproximadamente hasta el 384.
“En el 372 la lectura del diálogo de Cicerón “Hortensius” le despertó el amor a la
filosofía y la vida del espíritu (...) Se volvió del lado de los maniqueos, que le prometían la
verdad sin imposición previa y le daban una explicación al problema del mal. Desde sus
diecinueve a los veintiocho años se mantuvo en la secta en calidad de “oyente” (auditor)”3
El 374 Agustín comenzó a enseñar retórica en Thagaste y, luego, en Cartago, donde dio
clases ocho años (375-383). Hacia el fin de este período se incrementaron sus dudas sobre la
verdad del sistema maniqueo. En busca de un ascenso en su carrera, y contrariando a su madre,
se trasladó a Roma a fines del 383. A falta de cosa mejor, siguió en contacto con maniqueos;
aunque por entonces llenó su vacío interior con pensamientos de filosofía escéptica. Su
inclinación al escepticismo fue, sin duda, turbadora, pero de corta vida. Este período de
incertidumbre le familiarizó con el ideal ciceroniano de sabiduría como una búsqueda
prolongada.
Gracias a una recomendación del prefecto de Roma, Símaco, pasó a Milán como
maestro de retórica (384). Allí se encontró en mejor posición social y acompañado de su madre;
pero quebrantado e infeliz interiormente, ligado aún a la sensualidad y desorientado en su
búsqueda de seguridad religiosa. La lectura de los libros platónicos (Plotino y Porfirio) fue para
Agustín un excitante descubrimiento de una nueva esfera de ideas y posibles experiencias, que
prometían resolver sus dificultades intelectuales, y envolvían un ascetismo como género de
vida. Con todo, este intervalo de presunción platónica fue breve. Oyendo los sermones de san
Ambrosio, con su interpretación alegórica de textos del A.T., descubrió el método para superar
la crítica maniquea. Así experimentó que la espiritualidad de Dios y del alma, y el libre albedrío,
se conciliaban con la doctrina de la Iglesia. Rompió con el maniqueísmo. Ambrosio, al deshacer
objeciones y dificultades anteriores respecto a la doctrina cristiana, le había acercado al
cristianismo hasta el punto de volver a ser catecúmeno.
Se hizo más consciente de la tensión entre sus aspiraciones elevadas y el freno de las
pasiones. Su sumisión intelectual al cristianismo fue ocasionada por la lectura de san Pablo,
motivada por la curiosidad de ver si su doctrina estaba acorde con la neoplatónica. La doctrina
neoplatónica le sirvió, pues, de puente entre un maniqueísmo material y un cristianismo
espiritual. Pero Agustín, satisfecho intelectualmente con el cristianismo, no se sentía con fuerza
para abrazar el celibato y parecía no estar satisfecho con lo uno sin lo otro.
El presbítero Simpliciano empezó a mover su voluntad narrándole el ejemplo de la
conversión de Mario Victorino. La incitación decisiva fue la narración que le hizo Ponticiano
sobre Antonio, los monjes del desierto, y la conversión de dos oficiales de la corte de Tréveris,
1
Insunza, Santiago osa, Carta Abierta de Agustín de Hipona, (en Línea)
https://www.augustinus.it/spagnolo/varios/triptico.pdf (consultado 8 de abril de 2021)
2
Trevijano, Ramón, Patrología, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2009, pág. 294
3
Trevijano, Ramón, Patrología, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2009, Pág. 294
3
tras una lectura casual de la “Vita Antonii.” La crisis definitiva ocurrió aquella tarde, en el
jardín de su casa, en que el tolle lege de un niño de la vecindad le impulsó a abrir la epístola a
los Romanos y leyó providencialmente Rom. 13,13ss.
“Aquí no puedo no fijarme en la madre, ¡esta Mónica! ¡Cuántas lágrimas ha derramado esta santa mujer
por la conversión del hijo! ¡Y cuántas madres también hoy derraman lágrimas porque sus propios hijos regresen a
Cristo! ¡No perdáis la esperanza en la gracia de Dios! En las Confesiones leemos esta frase que un obispo dijo a
Santa Mónica, que le pedía que ayudara a su hijo a encontrar de nuevo el camino de la fe: "No es posible que un
hijo de tantas lágrimas perezca" (III, 12, 21). El mismo Agustín, tras la conversión, dirigiéndose a Dios, escribe:
"por amor mío lloraba ante Ti mi madre toda fiel, derramando más lágrimas de cuantas derraman las madres a la
muerte física de los hijos (Conf. III, 11, 19). Mujer inquieta, esta mujer que, al final, dice esa bella expresión:
cumulatius hoc mihi Deus praestiti [mi Dios me ha ampliamente satisfecho] (Conf. IX, 10,26). Aquello por lo que
lloraba Dios se lo había dado abundantemente. Y Agustín es heredero de Mónica, de ella recibe la semilla de la
inquietud. He aquí, pues, la inquietud del amor: buscar siempre, sin descanso, el bien del otro, de la persona amada,
con esa intensidad que lleva a las lágrimas. Me viene a la mente Jesús que llora ante el sepulcro del amigo Lázaro;
Pedro que, tras haber negado a Jesús, encuentra la mira rica de misericordia y de amor y llora amargamente, el
Padre que espera desde la azotea el regreso del hijo y cuando aún está lejos corre a su encuentro; me viene a la
mente la Virgen María que con amor sigue al Hijo Jesús hasta la Cruz. ¿Cómo estamos con la inquietud del amor?
