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Estudio expositivo de
2 Pedro, 2 y 3 Juan y Judas
Warren W. Wiersbe
Dedicado a
Bob y Betty Kregel
Su amistad ha enriquecido nuestras vidas, y su ministerio ha beneficiado a la
iglesia en todo el mundo.
Índice
Prefacio
Bosquejo de 2 Pedro
Capítulo
1. Conociendo y Creciendo (2 Pedro 1:1–11)
2. ¡Despiértense y Recuerden! (2 Pedro 1:12–21)
3. Cuidado con los Falsificadores (2 Pedro 2:1–9)
4. Hombres Marcados (2 Pedro 2:10–16)
5. Falsa Libertad (2 Pedro 2:17–22)
6. Burlándose de los Burladores (2 Pedro 3:1–10)
7. ¡Sean Diligentes! (2 Pedro 3:11–18)
Bosquejo de 2 Juan
8. Una Familia Fiel (2 Juan)
Bosquejo de 3 Juan
9. Es la Verdad (3 Juan)
Bosquejo de Judas
10. ¡Un Llamado a las Armas! (Judas 1–7)
11. ¡Les Presento a los Apóstatas! (Judas 8–16)
12. No Deben Tropezar (Judas 17–25)
Prefacio
1
Conociendo y Creciendo
2 Pedro 1:1–11
2
¡Despiértense y Recuerden!
2 Pedro 1:12–21
La mejor defensa contra la enseñanza falsa es la vida real. Una iglesia llena de
creyentes que crecen, vibrantes en su fe, es improbable que caiga víctima de los
apóstatas con su cristianismo falsificado. Pero esta vida cristiana debe basarse en
la autoritativa Palabra de Dios. Los falsos maestros fácilmente seducen a
personas que no conocen la Biblia, pero que tienen deseos de tener experiencias
con el Señor. Es peligroso edificar sobre la experiencia subjetiva sola e ignorar la
revelación objetiva.
Pedro consideró la experiencia cristiana en la primera parte de 2 Pedro 1, y en
la segunda, habla de la revelación que tenemos en la Palabra de Dios. Su
propósito es mostrar la importancia de conocer la Palabra de Dios y de apoyarnos
en ella por completo. El creyente que sabe lo que cree y por qué lo hace rara vez
es seducido por los falsos maestros y sus doctrinas engañosas.
Pedro subraya la confiabilidad y la durabilidad de la Palabra de Dios al
contrastarla con los hombres, las experiencias y el mundo.
3
Cuidado con los Falsificadores
2 Pedro 2:1–9
Uno de los fraudes más exitosos del mundo de hoy es la venta de “arte
falsificado”. Incluso algunas de las galerías más destacadas y colecciones
privadas han sido invadidas por pinturas que son falsificaciones ingeniosas de los
grandes maestros. Las editoriales también han sufrido fraudes, comprando
manuscritos “genuinos” que no lo eran tanto después de todo.
Pero las falsificaciones no son nada nuevo. Satanás es “el gran imitador” (2
Corintios 11:13–15) y ha estado trabajando duro desde que engañó a Eva en el
huerto (Génesis 3:1–7; 2 Corintios 11:1–4). Tiene cristianos falsos (Mateo 13:38;
Juan 8:44), un evangelio falso (Gálatas 1:6–9) e incluso una justicia falsa
(Romanos 9:30–10:4). Un día le presentará al mundo a un Cristo falso (2
Tesalonicenses 2).
La nación de Israel estaba constantemente dejándose descarriar por falsos
profetas. Elías tuvo que enfrentarse a los profetas de Baal, ya que promovían una
religión pagana. Los falsos profetas judíos eran los que hacían el mayor daño,
porque aducían hablar por Jehová Dios. Tanto Jeremías como Ezequiel
expusieron este ministerio falsificado, pero el pueblo seguía igualmente a los
seudoprofetas. ¿Por qué? Porque la religión de estos era fácil, cómoda y popular.
Al pueblo no le preocupaba que los falsos profetas predicaran una paz falsa
(Jeremías 6:14). ¡Era el mensaje que querían oír!
Los apóstoles y los profetas pusieron el cimiento para la iglesia y luego dejaron
la escena (Efesios 2:20). Por eso, Pedro escribió acerca de falsos maestros, antes
que de falsos profetas, porque todavía hay maestros en la iglesia. Es improbable
que los miembros de la iglesia escuchen a un “profeta”, pero sí escucharán a un
maestro de la Palabra de Dios. Satanás siempre usa el método que el piensa va a
triunfar.
A fin de advertirnos para que estemos alerta, Pedro presentó tres aspectos de
este tema de los falsos maestros en la iglesia.
4
Hombres Marcados
2 Pedro 2:10–16
5
Falsa Libertad
2 Pedro 2:17–22
Es aterrador que muchos que ahora son miembros fanáticos de sectas falsas
en un tiempo asistían a iglesias que, por lo menos, profesaban creer en el
evangelio bíblico. Participaban en la cena del Señor y veían la muerte del Señor
Jesús simbolizada en el pan y la copa. Incluso recitaban el Credo de los Apóstoles
y el Padre Nuestro. Sin embargo, estas personas te dirán que “se sienten libres”
ahora que han sido “libertados” de la fe cristiana.
