Está en la página 1de 32

ANTOLOGÍA LITERARIA – 3º ESO

3º ESO
2
ANTOLOGÍA LITERARIA – 3º ESO

Literatura medieval

- Jarcha

- El Poema de Mio Cid

- Los Milagros de nuestra Señora

- El Conde Lucanor

- La Celestina

Literatura renacentista

- Garcilaso de la Vega

- San Juan de la Cruz

- Santa Teresa de Jesús

- Fray Luis de León

Literatura barroca

- El Quijote

- El arte nuevo de hacer comedias

- Amor constante más de la muerte (Quevedo)

2
ANTOLOGÍA LITERARIA – 3º ESO

LITERATURA MEDIEVAL

JARCHAS

Hay un enlace con vídeos sobre Jarchas:

http://www.virtual-spain.com/literatura_espanola-jarchas.html

Jarcha en mozárabe: Traducción al castellano:

Garīdboš, ay yermanēllaš Decidme, ay hermanitas,


kómkontenēr-hémewmā´lē, ¿cómo contener mi mal?
sīnal-ḥabībnon bibrē´yo: Sin el amado no viviré:
¿ad obl' iréydemandā´re? ¿adónde iré a buscarlo?

bay-šemioqorasonde mib Mi corazón se me va de mí.


Yārabbīšišetornarad Oh Dios, ¿acaso se me tornará?
țanmal miodoler al-habīb ¡Tan fuerte mi dolor por el amado!
Enfermo Ϋedquanšanarad Enfermo está, ¿cuándo sanará?

¿Qué farémamma? ¿Qué haré, madre?


Mioal-habibeštad yana. Mi amado está a la puerta

2
ANTOLOGÍA LITERARIA – 3º ESO

EL POEMA DE MIO CID

Mío Cid Ruy Díaz por Burgos entróve,


van en su compañía sesenta pendones;
salen a verlo mujeres y varones,
burgueses y burguesas a las ventanas se ponen,
llorando de los ojos, ¡tan grande era su dolor!
De las sus bocas todos decían una razón
«¡Dios, qué buen vasallo, si tuviese buen señor!»

Le hospedarían con gusto, pero ninguno osaba:


que el rey don Alfonso le tenía gran saña.
Antes de la noche en Burgos entró su carta
con gran mandamiento y fuertemente sellada
que a mío Cid Ruy Díaz que nadie le diese posada
y aquellos que se la diesen supiesen vera palabra
que perderían sus bienes y además los ojos de la cara,
y aun además los cuerpos y las almas.
Grande duelo tenían las gentes cristianas;
se esconden de mío Cid, que no osan decirle nada.
El Campeador se dirigió a su posada;
cuando llegó a la puerta, la halló bien cerrada,
por miedo del rey Alfonso, así ellos acordaran:
que a menos que la rompiese, no se la abrirían por nada.
Los de mío Cid a altas voces llaman,
los de dentro no les querían responder palabra.
Aguijó mío Cid, a la puerta se llegaba,
sacó el pie del estribo, un fuerte golpe daba;
no se abre la puerta, que estaba bien cerrada.
Una niña de nueve años a mío Cid se acercaba:
«Ya Campeador, en buen hora ceñiste espada
2
ANTOLOGÍA LITERARIA – 3º ESO

«El rey lo ha vedado, anoche entró su carta,


«con gran mandamiento y fuertemente sellada.
«No os osaríamos abrir ni acoger por nada;
«si no, perderíamos los bienes y las casas,
«y aún además los ojos de las caras.
«Cid, en nuestro mal vos no ganáis nada;
mas el Criador os guarde con todas sus virtudes santas».
Esto la niña dijo y tornó para su casa.
Ya lo ve el Cid que del rey no esperaba gracia.
Partióse de la puerta, por Burgos aguijaba,
llegó a Santa María, luego descabalga;
hincó las rodillas, de corazón rogaba.
La oración hecha, luego cabalgaba;
salió por la puerta, el río Arlanzón pasaba.
Junto a la villa de Burgos en la glera acampaba,
mandó plantar las tiendas, después descabalgaba.
Mío Cid Ruy Díaz, el que en buen hora ciñó espada,
acampó en la glera que nadie le abre su casa;
están junto a él los fieles que le acompañan.
Así acampó mío Cid como si fuese en montaña.

Canto I. El destierro del Cid. Poema de Mío Cid (Anónimo)

entróve: entró
razón: palabra
saña: enojo, odio
fuertemente sellada: enviada por el rey con
intenciones severas
supiesen vera palabra: no debieran dudar
acordaran: habían acordado
la rompiese: rompiese la puerta
aguijar: espolear, incitar (un caballo)
ceñiste: te pusiste
vedado: prohibido
glera: ribera del río
montaña: bosque

