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lectora INTRODUCCIÓN
En este módulo veremos que la comprensión lectora es también un acto de comunicación. Se establecerá además
cómo en la enseñanza de la comprensión resulta esencial el desarrollo de información previa en diferentes
niveles, para favorecer la interacción entre el lector y el texto, siempre que se trabaje dentro del marco del género
discursivo en que se inscriben los textos.
En la segunda unidad se reflexionará acerca de tres temas recurrentes al hablar de la enseñanza de la comprensión
lectora: el trabajo con el vocabulario, el reconocimiento de ideas principales e información accesoria, y la práctica del
resumen.
Respecto del primero, se insiste en la necesidad de saber los significados de las palabras para comprender un texto.
En la escuela, la enseñanza del vocabulario debe centrarse, básicamente, en el logro de dos metas fundamentales:
incorporación de un repertorio léxico que pueda ser inmediatamente reconocido, en relación con la información previa
de la que se dispone, y la enseñanza de estrategias para que el alumno pueda determinar de manera autónoma el
significado de palabras desconocidas.
Por su parte, la búsqueda de ideas principales se plantea en estrecha relación con el resumen, ya que constituye una
de las tareas inherentes a la actividad de resumir. Además, debe trabajarse junto con otras habilidades de
comprensión que suponen operaciones tales como categorizar, identificar palabras clave, esquematizar, entre otras.
Objetivos
SITUACIÓN DE APRENDIZAJE
El equipo directivo del colegio San Martín de Porres tiene mucho interés por conocer el nivel de comprensión lectora
de sus alumnos y ha decidido verificar el nivel lector en los grupos que finalizan cada ciclo educativo.
Se ha detectado que el nivel de comprensión lectora es muy bajo y plantean a todo el grupo de profesores un plan
de mejora para desarrollar las competencias lectoras.
1
UNIDAD 1: LA COMPRENSIÓN LECTORA
COMO ACTO DE COMUNICACIÓN
El lector competente es aquel que puede operar con la información de un texto para llegar a comprender su significado
en diferentes niveles. Puede hacerlo porque cuenta con una serie de conocimientos, estrategias y metaestrategias (o
estrategias de autorregulación) que pone en juego a partir de los propósitos que guían su lectura.
Al leer un texto, los lectores se sitúan en uno de los polos de la comunicación entre autor y lector: el del receptor. Sólo
que en este caso se trata de una comunicación distinta de las que tienen lugar cara a cara; por varios motivos, entre
ellos que durante la lectura, los lectores no interactúan directamente con el emisor sino a través del texto.
En el siguiente cuadro se pueden apreciar las diferencias contextuales entre los códigos oral y escrito.
Por otra parte, la comunicación cara a cara permite el intercambio de los roles discursivos: los receptores se
convierten alternativamente en emisores, y así, los enunciados que constituyen un texto conversacional pueden
interpretarse como respuestas a (o continuación de) otros anteriores. Y aun más allá de estas formas de
retroalimentación, en este tipo de interacciones intervienen también variadas formas extralingüísticas de
reforzamiento del sentido (gestos, tonos, redundancias, etc.) de las que, indudablemente, no pueden valerse los
lectores de un escrito.
Los profesores del colegio San Martín de Porres deben saber que enseñar a leer es enseñar a comprender la
escritura, su función comunicadora, los saberes y operaciones que requiere para su actualización; otras funciones que
desempeña como la de enseñar, informar, entretener y las complejidades que entraña. Pero también implica reconocer
el anclaje de la lectura y la escritura en épocas, lugares y costumbres.
Diferencias contextuales
Las diferencias que se señalan a continuación corresponden con las características contextuales propias del código oral
empleado en las conversaciones, y las del código escrito con el que debemos enfrentarnos los lectores. Estas diferencias
han sido operativamente sistematizadas para la reflexión didáctica por Daniel Cassany (1989) y se sintetizan en el
siguiente esquema:
DIFERENCIAS CONTEXTUALES
C
Sucesiva Percepción Simultánea
C Ó
Ó D
D I
I G
Elaborada O
Espontánea
E
G S
O Diferida
C
Comunicación R
O Inmediata
R I
Duradera T
A
L O
Efímera
Estructuras más
complejas y
Estructuras simples y desarrolladas,
breves, frases subordinación, elipsis
inacabadas, orden menos frecuentes,
variable, elipsis, etc.
etc. Gramática
Fuente: Cassany, D. Describir el escribir. Cómo se aprende a escribir. Barcelona, Paidós, 1989, pág. 36-
39.
