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Director:
Miguel Ángel Garrido
P relim in ar.................................................................................................................. 11
INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE
LA POESÍA
Capítulo 2. La POESÍA COMO JUEGO: c a r a c t e r ís t ic a s e s p e c íf ic a s .
E l PAPEL DEL LENGUAJE ............................................................................... 47
2.1. Recuperación de la dimensión material dellenguaje................ 47
2.2. Los dos juegos de la poesía ................................................................. 48
2.3. Las fases del juego poético .................................................................. 50
C a p ítu lo 3. E l s e n t i d o d e la p o e s ía . C a r a c t e r e s ge n e r a l e s ...... 53
3.1. La poesía como ficción ......................................................................... 54
3.1.1. La ficción como juego, 54; 3.1.2. La ficción como acto de
habla, 55; 3.1.3. La ficción como percepción y conocimien
to, 56.
7
3.2. C o m p le jid a d ................................................................................................... 59
3.2.1. Complejidad del discurso y complejidad del sentido, 60;
3.2.2. Complejidad, sentido no conceptual e implicación
del sujeto, 62,
3.3. O r i g i n a l i d a d .................................................................................................... 66
3.3.1. Originalidad y origen, 66; 3.3.2. Originalidad e inform a
ción, 68; 3.3.3. Originalidad, comunicación y conocimien
to, 7\.
3.4. U n id a d .............................................................................................................. 71
3.4.1. Unidad y globalidad, 72; 3.4.2. Unidad y linealidad, 74.
C a p ítu lo 4. La f u n c i ó n e x p r e s iv a y la u n i d a d FONDO-FORMA EN ■
EL PO EM A ................................................................................................................... 77
4.1. P o e sía y fu n c ió n e x p r e s iv a ....................................................................... 78
4.1.1. Función expresiva y absolutización del lenguaje, 82.
4.2. E x a c titu d e i n d e t e r m i n a c i ó n .................................................................. 83
4.3. El p o e m a c o m o u n id a d y c o m o to ta lid a d ........................................ 83
4.3.1. Totalidad «represcntacional» y unidad fondo-forma, 83;
4.3.2. Totalidad, función expresiva y motivación del sig
no, 85.
4.4. U n id a d f o n d o -fo rm a y e x p e rie n c ia e s t é t i c a .................................... 87
SEGUNDA PARTI!
EL PO E M A
8
C a p ítu lo 9. E structuras s i n t á c t i c a s ........................................................ 147
9.E H i p é r b a t o n ...................................................................................................... 148
9.2. E m p a r e j a m i e n t o ......................................................................................... 153
9
P r e lim in a r
17
IN TRO D U C CIÓ N
1.
LA POESÍA Y LAS FORMAS DE CONDUCTA
DEL HOMBRE
24
1.3. C u ltu ra y deshum anización. El lado negativo de
las proyecciones
Si, de un lado, las proyecciones y la cultura son emanacio
nes de la naturaleza propia del hombre por las que, para pre
servar su vida, va más allá de su condición animal, esto es, si
las proyecciones, el trabajo y la cultura le son imprescindibles
para subsistir y, en consecuencia, ser lo que es, también tienen
aspectos negativos, pues introducen en la vida factores que
atenían contra otras cualidades de la propia condición humana,
y ello tanto porque destruyen u ocultan posibilidades que tiene
originariamente (le hacen al hombre ser lo que no es) como por
el hecho de que las proyecciones llevan consigo la degradación
y destrucción del entorno, que es necesario para el hombre,
pues contiene las fuentes para la satisfacción de sus necesidades
fundamentales; es decir, las proyecciones, encaminadas a hacer
posible la vida, pueden llegar a agotar los medios que pueden
realizar esa posibilidad.
