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La investigación participativa y

la intervención social
Orlando Fals Borda
Universidad Nacional de Colombia
Bogotá, Colombia

He aquí dos c o n c e p t o s c o n historiales y propósitos sumamente


distintos. El de "intervención social" c o m o se interpreta actualmente,
proviene de la antropología aplicada al examinar la dinámica cultu-
ral desde el ángulo del investigador o actor independiente que asu-
m e actividades de conocimiento absoluto y que cree controlar las con-
diciones de la observación o de la acción. El c o n c e p t o de "investiga-
ción participativa", en cambio, es más reciente y admite la relatividad
de la experiencia del conocimiento, hasta el punto de romper la tra-
dicional vinculación de subordinación entre investigador e investiga-
do en las tareas implicadas. Provienen de dos definiciones distintas
de ciencia. Son dos filosofías de vida y de trabajo q u e difieren a par-
tir de su misma c o n c e p c i ó n : la una, vertical, elitista, ortodoxa; la otra,
coyuntural, simétrica, iconoclasta.

No obstante, hay ciertos elementos analíticos que son comparti-


dos por ambas vertientes. En esencia, tales elementos tienen que ver
c o n la estructura valorativa de las sociedades que entran e n contac-
to dentro de un gran diseño de c a m b i o social, sea éste e s p o n t á n e o o
dirigido. En ambas vertientes, sus actores o investigadores c o n c e d e n
importancia formativa a la e s c o g e n c i a de las metas de la a c c i ó n trans-
formadora, es decir, al por qué de ésta. Además, dirigen la atención
hacia la determinación preferencial de los grupos de b a s e c o n quie-
nes se realiza el cambio, y hacia la responsabilidad moral por el uso

Este artículo es la ponencia que el autor presentó, con el mismo título en el curso
"Perspectivas Metodológicas en la Política Social". Universidad Internacional Menéndez
Pelayo. Valencia 28 septiembre-2 de octubre 1992.
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de los medios empleados para llegar a las metas del cambio, c o m o


son la coerción, la manipulación, el engaño, la persuasión, el diálo-
go o la participación. C o n c e d e n también importancia a la evaluación
de las c o n s e c u e n c i a s del c a m b i o producido por la intervención o por
la participación. (Cf. BERMANT et al. 1978).
T o d o ello indica que n o p u e d e haber intervención o participa-
ción sin un planteamiento teórico o conceptual previo que tome e n
cuenta las consecuencias políticas y éticas de tales actos, es decir, sobre
el sentido de la práctica. Las relaciones teoría-práctica se constituyen
así e n elementos básicos para entender el tema que nos ocupa.

PATRONES D E INTERVENCIÓN

En primer lugar, e x a m i n e m o s rápidamente algunos patrones de


intervención en especial en cuanto a sus efectos sobre la sociedad, la
cultura y la ciencia. Los más prominentes tienen que ver c o n por lo
m e n o s cuatro expresiones:
1) La práctica de la colonización y la evangelización;
2) la planeación centralizada o controlada, incluyendo métodos de
extensión agrícola y educativa, la ingeniería social y definiciones
usuales de desarrollo e c o n ó m i c o ;
3) la política internacional, e n cuyo c a s o la intervención se convier-
te en intervencionismo; y
4 ) los problemas derivados de la dialéctica teórico-práctica e n el cien-
tifismo, que abren el c a m p o al otro tipo de actividad que nos inte-
resa; el de la participación social y las técnicas investigativas rela-
cionadas c o n ella.

1. C o l o n i z a c i ó n y e v a n g e l i z a c i ó n

Aunque la tentación es grande, n o es necesario remontarse a la


conquista del "Nuevo Mundo" para entender los distintos mecanis-
m o s de la colonización dirigida y de la evangelización coercitiva que
se han venido e m p l e a n d o desde entonces: ellos se inspiran e n actos
imperiales de fuerza basados e n creencias de superioridad cultural,
tecnológica, racial y religiosa que han llevado a imperdonables etno-
cidios, c o m o b i e n lo documenta para ambas Américas Ronald
WRIGHT e n su interesante libro Los continentes robados (WRIGHT,
1992). D e muy p o c o han valido experiencias altruistas c o m o las de
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LAS CASAS y VASCO DE QUIROGA entre los indígenas americanos,


puesto que los ingleses a su vez, ya en el siglo XIX, procedieron c o n
las usuales actividades de intolerancia, prejuicio y desprecio por lo
nativo que caracterizaron al Ministerio de las Colonias, especialmen-
te en el África, hasta cuando el profesor BRONISLAW MALINOWSKI
hizo ver lo contraproducente de tales políticas.

Los "antropólogos aplicados" que surgieron de esta última orien-


tación académico-política lograron, en efecto, superar las equivoca-
ciones de los funcionarios y misioneros que pretendían, por ejemplo,
c o n v e n c e r a "perezosos" aborígenes de que adoptaran el ritmo occi-
dental del trabajo, o a los shamanes y curanderos de que se alejaran
de sus "supersticiones paganas". Pero quedaron c o n los resabios de
la vieja manipulación interventora, entonces disimulada por una prác-
tica ilustrada que r e c o n o c i ó el principio de la volición interna. Ahora
convendría persuadir y aconsejar, n o imponer, y a v e c e s experimen-
tar c o n elementos propios de la cultura local, o procrear ladinos capa-
ces de navegar entre ambas aguas. Así se practicó e n Australia, Nueva
Zelanda, Nueva Guinea y Filipinas, entre otras colonias. También en
las regiones mayas y quechuas de América y en los países centroa-
fricanos.

Sin embargo, estos antropólogos prácticos no dejaron de lado la


compulsión que va implícita a la intervención. C o m o lo r e c o n o c e el
autorizado consejero colonialista FELIZ KEESING (1945: 345-395),
había que seguir combatiendo prácticas horrendas c o m o la del cani-
balismo, y expurgar otros elementos negativos de culturas inferiores.
En últimas, había que proceder a aplicar otro principio intervencio-
nista, el de la substitución de elementos: por ejemplo, introducir el
fútbol para reemplazar las justas de lanzas, o el cerdo para tomar el
lugar del cuerpo h u m a n o e n ritos crueles de fertilidad. ¡Pobre de
KEESING! C o m o se ha visto, tales substituciones c o n frecuencia toma-
ron los más inesperados caminos y tuvieron efectos muchas v e c e s
contraproducentes para todos. Al fin y al c a b o el observador queda
c o n las dudas: ¿quiénes fueron m e n o s salvajes o más civilizados en
estas intervenciones: los indígenas o los conquistadores?

2. Planeación y desarrollo

Otra forma de intervención social es aquella alimentada por ele-


mentos utópicos del socialismo, a partir de FOURIER y OWEN, que
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d e s e m b o c ó en c o n c e p c i o n e s de planificación centralizada a la mane­


ra de la Unión Soviética. Esta forma de actuar en grande, se ha basa­
do en la creencia de que el ser h u m a n o es capaz de coordinar sus
acciones a través de esfuerzos colectivos de control de la conducta,
para llegar a metas determinadas. Las metas propuestas por los pla-
nificadores p u e d e n ir desde las amplias c o n c e p c i o n e s de un tipo de
Estado proletario o nueva sociedad, hasta las microtransformaciones
de la agricultura, la educación o la salud. En estos casos han tomado
la designación de "trabajos de extensión", a la moderna manera nor­
teamericana, o de "ingeniería social", a la manera británica.

