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DIRECCIÓN GENERAL DE PREGRADO

Dirección de Formación Integral

Curso de Ética
Profesor: Augusto Merino Medina

Clase 11: Los Hábitos

Contenidos y objetivos de aprendizaje de esta clase


1. Los hábitos, segunda naturaleza.
2. Las virtudes intelectuales y morales.
3. Las virtudes cardinales.

1. Los hábitos morales, una "segunda naturaleza" del hombre.

- Los actos humanos, buenos o malos desde el punto de vista


moral, no se dan aislados en la vida, sino que tienden a configurar
patrones o constantes de conducta propios de cada individuo.

- No decimos que un hombre es bueno porque haya realizado una


sola buena acción, o una sola muy de vez en cuando, sino porque
habitualmente las realiza; ni calificamos de malo a otro porque haya
ejecutado una mala acción aislada, sino porque normalmente, como
constante de conducta, actúa de modo moralmente reprochable.

- Por eso, desde la Antigüedad se ha dado gran importancia a la


formación de hábitos que "solidifiquen" el ejercicio de las virtudes y las
hagan, si se pudiera decir así, más "fáciles" de practicar.

- Esto último puede resultar una forma sorprendente de


hablar, pero no lo es si pensamos en ello un instante:
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- la repetición de una acción la hace más fácil e incluso, en ciertos


ámbitos de la vida moralmente indiferentes, como el lavarse los dientes
u otros semejantes, la hace prácticamente automática: no requieren ya
de esfuerzo alguno por parte del sujeto.

- Para entender esto cabalmente, hay que tomar en cuenta que


realizar un acto moralmente bueno supone, en las condiciones normales
de la vida humana, en que hay tantas tentaciones de obrar moralmente
mal o de dejarse llevar por la corriente o por la moda sin luchar, un
esfuerzo, o sea, un uso de una fuerza moral interior:

- pues bien, esa "fuerza" moral es lo que se conoce como


"virtud":
- el término "virtud" deriva de la palabra latina "virtus", que
significa precisamente "fuerza" (en latín la palabra "virtus" está
vinculada con "vir", varón, que es equivalente a "fuerte"; y como la
fuerza no está restringida al varón, existe también la palabra "virgo"
para designar a la mujer fuerte).

- ahora, sabemos que toda fuerza, de cualquier tipo que sea,


crece y aumenta por el ejercicio:

- así, las fuerzas físicas se desarrollan mediante el


ejercicio físico o mediante ciertas técnicas, para las cuales existen
incluso máquinas que las facilitan (como sabe quien quiera que asiste a
un gimnasio).

- de este modo, advertimos que muchos individuos que, por


su constitución, eran débiles, se hacen físicamente fuertes, como es el
caso extremo de ciertos "físicoculturistas":

- se podría decir que tales individuos "se crean" una


"segunda naturaleza": la que tenían espontáneamente era débil; pero
ellos la han transformado en fuerte.

- para que ello tenga éxito, el ejercicio ha de ser constante y


perseverante, o sea, habitual.

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- el hábito, visto desde esta perspectiva, es como un vestido con el cual


el ser humano se reviste día a día, adquiriendo un aspecto determinado,
el que normalmente se quiere que sea hermoso, o "sentador", etc.
- el traje que usan los monjes y monjas se denomina
precisamente "hábito" porque es el mismo día tras día, cotidianamente.

- La vida moralmente buena, o sea, la que nos lleva hacia la


plenitud de nuestra existencia como seres humanos y nos consigue, al
cabo, la felicidad, es una vida en que las virtudes se han hecho
habituales, o sea, en que el hombre, resistiendo tendencias y apetitos
que no nos conducen al bien (los que abundan en nosotros, como
hemos visto en clases anteriores) se reviste, por encima de nuestra
"primera naturaleza", aquella que tenemos al nacer, de esta "segunda
naturaleza", de este "traje", que él mismo ha contribuido a crearse:

- Existe un sentido del término "virtuoso" que nos ayuda a


comprender esta idea desde otro ángulo: en general se denomina
"virtuosos" a los grandes pianistas o violinistas o ejecutantes de otros
instrumentos musicales, quienes, por la práctica asidua de su
instrumento, llegan a un grado tal de excelencia en el tocarlos que les
permite interpretar con facilidad aun las piezas musicales más difíciles.

