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A mis hijos

Eva, Ezekiel y Greer,


con la esperanza de que ustedes
y su generació n
se inspirará n
en esta biografía.
INTRODUCCIÓN

PROFETA CONTRA LA ESCLAVITUD

El 19 de septiembre de 1738, Benjamin Lay entró dando pasos largos a un gran


encuentro de cuá queros en el local de culto de Burlington, Nueva Jersey, sede del
mayor evento de la Reunió n Anual de Filadelfia. Benjamin había viajado casi cuarenta
y ocho kiló metros a pie, como era su estilo, llegando cuatro días antes y subsistiendo
“ú nicamente con bellotas & duraznos”. Presidieron la asamblea John Kinsey,
secretario de la Reunió n Anual de Filadelfia, e Israel Pemberton Sr., secretario adjunto,
líderes de la Sociedad de Amigos de la regió n de Filadelfia y de la legislatura de
Pensilvania dominada por los cuá queros. Benjamin tenía un mensaje para ellos y, de
hecho, para todos los congregados.1
Benjamin inspeccionó la habitació n y se colocó en un lugar visible. Traía puesto
un amplio abrigo que ocultaba un uniforme militar y una espada de sus compañ eros
cuá queros, quienes en 1660 habían acogido el “testimonio de la paz”, rechazando
todas las armas y la guerra. Debajo de su abrigo llevaba un libro hueco con un
compartimento secreto en el que había metido una vejiga de animal anudada llena de
jugo de bayas de un color rojo brillante. Puesto que los cuá queros no tenían un pastor
formal ni una ceremonia en la iglesia, las personas hablaban cuando el espíritu las
inspiraba. Benjamin, un hombre de espíritu puro e ingobernable, esperó su turno.
Finalmente se levantó para dirigirse a esa reunió n de “cuá queros de peso”,
muchos de los cuales poseían esclavos africanos. Los cuá queros de Pensilvania y
Nueva Jersey se habían enriquecido con el comercio del Atlá ntico y muchos habían
comprado propiedades humanas. A ellos, Benjamin les reveló una escalofriante
profecía. Anunció con una voz estruendosa que Dios Todopoderoso respeta a todas las
personas por igual, ricas y pobres, hombres y mujeres, blancas y negras. Explicó que la
esclavitud era el mayor pecado del mundo y preguntó , ¿có mo puede un pueblo que
profesa la Regla de Oro tener esclavos? Se quitó entonces su enorme abrigo, revelando
a sus ató nitos correligionarios la vestimenta militar, la espada y el libro. Un murmullo
colectivo llenó la sala. En un crescendo de emoció n en aumento, el profeta vociferó su
sentencia: “Así, Dios derramará la sangre de aquellos que esclavizan a sus
semejantes...” Sacó la espada, levantó el libro sobre su cabeza y lo atravesó con
aquélla. Los presentes emitieron un grito de asombro cuando el líquido rojo chorreó
por su brazo; varias mujeres se desmayaron. Para sorpresa de todos, Benjamin salpicó
“sangre” sobre las cabezas y cuerpos de los dueñ os de esclavos, profetizando un
futuro oscuro y violento: los cuá queros que no hicieran caso del llamado del profeta
debían esperar una muerte física, moral y espiritual.
La sala estalló en un caos, pero Benjamin se quedó quieto y en silencio, “como
una estatua”, señ aló Kinsey. Varios cuá queros rodearon rá pidamente al soldado
armado de Dios, lo alzaron y lo sacaron cargando del edificio. Benjamin no opuso
resistencia. Pero ya había dejado en claro su postura. Mientras los cuá queros tuvieran
esclavos, las cosas no serían “como de costumbre” si él podía evitarlo. Sus hermanos y
hermanas habían hecho las paces con el diablo, así que él utilizó su cuerpo para
perturbar sus rutinas hipó critas y piadosas.
Esta espectacular performance profética fue un momento de teatro de guerrilla
entre muchos. Benjamin dramatizó en repetidas ocasiones lo que estaba mal tanto en
la Sociedad de Amigos como en el mundo en general. Durante un cuarto de siglo
despotricó contra la esclavitud en reuniones cuá queras, en una tras otra, en Filadelfia
y sus alrededores, enfrentando a los dueñ os y comerciantes de esclavos con una furia
salvaje nada cuá quera. Cada que interpretaba teatro de guerrilla, sus compañ eros
cuá queros lo echaban por la fuerza como a un “agitador” o “persona trastornada”, así
como habían hecho en Burlington. É l no luchó contra el desalojo, pero volvió , una y
otra vez, sin dejarse intimidar o, mejor dicho, má s decidido que nunca. Comenzó a