La comprensión lectora es, entonces, un proceso a través del cual el lector confiere sentido a lo escrito por otro,
interactuando con el texto, el contexto y sus saberes lingüísticos y culturales. Lo que se comprende deriva, a su vez,
del texto, del contexto de la lectura y de los saberes y experiencias que el lector ha acumulado y que entran en juego
en las representaciones que elabora. Y es en la incorporación de estas experiencias previas que, a pesar de sus
profundas diferencias, la oralidad "colabora" con la lengua escrita.
En efecto, desde temprana edad, y a través de la interacción con adultos, los chicos toman conocimiento de ciertos
usos discursivos que forman parte de la cultura alfabetizada. Así, por ejemplo, es a partir de la oralidad que incorporan
saberes acerca del mundo y de ciertos tipos de textos y sus usos sociales; pueden aproximarse, comparativamente, a
las funciones específicas de la escritura o se entrenan en formular hipótesis, inferencias, analogías y otras formas de
razonamiento que deberán poner en juego al leer.
A la hora de enseñar a leer y comprender, es importante reconocer que, para la comprensión, no basta sólo
con la lectura del texto. Es necesario que los docentes del colegio San Martín de Porres implementen, antes de
la lectura, estrategias didácticas que permitan activar los esquemas relevantes para entender ese texto
específico, no solamente como instrumento lingüístico sino también comunicativo e histórico. Además, si un
alumno no dispone de los esquemas suficientes como para interactuar con un texto determinado, son los
docentes quienes deben proporcionarle la oportunidad de ampliarlos o desarrollarlos.
¿Qué pueden hacer estos profesores, entonces, para desarrollar la información previa que facilite la interacción con el
texto sin limitarse simplemente a proporcionarla? Las siguientes propuestas pueden resultar de utilidad para
emprender esta tarea:
Promover la investigación
La investigación se promoverá, especialmente, a partir de octavo de Básica. También resultarán útiles, en relación con el
desarrollo de saberes previos que faciliten la comprensión, las tareas de búsqueda de información que se propongan.
Por ejemplo, antes de la discusión con la que se decide iniciar la lectura de un texto, fundamentalmente si se trata de una
temática lejana a las experiencias de los alumnos o acerca de la cual ellos pueden haber construido representaciones
erróneas.
Proponer preguntas, antes de la lectura, para que los alumnos respondan mientras leen
La estrategia didáctica de realizar preguntas antes de la lectura está muy difundida en las prácticas escolares pero, en su
implementación, se corre el riesgo de que los alumnos se centren sólo en pequeñas porciones del texto, y pierdan así su
significado global. Además, si las respuestas surgen en los primeros párrafos o son muy evidentes, los alumnos no tendrán
necesidad de leer el texto en forma completa.
Sin embargo, estas preguntas resultan útiles si la respuesta no está explícitamente formulada en el texto; esto es, si
obligan al lector a hacer inferencias, relacionando sus experiencias e informaciones con lo que dice el texto.
Además, deben organizarse en torno de un objetivo que guíe la actividad. Así, frente a un mismo cuento se
propondrán preguntas diferentes según lo que se pretenda en ese caso específico. Por ejemplo, si el objetivo didáctico es
que los alumnos reparen en la organización causal y temporal de las acciones, podrán realizarse preguntas tales como:
¿Cómo era X?
¿Qué quería hacer?
¿Qué / Quién le impedía cumplir con su objetivo?
¿Por qué?, etcétera.
En tanto forma de comunicación, la lectura tiene lugar en un contexto determinado, a partir de determinados
propósitos y ante determinados textos concretos que responden a ciertas pautas (temas, estilos, formatos,
organizaciones informativas) culturalmente establecidas. Si se desea encontrar el significado de una palabra
desconocida, seguramente se recurrirá a un diccionario y no a una novela, así como también es dudoso que alguien
salga de vacaciones con un diccionario para leer durante el viaje.
Hasta el momento, se puntualizaron aquellas estrategias de lectura –tales como leer según un propósito determinado,
hacer anticipaciones, formular hipótesis y verificarlas, inferir información implícita, confrontar lo nuevo con lo ya
adquirido, formular sentidos globales, entre otras– que resultan comunes, generales, aplicables a todo tipo de textos.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta que, además, los lectores desarrollan estrategias de comprensión para
determinada clase de textos, que no desarrollan para otros. Mientras que la mayoría de los chicos comprende casi sin
dificultades instrucciones para jugar, por ejemplo, o entienden sin problemas una anécdota que otro le refiere,
generalmente se les presentan mayores conflictos a la hora de leer un texto de estudio, comprender una
argumentación o leer un cuento, especialmente si la temporalidad o la lógica se quiebran, por citar un ejemplo.
