Está en la página 1de 20

La ciudadanía juvenil como ciudadanía cultural:

una aproximación teórica desde los estudios


culturales 1
Germán Muñoz González
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá
Diego Alejandro Muñoz Gaviria
Universidad de San Buenaventura, Medellín
Colombia

Abstract

Este escrito realiza un acercamiento teórico–reconstructivo a los llamados estudios


culturales, resaltando sus aportes para la comprensión, en el contexto de las ciencias
sociales, de las juventudes como formas de vida que operan y se legitiman en la
cotidianidad. Aborda el tema de la ciudadanía juvenil, desde aspectos reflexivos–
prospectivos, con la intención central de comprender la ciudadanía juvenil como
una ciudadanía cultural que reconoce nuevos lugares de lo político, articulando
este tema con las diferentes escenificaciones de dichos sujetos en los mundos de la
vida.

Palabras clave: Estudios culturales, Ciudadanía cultural juvenil, Biografización,


Confianza, Fiabilidad.

This paper explores cultural studies from a theoretical-reconstructive perspective,


focusing on the contributions of this field to understanding youth as a way of life
that operates and legitimizes itself in daily life. A reflexive-prospective approach
allows us to understand the notion of youth citizenship as a cultural citizenship
that recognizes new sites for the political, relating this topic to different stagings
of youth in everyday life
.

keywords: cultural studies, youth cultural citizenship, biog raphization, tr ust,


reliability.

1
Este texto es producto de las reflexiones conceptuales del grupo inter-institucional de investigación
Jóvenes, Culturas y Poderes. Son investigadores activos los doctores: Germán Muñoz González (líder del
grupo), Deibar René Hurtado, Diana Mireya Pedraza, José Rubén Castillo, Maria del Carmen Vergara y
Victoria Eugenia Pinilla. Participan en calidad de estudiantes los doctorandos: Antonio Quintana, Arlovich
Correa, César Augusto Rocha, Darío Alberto Ángel, Diego Alejandro Muñoz, Jorge Eliécer Martínez,
Juan Carlos Amador, Juan Manuel Castellanos y Ligia López.

REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236 217


Germán Muñoz González y Diego Alejandro Muñoz Gaviria

1. Introducción

Pretendemos adentrarnos de manera comprensiva en la configuración


de una postura que, desde los llamados estudios culturales (Johnson, 1980),
permita reivindicar nuevas formas de vivenciar y reflexionar el tema de la
ciudadanía juvenil. El supuesto central será, de un lado, la defensa de
abordajes “indisciplinados” (por fuera de las disciplinas 2) o que abran las
ciencias sociales (Wallerstein, 1996) para el entendimiento de las
dinámicas y configuraciones culturales, sociales y políticas juveniles. De
otro lado, la reivindicación de la agencia humana como el eje de la
configuración de ciudadanía; por ende, la agencia juvenil sería la base de
la ciudadanía juvenil y, con ello, de la propia existencia como escenario
político inicial. En consecuencia, un tema importante en las reflexiones
contemporáneas de las ciencias sociales, como lo es la ciudadanía juvenil,
será tematizado desde esta perspectiva como una manifestación cultural
de los mundos de la vida juveniles 3 . En esta forma, desde los estudios
culturales comprendemos la ciudadanía juvenil como una ciudadanía
cultural que, sin limitar las manifestaciones de la ciudadanía al ámbito de
lo político y social, las integra a la capacidad creativa de los jóvenes de
generar nuevas biografías y políticas de vida.
Con el interés de argumentar dicho supuesto, proponemos tres gruesas
líneas temáticas: en primer lugar, un acercamiento teórico-reconstructivo
a los llamados estudios culturales, resaltando sus aportes para la
comprensión en el contexto de las ciencias sociales, de las juventudes
como manifestaciones culturales, como formas de vida que operan y se
legitiman en la cotidianidad. En segundo término, se aborda el tema de
la ciudadanía juvenil, desde aspectos reflexivo-prospectivos, con la
intención central de comprender la ciudadanía juvenil como una
ciudadanía cultural que reconoce nuevos lugares de lo político, integrando
el tema de lo público con las diferentes escenificaciones de dichos sujetos

2
Se entiende el indisciplinamiento de las ciencias sociales, como el llamado a trascender viejos
reduccionismos y colonialidades con que fueron configuradas las clásicas ciencias sociales: sociología,
antropología, historia…; es importante, en este sentido, discutir el eurocentrismo y positivismo con que
se configuraron las teorías sociales (Mignolo, 2007).
3
Siguiendo a Waldenfels (1997: 181), se entiende que el mundo de la vida hace alusión ‘‘ante todo, al
mundo de la vida concreto y relativamente indiferenciado que abarca todo aquello que de alguna forma
nos toca […]’’.

218 REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236


La ciudadanía juvenil como ciudadanía cultural: una aproximación teórica desde los estudios culturales

en los mundos de la vida. Por último, se propone el tema de la biografización,


como forma de concreción de la ciudadanía cultural juvenil.

2. Algunos saberes desde los estudios culturales

Según Hebdige (1979), la juventud se ha construido a través de dos


discursos básicos: “problema” (juventud-como-problema o juventud-en-
problema) y/o “diversión” (juventud loca, despreocupada). En consecuencia,
la juventud es valorada en forma ambivalente: los adultos la han visto
como un estado de transición, los jóvenes la han convertido en un lugar
privilegiado para destacar su propio sentido de la diferencia, lo cual
conlleva el rechazo a las aburridas rutinas diarias. Llega así a ser un
significante ideológico cargado con imágenes utópicas del futuro y, a la
vez, potencial amenaza a las normas y regulaciones existentes. Figuras
como las pandillas callejeras asocian permanentemente a los jóvenes con
crimen, violencia y delincuencia. En paralelo, los jóvenes han sido
representados como gozosos consumidores de la moda y toda una gama
de actividades de ocio (o de “rumba”). Y representan hoy la sociedad del
consumo, la entrada en un mercado que se sustenta en la limitada caja de
ahorros de los trabajadores.
Tal vez la implicación más interesante tiene que ver con la necesidad
de incorporar a la comprensión de la juventud la economía política de los
medios juveniles, lugar desde donde son perceptibles los jóvenes como un
grupo de consumo distinto, en medio de la segmentación creciente de los
mercados y las audiencias. Los efectos serán notorios en las diversas
construcciones y representaciones de “juventud”; en la relación con los
medios todopoderosos; en las agendas políticas (en las cuales el joven es
leído con ambigüedad y contradicciones); en las múltiples tensiones entre
enfoques conceptuales diversos (economía política y estudios culturales);
en la posición que los piensa como “multitudes inteligentes”, agentes
culturales y creadores de sus propias culturas en medio de la sociedad de
control; en las relaciones local/global interconectadas y mutuamente
afectadas; en el impacto de las TIC (Tecnologías de la Información y la
Comunicación) en su cotidianidad; en la intersección de procesos de
producción, for mación de identidades, representación, consumo y
regulación; en la necesidad de construir métodos de análisis trans-
disciplinarios y con multi-perspectivas, que den cuenta de la novedosa
relación de jóvenes y entorno.

REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236 219


Germán Muñoz González y Diego Alejandro Muñoz

Hay temáticas que despiertan el mayor interés, tanto entre los académicos
como entre los organismos nacionales e internacionales que diseñan políticas
y programas destinados a los jóvenes. El crecimiento desmesurado de la
oferta-demanda, en un cortísimo plazo, de teléfonos celulares, ordenadores
personales conectados a Internet, aparatos reproductores de música y
artefactos similares, en un segmento muy amplio de población
(particularmente menores de 30 años), lleva a pensar que la mediación
tecnológica ocupa el centro de su interés y que la comunicación, reducida al
manejo de dichas innovaciones, los seduce y convierte en adictos y
dependientes de una masa de información que circula en el ciberespacio.
La comprensión de estos fenómenos impone pensar lo cultural en otros
términos. Ante todo, salir del prejuicio que lo reduce al estudio de
sociedades premodernas, ancladas en el pasado remoto y en temas que no
tocan la vida cotidiana de las poblaciones urbanas contemporáneas. Y, en
contraposición, aceptar que es posible, desde esta perspectiva, acercarse a
procesos complejos donde se definen espacios de lucha y de apropiación
simbólica, legitimación y producción de las instancias en las que se
construye y reinterpreta lo “elementalmente humano”; donde se inscribe
toda acción comunicativa, que se convierte en acción generadora de
sentido, en su proyección sobre objetos y personas, al crear o recrear el
espacio para la comunicación intersubjetiva; que es memoria de lo que
hemos sido y registro imaginario y sedimentado de lo que pudimos alguna
vez ser y hacer, herramienta privilegiada para definir nuestra situación
dentro de la vida social y colectiva; espacio donde se organiza el
movimiento constante de la vida concreta, en el sentido práctico del
presente; donde se constituyen modos de concebir (y de vivir) el mundo
de la vida. Por tanto, el objeto de estudio de la cultura no le pertenece a
ninguna disciplina, y aquellas que se lo han apropiado simplificándolo
(como es el caso de la antropología) tienen que hacer una lectura crítica
de su posición.
Y, por otro lado, superar la posición marxista reduccionista, es decir,
abandonar la visión que considera la cultura como simple “epifenómeno”
de la economía. La cultura atraviesa el mundo y, por efecto de las desiguales
posiciones dentro de la estructura social, permite ver una división práctica,
efectiva y operante del mismo. Alrededor de la cultura se juegan cuestiones
que, aunque no sean ‘‘inmediatamente políticas ni económicas’’, no por
ello son menos trascendentales. Ahí se pueden localizar procesos de
atesoramiento, reproducción, utilización y escenificación de la memoria social,

220 REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008),pp. 217-236


La ciudadanía juvenil como ciudadanía cultural: una aproximación teórica desde los estudios culturales

de búsqueda y auto-representación de identidades, de organización social


capilar, de creación y recreación sígnica muy concretos, muy cercanos, muy
humanos, muy cotidianos. Son las variables que no dependen única y
exclusivamente de la estructura de clases y que todas las categorías sociales
comparten en mayor o menor medida. Son este tipo de elementos sobre
los que descansa una buena parte de la posibilidad real y objetiva de la
conformación y ejercicio del poder cultural, los dominios que antes se
consideraban exclusivos de otras disciplinas.
Pensar los estudios culturales como un campo emergente que se propone
articular formas nuevas de conocer lo social a lo largo y ancho del mundo,
es asumir la especificidad de lo local y las variables que el sesgo
universalista de la ciencia ignoró (género, etnia, generación, territorio) y
los múltiples abordajes que proponen formas de conocimiento derivadas
de las ciencias, la experiencia, el arte; estamos en presencia de una
propuesta que hace replanteamientos metodológicos, epistemológicos y
temáticos.
Se ha evolucionado de un modo de ver “la juventud como una categoría
social universal, hacia una categoría relativa, construida culturalmente”;
sin desconocer la base biológica y psicológica se enfatiza en los contextos
históricos y socioculturales (“…los cambios al interior de las sociedades
son los que explican las relaciones entre generaciones”). Según J. Gillis
(1974), la categoría moderna de juventud se origina en la última parte
del siglo XIX, a partir de una aprehensión de legisladores reformistas que
conciben esos años como una etapa que se distingue por la vulnerabilidad
social y psicológica. En consecuencia, definen una gama de leyes
protectoras, de la mano de un conjunto de cuerpos especializados de
bienestar y prácticas de empleo, dirigidas a paliar necesidades y problemas
sociales. Para otros, la configuración moderna de los distintos grupos de
edad fue el producto de burocracias estatales, que conciben la edad como
un método preciso de calibración en prácticas administrativas para el
control y subordinación de la población. El momento en que mejor se
percibe esto es después de 1945 (la posguerra), cuando se expande el
estado de bienestar y la provisión educativa.
En efecto, el baby-boom de la posguerra (1950-1960) conlleva la expansión
del consumo y la reconfiguración del mercado laboral con el consiguiente
poder de compra de los jóvenes y la irrupción del mercado juvenil (cine,
discos, revistas, moda…), todo una industria del ocio, la diversión y el estilo,
que define un nuevo modelo de sociedad centrada en el uso de medios y

REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236 221


Germán Muñoz González y Diego Alejandro Muñoz

las prácticas de consumo hedonista. Se configura así, en ambos lados del


Atlántico, la cultura “teenager”, que se percibe como sinónimo de la
desaparición de las desigualdades económicas: es la dorada juventud,
vanguardia de la sociedad moderna, liberada, excitante, trans-clasista y
prominente. Aunque las desigualdades de estatus permanecen y nunca
desaparecen, las influencias de clase –incluso en los gustos musicales–, las
nociones de una “cultura juvenil” homogénea e integrada, dominan la
sociología de estos años.
Durante los años ‘70, con base en los trabajos producidos por el Centro
de Estudios Culturales Contemporáneos de Birmingham –CCCS– y en
particular a partir de Resistance through Rituals (1976) de S. Hall y T.
Jefferson, se hace una lectura neo-marxista de los jóvenes y vuelve con
fuerza la variable clase. Se enfatiza el estilo juvenil (apariencia, música,
lenguaje y gestualidad) como forma de resistencia juvenil contra la cultura
dominante, con base en una posición de clase. Los espectaculares estilos
(teddy boys, mods, skinheads) representan posturas simbólicas de lucha
contra las estructuras del poder, creando identidades oposicionales de
carácter subcultural (véase el trabajo de Hebdige sobre los punk como un
estilo de revuelta, 1970).
Numerosos estudios posteriores retoman críticamente el planteamiento
y hablan de “post-subculturas”, o de identidades generizadas y estructuras
de poder en la vida de los jóvenes, o identidades étnicas y territoriales
(locales). Para otros, el eje está en reconsiderar la relación entre subculturas
juveniles y mercado comercial, en estrecha dependencia de los intereses
mediáticos. Hacia el final de los años ‘90 se enfatiza en las dimensiones
de la fluidez y la mutación (Redhead, 1997). Incluso, se argumenta que es
necesario abandonar la categoría subcultura y asumir la de neo-tribus o
estilos de vida, en la medida en que ya no interesa a sus miembros resistir
a la cultura dominante sino forjar un significativo sentido del self, en un
mundo cada vez más caracterizado por el consumismo, el riesgo y la
inestabilidad.
Los teóricos de CCCS admiten que la gran mayoría de los jóvenes de
clases proletarias nunca pertenecieron a una subcultura coherente, tal vez
porque nunca existió alguna en estado “puro”. Las auténticas sólo existen
en los discursos teóricos y allí son espectaculares. En Common Culture
(1990), P. Willis muestra que los jóvenes son creativos en su producción
cultural (música, moda, fanzines…): todo el tiempo están tratando de
expresar algo acerca de su actual o potencial significación cultural; revelan

222 REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236


La ciudadanía juvenil como ciudadanía cultural: una aproximación teórica desde los estudios culturales

elementos de su capacidad de agencia cotidiana a través de consumos y


prácticas mediáticos. Se trata de una “estética fundada”, mediante la cual
rearticulan producciones significativas de su auto-creación y formas de
representación. En consecuencia, el consumo de bienes y el uso de medios
no son pasivos e indiscriminados, sino prácticas de creatividad simbólica.
Los productos mediáticos y las industrias culturales no tienen entero
control sobre los jóvenes, quienes se apropian, reinterpretan y subvierten
los significados de los textos. No se trata ni de borregos ni de víctimas.
Desde el enfoque de los estudios culturales es fundamental la propia
comprensión de las prácticas culturales y de los usos de medios.
Las culturas juveniles no se forman aisladamente sino mediante
interconexiones, fusiones y amalgamas. La diáspora cultural (Gilroy, 1997)
y el impacto de la dispersión por efecto de los viajes crean redes de
identificación trasnacional, comunidades imaginarias, encontradas,
contingentes, sincréticas, híbridas, impuras. Estas “identidades diaspóricas”
y de lucha política son típicas, por ejemplo, de las culturas negras, de sus
conexiones trasatlánticas, en permanente diálogo trascultural… Sus raíces
están en constante flujo y cambio, como su música (del calipso y ska
caribeños, a través del reggae y la cultura club de Jamaica, llega al rap y al
hip-hop neoyorquinos). Se produce un proceso de fertilización cultural en
los cruces, una “sinergia” (mejor que hibridación): constitución de nuevas
formas culturales e identidades en la intersección de diferentes sitios,
historias y experiencias. Se abre, de este modo, otra forma de teorizar la
etnicidad y la identidad, ya no esencial y fija sino en construcción, múltiple
y dinámica. Otro ejemplo notable sería la música bhangra, espacio
intercultural de “nuevas etnicidades”: folclor bengalí y punjabi (hindú),
en fusión con el hip-hop, el soul y el house.
Se llega así, a finales de los ‘90, a un marcado dualismo entre la economía
política, que acentúa las dimensiones de la producción/control, y la teoría
cultural, que lo hace con la dimensión de la recepción/creatividad. El
análisis de Du Gay (1997) muestra que existen cinco procesos
interconectados en el circuito cultural: producción, formación de identidad,
representación, consumo y regulación. Se pone particular atención a las
relaciones entre comercio y cultura, entre producción y consumo, típicas
de nuestra cotidianidad. A. McRobbie (1978) destaca las “tres e”: lo
empírico, lo etnográfico y lo experimental. Está claro que se requiere una
aproximación desde múltiples perspectivas para comprender las relaciones
entre cultura juvenil y medios, en co-dependencia del mercado juvenil y el

REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236 223


Germán Muñoz González y Diego Alejandro Muñoz

circuito cultural. Por otro lado, la conexión entre desarrollo económico e


ideología política es importante y ha afectado la formulación de política de
juventud, entendida como una etapa diferente de la vida. Los desarrollos
tecnológicos segmentan los g r upos de consumidores, requieren
especialización de los “intermediarios culturales” (publicistas, diseñadores,
mercadólogos), de los “cazadores” de plusvalías y valoraciones que connotan
estilos juveniles. Los consumidores, por su lado, se apropian los textos,
los convierten en sitios de auto-representación, los construyen en diálogo
con los objetos al inscribir en ellos sus propias significaciones, valores e
identidades.
Reconocer estas formas de inventar lo cotidiano 4 por parte de los
jóvenes es reivindicar su capacidad de crear realidades culturales, sociales
y políticas, trascender su reducción unidimensional a ser reproductores
sociales o autómatas culturales. Esta idea está en la base de la defensa de
una manifestación concreta de la ciudadanía juvenil.