Conocidos son los limitados y a v e c e s contradictorios resultados


de los intentos de reorganización social inspirados por el socialismo
utópico de c o m i e n z o s del siglo XIX, que sucumbieron ante los valo­
res individualistas y monetarios del ambiente social. No pudieron sub­
sistir c o m o islotes dentro del p r o c e l o s o mar del capitalismo nacien­
te, aunque de ellos quedaron interesantes rezagos que hablan toda­
vía de la b o n d a d intrínseca del ser humano. T a m p o c o es necesario
destacar el p r o c e s o de la planificación estatal soviética imitada por el
resto de un m u n d o atemorizado por la Revolución de Octubre, en la
que, lejos de estimularse el idealismo socialista, se alimentó e n cam­
bio al monolito del Leviatán del poder central, con su verticalidad buró­
crata y cruel represión de humanas diversidades y tendencias.

Menos conocidos, a u n q u e de similar repercusión, han sido los


esfuerzos intervencionistas de los trabajadores de extensión e inge­
niería social. Estos se han inspirado de manera más práctica, en la
conveniencia del c a m b i o gradual o sectorial promovido desde den­
tro de las instituciones. Así, han t o m a d o e n cuenta la tradición, en
especial la de las clases campesinas y aborígenes y las limitadas con­
diciones e c o n ó m i c a s de éstas y han introducido técnicas de innova­
ción parcial inspiradas e n las teorías de OGBURN sobre cambios socia­
les diferenciales ( 1 9 6 4 ) , para aplicarlas a elementos agropecuarios, de
vivienda y de acción comunal. Pero esa gradualidad diferencial les ha
conducido al fracaso, ya que n o se han observado las grandes trans­
formaciones sociales y e c o n ó m i c a s para las cuales fueron c o n c e b i ­
das, llevando e n c a m b i o a una gran fatiga internacional sobre estos
asuntos.

Ni aún tales transformaciones dirigidas se admitieron cuando las


Naciones trataron de sobreponerse a los cuellos de botella anteriores
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y proclamaron sucesivas e infructuosas décadas de desarrollo e c o -


n ó m i c o y social a partir de 1970. Monopolizadas por economistas clá-
sicos, las macropolíticas de intervención resultantes ampliaron las dis-
tancias entre las clases sociales y entre países ricos y pobres, de m o d o
que h o y los problemas que quisieron resolver son más agudos que
antes.

3. Intervencionismo.

Relacionado c o n lo anterior, aparece el intervencionismo entre las


naciones cuando un Estado o Estados poderosos tratan de imponer
internamente e n otros cierto comportamiento político, e c o n ó m i c o ,
social o cultural. La historia del Tercer Mundo abunda en estos casos,
que van desde expresiones bélicas c o m o la "Guerra del Opio" o la
del Golfo Pérsico, hasta la o c u p a c i ó n de México por Francia a media-
dos del siglo pasado, la llamada "diplomacia de los cañoneros" emplea-
da por Estados Unidos, Ingraterra y Francia contra Venezuela a cau-
sa de la deuda externa de este país, o el e m p l e o unilateral de la infan-
tería de marina en casi todo el mundo.

Aunque ese intervencionismo se ha visto refrenado por conven-


ciones internacionales (Protocolo de Ginebra de 1929, Tratado de
Montevideo de 1932, etc.), ha tendido a renacer últimamente, con otras
expresiones c o m o las del imperialismo cultural, el e m p l e o de tecnolo-
gías comunicativas, y la influencia de empresas multinacionales que des-
truyen viejos conceptos de soberanía. Ha habido doctrinas geopolíti-
cas que encubren estos actos: la Doctrina Monroe, el Corolario
Roosevelt, los subimperios de Kissinger y J e a n n e Kirkpatrick, todo lo
cual destaca de nuevo la importancia de analizar aspectos científicos
generales de la dicotomía teoría/práctica, c o m o lo haremos enseguida.

4. Intervención cientifista.

Muchos científicos interesados e n las relaciones teórico-prácticas


c o m o elementos de dinamicidad e intervención social, han adopta-
do, c o m o punto de partida, a la Razón operativa de NEWTON y
DESCARTES. C o m o se sabe, este tipo de razón impele a urgar a la
naturaleza, incluyendo al hombre, para descubrir sus secretos, para
controlarla y dominarla interviniendo en sus procesos. Con estos y
otros grandes pensadores surgió la extraordinaria escuela tecnológi-
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ca moderna a la q u e tanto d e b e m o s e n términos de progreso mate-


rial. Pero al dejarse libre de ataduras éticas, esta escuela se fue por
sus propios canales creando e s e peligro autógeno q u e se llama el
"cientifismo". Se es cientifista c u a n d o se trata de convertir a la cien-
cia en un fin en sí mismo. Los q u e así piensan y actúan, olvidan q u e
existe otra racionalidad, tan científica c o m o la otra, q u e es la racio-
nalidad de lo cotidiano, la racionalidad de lo comunicado socialmente,
que responde también a principios universales de causa y efecto.

El olvido de aquellos principios valorativos es lo que ha llevado


a m u c h o s científicos a desarrollar inventos de intervención letal c o m o
el de la b o m b a atómica, o a c o n c e b i r principios de manipulación sis-
témica c o m o el de la "operacionalidad", propuesto durante la
Segunda Guerra Mundial por el sefardita inglés de origen español,
J O H N D. BERNAL ( 1 9 6 8 ) . Empleado e n la guerra, este concepto, c o m o
conjunción de teoría y práctica de la intervención cientifista, dio ele-
mentos de retroalimentación para el c o n o c i m i e n t o de manera inme-
diata, una vez puesto e n acción, c o n el fin de elevar el nivel de efi-
cacia de esa acción: en este caso, p o d e r destruir y matar mejor, o c o n
la consigma de "search and destroy". Así, los operativos militares
m o d e r n o s han superado las teorías de CLAUSEWITZ y se volvieron
de moda e n todo el m u n d o para perfeccionar los aparatos de muer-
te y destrucción. Esta técnica ha pasado incluso a las ciencias socia-
les y a la planificación e c o n ó m i c a c o m o formas evidentes y eficaces
de intervención e c o n ó m i c a y social. D e paso, la intervención cienti-
fista de este tipo demostró q u e la teoría p u e d e re-crearse o enrique-
cerse directamente e n la práctica concreta.

E X P R E S I O N E S TEÓRICAS D E LA PARTICIPACIÓN.