2
LOS MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA (BERCEO)
EL LADRÓN DEVOTO Al fin al tercer día vinieron los parientes,
Era un ladrón malo que más quería hurtar vinieron los amigos y vecinos clementes;
que ir a la iglesia ni a puentes alzar; venían por descolgarlo rascados y dolientes,
sabía de malos percances su casa gobernar, pero estaba mejor de lo que creían las gentes.40
uso malo que cogió no lo podía dejar. Lo encontraron con alma bien alegre y sin daño;
Si hacía otros males, eso no lo leemos; 5 no estaría tan vicioso si yaciera en un baño,
sería malo condenarlo por lo que no sabemos, bajo los pies, decía tenía tal escaño
más abandonemos esto que dicho vos a vemos, que habría mal ninguno aunque colgara un año.
si algo hizo, perdónelo Cristo en quien creemos. Cuando esto le entendieron aquellos que lo
Entre las otras malas, tenía una bondad ahorcaron, 45
que le valió al cabo y le dio salvedad; 10 tuvieron que su lazo flojo se lo dejaron;
creía en la Gloriosa de toda voluntad, mucho se arrepentían que no lo degollaron:
saludaba siempre contra su majestad. tanto gozaran de eso cuanto después gozaron!
Decía “Ave María” y más de la escritura, Y estuvieron de acuerdo toda esa mesnada
y se inclinaba siempre delante su figura; en que los engaño una mala lazada, 50
decía “Ave María” y más de la escritura, 15 que debían degollarlo con hoz o con espada:
tenía su voluntad con esto más segura. por un ladrón no fuera la villa deshonrada.
Como quien en mal anda en mal ha de caer, Fueron por degollarlo los mozos más livianos
le pillaron en hurto es ladrón a prender; con buenos serraniles, grandes y bien adianos:
no tuvo argumento con qué se defender, metió Santa María entre medio las manos 55
juzgaron que lo fuesen en la horca a poner. 20 y quedaron los cueros de su garganta sanos.
Lo llevó la justicia para la encrucijada Cuando esto vieron que no lo podían nocir,
donde estaba la horca por el concejo alzada; porque la Madre Gloriosa lo quería encubrir,
cerráronle los ojos con toca bien atada, quisiéronse con tanto del pleito partir,
alzáronlo de tierra con la soga estirada. hasta que Dios quisiese dejáronlo vivir.60
Alzáronlo de tierra cuanto alzar quisieron, 25 Dejáronlo en paz que se fuese a su vía
cuantos cerca estaban por muerto lo tuvieron: que ellos no querían ir contra Santa María,
si hubieran sabido lo que luego supieron, mejoró en su vida, se alejó de folía.
no le hubiesen hecho eso que le hicieron. cuando cumplió su curso muriese en su día.
La Madre Gloriosa, rápida en socorrer, A Madre tan piadosa, de tal benignidad, 65
que suele a sus siervos en sus cuitas valer, 30 que en buenos como en malos ejerce su piedad,
a este condenado lo quiso proteger, debemos bendecirla de toda voluntad:
se acordó del servicio que le solía hacer. aquel que la bendijo ganó gran heredad.
Metió bajo sus pies donde estaba colgado Las madas de la Madre y las del que parió
sus manos preciosas, lo tuvo aliviado: semejan bien caladas a quien las conoció: 70
no se sintió por cosa alguna preocupado, 35 …l por buenos y malos, por todos descendió;
no estuvo más a gusto nunca ni más pagado. Ella, si la rogaron, a todos acorrió.
EL CONDE LUCANOR

Cuento XI
[Cuento: Texto completo] Don Juan Manuel
Lo que sucedió a un deán de Santiago con don Illán, el mago de Toledo

Otro día hablaba el Conde Lucanor con Patronio y le dijo lo siguiente:

-Patronio, un hombre vino a pedirme que le ayudara en un asunto en que me necesitaba,


prometiéndome que él haría por mí cuanto me fuera más provechoso y de mayor honra. Yo le
empecé a ayudar en todo lo que pude. Sin haber logrado aún lo que pretendía, pero pensando
él que el asunto estaba ya solucionado, le pedí que me ayudara en una cosa que me convenía
mucho, pero se excusó. Luego volví a pedirle su ayuda, y nuevamente se negó, con un
pretexto; y así hizo en todo lo que le pedí. Pero aún no ha logrado lo que pretendía, ni lo
podrá conseguir si yo no le ayudo. Por la confianza que tengo en vos y en vuestra inteligencia,
os ruego que me aconsejéis lo que deba hacer.

-Señor conde -dijo Patronio-, para que en este asunto hagáis lo que se debe, mucho me
gustaría que supierais lo que ocurrió a un deán de Santiago con don Illán, el mago que vivía en
Toledo.

El conde le preguntó lo que había pasado.

-Señor conde -dijo Patronio-, en Santiago había un deán que deseaba aprender el arte de la
nigromancia y, como oyó decir que don Illán de Toledo era el que más sabía en aquella época,
se marchó a Toledo para aprender con él aquella ciencia. Cuando llegó a Toledo, se dirigió a
casa de don Illán, a quien encontró leyendo en una cámara muy apartada. Cuando lo vio
entrar en su casa, don Illán lo recibió con mucha cortesía y le dijo que no quería que le contase
los motivos de su venida hasta que hubiese comido y, para demostrarle su estima, lo acomodó
muy bien, le dio todo lo necesario y le hizo saber que se alegraba mucho con su venida.

»Después de comer, quedaron solos ambos y el deán le explicó la razón de su llegada,


rogándole encarecidamente a don Illán que le enseñara aquella ciencia, pues tenía deseos de
conocerla a fondo. Don Illán le dijo que si ya era deán y persona muy respetada, podría
alcanzar más altas dignidades en la Iglesia, y que quienes han prosperado mucho, cuando
consiguen todo lo que deseaban, suelen olvidar rápidamente los favores que han recibido, por
lo que recelaba que, cuando hubiese aprendido con él aquella ciencia, no querría hacer lo que
ahora le prometía. Entonces el deán le aseguró que, por mucha dignidad que alcanzara, no
haría sino lo que él le mandase.

»Hablando de este y otros temas estuvieron desde que acabaron de comer hasta que se hizo
la hora de la cena. Cuando ya se pusieron de acuerdo, dijo el mago al deán que aquella ciencia
sólo se podía enseñar en un lugar muy apartado y que por la noche le mostraría dónde había
de retirarse hasta que la aprendiera. Luego, cogiéndolo de la mano, lo llevó a una sala y,
cuando se quedaron solos, llamó a una criada, a la que pidió que les preparase unas perdices
para la cena, pero que no las asara hasta que él se lo mandase.