3. La ciudadanía cultural juvenil

El tema de la ciudadanía, podría decirse, forma parte de la agenda


actual de las categorías producidas por los saberes modernos de Occidente
que hoy se encuentran en erosión, es decir, que cual zombis o muertos
vivientes aún creen estar vivos sin ser esta su realidad. La ciudadanía es
un concepto que, visto sólo desde los referentes clásicos de los discursos
políticos del liberalismo, el conservatismo, el comunitarismo, entre otros,
no permite comprender realidades contemporáneas del ejercicio y la
significación de ser ciudadano, por ejemplo, las formas y significaciones
juveniles de la ciudadanía. Por ello, los lugares de significación del concepto
de ciudadanía se han ido transformando a través del tiempo, de acuerdo
con las dinámicas propias de los contextos y el tipo de expectativas de las
sociedades, y es esta dinámica la que deben reconocer las ciencias sociales,
pues de lo contrario serían estaciones fantasmas.
Es con relación a las diferentes maneras de dar respuesta a estos
interrogantes y otros relacionados con ellos, como pueden explicarse las
posiciones que se dan en el debate académico sobre la ciudadanía, en donde

4
En este sentido, se recuperan las ideas de Michel de Certeau (1990) sobre la relación existente entre el
consumo y la agencia humana, sus estrategias y tácticas, y las ideas de Néstor García Canclini (1995) en
torno a la defensa de la capacidad de reflexión-pensamiento en el consumo.

224 REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236


La ciudadanía juvenil como ciudadanía cultural: una aproximación teórica desde los estudios culturales

no sólo se disputan interpretaciones teóricas sino que se defienden proyectos


políticos que son avalados por aquéllas y que propenden por diferentes
modelos de organización social. Es así como, además de las teorías clásicas
liberal y republicana, han surgido otras interpretaciones en torno a la
ciudadanía provenientes de corrientes como la comunitarista, los pluralismos
culturales, así como de las teorías feministas, entre otras, las cuales han
planteado la importancia de resignificar las interpretaciones clásicas sobre
la ciudadanía, a la luz de las problemáticas que desde sus elaboraciones
conceptuales han contribuido a visibilizar.
De esta manera, la ciudadanía opera como una síntesis o mediación
frente al Estado y limita los poderes de éste. Es un mecanismo de derechos
y obligaciones, histórico y situado, que pretende pautar las reglas del juego
social, principalmente aquellos aspectos relacionados con la libertad y la
seguridad, de allí que se pueda afirmar que la ciudadanía evoca definición
y protección. Entender la ciudadanía como un asunto de definición social,
cultural y política es verla como un referente que brinda elementos para
la distinción y el reconocimiento, en otras palabras, la clasificación según una
determinada marca: clase, nacionalidad, edad, sexo, lugar de residencia, etc.
Si la ciudadanía permite asumirse o reconocerse como perteneciente a
algo, principalmente a las formas occidentales de representación política:
Estado-nación, partido político, movimiento político, grupo de presión,
etc., dicha adscripción conlleva resguardo o protección; en la medida que
la ciudadanía permite identificación ofrece seguridades existenciales,
simbólicas y políticas, como el derecho a una vida digna, y políticas, como
el acceso al trabajo, la salud y la educación.
Al considerar la ciudadanía como manifestación de for mas de
reconocimiento y protección, se hace obligatorio clasificar conceptualmente
los tipos de reconocimientos y protecciones que se brindan y, además, los
tipos de ciudadanía existentes. Siguiendo a Lechner (1999), la ciudadanía
manifiesta tres formas clásicas de identificación y protección:

*
La ciudadanía civil : configurada en el advenimiento de los modernos
Estados nacionales, hace alusión a las formas de asumirse nacional y a
las protecciones emannadas de las naciones.Esta ciudadanía ratifica el
derecho a una nacionalidad, pero históricamente juega con el ideal
homogenizante de las poblaciones: una única lengua, un sistema general
de instrucción pública, una historia oficial, etc., dejando por fuera o

REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236 225


Germán Muñoz González y Diego Alejandro Muñoz

225excluyendo a “minorías” étnicas, culturales y sociales, por ejemplo,


los sin tierra, indocumentados, marginados, grupos indígenas, entre otros.

*
La ciudadanía política: se esctructura bajo la idea de la participación
política en escenarios de toma de desiciones públicas ,por ello, intenta
desde sus comienzos estipular ciertas condiciones sociales y educativas
que permitan identificar quiénes son aptos para dicho ejercicio; ser
ciudadano cobija a los que pueden participar activamente de las decisiones
públicas, y para ello serán vitales los dispositivos educativos y políticos
articulados a la edad y el expediente limpio. La ciudadanía política termina
reduciendo el ejercicio de la ciudadanía a una cultura electoral, en la cual
la máxima manifestación de lo político es la votación y la representación
partidista. Este tipo de ciudadanía opera bajo el desconocimiento de
múltiples manifestaciones de pertenencia cultural que son invisibilizadas
en la homogenización del elector y las ofertas partidistas.