Ha sido c o m o reacción a este uso descabellado y amoral de la


ciencia c o m o e l e m e n t o de intervención en lo social y e n lo natural,
que nació la "investigación-acción participativa" (IAP). Convertida al
c a b o de dos décadas de p o l é m i c a aplicación e n una escuela alterna-
tiva de ciencia social a escala mundial, la IAP ha tratado de acercar
la corriente cientifista instrumental a la racionalidad empírica o coti-
diana, porque advierte q u e de persistir aquel divorcio y la separación
entre ambas, el m u n d o p u e d e llegar a su destrucción.

En efecto, científicos puros o cartesianos p u e d e n descubrir c ó m o


llegar a la luna, p e r o sus sistemas de valores n o les permiten resol-
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ver los problemas de aquella mujer p o b r e que todos los días tiene
q u e ir a pie por agua para su casa. Son dos prioridades y dos valo­
res distintos: el u n o intervencionista, el otro participativo. Lo prime­
ro es posible c o m o "desarrollo tecnológico" o e c o n ó m i c o simple. Lo
segundo es el gran reto de nuestro tiempo. Resolver los problemas
de la cotidianeidad, en especial de las clases marginadas, es índice
de la moderna c o n c e p c i ó n de la participación social, e c o n ó m i c a y polí­
tica de la q u e la IAP es apenas una expresión investigativa importante.

Estas dos modalidades de conocimiento, justificadas cada cual a


su manera, al juntarse deberían producir un n u e v o tipo de c o n o c i ­
miento más completo, útil y válido que los que cada cual ha desa­
rrollado. Si es posible llegar a ello, habría un nuevo paradigma, n o
sólo e n las ciencias sociales sino también en las naturales, gracias al
avance participativo propuesto, que e n las ciencias físicas e n c a b e z a n
los teóricos cuánticos.

Para que e s o ocurra, es necesario que el c o n c e p t o de Razón se


equilibre y se enriquezca c o n el más participativo c o n c e p t o de
Sentimiento. Muchos lo han sostenido: q u e n o p u e d e h a b e r ciencia
real sin sentimiento, porque la ciencia es, en el fondo, un f e n ó m e n o
humano, que n o es el fetiche que h e m o s construido c o n nuestra alie­
nación. Los científicos s o m o s humanos, y t e n e m o s nuestras raíces en
lo cotidiano. T o d o s los días t e n e m o s que acudir a la cultura del pue­
blo, pues s o m o s hechura de la cultura popular.

Producir este nuevo tipo de c o n o c i m i e n t o participativo, más útil


y completo, que ayuda a la humanidad a resolver sus conflictos, es
un problema cósmico. Tal es el reto de la IAP, cuyos adherentes h e m o s
tratado de responder en la medida de nuestras capacidades, en espe­
cial en los países del Tercer Mundo d o n d e tuvo sus orígenes. La par­
ticipación se redefine ahora c o m o el rompimiento de la relación usual
de explotación y sumisión del b i n o m i o sujeto/objeto para convertir­
la en una relación simétrica u horizontal de sujeto/sujeto.
(Cf. FALS B O R D A y RAHMAN 199D

PUNTOS D E PARTIDA D E LA IAP

Q u i e n e s tuvimos el privilegio, a partir de 1968, de tomar parte en


esta búsqueda alterna de la participación sujeto/sujeto, nos esforza­
m o s por h a c e r frente a la dramática situación de nuestras sociedades,
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la especialización excesiva y vacuidad de la vida académica, y el sec-


tarismo de la izquierda revolucionaria. Consideramos que urgían cam-
bios radicales en la sociedad y en el uso del saber científico, q u e que-
daba rezagado en la era newtoniana c o n las peligrosas orientaciones
instrumentales q u e h e m o s m e n c i o n a d o arriba. Para empezar, decidi-
m o s buscar soluciones dedicándonos a mejorar la lamentable condi-
ción de las víctimas del capitalismo y de las oligarquías desarrollistas:
los pobres del c a m p o .

Nuestra labor inicial, hasta 1977, se caracterizó por un sesgo acti-


vista y antiprofesional: muchos abandonamos nuestras posiciones uni-
versitarias. E m p e z a m o s aplicando técnicas de intervención social, la
antropología-acción de la Sol Tax, observación participante, el psi-
cosociologismo de KURT LEWIN y la marxista investigación militan-
te. Acudimos a formas de concientización, c o m p r o m i s o e inserción
en el p r o c e s o social, m u c h o s de nosotros c o n miras a organizar un
partido político. Nuestra disposición de ánimo se oponía e n t o n c e s a
las instituciones establecidas: el gobierno, los partidos tradicionales,
las iglesias, la academia, de suerte q u e esos años p u e d e n conside-
rarse c o m o un período iconoclasta.

Pero aquel activismo radical fue c e d i e n d o a la reflexión, sin per-


der por ello el impulso de la acción. Ese equilibrio se manifestó en
el Simposio Mundial sobre Investigación-Acción y Análisis Científico
celebrado en Cartagena ( C o l o m b i a ) e n marzo de 1977. Allí descubri-
m o s útiles e interesantes figuras alternas del m a r x i s m o c o m o
GRAMSCI, y establecimos b a s e s teóricas del tipo de participación que
queríamos, así c o m o para la democracia y el pluralismo. E m p e z a m o s
a c o n c e b i r la IAP c o m o una metodología de investigación en la q u e
la relación sujeto/objeto se desarrollara e n forma simétrica, horizon-
tal y n o explotadora en lo social, e c o n ó m i c o y político; y también c o m o
una forma de vida que implicara c o m p r o m i s o c o n la praxis popular.

TÉCNICAS Y APLICACIONES D E LA IAP

Una de las primeras aplicaciones masivas de la IAP estuvo en el


desarrollo de los movimientos sociales populares de los años 8 0 . D e
considerar problemas micro de c a m p e s i n o s pasamos a estudiar c o m -
plejas cuestiones urbanas y regionales. Temas c o m o el de la medici-
na popular y la salud pública, la " e c o n o m í a descalza", la historia del
pueblo, la teología de la liberación, la filosofía postmodernista y las
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ciencias sociales hermenéuticas, encontraron cabida en nuestras preo-