Al mismo tiempo, conocerás a otros que han rechazado toda fe religiosa y
ahora profesan disfrutar de una nueva libertad. “Yo solía creer todas esas
pamplinadas —confesarán con audacia—, pero ya no las creo. Tengo algo mejor y
me siento libre por primera vez en mi vida”.
La libertad es un concepto muy importante del mundo de hoy, y sin embargo,
no todos comprenden lo que significa la palabra. Es más, todos, desde el
comunista hasta el “playboy”, parecen tener su propia definición. Nadie es
completamente libre en el sentido de tener la capacidad y la oportunidad de hacer
lo que se le antoje. A propósito, hacer lo que se te antoje no es libertad; es
esclavitud de la peor clase.
Los apóstatas ofrecen libertad a sus convertidos, y esta “carnada” los seduce a
abandonar la verdadera fe y seguir a los falsos maestros. Esos maestros les
prometen libertad, pero nunca cumplen; los convertidos inconstantes solo se
hallan en una terrible esclavitud. La libertad ofrecida es una libertad falsa, y Pedro
da tres razones que explican por qué es así.
Como mil años son como un día para el Señor, no podemos acusarlo de
cumplimiento retardado de sus promesas. A la vista de Dios, el universo entero
tiene apenas unos pocos días de edad. Dios no está limitado por el tiempo como
nosotros, ni tampoco lo mide de acuerdo a las normas del hombre. Cuando se
estudian sus obras, especialmente en el Antiguo Testamento, puede verse que
nunca está apurado, pero que tampoco se atrasa.
Dios podría haber creado todo el universo en un instante, y sin embargo,
prefirió hacerlo en un período de seis días. Podría haber librado a Israel de Egipto
en un momento, no obstante, prefirió invertir ochenta años capacitando a Moisés.
A propósito, podría haber enviado al Salvador mucho antes, pero esperó hasta “el
cumplimiento del tiempo” (Gálatas 4:4). En tanto que Dios obra en el tiempo, no
está limitado por él.
Para Dios, mil años es como un día, y un día como mil años. ¡El Señor puede
realizar en un día lo que a otros les llevaría un milenio! Él espera para obrar, pero
una vez que empieza a hacerlo, ¡lo lleva a cabo!
Los burladores no entendían la eternidad de Dios ni tampoco su misericordia.
¿Por qué Dios estaba demorando el retorno de Cristo y la venida del día del
Señor? No era porque fuera incapaz de actuar o renuente para hacerlo. ¡No
estaba atrasado ni fuera de horario! Nadie tiene derecho a decidir cuándo Dios
debe actuar. Él es soberano, y no necesita aguijonazos ni el consejo del hombre
pecador (Romanos 11:33–36).
Dios retarda la venida de Cristo y el gran día del juicio por fuego porque es
misericordioso y quiere darles a los pecadores perdidos la oportunidad de ser
salvos. “Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación”
(2 Pedro 3:15).
La “demora” de Dios es una indicación de que tiene un plan para este mundo y
que está llevándolo a cabo. Nadie debe dudar de si Dios quiere que los pecadores
sean salvos. Él no quiere “que ninguno perezca” (2 Pedro 3:9). En 1 Timoteo 2:4,
se afirma que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al
conocimiento de la verdad”. Estos versículos dan tanto lo negativo como lo
positivo, y juntos nos aseguran que el Señor no disfruta con la muerte del impío
(Ezequiel 18:23, 32; 33:11). Él muestra misericordia a todos (Romanos 11:32),
aunque no todos serán salvos.
Vale la pena notar que Dios reveló esta misma paciencia antes del diluvio (1
Pedro 3:20). Vio la violencia y la perversidad del hombre, y podría haber juzgado
al mundo de inmediato; sin embargo, contuvo su ira y, más bien, envió a Noé
como “predicador de justicia”. En el caso de Sodoma y Gomorra, pacientemente
esperó mientras Abraham intercedía por la ciudad, y los habría perdonado si se
hubieran hallado diez justos en Sodoma.
Si Dios es paciente con los pecadores perdidos, ¿por qué Pedro escribe: “el
Señor… es paciente para con nosotros”? ¿A quién se refiere ese “nosotros”?
¡Parecería que Dios es paciente hacia su propio pueblo!
Tal vez Pedro estaba usando la palabra “nosotros” de una manera general,
queriendo referirse a la humanidad. Pero es más probable que aludiera a sus
lectores cómo elegidos de Dios (1 Pedro 1:2; 2 Pedro 1:10). El Señor es paciente
con los pecadores perdidos porque algunos de ellos creerán y llegarán a ser parte
de su pueblo elegido. No sabemos quiénes son los elegidos de Dios entre los
incrédulos del mundo, ni tampoco nos toca saberlo. Nuestra tarea es “hacer firme
vuestra vocación y elección” (2 Pedro 1:10; compara Lucas 13:23–30). Que Dios
tenga sus elegidos es un acicate para nosotros para que proclamemos las buenas
nuevas y tratemos de ganar a otros para Cristo.