*
La ciudadanía social: es fruto de la emergencia histórica del Estado de
Bienestar y pretende dotar a la ciudadanía civil de una serie de beneficios
como la salud, la educación y el trabajo. Este tipo de ciudadanía termina
reduciéndose solamente a un asunto de cobertura, de democratización
del acceso a los recursos y servicios, pero descuida la formación política,
es decir, la formación para el ejercicio de la autonomía. Esta ciudadanía
se ve actualmente vulnerada por las políticas neoliberales y la consecuente
pérdida de garantías sociales ofrecidas por el Estado.
Estos tipos de ciudadanía operan desde el lugar común del sueño
moderno de consolidación social de los Estados-nación, por ello dejan
por fuera manifestaciones socioculturales que no encajan en los referentes
y modelos férreos de sus ideales políticos. Las formas invisibilizadas de
exclusión que acogen estas ciudadanías pasan a ser abordadas y convertidas
en idearios y movilizaciones políticas a la luz de una nueva comprensión
de la ciudadanía, definida por autores como Kymlicka como una ciudadanía
cultural o, mejor, multicultural. Para este autor: “De acuerdo con los
pluralistas culturales, la ciudadanía tiene que reflejar la identidad
sociocultural distinta de estos grupos, su ‘diferencia‘. Los derechos comunes
de ciudadanía, originalmente definidos por los hombres blancos, y para
ellos, no pueden acomodarse a las necesidades de los g r upos
marginalizados. Estos grupos sólo pueden integrarse completamente a
través de lo que Iris Marion Young llama ‘ciudadanía diferenciada‘. Es decir,
226 REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236
La ciudadanía juvenil como ciudadanía cultural: una aproximación teórica desde los estudios culturales

los miembros de ciertos grupos deben ser incorporados en la comunidad


política no sólo en cuanto individuos, sino también a través del grupo, y sus
derechos deben depender en parte de su pertenencia al
grupo” (Kymlicka, Wayne, 1997: 30).
De esta forma, la ciudadanía cultural expresa la adscripción o pertenencia
cultural como telón de fondo de la ciudadanía, hace visibles olvidos y
exclusiones de las otras ciudadanías, reconfigurándola desde diásporas,
migraciones y sincretismos culturales. Las preguntas que deja abierta dicha
ciudadanía en relación con el tema juvenil son: ¿quiénes son ciudadanos
hoy?, y en este contexto ¿cómo pensar la relación jóvenes-ciudadanía?
Para el caso concreto de la ciudadanía juvenil, el debate parece estar
referido a las múltiples manifestaciones del hecho social de ser joven, sus
vínculos y sus relaciones con el mundo adulto, sus maneras de subjetivarse
y las discusiones acerca de su posible despolitización o
desinstitucionalización. El debate central sobre esta categoría es su
potencial para develar las restricciones políticas ejercidas sobre los jóvenes
y sus manifestaciones culturales, a partir de supuestos tales como su
carencia de fuerza y débil capacidad para actuar en la vida política o su
incapacidad para elegir racionalmente su representación política. La batalla
central será la confrontación con las formas naturalizadas de incapacitar
a los jóvenes para el ejercicio político.
Uno de los procesos de cooptación de la ciudadanía juvenil ha sido
considerarla como una forma elaborada de tutela estatal a los jóvenes, un
ejercicio adulto-céntrico y panóptico que deja por fuera de lo político las
dinámicas sociales juveniles: sus culturas, sus mundos de la vida y sus
adscripciones identitarias. Entender la ciudadanía juvenil como una
ciudadanía cultural es trascender sin abandonar los referentes ciudadanos
de trabajo, educación y salud; es reconocer otras esferas de lo político y
de la ciudadanía relacionadas con la música, las expresiones artísticas y
culturales, las formas diferentes de habitar la ciudad y los cuerpos, etc. La
ciudadanía juvenil sería, desde la perspectiva cultural, una performatividad
que acoge nuevas formas de incursión y articulación a lo social y político.
Esta performatividad permite, en el ámbito de lo juvenil, culturizar lo
político, ver y hacer política desde la cultura, desde la vida cotidiana. La
ciudadanía deja de ser el ejercicio pasivo de recepción de beneficios y
pasa a ser una forma de agencia, una actuación propositiva. Por esto, R.
Reguillo traslada el ejercicio de la ciudadanía al campo del hacer y
entiende, en consecuencia, que: “Si el ciudadano se define en el hacer, son

REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236 227


Germán Muñoz González y Diego Alejandro Muñoz

las prácticas el territorio privilegiado para explorar la participación juvenil”


(Reguillo, 2003: 5). Las preguntas son, entonces, si el individuo acude al
ejercicio de la ciudadanía en dichas prácticas: ¿cuáles serían los criterios
para identificar la acción ciudadana?, ¿cuál sería la conciencia que el sujeto
debería tener frente al ejercicio de la ciudadanía?, ¿qué relación se
establecería entre las acciones del individuo y el bienestar de la sociedad?
Estos interrogantes permiten reconocer diferentes espacios juveniles
donde se produce explícitamente ciudadanía cultural:

* Las culturas juveniles (espacio privilegiado de la diversidad y la


pluralidad).
* Las acciones por el medio ambiente (espacio de defensa de la vida).
* Las luchas por el respeto a asuntos de género (espacio de
reivindicación de formas de vida afectiva y sexual).
* La objeción de conciencia (espacio de lucha antimilitarista).
* Diversas formas de activismo contestatario (espacio de las formas
alternativas de existencia).

4. Los jóvenes son hijos de la libertad

Partir del hecho de que el futuro se ha vuelto pluridimensional, es aceptar


que los modelos explicativos y hegemónicos adultos ya no se sostienen, se
erosionan; una de las evidencias concretas de esta situación es la proliferación
de enigmas, más que de soluciones. Así, la búsqueda de una nueva estrategia
de supervivencia o adaptación, dado el descrédito de las certezas del mundo
de la vida industrial y, con ello, la mirada desencantada sobre la propuesta
de supervivencia basada en la sociedad del trabajo, da paso a la emergencia
de la sociedad del riesgo; ésta pone en común los miedos existenciales y
ambientales, los cuales dejan en la opinión pública y, especialmente en los
jóvenes, una sensación de vulnerabilidad, que encuentra como respuesta la
actitud reflexiva de buscar nuevos estilos de vida bajo la consigna del auto-
cuidado.
Podemos afirmar que la fuerza política de los jóvenes se centra en la
pregunta: ¿cómo queremos vivir?, en la cual reivindican el derecho a la
vida y a la supervivencia y con ello develan “las amenazas contra la vida,
normatizadas y percibidas como tales, que hacen que se confundan los
estereotipos de protector y destructor en grado sumo. Por lo cual, el plazo
de vencimiento de la legitimidad política se acelera considerablemente”

228 REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008),pp. 217-236


La ciudadanía juvenil como ciudadanía cultural: una aproximación teórica desde los estudios culturales