»Después llamó al deán, se entraron los dos por una escalera de piedra muy bien labrada y
tanto bajaron que parecía que el río Tajo tenía que pasar por encima de ellos. Al final de la
escalera encontraron una estancia muy amplia, así como un salón muy adornado, donde
estaban los libros y la sala de estudio en la que permanecerían. Una vez sentados, y mientras
ellos pensaban con qué libros habrían de comenzar, entraron dos hombres por la puerta y
dieron al deán una carta de su tío el arzobispo en la que le comunicaba que estaba enfermo y
que rápidamente fuese a verlo si deseaba llegar antes de su muerte. Al deán esta noticia le
causó gran pesar, no sólo por la grave situación de su tío sino también porque pensó que
habría de abandonar aquellos estudios apenas iniciados. Pero decidió no dejarlos tan pronto y
envió una carta a su tío, como respuesta a la que había recibido.

»Al cabo de tres o cuatro días, llegaron otros hombres a pie con una carta para el deán en la
que se le comunicaba la muerte de su tío el arzobispo y la reunión que estaban celebrando en
la catedral para buscarle un sucesor, que todos creían que sería él con la ayuda de Dios; y por
esta razón no debía ir a la iglesia, pues sería mejor que lo eligieran arzobispo mientras estaba
»Y después de siete u ocho días, vinieron dos escuderos muy bien vestidos, con armas y
caballos, y cuando llegaron al deán le besaron la mano y le enseñaron las cartas donde le
decían que había sido elegido arzobispo. Al enterarse, don Illán se dirigió al nuevo arzobispo y
le dijo que agradecía mucho a Dios que le hubieran llegado estas noticias estando en su casa y
que, pues Dios le había otorgado tan alta dignidad, le rogaba que concediese su vacante como
deán a un hijo suyo. El nuevo arzobispo le pidió a don Illán que le permitiera otorgar el
deanazgo a un hermano suyo prometiéndole que daría otro cargo a su hijo. Por eso pidió a
don Illán que se fuese con su hijo a Santiago. Don Illán dijo que lo haría así.

»Marcharon, pues, para Santiago, donde los recibieron con mucha pompa y solemnidad.
Cuando vivieron allí cierto tiempo, llegaron un día enviados del papa con una carta para el
arzobispo en la que le concedía el obispado de Tolosa y le autorizaba, además, a dejar su
arzobispado a quien quisiera. Cuando se enteró don Illán, echándole en cara el olvido de sus
promesas, le pidió encarecidamente que se lo diese a su hijo, pero el arzobispo le rogó que
consintiera en otorgárselo a un tío suyo, hermano de su padre. Don Illán contestó que, aunque
era injusto, se sometía a su voluntad con tal de que le prometiera otra dignidad. El arzobispo
volvió a prometerle que así sería y le pidió que él y su hijo lo acompañasen a Tolosa.

»Cuando llegaron a Tolosa fueron muy bien recibidos por los condes y por la nobleza de
aquella tierra. Pasaron allí dos años, al cabo de los cuales llegaron mensajeros del papa con
cartas en las que le nombraba cardenal y le decía que podía dejar el obispado de Tolosa a
quien quisiere. Entonces don Illán se dirigió a él y le dijo que, como tantas veces había faltado
a sus promesas, ya no debía poner más excusas para dar aquella sede vacante a su hijo. Pero
el cardenal le rogó que consintiera en que otro tío suyo, anciano muy honrado y hermano de
su madre, fuese el nuevo obispo; y, como él ya era cardenal, le pedía que lo acompañara a
Roma, donde bien podría favorecerlo. Don Illán se quejó mucho, pero accedió al ruego del
nuevo cardenal y partió con él hacia la corte romana.

»Cuando allí llegaron, fueron muy bien recibidos por los cardenales y por la ciudad entera,
donde vivieron mucho tiempo. Pero don Illán seguía rogando casi a diario al cardenal para que
diese algún beneficio eclesiástico a su hijo, cosa que el cardenal excusaba.

»Murió el papa y todos los cardenales eligieron como nuevo papa a este cardenal del que os
hablo. Entonces, don Illán se dirigió al papa y le dijo que ya no podía poner más excusas para
cumplir lo que le había prometido tanto tiempo atrás, contestándole el papa que no le
apremiara tanto pues siempre habría tiempo y forma de favorecerle. Don Illán empezó a
quejarse con amargura, recordándole también las promesas que le había hecho y que nunca
había cumplido, y también le dijo que ya se lo esperaba desde la primera vez que hablaron; y
que, pues había alcanzado tan alta dignidad y seguía sin otorgar ningún privilegio, ya no podía
esperar de él ninguna merced. El papa, cuando oyó hablar así a don Illán, se enfadó mucho y le
contestó que, si seguía insistiendo, le haría encarcelar por hereje y por mago, pues bien sabía
él, que era el papa, cómo en Toledo todos le tenían por sabio nigromante y que había
practicado la magia durante toda su vida.

»Al ver don Illán qué pobre recompensa recibía del papa, a pesar de cuanto había hecho, se
despidió de él, que ni siquiera le quiso dar comida para el camino. Don Illán, entonces, le dijo
al papa que, como no tenía nada para comer, habría de echar mano a las perdices que había
mandado asar la noche que él llegó, y así llamó a su criada y le mandó que asase las perdices.

»Cuando don Illán dijo esto, se encontró el papa en Toledo, como deán de Santiago, tal y
como estaba cuando allí llegó, siendo tan grande su vergüenza que no supo qué decir para
disculparse. Don Illán lo miró y le dijo que bien podía marcharse, pues ya había comprobado lo
que podía esperar de él, y que daría por mal empleadas las perdices si lo invitase a comer.

»Y vos, señor Conde Lucanor, pues veis que la persona a quien tanto habéis ayudado no os lo
agradece, no debéis esforzaros por él ni seguir ayudándole, pues podéis esperar el mismo
trato que recibió don Illán de aquel deán de Santiago.