representar su teatro de indignació n apocalíptica en lugares pú blicos, incluyendo las
calles de la ciudad y los mercados. Se rehusó a ser amedrentado por los ricos y
poderosos mientras decía sin reservas lo que pensaba. Practicó lo que los antiguos
griegos llamaban parresia, una forma de hablar libre y audaz que requería coraje ante
el peligro. Insistía en la absoluta depravació n y pecaminosidad de los “Ladrones de
hombres”, que eran, en su opinió n, el engendro literal de Sataná s. Consideraba como
su deber divino exponerlos y expulsarlos. Sus métodos de confrontació n hacían que la
gente hablara: acerca de él, de sus ideas, de la naturaleza del cuaquerismo y del
cristianismo, y, sobre todo, de la esclavitud. Su primer bió grafo, Benjamin Rush
(médico, reformista, abolicionista y firmante de la Declaració n de Independencia),
señ aló que “hubo un tiempo en que el nombre de este célebre filó sofo cristiano [...] era
conocido por todos los hombres, mujeres y casi todos los niñ os de Pensilvania”. Ya
fuera a favor o en contra, todos contaban historias sobre Benjamin Lay. 2
El faná tico llevó su activismo a la imprenta publicando en 1738 uno de los
primeros libros del mundo que exigía la abolició n de la esclavitud: Todos los
esclavistas que mantienen a los inocentes en la esclavitud son apóstatas. Benjamin creía
que todas las personas esclavizadas eran inocentes, por lo que pedía que fueran
emancipadas inmediata e incondicionalmente, sin compensació n para los dueñ os de
esclavos. É stos habían transgredido las creencias fundamentales del cuaquerismo en
particular y del cristianismo en general: deberían ser expulsados de la Iglesia.
Benjamin escribió su libro en una época en la que para mucha gente alrededor del
mundo la esclavitud parecía algo tan natural e inmutable como el sol, la luna y las
estrellas en los cielos. Nadie había tomado nunca una postura tan militante,
intransigente y universal contra la esclavitud en el papel o en la acció n. Benjamin
exigía libertad ahora.
Quizá porque tenía poca educació n, Benjamin ignoró las convenciones al
escribir su libro, que resultó en una lectura extrañ a —en aquel entonces y desde
entonces—, pero que es un verdadero tesoro oculto para un historiador: una mezcla
entre autobiografía; polémica bíblica profética contra la esclavitud; un libro comú n en
el que incluyó escritos de otros, así como sus propios pensamientos acerca de una
variedad de temas; inquietantes y surrealistas descripciones de la esclavitud en
Barbados; una bibliografía comentada de lo que leyó , y un relato grá fico y mordaz
sobre sus propias luchas contra los dueñ os de esclavos en la comunidad cuá quera. Es
un texto fundacional del antiesclavismo del Atlá ntico.3
Benjamin sabía que Kinsey, Pemberton y los otros miembros del Consejo
Cuá quero de Supervisores, quienes controlaban todas las publicaciones, jamá s
aprobarían el libro. La mayoría de ellos poseía esclavos. Así que fue directamente con
su amigo, el impresor Benjamin Franklin, y le pidió que lo publicara. Cuando éste vio
un confuso revoltijo de pá ginas en una caja, expresó su perplejidad sobre có mo
proceder. Lay respondió : “Imprime primero cualquier parte que te placiere” (reú ne
los materiales en el orden que quieras). Má s tarde, un lector exasperado señ alaría lo
siguiente respecto a las diferentes partes del libro: “La cabeza podría servir para la
cola, y la cola para el cuerpo, y el cuerpo para la cabeza, cualquier extremo para el
medio, y el medio para cualquier extremo; no, si pudieras ponerlos del revés, como un
guante, no serían peores para la operació n”. (Lay fue uno de los primeros
posmodernistas del mundo.) Franklin aceptó publicar la resonante diatriba contra la
esclavitud sabiendo perfectamente que los adinerados cuá queros atacados en ella
bramarían en protesta. Discretamente dejó fuera de la pá gina de presentació n el
nombre del impresor.4
Parte del teatro de guerrilla de Benjamin era la distintiva apariencia física de él.
Era un enano o “persona pequeñ a” de poco má s de un metro de altura. También lo
llamaban “jorobado”, lo que significa que sufría de una sobrecurvatura de las
vértebras torá cicas, una condició n médica llamada cifosis. Segú n un colega cuá quero:

Su cabeza era grande en proporció n a su cuerpo; los rasgos de su rostro eran


extraordinarios y estaban delineados con osadía, y su semblante era solemne y
benévolo. Era jorobado, con un pecho prominente debajo del cual su cuerpo se
volvía má s contraído. Sus piernas eran tan delgadas que parecían casi no aptas
para el propó sito de sostenerlo, diminutas como lo era su cuerpo en comparació n
con el tamañ o normal de la estatura humana. El há bito que había adquirido de
estar de pie en una postura torcida, con una mano apoyada en su cadera
izquierda, se sumaba al efecto que producía una larga barba blanca que por
muchos añ os no había sido rasurada, contribuyendo a hacer que su figura fuera
perfectamente ú nica.5

La esposa de Benjamin, Sarah, también era una “persona pequeñ a”, lo que provocó
que los esclavos africanos de Barbados comentaran con encantado asombro: “Ese
pequeñ o hombre backarar [blanco] va por todo el mundo para ver [buscar] a esa
mujer backarar para sí mismo”. No obstante, Sarah era má s que una simple ayuda; era
una abolicionista de principios por derecho propio. Benjamin era, por definició n,
“discapacitado” o minusvá lido, mas no he encontrado ninguna evidencia de que se
considerara a sí mismo disminuido en modo alguno, ni de que su cuerpo le impidiera
hacer cualquier cosa que quisiera hacer. Se llamaba a sí mismo “pequeñ o Benjamin”,
pero también se comparaba con el “pequeñ o David” que mató a Goliat. No le faltaba
confianza en sí mismo o en sus ideas.6