(Beck, 1996: 252). Es preciso, tras la respuesta a este interrogante, que las
dinámicas colectivas juveniles, en aras de anticipar moralmente nuevas formas
de vida, se configuren como estilos de vida, como alternativas al
industrialismo. Así, la temática de los estilos de vida alternos al mundo
industrial está integrada al cambio estructural de las señales simbólicas o
representaciones colectivas de la sociedad global actual; los cambios en
las significaciones y acciones en la cotidianidad implican un
trastrocamiento de la sociedad en su conjunto y, por lo tanto, “suponen la
liberación de los individuos del enjaulamiento de las instituciones, significa
el renacimiento de conceptos tales como: acción, subjetividad, conflicto,
saber, crítica y creatividad” (Beck, 1996: 229).
Las dinámicas colectivas juveniles, tematizadas como culturas juveniles
o tribus urbanas 5 , permiten comprender que la ciudadanía juvenil emerge
como formas alternativas de significar lo social, por lo cual, lejos de ser
un derecho dado por el orden social adulto-céntrico, la ciudadanía juvenil
encarna formas creativas de repensar la política. Sus contenidos políticos
giran en torno a cuestiones como las percepciones e ideas que tienen las
y los jóvenes sobre la relación inclusión-exclusión, la distribución del poder,
el conocimiento, las vivencias y la aplicabilidad de los derechos y los
mecanismos de reconocimiento sociocultural y político de las diferencias.
Dos categorías se convierten en fundamentos de la relectura de la
ciudadanía juvenil:

• La biografización juvenil: esta dimensión de la política vital juvenil


significa la condición activa de lucha por la configuración de su propia
vida, se trata del descubrimiento de sí mismo (Beck, 2002: 12). Implica
la reintroducción de la ética y la moral, como asuntos de vital importancia
en el contexto de una sociedad portadora de riesgos; implica la
consideración de los individuos como auto-referenciados y, por lo tanto,
responsables de sus propias decisiones. De esta manera, hace su aparición
la segunda coordenada de lo político en la modernización reflexiva, la
dicotomía interior-exterior (Beck, 1996: 252), con la cual la auto-referencia
(interno) se conjuga con la solidaridad global (externo), dando paso “al
final de todas nuestras posibilidades seleccionadas de distanciamiento”
5
El concepto de ‘‘cultura juvenil’’ fue introducido por el sociólogo Parsons, en 1942; luego, fue desarrollado
por la escuela de Birmingham con un fuerte acento de la ‘‘cultura juvenil’’, en cuanto emergencia de una
nueva clase social asociada con formas posconvencionales de los mundos del trabajo y del ocio (Serrano,
2002: 13).

REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236 229


Germán Muñoz González y Diego Alejandro Muñoz

(Beck, 1996: 252). Estas consideraciones son precisamente las que ayudan
a la configuración de la micropolítica y ubican al conflicto como parte
importante de la vinculación social de los jóvenes, dado que sus lazos
sociales son en cada instante asuntos de invención, de problemas
cotidianos, de acción, de presentación y puesta en escena de sí mismos.
En el contexto sociocultural de la modernidad tardía, la fusión del
egocentrismo de un sujeto moral que se hace consciente y responsable de
sus actos, y de un altruismo vital en torno a cuestiones existenciales, hace
que los sujetos de la modernización reflexiva, en este caso los jóvenes,
estén en actitud performante, es decir, en búsqueda de síntesis colaterales
de cambio y, por ende, de gestión de los conflictos. La biografización
permite reconocer las fuentes identitarias de sentido que movilizan las
acciones políticas de las y los jóvenes: sus sentidos de cohesión grupal y
de identificación, así como sus expresiones estéticas y discursivas que
configuran su identidad política (Beck, 2002: 9).
Con base en las ideas anteriores sobre la crisis de la modernidad y su
llamado a la reflexividad, se hace necesario en el contexto de la política
vital de los jóvenes intentar dilucidar algunas de las implicaciones de
estos temas en la configuración de lo que se ha denominado en Occidente
“confianza” (trust, confidence), y que parece ser uno de los asuntos centrales
que hoy resignifican los jóvenes en tanto “hijos de la libertad”. Partiremos
de la discusión sobre la relación existente entre confianza y fiabilidad.

• La fiabilidad en los jóvenes: Para autores como Anthony Giddens


(2004) y Niklas Luhmann (1998), el tema de la confianza recoge un
importante sentido en el marco de la pregunta por la modernidad, en
tanto es esta condición psicosocial la que permite reivindicar la existencia
de un proyecto moderno. Para Giddens, el tema de la confianza se
enmarca en la pregunta por la “fe” o “creencia” que se tiene sobre las
cualidades o atributos de una persona o cosa, o en la verdad de una
afirmación, lo cual permite identificar dinámicas psicosociales mediante
las cuales se crean fuertes lazos entre la experiencia cotidiana de los sujetos
y determinadas formas de pensarlas, nombrarlas e inter venirlas,
principalmente las generadas por los saberes modernos. Así, la confianza
implica la posibilidad de seguridad frente a las contingencias y avatares
de la vida, seguridad emanada de cierto secuestro de la experiencia, es
decir, de la entrega del cobijo simbólico sobre lo que acontece; así, ciertas

230 REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008),pp. 217-236


La ciudadanía juvenil como ciudadanía cultural: una aproximación teórica desde los estudios culturales

