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CAUSAS DE LA DICTADURA PRIMO DE RIVERA

● Crisis del sistema político de la Restauración por la crisis de 1898 (humillante


derrota frente a EEUU y fracaso de los intentos de regeneración), los problemas
internos de los partidos dinásticos desde las muertes de Antonio Cánovas del
Castillo en 1897 y de Práxedes Mateo Sagasta en 1903, y el auge de la oposición al
sistema de la restauración (republicanos, nacionalistas, socialistas y anarquistas).
Esto último se puso de manifiesto en la crisis de 1917, con la Asamblea de
Parlamentarios de Barcelona y la primera huelga general.

● Deterioro de la figura del Rey: Realizará una política activa hasta los límites
constitucionales y tendencia a afirmarse como jefe supremo del ejército. Al participar
en los problemas políticos de manera directa, la monarquía se fue erosionando al
considerársela culpable de los mismos.

● Descontento militar por las duras críticas recibidas como consecuencia del desastre
de 1898 y el excesivo número de mandos, por lo que decide intervenir de nuevo en
la vida política y se va deslizando hacia posiciones conservadoras.

● Temor de las clases altas y medias ante la creciente conflictividad social llevada a
cabo por socialistas y anarquistas, animada por la Revolución Rusa de 1917 y
concretada en el Trienio Bolchevique (1917-1920) y el problema del “pistolerismo” en
Cataluña (1920-1923).

● Guerra de Marruecos: desde la consecución del protectorado sobre el norte del país
en 1906 (Conferencia de Algeciras), España se ve impotente para asegurar su
dominio ante la oposición de los rifeños liderados por Abd el Krim, que emplean la
táctica de guerrillas. Las continuas derrotas aumentaron las críticas al Ejército y los
desastres de Annual y Monte Arruit (1921) supusieron la elaboración de un informe
(Expediente Picasso) que señalaba como culpables a los altos mandos militares e
incluso al rey, lo que hace que ambos sean favorables a un golpe de Estado.

● Contexto internacional de crisis de las democracias occidentales: Ante la crisis


generada por la I Guerra Mundial, se va optando cada vez más por la crítica al
sistema parlamentario y la necesidad de un estado fuerte. El estado liberal
democrático se ve atacado por dos frentes contrapuestos: el comunismo (triunfo
bolchevique en Rusia en 1917) y el fascismo (acceso al poder de Mussolini en Italia
en 1922). El fascismo defiende un estado autoritario apoyado por las clases altas y
medias, temerosas a una expansión del comunismo. Su ideología se basa en el uso
de la violencia, el culto al líder y un fuerte nacionalismo-racismo.

EL GOLPE DE ESTADO Y EL DIRECTORIO MILITAR


El 13 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera,
publicó un manifiesto en el que proponía constituir un Directorio militar para procurar «la
salvación de la Patria» y «liberarla de los profesionales de la política». Alfonso XIII encontró
en la actitud del general una salida a la delicada situación política existente, y a las pocas
horas lo designó presidente del Consejo de Ministros con plenos poderes.

El Directorio militar, un Gobierno constituido solo por militares dirigidos por Primo de
Rivera, aparentemente se mantuvo en la legalidad constitucional de 1876. Pero la inmediata
suspensión de las garantías constitucionales, la declaración del estado de guerra* y el relevo
de las autoridades civiles por militares supusieron el final del régimen de la Restauración, y
su sustitución por la dictadura del general Primo de Rivera.

Los propósitos de Primo de Rivera resultaron confusos. Parecía plantear objetivos que
podían considerarse como regeneracionistas, ya que pretendía acabar con una «vieja
política» de la Restauración que rechazaba la mayoría del país, y ejercer el poder de forma
transitoria. Así se explica que el golpe de Estado gozara de buena acogida en múltiples
sectores políticos, y que incluso el PSOE lo aceptara como un mal menor.

Los problemas internos

En lo referente al orden público, Primo de Rivera persiguió sobre todo a comunistas y


anarquistas, y atajó la violencia de los pistoleros de los sindicatos y los que estaban al
servicio de las patronales. Los atentados y las acciones violentas desaparecieron en poco
tiempo.

En cuanto al caciquismo y a los propósitos de moralizar la vida pública, el Directorio


destituyó a todas las autoridades locales y en pocos meses se elaboraron los Estatutos
municipal y provincial, que concedían autonomía financiera a las corporaciones locales. En
Cataluña Mantuvo al principio la Mancomunidad, pero la suprimió en 1925.