Las proyecciones fragmentan la existencia, separan al hom
bre del entorno con el que ya no mantiene un contacto inme
diato, ocultan la realidad, desvían la atención del presente para
proyectarla en el porvenir, introducen el interés, en definitiva, ha
ciendo posible la subsistencia, contienen el peligro de hacer que
el ser humano pierda la sensación de vivir, se vuelva insensible
a la intensidad de cada momento. Como apunta Hall (1971:16),
el elevado grado de desarrollo que alcanzan las proyecciones
acaba por hacernos olvidar que la humanidad está arraigada en
nuestra naturaleza animal; si el hombre se vuelve viable hum a
nizando la naturaleza con su trabajo, es siempre con el peligro
de deshumanizarse, de desnaturalizarse y ser infiel a sí mismo
(cfr. Paz, O.: 1986:29: «El trabajo literalmente desaloja al hom
bre de su humanidad. Y no porque convierte al trabajador en
asalariado sino porque confunde su vida con su oficio»).
Las proyecciones, además, cobran vida propia, se indepen
dizan de la finalidad que les dio origen, y con ello introducen
tres dimensiones inquietantes:
1. Se transmiten de unos hombres a otros, de una gene
ración a otra, que recibe con la proyección una formulación
de sus propios impulsos y necesidades que le es ajena y una
respuesta a ellos ya elaborada; la transmisión intergenera
25
cional de las proyecciones, aunque permite, por un lado, una
satisfacción más inmediata de ciertas necesidades vitales y
una evolución más rápida, por otro lleva a que el hombre re
ciba el acabamiento en las proyecciones de otros hombres
con la consiguiente pérdida de su condición autopoética.
2. Su funcionamiento como sistemas independientes las
lleva a subsistir más allá de la satisfacción de las necesida
des que las originaron, aun a costa de la degradación eco
lógica que puedan producir. Una vez creadas se vuelven
rígidas y resistentes a cualquier cambio, pues imponen su
presencia y su función (aunque ya sea innecesaria o sea
cubierta mejor por otros medios) y encuentran acogida
en los hábitos que han creado en el hombre. Este, entonces,
se vuelve extraño a sus actos, a sí mismo: los productos de
la cultura le ocultan su propio ser, sus impulsos originales, le
impiden tener una relación propia con el entorno, para el
que no valen las proyecciones recibidas, pues ellas mismas
contribuyeron a modificar el marco natural que, por lo
tanto, plantea continuamente nuevos desafíos.
3. En último término se encuentra lo que Hall llama la
transferencia de proyección, por la cual la proyección se con
funde con el hecho proyectado o lo sustituye: cuando to
mamos el mapa por el territorio, el signo por la cosa. Las
proyecciones son instrumentos; el síndrome de transferen
cia de proyección consiste en convertirlos en fines. La con
secuencia más generalizada de este síndrome está expresada
en la siguiente frase de Marx, que tom o de Carse, 1986:34:
«La vida misma se presenta sólo como medio de vivir».
Lenguaje y falsificación
El reconocimiento del lenguaje en cuanto tal, es decir en
cuanto sistema sustitutivo que contribuye a la formación de la
conciencia, introduce la posibilidad de falsificación, de enga
ñar a los otros y a uno mismo; recuérdese la famosa definición
de Eco según la cual signo es todo lo que puede ser usado para
mentir. El lenguaje, entonces, contribuye a la pérdida de la gracia
e ingenuidad originarias que conservan el niño y el animal:
28
«Si reflexionamos sobre la evolución de la comunicación,
resulta evidente que un estadio muy importante de esta evo
lución tiene lugar cuando el organismo cesa gradualmente de
responder de manera “automática” a los estados afectivos-
signos de otro y se hace capaz de distinguir el signo en cuanto
señal; es decir, a reconocer que las señales de otro individuo
y sus propias señales son solamente señales, en las que se
puede confiar o desconfiar, que pueden ser falsificadas, ne
gadas, ampliadas, corregidas y así sucesivamente.» (Bate-
son: 1985:206).
29
Lenguaje y desarraigo del presente
Finalmente, el lenguaje, al hablar de lo ausente, al evapo
rarse en cuanto materia sensible, se vincula a la memoria
(pasado) y al deseo (futuro), pero no a la experiencia (presente).