¡Dios era paciente incluso con los burladores de ese día! Ellos necesitaban
arrepentirse y él estaba dispuesto a salvarlos. Este es el único lugar donde Pedro
usó la palabra “arrepentimiento” en sus cartas, pero eso no le resta importancia.
Arrepentirse simplemente quiere decir cambiar de parecer. No es “lamentarse”,
que por lo general, quiere decir lamentar ser descubierto. Tampoco es
“remordimiento”, una actitud pesimista que puede conducir a la desesperación.
El arrepentimiento es un cambio de parecer que resulta en una acción de la
voluntad. Si el pecador con sinceridad cambia de parecer en cuanto al pecado, lo
dejará. Si sinceramente cambia de parecer en cuanto a Jesucristo, acudirá a él,
confiará en él y será salvado. “Arrepentimiento para con Dios, y… fe en nuestro
Señor Jesucristo” (Hechos 20:21) es la fórmula de Dios para la salvación.
La palabra que se traduce “procedan” al final de 2 Pedro 3:9 significa hacer
espacio para. Se traduce “cabían” en Juan 2:6 y 21:25. El pecador perdido
necesita “hacer espacio” para el arrepentimiento en su corazón, quitando de allí su
orgullo y humildemente recibiendo la Palabra del Señor. El arrepentimiento es una
dádiva de Dios (Hechos 11:18; 2 Timoteo 2:25), pero él incrédulo debe hacer
espacio para esa dádiva.
Al repasar los argumentos de Pedro, se puede ver que su evidencia es
irrefutable. Recalcó que los burladores voluntariamente rechazaban la prueba a fin
de continuar en sus pecados y burla. Demostró por las Escrituras que Dios ha
intervenido en la historia del pasado y que tiene el poder para hacerlo hoy. Mostró
que los burladores tenían una noción muy limitada del carácter de Dios porque
pensaban que se demoraba en cumplir sus promesas, tal como los hombres.
Finalmente, explicó que Dios no vive en el ámbito del tiempo humano y que lo que
denominan su “demora” solo da más oportunidad para que los pecadores perdidos
se arrepientan y sean salvos.
Tras refutar estas afirmaciones falsas, Pedro reafirmó la certeza de la venida
del día del Señor. ¿Cuándo vendrá? Nadie sabe cuándo, porque vendrá al mundo
“como ladrón en la noche”. Nuestro Señor se refirió a ese ladrón (Mateo 24:43;
Lucas 12:39), y también lo hizo el apóstol Pablo (1 Tesalonicenses 5:2 en
adelante). Cuando el mundo se sienta seguro, entonces caerá el juicio de Dios. ¡El
ladrón no advierte a sus víctimas de que vendrá! “Cuando digan: Paz y seguridad,
entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer
encinta, y no escaparán” (1 Tesalonicenses 5:3).
No sabemos cuándo sucederá, pero sí se nos dice qué ocurrirá. Kenneth
Wuest da una traducción gráfica y precisa de esta palabras: “En el cual los cielos
se disolverán con un ruido muy fuerte, y los elementos siendo calcinados se
disolverán, y la tierra y todas las obras que hay en ella se quemarán” (2 Pedro
3:10).
Muchos estudiosos de la Biblia opinan que Pedro describió aquí la acción de la
energía atómica liberada por Dios. La expresión que se traduce “grande
estruendo” en la versión Reina-Valera, quiere decir como un siseo o crujido.
Cuando se hicieron las pruebas de la bomba atómica en el desierto de Nevada,
más de un reportero dijo que la explosión fue como “un chirrido” o un “siseo” La
palabra griega que Pedro usó la gente por lo general la empleaba para el aleteo
de las alas de un pájaro o el siseo de la serpiente.
La palabra “deshechas”, en 2 Pedro 3:10, quiere decir desintegrarse,
disolverse. Lleva la idea de algo triturado a sus elementos básicos, y eso es lo que
sucede cuando se libera la energía atómica. “El cielo y la tierra pasarán”, dijo
nuestro Señor (Mateo 24:35), y parece que esto puede suceder con la liberación
del poder atómico almacenado en los elementos que conforman el mundo. Los
cielos y la tierra están “almacenados con fuego” (2 Pedro 3:7, Wuest, en inglés), y
solamente Dios puede liberarlo.
Por eso, personalmente no creo que Dios permitirá que los hombres pecadores
se enreden en una guerra atómica que destruya la tierra. A mi juicio, el Señor
podrá más que la ignorancia y la necedad de los hombres, incluidos los
diplomáticos y los políticos bien intencionados, pero incrédulos, así que solo él
tiene el privilegio de oprimir el botón y disolver los elementos para dar lugar a un
nuevo cielo y una nueva tierra. Pedro sin duda tenía en mente pasajes del Antiguo
Testamento tales como Isaías 13:10, 11; 24:19; 34:4; y 64:1–4 cuando escribió
estas palabras. El primer pasaje es enfático en cuanto a que Dios traerá juicio y no
el hombre pecador. “Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su
iniquidad”, dijo el Señor. No suena como que él vaya a darle la tarea a algún
dirigente militar nervioso o a un político colérico.