¿Creemos en el amor a Dios y a los otros? ¿O somos nominalistas en esto? ”4
Y es que la vida de Agustín había corrido tan lejos y tan cerca de Dios como la de su
santa madre, que desde pequeño, y hasta su conversión y bautismo, había rezado con incansable
devoción y cariño para verlo en el camino del Señor, por lo que resulta casi imposible no reparar
en la promoción femenina que realiza Agustín tras la partida de su madre que hacia finales de
agosto de 387 murió Ostia “Lo relato así en mi libro Confesiones: ‘A los cincuenta y seis años
de edad y treinta y tres de la mía, aquella alma fiel y piadosa quedó liberada de su cuerpo’.
Había llorado mucho por mí y ahora era yo quien le regalaba la oración y las lágrimas”5. En el
libro IX de las Confesiones, Agustín refiere una conversación con su madre “él y su madre
están en Ostia, en un albergue, y desde la ventana ven el cielo y el mar, y trascienden cielo y
mar, y por un momento tocan el corazón de Dios en el silencio de las criaturas. Y aquí aparece
una idea fundamental en el camino hacia la Verdad: las criaturas deben callar para que reine el
silencio en el que Dios puede hablar”6
Después de su conversión, regresó a su tierra natal, donde en 391 fue ordenado
sacerdote, y en el 395 consagrado obispo de Hipona, al norte de África, donde dirigió una serie
de luchas contra las herejías de los maniqueos, los donatistas 7y el pelagianismo.
4
Francisco, Santa misa de apertura del Capítulo General de la Orden de San Agustín, 28 de agosto de 2013, Roma,
(en línea) http://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2013/documents/papa-
francesco_20130828_capitolo-sant-agostino.html (consulta: 7 de abril 2021)
5
Insunza, Santiago osa, Carta Abierta de Agustín de Hipona, (en Línea)
https://www.augustinus.it/spagnolo/varios/triptico.pdf (consultado 8 de abril de 2021)
6
Benedicto XVI, Audiencia General Palacio Apostólico de Castelgandolfo, Miércoles 25 de agosto de 2010, (en
línea) http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2010/documents/hf_ben-
xvi_aud_20100825.html (consultado 8 de abril 2021)
7
El donatismo fue un movimiento cismático cristiano iniciado en el siglo IV en Numidia (la actual Argelia), que
nació como una reacción ante el relajamiento de las costumbres de los fieles. Iniciado por Donato, obispo de
Cartago, en el norte de África, aseguraba que solo aquellos sacerdotes cuya vida fuese intachable podían
administrar los sacramentos, entre ellos el de la transubstanciación del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo (eucaristía), y que los pecadores no podían ser miembros de la Iglesia. Agustín publicó varios textos para
combatir en una larga y penosa controversia con los donatistas, que esclareciendo los términos de la polémica,
hizo progresar la teología de la Iglesia y de los sacramentos. En Copntra epistolam Parmetanii libri III compuesto
hacia el 400 establece su tesis fundamental que, en la unidad del Iglesia y en la comunión de los sacramentos, los
malos no contaminan a los buenos.
4
Agustín murió en Hipona el 28 de agosto de 430 durante el sitio al que los vándalos de
Genserico sometieron la ciudad durante la invasión de la provincia romana de África. Su
cuerpo, en fecha incierta, fue trasladado a Cerdeña y, hacia 725, a Pavía, a la basílica de San
Pietro in Ciel d'Oro, donde reposa hoy.
San Agustín fue un autor muy prolífico, y podemos ver como el desarrollo de su vida y los
distintos acontecimientos que fue viviendo, van marcando los temas sobre los que escribe. Así,
por ejemplo, en sus primeros años escribe de filosofía, influido por el maniqueísmo al que
pertenecía desde la lectura del Hortensio de Cicerón (en el 373), que le incentivó la búsqueda
de la sabiduría, y la asidua lectura de autores como Platón y Plotino; Tras su ruptura con los
maniqueos, escribe contra el maniqueísmo, y tras su conversión sus libros versan sobre teología
en defensa de la fe cristiana, de la Iglesia, del dogma de la Encarnación, un dogma que había
de formar el punto fundamental de su filosofía de la religión.
El año 391 está ya consagrado sacerdote en Hipona, se enfrenta a los donatistas y maniqueos,
y podemos observar cómo abundan los escritos contra las dos herejías problemáticas en Hipona,
así como otros textos teológicos.