«Entre la percepción y la acción industriosa se sitúa una fase
intermedia de trato, no mutante, con las cosas (planificación)»
(Gehlen).
Sensación de universo
Sentimiento
44
PRIM ERA PARTE
La poesía
2.
LA POESÍA COMO JUEGO:
CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS.
EL PAPEL DEL LENGUAJE
52
3.
EL SENTIDO DE LA POESÍA
CARACTERES GENERALES
3.2. C o m p lejidad
75
LA FU N C IÓ N EXPRESIVA Y LA UNIDAD
FONDO-FORMA EN EL POEMA
89
5.
LA COM UNICACIÓN POÉTICA
El poema
6.
EL PAPEL DEL LENGUAJE
EN LA POESÍA
110
7.
MÉTRICA
LA RETAMA
I
retama
tu que
yaces sobre
páramos
de viento y
matas
y sol
lento
dime tu
solo
ápice
blanco
de soledad
adamada
retama
II
si tu
sentido
tu
savia
breve
124
tu
curva al
sol
de octubre
savia
que sube
blanca
hasta el
sonido
del viento
III
sigiloso
sentido
en la
ventisca
sigues
alta
médula
de
luz
dime tu
solo
soplo
retama tú
que
IV
retama
tú que
alzas
albor
no
temes
sombra sobre
tu
ramo
de claridad
125
I
dimc al
oído
di-
le
tu solo
silencio
le
vantado del
viento
V
en la
ladera
de
soledad
del
lado del
sol
seco
que un
sol
sopla
retama
dimc la
soledad
la sola
luz
127
la aceleración del tempo procedería aquí por un lado de la
recurrencia de la categoría gramatical de verbo en tercera per
sona de singular (que es el factor métrico más destacado junto
con las repeticiones fónicas que arrastra) y de la ambigüedad
no resucita en la localización del verso entre la línea (tempo rá
pido característico de los versos cortos), que parece imponerse
al comienzo, pues el verbo en forma personal produce el mo
vimiento melódico completo de la frase, y el grupo de líneas
(tempo más lento, como en el poema de Sánchez Robayna) que
triunfa al final a causa de la fragmentación de las letras de una
misma palabra en varias líneas.
También se debe incluir dentro de este apartado de la
disposición gráfica el papel de la puntuación: la puntuación es
una guía para dirigir la entonación, para regular el tempo de
lectura («la puntuación es una caja de velocidades», Herberto
Helder), para subrayar la argumentación lógico-sintáctica del
discurso: los signos de puntuación son los jalones que segmen
tan el texto, que marcan los tránsitos del sentido. La ausencia
de puntuación, frecuente en la poesía moderna, aparte de favo
recer un movimiento rítmico más rápido, tiene otras dos con
secuencias importantes:
1. subraya la imagen del poema como totalidad sin
rupturas, sin solución de continuidad;
2. otorga al lector un mayor grado de iniciativa en la
ejecución oral del poema y, paralelamente, en la construc
ción del sentido. El ejemplo es un poema de J. Talens ti
tulado Observaciones sobre el tema del crepúsculo:
descansar lo impreciso de los ojos
sobre la imposibilidad de contemplarse
naturaleza informe o más allá
la no conciencia con su noche rota
el gran conocimiento del espejo un río
la medición del mundo en una escala
así la imagen del ocaso
131
8.
RECURRENCIAS FÓNICAS
8.2. F unciones
Cuando tratamos, en el capítulo 2., de la capacidad de la
poesía para superar las restricciones del lenguaje, la caracteri
zamos como la intersección de dos juegos simultáneos, uno
combinatorio y otro mimético, uno que juega con las unidades
del lenguaje intentando acoplarlas y otro que juega con la
capacidad que tienen esas unidades de invocar el m undo y
producir sentido, como si el juego combinatorio estuviese coor
134
dinado con el juego de ficción para cumplir la función, (vid. en
3.1.3 y 3.2.), de producir un conocimiento de la complejidad del
mundo. Las recurrencias fónicas son el resultado del juego
combinatorio y llaman la atención sobre el mensaje mismo, de
acuerdo con la tesis de la función poética jakobsoniana, pero
caerían en la banalidad y el juego de ingenio si no fueran más
allá de la pura estructura formal.