Propuesta 5. Piense sobre cuáles son los géneros con los que, fuera de la escuela, sus alumnos suelen estar
más familiarizados: ¿cómics, videoclip, películas de acción, informativos televisivos, telenovelas? Reflexione ahora
acerca de aquellos que circulan habitualmente en la escuela (¿consignas, cuentos, explicaciones?). ¿Por qué, a
pesar de que la escuela incorpora estos géneros, resulta complicada su compresión ? Y además, ¿cuáles de ellos
presentan menos dificultades? Planteen posibles causas a las que obedecen estos hechos. Finalmente, ¿cómo
incorporar las competencias que los chicos desarrollan por su cuenta a la enseñanza de la compresión de textos
escritos en la escuela?
Todos los campos de la actividad humana (la ciencia, la literatura, el derecho, la vida cotidiana, la administración
pública, la educación, el periodismo) están relacionados con el uso del lenguaje. Cada práctica social cuenta con un
conjunto de enunciados con características comunes en cuanto a sus temas, su estructura, su estilo, sus
procedimientos. Los enunciados, propios de cada una de estas prácticas, constituyen diferentes géneros discursivos
(Bajtin), tipos relativamente estables de enunciados que se pactan en cada esfera cultural.
Los géneros discursivos son múltiples porque las posibilidades de la actividad humana son inagotables y, además,
porque
en cada esfera existe un repertorio de géneros discursivos que crece a medida que la actividad de esa esfera se
desarrolla.
La noción de género discursivo resulta altamente significativa en tanto vincula las diversas clases de textos con una
dimensión histórica y cultural en la que se pactan. El término tipo textual, en cambio, se impuso en el marco de la
lingüística del texto, como categoría ligada a la clasificación en este campo de estudios.
En conclusión, para una buena comprensión lectora, es importante que nuestros profesores tomen conciencia de que,
el saber acerca del género opera como una instrucción de lectura: genera una expectativa respecto de lo que
puede encontrarse en una noticia o en una carta, en un catálogo o en una poesía, en un cuento policial o en uno
fantástico.
Propuesta 6. A continuación, le proponemos que lea "Para bajar a un pozo de estrellas" , de Marcial Souto. A partir de
su lectura, reflexione acerca de las siguientes cuestiones:
!¿Cómo se leería este texto si nos atenemos exclusivamente al formato en el que se lo presenta?
!¿Qué otras marcas lo ubican, a su juicio, dentro del género literario?
Tipología textual
Por eso, más que proponer una clasificación, lo importante aquí es observar que la cuestión de la tipología textual parece
haberse instalado en las prácticas escolares de lectura como un saber que reemplazaría, en cierto modo, al análisis
estructural de la oración.
Para el estructuralismo, la interiorización de las estructuras de una lengua se relacionaba estrechamente con la mejora de
su uso. Las derivaciones escolares de esta concepción resultan a todos familiares: durante décadas, la enseñanza de la
Lengua se centró en el tratamiento de aspectos formales de las palabras y oraciones.
Los textos no responden sólo a pautas "formales" sino "de género" (es decir, de estilo, contenido, uso) culturalmente
establecidas. Su conocimiento puede orientar y facilitar la comprensión de un texto en toda su complejidad. En un
cuento tradicional, la fórmula clásica de apertura "Había una vez" no sólo es una marca meramente formal del estilo
de este tipo de relatos; además, se relaciona con el contenido ficcional, muchas veces maravilloso, de esa historia,
que no exige precisiones espacio-temporales, y con la situación de uso, básicamente oral, a la que, al menos en
sus orígenes, estaría respondiendo.
En la década pasada el estudio del texto desplazó al de la oración; sin embargo, este desplazamiento siguió obedeciendo
dentro de las aulas, en muchos casos, a las descripciones formales de la gramática estructural. En este sentido, el estudio
y la descripción de las estructuras formales de los textos prevaleció en la enseñanza sobre el de su información semántica.