Benjamin Lay es poco conocido entre historiadores. Aparece de vez en cuando en


historias de abolició n, normalmente como una figura menor y colorida de sospechosa
cordura. En el siglo XIX se le consideraba como “enfermo” en su intelecto, y má s tarde
como alguien “con la cabeza rota”, es decir, loco. Esta imagen ha persistido en gran
medida en las historias modernas. De hecho, David Brion Davis, un destacado
historiador del abolicionismo, llamó condescendientemente a Benjamin un “pequeñ o
jorobado” mentalmente perturbado y obsesivo. Lay ha recibido un mejor trato por
parte de historiadores cuá queros aficionados, quienes lo incluyen en su panteó n de
santos antiesclavistas, así como de los muchos y excelentes historiadores
profesionales del cuaquerismo. Es casi totalmente desconocido para el pú blico en
general.7
Benjamin era mejor conocido entre los abolicionistas que entre sus
historiadores posteriores. El revolucionario francés Jacques Pierre Brissot de Warville
reunió historias sobre él casi tres décadas después de su muerte, durante una visita a
Estados Unidos en 1788. Brissot escribió que Benjamin era “sencillo en su vestimenta
y animado en su discurso; enardecía al hablar de la esclavitud”. En este sentido, Lay se
adelantó por un siglo al líder abolicionista William Lloyd Garrison, quien también
“enardecía” respecto a la esclavitud humana. Cuando Thomas Clarkson escribió la
historia del movimiento que abolió el comercio de esclavos en Gran Bretañ a en 1808,
un momento de triunfo para ese país, dio crédito a Benjamin por haber “despertado la
atenció n de muchos a la causa”. Lay poseía “una comprensió n cabal y una gran
integridad”, pero era “peculiar” y “excéntrico”. Desde el punto de vista de Clarkson,
había quedado “perturbado” por las crueldades que observó en Barbados entre 1718
y 1720. Cuando Clarkson dibujó su famosa genealogía grá fica del movimiento, un
mapa ribereñ o de la abolició n, nombró a un importante afluente “Benjamin Lay”. Al
otro lado del Atlá ntico, en las décadas de 1830 y 1840, má s de setenta añ os después
de la muerte de Lay, los abolicionistas estadounidenses Benjamin Lundy y Lydia Maria
Child lo redescubrieron, volvieron a publicar su biografía, reimprimieron un grabado
de él y renovaron su memoria dentro del movimiento.8
Benjamin no es el típico sujeto selecto de la biografía. Tenía antecedentes
humildes y fue pobre la mayor parte de su vida, por ocupació n y por elecció n. Vivía,
segú n explicó , por “el Trabajo de mis Manos”. También fue considerado un filó sofo en
su época, parecido al antiguo griego Dió genes, el exesclavo conocido por decir la
verdad ante el poder. (Rechazó la nacionalidad griega e insistió en que era, má s bien,
“un ciudadano del mundo”.) Benjamin vivió una vida itinerante y remota en Inglaterra,
Barbados, Pensilvania y, en el ínterin, en alta mar, todo lo cual moldeó su pensamiento
cosmopolita. A diferencia de la mayoría de la gente pobre, dejó un registro sin
mediaciones de sus ideas.9
Somos excepcionalmente afortunados de contar con tres conjuntos distintos de
evidencias con los que escribir la historia intelectual de Benjamin “desde abajo”. El
primero es su propio libro, Todos los esclavistas que mantienen a los inocentes en la
esclavitud son apóstatas, un rico y notable volumen de pruebas en cualquier medida.
La segunda serie de fuentes son los registros cuá queros generados en Colchester,
Londres, Filadelfia y Abington, los lugares donde Benjamin vivió y practicó su doctrina
religiosa. Tras las reformas de George Fox en las décadas de 1660 y 1670, las
congregaciones cuá queras se convirtieron en cuidadosas guardianas de registros, en
parte para disciplinar a los espíritus recalcitrantes como Benjamin. La tercera
colecció n de registros surgió del teatro de guerrilla de Lay, el cual generó un sinfín de
historias. Algunas de ellas fueron publicadas en perió dicos luego de que éste murió . A
principios del siglo XIX, el segundo bió grafo de Benjamin, el filá ntropo cuá quero
Roberts Vaux, entrevistó a cuá queros ancianos que habían conocido a Lay. Nacidos a
comienzos de la década de 1730, se habían encontrado con Benjamin cuando eran
unos niñ os, adolescentes o jó venes adultos. Con esta inusual combinació n de fuentes
podemos explorar en detalle los pensamientos y acciones de alguien que, con clara y
astuta clarividencia, supo ver que la esclavitud tenía que ser abolida.10
El radicalismo de Benjamin era una cuerda de cinco hebras: era cuá quero,
filó sofo, marinero, abolicionista y plebeyo. Como libre pensador recurrió a una amplia
variedad de libros y tradiciones intelectuales, combiná ndolos creativamente para
servir a sus propios valores y propó sitos. Era, ante todo, un radical del antinomismo,
alguien que creía que la salvació n podía alcanzarse só lo por la gracia y que una
conexió n directa con Dios colocaba al creyente por encima de la ley hecha por el
hombre. Tomado del griego, el antinomismo, que significa “contra toda autoridad”,
surgió en el ardor de la revolució n y la guerra civil en Inglaterra. Como escribió en
1647 el heresió logo Ephraim Pagitt sobre los radicales religiosos como los Cavadores,
los Niveladores y los Buscadores: “Los Antinomianos son llamados así [...] porque
harían que la Ley fuera abolida”. Ofrecieron una profunda crítica del poder en todas
sus formas en un “mundo trastornado”, como llamó Christopher Hill a la era
revolucionaria. Contra las instituciones, el Estado y todas las “formas externas”, la
conciencia reinaba suprema. Benjamin era, en resumidas cuentas, un espíritu libre. El
antinomismo era la base de su pensamiento.11
Benjamin combinó el cuaquerismo con el abolicionismo y otras ideas y
prá cticas radicales que no eran comunes en su época y que rara vez se pensó que
estuvieran relacionadas: el vegetarianismo, los derechos de los animales, la oposició n
a la pena de muerte, el ecologismo y la política de consumo. Vivió en una cueva
durante el ú ltimo tercio de su vida, cultivó su comida e hizo su propia ropa. Para
Benjamin, estas creencias y prá cticas formaban parte de una visió n del mundo
consecuente, integral y ética que podía salvar a un planeta que necesitaba
desesperadamente ser salvado. Demostró que mú ltiples formas y tradiciones del
radicalismo podían ser parte de la misma conciencia. Creía que la abolició n debía ser
el fundamento de una revalorizació n revolucionaria de toda la vida, partiendo de la
premisa de un rechazo de los valores capitalistas del mercado. Benjamin Lay fue, en
varios sentidos, un hombre curiosamente moderno cuya historia nunca ha sido
completa o adecuadamente contada. É l es un radical para nuestro tiempo.