Cabe suponer, pues, que las recurrencias fónicas cumplen
alguna función en relación con el sentido del poema y que esa
función va más allá de la puramente ornamental o metapoética,
es decir que no se limitan a actuar como signos externos o sig
nificantes vacíos que declaran la presencia de la poesía, sino
que lo hacen como resortes que promueven la participación del
lector en la producción del sentido característico de lo poético
y, en definitiva, de la experiencia estética.
141
Por un lado, nocturnas viene a ser un resumen fónico de
todas las palabras que significan “oscuridad” que conservan su
eficacia semántica en el verso infam e turba de nocturnas aves,
donde, por otra parte, se establece el nexo gramatical turba
aves nocturnas; si consideramos que esta expresión, a través del
vínculo fónico túr, pone en relación todos los vocablos fónica
y/o semánticamente asociados con nocturnas con todos los
vocablos relacionados sintácticamente con turba y aves, obser
varemos cómo esas relaciones exigen acepciones de los voca
blos distintas de las que pone en juego el significado literal de
la frase:
8.4. H ip o g ra m a y paragram a
Com o ya quedó señalado (vid. 8.1.), se puede dar también
en el poema el caso de una reiteración sistemática de los
fonemas de una palabra que constituiría, entonces, una especie
de resumen tanto fónico como semántico, produciéndose así
una fuerte interpenetración de los planos de la expresión y el
contenido, sin que se pierda la densidad del significado, al
contrario, unificando en breves términos (la palabra que cons
tituye el hipograma) todas las variaciones a que puede some
terse en su despliegue irregular por el texto (paragrama). Las
funciones y su explicación son las mismas que para las re
currencias ocasionales; conviene, sin embargo, notar que en el
caso del paragrama, la reiteración se sitúa en una posición de
equilibrio entre la necesidad de hacerse perceptible (no se
tratará, entonces, de la simple abundancia de un fonema, sino
de la recurrencia significativa de una secuencia mínima aun con
una leve discontinuidad) y el peligro de una notoriedad excesi
va que ahogue la variación y caiga en el mero juego de palabras.
U n ejemplo significativo lo encontramos en el famoso poema
de N eruda titulado Barcarola , que repite con asiduidad alguna
combinación de los fonemas de esta palabra:
Si so/omente me to taras el corazón,
si so/amente pusieras tu boca en mi corazón,
tu fina boca, tus dientes,
si pusieras tu /engua como una flecha roja
allí donde mi corazón polvoriento go/pea,
143
si soplaras en mi corazón cerca del mar, llorando,
sonaría con un ruido oscuro, con sonido de ruedas de
tren con sueño,
como aguas vacilantes,
como el otoño en hojas,
como sangre,
como un ruido de llamas húmedas quemando el cielo,
sonando como sueños o ramas o lluvias,
o bocinas de puerto triste,
si tu soplaras en mi corazón, cerca del mar, como un
fantasma blanco,
al borde de la espuma,
en mitad del viento,
como un fantasma desencadenado, a la ori lia del mar,
llorando...
145
9.
ESTRUCTURAS SINTÁCTICAS
148
aunque la concordancia asegura la relación monte-eminente, la
contigüidad sugiere una relación miembros-eminente, que no
queda bloqueada por la agramaticalidad, pues la unión del
adjetivo y el nombre, aun sin concordancia, posee tanta fuerza
como la relación por concordancia de los elementos separados.
2. Orden desviante o hipérbaton propiamente dicho; la al
teración en el orden lineal de las palabras impide reconocer los
vínculos que unen una palabra a las demás, la función que
desempeña dentro del conjunto; llamaremos por extensión hi
pérbaton a cualquier circunstancia que contribuya a debilitar
los vínculos sintagmáticos entre los vocablos.