Esta gran cantidad de libros los vamos a ordenar cronológicamente, siguiendo la cronología
más aceptada y que se refleja, por ejemplo, en el primer tomo de las obras completas de san
Agustín editadas por la Editorial BAC8, así como la clasificación de sus escritos y vamos a ir
destacando sus obras más importantes, que dicho sea de paso, tanto el manual de Patrología de
Ramón Trevijano como el de Johannes Quasten, que son los tomamos como base para esta parte
de nuestro trabajo, coinciden en que su obra más importante, por la trascendencia e influencia
que ha tenido a nivel histórico y religioso, fueron sus “Confesiones”.
Las primeras obras se incluyen dentro de primer período de Agustín, (386-396), en las que
encontramos diálogos filosóficos; Contra académicos, De beata vita, De Ordine, Soliloquia
(386), De inmortalitate animae, De musica (387) De quantitate animae, De libero arbitrio (388);
y un segundo grupo de obras anti-maniqueas, y obras teológico exegéticas, tales como De
moribus ecclesiae catholicae et de moribus Manichaeorum (388), De duabus animabus contra
Manichaeos (391), Acta contra Fortunatum Manichaeum (392). También encontramos obras
teológicas y exegéticas como Contra epistolam quam vocant fundamenti (396), Ad
Simplicianum de diversis quaestionibus (389-396) De utilitate credendi (391), De fide et
symbolo, (393), así como cartas y sermones, ya que en el 391 es ordenado sacerdote de Hipona.
El segundo periodo (396-411), contiene sus escritos tardíos contra los maniqueos, como: Contra
Faustum Manichaeum (397), De natura boni contra Manichaeos (399), Contra Secundinum
Manichaeum (399). También escritos contra los donatistas: De baptismo contra
Donatistas (400), Contra litteras Petiliani (401) o De unitate ecclesiae (405). También obras
exegéticas y teológicas entre las que se incluye, quizá erróneamente, al ser un género peculiar,
su libro de las confesiones (398-399). Entre las obras teológicas destacamos: De Trinitate (399),
De Genesi ad litteram (401). Así como cartas, sermones y discursos sobre los salmos. Dentro
de las obras del tercer y último periodo (411-430) ocupan un lugar destacado
8
San Agustín, Obras Completas (en línea) http://bac-editorial.es/es/normal/1514-obras-completas-de-san-
agustin.html (consultado 30 de abril de 2021)
5
las antipelagianas, que tradicionalmente se dividen en dos grupos, el primero dirigido contra
Pelagio y sus discípulos, y el segundo contra Juliano de Eclano en particular, Contra Julianum
(421) y Contra secundam Juliani (429). En este grupo encontramos la Ciudad de Dios, incluida
dentro de sus obras teológicas y exegéticas junto con De doctrina christiana, además de cartas,
sermones, comentarios a los salmos y nuevas obras contra alguna de las herejías como la
donatista. Destacar a su vez las retractationes, de gran valor a la hora de observar la evolución
de Agustín sobre determinados temas y cuestiones que había planteado anteriormente
Confesiones es una serie de trece libros autobiográficos de san Agustín de Hipona escritos entre
el 397 y el 398, que escribió acerca de su juventud pecadora y de cómo se convirtió al
cristianismo. Es la obra culmen de una tradición cristiana productora de biografías, y se
convirtió en un modelo para otros autores cristianos de los siguientes siglos. No es una
autobiografía completa pues fue escrita tras sus primeros 40 años de vida y vivió hasta los 76,
tiempo durante el cual produjo otros importantes trabajos, entre ellos La ciudad de Dios. De
todos modos, proporciona gran información sobre la evolución de su pensamiento en sus
primeros años. El libro es un acabado trabajo de filosofía y también un importante aporte a la
teología; ambos ámbitos están a su vez imbuidas de platonismo.
En estos libros se narra la niñez de Agustín, su adolescencia y juventud, su carrera académica,
su estancia en el maniqueísmo, su proceso personal de acercamiento al cristianismo (ya
conocido en la niñez), su conversión, y sus primeras experiencias como católico.
Si bien, para Agustín suponía un examen de sí mismo, un esfuerzo de autocomprensión cuando
entraba en la edad madura y siendo ya obispo. Supera otras biografías en las que el niño ya
aparece predestinado a su alto destino, muestra cómo el pasado del hombre es parte de su
presente, y a su vez no hace una separación de la triunfante conversión y del pasado de la
persona, que sigue expuesta al pecado. Entre las ideas que más influyen en el mundo occidental
se encuentran las que se refieren a la memoria y la interioridad (libro X) y al tiempo (libro XI).
Hacia el año 410 empieza a escribir La ciudad de Dios contra los paganos, que es una obra
escrita en 22 libros, que fue realizada durante su vejez y a lo largo de quince años. Es una
apología del cristianismo, en la que se confronta la Ciudad celestial a la Ciudad pagana. en
respuesta a las críticas que surgían del mundo pagano.