- la falta de ejercicio de la virtud, en cambio, o sea, la falta de


hábitos morales, es precisamente una carencia:

- cuando las virtudes o fuerzas morales no se desarrollan, el


individuo queda o débil o malformado: algo le falta para llegar a ser
plenamente desarrollado como ser humano.

- En el lenguaje común, a esa falta de hábitos la llamamos


"vicios": el vicio es una falta o carencia de ejercicio de las fuerzas
morales que en el hombre están en ciernes, en potencia, tal como lo
están en él también las fuerzas físicas al nacer:

- según esto, el hombre bueno es "virtuoso", o sea,


"forzudo", y es un "virtuoso" en el "arte" de vivir una vida tal que lo

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lleva hacia la plenitud humana. En cambio, el hombre malo es "débil",


"subdesarrollado", "sin fuerzas";.

- Por eso es que, aunque todos los seres humanos nacen con las
mismas "virtualidades" tanto físicas como morales, sólo son física y
moralmente plenos quienes las ejercitan, y quienes no las ejercitan, son
seres humanos que no llegan a la plenitud de sus "virtualidades" o
"capacidades", y se frustran como seres humanos, por mucho que, de
momento, parezcan llevar una vida cómoda (el ejercicio casi siempre
implica abandonar la comodidad, al menos al comienzo);

- pero, a la larga, todos los seres humanos saben que,


como lo expresa el dicho popular, "el crimen no paga" o sólo lo hace
pobremente o por poco tiempo:

- el mal, que es ausencia, carencia, falta, defecto,


negatividad, se hace sentir pesadamente en la vida por la infelicidad de
fondo que, al cabo, se experimenta y que contradice nuestras ansias de
plenitud, de positividad, de vida desplegada al máximo, y no sólo en un
sentido físico (somos más que animales) sino en uno cabalmente
humano, que implica llegar al goce de la paz interior, de la belleza, de la
armonía, del amor.

3. Virtudes intelectuales y morales.

- Aristóteles propuso, en el siglo IV A. de C., la teoría de las


virtudes que aquí seguiremos, la cual, en esencia, no ha variado a lo
largo de los milenios.

- Según este filósofo, existen en el ser humano virtudes, o sea,


fuerzas o potencialidades, tanto intelectuales como morales que exigen
ejercicio para su pleno desarrollo.

a) Las virtudes intelectuales o de la razón.

- Como hemos dicho en clases anteriores, la razón humana


puede ser de dos tipos:

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i) razón teorética o especulativa : la que se interesa por


conocer la verdad por la verdad misma: es la actividad del científico
puro, como el físico o el matemático; y si bien su ejercicio no significa
que quien la ejercita sea un hombre bueno, tiene ciertamente una
relación con la moral, como se verá al ver entre las virtudes propias de
ella algunas que ya hemos mencionado en este curso); y

ii) razón práctica (que se interesa en conocer no por el


placer de conocer sino para guiar los actos humanos en dirección a la
finalidad última del hombre).

De acuerdo con esta clasificación, tenemos dos clases de


virtudes intelectuales:

1) virtudes de la razón teorética:

- todas ellas se refieren al "conocer por conocer":

- i) inteligencia: aquí este término significa


"hábito de los primeros principios", o sea, consiste en ver la evidencia
de los primeros principios. Anteriormente hemos visto cuál es el primer
principio de la moral ("haz el bien y evita el mal").

- ii) ciencia: en este caso el término "ciencia"


quiere decir el hábito de demostrar la verdad en un ámbito particular del
conocimiento, actividad que ejercitan cotidianamente los científicos en
su campo propio.
- iii) sabiduría: este término significa aquí la
aptitud de remontarse hasta las primeras causas de todas las cosas,
ordenándolas a partir de los primeros principios e incluyendo sus
diversas consecuencias.