La flexibilidad en la distribución de los elementos del enun
ciado varía según las lenguas y, con ella, la definición misma de
hipérbaton. El castellano, sin poseer la flexibilidad del latín,
está lejos de la rigidez del francés. Por ello ciertas variaciones
estilísticas son casi tan naturales como la ordenación lineal, de
manera que no producen violencia, no constituyen transgre
sión alguna, y, sin embargo, permiten a la frase acoplarse rít
micamente al conjunto o favorecer enlaces sonoros significa
tivos:
Años tuyos que yo debí sentir
crecer cerca de mí como racimos
hasta que hubieras visto cómo el sol y la tierra
a mis manos de piedra te hubieran destinado,
hasta que uva con uva hubieras hecho
cantar en mis venas el vino.
Pablo N cruda
Más notable es el efecto enfático que produce la anteposi
ción de una palabra buscando el principio o el final de la ora
ción o del verso, que son lugares relevantes; el ejemplo perte
nece a Vázquez Montalbán:
INUTIL ESCRUTAR TAN ALTO CIELO
inútil cosmonauta el que no sabe
el nombre de las cosas que le ignoran
el color del dolor que no le mata
inútil cosmonauta
el que contempla estrellas
para no ver las ratas
149
En todos estos casos, sin embargo, la poesía no hace sino
desarrollar y atraer a su causa las condiciones propias de la
lengua natural en la que la significación deriva de la disposición
de la palabra en el discurso; la sintaxis, es decir, la construcción
del sentido en una progresión lineal y lógica, se conserva, y en
este punto la institución del lenguaje no ha recibido ninguna
violencia, y la frase contribuye con su sentido global a la for
mación del conjunto.
La figura propiamente poética de la sintaxis es la que niega
la sintaxis misma en nombre de esa condición de signo único
que constituye el poema y que hace que las palabras (las frases
en algunos casos, como acabamos de ver) que en él se inscriben
no lo hagan como elementos de un vocabulario preexistente
que fija su significado y sus posibilidades combinatorias, sino
como partículas dotadas, sí, de una energía significativa, pero
que sólo actúa globalmente en la figura unitaria del poema,
de la que recibe orientación.
La poesía, pues, tiende a la disolución de los lazos conven
cionales que atan a los vocablos, a dejarlos libres en el espacio
textual para que ellos mismos generen sus vínculos a través de
las relaciones de afinidad u oposición que el marco entero del
poema permita. Así, por ejemplo, en el final de la estrofa gon-
gorina que analizamos en el último capítulo:
caliginoso lecho el seno obscuro
ser de la negra noche nos lo enseña
infame turba de nocturnas aves,
gimiendo tristes y volando graves.
mundo de piedra
lluvias
el ducro cabeceando
ojos arriba amor
cabeceando el ducro
lluvias de primavera
amor
M ;irlín ez S arrió n
A U N A RO CA
roca
rósea
desierto
desierto el mar
de
nubes
rojas
el
origen
bajo la claridad
desierta de la lámpara
159
10.
EL POEMA Y LA SIGNIFICACIÓN
2. Recurrencia:
182
11.
194
«De la realidad se desgajan conjuntos cerrados cuyos elemen
tos se llaman mutuamente como las sílabas de un verso, pero
que sólo se llaman imponiéndosenos. Pero se imponen a no
sotros sin que nosotros los asumamos. O más bien, nuestro
consentimiento a ellos se invierte en participación. Entran en
nosotros o entramos en ellos, poco importa. El ritmo repre
senta la situación única en que no se puede hablar de consen
timiento, de asunción, de iniciativa, de libertad —puesto que
el sujeto es captado y transportado por él. Forma parte de su
propia representación. Ni siquiera a pesar ele él, pues en el
ritmo no hay ya sí mismo, sino como un paso de uno mismo
ai anonimato. Es ese el hechizo o encantamiento de la poesía
y de la música. Un modo de ser al que no se aplican ni la
forma de conciencia, puesto que el yo se despoja ahí de su
prerrogativa de asunción, de su poder; ni la forma del incons
ciente, puesto que toda la situación y todas sus articulaciones,
en una oscura claridad, están presentes. Sueño despierto. Ni
el hábito, ni el reflejo, ni el instinto se mantienen en esa
claridad. El automatismo particular de la marcha o de la
danza al son de la música es un modo de ser en que nada es
inconsciente, pero en el que la conciencia, paralizada en su
libertad, juega, completamente absorbida en ese juego.
