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Mogambo, un tesoro verde en medio de la historia

El Sendero Ambiental Mogambo es el refugio de 2500 especies nativas, con 21 hectáreas


destinadas a la protección, preservación y producción de las mismas, la recuperación de los
saberes ancestrales y los sabores de la naturaleza.

Por: Luana Londoño

El aire de la madrugada suele ser diferente cuando el citadino decide salir de la caótica
Bogotá. Las avenidas parecen burlarse del conductor convenciéndolo de que si no fuese por
la hora no podría disfrutar de la soledad y tranquilidad de estas sin los trancones, ruidos y
contaminación propios del día a día. Sin embargo, lejos de esta expectativa, ya en la
autopista sur, la capital despide a los viajeros con un monumental atasco que dura más o
menos una hora; en una larga fila de automóviles, la cual parece no tener salida, queda
tiempo entonces para que como si fuese una pintura, se pudiera bocetar aquel destino del
cual, como en esta ocasión, solo se tienen referencias.

Casi sacado de una novela de realismo mágico, en medio de la cordillera y como parte del
escenario donde las guerrillas liberales de La Guerra de los Mil Días habían encontrado
refugio, Viotá- Cundinamarca es también cuna de un ‘jardín del Edén’.
Exactamente a 10 kilómetros del municipio y subiendo por un largo y rocoso camino
diseñado por las circunstancias para las llantas más resistentes, en medio de la vegetación y
consumido por el paisaje, se encuentra Mogambo.

De la finca de su padre, con apenas 6 fanegadas que poco a poco fueron ampliando
mientras compraban ‘pedacitos’, hasta las 32 que son en la actualidad y con un nombre
otorgado por la historia como si hubiese sido destinado a representar aquel tesoro: el
Sendero Ambiental Mogambo, que en suajili
africano significa ‘pasión’, nació de la iniciativa de
un joven ingeniero forestal quien impresionado por
la exploración y el conocimiento otorgado por
nuestras raíces indígenas, despojadas de sus
territorios y creencias, decidió junto a su esposa
encontrarles un refugio a aquellos saberes
tradicionales casi obligados a pasar el resto de los
tiempos en el olvido.

Los antecedentes

Luis Enrique Acero Duarte, oriundo de Viotá, nació


el 9 de marzo de 1952. Devoto a la naturaleza y al
estudio de la misma, ha entregado su vida a la
ingeniería forestal, experto en arboles y conocedor
de plantas ‘por ser de pueblo y provincia’ como el
mismo lo indica, hizo parte del primer equipo del

Profesor Luis Enrique Acero


proyecto Mapa de bosques de Colombia. Siendo apenas un estudiante fue invitado a
acompañar a los forestales encargados de viajar a algunas de las selvas del país, visitó la
Serranía de Macuira, la Sierra Nevada de Santa Marta, Bota Caucana y el Andén Pacífico
Colombiano, “Yo iba ahí pegado porque logré hacer mi tesis de grado pago por ese
proyecto de Mapa de bosques en el Choco;
terminé de conocer selvas del país, de conocer
indígenas envera, los Katíos , los cuna, los
chamanes fuertes de la zona del Putumayo del
Andén pacífico…”. Recuerda Luis Enrique
sentado en el pequeño comedor de una acogedora
cabaña completamente hecha de madera, al
hablar del trabajo de campo con el cual nacerían
los primeros fundamentos de su idea.
En un templado clima ideal, rodeados de
reliquias indígenas otorgadas al profesor, entre
las cuales se pueden identificar los arcos, dardos tradicionales, cerbatanas, morteros, entre
otras, el recorrido empieza y como si se estuviera presenciando una clase magistral el
visitante es cautivado por lo que escucha en la presentación del lugar.

Al poco tiempo de graduarse de la Universidad


Distrital Francisco José de Caldas, es allí
mismo donde se le ofrece el trabajo de docente
y comienza así su paso por las aulas cultivando
aquel don de enseñar y cuestionándose así
mismo y a su entorno, la importancia de
preservar el saber tradicional.

Como una encomienda otorgada y mientras


completaba su primer año de profesor, formó
parte de un equipo técnico creado entre el
Instituto Geográfico Agustín Codazzi, el Ministerio de Defensa, el Centro Interamericano
de Fotointerpretación, la Universidad Distrital y el Incora para hacer el primer
levantamiento de recursos físicos de la Amazonia Colombiana financiado por
Holanda,“Era una experiencia fantástica, yo estaba recién egresado, salí en noviembre
del 77 y entre de profesor en marzo del 78 (risas) eran épocas donde a uno no le pedían
posgrados ni nada, solamente sabían que Enrique Acero era un duro pa’ conocer
arboles”. A partir de 1978 y hasta el año 1982, hizo parte del equipo de 8 o 9 profesionales,
incluidos 3 holandeses en la parte socioeconómica; las semillas que recogían eran traidas
por ellos para su investigación y posteriormente para el establecimiento y propósito del
sendero.

