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Psicoanálisis
Las preocupaciones centrales del psicoanálisis son: el consciente, preconsciente e inconsciente
(Inconsciente y Represión) y el Ello, el Yo y el Superyó
El padre del psicoanalisis fue Sigmund Freud nació el 6 de mayo de 1856 en Freiberg, Moravia
(en la actualidad, Príbor en la República Checa) en el seno de una familia judía. Fue un médico
neurólogo austriaco de origen judío, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras
intelectuales del siglo XX
Las hipótesis y métodos introducidos por Freud fueron polémicos durante su vida y lo siguen
siendo en la actualidad, pero pocos discuten su enorme impacto en la psicología y la psiquiatría.
Freud desarrolló la llamada "cura del habla" que posibilitaría la mitigación y desaparición de los
síntomas histéricos y neuróticos a través de un monólogo sin censura con el analista. Este,
ubicado fuera de la vista del analizado, atendería con atención flotante y respetaría la reglas de
la neutralidad y abstinencia, es decir, evitando juicios morales o de valor y no entregando
satisfacciones sustitutas al analizado.
En momentos clave del trabajo asociativo, el analista haría intervenciones para interpretar el
material expuesto. En la descripción inicial de la técnica, este proceso no tendría más finalidad
que rememorar (hacer conscientes) ideas o recuerdos de eventos que, por ser dolorosos,
humillantes o simplemente intolerables para el sujeto, fueron reprimidos en el inconsciente.
Trayendo todo este material reprimido a la conciencia se le haría perder su poder patógeno y los
síntomas desaparecerían. Este proceso, sobre el papel sencillo, supone un esfuerzo intenso para
el analizado, ya que, las mismas fuerzas que otrora posibilitaron la represión hacia el
inconsciente de las ideas y recuerdos traumáticos, se opondrían virulentamente a que sean
traídos a la conciencia, es decir, a ser recordados. Estas fuerzas que se oponen al avance de la
terapia y mejoramiento del analizado son denominadas resistencias.
En una época posterior de su trabajo, Freud descubriría que no basta con simplemente «hacer
consciente lo inconsciente». En los Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis (1914),
particularmente en el trabajo Recordar, repetir y reelaborar, introduce el concepto de
reelaboración (durcharbeiten) de las resistencias.
Los desarrollos teóricos tras la publicación de Más allá del principio del placer en 1920 tendrán
nuevas implicaciones para la técnica terapéutica analítica. En esta obra, Freud realiza una
redefinición de su primera teoría de las pulsiones e introduce ahora la pulsión de muerte. La
inercia del síntoma en la cura analítica queda explicada a partir de allí a través de la compulsión
de repetición movilizada por la pulsión de muerte.
Sigmund Freud desarrollo una teoría hacia fin del siglo XIX y comienzos del siglo XX en la
que sostiene que los seres humanos, desde el nacimiento, son impulsados por instintos
primarios, sobre todo sexuales y agresivos. El propone un concepto ampliado de la sexualidad
humana, extremadamente revolucionario para su época, que postula la existencia de una
sexualidad infantil, cuyo desarrollo está organizado en fases, denominadas psicosexuales ya que
cada una de ellas esta denominada por una zona erógena. En cada fase o etapa la personalidad,
establecida alrededor de los 5 años de edad, se centra en su zona erógena significativa.
Fase Oral: esta se desarrolla desde el nacimiento hasta aproximadamente el año de edad. En
este caso la zona erógena es la boca, para el todo es placer y esta se obtiene por los cuidados y
la exploración del entorno llevándose todo a la boca. Según Freud el bebe aparte de recibir
nutrición de la madre, también logra satisfacer el deseo sexual de la succión.
Si el bebe recibe consuelo y amor de su mama logra completar esta etapa, si por el contrario la
mama no alimenta a el bebe con regularidad este puede desarrollar neurosis trastorno que
lograra un gran impacto en el desarrollo de la personalidad. El bebe se va a fijar en la fase oral y
no progresara plenamente en las próximas etapas, Como consecuencia crecerá y se convertirá en
una personalidad oral. Esta oralidad puede ser agresiva (mascar chicle o lapiceras) o pasiva
(signos que incluyen fumar, comer, besar, fellatio).La fijación a esta fase puede dar como
resultado pasividad, credulidad, inmadurez y una personalidad fácil de manejar.
Fase anal: esta se desarrolla entre el año y los tres años. La zona erógena es el ano. Este solo la
experimentan aquellos niños que no se fijaron en la fase oral. Esta es la etapa en la vida del
niño cuando comienza a utilizar el sanitario. Si sus padres le dan demasiadas recompensas por
esta acción, el niño puede llegar a sentirse posesivo sobre su defecación obteniendo placer
gracias a sus heces. Si por el contrario los padres son demasiado estrictos el niño se puede fijar
en esta etapa, pudiendo convertirse en una personalidad anal expulsiva llegando a ser
desordenado e irresponsable o convertirse en una personalidad anal retentivo, creciendo hasta
ser obstinado, demasiado ordenado y justo. En esta fase aparece el YO, a partir de ahora el ello
ya no tendrá control directo sobre cada acción del pequeño.