Por supuesto, esta gran explosión y conflagración no tocará los “cielos de los
cielos” en donde Dios mora. Destruirá la Tierra y los cielos atmosféricos que la
rodean, el universo según lo conocemos; y esto hará espacio para los nuevos
cielos y la nueva tierra (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1 en adelante).
¡Las obras grandiosas del hombre también serán quemadas! Todas las cosas
de las que el hombre se jacta (sus grandes ciudades, sus grandes edificios, sus
invenciones, sus logros) quedarán destruidos en un momento. Cuando los
pecadores comparezcan ante el trono de Dios, no tendrán nada que señalar como
evidencia de su grandeza. Todo habrá desaparecido.
Esta es, por cierto, una verdad solemne, y no nos atrevemos a estudiarla a la
ligera. En los versículos restantes de su carta, Pedro aplicará esta verdad a
nuestra vida diaria. Pero sería sabio que nos detengamos por un momento ahora y
consideremos: ¿dónde estaré yo cuando Dios destruya el mundo? ¿Acaso aquello
para lo que estoy viviendo está simplemente destinado a subir en una nube
atómica y desaparecer para siempre? o ¿estoy haciendo la voluntad de Dios de
modo que mis obras lo glorifiquen eternamente?
Toma tu decisión ahora; antes de que sea demasiado tarde.
7
¡Sean Diligentes!
2 Pedro 3:11–18
Los maestros apóstatas no solo invadieron las iglesias, sino que también
trataron de influir en los hogares de los creyentes. Tito enfrentó este problema en
Creta (Tito 1:10, 11) y Timoteo, en Éfeso (2 Timoteo 3:6). Según marcha el hogar,
así lo hace la iglesia y la nación; de modo que, para Satanás, la familia es un
blanco importante en su guerra contra la verdad.
Esta breve carta fue escrita a una madre consagrada y a sus hijos. Algunos
eruditos han concluido que “la señora elegida” se refiere a una iglesia local y que
“sus hijos” son los creyentes que tienen comunión en ella. “Tu hermana, la
elegida” (2 Juan 13) se referiría a una iglesia hermana que enviaba saludos
cristianos.
Aunque es cierto que Juan se dirige a un grupo en esta carta (observa el plural
en 2 Juan 6, 8, 10, 12), también es verdad que le habla a un individuo (2 Juan 1, 4,
5, 13). Tal vez la solución sea que una congregación cristiana se reunía en esa
casa, junto con la familia de la “señora elegida”, así que Juan tenía en mente a
ambas (observa Romanos 16:5; 1 Corintios 16:19; Colosenses 4:15; Filemón 2).
Su interés era que esta mujer santa no permitiera que nada falso entrara a su casa
(2 Juan 10) o a la iglesia.
Los sentimientos que dominan en esta breve epístola son de amistad y alegría,
aunque están mezclados con preocupación y advertencia. Para que tú y yo
guardemos nuestros hogares fieles a Cristo, debemos tener las mismas
características de esta familia a la que Juan le escribió.
9
Es la Verdad
3 Juan
10
¡Un Llamado a las Armas!
Judas 1–7
Como el autor de esta epístola era hermano de Jacobo, esto lo haría medio
hermano de nuestro Señor Jesucristo (ve Marcos 6:3). Los hermanos carnales de
nuestro Señor no creían en él durante su ministerio (Juan 7:5). Pero después de la
resurrección, Jacobo se convirtió (ve 1 Corintios 15:7), y tenemos toda la razón
para creer que Judas también fue salvo en ese tiempo. Hechos 1:14 nos informa
que “sus hermanos” eran parte del grupo que oraba y esperaba al Espíritu Santo;
1 Corintios 9:5 indica que “los hermanos del Señor” eran conocidos en la iglesia
primitiva.
Eso basta para identificar al autor. ¿Por qué escribió Judas esta carta? ¡Para
advertir a sus lectores que los apóstatas ya estaban en escena! Pedro había
profetizado que vendrían (2 Pedro 2:1–3; 3:3 en adelante), y su profecía se había
cumplido. Al parecer, Judas escribió a los mismos creyentes que habían recibido
las cartas de Pedro, procurando estimularlos y recordarles que tomaran en serio
las advertencias de Pedro. Descubrirás varios paralelos entre Judas y 2 Pedro al
estudiar esta fascinante, pero descuidada carta.
Judas escribió para exhortarlos (v. 3). En el griego, esta palabra se usaba para
describir al general que da órdenes al ejército, y de aquí que la atmósfera de su
carta es “militar”. Judas había empezado a escribir una tranquila carta devocional
en cuanto a la salvación, pero el Espíritu lo llevó a dejar a un lado su arpa y tocar
el clarín. La Epístola de Judas es un llamado a las armas.
El ejército (Judas 1, 2)
El capitán del ejército es Jesucristo, y los soldados a los que manda son los
que tienen un “común salvación” por fe en él. Judas los llamó “santos” (Judas 3),
que simplemente quiere decir apartados. Se dirige a ellos como “santificados”,
que, de nuevo, quiere decir apartados. (Algunos manuscritos dicen “amados en
Dios Padre”.) Tal vez hay un eco aquí de 1 Pedro 1:2 en donde se ve a todas las
tres personas de la Deidad involucradas en nuestra salvación.