cupaciones.
Propusimos y e m p l e a m o s e n t o n c e s cuatro técnicas q u e hallamos
adecuadas para nuestros propósitos: 1) la investigación colectiva o de
grupos; 2) la recuperación histórica; 3 ) la valoración y utilización de
elementos de la cultura popular; y 4 ) la c o m u n i c a c i ó n multivocal de
los resultados de los trabajos. Estas técnicas de la IAP, empleadas por
nosotros para construir o estimular el contrapoder de las clases popu-
lares, se describen sucintamente así:
I n v e s t i g a c i ó n c o l e c t i v a : Nos referimos al uso de información
recolectada y sistematizada en una base grupal c o m o fuentes de datos
y conocimientos objetivos de h e c h o s que resultan de reuniones, socio-
dramas, asambleas públicas, comités, y demás actividades colectivas.
Este m é t o d o colectivo y dialógico no sólo produce datos susceptibles
de ser corregidos o verificados inmediatamente, sino que también pro-
v e e una validación social de los conocimientos que n o p u e d e n ser
adquiridos por otros medios individuales basados e n trabajos de cam-
p o y encuesta. D e esta manera, la confirmación se obtiene de los valo-
res positivos del diálogo, de la discusión, de la argumentación y del
c o n s e n s o dentro de la investigación objetiva de las realidades socia-
les.
R e c u p e r a c i ó n c r í t i c a d e l a h i s t o r i a : Así se c o n o c e al esfuerzo
de descubrir selectivamente, y a través de la memoria colectiva, aque-
llos elementos del pasado que han demostrado ser de utilidad en la
defensa de los intereses de las clases explotadas, los cuales p u e d e n
ser utilizados en las luchas del presente para lograr un aumento de
la concientización. D e esta forma se le da uso a los cuentos popula-
res, así c o m o a la tradición oral, en la forma de entrevista y relatos
vivenciales contados por los mayores de la comunidad que p o s e e n
b u e n a memoria analítica. T a m b i é n se h a c e indispensable la búsque-
da de información concreta sobre ciertos períodos pasados, existen-
tes en los baúles familiares, el e m p l e o de "datos columnas" y sus deta-
lles conformadores y el uso de las p r o y e c c i o n e s ideológicas, imputa-
ciones, personificaciones y otras técnicas diseñadas para estimular la
memoria colectiva. A partir de esta información, muchas v e c e s se des-
cubre que los relatos sobre héroes populares, o la recopilación de
datos y h e c h o s significativos, corrigen, cumplementan o clarifican rela-
tos académicos u oficiales escritos c o n otra clase de intereses o pre-
juicios. En otras oportunidades se descubre información totalmente
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nueva y fresca, la cual es de gran importancia para la historia regio-


nal y nacional.
V a l o r a n d o y a p l i c a n d o l a c u l t u r a p o p u l a r : Para poder movili-
zar a las masas, esta tercera técnica se basa e n el r e c o n o c i m i e n t o de
los valores esenciales o centrales de la gente de cada región. Esto per-
mite que los elementos frecuentemente ignorados e n la práctica polí-
tica e n el c a m p o de la etnia y la cultura, c o m o lo son el arte, la músi-
ca y el drama, los deportes, las creencias, los mitos, los cuenteros y
otras expresiones relacionadas al sentimiento, la imaginación y las ten-
dencias lúdicas o recreaciones humanas, sean utilizados.

P r o d u c c i ó n y d i f u s i ó n d e l n u e v o c o n o c i m i e n t o : Esta técnica
es integral al p r o c e s o de investigación, ya q u e es una parte central
del informe de progreso y del objetivo evaluativo de la IAP. Aunque
la IAP busca acabar c o n el m o n o p o l i o de la palabra escrita, incorpo-
ra e n sí cuatro estilos y procedimientos diversos para la sistematiza-
ción de los datos y del c o n o c i m i e n t o en concordancia c o n el nivel de
conciencia política y la habilidad para entender los mensajes escritos,
orales y / o visuales de las comunidades de b a s e y del público e n g e n e -
ral. D e igual manera, es también una forma de r e c o n o c e r la división
interna del trabajo entre los grupos de base.

Existe la obligación de devolver este c o n o c i m i e n t o a las comuni-


dades y a las organizaciones sociales sistemáticamente, porque éstas
continúan siendo sus dueñas. Así, son ellas quienes pueden determinar
las prioridades c o n respecto a sus usos, al igual q u e autorizar y esta-
b l e c e r las c o n d i c i o n e s para su publicación, diseminación o e m p l e o .
Esta devolución sistemática del c o n o c i m i e n t o cumple c o n el objetivo
trazado por GRAMSCI, q u e consiste e n transformar el "sentido
común" en "buen sentido" o c o n o c i m i e n t o crítico, el q u e consistiría
en la suma del c o n o c i m i e n t o experiencial c o n el teórico.

El éxito e n estas tareas requiere un c ó d i g o de c o m u n i c a c i ó n c o m -


partido entre los elementos internos y los agentes externos de cam-
bio, lo cual lleva a una conceptualización y una categorización c o m ú n
y mutuamente comprensible. El lenguaje sencillo y entendible se basa
e n las expresiones intencionales cotidianas accesibles a todo el mun-
do, evitando así los aires de arrogancia y la jerga técnica q u e brotan
de las prácticas políticas y académicas, incluyendo elementos ideo-
lógicos del discurso desarrollista corriente.
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Las técnicas de la IAP n o excluyen el uso flexible de otras prác-


ticas que se derivan de la tradición sociológica y antropológica tales
c o m o entrevistas abiertas (evitando las estructuras excesivamente rígi-
das), c e n s o s o encuestas simples, observación sistemática directa ( c o n
participación personal y experimentación selectiva), diarios de cam-
po, archivo de datos, fotografía, cartografía, estadísticas, grabaciones
de sonido y uso de archivos regionales y nacionales. Los cuadros (per-
sonas de recursos) n o sólo deberían estar equipados para el manejo
responsable de estas técnicas ortodoxas, sino que también deberían
saber c o m o "popularizarlas", e n s e ñ a n d o a los activistas métodos de
estudio más simples, más e c o n ó m i c o s y controlables, para que éstos
puedan llevar a c a b o su labor sin dependencia alguna en agentas exter-
nos y / o intelectuales y sus costosos equipos y procedimientos.

Estas técnicas ampliamente divulgadas (FALS B O R D A y RAHMAN


1991), dieron resultados tan convincentes en diferentes partes del mun-
do, que la IAP se convirtió en alternativa seductora para organismos
n o gubernamentales, gobiernos y otras entidades que habían venido
aplicando sin b u e n o s resultados políticas desarrollistas, sobre todo en
c a m p o s c o m o el cooperativismo, la educación vocacional y de adul-
tos, y la divulgación agrícola. Se abrió así la puerta para la coopta-
ción, etapa e n la que se encuentra la IAP hoy.

Muchos colegas, en su nuevo entusiasmo, sostienen que emplean


m é t o d o s participativos de investigación cuando en la realidad n o lo
ejecutan c o m o d e b e ser, ni tienen suficiente c o m p r o m i s o c o n las cla-
ses marginales o explotadas. Pero ha crecido el número de universi-
dades, gobiernos e instituciones que han entrado por este nuevo canal.
No importa q u e así lo sea: la c o o p t a c i ó n parece normal e n casos de
principios válidos de vida social c o m o la democracia, la c o o p e r a c i ó n
y el socialismo.

JUSTIFICACIÓN ACTUAL D E LA IAP

Finalmente, preguntémonos si la IAP actualmente es tan necesa-


ria c o m o pareció serlo hace veinte años, cuando apareció. La respuesta
es positiva, si recordamos que la IAP quiere ser a la vez puente hacia
formas más satisfactorias de explicación de las realidades, y herra-
mienta de a c c i ó n para trasformar esas realidades. Pero t e n e m o s que
mirar más allá de la IAP, porque la actual etapa de la c o o p t a c i ó n nos
llevará a expresiones cualitativas muy diferentes que ojalá conserven
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los primeros objetivos de aquélla. No sabemos todavía e n lo que resul­


tará: quizás en una investigación participativa enriquecida y más
creadora.

