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Es también una condición esencial para transformar las situaciones que provocan
tensión, estrés e insatisfacción en el día a día y resolver de manera positiva y funcional
las dificultades que se presentan en la convivencia.
Sacar adelante un proyecto afectivo conjunto, exige ser conscientes de los propios
estados emocionales y de la necesidad de regularlos y no dejar que se desborden.
Para crecer positivamente como pareja es preciso que cada uno de sus miembros se
esfuerce en poner en práctica actitudes como la empatía, o capacidad para ponerse en el
lugar del otro, la reflexión, el optimismo o la solución efectiva de los problemas.
Cuando la pareja logra gestionar con inteligencia sus emociones, tiene mayores
probabilidades de consolidarse y construir un vínculo fuerte y gratificante para ambos.
Cuando la pareja tiene inteligencia emocional es más fácil resolver los inconvenientes al
dialogar.