Tras el éxito de numerosos movimientos de abolició n, ahora que casi todo el mundo
está de acuerdo en que la esclavitud era y sigue siendo moralmente erró nea, no es
fá cil recuperar la profunda hostilidad a la que se enfrentó Benjamin por adoptar
creencias antiesclavistas a principios del siglo XVIII. El propio Lay se percató de có mo
la gente se enfurecía al escucharlo hablar en contra de la esclavitud. Lo ridiculizaban,
lo interrumpían, se reían de él. Muchos lo desestimaron al considerarlo un deficiente
mental y, de alguna manera, trastornado porque se oponía al profundo “sentido
comú n” de la época. El desprecio se basaba en el interés econó mico y en el prejuicio
racial, pero también en los prejuicios contra él como persona pequeñ a. Cada uno
fortalecía al otro en crueldad y rencor.
Los esfuerzos por recordar la enemistad que sufrió Benjamin comenzaron
después de su muerte. Un abolicionista de Nueva Jersey que escribió bajo el
seudó nimo de “Armintor” señ aló en 1774 cuá n pocos eran los defensores que, desde
el principio, se atrevieron a hablar en nombre de los africanos, “esta pobre parte
oprimida de la creació n”. Destacó al “despreciado Benjamin Lay” como el “principal”
entre ellos. La cuá quera Ann Emlen, esposa del abolicionista Warner Mifflin, apuntó
en 1785 que las formas de confrontació n de Benjamin en las reuniones se toparon con
una fuerte resistencia por parte de los Amigos, a pesar de que él decía “la verdad”
sobre la esclavitud.12
Roberts Vaux hizo de la respuesta hostil a Benjamin un tema central de su
biografía, publicada en 1815. De hecho, escribió su memorial contra la represió n que
había opacado y mancillado la memoria del activista. Al ser él mismo un filá ntropo y
abolicionista, Vaux procuró dejar las cosas claras entre sus compañ eros cuá queros y el
pú blico en general. Utilizó palabras fuertes para describir de manera precisa lo que
Benjamin había tenido que encarar al atestiguar contra la bestia de la esclavitud:
oposició n, antipatía, prejuicios, escarnio, hostilidad, intolerancia, persecució n,
opresió n y violencia. Vaux señ aló que Lay se enfrentó a “una vigorosa oposició n de los
cuatro costados” y se encontró a sí mismo como “un combatiente casi solitario en un
campo donde el prejuicio y la avaricia [...] habían dirigido sus fuerzas conjuntas contra
él”. La respuesta de sus compañ eros cuá queros en particular fue “tan general y tan
intensa” que fue suficiente “para volver loco a un sabio”. Benjamin fue, en 1738, el
ú ltimo cuá quero repudiado por protestas contra la esclavitud. Los cuá queros
tardarían otros veinte añ os en estar de acuerdo incluso con la posibilidad de rechazar
a un miembro por trata de esclavos, y otros dieciocho añ os má s para empezar a
excomulgar a los dueñ os de éstos. No fue fá cil estar tan adelantado a su tiempo.13
El abolicionista y filá ntropo cuá quero Roberts Vaux fue el segundo bió grafo de Lay,
publicando The Memoirs of the Lives of Benjamin Lay and Ralph Sandiford, Two of the Earliest
Public Advocates for the Emancipation of the Enslaved Africans (Las memorias de las vidas de
Benjamin Lay y Ralph Sandiford, dos de los primeros defensores públicos de la emancipación de
los africanos esclavizados) en 1815.

