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El recientemente logrado acuerdo para combatir el calentamiento global entre 194 países en
el COP 16 de Cancún en Mexico, nos propone el debate sobre un modelo económico
sustentable para nuestra nación en el siglo XXI y el rol del nuevo progresismo. También
abre la puerta para que la Argentina se transforme en un líder mundial en materia de medio
ambiente.
Las voces de alerta de los ambientalistas del mundo, respaldadas por confiables
investigaciones científicas, demostraron que el descontrolado consumo de hidrocarburos
junto con la acelerada destrucción de los ecosistemas boscosos del planeta, han provocado
un calentamiento global con severas consecuencias climáticas. Estas se expresan en
desastres cada día más graves y frecuentes como los grandes huracanes, las temperaturas
extremas, el deshielo de glaciares, la elevación de los niveles de los océanos, las masivas
inundaciones y las sequías atípicas que preceden desertificaciones.
El protocolo de Kioto, firmado por la Argentina y aun vigente hasta el 2012, establece el
principio de "responsabilidades comunes pero diferenciadas" entre las naciones mundiales.
Esto significa que las naciones industrializadas deben asumir el costo ecológico de su
propio desarrollo. El protocolo establece que esa carga en el medio ambiente mundial debe
ser compensada y que las naciones industrializadas deben bajar sus emisiones anuales por
debajo de las emitidas en el año 1990 así como también apoyar a las naciones en desarrollo
a paliar las consecuencias de la catástrofe por ellos provocada. Ni China ni Estados Unidos
ratificaron este acuerdo aun cuando son responsables por más del 60% de las emisiones.
Las implicaciones globales de esta crisis generarán un mundo que presentará urgentes y
variadas demandas sobre los recursos naturales de las naciones, con la posibilidad de que
esto origine mayores focos críticos de conflicto en lo que se refiere a los recursos
energéticos y al acceso a ellos, mayores flujos migratorios medioambientales, una extensa
propagación de enfermedades contagiosas y crecientes presiones sobre Estados y regiones
vulnerables. Esto llevara inevitablemente a una amenaza en la seguridad global. Argentina,
por tanto, estará en el centro de estas presiones dado su riqueza en agua y otros recursos
naturales.
- Los gobiernos establecerán un fondo climático (Green Climate Fund, GCF) que permitirá
entregar los recursos necesarios para que los países en desarrollo enfrenten el cambio
climático y frenen la deforestación. En los primeros tres años este fondo será regulado por
el Banco Mundial y empezara con 30 billones de dólares para llegar a los 100 billones en
2020.
- Otro tema importante que salió de Cancún tiene que ver con el mecanismo que protegerá
los bosques tropicales al mismo tiempo que sea salvaguarda de los derechos de las
comunidades indígenas y la biodiversidad
- El acuerdo establece que la reducción de emisiones debe estar en línea con lo que dice la
ciencia –entre 25 y 40 por ciento de reducciones para el 2020- para mantener el incremento
de la temperatura por debajo de los 2 grados.
La Argentina debería liderar esta negociación hacia el nuevo acuerdo de este año en
Durban, Sudáfrica, donde están las esperanzas de sentar las bases de un nuevo protocolo
que reemplace al de Kioto. De qué manera se resuelva esta conflictiva negociación, en la
que influyen no solo las naciones sino también la poderosa industria de la vieja economía,
depende el futuro bastante cercano de nuestro planeta.
La experiencia del fracaso de las negociaciones de Copenhague en 2009 muestra como las
economías centrales acordaron con las potencias emergentes del BRIC para que nada
cambie, la excusa esa vez fue la crisis económica mundial. Este escenario le otorga a los
países como el nuestro una oportunidad única para liderar, con el ejemplo, el cambio que
las generaciones venideras le agradecerán alrededor del mundo. Liderar el trabajo en los
nuevos elementos incorporados en Cancún, como la lucha contra la deforestación, la
cooperación tecnológica, la transferencia de información de los países centrales a los
periféricos, y la efectiva creación del fondo verde, debería ser el compromiso de la
Argentina.
Ese liderazgo que le reclamamos a la Argentina debe ser apoyado por todas las fuerzas
políticas y sociales del país. Para ello es necesario un acuerdo nacional que lleve la causa
de la defensa del medio ambiente a la categoría de lo que fue la defensa de la democracia y
los derechos y libertades civiles en los 80s. Hoy, los argentinos consideramos la
democracia como un derecho inalienable y parte inseparable de nuestro modo de vida (a
diferencia del periodo entre 1930 y el golpe del 1976) y eso es el resultado de la
maduración del pueblo y sus dirigentes durante la transición democrática de la gestión del
gran presidente radical Raúl Alfonsín. Este es el gran desafío de la nueva gestión que
también tiene que ver con una nueva política energética (eléctrica e hidrocarburos) que ha
sido largamente olvidada.
Para lograr este acuerdo es importante quebrar la lógica del lobby y de acuerdos de
superestructura buscando el apoyo de la sociedad civil. Para conseguir este apoyo de la
comunidad es fundamental el uso de todos los recursos del Estado en promover la
educación ecológica (mas que el futbol para todos), tanto en las escuelas como en los
medios de comunicación social. Un mundo sustentable requiere un pensamiento
sustentable.
Frente a este desafío, el próximo periodo presidencial (que seguramente estará encabezado
por Ricardo Alfonsín) debería focalizarse en el esfuerzo de lograr que la "defensa de la
ecología" se constituya también en un derecho inalienable de la condición humana y hacer
de ello su bandera. La Argentina tiene las condiciones objetivas para generar este cambio,
solo hace falta un liderazgo político que la oriente hacia él. Un cambio tan necesario como
posible, que incluya a todos los sectores procurando el objetivo último del bienestar general
basado en una política reconciliatoria con el medio ambiente. Los empresarios serán actores
fundamentales en este proceso, la oportunidad de nuevos y redituables negocios en este
campo virgen es interminable.
Ese es el principio del nuevo humanismo, donde cooperación, dialogo, y el bien común son
los criterios rectores. Solucionar los problemas de la humanidad esta intrínsecamente ligado
a solucionar los problemas del medio ambiente del que somos parte. Imitando las leyes de
la naturaleza es como podremos volver a estar en armonía con ella.
Algunos pensaran que decir esto es ser idealista, utópico, o soñador, pero la realidad es que
si estos objetivos no son alcanzados, toda la construcción intelectual pergeñada por
generaciones humanas no podrá resolver la crisis que su sistema de subsistencia material ha
generado. Las generaciones futuras tendrán un sistema liberal y democrático en todo el
mundo pero eso solo no garantizara su subsistencia, es por ello que humanismo hoy es ser
ecologista y ser progresista es también ser ecologista. Más que política ecológica
proponemos una ecología política, que es un mundo en equilibrio biológico, con respeto a
la naturaleza, los derechos humanos universales, y la justicia económica en el marco de una
cultura de paz. Preservar la biosfera saludable con todos sus sistemas ecológicos es vital
para la supervivencia de todas las especies vivas, incluida la humana. Solo así tendremos un
futuro posible para nosotros, para nuestra posteridad, y para el resto de nuestro medio
ambiente.