Desde otro punto de vista, el m u n d o continúa atrevesando la mis­


ma era de confusión y conflicto en que nació la IAP. Muchos países
siguen caracterizados por la oposición clasista, c o n excesivas cargas
de p o b r e z a y miseria. La d e m o c r a c i a se va d e g e n e r a n d o e n estas
c o n d i c i o n e s para quedar reducida a imitaciones vulnerables y a los
vacíos ritos de e l e c c i o n e s c o n alta abstención. La IAP aspira a contri­
buir a la reconstrucción de procesos democráticos auténticos, a tra­
vés del entendimiento de mecanismo colectivos y comunitarios, el estí­
mulo a la participación popular y el respeto a la moral pública.
Además, quiere desmitificar la supuesta superioridad del saber for­
mal y de la jerga académica q u e tanto ha servido para afirmar desi­
gualdades en nuestras sociedades.

En cuanto al Estado contemporáneo, la IAP y sus adherentes pre­


tendemos construir la entelequia nacionalista de siglos pasados y con­
ceder mayor poder a la sociedad civil, estimulando los procesos de
abajo hacia arriba y desde las periferias hacia los centros. D e ahí el
énfasis que damos a tendencias c o m o la autonomía territorial, la des­
centralización, el fomento regional y provincial, y la vuelta respetuo­
sa a la naturaleza e n su diversidad.

Tales son las características metodológicas y filosóficas de la IAP


que la distinguen de la clásica intervención social en los diversos patro­
nes que h e m o s estudiado, Se perfilan otros ideales, nuevas esperan­
zas. Es lo que, e n efecto, le da vitalidad e n tan diferentes contextos
c o m o donde h o y se aplica. La ciencia tradicional queda así desafia­
da, pero también el sentido que le h e m o s dado a esa vida rutinaria y
compleja de la que h e m o s heredado los dilemas del presente y del
futuro.

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José L. Moreno Pestaña
Investigación - acción participativa
y Mª Ángeles Espadas Alcázar
Universidad de Jaén

>>> ficha técnica

Las relaciones entre dirigentes y dirigidos en los movimientos de emancipación popular se han
representado de muy diferentes formas. Entre la "sequedad" del Lenin de ¿Qué hacer?,
declarando que la conciencia revolucionaria sólo podría ser introducida desde el exterior a unos
trabajadores instintivamente conciliadores, y la "calidez" de unos movimientos alternativos que
vieron en el establecimiento de una vanguardia dirigente los fermentos de una nueva relación
de dominación, la disputa, en diferentes versiones, nunca se ha dirimido. Ni el autoproclamado
vanguardismo (lejos por otra parte del primer bolchevismo) ni el espontaneísmo que atribuye
potencial suficiente al saber explícito de los explotados sobre su condición, han resultado
jamás satisfactorios. A mitad de camino entre las exigencias del saber teórico y las enseñanzas
de la movilización popular, la investigación-acción participativa propone una nueva aportación
al problema de cómo el saber puede proporcionar poder a los que carecen de él sin injertar
durante el proceso nuevas relaciones de sojuzgamiento. Lo hace desde ámbitos específicos,
relacionados todos con lo que podríamos abreviar como el problema de una pedagogía que
persiga la destrucción de los roles iniciales entre el enseñante y enseñado (desde la educación
al Trabajo Social, pasando por la acción política). La investigación-acción participativa persigue
el modo de eliminar los privilegios del maestro o el dirigente sin desperdiciar por el camino el
capital de autoridad racional sobre la que hacía descansar parte de su preeminencia.
Procederemos, primero, a ofrecer algunos rasgos de su amplia base filosófica para ofrecer a
continuación un esbozo de ciertas fases que articulan su metodología. Dado que la
investigación-acción participativa no pretende ofrecer tecnologías que produzcan resultados
automáticos, debido a que somete a una crítica radical las implicaciones epistemológicas y
éticas de la concepción del espacio de intervención como escenario de un proyecto de
amaestramiento, dichas fases destacan por estar sobrecargadas teóricamente de
precauciones. Derivan éstas de un magma filosófico que permite a los teóricos de la
investigación-acción participativa incorporar una notable y nada común autoconciencia
epistémica.

a.- Concepto

No resulta sencillo delimitar el concepto de investigación-acción participativa (IAP). La


investigación-acción en su primitiva delimitación por Kurt Lewin remitía a un proceso continuo
en espiral por el que se analizaban los hechos y conceptualizaban los problemas, se
planificaban y ejecutaban las acciones pertinentes y se pasaba a un nuevo proceso de
conceptualización. La manera en que Lewin concebía ese proceso estaba aún cargada de
supuestos elitistas y de concepciones del cambio social alucinadas con la eficacia de la acción
instrumental (Carr, Kemmis, 1988: 175-177). Por su parte, los profesores Lourdes Merino y
Enrique Raya proponen establecer diferencias entre investigación-acción e investigación-
acción participativa, situando a la primera como una aplicación del método científico a un
problema con voluntad praxeológica y con cierta participación de los afectados (Merino, Raya,
1993: 5). La IAP aparecería entonces como un tipo de investigación-acción que, incorporando
los presupuestos de la epistemología crítica, organiza el análisis y la intervención como una
pedagogía constructiva de disolución de los privilegios del proceso de investigación como
punto de partida para un cambio social de alcance indeterminable. Esa búsqueda del
conocimiento se caracteriza por ser colectiva, por proporcionar resultados cuya utilización y
gobierno corresponde a los propios implicados, que deben haber determinado el proceso de
conocimiento a la vez que experimentado en el mismo un proceso de maduración colectiva (De
Miguel, 1993, 97-101). Por otra parte, y esta cuestión es central, los iniciadores de la IAP se
previenen contra su propio poder concibiéndose "como participantes y aprendices en el
proceso, aportando sus conocimientos y convirtiéndose también en objeto de análisis" (IOE,
1993: 69). Los investigadores entran así en un proceso en que la objetivación de sí mismos, en
una suerte de inagotable sociología del conocimiento, se convierte en testigo de la calidad
emancipatoria de su actuación (Rahman, 1991: 34).
b.- Presupuestos epistémicos

Los teóricos de la Investigación-acción participativa se reclaman de una múltiple inspiración


teórica: Marx y Freud, Gramsci y Dewey, Habermas y Foucault, Jesús Ibáñez y T. Kuhn, Edgar
Morin y Paulo Freire, Kurt Lewin y Orlando Fals Borda. No podemos realizar una selección de
las aportaciones de éstos, ni sería muy útil en una entrada de este tipo. En lo que sigue
intentaremos delinear los supuestos epistemológicos que nutren la investigación-acción
participativa desde determinados radicales básicos.