El final de la guerra de Marruecos

Primo de Rivera, que antes del golpe de Estado había defendido el abandono de Marruecos
por el elevado coste que suponía la presencia española, impuso como cuestión prioritaria la
liquidación del conflicto. Dirigió operaciones militares para poner fin a la guerra; sin
embargo, la escasa capacidad militar española y la fortaleza de Abd el-Krim, que fundó la
República del Rif(1923-1926), dificultaron las acciones de ocupación.

Posteriormente, el desembarco en la bahía de Alhucemas en 1925 posibilitó la conquista


sistemática del territorio y el final de la guerra. Para esta operación, en la que se combinaron
fuerzas marítimas y terrestres, se requirió la colaboración de Francia. Abd el-Krim se entregó
a las autoridades francesas y el 10 de julio de 1927 se dieron por concluidas las actuaciones
militares.

El Directorio civil
A los éxitos del Directorio militar sobre el orden público y en Marruecos se sumaron una
economía en expansión, favorecida por la práctica del proteccionismo y por la buena
coyuntura internacional, y el apoyo de la UGT a la política social del dictador.

Primo de Rivera fundó en 1924 la Unión Patriótica para aglutinar las adhesiones al régimen.
Frente a estos apoyos, en contra del Directorio se situaron los viejos políticos liberales,
anarquistas, comunistas, nacionalistas, republicanos e intelectuales como Miguel de
Unamuno y el novelista valenciano exiliado Vicente Blasco Ibáñez.

El 3 de diciembre de 1925, Miguel Primo de Rivera sustituyó el Directorio militar por otro
civil, en cuya composición figuraron militares y civiles de la Unión Patriótica. El propósito de
este Directorio civil era institucionalizar y perpetuar la dictadura, para lo cual se tomaron
diversas medidas:

● En el ámbito político, el dictador anunció en septiembre de 1926 la creación de una


Asamblea Nacional Consultiva, idea respaldada por miles de firmas que recogieron
los miembros de la Unión Patriótica. La Asamblea llegó a preparar en 1929 un
proyecto de Constitución que no prosperó.
● En el ámbito social, el ministro de Trabajo Eduardo Aunós creó la Organización
Corporativa del Trabajo, inspirada en las encíclicas papales y en la legislación de la
Italia fascista aunque, a diferencia de esta última, reconocía la libertad sindical. De
acuerdo con esta organización se crearon los Comités Paritarios —compuestos por
igual número de obreros y de patronos— con el objeto de regular la vida laboral y
que obtuvieron el apoyo de la UGT.
Además de las medidas en el ámbito de las relaciones laborales se impulsaron
iniciativas favorables a los obreros, como el fomento de cooperativas de casas
baratas, la aparición de seguros sociales o derechos de jubilación.
● Las acciones del Directorio civil en el ámbito económico y de las infraestructuras
fueron numerosas:
● El conde de Guadalhorce, ministro de Fomento y Obras Públicas, dirigió un
ambicioso Plan de Obras Públicas que mejoró las carreteras y los ferrocarriles, y creó
las confederaciones hidrográficas para llevar a cabo la ampliación de los regadíos.
● El ministro de Hacienda Calvo Sotelo emprendió una política intervencionista y
expansiva. Aprovechando la favorable coyuntura económica mundial obtuvo
créditos, con lo que aumentó la financiación del Estado a costa de un paulatino
endeudamiento, pero no emprendió una reforma fiscal progresiva que gravara a las
rentas más altas.
La liquidez obtenida en los mercados internacionales permitió llevar a cabo el programa de
infraestructuras y adoptar medidas de gran calado como la creación de monopolios
estatales, como CAMPSA (petróleo), Telefónica (telefonía) o Iberia (aviación), que
permitieron nacionalizar importantes sectores antes controlados por empresas extranjeras,
como la Standard Oil o la Shell. Todas estas decisiones supusieron una mejora en las
condiciones de vida de los españoles, aunque no llegaron a modificar las estructuras sociales
del país.

Pese a los logros de la dictadura, la oposición a Primo de Rivera fue creciendo. El 24 de junio
de 1926 se produjo la conocida como «sanjuanada», golpe de Estado fallido protagonizado
por políticos y militares liberales. Casi al mismo tiempo, se suscitó un conflicto entre Primo
de Rivera y el arma de artillería que no aceptaba el sistema de ascensos por méritos que el
general pretendía imponer; esto supuso el enfrentamiento con un importante sector del
Ejército.