195
E p ílo g o
200
Selección de textos
Retórica
* * *
201
U na encuesta fenomenológica sobre la poesía debe reba
sar, por obligación de métodos, las resonancias sentimentales
con las que recibimos más o menos ricamente —según esta
riqueza esté en nosotros o en el poem a— la obra de arte. Aquí
debe sensibilizarse la duplicación fenomenológica de las re
sonancias y la repercusión. Las resonancias se dispersan so
bre los diferentes planos de nuestra vida en el mundo, la
repercusión nos llama a una profundización de nuestra pro
pia existencia. En la resonancia oímos el poema, en la reper
cusión lo hablamos, es nuestro. La repercusión opera un
cambio del ser. Parece que el ser del poeta sea nuestro ser.
La multiplicidad de las resonancias sale entonces de la unidad
de ser de la repercusión. Más simplemente dicho, tocamos
aquí una impresión bien conocida cíe todo lector apasionado
de poemas: el poem a nos capta enteros. Esta captación del
ser por la poesía tiene un signo fcnomcnológico que no
engaña. La exuberancia y la profundidad de un poem a son
siempre fenómenos de la duplicación resonancia-repercu
sión. Parece que por su exuberancia el poem a reanima en
nosotros unas profundidades. Para dar cuenta de la acción
psicológica de un poem a habrá, pues, que seguir dos ejes de
análisis fcnomcnológicos, hacia las exuberancias del espíritu
y hacia las profundidades del alma.
Claro que la repercusión, pese a su nombre derivado,
tiene un carácter fcnomcnológico simple en los dominios de
la imaginación poética donde queremos estudiarla. Se trata,
en efecto, de determinar, por la repercusión de una sola
imagen poética, un verdadero despertar de la creación poéti
ca hasta el alma del lector. Por su novedad, una imagen
poética pone en movimiento toda la actividad lingüística. La
imagen poética nos sitúa en el origen del ser hablante.
Por esa repercusión, yendo en seguida más allá de toda
psicología o psicoanálisis, sentimos un poder poético que se
eleva candorosamente en nosotros mismos. Después de la
repercusión podrem os experimentar ecos, resonancias senti
mentales, recuerdos de nuestro pasado. Pero la imagen ha
tocado las profundidades antes de conmover las superficies.
Y esto es verdad en una simple experiencia del lector. Esta
imagen que la lectura del poem a nos ofrece, se hace verdade
ramente nuestra. Echa raíces en nosotros mismos. La hemos
recibido, pero tenemos la impresión de que hubiéramos po
dido crearla, que hubiéramos debido crearla. Se convierte en
202
un ser nuevo en nuestra lengua, nos expresa convirtiéndonos
en lo que expresa.
Bachelard, G.: La poética del espacio
* * *
* * *
* * *
* * *
* * *
207
Ninguno de nosotros podrá tornar a aquella inocencia
anterior a toda teoría, cuando el arte no se veía obligado a
justificarse, cuando no se pedía a la obra de arte qué decía,
pues se sabía (o se creía saber) qué hacía. Desde ahora hasta
el fin de toda conciencia, nos veremos obligados a defender
el arte. Sólo podemos discutir sobre este u otro medio de
defensa. Es más, tenemos el deber de desechar cualquier
medio de defensa y justificación del arte que resultare parti
cularmente obtuso, o costoso, o insensible a las necesidades
y práctica contemporáneas.