El conde pensó que era este un buen consejo, lo siguió y le fue muy bien.

Y como comprendió don Juan que el cuento era bueno, lo mandó poner en este libro e hizo los
versos, que dicen así:

Cuanto más alto suba aquel a quien ayudéis,


menos apoyo os dará cuando lo necesitéis.
FIN

LA CELESTINA

MELIBEA.- Óyeme tú, por mi vida, que yo quiero cantar sola.

Papagayos, ruiseñores,
que cantáis al alborada
llevad nueva a mis amores
cómo espero aquí asentada.
La media noche es pasada,
y no viene;
sabed si hay otra amada
que lo detiene.

CALISTO.- Vencido me tiene el dulzor de tu suave canto; no puede más sufrir tu penado esperar. ¡Oh mi
señora y mi bien todo! ¿Cuál mujer podía haber nacida que rechazase tu gran merecimiento? ¡Oh
interrumpida melodía! ¡Oh gozoso rato! ¡Oh corazón mío! ¿Y cómo no pudiste más tiempo sufrir sin
interrumpir tu gozo y cumplir el deseo de entrambos?

MELIBEA.- ¡Oh sabrosa traición! ¡Oh dulce ¿Tornaste loca de placer? Déjamelo, no me lo
sobresalto! ¿Es mi señor y mi alma? ¿Es él? No despedaces, no le trabajes sus miembros con
lo puedo creer. ¿Dónde estabas, luciente sol? tus pesados brazos. Déjame gozar de lo que es
¿Dónde me tenías tu claridad escondida? mío, no me ocupes mi placer.
¿Hacía rato que escuchabas? ¿Por qué me
dejabas echar palabras sin seso al aire, con mi
ronca voz de cisne? Todo se goza este huerto
con tu venida. Mira la luna, cuán clara se nos
muestra; mira las nubes, cómo huyen; oye la
corriente agua de esta fuentecica, cuánto más
suave murmullo y húmedo lleva por entre las
frescas hierbas. Escucha los altos cipreses,
cómo se dan paz unos ramos con otros, por
intercesión de un templadico viento que los
mece. Mira sus quietas sombras cuán oscuras
están, y aparejadas para encubrir nuestro
deleite. Lucrecia, ¿qué sientes, amiga?
CALISTO.- Pues, señora y gloria mía, si mi vida quieres, no cese tu suave canto. No sea de peor
condición mi presencia, con que te alegras, que mi ausencia, que te fatiga.

SOSIA.- ¿Así, bellacos, rufianes, veníais a aterrorizar a los que no os temen? Pues yo os juro que si
esperáis, que yo os hiciera ir como merecíais.

CALISTO.- Señora, Sosia es aquel que da voces. Déjame ir a verlo, no lo maten; que no está sino un
pajecico con él. Dame presto mi capa, que está debajo de ti.

MELIBEA.- ¡Oh triste de mi ventura! No vayas allá sin tus corazas; tórnate a armar.

CALISTO.- Señora, lo que no hace espada y capa y corazón, no lo hacen coraza y capacete y cobardía.

SOSIA.- ¿Aún tornáis? Esperad; quizá venís por lana.

CALISTO.- Déjame, por Dios, señora, que puesta está la escala.

MELIBEA.- ¡Oh, desdichada soy! ¡Y cómo vas, tan recio y con tanta prisa y desarmado, a meterte entre
quien no conoces! Lucrecia, ven presto acá, que es ido Calisto a un ruido. Echémosle sus corazas por la
pared, que se quedan acá.

TRISTÁN.- Detente, señor, no bajes. Idos son; que no eran sino Traso el cojo y otros bellacos, que
pasaban voceando. Que ya se torna Sosia. Tente, tente, señor, con las manos a la escala.

CALISTO.- ¡Oh, válgame Santa María! ¡Muerto soy! ¡Confesión!

TRISTÁN.- Llégate presto, Sosia, que el triste de nuestro amo es caído de la escala, y no habla ni se
bulle.

SOSIA.- ¡Señor, señor, ¡A esa otra puerta...! ¡Tan muerto es como mi abuela! ¡Oh gran desventura!

LUCRECIA.- ¡Escucha, escucha! ¡Gran mal es éste!

MELIBEA.- ¿Qué es esto que oigo, amarga de mí?

TRISTÁN.- ¡Oh mi señor y mi bien muerto! ¡Oh mi señor despeñado! ¡Oh triste muerte sin confesión!
Coge, Sosia, esos sesos de esos cantos, júntalos con la cabeza del desdichado amo nuestro. ¡Oh día
aciago! ¡Oh arrebatado fin!

MELIBEA.- ¡Oh desconsolada de mí! ¿Qué es esto? ¿Qué puede ser tan áspero acontecimiento como
oigo? Ayúdame a subir, Lucrecia, por estas paredes, veré mi dolor; si no, hundiré con alaridos la casa de
mi padre. ¡Mi bien y placer, todo es ido en humo! ¡Mi alegría es perdida! ¡Consumióse mi gloria!

LUCRECIA.- Tristán, ¿qué dices, mi amor? ¿Qué es eso que lloras tan sin mesura?

TRISTÁN.- ¡Lloro mi gran mal, lloro mis muchos dolores! Cayó mi señor Calisto de la escala y es muerto.
Su cabeza está en tres partes. Sin confesión pereció. Díselo a la triste y nueva amiga, que no espere más
su penado amador. Toma, tú, Sosia, de los pies. Llevemos el cuerpo de nuestro querido amo donde no
padezca su honra detrimento, aunque sea muerto en este lugar. Vaya con nosotros llanto, acompáñenos
soledad, síganos desconsuelo, vístanos tristeza, cúbranos luto y dolorosa jerga.