Se hace necesario ahora un nuevo desplazamiento, en el que la organización discursiva, en toda su intrincada complejidad,
se ubique en el centro de la escena. Sólo de este modo será posible formar gradualmente, a lo largo de la escolaridad,
lectores capaces de leer más allá de las palabras, hábiles para encontrar en los textos indicios que les permitan
comprenderlos en toda su complejidad significativa.
Las preguntas que los lectores hacen a los textos son el instrumento clave de la indagación inteligente, base de toda
comprensión. Para orientar en este proceso de indagación textual que implica leer, los docentes del colegio San
Martín de Porres apelaban con frecuencia a indicadores para la lectura. Sin embargo, esas actividades que proponen
no siempre favorecen la comprensión lectora; a veces, hasta la obstaculizan. Es importante, entonces, que estos
profesores piensen cuidadosamente los indicadores o guías que van a proponer a sus alumnos a la hora de leer, con
el objeto de que resulten adecuados para orientarlos ya sea en la búsqueda de aspectos puntuales del texto o, en lo
que es más importante, en la comprensión global del mismo.
La infinidad de preguntas con que se puede interrogar un texto no son iguales: algunas conducen a respuestas
localizables directamente en el texto, se limitan a revelar información explícita y su respuesta no implica
necesariamente haber comprendido; otras, en cambio, requieren de procesos inferenciales de diverso grado de
complejidad, hacen pensar en el significado de las palabras y en sus connotaciones, promueven la identificación de
temas y estructuras, activan el recuerdo de saberes previos, propician una respuesta personal a partir del texto y la
propia experiencia. Sin lugar a dudas, son las preguntas de esta clase las que colaboran en la comprensión.
Será necesario, entonces, sistematizar gradualmente ciertos conceptos imprescindibles para la reflexión sobre los
textos y el lenguaje. Seleccionarlos en función de su importancia para el desarrollo de las diversas habilidades de
comprensión y en relación con los distintos géneros discursivos. Y además, organizar progresivamente los
conocimientos sobre las restricciones típicas de cada texto y las cuestiones gramaticales relevantes, con el
objeto de establecer ciertas regularidades que permitan adquirir instrumentos para el control y mejora de la
comprensión.
Según se sostuvo, la comprensión lectora requiere de una serie de habilidades y procesos. Los lectores competentes
han automatizado algunos de ellos, de modo que pueden focalizar su atención en otros aspectos implicados
en la comprensión.
El saber acerca de los significados de las palabras resulta indispensable para comprender un texto. También Cooper
observa que el desarrollo del vocabulario es un componente fundamental en la enseñanza de la comprensión
lectora, "siendo una modalidad específica del desarrollo de información previa". Para trabajar el vocabulario en la
fase de prelectura, pueden enseñarse las palabras desconocidas incluidas en el texto y, de esta manera, se ayuda
simultáneamente a desarrollar parte de la información previa necesaria para comprenderlo.
Respecto de la autonomía en la comprensión del vocabulario, ésta supone que los lectores han desarrollado
estrategias para inferir solos el significado de palabras desconocidas para ellos. Para lograr este objetivo, los docentes
del colegio San
Martín de Porres pueden promover el uso del diccionario, plantear situaciones de identificación de significados
globales a partir del contexto en el que un término aparece o reflexionar acerca de la estructura de las palabras, por
citar sólo algunos ejemplos.
Por último, el trabajo con vocabulario específico incluye actividades que tienen por objeto desarrollar saberes acerca
de las relaciones entre las palabras y, de este modo, ampliar el número de términos que pueden reconocerse
instantáneamente, favoreciendo la automatización de este proceso.
A continuación podremos ver una estrategia de trabajo con vocabulario: el análisis de rasgos
semánticos.
PATOS - - + + -
CANGREJOS + + - - -
SAPOS - - + + -
BALLENAS + - + + +
INSECTOS - - - - -
La confección de un cuadro como el anterior pone en juego operaciones mentales como la comparación, entre otras. Por
eso, si se propone a los alumnos actividades de este tipo, conviene tener en cuenta que ellos deben conocer los
elementos que
someterán a comparación y estar en condiciones de elegir los aspectos que se considerarán como parámetros. Además,
el hecho de que este cuadro no permita distinguir entre sapos y patos manifiesta la necesidad de ampliarlo, incluyendo
otras categorías por las que se los puedan diferenciar.
Si bien el análisis de rasgos semánticos puede resultar de utilidad para incorporar léxico y reforzar el vocabulario
esencial de cada área, atiende solamente al aspecto conceptual de los términos, dejando de lado el cotexto
(contexto lingüístico) en el que se emplean y deben interpretarse.
