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FICHA DE CÁTEDRA

“Ruptura epistemológica: una nueva lectura del sujeto desde el psicoanálisis”

La presente ficha fue elaborada por la Prof. Isabela Capriccioni y la Ps. Gisella Montecchiari en
el marco de la “Residencia Docente” del Profesorado en Psicología de la UNR. La misma fue
elaborada en el año 2018 para la asignatura “Sujetos de la educación I” del Instituto Superior
Provincial Isabel Taboga, a cargo de la docente Fabiana Giorgio.

Reseña de la vida y obra de Sigmund Freud

Sigismund Schlomo Freud (1856-1939), más


conocido como Sigmund Freud, fue un médico
neurólogo austríaco de origen judío, padre del
psicoanálisis y una de las mayores figuras
intelectuales del siglo XX. Sin embargo, su producción
teórica se inicia a fines del siglo XIX.

El logro más importante de Freud fue


emprender una investigación sobre el funcionamiento
del psiquismo, la cual ha atravesado por diferentes
etapas.

A partir de su práctica con pacientes histéricos fue introduciendo diversos


avances en su técnica: desde la sugestión hipnótica hasta dar paso a la asociación
libre. Esta última le abrió el camino para el análisis del funcionamiento y contenidos del
inconsciente. A su vez, se constituyó como la técnica fundamental del psicoanálisis,
invitando al paciente a expresarse libremente con absoluta sinceridad y sin excluir
asociación alguna, aunque la juzgue desagradable, insensata o impertinente. Son
precisamente aquellas ocurrencias las que entrañan singular valor para el tratamiento.

Freud construye el concepto de aparato psíquico, el cual prescinde de una


ubicación anatómica. En este sentido propone una “primera tópica”, dividiendo al
aparato psíquico en tres sistemas: consciente, preconsciente e inconsciente. Luego
propone la “segunda tópica”, la cual está constituida por tres instancias psíquicas: ello,
yo y superyó. Esta no se opone a la primera, sino que realiza una integración entre
ambas tópicas.
Estos son solo algunos de los conceptos que integran al psicoanálisis, el cual
estudia, investiga y describe el alma humana: cómo se forma, cómo se desarrolla,
cómo está estructurada y cómo funciona.

Remitiéndonos a palabras del mismo Freud, describimos el psicoanálisis como:

1. Un método para explorar los procesos mentales inconscientes.

2. Una técnica para tratar las enfermedades psíquicas.

3. Un cuerpo de teorías derivadas de la aplicación de los puntos 1) y 2).

Es decir, en lo que hasta Freud sólo había sido terreno de teólogos y filósofos,
de anatomistas y neurofisiólogos, se instala ahora el psicoanálisis.

ACTIVIDAD

Lean detenidamente el fragmento que les tocó, ubiquen el momento histórico al


que se refiere, y distingan la concepción anterior y posterior a la ruptura que se
plantea. Tomen nota de lo que vayan reflexionando, para luego compartirlo con el
resto del grupo.

Fragmento n°1

Primera herida narcisista - Humillación cosmológica

El hombre creía al principio, en la época inicial de su investigación, que la Tierra,


su sede, se encontraba en reposo en el centro del Universo tanto que el Sol, la Luna y
los planetas giraban circularmente en derredor de ella. Seguía así ingenuamente la
impresión de sus percepciones sensoriales, pues no advertía ni advierte movimiento
alguno de la Tierra, y dondequiera que su vista puede extenderse libremente, se
encuentra siempre en el centro de un círculo, que encierra el mundo exterior. La
situación central de la Tierra le era garantía de su función predominante en el
Universo, y le parecía muy de acuerdo con su tendencia a sentirse dueño y señor del
Mundo.
La destrucción de esta ilusión narcisista se enlaza, para nosotros, al nombre y a
los trabajos de Nicolás Copérnico en el siglo XVI. Mucho antes que él, ya los
pitagóricos habían puesto en duda la situación preferente de la Tierra, y Aristarco de
Samos había afirmado, en el siglo III a. de J. C., que la Tierra era mucho más pequeña
que el Sol, y se movía en derredor del mismo. Así pues, también el gran
descubrimiento de Copérnico había sido hecho antes de él. Pero cuando fue ya
generalmente reconocido, el amor propio humano sufrió su primera ofensa: la ofensa
cosmológica.

Freud, 1917, p. 131-132

Fragmento n°2

Segunda herida narcisista - Humillación biológica

En el curso de su evolución cultural, el hombre se consideró como soberano de


todos los seres que poblaban la Tierra. Y no contento con tal soberanía, comenzó a
abrir un abismo entre él y ellos. Les negó la razón, y se atribuyó un alma inmortal y un
origen divino, que le permitió romper todo lazo de comunidad con el mundo animal. Es
singular que esta exaltación permanezca aún ajena al niño pequeño, como al primitivo
y al hombre primordial. Es el resultado de una presuntuosa evolución posterior. En el
estadio del totemismo el primitivo no encontraba depresivo hacer descender su estirpe
de un antepasado animal. El mito, que integra los residuos de aquella antigua manera
de pensar, hace adoptar a los dioses figura de animales, y el arte primitivo crea dioses
con cabeza de animal. El niño no siente diferencia alguna entre su propio ser y el del
animal; acepta sin asombro que los animales de las fábulas piensen y hablen, y
desplaza un afecto de angustia, que le es inspirado por su padre, sobre un
determinado animal -perro o caballo-, sin tender con ello a rebajar a aquél. Sólo más
tarde llega a sentirse tan distinto de los animales, que le es ya dado servirse de sus
nombres como de un calificativo insultante para otras personas.