Los prejuicios se convirtieron en represió n. Los compañ eros cuá queros no só lo


denunciaron el libro de Benjamin sobre la esclavitud, sino que también le negaron el
derecho a hablar sobre el tema en sus reuniones. Como John Kinsey dejó claro en
1737, los líderes de la Junta Mensual de Filadelfia objetaron có mo Benjamin
“presumía de predicar” en las “Reuniones pú blicas”. Conocidos alguna vez por su
“predicació n mecá nica” abierta al pú blico, ahora los Amigos decidieron que “no
podían aprobar su Ministerio”. Simplemente no soportaban escuchar lo que Lay
decía.14
Los activistas contra la esclavitud que precedieron a Benjamin no siempre
pudieron aguantar la presió n. Segú n el cuá quero John Forman, el colega de Lay, John
Farmer, de Essex, dejó “un testimonio muy poderoso contra la opresió n del pueblo
negro” entre 1717 y 1718. Después de que Farmer se dirigió a una congregació n
cuá quera en Filadelfia, “un gran hombre que tenía negros [...] se levantó y deseó a los
Amigos que consideraran a ese hombre como un enemigo declarado del país”. Otros
Amigos se pusieron del lado del gran hombre y juntos forzaron a Farmer a “hacer algo
como un reconocimiento” de que se había equivocado. Este evento tuvo un efecto
desalentador: “hundió ” a Farmer y lo hizo “desistir de su don” de ministerio. Nunca
regresó a Inglaterra. En su lecho de muerte se declaró “tranquilo” respecto a todo en
su vida excepto haber “renunciado a su testimonio en aquella época y de esa
manera”.15
Benjamin recibió una mayor presió n durante un período de tiempo má s largo y
un escarnio adicional por ser una persona pequeñ a, pero nunca se acobardó , cedió ,
flaqueó o se retractó . Al mismo tiempo, su determinació n y su convicció n lo volvían
una persona problemá tica y difícil, por decir lo menos. Era afectuoso con sus amigos,
pero podía ser un santo terror para aquellos que no estaban de acuerdo con él. Era
agresivo y conflictivo. Era terco, nunca estaba dispuesto a admitir un error. Su
conexió n antinomiana directa con Dios lo hizo tener pretensiones de superioridad
moral y ser a veces intolerante. Cuanta má s resistencia encontraba, o, como él lo
entendía, cuanto má s ponía Dios a prueba su fe, má s convencido estaba de tener la
razó n. Tenía motivos tanto sagrados como egoístas para ser como era. Estaba seguro
de que estos atributos eran esenciales para derrotar al profundo mal de la esclavitud.
La animadversió n expresada hacia Benjamin en Barbados y Pensilvania
provenía tanto de arriba como de abajo, de líderes políticos y religiosos como Kinsey y
de gente comú n, todos los cuales apoyaban la institució n de la esclavitud de una u otra
manera. Para hacer hincapié en esto, Vaux citó al gran poeta lírico de Roma, Horacio,
lo cual Benjamin sin duda habría aprobado, ya que amaba a los escritores de la
Antigü edad:
Al hombre justo y tenaz en sus propósitos
no le moverán de su firme voluntad
ni la exaltación de los malos deseos de la multitud,
ni el fiero rostro de un tirano amenazador.