Por cierto que la salvación empieza en el corazón de Dios y no en la voluntad
del hombre (Romanos 9:16). Los misterios de la gracia soberana de Dios en la
elección están fuera de nuestro alcance en esta vida y nunca lo entenderemos
hasta que entremos en su gloriosa presencia. Por eso, somos sabios al no
hacerlos base de discusiones y divisiones. “Las cosas secretas pertenecen a
Jehová nuestro Dios” (Deuteronomio 29:29).
En 2 Tesalonicenses 2:13, 14, dice con claridad que el mismo Dios que nos
escogió también nos apartó por el Espíritu y luego nos llamó por el evangelio para
que confiáramos en Jesucristo. La elección y el llamamiento del Señor van juntos,
porque el Dios que ordena el fin (nuestra salvación) también determina el medio
hacia ese fin (alguien que nos invita a confiar en Cristo). No entendemos cómo el
Espíritu de Dios estaba obrando en nuestras vidas antes de nuestra conversión,
pero aun así, estaba haciéndolo para “apartarnos” para Jesucristo.
Los santos de Dios no solo son apartados, sino también “guardados”. Esto
quiere decir cuidadosamente vigilados y protegidos. El creyente está seguro en
Jesucristo. La misma palabra se usa en Judas 6 y 13 (“guardado”; “reservada”) y
también en Judas 21 (“conservaos”). Dios está reservando a los ángeles caídos y
a los apóstatas para el juicio, pero está guardando a sus hijos para la gloria.
Mientras tanto, él puede guardarnos en nuestro andar diario para que no
tropecemos.
Como son apartados y guardados, los soldados de Dios reciben sus mejores
bendiciones: misericordia, paz y amor. Como el apóstol Pedro, Judas quería que
estas bendiciones especiales se multiplicaran en las vidas de ellos (1 Pedro 1:2; 2
Pedro 1:2). Dios, en su misericordia, no nos da lo que nos merecemos. Más bien,
aplicó nuestro castigo sobre su Hijo en la cruz. “Ciertamente llevó él nuestras
enfermedades, y sufrió nuestros dolores.… Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados” (Isaías 53:4, 5).
Debido a la obra de Cristo en la cruz, los creyentes disfrutan de paz. La
persona perdida está en guerra contra Dios y no puede agradarlo (Romanos 8:7,
8); pero cuando confía en el Salvador, la guerra termina y recibe la paz divina
(Romanos 5:1).
También tiene el amor de Dios (Romanos 5:5). La cruz es la demostración
divina del amor (Romanos 5:8), pero su amor no se experimenta mientras el
Espíritu no entre en el corazón que cree. Conforme el creyente crece en su vida
espiritual, profundiza una relación de amor (Juan 14:21–24).
Ciertamente, los que conocen a Jesucristo como su Salvador disfrutan de una
posición única. Son llamados por Dios para ser apartados para Dios a fin de que
puedan disfrutar del amor con Dios. En tanto que su comunión con el Padre puede
cambiar de día en día, su relación como hijos no puede hacerlo. Son “guardados
en Jesucristo”. Como Judas escribiría bastante en esta carta sobre pecado y el
juicio, tuvo cuidado al principio de definir el lugar especial de los creyentes en el
corazón y el plan de Dios. Los apóstatas van a pecar, caer y sufrir condenación;
pero los verdaderos creyentes serán guardados seguros en Jesucristo por toda la
eternidad.
Vale la pena repetir que el apóstata no es un verdadero creyente que ha
abandonado su salvación, sino una persona que ha profesado recibir la verdad y
confiar en el Salvador, y luego se aleja de “la fe que ha sido una vez dada a los
santos” (v. 3). Judas no contradice lo que Pedro escribió, y Pedro dijo con claridad
que los apóstatas no eran ovejas de Dios, sino puercos y perros (2 Pedro 2:21,
22). El puerco había sido limpiado por fuera, y el perro por dentro, pero a ninguno
le había sido dada la nueva naturaleza que caracteriza a los verdaderos hijos de
Dios (2 Pedro 1:3, 4).
Aquí, entonces, tenemos el “ejército espiritual” al que Judas se dirige. Si has
confiado en Jesucristo, ya estás en este ejército. Dios no está buscando
voluntarios; ¡él ya te ha alistado! La pregunta no es: “¿seré soldado?”, sino: “¿voy
a ser un soldado leal?”.
Isaac Watts predicó una vez sobre 1 Corintios 16:13: “Velad, estad firmes en la
fe; portaos varonilmente, y esforzaos”. Cuando publicó el sermón, le añadió un
poema; y lo cantamos hoy como uno de nuestros cantos espirituales.
¿Soy yo soldado de Jesús
Y siervo del Señor?
No temeré llevar la cruz,
Sufriendo por su amor.
Lucharon otros por la fe;
Valiente anhelo ser.
Por mi Señor yo pelearé,
Confiando en su poder.