MELIBEA.- ¡Oh la más de las tristes triste! ¡Tan poco tiempo poseído el placer, tan presto venido el dolor!
LUCRECIA.- Señora, no rasgues tu cara ni meses tus cabellos. ¡Ahora en placer, ahora en tristeza! ¿Qué
planeta hubo que tan presto contrarió su destino? ¡Qué poco corazón es éste! Levanta, por Dios, no seas
hallada por tu padre en tan sospechoso lugar, que serás sentida. Señora, señora, ¿no me oyes? No te
desmayes, por Dios. Ten esfuerzo para sufrir la pena, pues tuviste osadía para el placer.

MELIBEA.- ¿Oyes lo que aquellos mozos van hablando? ¿Oyes sus tristes cantares? ¡Rezando llevan
con responso mi bien todo, muerta llevan mi alegría! No es tiempo de yo vivir. ¿Cómo no gocé más del
gozo? ¿Cómo tuve en tan poco la gloria que entre mis manos tuve? ¡Oh ingratos mortales! Jamás
conocéis vuestros bienes sino cuando de ellos carecéis.
LITERATURA RENACENTISTA

GARCILASO DE LA VEGA

A Dafne ya los brazos le crecían


y en luengos ramos vueltos se
mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro oscurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun
bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se
hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal
tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

Garcilaso de la Vega

Soneto XIII
SAN JUAN DE LA CRUZ

NOCHE OSCURA

Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección,
que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual. 

En una noche oscura, ¡Oh noche que guiaste!


con ansias, en amores inflamada ¡Oh noche amable más que la alborada!
¡oh dichosa ventura!, ¡Oh noche que juntaste
salí sin ser notada Amado con amada,
estando ya mi casa sosegada. amada en el Amado transformada!

A oscuras y segura, En mi pecho florido


por la secreta escala disfrazada, que entero para él sólo se guardaba,
¡Oh dichosa ventura!, allí quedó dormido,
a oscuras y en celada, y yo le regalaba,
estando ya mi casa sosegada. y el ventalle de cedros aire daba

En la noche dichosa El aire de la almena,


en secreto, que nadie me veía, cuando yo sus cabellos esparcía,
ni yo miraba cosa, con su mano serena
sin otra luz y guía en mi cuello hería
sino la que en el corazón ardía. y todos mis sentidos suspendía.

Aquésta me guiaba Quedéme y olvidéme,


más cierto que la luz del mediodía, el rostro recliné sobre el Amado,
adonde me esperaba cesó todo y dejéme,
quien yo bien me sabía, dejando mi cuidado
en parte donde nadie parecía. entre las azucenas olvidado.
SANTA TERESA DE JESÚS “Vivo sin vivir en mí…”

Audio del poema: http://www.palabravirtual.com/index.php?


ir=ver_voz1.php&wid=247&p=Santa%20Teresa%20de%20Jes%FAs&t=Vivo%20sin
%20vivir%20en%20m%ED&o=Susana%20Francis

¡Ay, qué larga es esta vida!


¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga


do no se goza el Señor!
VIVO SIN VIVIR EN MÍ: Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
Vivo sin vivir en mí, quíteme Dios esta carga,
y tan alta vida espero, más pesada que el acero,
que muero porque no muero. que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí, Sólo con la confianza


después que muero de amor; vivo de que he de morir,
porque vivo en el Señor, porque muriendo el vivir
que me quiso para sí: me asegura mi esperanza;
cuando el corazón le di muerte do el vivir se alcanza,
puso en él este letrero, no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero. que muero porque no muero.

Esta divina prisión, Mira que el amor es fuerte;


del amor en que yo vivo, vida, no me seas molesta,
ha hecho a Dios mi cautivo, mira que sólo me resta,
y libre mi corazón; para ganarte perderte.
y causa en mí tal pasión Venga ya la dulce muerte,
ver a Dios mi prisionero, el morir venga ligero
que muero porque no muero. que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba, Vida, ¿qué puedo yo darle
que es la vida verdadera, a mi Dios que vive en mí,
hasta que esta vida muera, si no es el perderte a ti,
no se goza estando viva: para merecer ganarle?
muerte, no me seas esquiva; Quiero muriendo alcanzarle,
viva muriendo primero, pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero. que muero porque no muero.
FRAY LUIS DE LEÓN “Oda a la vida retirada”

¡Qué descansada vida Un no rompido sueño,


la del que huye el mundanal ruïdo!, un día puro, alegre, libre quiero,
y sigue la escondida no quiero ver el ceño
senda, por donde han ido vanamente severo
los pocos sabios que en el mundo han sido! de a quién la sangre ensalza o el dinero.
Que no le enturbia el pecho Despiértenme las aves
de los soberbios grandes el estado, con su cantar sabroso no aprendido;
ni del dorado techo no los cuidados graves
se admira, fabricado de que es siempre seguido
del sabio moro, en jaspes sustentado. el que al ajeno arbitrio está atenido.
No cura si la fama Vivir quiero conmigo,
canta con voz su nombre, pregonera; gozar quiero del bien que debo al cielo,
ni cura si encarama a solas, sin testigo,
la lengua lisonjera libre de amor, de celo,
lo que condena la verdad sincera. de odio, de esperanzas, de recelo.
¿Qué presta a mi contento, Del monte en la ladera
si soy del vano dedo señalado, por mi mano plantado tengo un huerto,
si en busca de este viento que con la primavera,
ando desalentado de bella flor cubierto,
con ansias vivas, con mortal cuidado? ya muestra en esperanza el fruto cierto.
¡Oh, monte! ¡Oh fuente! ¡Oh río! Y como codiciosa
¡Oh, secreto seguro, deleitoso! por ver y acrecentar su hermosura,
Roto casi el navío, desde la cumbre airosa
a vuestro almo reposo una fortuna pura
huyo de aqueste mar tempestuoso. hasta llegar, corriendo, se apresura.
Y luego, sosegada, confusa vocería,
el paso entre los árboles torciendo, y la mar enriquecen a porfía.
el suelo, de pasada, A mí una pobrecilla
de verdura vistiendo, mesa, de amable paz bien abastada,
y con diversas flores va esparciendo. me basta, y la vajilla,
El aire el huerto orea, de fino oro labrada,
y ofrece mil olores al sentido, sea de quien la mar no teme airada.
los árboles menea Y mientras miserable-
con un manso ruïdo, mente se están los otros abrasando
que del oro y del cetro pone olvido. con sed insacïable
Ténganse su tesoro del peligroso mando,
los que de un falso leño confían; tendido  yo a la sombra esté cantando.
no es mío ver el lloro A la sombra tendido,
de los que desconfían de yedra y lauro eterno coronado,
cuando el cierzo y el ábrego porfían. puesto el atento oído
La combatida antena al son dulce, acordado,
cruje, y en ciega noche el claro día del plectro sabiamente meneado.
se torna; al cielo suena
LITERATURA BARROCA