Fase Fálica: se desarrolla entre los 3 años y termina cuando el niño tiene aproximadamente
cinco años. La zona erógena son los genitales. En esta etapa el SUPERYO aparece por primera
vez y los niños se vuelven concientes de su propio cuerpo y del cuerpo de los otros y satisfacen
la necesidad física por desnudarse y explorar entre si y los genitales y así aprender la física
sexual y las diferencias de género. Según Freud los niños dirigen sus deseos sexuales sobre el
padre del sexo opuesto y tratan de aniquilar al padre del mismo sexo. Esto es lo que él llama el
complejo de Edipo en los niños, y complejo de Elektra en las niñas.
Complejo de Edipo el niño empieza a sentir atracción por su madre y considera a su padre un
rival y siente que este no debería de existir. El niño siente miedo de sufrir un castigo por parte
de su padre, la castración, pudiendo desarrollar ansiedad de castración.
La competencia psicosexual no resuelta por el padre del sexo opuesto puede producir una
fijación de la fase fálica que dará lugar en el caso de la mujer a una adulta que tratara de superar
a los hombres o como una mujer extremadamente seductora o como una mujer sumisa. En el
caso del niño podría convertirse en un hombre ambicioso y vanidoso. En Gral. Esta fase es
importante para el desarrollo del SUPERYO y para la elección de cumplir con normas sociales a
través de la identificación con uno de sus padres.
Fase de latencia: esta se desarrolla desde los seis años hasta la pubertad. Durante este periodo
se suprimen los intereses de la libido, definiéndose como un periodo de calma en el que el niño
consolida los hábitos de carácter que ha desarrollado en las tres etapas anteriores. Generalmente
el niño no tiende a fijarse en esta etapa, pero si lo hiciese tienden a ser sumamente frustrados
sexualmente hablando.
La consciencia
La consciencia es el nivel más accesible del aparato psíquico y está formado por todo lo que el
ser humano percibe. El sistema consciente se maneja con el principio de la realidad, es el aquí y
el ahora, respeta la temporalidad, se rige por leyes lógicas y se adapta al contexto.
El preconsciente
Es una cualidad de la psique que califica los contenidos que no está presentes en el campo de la
consciencia pero pueden devenir en ella. Es el nivel que está relacionado con la consciencia, ya
que entre ambos hay cierta movilidad, es decir, que los contenidos o representaciones que se
encuentran en este nivel ingresan fácilmente a la consciencia. Este nivel está formado por
sentimientos, pensamientos, fantasías, vivencias, etc., que están allí porque de algún modo no
pueden entrar a la consciencia por falta de espacio.
Existe un olvido voluntario, premeditado, pero cuando es sujeto necesita recordar estos
contenidos, los mismos pueden emerger a la conciencia, algunos de ellos producen cierta
angustia, pero es un dolor o displacer tolerable, por ello es que emergen tal como son y
comparten las características y modos de funcionamiento. Este nivel funciona al igual que el
consciente respondiendo al principio de realidad y a las leyes lógicas. Cuando una persona
necesita recordar algo, desde el nivel consciente activa los mecanismos de búsqueda y el
preconsciente inmediatamente permite que esa información aflore a la consciencia.
Inconsciente
Son todos los contenidos que no están presentes en el campo de la consciencia y está constituido
por contenidos que buscan regresar a la consciencia o bien, que nunca fueron conscientes. En
este nivel se encuentran todos los contenidos, emociones, deseos, ideas, vivencias y conflictos
reprimidos que no tienen lugar en la consciencia, debido a que la intensidad que poseen
producen sufrimiento a la persona cuando lo recuerda por ello los reprime y permanecen ocultos
en este nivel.
Freud define a la represión como un mecanismo de defensa, cuya esencia consiste rechazar y
mantener alejados de la consciencia elementos dolorosos o inaceptables para el yo.
Los sueños: para Freud, los sueños fueron el elemento más apropiado para llegar al
conocimiento del inconsciente, les llamó la VIA REGIA.
Los actos fallidos. Son aquellos olvidos, equivocaciones y errores que cometemos y que se
deben a causas desconocidas y surgen involuntariamente.
Síntomas neuróticos. Todo síntoma es siempre señal de algo. En el caso de los síntomas
neuróticos la señal está indicando algún desajuste psíquico entre un deseo inconsciente y la
imposibilidad de satisfacerlo. Estos deseos inconscientes son los que –según la teoría
psicoanalítica-aparecen disimulados a través de los síntomas. En general los síntomas
neuróticos son percibidos como molestos en mayor o menor grado por el portador.