2) virtudes de la razón práctica:

- ellas se refieren a "conocer para obrar bien":

- i) prudencia: es el hábito del hombre de


gobernar sus actos orientándolos hacia el fin último del ser humano.

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- ii) arte o técnica: es el hábito de producir bienes útiles -


como son todos los productos manufacturados- que sirven en el hombre
para alcanzar su bien último.

b) Las virtudes de los apetitos.

- éstas se refieren inmediatamente al bien obrar humano, y


se conocen también como virtudes morales; pero como el hombre es
esencialmente racional y la razón impregna todas sus facultades
superiores, no existe un corte entre ellas y las virtudes de la razón.

- i) templanza: regula el apetito que los antiguos


llamaban "concupiscible", que tiene que ver con los bienes de fácil
disfrute.
- ii) fortaleza: regula el apetito que los antiguos
llamaban "irascible", que tiene que ver con los bienes "arduos", o sea,
los que para ser alcanzados exigen un previo esfuerzo.

- iii) justicia: es el hábito de regular el amor de sí


mismo y de integrarlo armónicamente con el amor de los demás: en
este sentido, regula el amor de sí. La justicia es, propiamente, la virtud
de la voluntad, pues consiste en la disposición de la voluntad ordenada
por la recta razón, tomando en cuenta que se trata de la voluntad de un
ser, como el humano, que es esencialmente social, destinado a convivir
con otros seres humanos.

- estas virtudes morales, más la virtud de la prudencia,


constituyen lo que se denomina las "virtudes cardinales", que
analizaremos con más detalle a continuación.

3. Las virtudes cardinales.

- Estas virtudes son las que tienen directamente importancia


moral, aunque todas las virtudes del hombre (incluso las intelectuales)
poseen, finalmente, alguna importancia, al menos indirecta, en lo
relativo al modo humano de actuar.

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- El término "cardinal" con que se las conoce deriva del término latino
"cardo", que significa el gozne, quicio o bisagra de una puerta, o sea,
aquel elemento que le permite abrirse y cerrarse, que es lo propio de
toda puerta:

- sin bisagras, una puerta se arruina, no sirve para nada:


más que permitir entrar o salir, lo impide.

- Con el término "cardinal" se quiere decir, pues, que el


hombre, sin estas virtudes, se arruina o frustra tal como lo hace una
puerta sin bisagra.

- Y este punto tiene máxima importancia:

- hemos dicho, en clases anteriores, que todos los


seres humanos, de todas las culturas, épocas históricas y lugares,
coinciden en general en cuál es la imagen del hombre bueno, o sea, del
hombre plenamente desarrollado, llegado a la plenitud de sus
capacidades tanto físicas como intelectuales, psicológicas y morales:

- las grandes figuras de importancia moral de la


humanidad (Confucio en la China, Buda en la India, Sócrates en Grecia,
etc.) comparten semejantes rasgos: son seres humanos cuya razón o
inteligencia ha alcanzado un alto grado de desarrollo, que son dueños de
sí mismos, o sea, cuya voluntad controla su vida, y que gozan, por lo
tanto, de una armonía interior que los dispone adecuadamente para la
felicidad, que es la meta a que todos los seres humanos tienden.

- todas esos grandes hombres han poseído estas


cuatro virtudes cardinales como resultado de un desarrollo de las
mismas que se debe al esfuerzo de cada uno de ellos.

- Al conjunto de las virtudes de la voluntad o virtudes morales que


llamamos "cardinales", se añade la virtud de la prudencia, que es propia
de la razón práctica, como vimos hace un momento:

- la prudencia tiene, en efecto, el papel de "eje" o punto de


encuentro entre la inteligencia y la voluntad del ser humano, que son las
dos facultades que inciden en la moralidad del acto, y tiene su lugar, por

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consiguiente, tanto entre las virtudes de la razón (razón práctica en este


caso) como de los apetitos.
- Analicemos estas cuatro virtudes.