Contrapone las soluciones paganas sobre diferentes temas, con las soluciones cristianas; se
traslada del mundo clásico al cristiano y toma una actitud diferente a la que solían tomar los
cristianos de su época. Para Agustín no eran más que hombres atados a este mundo, que
persiguen la gloria sin entenderla. Tiende a refutar la concepción del pasado de los
conservadores romanos como un simple mito. Se niega a considerar la historia romana
privilegiada de algún modo, lo que supone un cambio en la historiografía cristiana, reduciendo
el auge de Roma al deseo de dominar, que generaliza como una ley que gobierna todos los
estados; reduciendo al Imperio romano a ser el mejor de los que hasta el momento habían
existido.
El saqueo de Roma proporcionó a Agustín una oportunidad y una motivación para una
confrontación deliberada con el paganismo, y en su obra vacía de gloria el pasado romano, para
proyectarlo en la gloriosísima Ciudad de Dios, la única donde realmente encontraremos a los
verdaderos héroes, donde se cumplirá la definición que de República da Cicerón.
Agustín pretendía mostrar que en toda la historia de la especie humana era posible descubrir
indicios de la división entre una ciudad “terrena” y otra “celestial”.
6
“De spiritu et littera ad Marcellium liber I es una obra clave para la inteligencia de la doctrina agustiniana de la
gracia. Agustín examina detalladamente las relaciones entre ley (letra) y gracia (espíritu), y sostiene que, sin la
gracia, que inspira en los corazones el amor de Dios, la ley no justifica: la ley nos fue dada para buscar la gracia,
y la gracia para observar la ley; ésta manda, y es ocasión de muerte; aquélla ayuda, y es fuente de vida”10
9
Quasten, Johannes, Patrología, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1981, p. 411
10
Quasten, Johannes, Patrología, p. 461
11
Congregación para la Doctrina de la Fe Carta Placuit Deo (1 de marzo 2018), a los Obispos de la Iglesia Católica
sobre algunos aspectos de la salvación cristiana, 3, p. 2.
7
Esta herejía fue muy combatida y, finalmente, desarticulada. En el Concilio de Nicea, celebrado
en esta ciudad asiática en el año 325, se estableció la ortodoxia, que tanto demandaba el
emperador Constantino para mantener la unidad política del Imperio, ya que su poder se basaba
en la fortaleza del cristianismo. Allí se estableció el credo del Dios trinitario en contra de los
arrianos13, que negaban que Jesús tuviera la misma condición divina que Dios Padre. Con estas
rivalidades, la Iglesia católica consolidó su posición. A partir de ese momento se dedicó a
desarrollar la doctrina teológica, labor en la que destacó san Agustín de Hipona ya que
estableció en su libro De vera religione liber I que “Dios guía a los hombres a la salvación con
la fuerza de la razón y la autoridad de la fe, también los vicios amonestan a los hombres a buscar
a Dios, el designio de la salvación se realiza a través de la historia y la profecía”14.
En distintas clases que hemos tenido en el CEFyT, hemos estudiado como el dualismo
platonico, que separaba el mundo material de lo sensible y el de las ideas trascendentes, se fue
metiendo en el pensamiento cristiano a lo largo de los primeros siglos de la historia de la Iglesia,
frente a lo cual San Agustín afirma en sus obras que las relaciones entre razón y fe no deben
ser entendidas en términos de oposición, sino de colaboración. “Dos son las sendas que
conducen al conocimiento de la verdad, la autoridad y la razón. En orden de tiempo, la
autoridad, es decir, la fe, precede, en orden de importancia, detenta el primado la razón, es decir,
la ciencia” 15 Su postura doctrinal se sitúa entre el fideísmo y el racionalismo. A quien pretende
comprender sin creer “repite su lema Crede ut intelligas, pues comprender es el premio de la
fe, defiende la validez de este principio y de este método, y escribe un libro sobre la utilidad de
creer. La fe es útil a todos. Es medicina que sana y atajo que permite conocer pronto y sin fatiga
las verdades esenciales para conducir a una vida sabia. Pero quien estima poder prescindir de
la razón repite Intellige ut credas, pues no es posible creer sin razón. Nadie cree “si antes no
piensa que debe creer” (De praed. S. 2,5). Toca a la razón demostrar “a quien se deba creer”
(de v rel 24, 45), y por tanto, “también la fe tiene sus ojos, con los que de alguna forma ve que
es verdad lo que aun no ve” (Ep. 120,2,8) y añade Intellectum valde ama, desea intensamente
comprender el contenido de la fe (Ep 120,3,13)” 16. San Agustín se esforzó por demostrar la
12
Francisco, Gaudete et Exsultate (19 de marzo de 2018) Exhortación apostólica sobre el llamado a la santidad
en el mundo actual, 48, p. 13.