Desde villabo hacía Vaupez viajaban en aviones de la fuerza aérea colombiana, se dirigían
hacía el Amazonas, hacía Caqueta, hacía Guaviare. Guiados por imágenes de satélite
compradas a Estados Unidos y apoyados en la brújula, llevaban con ellos 10 soldados
quienes daban el apoyo logístico, armaban los campamentos en la selva y reparaban
motores fuera de borda; ya instaurados aquí, contrataban también 10 indígenas dependiendo
de cada lugar, para que les dieran los nombres de las plantas y los animales descubiertos en
varios dialectos.

Le hacía muchas ansias, se trató de un mundo que se abría frente a él para investigar plantas
en tan importante región; conoció más comunidades indígenas, aprendiendo nuevamente
sobre el saber tradicional de estas. Ellos, sabían que
plantas usar, como, para qué y cuando usarlas, un
conocimiento extraordinario que fue registrando y
que sería uno de los pilares en su propio sendero.

Saliendo de la cabaña para emprender la caminata


Enrique toma una hoja de ruda “-Guarde este,
guárdelo por ahí en un librito… Antiguamente
cuando alguien sospechaba que le iban a hacer
brujería cogía un cuadernillo y guardaba una
ramita de ruda para alejar la brujería, eso era lo
que se llamaba una planta matabrujo (risas)”,
Leonor tiene un muy pequeño jardín donde la
cultiva junto a otras plantas que no pueden faltar en
el hogar tradicional: hojas de hierbabuena, pencas
de sábila y demás.

“Aquí se enseña el uso de las plantas desde el punto de vista académico y serio, pero
para no ser ladrilludo y mamón uno le mete esas cosas, sin que sea mentira por
supuesto: hablamos del mito, la leyenda, la tradición oral, etcétera”, resalta Luis.

Apegado a sus motivaciones principales, el profe suele destacar el papel de la narrativa,


detrás que cada árbol y cada flor puede que exista una historia fantástica, esas que por
generaciones acompañaron a nuestros antecesores y que hoy en día se han ido perdiendo
por culpa de una inminente desconexión a nuestra historia “Poco a poco los jóvenes
indígenas se desplazaban de su comunidad hacía centros poblados de Bogotá, Medellín,
Cali e Ibagué, sin haber aprendido de sus padres y abuelos el saber tradicional sobre las
plantas, este desaparecería entonces y era hora de recuperarlos”

La preocupación que siempre lo acompañó en sus travesías, mientras caminaba largos


trayectos o se desplazaba en lancha de un lugar a otro, fue otra de las razones de su
creación, muchas especies de árboles, arbustos y bejucos valiosos que podían significar la
redención económica de varias regiones de Colombia se estaban extinguiendo, “Los
colonos llegaban, tumbaban la selva ¡La quemaban! Ni siquiera aprovechaban los
arboles, sembraban semilla de pasto y cercaban para el pastoreo de vacas (…) a ese
ritmo, muchas especies útiles iban a desaparecer de nuestro país”
El árbol

‘Leito’, como se le dice de cariño, conoció a su


esposo siendo estudiante también de ingeniería
forestal, la joven Leonor estaba en busca de
imágenes para su trabajo académico y aquel día
en el que Enrique firmaba contrato para
emprender su viaje a la Amazonía, el universo
conspiró y en el segundo piso del edificio del
Codazzi, estas almas gemelas se encontrarían para
formar un legado en equipo, dependiendo uno del
otro y basando su relación en la unidad y la
confianza.

Años después, un matrimonio y una hija, pilas de


manuscritos de Luis, transcritos por Leonor, idas
y vueltas por todo el país y con una idea
implantada en su cabeza, fundan finalmente el
Sendero Ambiental Mogambo.

“Enrique siempre decía ‘¿será que algún día vamos a verlo?’ A lo que
yo le respondía ‘Si no lo sembramos no lo vamos a ver’”, cuenta con
orgullo Leonor.

Como símbolo de su creación y el nacimiento de tan gran proyecto, la


pareja siembra un arbolito, una semilla de carare. 41 años después y con
38 metros se altura, este árbol representa toda una vida designada al
refugio de más de 2500 especies y la paciencia alrededor del cultivar sin la
certeza de lado.
Un camino caracterizado por la dedicación, la persistencia, la paciencia y
el aguante.
El recorrido

Como si tuviese vida propia, el sendero se ha expandido en un ambiente que el mismo


exigió y ha defendido, de sus suelos combinados con la ceniza de la erupción de los
volcanes de la cordillera central, han nacido miles de especies debido a su fertilidad, lo que
lleva a hacer de su clasificación un largo y tedioso proceso. Sin embargo, las plantas que
allí se hospedan no están precisamente sectorizadas formalmente, así como en el patio de
un colegio, los árboles y las flores se han hecho sus propios ‘combos’ y se suelen encontrar
por usos principalmente: Plantas medicinales, plantas maderables, plantas para envoltura de
alimentos, etc. Hay ocasiones sin embargo que alguien se cola en el lugar donde han
decidido establecerse, pero en vez de hacerlo sentir excluido, el árbol que nace en medio de
otras especies es protegido.
“Si hay un arbolito acá que es valioso - lo dejamos. Rompemos la línea para salvar una
especie que también puede ser importante”

Se dice que en Mogambo los mitos y las leyendas cobran vida, pues repartidas por el lugar
se encuentran tres esculturas correspondientes a tres diferentes mitos recitados por el
mismo profesor.