1) La templanza.

- Esta virtud se refiere al hábito que tiene como finalidad


gobernar los apetitos de cosas sensibles de fácil disfrute, como el
dormir, o el comer:
- en relación con tales bienes apetecibles la razón nos
dice que no debemos ni entregarnos a ellos sin moderación ni
abstenernos de ellos absolutamente:

- p.ej., en el caso del bien placentero de comer,


la razón nos dice que no debemos caer ni en la bulimia ni en la
anorexia, quitando a estos dos términos, para los efectos de esta
ilustración, toda connotación patológica; o sea, se trata de no comer en
exceso, porque ello nos daña, ni abstenernos absolutamente de comer,
porque eso también nos daña.

- Y lo que decimos del bien placentero de comer, se puede


decir de todos los demás bienes de disfrute fácil o inmediato, como el
dormir, el ejercicio de la función sexual, etc.

- En todos estos casos, la razón nos pide mantenernos


alejados de los extremos: del uso excesivo y del absoluto desprecio;

- por eso se dice que la virtud aquí "está en el medio",


o sea, la conducta virtuosa respecto de este tipo de bienes consiste en
el hábito de disfrutarlos con moderación, manteniéndose en el "término
medio" de acuerdo a la medida de la razón recta.

2) La fortaleza.

- Esta virtud tiene que ver con los hábitos de los apetitos
"irascibles", o sea, de los que se refieren a bienes "arduos", que no son
de fácil alcance e inmediato sino que exigen de un esfuerzo previo, a
veces muy costoso o incluso doloroso.

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- El término "irascible", que viene de "ira", alude aquí precisamente a


que se necesita, frente a tales bienes, de una acometida o de un temple
de ánimo análogos a los que uno observa en una persona airada.

- Pero las realidades costosas o dolorosas no se nos


presentan solamente en forma de cierto tipo de bienes difíciles que nos
resultan, a pesar de todo, apetecibles, sino también en forma de
padecimientos que nos llegan del exterior, de circunstancias que nos
afectan y que no está en nuestras manos controlar totalmente:

- respecto de ellas también la fortaleza se traduce en


hábitos concretos de resignación, de aceptación, paciencia, resistencia y
otros que permiten que no sucumbamos a tales padecimientos. PODRÍA
PONER EL EJEMPLO DE LOS MINEROS

- Igual que en el caso de la templanza, en la fortaleza


advertimos la voz de la razón práctica que nos dice que no debemos
caer en ninguno de dos extremos:

- ni en el extremo de no acometer nada o de no


intentar nada que sea difícil en la vida, ni en el extremo de acometer
cualquier cosa o intentar conseguir cualquier propósito irreflexivamente,
sin tomar en cuenta las exigencias y los costos:

- o sea, la fortaleza nos indica que, en el caso de


los bienes arduos, la virtud está a medio camino entre la cobardía (no
emprender nada por miedo) y la temeridad (emprender cualquier cosa
sin un previo análisis de las dificultades); en otras palabras, la virtud
está aquí también en el medio.

3) La justicia.

- Decíamos que la virtud de la justicia se refiere a la


racionalidad en el amor de sí mismo, supuesto que el ser humano es,
por su naturaleza, un ser que convive con otros seres humanos.

- El amor de sí, que es legítimo, nos impulsa a querer


para nosotros todos los bienes que nos hacen falta, considerando la

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realidad de la vida humana, y en que a cada uno le corresponde, pues,


ciertos bienes determinados:

- por eso se suele definir la justicia como el hábito de


entregar a cada uno lo que le corresponde, y se suele añadir también
que este hábito incluye el no causar daño a nadie ni en sus bienes ni,
naturalmente, en su persona (que es el bien más preciado de cada ser
humano).