El enemigo (Judas 3, 4)
Ya hemos notado que Judas se dispuso a escribir una carta de estímulo acerca
de la “común salvación”. El nombre “Judas” (Judá) quiere decir alabanza, y él
anhelaba alabar a Dios y regocijarse en la salvación que él da en Jesucristo. Pero
el Espíritu de Dios le hizo cambiar de parecer y lo guió a escribir sobre la guerra
contra la fuerzas del mal en el mundo. ¿Por qué? Porque era “necesario” para la
iglesia.
Debo confesar que entiendo a Judas. En mi ministerio, preferiría mucho más
animar a los santos que declarar guerra contra los apóstatas. Pero cuando el
enemigo está en el campo, los centinelas no se atreven a dormir. La vida cristiana
es un campo de batalla, no un patio de recreo.
Judas no desperdició tiempo en identificar al enemigo.
Eran impíos (v. 4b). Esta es una de las palabras favoritas de Judas. Aunque
estos hombres aducían pertenecer a Dios, eran, en verdad, impíos en su
pensamiento y vida. Tal vez hayan tenido “apariencia de piedad”, pero les faltaba
la fuerza de la santidad que vive en el verdadero creyente (2 Timoteo 3:5).
Eran engañadores (v. 4c). Ellos “han entrado encubiertamente”. La expresión
griega quiere decir escurrirse en secreto, robar solapadamente. A veces, los
agentes secretos de Satanás “son introducidos en secreto” por los que ya están
adentro (Gálatas 2:4), pero estos hombres entraron por cuenta propia. Pedro
advirtió que vendrían (2 Pedro 2:1), y ahora habían llegado a la escena.
¿Cómo pudieron falsos hermanos introducirse en las verdaderas
congregaciones de los santos? ¡Los soldados se habían dormido en su puesto!
Los líderes espirituales de las iglesias se habían vuelto complacientes y
descuidados. Esto explica por qué Judas tuvo que “tocar la trompeta” para
despertarlos. Nuestro Señor y sus apóstoles advirtieron que los falsos maestros
surgirían, y sin embargo, las iglesias no hicieron caso a las advertencias. Es triste
decirlo, pero algunas iglesias no están prestando atención a las advertencias
tampoco hoy.
Eran enemigos de la gracia de Dios (v. 4d). ¿Por qué entraron en las
iglesias? Para intentar cambiar la doctrina y convertir “en libertinaje la gracia de
nuestro Dios” (v. 4). La palabra “libertinaje” simplemente quiere decir perversidad;
ausencia de restricción moral, indecencia. La persona libertina piensa solamente
en satisfacer sus deseos sensuales, y todo lo que toca queda manchado por sus
viles apetitos. El libertinaje es una de las obras de la carne (Gálatas 5:19) que
proceden del corazón perverso del ser humano (Marcos 7:21, 22).
Pedro ya había advertido que estos apóstatas argumentarían: “Ustedes ya han
sido salvados por gracia, así que son libres para hacer lo que les plazca”.
Prometían libertad a la gente, pero era la clase de libertad que lleva a una terrible
esclavitud (2 Pedro 2:13, 14, 19). Los lectores a los que tanto Pedro como Judas
se dirigieron sabían lo que Pablo había escrito (2 Pedro 3:15, 16), así que
deberían haberse fortificado con Romanos 6 y 1 Corintios 5–6.
Los apóstatas, como los seguidores de las sectas hoy, usan la Palabra de Dios
para promover y defender sus falsas doctrinas. Seducen a los creyentes jóvenes e
inmaduros que todavía no se han cimentado en las Escrituras. Todo soldado de la
cruz necesita recibir entrenamiento básico en una iglesia local para saber cómo
usar las armas de la guerra espiritual (2 Corintios 10:4, 5).
Negaban la verdad de Dios (v. 4e). “Aun negarán al Señor que los rescató”,
había advertido Pedro (2 Pedro 2:1). Judas no estaba refiriéndose a dos personas
diferentes cuando escribió “a Dios el único soberano, y a nuestro Señor
Jesucristo”, porque la construcción en griego exige que los dos nombres se
refieran a la misma persona. En otras palabras, estaba afirmando fuertemente la
deidad de Jesucristo. Jesucristo es Dios.
Pero los apóstatas lo negarían. Concordarían en que Jesucristo fue un buen
hombre y un gran maestro, pero no que era el Dios eterno venido en carne
humana. La primera prueba para cualquier maestro religioso, como hemos visto,
es: “¿Qué piensas de Jesucristo? ¿Es él Dios venido en carne?”. Todo el que
niega esta doctrina cardinal es un falso maestro, por más acertado que pudiera
estar en otros asuntos. Si niega la deidad de Cristo, siempre falta algo en lo que
sea que afirme.
Estaban destinados a la condenación (v. 4a). Judas no escribió que estos
hombres estaban destinados a convertirse en apóstatas, como si Dios fuera
responsable de su pecado. Ellos se volvieron apóstatas porque voluntariamente se
alejaron de la verdad. Pero el Señor ordenó que tales personas serían juzgadas y
condenadas. Los profetas del Antiguo Testamento denunciaron a los falsos
profetas de su día, y tanto Jesucristo como los apóstoles pronunciaron juicio sobre
ellos.