Los rasgos semánticos son notas características de las unidades que integran un campo semántico, como el de los
animales que viven en el agua, el caso que se analizó.
Básicamente, un campo semántico es un conjunto de unidades lingüísticas (palabras o construcciones) con algún
rasgo semántico común, cuyo significado se define por semejanza u oposición con otras unidades del mismo campo.
Así, por ejemplo, en el campo semántico "vestimentas", "camisa" adquiere valor semántico por oposición a "saco" y
a "chaleco", unidades con las cuales mantiene semejanza (todas cubren el torso), pero de las que, a su vez, se
distingue a partir de ciertos rasgos que le son propios.
Ahora bien, como observa Lyons en su Semántica (1980), la inclusión de un término dentro de un campo y
la determinación de sus relaciones con otras unidades de ese campo no basta: es necesario, además, considerar
el contexto en el que ese término aparece. Así, por ejemplo, la palabra "desinterés" puede, en un texto
determinado, integrar el campo semántico de la amistad mientras, en otro, puede aparecer vinculada al campo de la
negligencia. Esto es: según el campo al que se vincule en un texto, la palabra desinterés adquirirá connotaciones
positivas, como en el primer caso, o negativas, como en el segundo.
La noción de campo semántico resulta operativa para la enseñanza de la comprensión, en tanto permite
organizar redes de términos en relación con determinados temas y, de este modo, trabajar el vocabulario
de manera integrada con el contexto en el que un término se encuentra.
Además, la identificación de campos semánticos permite inferir de manera autónoma significados globales de
palabras desconocidas.
Muchas actividades destinadas a la comprensión lectora suelen identificarse a menudo, en las prácticas escolares,
con actividades de identificación de "ideas principales" o producción de resúmenes que, por lo general, se conciben
como saberes espontáneos. Pero resumir es una actividad compleja de reducción del contenido informativo de un
texto, que mantiene la carga informativa del texto original con economía de palabras, en una situación nueva de
comunicación.
Esta actividad de selección y condensación, esencial al acto de resumir, implica diferentes capacidades por parte del
sujeto que resume. Sin embargo, además de estas capacidades, los profesores deberán considerar dos
aspectos imprescindibles para obtener la idea principal o realizar el resumen de un texto:
Propuesta 7. Resuma el apartado que acaba de leer. Reformule según sus necesidades y la nueva situación de
enunciación, siguiendo las macrorreglas para reducción de información semántica.
Proceso de realización de un resumen
La elaboración de un resumen supone un triple
proceso:
! Lógico, pues implica la identificación de las diferentes informaciones de un texto y sus tipos de
conexión.
! Enunciativo, ya que se reconoce la situación de comunicación del texto original a resumir para luego presentarlo en una
nueva situación de enunciación (se resume ahora según un propósito determinado lo que alguien dijo antes conforme a sus
propósitos).
! De producción, porque en la escritura o producción oral o escrita de un resumen entran en juego cuestiones relacionadas
con la brevedad del texto y la necesidad de que cada elemento posea carga informativa.
Si bien es cierto que una regla práctica para no alterar la información del texto fuente es no omitir proposiciones que
sean condiciones de interpretación de otras, también es cierto que este "respeto por el original" no es tarea fácil, ya
que cada lector u oyente encontrará importantes o pertinentes aspectos diferentes del mismo texto, según los
propósitos que lo guían y sus conocimientos acerca del tema en el momento en que interpreta.
La actividad de resumir
A pesar de que, como ha expresado Victoria Hare (1994), hablar acerca del resumen resulta infructuoso "cuando se
interpone la jerga profesional", los estudios acerca del resumen suelen coincidir en que, para poder resumir, hay
que comenzar comprendiendo las proposiciones individuales de un texto, es decir contruyendo su microestructura.
Hay un grupo de autores que redefinen ciertos principios generales para las operaciones de reducción semántica en
términos de macrorreglas, que permiten deducir los temas globales de los textos o macroestructuras a partir de los temas
locales de las proposiciones u oraciones que los integran o microestructuras.
La función de las macrorreglas es reducir la información semántica
por:
! Supresión: Se eliminan aquellas proposiciones no relevantes para la comprensión de un texto que no son condiciones de
interpretación de otra.
Por ejemplo: Se vistió. Probó el café que se sirvió de la máquina y le pareció tibio. Tomó sus cosas, abrió la puerta y salió a
la calle. Aplicando la regla de supresión: Salió a la calle.