prácticas discursivas parecen poseer fórmulas mágicas sobre el mundo y


sus causalidades (véase Giddens, 2004: 41, Consecuencias de la modernidad).
En Giddens, la confianza opera como un “cocoon protector” (1995: 55),
una suerte de urna de cristal capaz de encantar a los sujetos sobre la
seguridad de sus vidas, lo cual, como ya se expuso, parece tener cierta
viabilidad en los contextos iniciales de emergencia del proyecto moderno,
pero que en la actualidad ha perdido eficacia simbólica. Para dar cuenta
de esta pérdida de confianza, pero sin caer en posturas existencialistas
radicales, Giddens introduce el concepto de fiabilidad, el cual es una nueva
manifestación de la confianza, pero resaltando la condición reflexiva de
la adopción de la seguridad. La confianza a secas enuncia la fe “ciega” en
algo, y sus criterios de validez parecen devenir de cuestiones que se
encuentran por fuera de los sujetos. La fiabilidad enuncia la seguridad
sobre algo, pero debido a la toma de postura del sujeto, quien decide
luego de tener acceso a un abanico de opciones; requiere optar por una
deter minada for ma de garantía. Esto conlleva a que, frente al
desencantamiento, ya no es la entidad supra- individual y hasta metafísica
la depositaria de la culpabilidad, sino que, en el contexto de la fiabilidad,
es el sujeto quien evalúa su propia toma de postura, su elección. Así, la
confianza deviene en fiabilidad cuando existe una evaluación de la
actuación (Giddens, 1995: 57)
Es de notar que en la tematización del concepto de confianza y su
relación con la fiabilidad las preguntas por el peligro y el riesgo se
convierten en complementos argumentativos. Para Luhmann, el peligro
entendido como una influencia del entorno, como algo exógeno, pone en
cuestión la confianza depositada en ciertos dispositivos socioculturales,
con lo cual la deslegitimación se produce frente a estas esferas simbólicas
garantes de la seguridad; en cambio, el riesgo que implica la integración
del peligro (externo) con la vulnerabilidad (interna) pone en cuestión la
fiabilidad, y siendo quien decide el responsable del cálculo o evaluación
de los efectos colaterales de su accionar, por ende, la deslegitimación recae
en la postura asumida por éste, no en el encantamiento simbólico.
Dado lo anterior, en el contexto de la política vital y la ciudadanía juvenil,
la confianza deviene en fiabilidad cuando los sujetos jóvenes que interactúan
son conscientes y, por ende, tienen tematizados los mundos de la vida de
los cuales parten para la realización de acuerdos; en consecuencia, la
legitimación no se agencia sobre esferas institucionales preestablecidas (tipo
herencias culturales), sino sobre los acuerdos establecidos.

REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236 231


Germán Muñoz González y Diego Alejandro Muñoz

La fiabilidad per mite reconocer las for mas de par ticipación


ciudadana juvenil: sus expresiones y acciones en tor no a la
participación, la territorialización, la exigibilidad de derechos y la
construcción del bien público; y sus valoraciones políticas, es decir, sus
criterios, principios y valores que subyacen a las percepciones y expresiones
políticas de las y los jóvenes.
Ahora veamos, desde la perspectiva de Giddens, cómo se podrían
enunciar algunas condiciones de la fiabilidad, en el campo de la política
vital y la ciudadanía juvenil:

* La fiabilidad está articulada con la ausencia en el tiempo y el espacio,


es decir, en su trasfondo conlleva realidades “virtuales” que no siempre se
pueden objetivar o concretar; por ejemplo, en relación con las normas
acordadas en una determinada formación social, los referentes desde los
cuales se parte, como la democracia, la tolerancia, el progreso, etc., no
necesariamente se encuentran encarnados, pueden circular como
información que todos deben conocer. Para el caso de la política vital de
los jóvenes, la fiabilidad no implica necesariamente la configuración de
escenarios o roles que den garantía de los procesos; conlleva la
dinamización de la información que permite darle validez subjetiva e
intersubjetiva a los proceso vitales contingentes de los jóvenes.

*La fiabilidad se encuentra íntimamente relacionada con la


contingencia, con lo inesperado, por lo cual en la toma de postura el
sujeto joven está siempre en riesgo, lo cual, lejos de inmovilizarlo, le hace
reflexionar más sobre las condiciones vitales en las cuales se desenvuelve,
recuperando en esta forma su experiencia.

* La fiabilidad evoca manifestaciones temporales de fe, en tanto


per miten la generación de vínculos socialesqeu habrán de ser
problematizados constantemente a la luz de las circunstancias contingentes
vividas, con lo cual la apuesta por la fiabilidad no reivindica esencias o
comunitarismos dogmáticos en las culturas juveniles.

* La fiabilidad implica ser consecuentes, hace alusión a la integración entre


teoría y práctica, es decir , a la praxis como manifestación de síntesis
temporales que permiten evidenciar ciertos niveles de coherencia, la cual en
los jóvenes viene siempre investida de nomadismo y mutación.

232 REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236


La ciudadanía juvenil como ciudadanía cultural: una aproximación teórica desde los estudios culturales

5. Conclusiones

Para comprender el lugar de enunciación desde el cual hemos intentado


tejer los argumentos del texto, es necesario asumir una postura
“indisciplinada” que vaya más allá de los compartimentos estancos de las
ciencias sociales convencionales. Desde esta orientación, el campo
emergente para el estudio de lo social, denominado estudios culturales,
permite un abordaje comprensivo más cercano y contextual a las realidades
y vivencias juveniles. En este caso, los estudios culturales brindan
herramientas heurísticas para reconstruir y configurar teorías y praxis
políticas en torno a la denominada ciudadanía juvenil.
Pensar en la ciudadanía juvenil desde esta perspectiva es trascender el
concepto generalizado de preciudadanía juvenil (jóvenes problemáticos,
sujetos en riesgo, predelincuentes, tiempos panópticos). Es necesario
considerarlos como ciudadanos, valorando el potencial que tienen para
autogestionar su propia existencia, es decir, su capacidad de agencia, de
aporte en los ámbitos de socialización, productividad y creación, y también
su capacidad de auto-referenciarse en contacto con otros y en distintos
espacios. Es central, en este texto, la reivindicación de la capacidad de gestión
existencial de los jóvenes como el motor central de la ciudadanía juvenil
entendida como ciudadanía cultural. Esta idea es la base de la lectura
sociocrítica que los estudios culturales proponen para el reconocimiento de
las dinámicas sociales, culturales y políticas de los jóvenes.
Reconocer este tipo de ciudadanía en los jóvenes no implica negar la
necesidad de su formación política, al contrario, y siendo coherentes con
la idea pedagógica de la formación (Bildung), la apuesta es por la
emancipación y autopoiesis de los jóvenes, a partir del reconocimiento de
su interpenetración e interacción con sus congéneres, infantes y adultos.
La ciudadanía juvenil requiere reconocer la posibilidad de ser ciudadanos
como seres autónomos. La autonomía de los jóvenes como asunto central
de su for mación política y ciudadanía implica tener en cuenta su
reflexividad, fiabilidad, agencia, libertad, performancia y decisión en la
construcción de su futuro.
El rescate de la biografía como estrategia para la reconstrucción de los
mundos de la vida juveniles implica, en clave de ciudadanía juvenil, la
concienciación de la propia vida como escenario básico de lucha política.
Será la propia existencia el principal campo de tensión y contienda en la
praxis de una ciudadanía juvenil desde la perspectiva cultural. Sólo asumiendo

REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236 233


233
Germán Muñoz González y Diego Alejandro Muñoz

la existencia como experiencia que abre horizontes de sentido se conseguirá


que las transformaciones culturales, capaces de producir modificación de
las subjetividades, tengan resonancia en el cambio de los entramados
culturales. Así, pensar en la ciudadanía juvenil como ciudadanía cultural es
apostar por la recuperación de la propia existencia como estética, ética y
política de la vida.
En resúmen, para los estudios culturales, en sus múltiples expresiones,
el tema de la defensa de la agencia humana y de la creatividad cultural es
el eje de la configuración de ciudadanías capaces de trascender el estado
de cosas. Se trata de partir de cierta micropolítica que ve en la cotidianidad,
en los mundos de la vida o en la existencia encarnada el principal escenario
de la praxis política liberadora. Los procesos de subjetivación juveniles
están abriendo espacios al cambio en la cultura política.

Bibliografía

BECK, U. (1996), “Teoría de la Sociedad del Riesgo”, en BERIAIN, J. (comp.), Las


consecuencias perversas de la modernidad, Madrid, Editorial Anthropos.
— (2002), Hijos de la libertad, México, Fondo de Cultura Económica.
DE CERTEAU, M. (1990), L’invention du quotidien, 1. Arts de faire (1980); nouvelle
ed., GIARD, L., Paris, Gallimard, Folio Essais.
DU GAY, P. (1997), Production of culture: cultures of production, London, Sage/ Open
University.
GARCÍA CANCLINI, N. (1995), Consumidores y ciudadanos. Conflictos
multiculturales de la globalización, México, Grijalbo.
GIDDENS, A. (1995), Modernidad e identidad del yo; el yo y la sociedad en la época
contemporánea, Barcelona, Ed. Península.
— (2004), Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza Editorial.
GILLIS, J. (1974), Youth and history, New York, Academia Press.
GILROY, P. (1997), “Diaspora and the detours of identity”, in WOODWOOD, K. (ed.),
Identity and difference, London, Sage, pp. 296-343.
HALL, S., y JEFFERSON, T. (eds.) (1976), Resistance through rituals: youth subcultures in
post-war Britain, London, Hutchinson.
HEBDIGE, D. (1979), Subculture: the meaning of style, London and New York, Routledge.
JOHNSON, R. (1980), What is cultural studies? A reader, London, Arnold.

234 REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236


La ciudadanía juvenil como ciudadanía cultural: una aproximación teórica desde los estudios culturales

KYMLICKA, W., y WAYNE, N. (1997), “El retorno del ciudadano: una revisión de la
producción reciente en teoría de la ciudadanía”, en La política: revista de estudios sobre el
Estado y la Sociedad, (Ciudadanía: el debate contemporáneo), Barcelona, Nº 3, octubre de
1997, pp. 5-39.
LECHNER, N. (1999), “Las condiciones sociopolíticas de la ciudadanía”, en
Conferencia de Clausura del IX Curso Interamericano de Elecciones y Democracia,
Instituto Interamericano de Derechos Humanos, CAPEL, e Instituto Federal
Electoral, Ciudad de México, 17-21 de noviembre de 1999.
LUHMANN, N. (1998), Sistemas sociales: lineamientos para una teoría general,
Barcelona, Anthropos; México, Universidad Iberoamericana; Bogotá, CEJA,
Pontificia Universidad Javeriana.
McROBBIE, A. (1978), Women take issue, London, Hutchinson.
MIGNOLO, W. (2007), “El pensamiento decolonial: desprendimiento y apertura.
Un manifiesto”, en El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémica más
allá del capitalismo global, Bogotá, Universidad Javeriana, Universidad Central y Siglo
del Hombre Editores.
REDHEAD, S.; WYNNE, D., y O’CONNOR, J. (eds.) (1997), The clubcultures
reader : readings in popular cultural studies, Oxford, Blackwell.
REGUILLO, R. (2003), “Ciudadanías juveniles en América Latina”, en Revista
Última década, noviembre, Nº 19, pp. 1-20, Centro de investigación y difusión
poblacional de Achupallas, Viña del Mar, Chile.
SERRANO, J. (2002), “Ni lo mismo ni lo otro: la singularidad de lo juvenil”, en
Revista Nómadas, Nº 16 (abril, 2002).
WALDENFELS, B. (1997), De Husserl a Derrida. Introducción a la fenomenología,
Barcelona, Ed. Paidós.
WALLERSTEIN, I. (coord.) (1996), Abrir las ciencias sociales: Informe de la Comisión
Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, México, Siglo XXI ed.
WILLIS, P. (1990), Common Culture: symbolic work at play in the everyday cultures of
the young, Milton Keynes, Open University Press.

gmunozg2000@yahoo.es
Germán Muñoz González. Filósofo, Doctorado de Tercer Ciclo en Lingüística de
la EHESS de París. Doctorado en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la
Universidad de Manizales – CINDE. Docente e investigador de la Universidad
Distrital Francisco José de Caldas (Bogotá) y de la Universidad de Manizales – CINDE.

diegomudante@hotmail.com
Diego Alejandro Muñoz Gaviria. Sociólogo . Especialista en Contextualización Psicosocial
del Crimen. Magíster en Psicología. Aspirante al título de Doctor en Ciencias Sociales,

REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008) ,pp. 217-236 235


Germán Muñoz González y Diego Alejandro Muñoz

Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales – CINDE. Director del Grupo


Interdisciplinario de Estudios Pedagógicos (GIDEP) de la
Facultad de Educación de la Universidad de San Buenaventura, Medellín.

RECIBIDO: 19 de Agosto de 2008


ACEPTADO: 26 de Septiembre de 2008

236 REVISTA ARGENTINA DE SOCIOLOGÍA AÑO 6 Nº11-ISSN 1667-9261(2008),pp. 217-236

También podría gustarte