Se necesitó fortaleza y coraje para hacer frente al tipo de oposició n que encaró
Benjamin durante los ú ltimos cuarenta añ os de su vida. Afortunadamente para él y
para la posteridad, esas virtudes nunca escasearon. Lay demostró el poder de decir no
a la esclavitud. Su vida es una historia de osadía en esa causa.16
1
É ste y los siguientes tres pá rrafos está n basados en las cuatro narraciones que constituyen las fuentes principales
de la actuació n de Lay en la reunió n de Burlington: una nota de John Kinsey con fecha del 19 de septiembre de 1738,
Actas de la RAF, 1681–1746, MRPh469, BHA-BSC; una entrevista con John Forman, 1785, en Hunt, “Notices of Lay”,
274–76; Rush, “Account”, y Vaux, Memoirs. La reunió n anual era la má s alta en la jerarquía de las asambleas
cuá queras, que ascendían de preparativas a mensuales, trimestrales y anuales, cada una encaminando a los
miembros y representantes a la anual. La mayoría de los asuntos se trataban en las reuniones mensuales,
normalmente una para los hombres y otra para las mujeres: se impartía disciplina, se otorgaban certificados de viaje
y se evaluaban propuestas de matrimonio. Las reuniones trimestrales y anuales, que se llevaban a cabo cuatro veces
y una vez al añ o, como su nombre lo indica, se ocupaban de las cuestiones normativas de mayor envergadura.
2
Rush, “Account”. Mario Caricchio se refiere a las “espectaculares representaciones proféticas” del ranter Abiezer
Coppe durante la Revolució n inglesa. Véase sus “News from the New Jerusalem: Giles Calvert and the Radical
Experience”, en Varieties of Seventeenth- and Early Eighteenth-Century Radicalism in Context, ed. de Ariel Hessayon y
David Finnegan (Farnham, Surrey, Reino Unido: Ashgate, 2011), 71.
3
Lay, Todos los esclavistas. No está claro por qué en la portada la fecha de publicació n aparece como 1737, cuando
varias entradas en el libro está n fechadas en 1738. Ademá s, Lay sacó un aviso en el American Weekly Mercury para
anunciar la reciente aparició n del libro el 24 de agosto de 1738.
4
Semi-Weekly Eagle, 16 de julio de 1849 (Brattleboro, VT). Jean R. Soderlund ha demostrado que, entre 1731 y 1751,
dos tercios de los miembros del Consejo de Supervisores poseían esclavos. Véase su Quakers and Slavery: A Divided
Spirit (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1985), 34.
5
Rush, “Account”; Vaux, Memoirs, 20–21. La estimació n de Rush de la altura de Lay (“no mucho má s de cuatro pies”)
es preferible a la de Vaux (“cuatro pies y siete pulgadas de altura”) porque el primero reunió informació n veinticinco
añ os antes, cuando muchas má s personas que habían conocido a Benjamin aú n estaban vivas. También cabe señ alar
que Benjamin puede haber utilizado su pequeñ a estatura para promover sus ideas. Christopher Hill escribió que,
durante la Revolució n inglesa, muchos radicales “exageraron deliberadamente sus excentricidades con el fin de
obtener una audiencia”. Esto fue especialmente cierto en el caso de muchos de los primeros cuá queros. Véase
Christopher Hill, The World Turned Upside Down: Radical Ideas in the English Revolution (orig. publ. en 1972;
Harmondsworth, Reino Unido: Penguin, 1984), 16.
6
Lay, Todos los esclavistas, 38. Este estudio de la vida de Lay busca contribuir al relativamente nuevo y cada vez má s
amplio campo de la historia conocido como estudios sobre discapacidad. Para una perspectiva general y un resumen,
véase Kim E. Nielsen, A Disability History of the United States (Boston: Beacon Press, 2014). Ver también Nathaniel
Smith Kogan, “Aberrations in the Body and in the Body Politic: The Eighteenth-Century Life of Benjamin Lay,
Disabled Abolitionist”, Disability Studies Quarterly 36 (2016), http://dsq-sds.org/article/view/5135/4410
7
Citas: Vaux, Memoirs, 24; Semi-Weekly Eagle, 16 de julio de 1849; David Brion Davis, The Problem of Slavery in
Western Culture (Ithaca, NY: Cornell University Press, 1966), 324. Véase también Hunt, “Notices of Lay”; C. Brightwen
Rountree, “Benjamin Lay (1681–1759)”, Journal of the Friends Historical Society 33 (1936): 3–19; Thomas E. Drake,
Quakers and Slavery in America (Gloucester, MA: Peter Smith, 1950), 44–48. Entre los mejores trabajos sobre los
cuá queros y la esclavitud está n Soderlund, Quakers and Slavery; Thomas P. Slaughter, The Beautiful Soul of John