Relación sujeto-objeto

La IAP reniega de la separación sujeto-objeto tal como ha sido planteada en la teoría


tradicional del conocimiento por razones tanto epistémicas como ético-políticas. Respecto a lo
primero la mayoría de los teóricos rubrican, sin duda, con la reciente filosofía de la ciencia, la
tesis de que la conciencia del investigador forma parte del sistema experimental, y, con Sartre
(1960: 46-50), que la conciencia únicamente puede adquirir nuevas perspectivas si es capaz de
embarcarse en una praxis diferente. Una realidad social de opresión no sólo es imposible de
captar desde una objetividad pura, sino que el proceso de aprehensión de la misma se
desarrollará en una u otra dirección en función de la práctica social en que la conciencia se
encabalga confirmándola y/o transformándola. Es imposible, por ejemplo, desvelar el carácter
alienante de la educación tradicional sin embarcarse en una práctica alternativa que pruebe la
posibilidad de otros procesos de aprendizaje por el camino en que se transforma el anterior.

Toma de conciencia

Estrictamente relacionado con lo que acabamos de exponer se encuentra el problema de la


toma de conciencia. Toda teoría de la concientización se apoya, de algún modo, en una teoría
marxista de la ideología y, por tanto, en la posibilidad de configurar una representación del
mundo verdadera frente a otra falsificada. La mayoría de los teóricos de la investigación
remiten a la teoría de los intereses del conocimiento establecida por Jürgen Habermas. Para el
autor de Conocimiento e interés existen un tipo de ciencias dirigidas por un interés de
emancipación. Mientras las ciencias empírico-analíticas construyen el mundo como unidad
legaliforme desde el que organizar su sometimiento y las ciencias histórico-hermenéuticas
como un espacio simbólicamente dotado de sentido dialógicamente asimilable, las ciencias
sociales críticas median ambos paradigmas mediante la utilización de la autorreflexión. Por un
lado, conciben la existencia de determinaciones sociales que actúan con fuerza de ley, por
otro, sitúan en las condiciones iniciales que hacen posibles semejantes regularidades la
conciencia oscurecida como el conductor fundamental del determinismo. Al establecer las
condiciones iniciales de las leyes sociales como espacio de coacción inconsciente, Habermas
sitúa la autorreflexión sobre lo que nos constituye como previo necesario de un cambio social,
que aún puede abortarse por el miedo derivado de la amenaza directa de violencia.

Este interés autorreflexivo puede ser interpretado como una nueva rehabilitación del sueño
hegeliano y lukacsiano de un lugar epistemológico absoluto como guía para la IAP. Semejante
peligro ha sido eliminado por alguno de sus más capaces defensores por el énfasis, no en el
sueño de una transparencia completa, sino en el valor formativo de un proceso autorreflexivo
inacabable: "encontrar la belleza de la artesanía popular en la construcción participada en las
ciencias sociales. Es decir, no en el resultado final, pulido y perfeccionista, sino en la textura y
el pulso, que muestran la viveza del proceso, su práctica"(Villasante, 1993 : 25).

Participación

La participación ha sido propuesta por teóricos de las ciencias humanas como mecanismo de
prevención y difuminación de los conflictos sociales. Desde la psicología "humanista" de los 50
a la nueva empresa toyotista, la participación consiste en la incorporación activa de los
implicados a un proyecto cuya dirección estratégica se encuentra definida de antemano.
Desde la IAP se considera ésto un simulacro de la verdadera participación (Gianoten, de Wit,
1991: 95). La participación no puede confundirse con una simple preocupación por encontrar el
apoyo reflexivo de los implicados para los objetivos de conocimiento e intervención delineados
por un dispositivo exterior a ellos. La IAP tiene cuidado de diferenciarse de todas aquellas
llamadas a la participación basadas en la asimilación acrítica de un marco global de partida con
el que se propone compromiso. La participación que reclama la IAP no es simple movilización,
sino recapitulación sobre el conjunto de procesos que condicionan la vida social de un colectivo
determinado con el objetivo de acometer una eventual modificación de los mismos.

Por supuesto, esto supone una específica relación entre los dirigentes y los dirigidos. En la IAP
los dirigentes tienen (a la manera del Estado revolucionario según Lenin) como primer objetivo
su desaparición, por lo que cada una de las fases -como veremos a continuación- no culmina
sin que se haya avanzado en la capacidad de autogestión de los colectivos sociales
implicados. En la IAP, la acción transforma al "enseñante" en facilitador y catalizador. Con el
último concepto se refiere a la inteligencia para provocar una reacción reflexiva en la
comunidad que se estudia, con el primero a la necesidad de ir proporcionando elementos de
reflexión y análisis a los implicados sin prefigurar totalitariamente los problemas de reflexión o
los objetivos de acción que los mismos elijan (Rahman, 1991: 27-28).

La concepción de la participación en la IAP debe evitar tanto el peligro elitista como la apuesta
por un diálogo oscurecido ante las desigualdades reales de los sujetos que entran en
comunicación. Frente al sueño vanguardista o el libertario-liberal, la IAP propone establecerse
en el espacio abierto por una contradicción sólo clausurable tendencial y temporalmente . En
palabras de Paulo Freire (1970: 108): "el hombre dialógico tiene fe en los hombre antes de
encontrarse frente a frente con ellos. Esta, sin embargo, no es una fe ingenua. El hombre
dialógico que es crítico sabe que el poder de hacer, de crear, de transformar, es un poder de
los hombres y sabe también que ellos pueden, enajenados en una situación concreta tener ese
poder disminuido. Esta posibilidad, sin embargo, en vez de matar en el hombre dialógico su fe
en los hombres se presenta ante él, por el contario como un desafío al cual puede responder.
Está convencido de que este poder de hacer y transformar, si bien negado en ciertas
situaciones, puede renacer. No gratuitamente sino en la lucha por su liberación".

La apuesta por una democracia participativa radical podría hacer a la IAP sospechosa de un
idealismo que desconoce las dificultades de concebir una sociedad compleja como un sujeto
que se autorregula a sí mismo. Huyendo de semejantes objetivos desaforados, uno de los
promotores centrales de la IAP, Orlando Fals Borda (1991: 12-13), ha insistido en la referencia
a una utopía realista ("un Estado con menos Locke y más Kropotkin") ajena tanto al socialismo
de Estado y la simplicidad ultraizquierdista como a la democracia de competencia entre
partidos del capitalismo tardío. La IAP parecería conectar, así, con algunos de los rasgos
distintivos del arsenal político configurado durante los años 70 y 80 de nuestro siglo por lo que
se denominó como nuevos movimientos sociales (ver entrada Movimientos populares y
conciencia social).

Redescubrimiento del saber popular

La existencia de una diferencia entre los lugares de extracción de conocimiento y los de su


utilización demuestra cómo las ciencias sociales se entreveran en prácticas de opresión. Las
exigencias de una reapropiación del conocimiento deriva de la vocación participacionista de la
IAP. Sin embargo, las llamadas a la rehabilitación del saber popular no tienen sólo el sentido de
proporcionar a los grupos sociales dominados capacidad para conocer las claves que rigen sus
vidas. Los defensores de la IAP buscan el desarrollo y la potenciación de los saberes que
configuran la vida cotidiana de las gentes. Desde la certeza, claro está, de que puede
rescatarse allí una riqueza sobre el mundo despreciada y minorada por los supuestos
hegemónicos acerca de la producción, la posesión y la aplicación del saber.