13
Contra sermonem arianorum liber I, Collatio cum Maximino arianorum episcopo, Contra Maximum arianum
libri II, son algunos de los libros que dirige San Agustín contra esta herejía.
14
Quasten, Johannes, Patrología, p. 429
15
Quasten, Johannes, Patrología, p. 482
16
Quasten, Johannes, Patrología, p. 482
8
El Papa Francisco hablándole a los jóvenes que están construyendo hoy el futuro afirma:
“El amor de Dios y nuestra relación con Cristo vivo no nos privan de soñar, no nos exigen que achiquemos nuestros
horizontes. Al contrario, ese amor nos promueve, nos estimula, nos lanza hacia una vida mejor y más bella. La
palabra “inquietud” resume muchas de las búsquedas de los corazones de los jóvenes. Como decía san Pablo VI,
«precisamente en las insatisfacciones que los atormentan […] hay un elemento de luz». La inquietud insatisfecha,
junto con el asombro por lo nuevo que se presenta en el horizonte, abre paso a la osadía que los mueve a asumirse
a sí mismos, a volverse responsables de una misión. Esta sana inquietud que se despierta especialmente en la
juventud sigue siendo la característica de cualquier corazón que se mantiene joven, disponible, abierto. La
verdadera paz interior convive con esa insatisfacción profunda. San Agustín decía: «Señor, nos creaste para ti, y
nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti»18
Precisamente esa inquietud, intelectual, espiritual, trascendente, marcó toda la vida de Agustín,
así como la de muchas personas hoy en día. Él nace en un ambiente cristiano (valgan de
recuerdo las lágrimas de Santa Mónica pidiendo a Dios por su conversión), como muchos de
los jóvenes de nuestros barrios, pero van por la vida buscando “algo” que los llene y los
complemente, estudian, van a la universidad e incluso se desarrollan profesionalmente, pero al
mismo tiempo vagan buscando el sentido de sus vidas, existe una inquietud que los impulsa en
la búsqueda espiritual, como le pasó al joven Agustín, que de un pequeño pueblito en el norte
de África, pasa a estudiar en Cartago y desarrolla su carrera profesional en la corte imperial de
Milán. Efectivamente “Agustín es un "hombre de éxito", lo tiene todo, pero en su corazón
permanece la inquietud de la búsqueda del sentido profundo de la vida; su corazón no está
dormido, diría que no ha quedado anestesiado por el éxito, por las cosas, por el poder. Agustín
no se cierra en sí mismo, no se recuesta, sigue buscando la verdad, el sentido de la vida, sigue
buscando el rostro de Dios. Es verdad que comete errores, que toma senderos equivocados,
peca, es un pecador; pero no pierde la inquietud de la búsqueda espiritual. Y de esta forma
17
Congregación para la Doctrina de la Fe Carta Placuit Deo, 3, p. 2.
18
Francisco, Christus Vivit, Exhortación Apostólica a los jóvenes y a todo el pueblo de Dios, n. 138 (25 de marzo
de 2019) http://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-
ap_20190325_christus-vivit.html (acceso 8 de abril de 2021)
9
descubre que Dios lo esperaba, más aún, que nunca había dejado de buscarle primero” 19.
Precisamente aprendimos que Agustín, siguiendo a los clásicos griegos, que el hombre es capaz
de Dios, lo puede conocer porque está en el propio interior, nos lo muestran sus Confesiones20,
así como todo su pensamiento teológico, lo que evidencia su gran relevancia para cada uno de
nosotros, ya que y si miramos en lo profundo de nuestro corazón nos podemos preguntar ¿hay
un corazón que desea cosas grandes o un corazón adormecido por las cosas? ¿Tu corazón ha
conservado la inquietud de la búsqueda o la has dejado sofocar por las cosas? Agustín nos dice
en sus escritos que Dios siempre nos espera, que nos busca, por lo que es sensato preguntarnos
¿Crees que Dios te espera o esta verdad son sólo "palabras"?
Pero San Agustín no se queda solo en la búsqueda, y no se alegra solo con haberlo encontrado
en su interior21, y de haber tenido ese encuentro personal con Dios. Da el siguiente paso que lo
lleva a comprender que ese Dios que buscaba lejano de sí es el Dios cercano a cada ser humano.