Woolman, Apostle of Abolition (Nueva York: Hill and Wang, 2009); Maurice Jackson, Let This Voice Be Heard: Anthony
Benezet, Father of Atlantic Abolitionism (Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 2010); Geoffrey Plank, John
Woolman’s Path to the Peaceable Kingdom: A Quaker in the British Empire (Filadelfia: University of Pennsylvania
Press, 2012); y Brycchan Carey, From Peace to Freedom: Quaker Rhetoric and the Birth of American Anti-Slavery,
1657–1761 (New Haven, CT: Yale University Press, 2012). Cabe mencionar también tres importantes compilaciones
de ensayos: Richard Newman y James Mueller (eds.), Antislavery and Abolition in Philadelphia: Emancipation and the
Long Struggle for Racial Justice on the City of Brotherly Love (Baton Rouge: Louisiana State University Press, 2011);
Brycchan Carey y Geoffrey Plank (eds.), Quakers and Abolition (Urbana: University of Illinois Press, 2014); y Maurice
Jackson y Susan Kozel (eds.), Quakers and Their Allies in the Abolitionist Cause, 1754–1808 (Londres: Routledge,
2015).
8
J. P. Brissot de Warville, New Travels in the United States of America, performed in 1788 (Dublín: W. Corbet, 1792),
267; Thomas Clarkson, The History of the Rise, Progress, and Accomplishment of the Abolition of the African Slave-
Trade, by the British Parliament (Londres, 1808), 84–85; [Benjamin Lundy], “Biographical Sketches: Benjamin Lay”,
Genius of Universal Emancipation, A Monthly Periodical Work Containing Original Essays, Documents, and Facts
Relative to the Subject of African Slavery 1 (1830): 38–40; Child, Memoir. Acerca de Garrison, ver Henry Mayer, All on
Fire: William Lloyd Garrison and the Abolition of Slavery (Nueva York: W. W. Norton, 2008). Tres historias notables
del movimiento abolicionista en Gran Bretañ a y Estados Unidos son Adam Hochschild, Bury the Chains: Prophets and
Rebels in the Fight to Free an Empire’s Slaves (Boston: Houghton Mifflin, 2005); Christopher Leslie Brown, Moral
Capital: Foundations of British Abolitionism (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2006); y Manisha Sinha,
The Slave’s Cause: A History of Abolition (New Haven, CT: Yale University Press, 2016).
9
Lay, Todos los esclavistas, 151. Algunas “biografías desde abajo” ejemplares han sido escritas por Carlo Ginzburg,
The Cheese and the Worms: The Cosmos of a Sixteenth-Century Miller (Baltimore: Johns Hopkins University Press,
1976); Natalie Zemon Davis, Women on the Margins: Three Seventeenth-Century Lives (Cambridge, MA: Harvard
University Press, 1997); Natalie Zemon Davis, Trickster Travels: A Sixteenth-Century Muslim Between Worlds (Nueva
York: Hill and Wang, 2007); Alfred F. Young, The Shoemaker and the Tea Party: Memory and the American Revolution
(Boston: Beacon Press, 2000); y Linda Colley, The Ordeal of Elizabeth Marsh: A Woman in World History (Nueva York:
Pantheon, 2007).
10
Vaux entrevistó a diez personas con una edad promedio de 82 añ os. Véase Memoirs, viii. Puede consultarse el
capítulo 1 para las reformas de Fox.
11
Ephraim Pagitt, Heresiography, or, A Description of the Hereticks and Sectaries of these latter Times (Londres, 1647);
Hill, The World Turned Upside Down; Christopher Hill, “Antinomianism in 17th-Century England”, en sus Collected
Essays of Christopher Hill, vol. II, Religion and Politics in 17th-Century England (Amherst: University of Massachusetts
Press, 1986), 179. Frederick B. Tolles afirmó erró neamente que para 1739 “no quedaba ningú n rastro” de
antinomismo en el cuaquerismo. Véase sus “Quietism Versus Enthusiasm: The Philadelphia Quakers and the Great
Awakening”, Pennsylvania Magazine of History and Biography 69 (1945): 27.
12
Pennsylvania Packet, 7 de febrero de 1774; Ann Emlen a John Pemberton, 15.1.1785, Pemberton Family Papers,
vol. 42, 162, SHP. Agradezco a Gary B. Nash por la referencia a Emlen.
13
Vaux, Memoirs, v, vi, 20, 22, 25.
14
Reunió n del 24.iv.1737, Actas de la JMF 1715–1744, MRPh383, fo. 285–86, BHA-BSC. Véanse los capítulos 2 y 3
para relatos de los repudios a Benjamin en varias reuniones cuá queras.
15
Hunt, “Notices of Lay”, 274.
16
É sta es la versió n original en latín del poema citado por Vaux (18): “Justum, et tenacem propositi virum, / Non
civium ardor prava jubentium / Non vultus instantis tyranni / Mente quatit solida”.

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