- Asumido, con evidencia, que el ser humano es esencialmente


social, se puede advertir que la vida colectiva se haría inmediata e
irremediablemente imposible si no existiera la virtud de la justicia:
- si cada uno se viera obligado, durante cada instante que
permanece despierto, a vigilar sus bienes para que nadie se los quite, o
preocupado de quitar los suyos a los demás, la vida ya no sería
propiamente humana, sino una vida animal, como la que llevan las
bestias en la selva: permanentemente ocupadas de matar a otras, para
comerlas, y de evitar ser comidas por las demás.

- Por eso es que una vida propiamente humana es imposible


sin la virtud de la justicia en el sentido aquí explicado, y ello nos indica
que esta virtud es esencialmente social.

- Naturalmente, al cabo todas las virtudes (incluídas la


templanza y la fortaleza) constituyen una unidad, y todas tienen
importancia, por lo tanto, en el tipo de hombre que se es y en el tipo de
vida colectiva que, como tal, se es capaz de tener:

- pero la justicia tiene esta especial relevancia


social por los motivos que hemos dado.

- Es muy importante entender el siguiente punto:

- la justicia no se refiere a "hacer un reparto" de bienes, sino


a “querer entregar" a cada uno lo que le corresponde (en virtud, por
ejemplo, de un reparto precedente):

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- la acción de hacer un buen reparto de bienes es propia, más bien, de


la virtud de la prudencia, que veremos a continuación.

- Sobre la virtud de la justicia hablaremos más en detalle en la


próxima clase.

4. La prudencia.

- Se define la prudencia como el hábito de ordenar todos los


actos del ser humano hacia los fines buenos y, al cabo, hacia el fin
último y más importante del mismo, o sea, su supremo bien: su pleno
desarrollo y felicidad.

- En este sentido es la más importante de todas las virtudes,


porque tiene, entre sus cometidos, ordenar también todos los actos
virtuosos (los de las demás virtudes) hacia la dirección recién indicada.
- Además, la prudencia incluye en su concepto el hábito de
considerar todos los actos humanos en relación con las circunstancias
concretas en que han de realizarse:

- en relación con esto, no basta con que un acto sea


bueno "en teoría"; debe serlo concretamente, en la realidad efectiva de
la vida del ser humano, tomadas en cuenta todas las circunstancias de
su realización.
- En otros términos, todo acto humano, para ser
efectivamente virtuoso, ha de ser prudente, incluidos, como decíamos
recién, los actos virtuosos según las otras virtudes cardinales.

- Se puede recurrir a innumerables ejemplos para ilustrar esto:

- p.ej., la virtud de la justicia, que nos exige entregar a cada


uno lo que le corresponde, demandaría que, si un amigo deposita en
nuestras manos, para que la guardemos por un tiempo, un arma de
fuego, y luego se presenta a pedirla de vuelta en claro estado de
enajenación mental, nos exigirá que la devolvamos porque no nos
corresponde su propiedad a nosotros, sino a él; pero la prudencia nos
exigirá por su lado que, mientras permanezca en tal estado, no se la
entreguemos, contraviniendo así, en apariencia, lo que la justicia nos

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impone: pero, obviamente, al rehusar devolver el arma, estaremos


obrando moralmente bien y no contra la justicia.

- El análisis de esta virtud, la más importante, nos exige distinguir


los elementos que la componen, por una parte, y sus tipos, por otra.

a) Elementos de la prudencia.

- El estudio de estos elementos se presta


particularmente bien para entender que las virtudes, como fuerzas que
son, crecen o aumentan por su ejercicio:

1) memoria: no se puede ser prudente si no se tiene


buena memoria, para recordar las experiencias pasadas: y la memoria
humana es perfectamente ejercitable; existen diversos métodos
mnemotécnicos para ello.

2) previsión: para ser prudente se requiere tener la


capacidad de ver anticipadamente, y dentro de una distancia o rango
razonable, las consecuencias de nuestros actos, especialmente en lo que
se refiere a obtener el bien buscado.
3) cautela: este aspecto de la prudencia exige que no
se actúe precipitadamente, sino que se dé lugar a que la razón delibere.