Esto está muy claro en el pensamiento teológico que recogen sus publicaciones, y gracias a
Dios ha tenido una gran relevancia, al punto que hoy lo podemos ver y escuchar en cada una de
las predicaciones de nuestros pastores en las misas dominicales, por lo que podemos afirmar
sin temor a equivocarnos, que fue muy relevante en su momento, pero además tremendamente
influyente en nuestra Iglesia hasta el día de hoy. El propio Papa Francisco viendo en él a un
gran ejemplo para nuestra vida actual afirma “Agustín se deja inquietar por Dios, no se cansa
de anunciarlo, de evangelizar con coraje, sin temor, busca ser imagen del Jesús Buen Pastor que
conoce sus ovejas (Jn 10,14), es más, como me gusta repetir, que "siente el olor de su rebaño",
y sale a buscar a las perdidas. Agustín vive lo que San Pablo indica a Timoteo y a cada uno de
nosotros: Anuncia la palabra, insiste en el momento oportuno e inoportuno, anuncia el
Evangelio con corazón magnánimo, grande (cfr. 2Tim 4,2) de un Pastor que está inquieto por
sus ovejas. El tesoro de Agustín es precisamente esta actitud: salir siempre hacia Dios, salir
siempre hacia el rebaño. 22 Y esta riqueza la recoge también el Papa emérito Benedicto XVI
afirmando:
“La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia
de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio
fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar
su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo»[12]. El santo
Obispo de Hipona tenía buenos motivos para expresarse de esta manera. Como sabemos, su vida fue una búsqueda
continua de la belleza de la fe hasta que su corazón encontró descanso en Dios.[13]Sus numerosos escritos, en los
que explica la importancia de creer y la verdad de la fe, permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin
igual, consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el sendero justo para acceder a la «puerta
de la fe».23
19
Francisco, Santa misa de apertura del Capítulo General de la Orden de San Agustín, 28 de agosto de 2013,
Roma, (en línea) http://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2013/documents/papa-
francesco_20130828_capitolo-sant-agostino.html (consulta: 7 de abril 2021)
20
"Nos has hecho para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no repose en Ti" (Confesiones, I, 1, 1).
21
‘¡Ay, ay de mí, por qué grados fui descendiendo hasta las profundidades del abismo, lleno de fatiga y devorado
por la falta de verdad! Y todo, Dios mío (…), todo por buscarte no con el intelecto (…) sino con los sentidos de la
carne, porque tú estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío y más elevado que lo más sumo mío‘
(Confesiones III, 6, 11)
22
Francisco, Santa misa de apertura del Capítulo General de la Orden de San Agustín, 28 de agosto de 2013,
Roma, (en línea) http://www.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2013/documents/papa-
francesco_20130828_capitolo-sant-agostino.html (consulta: 7 de abril 2021)
23
Benedicto XVI, Porta Fidei, (11 de octubre del año 2011) carta apostólica en forma de motu proprio con la que
se convoca el año de la fe, 7, p. 4.
10
Podemos preguntarnos: ¿Estoy inquieto por Dios, por anunciarlo, por darlo a conocer? ¿O me
dejo fascinar de esa mundanidad espiritual que impulsa a hacerlo todo por amor de uno mismo?
Nosotros, formandos, laicos o consagrados ¿pensamos en los intereses personales, a la
funcionalidad de la obra, a la carrera, en nuestro futuro “profesional”? ¿Me he "acomodado" en
mi vida cristiana, en mi vida religiosa, en mi vida de comunidad, o conservo la fuerza de la
inquietud por Dios, por su Palabra, que me lleva a "ir fuera", a los otros?
Por último, pero no menos importante, quisiera destacar un tema que muy importante para él,
y que será de gran importancia para todo el desarrollo de la teoría del conocimiento posterior,
llegando incluso a nuestros días, cual es la verdad como la medida de todas las cosas y su noción
de verdad, que se constituye en el eje fundamental de la relación alma-Dios. El mismo, busca
la verdad en su interior y luego afirmará con certeza: Dios es la verdad “Este proceso
cognoscitivo que explica el sistema filosófico de Agustín, refleja de algún modo, su propia
existencia, ya que en su vida se halla la razón de ser de sus exposiciones doctrinales. La
personalidad de Agustín recibe el dinamismo de tres fuerzas que se constituyen en cimiento y
fuente de su filosofía: la razón, la fe, y el amor. Las tres actúan de forma conjunta”24
Agustín quería justificar la verdad del conocimiento; conocimiento que viene de Dios que
ilumina la inteligencia. Lo que Agustín tanto buscaba “la belleza tan antigua y tan nueva” es
obra de la razón, una facultad humana que le permite y dispone para la fe formulando el objeto
en que ha de creer y discerniendo, bajo los criterios del conocimiento, lo razonable para
aceptarlo: “intellige ut credas” (entiende, para que creas). Luego, la fe, que es un dato de la
revelación, don supraracional y sobrenatural, ilumina el entendimiento para aceptar la verdad:
“crede ut intelligas” (cree, para que entiendas), y muestra el camino para llegar a ella; el camino
del amor. “Agustín no está interesado en una explicación intelectual para demostrar a Dios, sino
en gozar de Él para llenar el vacío de su alma (frui Deo). Ser, Verdad y bien, son atributos
esenciales de Dios y es aquí donde podemos identificar el aporte original del sistema filosófico
de Agustín, en que las ideas o verdades eternas son ideas de Dios, son los arquetipos que hacen
del mundo una creación de Dios”25
“40. Toda mi esperanza, Dios y Señor mío, se funda únicamente en tu grandísima misericordia.
Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras [dadme lo que me mandáis y mandadme lo que
quisiereis]. Nos mandaste ser continentes, pero yo sé, dice el Sabio, que ninguno puede serlo,
24
Gómez Santibáñez Guillermo, San Agustín: Fe y razón, CIELAC, Managua, 2017, p. 7. (en línea)
http://biblioteca.clacso.edu.ar/Nicaragua/cielac-upoli/20170831090004/San-Agustin-Fe-y-Razon.pdf (consultado
4 de abril de 2021)
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Gómez Santibáñez Guillermo, San Agustín: Fe y razón, p. 7.
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Al analizar este pequeño texto de la inmensa obra de San Agustín nos podemos dar cuenta de
que parte de la imagen de Dios padre misericordioso que nos ama inmensamente. La vida
disipada y alejada de Dios que llevó de joven, nos recuerda al hijo prodigo, que vuelve al padre
amoroso que lo siempre lo esperó con los brazos abiertos. Así, la imagen fundamental que
Agustín nos muestra en su obra es que Dios es el amor ¡Oh amor, que siempre ardes y nunca
te apagas!. Una y otra vez en sus diferentes escritos nos mostrará que toda su filosofía y
comprensión de Dios se funda en el inmenso amor de Dios, por que ÉL es puro y esencialmente
amor.
Una segunda idea para analizar, surge de la frase “Dame lo que me pides y pídeme lo que
quieras” que nos muestra una necesaria apertura del hombre, de la creatura a su Dios creador.
Es el hombre quien libre y voluntariamente debe dar el paso para acercarse a Dios, porque se
sabe carente o incompleto, que aun no ha alcanzado la plenitud en su vida. Y por otro lado, esta
frase nos muestra un implícito reconocimiento de la necesidad de la gracia, que será uno de sus
temas desarrollados latamente en su controversia con Pelagio. Esta gracia es el origen de la fe,
del amor a Dios y del logro de la verdad.
Una tercera idea que podemos analizar, es la que surge de su concepto “Sabiduría increada”
evidenciando, por un lado, que la filosofía fue para él el amor y esfuerzo del alma entera hacia
la sabiduría y hacia la verdad, y por otro, podemos reconocer la influencia en su pensamiento
de filósofos griegos como Platón y Aristóteles. Para Platón si se puede conocer el verdadero
conocimiento, que debe ser de lo real (que no es sensible) sino que, de las ideas, sobre lo
universal y permanente. El conocimiento es absoluto, infalible y alcanzable por el alma que lo
recuerda (reminiscencia), y a partir de esto, podemos ver la creación filosófica de Agustín que
era la búsqueda del conocimiento de las cosas eternas -las ideas ejemplares o los inteligibles-,
y su relación con Dios, que sería el motor inmóvil de Aristóteles.
Y nos podemos preguntar ¿dónde deposita su confianza el hombre de hoy? ¿cada uno de
nosotros? ¿nuestra Iglesia anuncia al mismo Dios-Amor de Agustín? ¿encaminamos nuestros
pasos hacia Dios? ¿confiamos en su gracia? ¿le pedimos su gracia? ¿Qué otras influencias
filosóficas podemos encontrar en el pensamiento agustiniano? ¿Cómo puede ayudarnos San
Agustín a responder al nuevo pelagianismo que pone toda la confianza en la propia voluntad?
¿podemos conocer verdaderamente a Dios?
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San Agustín, Confesiones, Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, 2006, Pág. 217
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¿Quién lo ha creado todo? ¿Quién te ha creado a ti mismo? ¿Qué son todas estas criaturas?
¿Quién eres tú? ¿Y cómo decir qué es el que ha creado todo esto? Para decirlo, hace falta que
tu pensamiento lo conciba: qué tu pensamiento se vuelva hacia él, acércate a él. Para ver bien
algo, te acercas a eso... Pero Dios es percibido sólo por el espíritu, se le obtiene sólo por el
corazón. ¿Y dónde está este corazón por el cual se puede ver a Dios? "Dichosos los corazones
puros, verán a Dios" (Mt 5,8).
Leemos en un salmo: "Acercáos y seréis iluminados" (Sal. 33,6 tipos de Vulg). Para acercarse
y ser iluminado, hace falta que detestes las tinieblas... Eres pecador, debes volverte justo; pero
no podrás recibir la justicia si el mal todavía te gusta. Destrúyelo en tu corazón y purifícalo;
caza el pecado de tu corazón donde quiere venir a vivir al que quieres ver. El alma humana,
nuestro " hombre interior " (Ef 3,16), se acerca a Dios tanto como puede, nuestro hombre
interior que ha sido recreado a imagen de Dios, él que ha sido creado a imagen de Dios (Gn
1,26) pero que se alejó de Dios en la desemejanza.