Esta cuestión se presta a confusión. La IAP se ha practicado, a menudo, en sociedades


excluidas de las sociedades capitalistas más desarrolladas, y las apelaciones al saber popular
están cargadas de cierta melancolía ensoñadora de la cultura campesina y del tipo de estrecha
experiencia simbólica característica de las estructuras comunitarias tradicionales. Por sensato
que pueda ser la dignificación de las culturas precapitalistas, late en todo ese tipo de
apelaciones cierto naturalismo ingenuo. Es cierto que la IAP requiere formas de agregación
popular con relaciones vitales distinguibles de la relación de maximización competitiva que
caracteriza nuestra vida cotidiana (Park, 1992: 168), pero sería un error teóricamente miope y
políticamente paralizante desechar a las sociedades occidentales como lugares donde resulta
posible desarrollar la IAP (Gaventa, 1991: 167-169).

Cabe entender la cuestión del saber popular desde ópticas menos proclives a las
idealizaciones de la cultura preindustrial. La primera es utilizar la noción de rescate del saber
popular como forma de discernir los elementos emancipatorios (inevitablemente compuestos
con otros opresivos) que penetran toda manifestación cultural humana, desde la curandería
popular al rap, desde el futbol a la exigencia por parte de los alumnos de clases magistrales.
Redescubrir el saber popular funcionaría así como un referente heurístico que exigiría a los
investigadores buscar las energías a catalizar en la propia existencia social de los grupos
oprimidos, evitando dejarse llevar por ese aristocratismo epistemológico con el que la izquierda
se hace elitista para esconder su miserable (y culpable) impotencia.

El rescate del saber popular podría revelar una exigencia doble para la IAP inspirable en el
materialismo de Walter Benjamin (Buck-Morss, 1995: 143, 236): la necesidad de partir de los
deseos y los conocimientos (a menudo inconscientes) sociohistóricos existentes para
conceptualizar cualquier proyecto (que si es de transformación, dirige a lo que no existe aún).
Esta necesidad debe acompañarse de otra; la de eliminar el modo en que el deseo popular
queda encapsulado por las formas opresivas y muertas en que se expone cotidianamente (la
necesidad de solidaridad se transmuta en tribalismo futbolístico o étnico, la de dignidad en
chulería desafiante...). El redescubrimiento del saber popular tendría entonces que ver con el
reencuentro con las capacidades individuales y colectivas, emotivas y cognitivas, adquiribles en
plurales procesos de socialización (también en los del capitalismo tardío), desde las cuales los
sujetos evalúan su experiencia social y a cuyo fardo cualquier propuesta de cambio social ha
de dirigirse para encontrar elementos de apoyo (Honneth, 1997) si no quiere elevarse sobre el
vacío (Sobre este tema consultar las entradas Ciencia social, conocimiento espontáneo y
sentido común, Discurso académico/discurso vulgar).

Cientificidad

El redescubrimiento del saber popular, las exigencias de un conocimiento ligado a las personas
que configuran su contexto de surgimiento, permite que la literatura de la IAP rehabilite ciertos
tópicos confusos sobre la ciencia popular en una curiosa composición de posmodernismo y
lyssenkismo. Ciertos teóricos de la IAP parecen utilizar la orientación antipositivista de la
filosofía de la ciencia dominante, para reclamarse de una ciencia alternativa al "monopolio
positivista presente (sic), al etnocentrismo de la ciencia occidental y a la tecnología de
destrucción" (Fals Borda, 1991: 197). De ahí se ha inferido que cada ciencia crea su mundo y
sus métodos de validación, con lo cual una ciencia orientada por un interés emancipatorio
podría disponer de estructuras de conocimiento y de formas de verdad distintas e
incompatibles a las de la ciencia positivista (Fals Borda, 1991: 13).

La introducción en la idea de una ciencia social crítica de reverberaciones de los luctuosos


sueños de una ciencia proletaria haría revolverse en su silla a alguien tan sobrio
epistemológicamente como Jürgen Habermas, inspiración básica de la IAP (1994: 178-180,
1990: 22). El abandono de controles epistemológicos basados en una cierta noción de
objetividad, deja sin valor cualquier práctica cognoscitiva orientada por una crítica de las
ideologías que, de hecho, organiza múltiples aportaciones relacionadas con la investigación-
acción (Kemmis y Mc Taggart, 1988). Esto haría al investigador defender en la teoría lo
contrario de lo que supone en la práctica, siempre conducida por un interés, implícito o
explícito, en la verdad.

Dejando a un lado la discusión sobre la teoría de los intereses del conocimiento, la solución
estriba en cambiar de tercio. El problema está mal planteado metiéndose en un terreno que
reaviva los peores traumas del movimiento emancipatorio en este siglo (Moreno, 1997). La IAP
necesita de la objetividad para que sus apuestas de transformación moral de la realidad
correspondan a tendencias y potencialidades reales de un momento histórico determinado.
Cuantos más controles ayuden a evitar la deformación del acercamiento pluridimensional de
los interesados a su propia realidad, tanto mejor para ellos y para sus proyectos
emancipatorios. La IAP no debe pretender ser una "nueva ciencia social", ni presumir de
aportar un presuntuoso conocimiento alternativo, aunque la selección de sus "objetos" (las
causas de la opresión) y la actividad de éstos (gobierno del saber por los propios interesados y
productores del mismo), tenga poco que ver con lo que sucede en los laboratorios científicos o
los gabinetes de investigación social dirigidos por el Estado o el Capital. La relación entre el
"sujeto" y los "objetos" es tan diferente en el ámbito de la IAP porque el suyo es el ideal de la
praxis y no el de la episteme, es decir, no el del control de una realidad fijada por relaciones
causa-efecto, sino el de la organización moral de una realidad para la que no hay más reglas
que el diálogo prudente entre seres humanos libres (Habermas, 1991: 50-86). Tal es el
imprescindible objetivo asintótico de toda actividad humana que, cuando se quiere
emancipatoria, pasa a descansar más sobre la filosofía moral y política que sobre sobre una
epistemología, sin la que, sin embargo, sería una simple rabieta sin base alguna.

c.- Aspectos metodológicos

Como hemos visto en el apartado anterior la IAP se articula diferenciadamente del método
científico convencional, ya sea instrumental o interactivo (Park, 1992 : 141-149) En este
sentido, el esquema metodológico o modo de organizar la investigación por el que se guían
tales perspectivas -generalmente lineal, mas o menos rígidamente pero muy estructurado,
diseñado desde arriba por los expertos- no puede ser válido para producir un tipo de
conocimiento que persigue ser crítico, reflexivo, colectivo, participado, emancipador. Pero aún
mas, la IAP no termina en la producción de conocimientos, sino que pretende actuar frente a
las realidades sociales, transformandolas desde el protagonismo de los actores: "no es una
preocupación principal la obtención de datos o la constatación de hechos de manera única y
excluyente... Lo prioritario es la dialéctica que se establece en los agentes sociales, entre unos
y otros, es decir la interacción continua entre reflexión y acción, ... una visión pragmática del
mundo social, donde lo fundamental es el diálogo constante con la realidad para intervenir en
su transformación" (Guerra, 1995).