Por otra parte, los intelectuales y los nuevos republicanos habían ido ampliando sus fuerzas
durante estos años y se agruparon en la Alianza Republicana. La CNT, desde la
clandestinidad, comenzó a recuperarse y en julio de 1927 los anarquistas más radicales
fundaron la Federación Anarquista Ibérica (FAI), partidaria de acciones violentas. Asimismo,
el socialismo español rompió su colaboración con el régimen a partir del congreso celebrado
por el PSOE en 1928, acción que fue secundada por la UGT.

La política económica expansiva y las grandes obras públicas habían sido posibles gracias a
los préstamos procedentes del exterior. La quiebra de la Bolsa de Nueva York en octubre de
1929 cortó súbitamente los créditos estadounidenses y la situación financiera de España se
hizo insostenible. Como consecuencia de todo ello, el máximo artífice del desarrollo
económico durante el Directorio, Calvo Sotelo, presentó su dimisión y la oposición política al
régimen aumentó.

Alfonso XIII utilizó todos sus recursos para desmarcarse de Miguel Primo de Rivera. El
Ejército y los grupos que apoyaban al régimen, temerosos de una radicalización de la vida
política y social, consideraron que la mejor alternativa era la retirada del dictador y el
retorno a la anterior situación constitucional. El 30 de enero de 1930, Miguel Primo de
Rivera, tras haber perdido el apoyo de los mandos militares, presentó su dimisión al rey,
que inmediatamente la aceptó. Pocos días después se marchó a París, donde fallecería el 15
de marzo.

LA DICTABLANDA

Alfonso XIII designó nuevo presidente del Consejo a un militar de su confianza, el general
Dámaso Berenguer, con el encargo de recuperar paulatinamente la normalidad
constitucional. Con este fin suprimió la censura, permitió el regreso de los opositores
exiliados y toleró las actividades de los partidos. Sin embargo, los problemas de la
«dictablanda», como se conoció popularmente al Gobierno de Berenguer, se multiplicaron.
La crisis económica y las agitaciones sociales crecieron.

Algunos políticos monárquicos como Niceto Alcalá-Zamora o Miguel Maura y Gamazo se


inclinaron abiertamente por la opción republicana y el 17 de agosto de 1930 firmaron el
Pacto de San Sebastián con la izquierda republicana y los regionalistas catalanes y gallegos.
Su finalidad era constituir un comité ejecutivo republicano que, presidido por Alcalá-Zamora,
reconocería la autonomía catalana.

El 12 de diciembre de 1930 se produjo la sublevación de la guarnición de Jaca (Huesca),


adelantándose en tres días a los planes del comité republicano, que coordinaba una
insurrección en favor de la República prevista para el día 15 de ese mes. Fracasada la
sublevación, sus responsables, los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández fueron
condenados en un consejo de guerra sumarísimo* y fusilados. Por su parte, los miembros
del comité republicano fueron encarcelados.

En enero de 1931, Berenguer anunció la convocatoria de elecciones legislativas, a la que los


partidos políticos, incluidos los liberales del conde de Romanones, anunciaron su negativa a
participar. Ante esto, el 14 de febrero Berenguer dimitió de su cargo de presidente del
Consejo.

LA CAÍDA DE LA MONARQUÍA

Alfonso XIII formó un Gobierno de concentración* presidido por el almirante Juan Bautista
Aznar y con el conde de Romanones como hombre fuerte. Las elecciones legislativas se
pospusieron hasta la celebración de elecciones municipales y provinciales, que se iniciarían
en el mes de abril.

Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 estuvieron precedidas por una intensa
campaña en la que se enfrentaron dos grandes bloques electorales, por una parte el
monárquico y, por la otra, el republicano-socialista. Aunque los resultados concedieron un
aparente triunfo al bloque monárquico, que obtuvo 40 324 concejales frente a los 36 282 del
republicano-socialista, la victoria de estos en las grandes ciudades, en las que se necesitaba
un número superior de sufragios para obtener concejales y el voto se ejercía con mayor
libertad, significó un respaldo a la República.

En pocas horas el pueblo se lanzó a la calle en diversas localidades de toda España en


espontáneas manifestaciones de júbilo republicano. El conde de Romanones negoció con el
comité republicano, que exigió la inmediata salida del rey del territorio nacional. A últimas
horas de la noche del 14 de abril de 1931, el Gobierno del almirante Aznar aceptó las
condiciones del Comité y Alfonso XIII se marchó rumbo al exilio.

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