CERVANTES: “El Quijote”

Investiga en diferentes fuentes: http://quijote.bne.es/libro.html


LOPE DE VEGA: Arte nuevo de hacer comedias (1609)

Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo


[Teoría literaria: Texto completo]
Lope de Vega

Mándanme, ingenios nobles, flor de España,


(que en esta junta y academia insigne
en breve tiempo excederéis no sólo
a las de Italia, que, envidiando a Grecia,
ilustró Cicerón del mismo nombre,
junto al Averno lago, si no a Atenas,
adonde en su platónico Liceo
se vio tan alta junta de filósofos)
que un arte de comedias os escriba,
que al estilo del vulgo se reciba.
Fácil parece este sujeto, y fácil
fuera para cualquiera de vosotros,
que ha escrito menos de ellas, y más sabe
del arte de escribirlas, y de todo;
que lo que a mí me daña en esta parte
es haberlas escrito sin el arte.
No porque yo ignorase los preceptos,
gracias a Dios, que ya, tirón gramático,
pasé los libros que trataban de esto
antes que hubiese visto al sol diez veces
discurrir desde el Aries a los Peces.
Mas porque, en fin, hallé que las comedias
estaban en España, en aquel tiempo,
no como sus primeros inventores
pensaron que en el mundo se escribieran,
mas como las trataron muchos bárbaros
que enseñaron el vulgo a sus rudezas;
y así, se introdujeron de tal modo
que, quien con arte agora las escribe,
muere sin fama y galardón, que puede,
entre los que carecen de su lumbre,
más que razón y fuerza, la costumbre.
Verdad es que yo he escrito algunas veces
siguiendo el arte que conocen pocos,
mas luego que salir por otra parte
veo los monstruos, de apariencia llenos,
adonde acude el vulgo y las mujeres
que este triste ejercicio canonizan,
a aquel hábito bárbaro me vuelvo;
y, cuando he de escribir una comedia,
encierro los preceptos con seis llaves;
saco a Terencio y Plauto de mi estudio,
para que no me den voces (que suele
dar gritos la verdad en libros mudos),
y escribo por el arte que inventaron
los que el vulgar aplauso pretendieron,
porque, como las paga el vulgo, es justo
hablarle en necio para darle gusto.
Ya tiene la comedia verdadera
su fin propuesto, como todo género
de poema o poesis, y éste ha sido
imitar las acciones de los hombres
y pintar de aquel siglo las costumbres.
También cualquiera imitación poética
se hace de tres cosas, que son plática,
verso dulce, armonía, o sea la música,
que en esto fue común con la tragedia,
sólo diferenciándola en que trata
las acciones humildes y plebeyas,
y la tragedia, las reales y altas.
¡Mirad si hay en las nuestras pocas faltas!
Acto fueron llamadas, porque imitan
las vulgares acciones y negocios.
Lope de Rueda fue en España ejemplo
de estos preceptos, y hoy se ven impresas
sus comedias de prosa tan vulgares,
que introduce mecánicos oficios
y el amor de una hija de un herrero,
de donde se ha quedado la costumbre
de llamar entremeses las comedias
antiguas donde está en su fuerza el arte,
siendo una acción y entre plebeya gente,
porque entremés de rey jamás se ha visto,
y aquí se ve que el arte, por bajeza
de estilo, vino a estar en tal desprecio,
y el rey en la comedia para el necio.
Aristóteles pinta en su Poética,
puesto que escuramente, su principio:
la contienda de Atenas y Megara
sobre cuál de ellos fue inventor primero.
Los megarenses dicen que Epicarmo,
aunque Atenas quisiera que Magnetes.
Elio Donato dice que tuvieron
principio en los antiguos sacrificios;
da por autor de la tragedia a Tespis,
siguiendo a Horacio, que lo mismo afirma;
como de las comedias a Aristófanes.
Homero, a imitación de la comedia,
La Odisea compuso, mas La Ilíada
de la tragedia fue famoso ejemplo,
a cuya imitación llamé epopeya
a mi Jerusalén, y añadí «trágica»;
y así a su Infierno, Purgatorio y Cielo
del célebre poeta Dante Alígero
llaman comedia todos comúnmente,
y el Maneti en su prólogo lo siente.
Ya todos saben que silencio tuvo,
por sospechosa, un tiempo la comedia,
y que de allí nació la sátira,
que, siendo más cruel, cesó más presto,
y dio licencia a la comedia nueva.
Los coros fueron los primeros; luego
de las figuras se introdujo el número;
pero Menandro, a quien siguió Terencio,
por enfadosos, despreció los coros;
Terencio fue más visto en los preceptos,
pues que jamás alzó el estilo cómico
a la grandeza trágica, que tantos
reprehendieron por vicioso en Plauto,
porque en esto Terencio fue más cauto.
Por argumento la tragedia tiene
la historia, y la comedia, el fingimiento;
por eso fue llamada planipedia
del argumento humilde, pues la hacía
sin coturno y teatro el recitante.
Hubo comedias palïatas, mimos,
togatas, atelanas, tabernarias,
que también eran, como agora, varias.
Con ática elegancia los de Atenas
reprehendían vicios y costumbres
con las comedias, y a los dos autores
del verso y de la acción daban sus premios.
Por eso Tulio las llamaba espejo
de las costumbres y una viva imagen
de la verdad, altísimo atributo,
en que corren parejas con la historia.
¡Mirad si es digna de corona y gloria!
Pero ya me parece estáis diciendo
que es traducir los libros y cansaros
pintaros esta máquina confusa.