Este es el caso, hoy, de la idea misma de contenido. Pres
cindiendo de lo que hubiese sido en el pasado, la idea de
contenido es hoy fundamentalmente un obstáculo, un fasti
dio, un sutil o no tan sutil fariseísmo.
Aunque con la actual evolución de muchas artes pueda
parecer que nos distanciamos de la idea de que la obra de arte
es primordialmente su contenido, esta idea continúa ejercien
do una extraordinaria hegemonía. Permítaseme sugerir que
eso ocurre porque la idea ahora se perpetúa bajo el disfraz
de una cierta m anera de enfrentarse a las obras de arte,
profundam ente arraigada en la mayoría de las personas que
consideran seriamente cualquiera de las artes. Y es que, el
abusar de la idea de contenido com porta un proyecto, peren
ne, nunca consumado, de interpretación. Y, a la inversa, es pre
cisamente este vicio de acercarse a la obra de arte con intención
de interpretarla lo que sustenta el espejismo de que exista en
realidad algo similar al contenido de una obra de arte.
Susan Sontag, Contra la interpretación
* * *
* * *
209
La palabra de la filosofía por afán de precisión, persi
guiendo la seguridad, ha trazado un camino que no puede
atravesar la inagotable riqueza. La palabra irracional de la
poesía, por fidelidad a lo hallado, no traza camino. Va, al
parecer, perdida. Las dos palabras tienen su raíz y su razón.
La verdad que camina esforzadamente y paso a paso, y avan
zando por sí misma, y la otra que no pretende ni siquiera ser
verdad, sino solamente fijar lo recibido, dibujar el sueño,
regresar por la palabra, al paraíso prim ero y compartirlo. La
palabra que significa la apertura total de una vida a quien su
cuerpo, su carne y su alma, hasta su pensamiento, sólo le
sirven de instrumentos, modos de extenderse entre las cosas.
U na vida que teniendo libertad, sólo la usa para regresar allí
donde puede encontrarse con todos.
La palabra que define y la palabra que penetra lentamente
en la noche inexpresable: «Escribía silencios, noches; anotaba
lo inexpresable. Fijaba vértigos» (Rimbaud, Tem porada en el
Infierno). La palabra que quiere fijar lo inexpresable, porque
no se resigna a que cada ser sea solamente lo que aparece.
Por encima del ser y del no ser, persigue la infinitud de cada
cosa, su derecho a ser más allá de sus actuales límites. «Me
parecía que cada ser tenía derecho a otras vidas». Porque
cada ser lleva como posibilidad una diversidad infinita con
respecto a la cual, lo que ahora es, es únicamente porque ha
vencido de momento. Significa una injusticia.
La realidad es demasiado inagotable para que esté some
tida a la justicia, justicia que no es sino violencia. Y la volun
tad aún extrema esta violencia «natural» y la lleve a su último
límite. La palabra de la poesía es irracional, porque deshace
esta violencia, esta justicia violenta de lo que es. No acepta
la escisión que el ser significa dentro y sobre la inagotable y
obscura riqueza de la posibilidad. Quiere fijar lo inexpresa
ble, porque quiere dar forma a lo que no la ha alcanzado: al
fantasma, a la sombra, al ensueño, al delirio mismo. Palabra
irracional, que ni siquiera ha presentado combate a la clara,
definida y definidora palabra de la razón. ¿De cuál de ellas
será la victoria?
La palabra de la razón ha recorrido m ayor camino, se ha
fatigado, pero tiene su cosecha de seguridades. La de la
poesía parece estar a pesar de todas las estaciones recorridas,
en el mismo lugar del que partiera. Sus conquistas se miden
por otra medida; no avanza. «Su caridad está hechizada y me
210
tiene prisionera» (ibídem.). Hechizada y prisionera; así ha de
seguir, sin duda, y su unión con la otra palabra, la de la razón,
no parece estar muy cercana todavía. Porque todavía no es
posible pensar desde el lugar sin límite en que la poesía se
extiende, desde el inmenso territorio que recorre errante.
María Zambrano, Filosofía y poesía
* * *
* * *
212
Bibliografía
214
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