! Generalización: A partir de una secuencia de proposiciones se obtiene una proposición que contiene un concepto
derivado de esa secuencia y que la sustituye. Por ejemplo: Ya en la calle vio hombres y mujeres que caminaban a paso
rápido. Oficinistas, estudiantes, choferes, secretarias, repartidores, comerciantes que se apresuraban. Aplicando la regla
de generalización: Vio gente apurada.
! Construcción: Se sustituye una secuencia de proposiciones por una nueva proposición de la cual las proposiciones
iniciales son componentes, condiciones o consecuencias. Puesto que sustituye a la secuencia original, la nueva
proposición debe contener el mismo hecho denotado por aquélla.
Por ejemplo: Ya en la estación, pidió su pasaje y lo pagó. Aplicando la regla de construcción: Compró un
pasaje.
Las macrorreglas no son bilaterales. Permiten extraer la macroestructura de la microestructura, pero no viceversa. La
información eliminada es irrecuperable, sobre todo al aplicar las dos primeras reglas, ya que la última contiene
implícitamente la información abstraída al aplicarla.
Implicaciones didácticas
A pesar de que los resultados de las diversas investigaciones acerca del resumen nos resultan útiles para pensar
didácticamente sobre su enseñanza, no es menos cierto que la noción de información "principal" o "relevante" resulta
un tanto imprecisa y varía en función de la específica situación comunicativa en la que tenga lugar la actividad de
resumir (ante qué texto, con qué propósito, para quién, etc.).
La elección de títulos y subtítulos para determinados textos, la detección de frases "intrusas" o ejercicios que
desarrollen la capacidad de generalizar, tales como presentar enumeraciones (silla, mesa, sofá, cama) y proponer a
los alumnos la búsqueda de un hiperónimo (muebles) que las designe, son otras actividades que los preparan
para comprender.
Desde una perspectiva pedagógica, se trata de que los alumnos aprendan a distinguir cuáles son las informaciones
que pueden suprimirse sin que sea alterado el tema global o macroestructura del texto original.
La mayoría de los libros de texto de circulación habitual en las instituciones educativas no permiten que los alumnos
realicen el ejercicio del resumen. ¿Por qué? Porque la mayor parte de sus textos se presentan ya resumidos. Al
respecto, Àngels Prat y Mercè Izquierdo proponen, entre otras, las siguientes pautas orientativas para la valoración de
los textos didácticos.
Otra estrategia operativa en el aula que pueden emplear los profesores del colegio San Martín de Porres consiste en
trabajar en la identificación de unidades de información (temas locales o microtemas). Estas unidades pueden ser
posteriormente reordenadas y rejerarquizadas, incluso discutiendo o comentando las diferentes jerarquizaciones que
vayan surgiendo y sus posibles motivos.
La evaluación de la comprensión lectora, de manera análoga a su desarrollo, no es una tarea privativa del área de
Lengua, sino que resulta imprescindible en todas las áreas curriculares. Tampoco se trata de "aprobar" o
"desaprobar" a los alumnos, sino de una actividad constante en la escuela y que debe perseguir, en principio, dos
objetivos:
! Proporcionar a los docentes indicadores que les permitan establecer las principales dificultades de su grupo
de alumnos para así implementar las estrategias didácticas a fin de orientar la enseñanza de la
comprensión.
! Enseñarla como procedimiento, para que los alumnos puedan realizar sus propios procesos de evaluación y
logren desarrollarse gradualmente como lectores cada vez más autónomos.
Para poder evaluar la comprensión de la lectura hay que determinar, en primer lugar, indicadores inequívocos de
comprensión de lo leído. ¿Pero cuáles? ¿Qué indicadores considerar? ¿Cómo saber si la representación del
contenido textual que los alumnos elaboraron es o no adecuada?
En todo caso, lo importante de estas reflexiones es que los docentes del centro San Martín de Porres
comprendan que, más que "juzgar", la evaluación es una actividad permanente de retroalimentación de la
enseñanza y el aprendizaje. Así concebida, puede llevarse a cabo de maneras muy variadas y no
exclusivamente a partir de "pruebas escritas" estructuradas. En un marco tal, la discusión y el diálogo son
valiosos indicadores que ayudan a identificar problemas, al tiempo que demuestran que es posible evaluar no
sólo después de enseñar a comprender sino, básicamente, mientras se enseña..