¿Por qué deberían estos hombres ser juzgados por Dios? Para empezar,
¡habían negado a su Hijo! ¡Esta es razón suficiente para condenarlos! Pero
también contaminaron al pueblo de Dios enseñándoles que la gracia de Dios les
permitía practicar el pecado. Es más, se mofaban de la doctrina de la venida de
Cristo (2 Pedro 3): “¿Dónde está la promesa de su venida?”. Se mofaban de la
misma promesa de la venida de Cristo y del juicio de Dios contra los impíos.
Por supuesto, ellos hacían todo esto socapa de religión, y esto hacia que su
pecado fuera incluso mayor. Engañaban a inocentes para quitarles su dinero y
disfrutarlo en una vida impía. Jesús los comparó a lobos vestidos de ovejas
(Mateo 7:15).
¿Cómo, entonces, debe la iglesia responder ante la presencia de este insidioso
enemigo? Contendiendo ardientemente por la fe.
La fe se refiere al cuerpo de doctrina dado por Dios por medio de los apóstoles
a la iglesia cristiana. La palabra “doctrina” se halla por lo menos dieciséis veces en
las Epístolas Pastorales. Pablo amonestó tanto a Timoteo como a Tito a que se
cercioraran de que a los creyentes se les estuviera enseñando “doctrina sana”; es
decir, doctrina sólida, una enseñanza que promueve la salud espiritual de la iglesia
local. En tanto que maestros y predicadores pueden discrepar en forma individual
en puntos menores de teología, hay un cuerpo básico de verdad al cual todo
verdadero creyente está comprometido.
Este cuerpo de verdad “ha sido dado” (v. 3) a los santos. La expresión quiere
decir les ha sido confiada. La iglesia colectivamente y cada creyente en lo
personal tienen una mayordomía que desempeñar. “Sino que según fuimos
aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos” (1
Tesalonicenses 2:4). Dios le encomendó a Pablo la verdad (1 Timoteo 1:11), y él
se la comunicó a otros, tales como Timoteo (1 Timoteo 6:20). Lo exhortó para que
encomendara la palabra a otros hombres fieles (2 Timoteo 2:2). Tú y yo no
tendríamos la palabra hoy si no hubiera sido por creyentes fieles a través de los
siglos que guardaron este precioso depósito y lo invirtieron en otros.
La iglesia siempre está a una corta generación de extinguirse. Si nuestra
generación no guarda la verdad y no se la confiamos a nuestros hijos, eso será el
fin. Pensar en los santos y mártires que sufrieron y murieron para que nosotros
pudiéramos tener la verdad de Dios hace que uno quiera tomar su lugar en el
ejército de Dios y ser fiel hasta la muerte.
¿Qué quiere decir “contender por la fe”? La expresión griega es un término
atlético de donde deriva la palabra “agonizar”. Es el cuadro de un atleta dedicado
que compite en los juegos griegos y obliga a sus nervios y músculos a hacer lo
mejor para ganar. Nunca se libran las batallas del Señor desde una mecedora o
una cama mullida. Tanto el soldado como el atleta deben concentrarse en hacer lo
mejor y darlo todo. También debe haber trabajo en equipo; los creyentes
trabajando juntos para atacar y derrotar al enemigo.
A veces, oigo a personas bien intencionadas que dicen: “Pues claro, está bien
contender por la fe, ¡pero no seas contencioso!”. Aunque es verdad que algunos
de los soldados de Dios han sido causa de peleas y divisiones, también es cierto
que otros han pagado un gran precio por defender la fe. Como soldados cristianos
no debemos pelear unos contra otros ni andar buscando problemas. Pero cuando
el estandarte de Cristo está en peligro de que el enemigo lo tome, no podemos
quedarnos sentados sin hacer nada ni tampoco podemos esperar ganar la victoria
usando guantes de seda.
Carlos Spurgeon dijo una vez que “las nuevas nociones no son la verdad
antigua en un mejor vestido, sino errores mortales con los que no podemos tener
comunión”. La falsa doctrina es un veneno mortal que hay que identificar, rotular y
evadir. También afirmó: “No puedo aguantar la falsa doctrina, por más nítida que
se me la presente. ¿Piensas que debería comer carne envenenada porque la
bandeja es la más elegante?”.
Siempre debemos hablar la verdad en amor, y las armas que usamos deben
ser espirituales. Al mismo tiempo, debemos atrevernos a adoptar nuestra posición
por “la fe”, aunque ofenda a algunos y moleste a otros. No estamos luchando
contra enemigos personales, sino contra los del Señor. Es el honor y la gloria de
Jesucristo lo que está en juego. “Pelea la buena batalla de la fe” (1 Timoteo 6:12).
11
¡Les Presento a los Apóstatas!
Judas 8–16
“Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva,
en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13).
“Amén; sí, ven, Señor Jesús”.
12
No Deben Tropezar
Judas 17–25
Leí en alguna parte que el enemigo penetró, por lo menor, tres veces la Gran
Muralla de China, ¡y cada vez sobornaron a los guardias!
Una defensa fuerte depende de personas fuertes, y esto se aplica a las
batallas espirituales tanto como a las batallas militares. Para que la iglesia se
oponga y derrote a los falsos maestros, todos nosotros, que formamos la iglesia,
debemos ser fuertes y aptos para “estar firmes contra las asechanzas del diablo”
(Efesios 6:11). Siempre está el peligro de tropezar (v. 24), y un tropiezo es el
primer paso hacia una caída.