Creed que ha sido fuerza que os trujese
a la memoria algunas cosas de éstas,
porque veáis que me pedís que escriba
Arte de hacer comedias en España,
donde cuanto se escribe es contra el arte;
y que decir cómo serán agora
contra el antiguo, y qué en razón se funda,
es pedir parecer a mi experiencia,
no al arte, porque el arte verdad dice,
que el ignorante vulgo contradice.
Si pedís arte, yo os suplico, ingenios,
que leáis al doctísimo utinense
Robortelio, y veréis sobre Aristóteles,
y, aparte en lo que escribe De Comedia,
cuanto por muchos libros hay difuso,
que todo lo de agora está confuso.
Si pedís parecer de las que agora
están en posesión, y que es forzoso
que el vulgo con sus leyes establezca
la vil quimera de este monstruo cómico,
diré el que tengo, y perdonad, pues debo
obedecer a quien mandarme puede,
que, dorando el error del vulgo, quiero
deciros de qué modo las querría,
ya que seguir el arte no hay remedio,
en estos dos extremos dando un medio.
Elíjase el sujeto, y no se mire
(perdonen los preceptos) si es de reyes,
aunque por esto entiendo que el prudente
Filipo, rey de España y señor nuestro,
en viendo un rey en ellos se enfadaba,
o fuese el ver que al arte contradice,
o que la autoridad real no debe
andar fingida entre la humilde plebe.
Esto es volver a la comedia antigua
donde vemos que Plauto puso dioses,
como en su Anfitrïón lo muestra Júpiter.
Sabe Dios que me pesa de aprobarlo,
porque Plutarco, hablando de Menandro,
no siente bien de la comedia antigua;
mas pues del arte vamos tan remotos,
y en España le hacemos mil agravios,
cierren los doctos esta vez los labios.
Lo trágico y lo cómico mezclado,
y Terencio con Séneca, aunque sea
como otro Minotauro de Pasife,
harán grave una parte, otra ridícula,
que aquesta variedad deleita mucho:
buen ejemplo nos da naturaleza,
que por tal variedad tiene belleza.
Adviértase que sólo este sujeto
tenga una acción, mirando que la fábula
de ninguna manera sea episódica,
quiero decir inserta de otras cosas
que del primero intento se desvíen;
ni que de ella se pueda quitar miembro
que del contexto no derribe el todo;
no hay que advertir que pase en el período
de un sol, aunque es consejo de Aristóteles,
porque ya le perdimos el respeto
cuando mezclamos la sentencia trágica
a la humildad de la bajeza cómica;
pase en el menos tiempo que ser pueda,
si no es cuando el poeta escriba historia
en que hayan de pasar algunos años,
que éstos podrá poner en las distancias
de los dos actos, o, si fuere fuerza,
hacer algún camino una figura,
cosa que tanto ofende a quien lo entiende,
pero no vaya a verlas quien se ofende.
¡Oh, cuántos de este tiempo se hacen cruces
de ver que han de pasar años en cosa
que un día artificial tuvo de término,
que aun no quisieron darle el matemático!
Porque considerando que la cólera
de un español sentado no se templa
si no le representan en dos horas
hasta el Final Juïcio desde el Génesis,
yo hallo que, si allí se ha de dar gusto,
con lo que se consigue es lo más justo.
El sujeto elegido, escriba en prosa
y en tres actos de tiempo le reparta,
procurando, si puede, en cada uno
no interrumpir el término del día.
El capitán Virués, insigne ingenio,
puso en tres actos la comedia, que antes
andaba en cuatro, como pies de niño,
que eran entonces niñas las comedias;
y yo las escribí, de once y doce años,
de a cuatro actos y de a cuatro pliegos,
porque cada acto un pliego contenía;
y era que entonces en las tres distancias
se hacían tres pequeños entremeses,
y, agora, apenas uno, y luego un baile,
aunque el baile lo es tanto en la comedia
que le aprueba Aristóteles y tratan
Ateneo, Platón y Jenofonte,
puesto que reprehende el deshonesto,
y por esto se enfada de Calípides,
con que parece imita el coro antiguo.
Dividido en dos partes el asunto,
ponga la conexión desde el principio,
hasta que vaya declinando el paso,
pero la solución no la permita
hasta que llegue a la postrera scena,
porque, en sabiendo el vulgo el fin que tiene,
vuelve el rostro a la puerta y las espaldas
al que esperó tres horas cara a cara,
que no hay más que saber que en lo que
para.
Quede muy pocas veces el teatro
sin persona que hable, porque el vulgo
en aquellas distancias se inquïeta
y gran rato la fábula se alarga,
que, fuera de ser esto un grande vicio,
aumenta mayor gracia y artificio.
Comience, pues, y con lenguaje casto
no gaste pensamientos ni conceptos
en las cosas domésticas, que sólo
ha de imitar de dos o tres la plática;
mas cuando la persona que introduce
persüade, aconseja o disüade,
allí ha de haber sentencias y conceptos,
porque se imita la verdad sin duda,
pues habla un hombre en diferente estilo
del que tiene vulgar, cuando aconseja,
persüade o aparta alguna cosa.
Dionos ejemplo Arístides retórico,
porque quiere que el cómico lenguaje
sea puro, claro, fácil, y aun añade
que se tome del uso de la gente,
haciendo diferencia al que es político,
porque serán entonces las dicciones
espléndidas, sonoras y adornadas.
No traya la escritura, ni el lenguaje
ofenda con vocablos exquisitos,