Chistes. Los chistes también son para el psicoanálisis manifestaciones inconscientes, pero a
nivel no ya individual sino social. En ellos aparece disfrazado, oculto, algún sentimiento que no
puede expresarse directamente, algo negativo o bien de contenido sexual, relacionado con las
pulsiones y por lo tanto con la parte inconsciente de nuestra vida.
YO-SUPERYÓ-ELLO
Freud, no sólo hizo y rehizo su visión de las pulsiones humanas, sino también su visión o
comprensión de la mente. Su visión topográfica, aquélla que proponía tres regiones o lugares
mentales, el inconsciente, el preconsciente y el consciente, fue sustituida por una visión
dinámica más integradora, la que establece tres agentes dinámicos de la personalidad: el ello o
id, el yo o ego, y el superyó o superego.
El superyó tiene dos partes principales: el ideal del yo y la conciencia moral.
El ideal del yo es el retrato imaginario que muestra cómo debemos ser para respectar las reglas
de la sociedad en que vivimos. El comportamiento que tratamos de lograr es fuertemente
influenciado por nuestros padres y otras autoridades de nuestra vida. Respectando estas normas
y reglas, nos sentimos aceptados, y tenemos sentimientos de orgullo y logro.
Los seres humanos parecen ser un campo de batalla donde dos luchadores de gran alcance, el
ello y el superyó luchan juntos. El yo tiene la misión difícil de mediar los conflictos entre el ello
y el superyó. El ello exige la satisfacción de los instintos primarios. El superyó se centra en las
normas morales de nuestra sociedad y puede hacer que el yo se sienta culpable.
Según Sigmund Freud, una personalidad sana se caracteriza por un equilibrio entre los tres
elementos de la mente humana: ello, yo y superyó.
Durante mucho tiempo la niñez no fue valorada socialmente pues los niños eran considerados
un adulto en miniatura, por lo que no se les reconocían necesidades diferentes a las de los
adultos y muy pronto tenían las mismas obligaciones que éstos. Durante la edad media se
mantiene esta concepción, pero, debido a las creencias religiosas, se cree que el niño cuando
nace está ligado al pecado; es por ello que se tiene muy en cuenta la vida de los santos en la
educación, principalmente familiar y doméstica o ligada a los monasterios.
Todas estas pequeñas conquistas han dado lugar a la concepción de la infancia actual, pues ha
sido en el siglo XX cuando el niño llega a configurarse como un estatuto digno de ser mirado y
estudiado desde todas las disciplinas, y cuando la infancia se convierte en la etapa de mayor
importancia en la vida del ser humano.
Hemos pasado del concepto de “niño” como un hombre pequeño que se prepara para la vida, al
concepto de que la mente del niño que se asemeja a una tabla rasa, sobre la que todo está por
escribir. El niño es seguramente una esponja, especialmente entre los 5 y los 12 años, que
absorbe todo lo que entra en contacto con ella, para después volver a sintetizar y “recordar”
solamente aquellas formas de experiencia que considera significativas.
Es por ello, y por los estragos de la I Guerra Mundial, que Englantyne Jebb crea en 1923 la
primera Declaración de Ginebra, para comprometer a la humanidad en la defensa de los
niños/as, y que un año después se incluye en la Carta de Derechos de la Infancia de la Sociedad
de Naciones. Después de la II Guerra Mundial, se realizan la Declaración Universal de los
Derechos del Niño (1959) y la Convención sobre los Derechos de la Infancia (1989) para tratar
de paliar las brutalidades y el desamparo al que se han visto sometidos a lo largo de la historia.
Es en 1979 cuando hay un verdadero cambio con respecto a la concepción de la infancia, pues a
partir del año del niño, se considera a los adultos responsables de que se cumplan los derechos
infantiles.
Esta concepción de la infancia que sigue vigente hoy en día podríamos definirla como: El
primer periodo de vida humana, que se extiende desde el nacimiento hasta la adolescencia,
en el que se desarrollan las potencialidades, las capacidades y se sientan las bases del
desarrollo de la personalidad posterior del individuo. En definitiva, es una etapa decisiva
para intervenir y procurar en el niño/a un desarrollo positivo en todos los aspectos (físico,
motor, cognitivo, afectivo, social...).
Conclusiones
Hoy, podemos afirmar que el niño tiene una autonomía propia y una dignidad propia. Y
podemos también afirmar que no todo está por escribir, porque los factores del aprendizaje
pasan a través del patrimonio genético e interacción con el medio ambiente, mediados por las
formas significativas de la experiencia. Nuestra época está decididamente marcada por la
llamada revolución informática, la caída del ideal de “progreso”, y una particular
desvalorización del esfuerzo como ideal y meta del aprendizaje. Tampoco se puede ya afirmar
que el niño sea completamente inocente, carente de sexualidad, dócil o maleable: más bien se
resiste a ser considerado como un “vacío a llenar por contenidos adultos”