4) agilidad (o solercia, término clásico): la prudencia


exige también actuar justo en el momento preciso, asumiendo con
agilidad o rapidez la ocasión; no se es prudente cuando se salta para
subir al bus antes de que éste haya llegado a la parada, o sea, si no se
es cauto y no se sabe esperar; pero tampoco se lo es si se salta luego
de que ya partió de la parada, o sea, si no se actuó con agilidad.
También se suele hablar, en este elemento, de sagacidad, o sea, de la
rapidez para encontrar los medios adecuados a la acción que se desea
ejecutar.

5) circunspección: este término, en su sentido


etimológico, significa "mirar en rededor", o sea, tomar en cuenta todas
las circunstancias que rodean a un acto que se quiere realizar y que está
a nuestro alcance conocer; si no se lo hace así, puede que la

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inadvertencia de una de ellas (la falta de soldados suficientes en una


batalla, por ejemplo) haga fracasar el bien que se quería.

6) intelecto (también llamada razón particular): este


término, usado clásicamente, no es todo lo claro que convendría; a lo
que se refiere, en este contexto, es a darse uno cuenta de cuál es la
realidad de la situación en que se está proyectando realizar un acto; por
ejemplo, es esencial captar que un funeral no es el mejor momento para
contar chistes, o que una fiesta de matrimonio no es el momento
adecuado para entregarse al llanto por algún negocio ruinoso que se ha
hecho; en ambos casos diríamos de inmediato que se obra
imprudentemente.

7) docilidad: la prudencia exige dejarse aconsejar, que


es en este caso el significado de "ser dócil" (el término "dócil" deriva del
latín "docere", enseñar); el conocimiento de la experiencia ajena puede
ser de vital importancia cuando se va a ejecutar un acto.

8) razonamiento: ser prudente exige la capacidad de


llegar a conocer cosas desconocidas a partir de las que se ya se
conocen, como sería el caso de llegar a deducir el tipo de
comportamiento que va a tener una persona a partir del tipo de carácter
que le es propio y que conocemos.

b) Tipos de prudencia.

- Podemos distinguir varios tipos de prudencia, que


abordaremos aquí por su gran importancia.
1) Prudencia personal (llamada también,
antiguamente, "monástica", de "monos", o sea, "uno"): ésta es la que
corresponde al ser humano individual a fin de lograr su propio bien.

2) Prudencia comunitaria: corresponde al ser humano


en tanto que miembro de una colectividad o sociedad. Estas tiene dos
tipos, a su vez:

i) Prudencia familiar o doméstica.


ii) Prudencia política: ésta tiene una máxima
importancia en la vida colectiva, ya que la polis -o Estado, como es el

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término actual- es el espacio ideal para que el ser humano logre su


perfección. De esta prudencia política distinguiremos, finalmente, dos
aspectos:
- la prudencia política del gobernante, o
arquitectónica: ésta es la que corresponde al político o políticos que
tienen a su cargo el gobierno de la polis y, por lo tanto, la misión de
organizar la vida colectiva (su "arquitectura") y su desarrollo con vistas
al bien común:
- en la perspectiva clásica se ha
sostenido siempre que la virtud por excelencia del político es la
prudencia de este tipo; de ella depende, por ejemplo, uno de los
aspectos más importantes para la vida del conjunto: el repartir
prudentemente los bienes entre los ciudadanos y también las cargas; es
a este reparto que se refiere la virtud de la justicia, que consiste, como
veíamos, en entregar a cada uno lo que en el reparto le ha tocado; si el
reparto (o distribución) de las riquezas está mal hecho en una polis, ello
se transforma, como advierte Aristóteles, en la principal fuente de
disturbios, revoluciones y guerras civiles.

- la prudencia política obediencial, que


corresponde a cada uno de los ciudadanos no en cuanto seres
individuales que buscan su propio bien (en ese caso hablamos de
prudencia personal), sino en cuanto miembros de una colectividad que
ha de lograr un bien común, y se refiere a la acción de cada ciudadano,
bajo la dirección de los gobernantes, en lo que le corresponde como
quien contribuye a dicho bien común.

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