Las ramas, el musgo y hasta las abejas se han tomado lo que algún día fue concreto
esculpido por Hugo Arias Lobo y Manolo Colmenares, reclamando así algo que representa
a la naturaleza y haciéndolas parte de ella.

Bambero del higuerón

“Si estas perdido en la selva debes poner oído al


ruido que causa el bambero del higuerón golpeando
con un garrote su bamba o raíz (…) Golpea la
bamba, el ruido se encajona por la raíz y va tronco
arriba, llega a la copa y el ruido se expande por
kilómetros, por allá en la casa abandonada de un
colono, el viejo le dice al nieto: Mijo, organice una
partida de hombres, porque hay alguien perdido en
la selva”
Madre monte

“Una mujer que fue a pescar con barbasco de noche,


cuando había cambio de luna quedó transformada en
madre monte que es sabia y enseña. Es la dueña y
protectora de todos los arboles de la selva, tiene dedos
largos, de uñas afiladas con las que destruye y mata al
aserrador”

Hombre sapo

“En los últimos días del mes de mayo y los primeros


de junio, ocurren en los ríos del sur temperaturas
muy bajas; los ríos se cubren de niebla y emergen en
medio de esta, en sus veloces canoas, los temibles
hombres aparo u hombres sapo, que con sus remos
en forma de punta de lanza entran a matar a los
baré”
Después de pisar tantas hojas, los pies expresan cansancio; y si de pronto, el caminante no
tuvo cuidado, probablemente uno de ellos este empapado del agua de aquel lago al
distraerse viendo al Hombre Sapo y el curioso panal que cuelga de su boca camuflándose
como si fuese una lengua.

Es aquí cuando el
profe sienta a sus
estudiantes, los
pupitres son pequeños
troncos y el escritorio
es un largo pedazo de
madera en la mitad de
esos cuatro bambús
que sostienen un
techo, el cual sirve
como resguardo
cuando caen las
fuertes lluvias. Por si
esto no fuese suficiente, el paisaje termina de ambientar el salón de clase, para esta lección
el mirador histórico del sendero es esencial.

A elección de sus estudiantes, Luis cuenta una historia, este personaje tan olvidadizo en su
vida fuera del trabajo es capaz de además de recitar versos, narrar hechos trascendentales
de memoria, cómo cuando habla de La Guerra de los Mil días, cuando la guerrilla liberal
del Tequendama se refugiaba en tres haciendas de Viotá, la Hacienda Florida, Ceilán y la
Hacienda Los Olivos,
“Los hacendados del gobierno
conservador habían expulsado a
Rafael Uribe Uribe de la Hacienda
Cafetera de Fredonia Antioquia por
criticar al gobierno conservador. La
policía llega a la hacienda, pone
precio a Rafael y lo mete en los
calabozos de Medellín, lo demoran
como 3 meses y es expulsado de
tierras de Antioquia y de tierras del
Valle. (…) Enseguida Eustasio de la
Torre Narvaéz que es del partido
liberal le dice ‘Rafael, para que el
gobierno conservador no le joda la
vida, vaya y me administra dos haciendas mías, Acuata en Tocaima y Ceilán en Viotá’
entonces se viene Rafael Uribe Uribe a vivir en Ceilán…”
De vuelta a la cabaña donde todo inició, después de no solo haber hecho un recorrido por la
vegetación sino por la historia, ‘Leito’ recibe de a los visitantes con un delicioso almuerzo,
preparado al calor de la leña, mientras que Luis Enrique se proyecta hacia el horizonte y
cierra el recorrido comentando los planes que aún tiene para este. Con 69 años, el profesor
Acero sueña junto a Leonor, con seguir expandiendo el sendero, hacer de las visitas un
proceso más autónomo implementando tecnología que guie al invitado, recolectar muchas
más especies continuando con su constante investigación y lograr fomentar en los jóvenes
estudiantes que los visitan la posibilidad infinita que otorgan las plantas y una vez más, ‘el
saber tradicional’.

“Cuando visitamos Europa, aprovechamos pa visitar algunos jardines botánicos; y en


Francia, Republica Checa, Bélgica, veíamos nosotros jardines botánicos de 300 años de
fundados, con una planta de personal de casi 400 empleados, con recursos enormes ¡Y
cada jardín no tenia mas de 700 especies! Decíamos con Leonor, ‘oiga nosotros con un
solo trabajador y con un presupuesto de familia tenemos 2500 especies’ ha sido mágico,
se necesita convicción y pasión en lo que uno hace”

No esta seguro si sus hijas se harán cargo de Mogambo, desde muy pequeñas fueron
inculcadas con el perseguir sus propios sueños “La realidad enseña que los hijos
generalmente no se dedican a lo mismo que sus padres, es lo normal…”, dice Luis, pero,
así como el árbol que sembraron, aspiran a verlo crecer por otro largo tiempo.

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