Así pues, el hilo conductor de la IAP debe plantearse como un proceso cíclico de reflexión-
acción-reflexión, en el que se reestructura la relación entre conocer y hacer , entre sujeto y
objeto de manera que se vaya configurando y consolidando con cada paso la capacidad de
autogestión de los implicados.

Bajo esta perspectiva es imposible e inconveniente crear un modelo o esquema metodológico


cerrado, a modo de recetario, que nos vaya marcando el paso de lo que debemos hacer en
cada momento. Mas bien debemos plantear algunos criterios que nos hagan avanzar en la
creación de "un contexto investigativo mas abierto y procesual de modo que los propios
resultados de la investigación se reintroduzcan en el mismo proceso para profundizar en la
misma" (Villasante, 1994 ).

Algunas líneas clarificadoras que pueden orientar acerca de lo que requiere un proceso de IAP,
las encontramos en los diseños de experiencias concretas llevadas a cabo por distintos
investigadores ( Park, Villasante, López de Ceballos, entre otros), de las que presentamos aquí
un intento de síntesis.

- Etapa inicial

El problema a estudiar surge de la propia población implicada, aunque generalmente es


necesaria la actuación de un grupo promotor (asociación, agencia de desarrollo, equipos de
Trabajo Social ...) alrededor del cual se puedan reunir y tratar el problema. Se puede comenzar
con una reunión amplia de negociación e implicación de los promotores en la que se lanza la
idea del proyecto. Se produce así la toma de contacto de los investigadores con la comunidad y
con miembros significativos que puedan tomar parte activa.
Es el momento también en el que se debe abrir la investigación hacia sectores mas amplios
para realizar un autodiagnóstico, identificar el problema, delimitar su alcance, dimensionarlo.
Surgirán múltiples dificultades, muy especialmente, las que a menudo tendrán los propios
participantes para la expresión y definición del problema. Esta situación se puede desbloquear
mediante diversas técnicas o actividades facilitadoras como el teatro popular, audiovisuales,
entrevistas grupales, que además van creando espacios y perspectivas compartidas que
producen ya por si mismas reflexión. El investigador se convierte en un agente facilitador, en
un recurso técnico, dejando que actúen como organizadores las personas de la comunidad que
tienen sus propias formas y recursos organizativos. Estos se presentan así como
investigadores activos, como sujetos de la investigación, no como meros suministradores de
información.

- Estructuración de la IAP: negociar para construir el programa

En esta fase se pretende crear un esquema básico donde se recojan propuestas de actuación
concretas. Este debe responder al menos a tres objetivos (López de Ceballos, 1987: 72): ligar
la investigación a la acción; asegurar la coherencia entre lo que se busca y lo que se quiere
hacer; lograr un esquema de IAP sencillo, utilizable por grupos de base.

Hay que definir desde los grupos qué acciones se van a llevar a cabo y de qué manera. De
nuevo recurrimos a las reuniones con los sectores implicados para negociar cuales serán las
estrategias de actuación. Es importante no perder de vista que la finalidad principal es reforzar
las potencialidades del propio colectivo, tanto en el nivel del conocimiento como de la acción
(IOE, 1993). El investigador juega un papel importante en el sentido de poner a su disposición
diferentes técnicas de recogida, producción y análisis de información; de transmitir
herramientas de trabajo operativas de manera que resulten asequibles y fácilmente manejables
por los miembros de la comunidad. Es necesario entonces llevar a cabo un entrenamiento en
cuanto a la elaboración de cuestionarios, instrumentos, habilidades de quienes recogerán la
información, etc.

Asímismo, las técnicas a emplear también van a venir definidas por el tipo de análisis que
vayamos a realizar. Son válidas todas las que incluyan al sujeto y que no se escapen, como
hemos señalado, de los recursos técnicos y materiales de los implicados en la IAP. Son útiles
tanto las técnicas cuantitativas como las cualitativas; desde las encuestas hasta los grupos de
discusión, los documentos personales, bibliográficos, etc. No desdeñaremos ninguna técnica
siempre que esta pueda ser útil, y lo son especialmente todas las que facilitan la relación, el
intercambio, el diálogo, la participación, en definitiva la comunicación entre iguales. Se hace
énfasis en las que faciliten la aparición de los aspectos intersubjetivos de la relación entre
entrevistado y entrevistador. Eso si, hay que observar que no se utilicen técnicas que requieran
análisis estadísticos muy complejos puesto que entonces necesitaremos expertos externos,
generándose resultados difícilmente comprensibles por todos. Aún habiendo algún experto en
el grupo, esto conllevaría una especialización y una división del trabajo que podría crear
situaciones de dependencia y poder. En palabras de Park (1992:156): "este aspecto de la IAP
sirve para desmitificar la metodología de la investigación, y ponerla en manos de la gente para
que la usen como instrumento de adquisición de poder. Si obtiene éxito, la capacidad de
investigar científicamente los problemas de la comunidad se convierte en una característica
permanente de la misma que puede volver a ser usada una y otra vez sin necesidad de contar
con expertos".

En la IAP entonces, contrariamente a lo que sucede en las investigaciones convencionales, nos


encontramos con que el asunto de la validez depende de la empatía de los sujetos con el fin de
la investigación comprendiendo plenamente la intención de las preguntas y queriendo dar la
información necesaria de la mejor forma posible.

- Desarrollar y evaluar lo realizado

Poner en marcha las técnicas tiene una doble finalidad: por un lado facilitar información para
otros sobre hechos concretos, por otro, producir conocimientos interpersonales y
autoconocimiento (encuentros dialógicos, Park ). Pero para que verdaderamente se pueda dar
la participación es necesario que la información este constantemente circulando y en todas las
direcciones.

El análisis de los resultados de este proceso nos ayudarán a comprender mejor la naturaleza
de los problemas, pero como indicábamos mas arriba, ya están produciendo por sí mismos
acción, están generando temas para la reflexión colectiva (uso colectivo de los resultados o
vuelta de la información a la comunidad), ligando la investigación a la acción, el conocimiento y
la práctica.

En cualquier caso, a pesar de los intentos de sistematización o de captura que queramos hacer
proponiendo formulas, todo este camino se debe dibujar como algo mucho mas artesanal que
tecnológico. Villasante resume con un lema las aportaciones que la metodología de la IAP
debería hacer a las Ciencias Sociales : "sobre cómo los movimientos populares son
analizadores y generadores de metodologías para las ciencias sociales, y como no deberían
dejar que éstas degeneraran en técnicas que se automitifican, sino que deberían seguir como
prácticas que implican una episteme (desde, por y) para las soluciones operativas que
necesitan los sectores populares".(Villasante, 1994: 424).

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