porque, si ha de imitar a los que hablan,
no ha de ser por pancayas, por metauros,
hipogrifos, semones y centauros.
Si hablare el rey, imite cuanto pueda
la gravedad real; si el viejo hablare,
procure una modestia sentenciosa;
describa los amantes con afectos
que muevan con extremo a quien escucha;
los soliloquios pinte de manera
que se transforme todo el recitarte,
y, con mudarse a sí, mude al oyente;
pregúntese y respóndase a sí mismo,
y, si formare quejas, siempre guarde
el debido decoro a las mujeres.
Las damas no desdigan de su nombre,
y, si mudaren traje, sea de modo
que pueda perdonarse, porque suele
el disfraz varonil agradar mucho.
Guárdese de imposibles, porque es máxima
que sólo ha de imitar lo verisímil;
el lacayo no trate cosas altas
ni diga los conceptos que hemos visto
en algunas comedias extranjeras;
y de ninguna suerte la figura
se contradiga en lo que tiene dicho,
quiero decir, se olvide, como en Sófocles
se reprehende, no acordarse Edipo
del haber muerto por su mano a Layo.
Remátense las scenas con sentencia,
con donaire, con versos elegantes,
de suerte que, al entrarse el que recita,
no deje con disgusto el auditorio.
En el acto primero ponga el caso,
en el segundo enlace los sucesos,
de suerte que hasta el medio del tercero
apenas juzgue nadie en lo que para;
engañe siempre el gusto y, donde vea
que se deja entender alguna cosa,
dé muy lejos de aquello que promete.
Acomode los versos con prudencia
a los sujetos de que va tratando:
las décimas son buenas para quejas;
el soneto está bien en los que aguardan;
las relaciones piden los romances,
aunque en otavas lucen por extremo;
son los tercetos para cosas graves,
y para las de amor, las redondillas;
las figuras retóricas importan,
como repetición o anadiplosis,
y en el principio de los mismos versos
aquellas relaciones de la anáfora,
las ironías y adubitaciones,
apóstrofes también y exclamaciones.
El engañar con la verdad es cosa
que ha parecido bien, como lo usaba
en todas sus comedias Miguel Sánchez,
digno por la invención de esta memoria;
siempre el hablar equívoco ha tenido
y aquella incertidumbre anfibológica
gran lugar en el vulgo, porque piensa
que él solo entiende lo que el otro dice.
Los casos de la honra son mejores,
porque mueven con fuerza a toda gente;
con ellos las acciones virtüosas,
que la virtud es dondequiera amada,
pues que vemos, si acaso un recitante
hace un traidor, es tan odioso a todos
que lo que va a comprar no se lo venden,
y huye el vulgo de él cuando le encuentra;
y si es leal, le prestan y convidan,
y hasta los principales le honran y aman,
le buscan, le regalan y le aclaman.
Tenga cada acto cuatro pliegos solos,
que doce están medidos con el tiempo
y la paciencia del que está escuchando;
en la parte satírica no sea
claro ni descubierto, pues que sabe
que por ley se vedaron las comedias
por esta causa en Grecia y en Italia;
pique sin odio, que si acaso infama,
ni espere aplauso ni pretenda fama.
Estos podéis tener por aforismos
los que del arte no tratáis antiguo,
que no da más lugar agora el tiempo,
pues lo que les compete a los tres géneros
del aparato que Vitrubio dice,
toca al autor, como Valerio Máximo,
Pedro Crinito, Horacio, en sus Epístolas,
y otros los pintan, con sus lienzos y árboles,
cabañas, casas y fingidos mármoles.
Los trajes nos dijera Julio Pólux,
si fuera necesario, que, en España,
es de las cosas bárbaras que tiene
la comedia presente recebidas:
sacar un turco un cuello de cristiano
y calzas atacadas un romano.
Mas ninguno de todos llamar puedo
más bárbaro que yo, pues contra el arte
me atrevo a dar preceptos, y me dejo
llevar de la vulgar corriente, adonde
me llamen ignorante Italia y Francia;
pero, ¿qué puedo hacer si tengo escritas,
con una que he acabado esta semana,
cuatrocientas y ochenta y tres comedias?
Porque, fuera de seis, las demás todas
pecaron contra el arte gravemente.
Sustento, en fin, lo que escribí, y conozco
que, aunque fueran mejor de otra manera,
no tuvieran el gusto que han tenido,
porque a veces lo que es contra lo justo
por la misma razón deleita el gusto.
Humanae cur sit speculum comoedia vitae,
quaeve ferat juveni commoda, quaeve seni,
quid praeter lepidosque sales, ex cultaque verba
et genus eloquit purius inde petas,
quae gravia in mediis occurrant lusibus, et quae
jucundis passim seria mixta jocis;
quam sint fallaces servi, quam improba semper
fraudeque et omnigenis foemina plena dolis;
quam miser, infelix, stultus, et ineptus amator,
quam vix succedant, quae bene coepta putes.
Oye atento, y del arte no disputes,
que en la comedia se hallará modo
que, oyéndola, se pueda saber todo.
FIN

QUEVEDO

"Amor constante más allá de la muerte"

Cerrar podrá mis ojos la postrera


Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora a su afán ansioso lisonjera;

Mas no, de es otra parte, en la ribera,


Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido:

Su cuerpo dejará no su cuidado;


Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.

FRANCISCO DE QUEVEDO (1580-1645)

También podría gustarte