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Veinte líderes de iglesias se reunieron en secreto en una habitación con las persianas cerradas en un país asiático donde es ilegal reunirse de esa manera. Compartieron historias sobre el trabajo de Dios en sus iglesias y los peligros a los que se enfrentan, como ser secuestrados y torturados por una secta. Un hombre grande actuó como guardia de seguridad mientras los demás líderes buscaban el apoyo y la gracia de Dios para guiar a sus congregaciones a través de la persecución.
Veinte líderes de iglesias se reunieron en secreto en una habitación con las persianas cerradas en un país asiático donde es ilegal reunirse de esa manera. Compartieron historias sobre el trabajo de Dios en sus iglesias y los peligros a los que se enfrentan, como ser secuestrados y torturados por una secta. Un hombre grande actuó como guardia de seguridad mientras los demás líderes buscaban el apoyo y la gracia de Dios para guiar a sus congregaciones a través de la persecución.
Veinte líderes de iglesias se reunieron en secreto en una habitación con las persianas cerradas en un país asiático donde es ilegal reunirse de esa manera. Compartieron historias sobre el trabajo de Dios en sus iglesias y los peligros a los que se enfrentan, como ser secuestrados y torturados por una secta. Un hombre grande actuó como guardia de seguridad mientras los demás líderes buscaban el apoyo y la gracia de Dios para guiar a sus congregaciones a través de la persecución.
Imagina una habitación con una iluminación tenue y todas las persianas cerradas.
Veinte líderes de distintas iglesias de la
zona sentados en el piso formando un círculo con las Biblias abiertas. Algunos tenían las frentes empapadas de sudor después de caminar kilómetros para llegar allí. Otros estaban sucios por el polvo de los pueblos desde donde salieron temprano esa mañana en bicicleta Estaban reunidos en secreto. Vinieron a propósito hasta este lugar a diferentes horas a lo largo de la mañana, a fin de no llamar la atención a la reunión que se celebraba. Vivían en un país de Asia donde es ilegal reunirse de esta manera. Si los pescaban, podían perder su tierra, sus trabajos, sus familias o sus vidas • Escuchaba mientras contaban historias de lo que Dios estaba haciendo en sus iglesias. Un hombre estaba sentado en un rincón. Era fornido y actuaba como el jefe de la seguridad, por decirlo de algún modo. Cada vez que se oía una llamada a la puerta o había un ruido fuera de la ventana, todos en la habitación se quedaban helados por el nerviosismo hasta que este hermano iba a asegurarse de que todo estaba bien. Mientras hablaba, su tosca apariencia revelaba enseguida un corazón tierno. • «Algunas personas de mi iglesia se han ido debido a una secta», dijo. A esta secta en particular la conocían por raptar creyentes, llevarlos a lugares aislados y torturarlos. No es raro que a los hermanos les cortaran la lengua. • A medida que contaba los peligros a los que se enfrentaban los miembros de su iglesia, se me llenaban los ojos de lágrimas. «Estoy dolido», dijo, «y necesito la gracia de Dios para guiar a mi congregación a través de estos ataques».