En la conclusión, Judas se dirigió a sus amados lectores y les dio cuatro
instrucciones para seguir a fin de estar firmes para resistir a los apóstatas.
Los que dudan (v. 22). Estos son los que titubean. Son, probablemente, los
“inconstantes” de los que Pedro escribió (2 Pedro 2:14). Se han convertido, pero
no están cimentados en la fe. Nuestra responsabilidad es tenerles misericordia y
mostrarles compasión, procurando alejarlos de las influencias de los apóstatas.
Esta clase de ministerio exige mucho amor y paciencia, y debemos tener presente
que los creyentes inmaduros son como niños pequeños que piensan que pueden
distinguir entre el bien y el mal. Si uno les dice que no, lo único que hacen es
rebelarse y obstinarse.
Una de las mejores maneras de alejarlos de los falsos maestros es magnificar
todo lo que tienen en Cristo y mostrarles amor de maneras prácticas. Hay que
mostrarles que su salvación es tan maravillosa y que la Palabra es tan
emocionante que los hará perder interés en las enseñanzas de los apóstatas. No
basta refutar las falsas doctrinas. También debe haber ese calor del amor que le
asegura al joven creyente: “Nos interesamos por ti”.
Es un secreto a voces que los falsos maestros hacen presa en especial de los
miembros de la iglesia disgustados. (Ve el versículo 16: “murmuradores” y
“querellosos”.) Es importante que el pastor y la gente muestren amor especial e
interés en los nuevos creyentes y que ministren a los miembros maduros de la
iglesia, para que no se descarríen debido al descuido. Pablo envió a Timoteo a los
creyentes jóvenes de Tesalónica para establecerlos en la fe (1 Tesalonicenses 2).
Todo nuevo creyente necesita de un creyente más maduro que le enseñe cómo
pararse y caminar.
Los que están quemándose (v. 23a). Al parecer, estas son personas que han
dejado la comunión y ahora son parte del grupo apóstata. ¡Hay que arrebatarlos
del fuego! Los ángeles tomaron a Lot de la mano y lo sacaron de Sodoma
(Génesis 19:16), y a veces, hay que hacer esto para rescatar a los ignorantes e
inconstantes de las garras de los maestros falsos.
Hay probablemente aquí una referencia a Zacarías 3:2 y a Amós 4:11. En el
pasaje de Zacarías, el “tizón” era la nación de Israel que había regresado del
cautiverio en Babilonia y establecido de nuevo en su tierra. Dios vio al pueblo
como un tizón rescatado del fuego. En Amós 4, el Señor estaba reprochando al
pueblo por no prestar atención a sus advertencias y castigos: pobreza, malas
cosechas, sequía, pestilencia, guerra e incluso juicios como los que destruyeron
Sodoma y Gomorra. Eran como un tizón arrebatado del fuego, y sin embargo, no
apreciaron la misericordia de Dios.
Los peligrosos (v. 23b). La frase “con temor” quiere decir con cautela. Al tratar
de ayudar a los que han errado, ¡debemos tener cuidado de no quedar nosotros
atrapados! Muchos supuestos rescatadores se han ahogado. Cuando un creyente
inestable ha sido capturado por la falsa doctrina, debemos tener mucho cuidado al
tratar de ayudarlo, porque Satanás puede usarlo para contagiarnos. Al tratar de
salvarlo, ¡a lo mejor, quedamos manchados o nos quemamos!
El principio que Judas está estableciendo es que los creyentes más fuertes
nunca deben pensar que están por encima de la influencia satánica. Incluso
mientras servimos al Señor y procuramos rescatar a uno de sus hijos, los que
queremos ayudar pueden contaminarnos. Los judíos del Antiguo Testamento
debían tener mucho cuidado de evitar el contagio ceremonial, y esto incluía la ropa
(Levítico 13:47 en adelante; 14:47; 15:17). Si una persona “limpia” toca una ropa
“inmunda”, queda contaminada.
Ciertamente debemos amar al pueblo de Dios, pero también detestar el
pecado. Dondequiera que hay pecado, Satanás tiene un pie adentro y puede
dedicarse a trabajar. La contaminación se extiende rápidamente y en secreto, y
hay que tratarla en forma drástica. Si el sacerdote judío pensaba que una ropa
estaba infectada de lepra, la mandaba quemar.
No todo creyente está equipado para tratar con los falsos maestros o con los
que estos han influido y capturado. Exige un buen conocimiento de la Palabra, un
fiel andar con Dios, una comprensión de las artimañas de Satanás y, por cierto, la
llenura del Espíritu de Dios. También requiere discernimiento espiritual. Es mucho
más fácil instruir a los creyentes y mantenerlos lejos de los falsos maestros que
arrebatarlos del fuego.
1
Wiersbe, W. W. (2013). Alertas en Cristo: Estudio expositivo de 2 Pedro, 2 y 3 Juan, y Judas (pp. i–
190). Sebring, FL: Editorial Bautista Independiente.