Cierto, no es en el tiempo donde nos acercamos o alejamos de Dios: si no te pareces más a él,
te apartas de Dios; si te le pareces, tú te acercas a él. Mira pues cómo el Señor quiere que nos
acerquemos: nos hace primero semejantes a él para que podamos estar cerca de él. Nos dice:
"Sed como vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y
deja caer la lluvia sobre justos e injustos". Aprende pues a amar a tu enemigo (Mt 5,44-45). A
medida que esta caridad crece en ti, te devuelve y te reforma a semejanza de Dios; y cuanto
más te acercas a esta semejanza avanzando en amor, más comienzas a sentir la presencia de
Dios. ¿Pero a quién sientes? ¿Al que viene hacia ti o a aquel al cuál tú vuelves? Él jamás se
alejó de ti; eres tú quien se ha alejado de él.
Mira que tú eres tierra y ceniza. Piensa en quién ha merecido, y qué ha visto. Fíjate en los
extremos: quién es el que ve, y qué es lo que ve: un hombre que ve a Dios. Reconozco que no
ha sido mérito del hombre, sino por misericordia de Dios. Alaba, por tanto, al que se ha
compadecido. "¿Cómo lo alabaré —dices—, siendo así que eso poco que puedo percibir es
como una visión en espejo, como un enigma, y sólo parcialmente, y no lo puedo explicar?
Escucha lo que dice el salmo: ¡Aclamad con júbilo al Señor, toda la tierra! Has comprendido
qué es el júbilo de toda la tierra, si tú te regocijas en el Señor. ¡Canta con júbilo al Señor! No
derrames tus júbilos entre esto y aquello. Y date cuenta de que las cosas creadas pueden
explicarse con palabras; en cambio sólo Dios es inefable, el que al hablar, todo fue creado, él
lo dijo y existimos nosotros; pero nosotros a él no lo podemos expresar
Inicia San Agustín este comentario al salmo 100 con unas preguntas que retoricas que tienen el
objetivo de llevarnos a pensar, razonar, deducir o inferir quién es el creador de todo, y llegar a
la conclusión de que es Dios. He aquí un elemento central dentro del pensamiento filosófico de
nuestro autor: Razón y fe son dos elementos que San Agustín vincula de manera inseparable.
Existe razón en la fe y fe en la razón. Ambas, lo mismo que el conocimiento, tienen un camino
con un mismo destino, Dios, y según el obispo de Hipona este camino pasa directamente por el
interior del ser humano: su propia alma, y afirma en el segundo párrafo que hemos seleccionado
de este comentario al salmo 100 “El alma humana (…) se acerca a Dios tanto como puede”
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San Agustín, Salmo 100 (99), Sermón al pueblo (en línea)
https://www.augustinus.it/spagnolo/esposizioni_salmi/esposizione_salmo_120_testo.htm (consulta 1 de mayo
2021)
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porque solo en Dios, su creador, puede encontrar la verdadera fuente del amor, de la verdad y
del conocimiento. La verdad era para San Agustín el ideal supremo al que se entregó con pasión.
Esta verdad es la que se refiere al alma y a Dios, los dos objetos de su preocupación filosófica.
En el tercer párrafo insiste en que el hombre debe voluntariamente caminar hacia Dios “si te le
pareces, tú te acercas a él” “cuanto más te acercas a esta semejanza avanzando en amor, más
comienzas a sentir la presencia de Dios”, porque este padre de la Iglesia cree en la primacía de
la voluntad sobre el entendimiento y, por consiguiente, en el predominio del amor sobre el
conocimiento, personalmente entiendo que hay que querer creer, para que creyendo podamos
entender.
Para concluir, podemos afirmar junto al Papa emérito Benedicto XVI, que estos razonamientos
tienen una gran actualidad, ya que son preguntas que se realizan los hombres y mujeres de
nuestro siglo XXI
“Es un juicio que podemos compartir: en sus escritos también nosotros lo «encontramos vivo». Cuando leo los
escritos de san Agustín no tengo la impresión de que se trate de un hombre que murió hace más o menos mil
seiscientos años, sino que lo siento como un hombre de hoy: un amigo, un contemporáneo que me habla, que nos
habla con su fe lozana y actual.
En san Agustín, que nos habla, que me habla a mí en sus escritos, vemos la actualidad permanente de su fe, de la
fe que viene de Cristo, Verbo eterno encarnado, Hijo de Dios e Hijo del hombre. Y podemos ver que esta fe no es
de ayer, aunque haya sido predicada ayer; es siempre actual, porque Cristo es realmente ayer, hoy y para siempre.
Él es el camino, la verdad y la vida. De este modo san Agustín nos impulsa a confiar en este Cristo siempre vivo
y a encontrar así el camino de la vida”28
Porque justamente, Cristo está vivo en el interior de cada uno de nosotros, en cada uno de
nuestros hermanos, y allí es donde lo podemos encontrar hoy.
28
BENEDICTO XVI, Audiencia General sobre San Agustín de Hipona, parte 2 (16 enero 2008) en La Santa
Sede,http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2008/documents/hf_ben-xvi_aud_20080116.html
(acceso 8 de abril de 2021)