Todos sabemos que las investigaciones de Darwin y las de sus precursores y


colaboradores pusieron fin, hace poco más de medio siglo, a esta exaltación del
hombre. El hombre no es nada distinto del animal ni algo mejor que él; procede de la
escala zoológica y está próximamente emparentado a unas especies, y más
lejanamente, a otras. Sus adquisiciones posteriores no han logrado borrar los
testimonios de su equiparación, dados tanto en su constitución física como en sus
disposiciones anímicas. Esta es la segunda ofensa -la ofensa biológica- inferida al
narcisismo humano.

Freud, 1917, p.132-133

Fragmento n°3

Tercer herida narcisista - Humillación psicológica

El hombre, aunque exteriormente humillado, se siente soberano en su propia


alma. En algún lugar (...) de su yo se ha creado un órgano inspector, que vigila sus
impulsos y sus actos, inhibiéndolos y retrayéndolos (...) cuando no coinciden con sus
aspiraciones. Su percepción interna, su conciencia, da cuenta al yo en todos los
sucesos de importancia que se desarrollan en el mecanismo anímico (...). El yo se
siente seguro, tanto de la amplitud y de la fidelidad de las noticias como de la
transmisión de sus mandatos.

En ciertas enfermedades (...) sucede otra cosa. El yo se siente a disgusto, pues


tropieza con limitaciones de su poder dentro de su propia casa, dentro del alma
misma. Surgen de pronto pensamientos, de los que no se sabe de dónde vienen, sin
que tampoco sea posible rechazarlos. Tales huéspedes indeseables parecen incluso
ser más poderosos que los sometidos al yo; resisten a todos los medios coercitivos de
la voluntad (...). El psicoanálisis procura esclarecer estos inquietantes casos
patológicos, emprende largas y minuciosas investigaciones y puede, por fin, decir al
yo: “No se ha introducido en ti nada extraño; una parte de tu propia vida anímica se ha
sustraído a tu conocimiento y a la soberanía de tu voluntad (...)”.

(...) Confías en que todo lo que sucede en tu alma llega a tu conocimiento, por
cuanto la consciencia se encarga de anunciártelo. Y cuando no has tenido noticia
ninguna de algo, crees que no puede existir en tu alma. Llegas incluso a identificar lo
«anímico» con lo «consciente»; esto es, con lo que te es conocido, a pesar de la
evidencia de que a tu vida psíquica tiene que suceder de continuo mucho más de lo
que llega a ser conocido a tu consciencia. (...) Lo anímico en ti no coincide con lo que
te es consciente; una cosa es que algo sucede en tu alma, y otra que tú llegues a
tener conocimiento de ello. (...) ¿Quién puede estimar, aun no estando tú enfermo,
todo lo que sucede en tu alma sin que tú recibas noticia de ello o sólo noticias
incompletas y falsas? (...)

(...) Los procesos anímicos son en sí inconscientes, y sólo mediante una


percepción incompleta y poco fidedigna llegan a ser accesibles al yo y sometidos por
él (...). [Es en este sentido que] el yo no es dueño y señor en su propia casa.

Freud, 1917, p. 133-135

Fragmento nº4

Tercer herida narcisista - Revolución copernicana

Para calificar el descubrimiento de Freud hemos usado el término revolución


copernicana. Esto no implica que lo que no es copernicano sea absolutamente
unívoco. Los hombres no siempre creyeron que la Tierra era una especie de planicie
infinita, también le atribuyeron límites, formas diversas, a veces la de un sombrero de
mujer. Pero, en fin, pensaban que había cosas que estaban abajo, digamos en el
centro, y que el resto del mundo se edificaba encima. [En síntesis], (...) algo que tenía
que estar en el centro. (...) En relación con esta concepción, el descubrimiento
freudiano tiene exactamente el mismo sentido de descentramiento que aporta el
descubrimiento de Copérnico.

[Este descubrimiento copernicano hace referencia a que] El inconsciente escapa


por completo al círculo de certidumbres mediante las cuales el hombre se reconoce
como yo. (...) Con Freud irrumpe una nueva perspectiva que revoluciona el estudio de
la subjetividad y muestra, precisamente, que el sujeto [del inconsciente] no se
confunde con el individuo [de la conciencia].

En la época en que Freud comienza a expresarse, está obligado a partir de la


idea de que lo que pertenece al orden del yo también pertenece al orden de la
conciencia. Pero esto no es seguro. Si él lo dice, es debido a cierto progreso en la
elaboración filosófica, que por entonces formulaba la equivalencia yo = conciencia (...)

Freud nos dice: el sujeto no es su inteligencia, no está sobre el mismo eje (...).
Es otra cosa, y para quien sabe oírla, toda su conducta habla desde otra parte, no
desde ese eje que podemos captar cuando lo consideramos como función en un
individuo.

Esta convicción desborda la ingenuidad individual del sujeto que cree en sí, que
cree que él es él, locura harto común y que no es una locura completa porque forma
parte del orden de las creencias. Es evidente que todos tendemos a creer que
nosotros somos nosotros. Pero observen con atención y verán que no estamos tan
seguros como parece. En muchas circunstancias, muy precisas, dudamos, y sin sufrir
por ello ninguna despersonalización.

Al respecto, el psicoanálisis tiene valor de revolución copernicana. Toda la


relación del hombre consigo mismo cambia de perspectiva con el descubrimiento
freudiano.

Lacan, 1954, p. 11-25

Referencias bibliográficas

Freud, S. (2007) Una dificultad del psicoanálisis (1917). En S. Freud, Tomo XVII: De la
historia de una neurosis infantil y otras obras, p. 131-135. Buenos Aires:
Amorrortu Editores.

Lacan, J. (1983) Psicología y metapsicología (1953). En J. Lacan, Seminario II: El yo


en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, p. 11-25. Buenos Aires:
Editorial Paidós.

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